Italia y Alemania dilataron sus velas
de lodo carcomido,
agruparon, sembraron sus luctuosas telas,
lanzaron las arañas mås negras de su nido.
Contra España cayeron y España no ha caĂdo.
España no es un grano,
ni una ciudad, ni dos, ni tres ciudades.
España no se abarca con la mano
que arroja en su terreno puñados de crueldades.
Al mar no se lo tragan los barcos invasores,
mientras existe un ĂĄrbol el bosque no se pierde,
una pared perdura sobre un solo ladrillo.
España se defiende de reveses traidores,
y avanza, y lucha, y muerde
mientras le quede un hombre de pie como un cuchillo.
Si no se pierde todo no se ha perdido nada.
En tanto aliente un español con ira
fulgurante de espada,
Âżse perderĂĄ? ÂĄMentira!
Mirad, no lo contrario que sucede,
sino lo favorable que promete el futuro,
los anchos porvenires que allĂĄ se bambolean.
El acero no cede,
el bronce sigue en su color y duro,
la piedra no se ablanda por mĂĄs que la golpean.
No nos queda un varĂłn, sino millones,
ni un corazĂłn que canta: ÂĄsoy un muro!,
que es una inmensidad de corazones.
En Euzkadi han caĂdo no sĂ© cuĂĄntos leones
y una ciudad por la invasiĂłn deshechos.
Su soplo de silencio nos anima,
y su valor redobla en nuestros pechos
atravesando España por debajo y encima.
No se debe llorar, que no es la hora,
hombres en cuya piel se transparenta
la libertad del mar trabajadora.
Quien se para a llorar, quien se lamenta
contra la piedra hostil del desaliento,
quien se pone a otra cosa que no sea el combate,
no serĂĄ un vencedor, serĂĄ un vencido lento.
Español, al rescate
de todo lo perdido.
¥Venceré! has de gritar sobre cada momento
para no ser vencido.
Si fuera un grano lo que nos quedara,
España salvaremos con un grano.
La victoria es un fuego que alumbra nuestra cara
desde un remoto monte cada vez mĂĄs cercano.