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Leydis Jul 2017
Sentada en su ventana,
mañana tras mañana,
veía llegar el alba y
la desesperante y abrumada madrugada,
en su fiel silla, ella siempre sentada.
Con la soledad en las manos,
ya con las venas arrugadas,
la pasión, desvigorizada e inmutada,
los ojos cerrados de tantas batallas,
de tanto llorar por su amado.
Aquel distante y vagante amor,
el cual, ella siempre esperaba.
Escuchando la misma canción, se pasa sus días,
la canción que los enamoro, cuando todo era risas,
que les ofreció un fortuito futuro, más ella pensó, que era por vida.
Solo se para de esa silla,
para mover la ajuga en su antigua vitrola,
ya que, esa-su-canción, siempre se atasca en la misma estrofa.
Se escucha rayada, esa, su canción, llena de esperanza,
así, como se rayó su amor, que estancado en un tiempo maravilloso quedo.
Recuerda todos los pretendientes, que con gran afán la perseguían,
los que pudieron quererla, amarla y venerarla, hasta no más,
pero ella a ninguno les respondia, es que no encajaban en su canción,
es que no la hacían vibrar como su eterno amor,
es que no les devolvían la juventud, las ganas de reír,
las ganas de sufrir, pero, junto aquel…su amor.
Ya nadie pasa por allí,
solo el bullicio del tiempo,
las aves, que, igual que ella,
se han envejecido de tantas primaveras,
la brisa invernal que ha arropado sus años,
la triste mirada arrugada,
la abrumada e insolente madrugada,
el terco brillo de la mañana,
y los recuerdos que la atan a su fiel silla,
a esa canción llena de esperanza, cuando todo era risas,
y ella estaba con su eterno amor.
LeydisProse
7/27/2017
Ronald J Chapman Dec 2015
2017

My dear Princess Deokman!
It's now 2017,

It's been more than 1,370 years,
Since my Spirit has set foot in Silla,

The place I was born,
The place I died, saving a life,
The place I want to return,

My memories of you have traveled through the centuries,
Your face reminds me of a witty Silla Queen,
With a smile as bright as the Dawn,
Together, we are like rice cakes and hot pepper sauce,

Oh darling Princess,
My kind-hearted Queen,
My witty young love,
The perfect companion to my Lonely Soul.

Sharon's Roses are red,
Skies are blue,
I like the waves of an Eastern sea,
But not as much as I love walking on the beach,
And singing with you!

Oh! Darling Princess,
Your hands are like beautiful cherry blossoms on a spring day,
You're the greatest Queen ever to walk Silla.

Your witty laughing face,
Your loving Soul,
Your beautiful hands,
I see you as a great Queen,

How could I look at another when your kindhearted love is so strong?

Even today,
After all, these centuries have passed,
I still love you my Princess Deokman!

I'd die for you again today.

Copyright © 2015 Ronald J Chapman All Rights Reserved.
Version-Happy-Ending-Video-of-Deokman-and-Bidamhttps://youtu.be/w73v-Hv274I
Todo el mundo sentado
a la mesa,
en el trono,
en la asamblea,
en el vagón del tren,
en la capilla,
en el océano,
en el avión, en la escuela, en el estadio
todo el mundo sentado o sentándose,
pero no habrá recuerdos
de una silla
que hayan hecho mis manos.

Qué pasó? Por qué, si mi destino
me llevó a estar sentado, entre otras cosas,
por qué no me dejaron
implantar cuatro patas
de un árbol extinguido
al asiento, al respaldo,
a la persona próxima
que allí debió aguardar el nacimiento
o la muerte de alguna que él amaba?
La silla que no pude, que no hice,
transformando en estilo
la naturalidad de la madera
y en aparato claro
el rito de los árboles sombríos.

La sierra circular
como un planeta
descendió de la noche
hasta la tierra
y rodó por los montes
de mi patria,
pasó sin ver por mi puerta larvaria,
se perdió en su sonido,
y así fue como anduve
en el aroma
de la selva sagrada
sin agredir con hacha la arboleda,
sin tomar en mis manos
la decisión y la sabiduría
de cortar el ramaje
y extraer
una silla
de la inmovilidad
y repetirla
hasta que esté sentado todo el mundo.
Ronald J Chapman Feb 2016
War ***** and fighting *****.
Why can't people party all night?

The world is a crazy place.
All I want to is dance the night away,
But my life is full of spiders and snakes.

I wonder when it will end?

You want Queen Seondeok of Silla,
You want Kim Yuna of Korea,

But all I see is the devil's rage.
Oh! The devil's rage.
Oh! War and fighting, they'll destroy this beautiful place,
Drain our lives of Love and wonder.

War ***** and fighting *****.
Why can't people party all night?
The world is a wild place.
All I want to is dance the day away,

But my life is full of spiders and snakes hiding under rocks.

I really want the world to end,
Goodbye Queen Seondeok of Silla,
Goodbye Kim Yuna of Korea,

And good riddance to the devil's rage.
Oh! The devil's rage.

Oh! War and fighting, will bury us under falling mushroom dust,
Drain our lives of Love and wonder.

War ***** and fighting *****.
The world is out of control,
All I want to do is plant new Hope in dry Souls,
But my life is full of spiders and snakes hiding under rocks.

Your life doesn't have to end.
Sing a song of hope with Queen Seondeok of Silla,
Sing the song of "Arirang."

Dance with Queen Kim Yuna of Korea on Ice,
And put a curse on devil's rage.
Oh, the devil's rage.

Your life is hard and filled with hatred,
But don't care? Get out and dance.

Follow the sunrise to your destination.
Leave the war and fighting behind,

Plant new Hope!

You want the greatest thing,
The biggest thing since becoming a poet.
You've got it all; you've got the world in your hands,

If you are confused, check with Arirang.
Carry a pen to help you along.

Get out and dance,
On the dance floors of the world.

Copyright © 2016 Ronald J Chapman All Rights Reserved.

Arirang Special M60-Sorea Band  Arirang
https://youtu.be/iS6V1M6xuXc
Yuna Kim - Arirang Alone Montage
https://youtu.be/A9Mt_IeB3Fo
Ronald J Chapman May 2015
S is for a lovely Smile; your smile lights up Korea even today,
E is for Extraordinary, a role model that built the "Star-Gazing Tower," Cheomseongdae,
O is for Open-hearted, helped the poor and hungry,
N is for Noble, loved your people,
D is for Dreams, your dream of white frogs,
E is for Enchanting, Your ability to predict things to come,
O is for Observant, watching over and protecting your people,
K is for Korea, The land that will remember you until the end of time,

S is for Smart, incredible intelligence,
A is for Admirable; you are still respected thousands of years after leaving this world,
R is for Reassuring, Never give up. Fighting!
A is for Amazing, Your ability to see the future,
N is for Noble, a loving Queen,
G is for Glamorous, A beauty standing before us,
H is for Heroic, loving your people more than yourself,
A is for Addictive, we still remember you after all the centuries have passed,
M is for Memories, “Star GazingTower” still stands today,
N is for Noble Queen, Your dreams and sacrifices  protected the Kingdom of Silla,
I is for Important, a blessing to Silla and today's Korea,
D is for Dear; You are still loved, by your people and peoples of the world today,
A is for Analytical, You always thought deeply before acting,

Queen “Seondeok!” You are loved and admired by all the world today.



Copyright © 2015 Ronald J Chapman All Rights Reserved.
Queen Seon Deok OST - Balbambalbam (with Lyric and Translation)https://youtu.be/hTHkOB75rhs

"Queen Seondeok of Silla (Korean pronunciation: [sʰʌndʌk jawʌŋ]; ? - 17 February 647) reigned as Queen[1] of Silla, one of the Three Kingdoms of Korea, from 632 to 647". - From Wikipedia
Jean Cocteau es un ruiseñor mecánico a quien le ha dado cuerda Ronsard.

Los únicos brazos entre los cuales nos resignaríamos a pasar la vida, son los brazos de las Venus que han perdido los brazos.

Si los pintores necesitaran, como Delacroix, asistir al degüello de 400 odaliscas para decidirse a tomar los pinceles... Si, por lo menos, sólo fuesen capaces de empuñarlos antes de asesinar a su idolatrada Mamá...

Musicalmente, el clarinete es un instrumento muchísimo más rico que el diccionario.

Aunque se alteren todas nuestras concepciones sobre la Vida y la Muerte, ha llegado el momento de denunciar la enorme superchería de las "Meninas" que -siendo las propias "Meninas" de carne y hueso- colgaron un letrerito donde se lee Velázquez, para que nadie descubra el auténtico y secular milagro de su inmortalidad.

Nadie escuchó con mayor provecho que Debussy, los arpegios que las manos traslúcidas de la lluvia improvisan contra el teclado de las persianas.

Las frases, las ideas de Proust, se desarrollan y se enroscan, como las anguilas que nadan en los acuarios; a veces deformadas por un efecto de refracción, otras anudadas en acoplamientos viscosos, siempre envueltas en esa atmósfera que tan solo se encuentra en los acuarios y en el estilo de Proust.

¡La "Olimpia" de Manet está enferma de "mal de Pott"! ¡Necesita aire de mar!... ¡Urge que Goya la examine!...

En ninguna historia se revive, como en las irisaciones de los vidrios antiguos, la fugaz y emocionante historia de setecientos mil crepúsculos y auroras.

¡Las lágrimas lo corrompen todo! Partidarios insospechables de un "régimen mejorado", ¿tenemos derecho a reclamar una "ley seca" para la poesía... para una poesía "extra dry", gusto americano?

Todo el talento del "douannier" Rousseau estribó en la convicción con que, a los sesenta años, fue capaz de prenderse a un biberón.

La disección de los ojos de Monet hubiera demostrado que Monet poseía ojos de mosca; ojos forzados por innumerables ojitos que distinguen con nitidez los más sutiles matices de un color pero que, siendo ojos autónomos, perciben esos matices independientemente, sin alcanzar una visión sintética de conjunto.

Las frases de Oscar Wilde no necesitan red. ¡Lástima que al realizar sus más arriesgadas acrobacias, nos dejen la incertidumbre de su ****!

El cúmulo de atorrantismo y de burdel, de uso y abuso de limpiabotas, de sensiblería engominada, de ojo en compota, de retobe y de tristeza sin razón -allí está la pampa... más allá el indio... la quena... el tamboril -que se espereza y canta en los acordes del tango que improvisa cualquier lunfardo.

Es necesario procurarse una vestimenta de radiógrafo (que nos proteja del contacto demasiado brusco con lo sobrenatural), antes de aproximarnos a los rayos ultravioletas que iluminan los paisajes de Patinir.

No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio.

Entre otras... ¡la más irreductible disidencia ortográfica! Ellos: Padecen todavía la superstición de las Mayúsculas.

Nosotros: Hace tiempo que escribimos: cultura, arte, ciencia, moral y, sobre todo y ante todo, poesía.

Los cubistas cometieron el error de creer que una manzana era un tema menos literario y frugal que las nalgas de madame Recamier.

¡Sin pie, no hay poesía! -exclaman algunos. Como si necesitásemos de esa confidencia para reconocerlos.

Esos tinteros con un busto de Voltaire, ¿no tendrán un significado profundo? ¿No habrá sido Voltaire una especie de Papa (*****) de la tinta?

En música, al pleonasmo se le denomina: variación.

Seurat compuso los más admirables escaparates de juguetería.

La prosa de Flaubert destila un sudor tan frío que nos obliga a cambiarnos de camiseta, si no podemos recurrir a su correspondencia.

El silencio de los cuadros del Greco es un silencio ascético, maeterlinckiano, que alucina a los personajes del Greco, les desequilibra la boca, les extravía las pupilas, les diafaniza la nariz.

Los bustos romanos serían incapaces de pensar si el tiempo no les hubiera destrozado la nariz.

No hay que admirar a Wagner porque nos aburra alguna vez, sino a pesar de que nos aburra alguna vez.

Europa comienza a interesarse por nosotros. ¡Disfrazados con las plumas o el chiripá que nos atribuye, alcanzaríamos un éxito clamoroso! ¡Lástima que nuestra sinceridad nos obligue a desilusionarla... a presentarnos como somos; aunque sea incapaz de diferenciarnos... aunque estemos seguros de la rechifla!

Aunque la estilográfica tenga reminiscencias de lagrimatorio, ni los cocodrilos tienen derecho a confundir las lágrimas con la tinta.

Renán es un hombre tan bien educado que hasta cuando cree tener razón, pretende demostrarnos que no la tiene.

Las Venus griegas tienen cuarenta y siete pulsaciones. Las Vírgenes españolas, ciento tres.

¡Sepamos consolarnos! Si las mujeres de Rubens pesaran 27 kilos menos, ya no podríamos extasiarnos ante los reflejos nacarados de sus carnes desnudas.

Llega un momento en que aspiramos a escribir algo peor.

El ombligo no es un órgano tan importante como imaginan ustedes... ¡Señores poetas!

¿Estupidez? ¿Ingenuidad? ¿Política?... "Seamos argentinos", gritan algunos... sin advertir que la nacionalidad es algo tan fatal como la conformación de nuestro esqueleto.

Delatemos un onanismo más: el de izar la bandera cada cinco minutos.

Lo primero que nos enseñan las telas de Chardin es que, para llegar a la pulcritud, al reposo, a la sensatez que alcanzó Chardin, no hay más remedio que resignarnos a pasar la vida en zapatillas.

Facilísimo haber previsto la muerte de Apollinaire, dado que el cerebro de Apollinaire era una fábrica de pirotecnia que constantemente inventaba los más bellos juegos de artificio, los cohetes de más lindo color, y era fatal que al primero que se le escapara entre el fango de la trinchera, una granada le rebanara el cráneo.

Los esclavos miguelangelescos poseen un olor tan iodado, tan acre que, por menos paladar que tengamos basta gustarlo alguna vez para convencerse de que fueron esculpidos por la rompiente. (No me refiero a los del Louvre; modelados por el mar, un día de esos en que fabrica merengues sobre la arena).

¡La opinión que se tendrá de nosotros cuando sólo quede de nosotros lo que perdura de la vieja China o del viejo Egipto!

¡Impongámosnos ciertas normas para volver a experimentar la complacencia ingenua de violarlas! La rehabilitación de la infidelidad reclama de nosotros un candor semejante. ¡Ruboricémonos de no poder ruborizarnos y reinventemos las prohibiciones que nos convengan, antes de que la libertad alcance a esclavizarnos completamente!

El cemento armado nos proporciona una satisfacción semejante a la de pasarnos la mano por la cara, después de habernos afeitado.

¡Los vidrios catalanes y las estalactitas de Mallorca con que Anglada prepara su paleta!

Los cubistas salvaron a la pintura de las corrientes de aire, de los rayos de sol que amenazaban derretirla pero -al cerrar herméticamente las ventanas, que los impresionistas habían abierto en un exceso de entusiasmo- le suministraron tal cúmulo de recetas, una cantidad tan grande de ventosas que poco faltó para que la asfixiaran y la dejasen descarnada, como un esqueleto.

Hay poetas demasiado inflamables. ¿Pasan unos senos recién inaugurados? El cerebro se les incendia. ¡Comienza a salirles humo de la cabeza!

"La Maja Vestida" está más desnuda que la "maja desnuda".

Las telas de Velázquez respiran a pleno pulmón; tienen una buena tensión arterial, una temperatura normal y una reacción Wasserman negativa.

¡Quién hubiera previsto que las Venus griegas fuesen capaces de perder la cabeza!

Hay acordes, hay frases, hay entonaciones en D'Annunzio que nos obligan a perdonarle su "fiatto", su "bella voce", sus actitudes de tenor.

Azorín ve la vida en diminutivo y la expresa repitiendo lo diminutivo, hasta darnos la sensación de la eternidad.

¡El Arte es el peor enemigo del arte!... un fetiche ante el que ofician, arrodillados, quienes no son artistas.

Lo que molesta más en Cézanne es la testarudez con que, delante de un queso, se empeña en repetir: "esto es un queso".

El espesor de las nalgas de Rabelais explica su optimismo. Una visión como la suya, requiere estar muellemente sentada para impedir que el esqueleto nos proporcione un pregusto de muerte.

La arquitectura árabe consiguió proporcionarle a la luz, la dulzura y la voluptuosidad que adquiere la luz, en una boca entreabierta de mujer.

Hasta el advenimiento de Hugo, nadie sospechó el esplendor, la amplitud, el desarrollo, la suntuosidad a que alcanzaría el genio del "camelo".

Es tanta la mala educación de Pió Baroja, y es tan ingenua la voluptuosidad que siente Pío Baroja en ser mal educado, que somos capaces de perdonarle la falta de educación que significa llamarse: Pío Baroja.

No hay que confundir poesía con vaselina; vigor, con camiseta sucia.

El estilo de Barres es un estilo de onda, un estilo que acaba de salir de la peluquería.

Lo único que nos impide creer que Saint Saens haya sido un gran músico, es haber escuchado la música de Saint Sáéns.

¿Las Vírgenes de Murillo?

Como vírgenes, demasiado mujeres.

Como mujeres, demasiado vírgenes.

Todas las razones que tendríamos para querer a Velázquez, si la única razón del amor no consistiera en no tener ninguna.

Los surtidores del Alhambra conservan la versión más auténtica de "Las mil y una noches", y la murmuran con la fresca monotonía que merecen.

Si Rubén no hubiera poseído unas manos tan finas!... ¡Si no se las hubiese mirado tanto al escribir!...

La variedad de cicuta con que Sócrates se envenenó se llamaba "Conócete a ti mismo".

¡Cuidado con las nuevas recetas y con los nuevos boticarios! ¡Cuidado con las decoraciones y "la couleur lócale"! ¡Cuidado con los anacronismos que se disfrazan de aviador! ¡Cuidado con el excesivo dandysmo de la indumentaria londinense! ¡Cuidado -sobre todo- con los que gritan: "¡Cuidado!" cada cinco minutos!

Ningún aterrizaje más emocionante que el "aterrizaje" forzoso de la Victoria de Samotracia.

Goya grababa, como si "entrara a matar".

El estilo de Renán se resiente de la flaccidez y olor a sacristía de sus manos... demasiado aficionadas "a lavarse las manos".

La Gioconda es la única mujer viviente que sonríe como algunas mujeres después de muertas.

Nada puede darnos una certidumbre más sensual y un convencimiento tan palpable del origen divino de la vida, como el vientre recién fecundado de la Venus de Milo.

El problema más grave que Goya resolvió al pintar sus tapices, fue el dosaje de azúcar; un terrón más y sólo hubieran podido usarse como tapas de bomboneras.

Los rizos, las ondulaciones, los temas "imperdibles" y, sobre todo, el olor a "vera violetta" de las melodías italianas.

Así como un estiló maduro nos instruye -a través de una descripción de Jerusalén- del gesto con que el autor se anuda la corbata, no existirá un arte nacional mientras no sepamos pintar un paisaje noruego con un inconfundible sabor a carbonada.

¿Por qué no admitir que una gallina ponga un trasatlántico, si creemos en la existencia de Rimbaud, sabio, vidente y poeta a los 12 años?

¡El encarnizamiento con que hundió sus pitones, el toro aquél, que mató a todos los Cristos españoles!

Rodin confundió caricia con modelado; espasmo con inspiración; "atelier" con alcoba.

Jamás existirán caballos capaces de tirar un par de patadas que violenten, más rotundamente, las leyes de la perspectiva y posean, al mismo tiempo, un concepto más equilibrado de la composición, que el par de patadas que tiran los heroicos percherones de Paolo Uccello.

Nos aproximamos a los retratos del Greco, con el propósito de sorprender las sanguijuelas que se ocultan en los repliegues de sus golillas.

Un libro debe construirse como un reloj, y venderse como un salchichón.

Con la poesía sucede lo mismo que con las mujeres: llega un momento en que la única actitud respetuosa consiste en levantarles la pollera.

Los críticos olvidan, con demasiada frecuencia, que una cosa es cacarear, otra, poner el huevo.

Trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario.

¡Si buena parte de nuestros poetas se convenciera de que la tartamudez es preferible al plagio!

Tanto en arte, como en ciencia, hay que buscarle las siete patas al gato.

El barroco necesitó cruzar el Atlántico en busca del trópico y de la selva para adquirir la ingenuidad candorosa y llena de fasto que ostenta en América.

¿Cómo dejar de admirarla prodigalidad y la perfección con que la mayoría de nuestros poetas logra el prestigio de realizar el vacío absoluto?

A fuerza de gritar socorro se corre el riesgo de perder la voz.

En los mapas incunables, África es una serie de islas aisladas, pero los vientos hinchan sus cachetes en todas direcciones.

Los paréntesis de Faulkner son cárceles de negros.

Estamos tan pervertidos que la inhabilidad de lo ingenuo nos parece el "sumun" del arte.

La experiencia es la enfermedad que ofrece el menor peligro de contagio.

En vez de recurrir al whisky, Turner se emborracha de crepúsculo.

Las mujeres modernas olvidan que para desvestirse y desvestirlas se requiere un mínimo de indumentaria.

La vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje, diariamente, una telaraña en las pupilas; poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta, carecemos del coraje de llamarlos arcángeles, y cuando deseamos viajar nos dirigimos a una agencia de vapores en vez de metamorfosear una silla en un trasatlántico.

Ningún Stradivarius comparable en forma, ni en resonancia, a las caderas de ciertas colegialas.

¿Existe un llamado tan musicalmente emocionante como el de la llamarada de la enorme gasa que agita Isolda, reclamando desesperadamente la presencia de Tristán?

Aunque ellos mismos lo ignoren, ningún creador escribe para los otros, ni para sí mismo, ni mucho menos, para satisfacer un anhelo de creación, sino porque no puede dejar de escribir.

Ante la exquisitez del idioma francés, es comprensible la atracción que ejerce la palabra "merde".

El adulterio se ha generalizado tanto que urge rehabilitarlo o, por lo menos, cambiarle de nombre.

Las distancias se han acortado tanto que la ausencia y la nostalgia han perdido su sentido.

Tras todo cuadro español se presiente una danza macabra.

Lo prodigioso no es que Van Gogh se haya cortado una oreja, sino que conservara la otra.

La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta.

Hasta Darío no existía un idioma tan rudo y maloliente como el español.

Segura de saber donde se hospeda la poesía, existe siempre una multitud impaciente y apresurada que corre en su busca pero, al llegar donde le han dicho que se aloja y preguntar por ella, invariablemente se le contesta: Se ha mudado.

Sólo después de arrojarlo todo por la borda somos capaces de ascender hacia nuestra propia nada.

La serie de sarcófagos que encerraban a las momias egipcias, son el desafío más perecedero y vano de la vida ante el poder de la muerte.

Los pintores chinos no pintan la naturaleza, la sueñan.

Hasta la aparición de Rembrandt nadie sospechó que la luz alcanzaría la dramaticidad e inagotable variedad de conflictos de las tragedias shakespearianas.

Aspiramos a ser lo que auténticamente somos, pero a medida que creemos lograrlo, nos invade el hartazgo de lo que realmente somos.

Ambicionamos no plagiarnos ni a nosotros mismos, a ser siempre distintos, a renovarnos en cada poema, pero a medida que se acumulan y forman nuestra escueta o frondosa producción, debemos reconocer que a lo largo de nuestra existencia hemos escrito un solo y único poema.
¡Qué lástima
que yo no pueda cantar a la usanza
de este tiempo lo mismo que los poetas de hoy cantan!
¡Qué lástima
que yo no pueda entonar con una voz engolada
esas brillantes romanzas
a las glorias de la patria!
¡Qué lástima
que yo no tenga una patria!
Sé que la historia es la misma, la misma siempre, que pasa
desde una tierra a otra tierra, desde una raza
a otra raza,
como pasan
esas tormentas de estío desde esta a aquella comarca.
¡Qué lástima
que yo no tenga comarca,
patria chica, tierra provinciana!
Debí nacer en la entraña
de la estepa castellana
y fui a nacer en un pueblo del que no recuerdo nada;
pasé los días azules de mi infancia en Salamanca,
y mi juventud, una juventud sombría, en la Montaña.
Después... ya no he vuelto a echar el ancla,
y ninguna de estas tierras me levanta
ni me exalta
para poder cantar siempre en la misma tonada
al mismo río que pasa
rodando las mismas aguas,
al mismo cielo, al mismo campo y en la misma casa.
¡Qué lástima
que yo no tenga una casa!
Una casa solariega y blasonada,
una casa
en que guardara,
a más de otras cosas raras,
un sillón viejo de cuero, una mesa apolillada
(que me contaran
viejas historias domésticas como a Francis Jammes y a Ayala)
y el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla.
¡Qué lástima
que yo no tenga un abuelo que ganara
una batalla,
retratado con una mano cruzada
en el pecho, y la otra en el puño de la espada!
Y, ¡qué lástima 
que yo no tenga siquiera una espada!
Porque..., ¿Qué voy a cantar si no tengo ni una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón viejo de cuero, ni una mesa, ni una espada?
¡Qué voy a cantar si soy un paria
que apenas tiene una capa!Sin embargo...
                            en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.
Un libro tengo también. Y todo mi ajuar se halla
en una sala
muy amplia
y muy blanca
que está en la parte más baja
y más fresca de la casa.
Tiene una luz muy clara
esta sala
tan amplia
y tan blanca...
Una luz muy clara
que entra por una ventana
que da a una calle muy ancha.
Y a la luz de esta ventana
vengo todas las mañanas.
Aquí me siento sobre mi silla de paja
y venzo las horas largas
leyendo en mi libro y viendo cómo pasa
la gente al través de la ventana.

Cosas de poca importancia
parecen un libro y el cristal de una ventana
en un pueblo de la Alcarria,
y, sin embargo, le basta
para sentir todo el ritmo de la vida a mi alma.
Que todo el ritmo del mundo por estos cristales pasa
cuando pasan
ese pastor que va detrás de las cabras
con una enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela de tan mala gana.
¡Oh, esa niña! Hace un alto en mi ventana
siempre y se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
¡Qué gracia
tiene su cara
en el cristal aplastada
con la barbilla sumida y la naricilla chata!
Yo me río mucho mirándola
y le digo que es una niña muy guapa...
Ella entonces me llama
¡tonto!, y se marcha.
¡Pobre niña! Ya no pasa
por esta calle tan ancha
caminando hacia la escuela de muy mala gana,
ni se para
en mi ventana,
ni se queda a los cristales pegada
como si fuera una estampa.
Que un día se puso mala,
muy mala,
y otro día doblaron por ella a muerto las campanas.
Y en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja
muy blanca...
En una caja
muy blanca
que tenía un cristalito en la tapa.
Por aquel cristal se la veía la cara
lo mismo que cuando estaba
pegadita al cristal de mi ventana...
Al cristal de esta ventana
que ahora me recuerda siempre el cristalito de aquella caja
tan blanca.
Todo el ritmo de la vida pasa
por el cristal de mi ventana...
¡Y la muerte también pasa!¡Qué lástima
que no pudiendo cantar otras hazañas,
porque no tengo una patria,
ni una tierra provinciana,
ni una casa
solariega y blasonada,
ni el retrato de un mi abuelo que ganara
una batalla,
ni un sillón de viejo cuero, ni una mesa, ni una espada,
y soy un paria
que apenas tiene una capa...
venga, forzado, a cantar cosas de poca importancia!
MARIA PANOUTSOU Jan 2017
Letra: Maria Panoutsou
Traducción del Griego: Antonio Chincoa



Siéntate,
coge una silla
y siéntate.
el sol está lejos aún
cuando llegue la hora
lo veremos
traerá luz y calor
lejos está todavía el sol
y hace frío
y hace frío
es,
cuando venga la hora
lo sentirás
lo sentiremos juntos
y te irás
siéntate,
coge una silla
y siéntate
also  music by  Antonio Chincoa
He ido a ver el parque de Lezama
en el atardecer de un día cualquiera,
y me he encontrado uno diferente
al que por tantos años conociera.

Era aquél un jardín ya carcomido
por lloviznas y líquenes y amores,
flexuoso de raíces y de lianas
y envenenado por extrañas flores.

Contraluces de manos vagarosas
de caricias visibles o furtivas.
Generaciones, ¡ay!, que en él buscaron
frondas podridas para bocas vivas.

Cuando la noche lo llenaba todo
y cuajaban en ella las parejas,
erguidas en recónditos senderos
o desmayadas en las altas rejas.

No está siquiera aquel jarrón de bronce
en que cierto crepúsculo dorado
pusimos los levísimos sombreros
y unos versos leímos de Machado.

"A ti, Guiomar, esta nostalgia mía..."
Y en la tarde agravada tu voz honda
estremecía la hoja de los árboles
y el cristal de la brisa y de la onda.

Era hora de estrella y media luna,
de pío agudo, de croar de rana,
de guardián gigantesco y solapado
y de visera en la pelambre cana.

Cada estatua era Venus palpitante,
cada palmera recta era el Oriente,
mientras afuera el tránsito zumbaba
su ventarrón de coches y de gente.

Cuando se entrecerraba la corola
sobre la dulce gota del estigma,
cuando se ahondaban como dos aljibes
en mí la ingenuidad y en ti el enigma.

Ni la vieja escalera de ladrillos
húmedos, desgastados y musgosos.
Todo es argamasa y pedregullo
y barnices espesos y olorosos.

Patricio, enhiesto parque de Lezama
cortado y recortado a mi deseo,
verdinegro por donde te mirase
salvo el halo de oro del Museo:

desde un bar arco iris te saludo
ahito de café y melancolía,
dejo en la silla próxima una rosa
y digo tu elegía y mi elegía.
Yo quiero ser la otra:
La que escondes de noche,
La de paseos en coche,
La de cosas prohibidas,

Quiero ser la querida:
Por siempre tu derroche,
Cómplice en tus huidas,
La que lame tus heridas
Y sabe mirarte a los ojos
(Cuando ni tú mismo te reconoces,)

Jamás ser la oficial,
Ni la de la silla presidencial,
Ni la santísima catedral,

Yo:
Yo quiero ser templo escondido,
En medio de la sombra del suplicio,
A donde llegas hambriento y cansado
A ofrecer tu sacrificio,
Tu amor
Sin derechos, ni beneficios...

Caemos lentamente al precipicio,
Donde dicen que de allá uno jamás vuelve,
Una sombra roja nos envuelve,
Dicen que ahí es donde los pecados se absuelven,
Ahí, donde te conocí,
En ese bar de mala muerte,
De la mano de aquel con el alma rota...
Yo quiero ser la otra.
Creo a veces que estás a mi lado tendida,
sobre mi brazo izquierdo la cabeza dormida.
Realidad me parece mi amorosa locura,
me sonrío a mí mismo con inmensa dulzura
y silenciosamente para no despertarte
me inclino hacia tu rostro quieto para besarte
pero mis labios juntos se pierden en la nada
y mi beso se hiela sobre la fría almohada,
tal como un pajarito que en una noche eleve
al abatir su vuelo se cayera en la nieve.
Pesada la cabeza de sueño y de lectura,
y el corazón henchido de infinita ternura,
cierro el libro que leo, mato la rubia llama,
subo el mar del embozo y me abrigo en la cama.
Y, la ardiente mejilla sobre la fresca almohada,
digo tu claro nombre, casi sin hacer ruido:
Creo que está a mi lado tu orejita rosada
y el túnel de juguete de tu oído.
Esta noche hay tormenta pero aun late lejana,
el relámpago pinta de verde mi persiana,
entra un aire cargado de humedad y de rosas,
en las sombras se tuercen mis manos voluptuosas
y una fiebre dulcísima cosquillea mi pecho:
estoy como una cruz de carne sobre el lecho.
Ha empezado a caer la lluvia lentamente.
Pero mi almohada tiene un hueco solamente.
Redondos de vigilia tengo abiertos los ojos,
los brazos como remos, los dedos casi flojos.
Hay un montón de ropa negra sobre una silla
y la luz de una vela da su coma amarilla.
He aquí que una lágrima ha caído en la almohada
y ha sonado en la funda de hilo almidonada.
Si lloro alguna noche, cuando estés a mi lado,
a la aurora tendrás el cabello mojado.
No me puedo dormir de soledad y tristeza,
yo pondría en tu hombro la cansada cabeza,
y lloraría un poco, y lloraría apenas...
Pero hay una distancia de juncos y de arenas.
Y tú estarás dormida, con tu tierra y tu cielo,
rodeada de la noche cerrada de tu pelo.
Dentro de un par de horas, o más, cuando me acueste,
el zafiro nocturno será una flor celeste,
yo una red de rocío, y una cinta de grana:
ya perdida la noche, perderé la mañana.
Sobre mi techo aun varias estrellas quedan.
Dime si te despiertan las lágrimas que ruedan.
La noche para mí es fantasmagoría,
más excitante que la misma poesía.
En el postigo albar hay una luz rosada,
primero fue violeta, luego será dorada.
¡Cómo cantan los gallos! se ve que están contentos.
No cantarían con mis pensamientos.
Siempre a la madrugada hace un poco de frío,
estrecharé a estas horas tu cuerpo con el mío.
Ahora cruza los campos un gran carro sonoro.
El día entra en mi cuarto como un labriego de oro.
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
    ¡Hurra! ¡a caballo, hijos de la niebla!
Suelta la rienda, a combatir volad:
¿veis esas tierras fértiles?, las puebla
gente opulenta, afeminada ya.     Casas, palacios, campos y jardines,
todo es hermoso y refulgente allí:
son sus hembras celestes serafines,
su sol alumbra un cielo de zafir.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Nuestros sean su oro y sus placeres,
gocemos de ese campo y ese sol;
son sus soldados menos que mujeres,
sus reyes viles mercaderes son.
    Vedlos huir para esconder su oro,
vedlos cobardes lágrimas verter...
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro
huellen nuestros caballos con sus pies.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Dictará allí nuestro capricho leyes,
nuestras casas alcázares serán,
los cetros y coronas de los reyes
cual juguetes de niños rodarán.
    ¡Hurra! ¡volad! a hartar nuestros deseos:
las más hermosas nos darán su amor,
y no hallarán nuestros semblantes feos,
que siempre brilla hermoso el vencedor.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Desgarraremos la vencida Europa
cual tigres que devoran su ración;
en sangre empaparemos nuestra ropa
cual rojo manto de imperial señor.
    Nuestros nobles caballos relinchando
regias habitaciones morarán;
cien esclavos, sus frentes inclinando,
al mover nuestros ojos temblarán.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Venid, volad, guerreros del desierto,
como nubes en negra confusión,
todos suelto el bridón, el ojo incierto,
todos atropellándose en montón.
    Id en la espesa niebla confundidos,
cual tromba que arrebata el huracán,
cual témpanos de hielo endurecidos
por entre rocas despeñados van.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Nuestros padres un tiempo caminaron
hasta llegar a una imperial ciudad;
un sol más puro es fama que encontraron,
y palacios de oro y de cristal.
    Vadearon el Tibre sus bridones,
yerta a sus pies la tierra enmudeció;
su sueño con fantásticas canciones
la fada de los triunfos arrulló.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     ¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
hambrienta en vuestras manos de matar?
¿No veis entre la niebla aparecerse
visiones mil que el parabién nos dan?
    Escudo de esas míseras naciones
era ese muro que abatido fue;
la gloria de Polonia y sus blasones
en humo y sangre convertidos ved.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     ¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin a sus gloriosos días?
¿Quién en su propia sangre los ahogó?
    ¡Hurra, cosacos! ¡gloria al más valiente!
Esos hombres de Europa nos verán:
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
hondas sus herraduras marcarán.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     A cada bote de la lanza ruda,
a cada escape en la abrasada lid,
la sangrienta ración de carne cruda
bajo la silla sentiréis hervir.
    Y allá después en templos suntüosos,
sirviéndonos de mesa algún altar,
nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
hartará nuestra hambre blanco pan.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Y nuestras madres nos verán triunfantes,
y a esa caduca Europa a nuestros pies,
y acudirán de gozo palpitantes
en cada hijo a contemplar un rey.
    Nuestros hijos sabrán nuestras acciones,
las coronas de Europa heredarán,
y a conquistar también otras regiones
el caballo y la lanza aprestarán.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?
¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes,
o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa
quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar;
ir al sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los versos de mayo
o perderse en el viento sobre el trueno del mar.Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata,
ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,
de Occidente las dalias y las rosas del Sur.¡Pobrecita princesa  de los ojos azules!
Está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!
(La princesa está triste, la princesa está pálida)
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe,
-la princesa está pálida, la princesa está triste-,
más brillante que el alba, más hermoso que abril!-«Calla, calla, princesa -dice el hada madrina-;
en caballo, con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,
y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con un beso de amor».
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios
¡en nombre de Cristo,
con la efigie de Cristo
prendida en el pecho!...
Y el hombre aquí de pie,
firme, erguido, sereno,
con el pulso normal,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
y en su lugar los huesos.
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios...
y yo tranquilo aquí
callad impasible, cuerdo... ¡cuerdo!
sin que me quiebre
el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio?
Relojeros,
¿cuando enloquece el hombre?
¿Cuándo?
¿Cuándo es cuando se enuncian los conceptos
absurdos
y blasfemos,
y se hacen unos gestos sin sentido,
monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice,
por ejemplo:
no es verdad
Dios no ha puesto
al hombre aquí en la Tierra
bajo la luz y la ley del Universo;
el hombre
es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas
del mono y del camello?
¿Cuándo, si no es ahora
(yo pregunto loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos
y se quedan abiertos,
inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian
las funciones del alma y los resortes del cuerpo,
y en vez de llanto
no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora,
ahora que la Justicia vale menos,
mucho menos, que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la Justicia
tiene menos,
infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora, ¿cuándo,
cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos
el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto,
y ..., ¡ni en España hay locos!
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
¡Que bien marcha el reloj;
qué bien marcha el cerebro
este reloj, este cerebro -tic,tac... tic,tac, tic,tac...-
es un reloj perfecto..., perfecto... ¡perfecto!
Después de Azul... después de Los Raros, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia
subterránea -todo bella cosecha-, solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto.Ni fructuoso ni oportuno:a) Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente, en la cual impera el universal personaje
clasificado por Remy de Gourmont con el nombre de Celui-qui-ne-comprend-pas. Celui-qui-ne-comprend-pas es, entre nosotros, profesor, académico
correspondiente de la Real Academia Española, periodista, abogado, poeta, rastaquouer.b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento
del mismo Arte a que se consagran. c) Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría
una contradicción.Yo no tengo una literatura «mía» -como la ha manifestado una magistral autoridad-para marcar el rumbo de los demás: mi literatura
es mía en mí-; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea.
Wágner, a Augusta Holmés, su discípula, dijo un día: «lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí». Gran decir.Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis profanas prosas.-Tiempo y menos fatigas de alma y corazón
me han hecho falta para, como un buen monje artífice, hacer mis mayúsculas dignas de cada página del breviario. (A través
de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa). Tocad, campanas de oro, campanas de
plata, tocad todos los días, llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas.
Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne.
Varona inmortal, flor de mi costilla.Hombres soy.¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués;
mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué
queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República no podré saludarle en el idioma
en que te cantaría a ti, ¡oh Halagabal!, de cuya corte -oro, seda, mármol- me acuerdo en sueños...
(Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario,
y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman).Buenos Aires; Cosmópolis.¡Y mañana!El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: «Éste, me dice, es el gran don Miguel de Cervantes
Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega; éste, Garcilaso; éste, Quintana». Yo le pregunto por el noble Gracián, por
Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: ¡Shakespeare!
¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)Luego, al despedirme: «Abuelo, preciso es decíroslo; mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París».¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo?Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es
sólo de la idea, muchas veces.La gritería de trescientas ocas no te impedirá, silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor
esté contento de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca para los habitantes de tu reino
interior. ¡Oh pueblo de desnudas ninfas, de rosadas reinas, de amorosas diosas!Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa, ¡Y besos!Y la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco. Cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta.
Pero si ya pagamos nuestros pasajes en este mundo
por qué, por qué no nos dejan sentarnos y comer?
Queremos mirar las nubes,
queremos tomar el sol y oler la sal,
francamente no se trata de molestar a nadie,
es tan sencillo: somos pasajeros.

Todos vamos pasando y el tiempo con nosotros:
pasa el mar, se despide la rosa,
pasa la tierra por la sombra y por la luz,
y ustedes y nosotros pasamos, pasajeros.

Entonces, qué les pasa?
Por qué andan tan furiosos?
A quién andan buscando con revólver?

Nosotros no sabíamos
que todo lo tenían ocupado,
las copas, los asientos,
las camas, los espejos,
el mar, el vino, el cielo.

Ahora resulta
que no tenemos mesa.
No puede ser, pensamos.
No pueden convencernos.
Estaba oscuro cuando llenamos al barco.

Estábamos desnudos.
Todos llegábamos del mismo sitio.
Todos veníamos de mujer y de hombre.
Todos tuvimos hambre y pronto dientes.
A todos nos crecieron las manos y los ojos
para trabajar y desear lo que existe.

Y ahora nos salen con que no podemos,
que no hay sitio en el barco,
no quieren saludarnos,
no quieren jugar con nosotros.

Por qué tantas ventajas para ustedes?
Quién les dio la cuchara cuando no habían nacido?

Aquí no están contentos,
así no andan las cosas.

No me gusta en el viaje
hallar, en los rincones, la tristeza,
los ojos sin amor y la boca con hambre.

No hay ropa para este creciente otoño
y menos, menos, menos para el próximo invierno.
Y sin zapatos cómo vamos a dar la vuelta
al mundo, a tanta piedra en los caminos?
Sin mesa dónde vamos a comer,
dónde nos sentaremos si no tenemos silla?
Si es una broma triste, decídanse, señores,
a terminarla pronto,
a hablar en serio ahora.

Después el mar es duro.

Y llueve sangre.
Al pie de tu cadáver sólo llora tu hija.
Nadie te pone amor, ni flores, ni recuerdos.
Desnuda estás, y sola, entre cuatro paredes
altas, altas y solas, sin penas y sin duelos.

Ni una silla siquiera, ni un banco en que la gente
si llegara a mirarte se sentara en silencio.
Arden las cuatro velas y arden las paredes
con una llama fría, un apagado incendio.

El hospital es tierno y son tiernas las manos
que te han puesto bonita en tu vestido viejo.
Tu nariz se adelgaza y tu blancura crece,
se derrama en tu piel como un viento.

Arañas, caen arañas del techo, caen cenizas,
papeles, sombras, trapos, caen del cielo,
rosas que Dios te tira,
ángeles en pedazos, y sueños.
The first snow
is falling in Borimsa,
a quiet temple
at the foot of Gaji Mountain,
as we stand near the two stone pagodas
that silently standing side by side.
"Oh, the first snow!
And I'm here with you...," you said.  
I smile.
Because I remember all you've said about the Korean saying...

The first snow
is falling in Borimsa,
as the true love starts blooming
in two hearts.  

Inside the temple,
the Buddha's statue
is waiting for two hearts
to pray in quiet words,
and send the love song
through the gentle wind
to the eternity.

-Kanya Puspokusumo-
http://doeniadevi.wordpress.com

1. Borimsa, one of the oldest Korean temples on Gaji mountain in Jangheung-gun, Jeollanam-do, South Korea (about 300 km from Seoul). The temple holds great significance as the first Zen buddhist temple during unified silla, built in the 9th century.

2. In Korea, there is a saying that if you are out in the first falling snow of the year with someone you like, then true love will blossom between you.
Pinta cielo tordillo,
nube china,
campo llano y callado y compañero,
con blanco mazamorra,
gris camino,
ocre parva
o celeste lejanía;
en silla petizona
-pelo bayo-,
el mate corazón
-¿nido de hornero?-,
en las ramas, de tala,
de su mano
y un pedazo de cuerno
hecho boquilla
en perpetuo delirio
de humareda;
mientras pinta
y se escarba la memoria
-como quien traza cruces sobre el suelo
con pinceles que doman lo pasado;
claros patios de voz azul aljibe,
beata falda,
o entierro jaranero,
mancarrón insolado,
duende perro,
porque sabe rastrear el tiempo muerto,
las huellas ya perdidas
del recuerdo,
y le gustan los talles de frutera,
el olor a zorrino,
a terciopelo,
los fogones de pavas tartamudas,
los mugientes crepúsculos tranquilos
y los gatos con muchas relaciones,
que pinta,
rememora y recupera,
con rojo federal,
azul encinta,
amarillo rastrojo,
rosa rancho,
al revivir saraos encorsetados,
velorios de angelito
caramelo,
tertulias palo a pique,
perifollos,
viejos gauchos enjutos de quebracho,
que describe
con limpia pincelada,
puro candor
y tábano mirada;
para luego tutearse con carretas
o chismosos postigos
de ancha siesta,
o rebaños jadeantes de tormenta;
que pinta y aquerencia en sus cartones
-para algo comió choclo,
entre pañales,
de ingenua chala rubia,
bien fajada
y acarició caderas de potrancas
o de roncas guitarras pendencieras,
en boliches lunares,
ya difuntos-;
mientras mezcla el granate matadura
con el ***** catinga candombero
y aflora su sonrisa de padrillo
-un poco amarillenta,
un poco verde-,
ante tanta visión
reflorecida
-con perenne fervor y gesto macho-,
por la criolla paleta socarrona
donde exprime su lírica memoria.
A un niño, a un solo niño que iba para piedra nocturna,
para ángel indiferente de una escala sin cielo...
Mirad. Conteneos la sangre, los ojos.
A sus pies, él mismo, sin vida.
  No aliento de farol moribundo,
ni jadeada amarillez de noche agonizante,
sino dos fósforos fijos de pesadilla eléctrica,
clavados sobre su tierra en polvo, juzgándola.
Él, resplandor sin salida, lividez sin escape, yacente,
juzgándose.

  Tizo electrocutado, infancia mía de ceniza, a mis pies, tizo yacente.
Carbunclo hueco, *****, desprendido de un ángel que iba para piedra nocturna,
para límite entre la muerte y la nada.
Tú: yo: niño.
  Bambolea el viento un vientre de gritos anteriores al mundo
a la sorpresa de la luz en los ojos de los reciennacidos,
al descenso de la vía láctea a las gargantas terrestres.
Niño.
  Una cuna de llamas de norte a sur,
de frialdad de tiza amortajada en los yelos,
a fiebre de paloma agonizando en el área de una bujía;
una cuna de llamas meciéndote las sonrisas, los llantos.
Niño.
  Las primeras palabras abiertas en las penumbras de los sueños sin nadie,
en el silencio rizado de las albercas o en el eco de los jardines,
devoradas por el mar y ocultas hoy en un hoyo sin viento.
Muertas, como el estreno de tus pies en el cansancio frío de una escalera.
Niño.
Las flores, sin piernas para huir de los aires crueles,
de su espoleo continuo al corazón volante de las nieves y los pájaros,
desangradas en un aburrimiento de cartillas y pizarrines.
4 y 4 son 18. Y la X, una K, una H, una J.
Niño.
En un trastorno de ciudades marítimas sin escrúpulos,
de mapas confundidos y desiertos barajados,
atended a unos ojos que preguntan por los afluentes del cielo,
a una memoria extraviada entre nombres y fechas.
Niño.
Perdido entre ecuaciones, triángulos, fórmulas y precipitados azules,
entre el suceso de la sangre, los escombros y las coronas caídas,
cuando los cazadores de oro y el asalto a la banca,
en el rubor tardío de las azoteas
voces de ángeles te anunciaron la botadura y pérdida de tu alma.
Niño.
Y como descendiste al fondo de las mareas,
a las urnas donde el azogue, el plomo y el hierro pretenden ser humanos,
tener honores de vida,
a la deriva de la noche tu traje fue dejándote solo.
Niño.
Desnudo, sin los billetes de inocencia fugados en sus bolsillos,
derribada en tu corazón y sola su primera silla,
no creíste ni en Venus, que nacía en el compás abierto de tus brazos.
ni en la escala de plumas que tiende el sueño de Jacob al de Julio Verne.
Niño.
Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni postura.
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
De contino anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Nace en las Indias honrado,
Donde el Mundo le acompaña;
Viene a morir en España,
Y es en Génova enterrado.
Y pues quien le trae al lado
Es hermoso, aunque sea fiero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Es galán, y es como un oro,
Tiene quebrado el color,
Persona de gran valor,
Tan Cristiano como Moro.
Pues que da y quita el decoro
Y quebranta cualquier fuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Son sus padres principales,
Y es de nobles descendiente,
Porque en las venas de Oriente
Todas las sangres son Reales.
Y pues es quien hace iguales
Al duque y al ganadero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Mas ¿a quién no maravilla
Ver en su gloria, sin tasa,
Que es lo menos de su casa
Doña Blanca de Castilla?
Pero pues da al bajo silla
Y al cobarde hace guerrero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Sus escudos de Armas nobles
Son siempre tan principales,
Que sin sus Escudos Reales
No hay Escudos de armas dobles.
Y pues a los mismos robles
Da codicia su minero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Por importar en los tratos
Y dar tan buenos consejos,
En las Casas de los viejos
Gatos le guardan de gatos.
Y pues él rompe recatos
Y ablanda al juez más severo,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Y es tanta su majestad
(Aunque son sus duelos hartos),
Que con haberle hecho cuartos,
No pierde su autoridad.
Pero pues da calidad
Al noble y al pordiosero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Nunca vi Damas ingratas
A su gusto y afición,
Que a las caras de un doblón
Hacen sus caras baratas.
Y pues las hace bravatas
Desde una bolsa de cuero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.Más valen en cualquier tierra,
(Mirad si es harto sagaz)
Sus escudos en la paz
Que rodelas en la guerra.
Y pues al pobre le entierra
Y hace proprio al forastero,
Poderoso Caballero
Es don Dinero.
Nudo cabeza de turco
que envuelve el alma
y estos pies de tierra.

Atándome como si fuera
cuerdas de guitarra
y tu el mástil y cuerpo
que resuena
como pan de cada dia.

El calor que busco
en la regadera
las mijas de galletas
en la alacena,
Me hacen sentir
que no estoy solo
que aun vives conmigo.

El maniquí que ocupa tu silla,
la puerta abierta
por si algún día regresas
mi oído atento
a cualquier voz que suena.

Delirio entre sueños
nudos en cada parte
de mi cuerpo
que asfixian mi alma
y enredan mi amor.

Buscar solución
y sumergir mi cabeza
en agua fria
para despertarme
y darme cuenta
que cuando no estas
surgen mis más
terribles pesadillas.
No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.Pues sepa quien lo niega, y quien lo duda,
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda.Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
ni eternidad divina los separa,
ni de los dos alguno fue primero.Si Dios a la verdad se adelantara,
siendo verdad, implicación hubiera
en ser, y en que verdad de ser dejara.La justicia de Dios es verdadera,
y la misericordia, y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.Señor Excelentísimo, mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas:
inundación será la de mi canto.Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada.Y aquella libertad esclarecida,
que en donde supo hallar honrada muerte,
nunca quiso tener más larga vida.Y pródiga de l'alma, nación fuerte,
contaba, por afrentas de los años,
envejecer en brazos de la suerte.Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un'hora
lograba sin afán su valentía.La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo;
edad, si mal hablada, vencedora.El temor de la mano daba escudo
al corazón, que, en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado.Y debajo del cielo, aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja, primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido.Todas matronas, y ninguna dama:
que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama.Derramado y sonoro el Oceano
era divorcio de las rubias minas
que usurparon la paz del pecho humano.Ni los trujo costumbres peregrinas
el áspero dinero, ni el Oriente
compró la honestidad con piedras finas.Joya fue la virtud pura y ardiente;
gala el merecimiento y alabanza;
sólo se cudiciaba lo decente.No de la pluma dependió la lanza,
ni el cántabro con cajas y tinteros
hizo el campo heredad, sino matanza.Y España, con legítimos dineros,
no mendigando el crédito a Liguria,
más quiso los turbantes que los ceros.Menos fuera la pérdida y la injuria,
si se volvieran Muzas los asientos;
que esta usura es peor que aquella furia.Caducaban las aves en los vientos,
y expiraba decrépito el venado:
grande vejez duró en los elementos.Que el vientre entonces bien diciplinado
buscó satisfación, y no hartura,
y estaba la garganta sin pecado.Del mayor infanzón de aquella pura
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.No había venido al gusto lisonjera
la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.Carnero y vaca fue principio y cabo,
Y con rojos pimientos, y ajos duros,
tan bien como el señor, comió el esclavo.Bebió la sed los arroyuelos puros;
de pués mostraron del carchesio a Baco
el camino los brindis mal seguros.El rostro macilento, el cuerpo flaco
eran recuerdo del trabajo honroso,
y honra y provecho andaban en un saco.Pudo sin miedo un español velloso
llamar a los tudescos bacchanales,
y al holandés, hereje y alevoso.Pudo acusar los celos desiguales
a la Italia; pero hoy, de muchos modos,
somos copias, si son originales.Las descendencias gastan muchos godos,
todos blasonan, nadie los imita:
y no son sucesores, sino apodos.Vino el betún precioso que vomita
la ballena, o la espuma de las olas,
que el vicio, no el olor, nos acredita.Y quedaron las huestes españolas
bien perfumadas, pero mal regidas,
y alhajas las que fueron pieles solas.Estaban las hazañas mal vestidas,
y aún no se hartaba de buriel y lana
la vanidad de fembras presumidas.A la seda pomposa siciliana,
que manchó ardiente múrice, el romano
y el oro hicieron áspera y tirana.Nunca al duro español supo el gusano
persuadir que vistiese su mortaja,
intercediendo el Can por el verano.Hoy desprecia el honor al que trabaja,
y entonces fue el trabajo ejecutoria,
y el vicio gradüó la gente baja.Pretende el alentado joven gloria
por dejar la vacada sin marido,
y de Ceres ofende la memoria.Un animal a la labor nacido,
y símbolo celoso a los mortales,
que a Jove fue disfraz, y fue vestido;que un tiempo endureció manos reales,
y detrás de él los cónsules gimieron,
y rumia luz en campos celestiales,¿por cuál enemistad se persuadieron
a que su apocamiento fuese hazaña,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron?¡Qué cosa es ver un infanzón de España
abreviado en la silla a la jineta,
y gastar un caballo en una caña!Que la niñez al gallo le acometa
con semejante munición apruebo;
mas no la edad madura y la perfeta.Ejercite sus fuerzas el mancebo
en frentes de escuadrones; no en la frente
del útil bruto l'asta del acebo.El trompeta le llame diligente,
dando fuerza de ley el viento vano,
y al son esté el ejército obediente.¡Con cuánta majestad llena la mano
la pica, y el mosquete carga el hombro,
del que se atreve a ser buen castellano!Con asco, entre las otras gentes, nombro
al que de su persona, sin decoro,
más quiere nota dar, que dar asombro.Jineta y cañas son contagio moro;
restitúyanse justas y torneos,
y hagan paces las capas con el toro.Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que sólo grande rey y buen privado
pueden ejecutar estos deseos.Vos, que hacéis repetir siglo pasado,
con desembarazarnos las personas
y sacar a los miembros de cuidado;vos distes libertad con las valonas,
para que sean corteses las cabezas,
desnudando el enfado a las coronas.Y pues vos enmendastes las cortezas,
dad a la mejor parte medicina:
vuélvanse los tablados fortalezas.Que la cortés estrella, que os inclina
a privar sin intento y sin venganza,
milagro que a la invidia desatina,tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza.Y si os dio el ascendiente generoso
escudos, de armas y blasones llenos,
y por timbre el martirio glorïoso,mejores sean por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestre, a su pesar, campos serenos.Lograd, señor, edad tan venturosa;
y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,la militar valiente disciplina
tenga más platicantes que la plaza:
descansen tela falsa y tela fina.Suceda a la marlota la coraza,
y si el Corpus con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.El que en treinta lacayos los divide,
hace suerte en el toro, y con un dedo
la hace en él la vara que los mide.Mandadlo así, que aseguraros puedo
que habéis de restaurar más que Pelayo;
pues valdrá por ejércitos el miedo,
y os verá el cielo administrar su rayo.
Ronald J Chapman Nov 2014
Your beauty is in a time so far away that I can never reach,

I stand here in the February 17 snow
and raise a glass of wine to the past,

Your beauty is in a time so far away, that I can never reach,

Your smile is like blooming cherry blossoms in the springtime
Your eyes are as dark and beautiful as Tahitian pearls,

Your beauty is in a time so far away, that I can never reach,

My love for your beauty and charm will always last,

For more than one thousand years your name,
has not been forgotten,

And until the end of time,
My beautiful Queen Seondeok! of Silla,
Your beauty and charm will always last!

© 2014 Ronald J Chapman All Rights Reserved.
Queen Seondeok of Silla information http://www.newworldencyclopedia.org/entry/Queen_Seondeok_of_Silla

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De Francia partió la niña,   de Francia la bien guarnida,
íbase para París,   do padre y madre tenía.
Errado lleva el camino,   errada lleva la guía,
arrimárase a un roble   por esperar compañía.
Vio venir un caballero   que a París lleva la guía.
La niña, desque lo vido,   de esta suerte le decía:
-Si te place, caballero,   llévesme en tu compañía.
-Pláceme, dijo, señora,   pláceme, dijo, mi vida.
Apeóse del caballo   por hacerle cortesía;
puso la niña en las ancas   y él subiérase en la silla.
En el medio del camino   de amores la requería.
La niña, desque lo oyera,   díjole con osadía:
-Tate, tate, caballero,   no hagáis tal villanía,
hija soy de un malato   y de una malatía,
el hombre que a mi llegase   malato se tornaría.
El caballero, con temor,   palabra no respondía.
A la entrada de París   la niña se sonreía.
-¿De qué vos reís, señora?   ¿De qué vos reís, mi vida?
-Ríome del caballero   y de su gran cobardía:
¡tener la niña en el campo   y catarle cortesía!Caballero, con vergüenza,   estas palabras decía:
-Vuelta, vuelta, mi señora,   que una cosa se me olvida.
La niña, como discreta,   dijo: -Yo no volvería,
ni persona, aunque volviese,   en mi cuerpo tocaría:
hija soy del rey de Francia   y la reina Constantina,
el hombre que a mí llegase   muy caro le costaría.
Cada mañana esperas,
traje, sobre una silla
que te llene
mi vanidad, mi amor,
mi esperanza, mi cuerpo.
Apenas
salgo del sueño,
me despido del agua,
entro en tus mangas,
mis piernas buscan
el hueco de tus piernas
y así abrazado
por tu fidelidad infatigable
salgo a pisar el pasto,
entro en la poesía,
miro por las ventanas,
las cosas,
los hombres, las mujeres,
los hechos y las luchas
me van formando,
me van haciendo frente
labrándome las manos,
abriéndome los ojos,
gastándome la boca
y así,
traje,
yo también voy formándote,
sacándote los codos,
rompiéndote los hilos,
y así tu vida crece
a imagen de mi vida.
Al viento
ondulas y resuenas
como si fueras mi alma,
en los malos minutos
te adhieres
a mis huesos
vacíos, por la noche
la oscuridad, el sueño
pueblan con sus fantasmas
tus alas y las mías.
Yo pregunto
si un día
una bala
del enemigo
te dejará una mancha de mi sangre
y entonces
te morirás conmigo
o tal vez
no sea todo
tan dramático
sino simple,
y te irás enfermando,
traje,
conmigo,
envejeciendo
conmigo, con mi cuerpo
y juntos
entraremos
a la tierra.
Por eso
cada día
te saludo
con reverencia y luego
me abrazas y te olvido,
porque uno solo somos
y seguiremos siendo
frente al viento, en la noche,
las calles o la lucha
un solo cuerpo
tal vez, tal vez, alguna vez inmóvil.
Ryan O'Leary Dec 2019
Metaphor of apocalypse,
the white horse of Silla, a
grim warning to America.

N.Korea no Vietnam, Kim
say chopstic \/ to Donny T.

Kentucky flied chicken
every state, roast pardon
turkey, Ha Ha, Kim laugh.
¿Quién en la miseria y el amor concilia?
Esto más que un problema es un misterio.
Para hablar de un asunto que es tan serio,
Hubo ayer un consejo de familia.

Hizo de presidente del concejo
Un hombrecito al que la edad agobia,
Y que además del chiste de ser viejo,
Es, nada menos, padre de mi novia.

A su lado, y en cómoda poltrona,
Con franco y natural desembarazo,
Estaba una señora setentona
Con un perro faldero en el regazo.

Y en derredor, con rostros muy severos,
Prontos a discutir y meter baza,
Estaban cual prudentes consejeros
Seis o siete visitas de la casa.

Y entre todos, causando maravilla,
De gracia y juventud, rico tesoro,
Como un ángel, sentada en una silla
Estaba la mujer a quien adoro.

-Con que, vamos a ver, dijo indiscreta
La madre, por anciana impertinente,
¿Es verdad que eres novia de un poeta
Que ya ciñe un laurel de su frente?

-Puesto que lo sabéis, dijo la niña,
No lo puedo negar: le quiero mucho.
-Mereces, dijo el padre, que te riña.
Y la anciana exclamó: -¡Cielos! ¡qué escucho!

¡Blasfemia intolerable que me irrita!
-¡Habráse visto niña descarada!
Dijo en tono burlón una visita
Pegándose en la frente una palmada.

-Los versos nada más son oropeles.
Dijo la anciana en tono reposado,
Y apuesto a que no sirven sus laureles
Ni para sazonar el estofado.

¡Un novio soñador y sin dinero!
Hija, esto sí que nadie lo perdona;
Ya que tiene corona y no sombrero,
Fuera mejor que usara su corona.

-Los hombres, dijo el padre, son perversos
Pero más los poetas de hoy en día.
Quizá te piense alimentar con versos,
Y eso vas a comer ¡pobre hija mía!

-O, quién sabe, agregó con triste acento
Una visita, al parecer piadosa,
Si se irán a poblar el firmamento
O a vivir en el cáliz de una rosa.

-Puede ser, interrumpe otra persona,
Que intenten levantar, llegado el caso,
A orillas de la fuente de Helicona,
Un palacio en las faldas del Parnaso.

El regalo de boda, amigo mío,
Tendrá joyas riquísimas y bellas:
Junto a un collar de perlas del rocío,
El manto azul del cielo y sus estrellas.

Envidia te tendrán los serafines,
Pues tendrás, deleitando tu hermosura,
Una alfombra de nardos y jazmines
Y un ruiseñor que cante en la espesura.

El marido feliz te dará un beso
Diciendo: ¡tengo un ángel por esposa!
¿Y a la hora de comer? ¡quién piensa en eso!
¡Para el poeta la comida es prosa!

Un coro de estridentes carcajadas
Satíricas, terribles, infernales,
Convirtió las mejillas en granadas
Al ángel de mis sueños celestiales.

-¿Conque piensas seguir esos amores,
Tú, la más infeliz de las mujeres,
Piensas con el aroma de las flores
Vivir entre la dicha y los placeres?

¿A qué alta sociedad, hija querida
Te llevará ese amor del cual abusas?
¡Ha de ser muy monótona la vida,
Sin tener más visitas que las musas!

Otra risa estalló ¡bendita risa!
Entonces ella abandonó su asiento,
Y con grave ademán y muy de prisa
Salió, sin vacilar, del aposento.

Llamáronla mil veces, pero ella,
Espléndida, graciosa, soberana,
Como asoma en los cielos una estrella
El rostro fue a asomar por la ventana.

-Ven, me dijo, mitad del alma mía.
Dicen que amarte es prueba de torpeza,
Que por pobre te olvide ¡qué ironía!
Que te deje por pobre ¡qué tristeza!

Como no te comprenden, ya por eso
Destruir mis amores se concilia.
Yo siempre seré tuya: dame un beso;
¡Se ha lucido el consejo de familia!
Ya los pícaros saben en Castilla
Cuál mujer es pesada y cuál liviana,
Y los bergantes sirven de Romana
Al cuerpo que con más diamantes brilla.
Ya llegó a Tabernáculo la silla,
Y cristalina el hábito profana
De la custodia, y temo que mañana
Añadirá a las hachas campanilla.
Al Trono en correones las banderas
Ceden en hacer gente, pues que toda
La juventud ocupan en hileras.
Una Silla es pobreza de una boda,
Pues empeñada en oro y vidrieras,
Antes la honra que el chapín se enloda.
Sobre la roja España blanca y roja,
blanca y fosforescente,
una historia de polvo se deshoja,
irrumpe un sol unánime, batiente.

Es un pleno de abriles,
una primaveral caballería,
que inunda de galopes los perfiles
de España: es el ejército del sol, de la alegría.

Desaparece la tristeza, el día
devorador, el marchitado tallo,
cuando, avasalladora llamarada,
galopa la alegría en un caballo
igual que una bandera desbocada.

A su paso se paran los relojes,
las abejas, los niños se alborotan,
los vientres son más fértiles, más profusas las trojes,
saltan las piedras, los lagartos trotan.

Se hacen las carreteras de diamantes,
el horizonte lo perturban mieses
y otras visiones relampagueantes,
y se sienten felices los cipreses.

Avanza la alegría derrumbando montañas
y las bocas avanzan como escudos.
Se levanta la risa, se caen las telarañas
ante el chorro potente de los dientes desnudos.

La alegría es un huerto del corazón con mares
que a los hombres invaden de rugidos,
que a las mujeres muerden de collares
y a la piel de relámpagos transidos.

Alegraos por fin los carcomidos,
los desplomados bajo la tristeza:
salid de los vivientes ataúdes,
sacad de entre las piernas la cabeza,
caed en la alegría como grandes taludes.

Alegres animales,
la cabra, el gamo, el potro, las yeguadas,
se desposan delante de los hombres contentos.
Y paren las mujeres lanzando carcajadas,
desplegando su carne firmamentos.

Todo son jubilosos juramentos.
Cigarras, viñas, gallos incendiados,
los árboles del Sur: naranjos y nopales,
higueras y palmeras y granados,
y encima el mediodía curtiendo cereales.

Se despedaza el agua en los zarzales:
las lágrimas no arrasan,
no duelen las espinas ni las flechas.
Y se grita ¡Salud! a todos los que pasan
con la boca anegada de cosechas.

Tiene el mundo otra cara. Se acerca lo remoto
en una muchedumbre de bocas y de brazos.
Se ve la muerte como un mueble roto,
como una blanca silla hecha pedazos.

Salí del llanto, me encontré en España,
en una plaza de hombres de fuego imperativo.
Supe que la tristeza corrompe, enturbia, daña...
Me alegré seriamente lo mismo que el olivo.
Lunes era, lunes
de Pascua florida,
guerrean los moros
los campos de Oliva.
¡Ay campos de Oliva,
ay campos de Grana,
tanta buena gente
llevan cautivada!
¡Tanta buena gente
que llevan cautiva!,
y entre ellos llevaban
a la infanta niña;
cubierta la llevan
de oro y perlería,
a la reina mora
la presentarían.
-Toméis, vos, señora,
esta cautivita,
que en España toda
no la hay tan bonita;
toméis vos, señora,
esta cautivada,
que en todo tu reino
no la hay tan galana.
No la quiero, no,
a la cautivita,
que el rey es mancebo,
la enamoraría.
-No la quiero, no,
a la cautivada,
que el rey es mancebo,
la enamorara.
-Mandadla, señora,
con el pan al horno,
allí dejará
hermosura el rostro;
mandadla, señora,
a lavar al río,
allí dejará
hermosura y brío.
Paños de la reina
va a lavar la niña;
lloviendo, nevando,
la color perdía;
la niña lavando,
la niña torciendo,
aun bien no amanece
los paños tendiendo.
Madruga Don Bueso
al romper el día,
a tierra de moros
a buscar amiga.
Hallóla lavando
en la fuente fría:
-Quita de ahí, mora,
hija de judía,
deja a mi caballo
beber agua limpia.
-¡Reviente el caballo
y quien lo traía!,
que yo no soy mora
ni hija de judía,
sino una cristiana
que aquí estoy cautiva.
-¡Oh qué lindas manos
en el agua fría!,
¿si venís, la niña,
en mi compañía?
¡Oh qué blancas manos
en el agua clara!
¿si queréis, la niña,
venir en compaña?
-Con un hombre solo
yo a fe no me iría,
por los altos montes
miedo te tendría.
-Juro por mi espada,
mi espada dorida,
de no hacerte mal,
más que a hermana mía.
-Pues ir, caballero,
de buen grado iría.
¿Paños de la reina
yo qué los haría?
-Los de grana y oro
tráelos, vida mía,
los de holanda y plata
al río echarías.
Y digas, la niña,
la niña garrida,
¿has de ir en las ancas
o has de ir en la silla?
-Montaré en las ancas
que es más honra mía.
Tomóla don Bueso,
a ancas la subía.
Tierras van andando,
tierras conocía,
tierras va mirando
da en llorar la niña.
-¿Por qué lloras, flor,
por qué lloras, vida?,
¡maldígame Dios
si yo mal te haría!
-¡Ay campos de Grana,
ay campos de Oliva,
veo los palacios
donde fui nacida!
Cuando el rey mi padre
plantó aquí esta oliva,
él se la plantaba,
yo se la tenía,
mi madre la reina
bordaba y cosía,
yo como chiquita
la seda torcía,
mi hermano don Bueso
los toros corría;
yo como chiquita
la aguja enhebraba,
mi hermano don Bueso
caballos domaba.
¡Abrid puertas, madre,
puertas de alegría,
por traeros nuera
traigo vuestra hija!
-¡Si me traes nuera,
sea bien venida!
Para ser mi hija,
¡qué descolorida!
-¿Qué color, mi madre,
qué color quería,
si hace siete años
que pan no comía,
si no eran los berros
de una fuente fría
do culebras cantan,
caballos bebían?
¡Si no eran los berros
de unas aguas margas
do caballos beben
y culebras cantan!
¡Válgame Dios, valga,
y Santa María!
¡Ay campos de Grana,
ay campos de Oliva!
Quién me iba a decir que el destino era esto

Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.

Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.

Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.

Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.
Un ropero, un espejo, una silla,
ninguna estrella, mi cuarto, una ventana,
la noche como siempre, y yo sin hambre,
con un chicle y un sueño, una esperanza.
Hay muchos hombres fuera, en todas partes,
y más allá la niebla, la mañana.
Hay árboles helados, tierra seca,
peces fijos idénticos al agua,
nidos durmiendo bajo tibias palomas.
Aquí, no hay mujer. Me falta.
Mi corazón desde hace días quiere hincarse
bajo alguna caricia, una palabra.
Es áspera la noche. Contra muros, la sombra
lenta como los muertos, se arrastra.
Esa mujer y yo estuvimos pegados con agua.
Su piel sobre mis huesos
y mis ojos dentro de su mirada.
Nos hemos muerto muchas veces
al pie del alba.
Recuerdo que recuerdo su nombre,
sus labios, su transparente falda.
Tiene los pechos dulces, y de un lugar
a otro de su cuerpo hay una gran distancia:
de pezón a pezón cien labios y una hora,
de pupila a pupila un corazón, dos lágrimas.
Yo la quiero hasta el fondo de todos los abismos,
hasta el último vuelo de la última ala,
cuando la carne toda no sea carne, ni el alma
sea alma.
Es preciso querer. Yo ya lo sé. La quiero.
¡Es tan dura, tan tibia, tan clara!
Esta noche me falta.
Sube un violín desde la calle hasta mi cama.
Ayer miré dos niños que ante un escaparate
de maniquíes desnudos se peinaban.
El silbato del tren me preocupó tres años,
hoy sé que es una máquina.
Ningún adiós mejor que el de todos los días
a cada cosa, en cada instante, alta
la sangre iluminada.
Desamparada sangre, noche blanda,
tabaco del insomnio, triste cama.
Yo me voy a otra parte.
Y me llevo mi mano, que tanto escribe y habla.
Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.

Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.

Y así hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.
A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
                San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
                  Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
              Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco
                del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
                del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
                inmortales.

Reza el santo y pontifica; y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo; y su brazo abarca el arco
                y el Arquero.
Este perro.
Este perro.
¡Indescriptible!
¡Único!

(¿Quién diría la forma,
la intención,
el tamaño
de todas sus membranas,
sus vértebras,
sus células,
sin olvidar su aliento,
sus costumbres,
sus lágrimas?)

Este perro.
Este perro,
semejante a otros perros
y a la vez tan distinto
a su padre,
a su madre,
sus hermanos,
sus hijos,
a los perros ya muertos,
y a todos los que existen.

Este perro increíble,
con su hocico,
su rabo,
sus orejas,
sus patas,
inédito,
viviente;
modelado,
compuesto
a través de los siglos
por un esfuerzo inmenso,
constante,
incomprensible,
de creación,
de armonía,
de equilibrio,
de ritmo.

Este perro.
Este perro,
cotidiano, inaudito,
que demuestra el milagro,
que me acerca al misterio...
que da ganas de hincarse,
de romper una silla.
MARIA PANOUTSOU Oct 2018
Siéntate,
Letra: Maria Panoutsou
Traducción del Griego: Antonio Chincoa






Siéntate,
coge una silla
y siéntate.
el sol está lejos aún
cuando llegue la hora
lo veremos
traerá luz y calor
lejos está todavía el sol
y hace frío
y hace frío
es,
cuando venga la hora
lo sentirás
lo sentiremos juntos
y te irás
siéntate,
coge una silla
y siéntate
De la suma de cosas del orbe ilimitado
vislumbramos apenas una que otra. El olvido
y el azar nos despojan. Para el niño que he sido,
el Perú fue la historia que Prescott ha salvado.

Fue también esa clara palangana de plata
que pendió del arzón de una silla y el mate
de plata con serpientes arqueadas y el embate
de las lanzas que tejen la batalla escarlata.

Fue después una playa que el crepúsculo empaña
y un sigilo de patio, de enrejado y de fuente,
y unas líneas de Eguren que pasan levemente

y una vasta reliquia de piedra en la montaña.
Vivo, soy una sombra que la Sombra amenaza;
moriré y no habré visto mi interminable casa.
Si seulement l'image de la chose
Fait à noz yeux la chose concevoir,
Et si mon oeil n'a puissance de voir,
Si quelqu'idole au devant ne s'oppose :

Que ne m'a fait celuy qui tout compose,
Les yeux plus grands, afin de mieux pouvoir
En leur grandeur, la grandeur recevoir
Du simulachre où ma vie est enclose ?

Certes le ciel trop ingrat de son bien,
Qui seul la fit, et qui seul vit combien
De sa beauté divine estoit l'Idée,


Comme jaloux d'un bien si precieux,
Silla le monde, et m'aveugla les yeux,
Pour de luy seul seule estre regardée.
En la buhardilla, a donde luz incierta
Entra por los resquicios de la puerta,
Riñen con ademán amenazante.
Ebrio llegó a acostarse, y ya mediado
El día despertó... brutal, airado,
Turbia la vista y lívido el semblante.

Hambre sentía y bostezó. La frente
Se apretó con las manos impaciente;
Tendió en torno la estúpida mirada,
y al observar que en la buhardilla todo
Se encontraba en desorden, el beodo
Le dijo a la mujer con voz airada:

¿Qué has hecho toda la mañana? ¿En dónde
Te estuviste?... ¡Respóndeme! ¡Responde!
«Siempre en la calle»

«Y tú, siempre en el juego
y en la taberna. Voy de arriba abajo,
Mientras tú bebes, a buscar trabajo,
Que es preciso comer y encender fuego».

«¡Hago lo que me place!»
¿Y qué me importa?
Yo haré lo mismo, que la vida es corta...
«Busco lo que me gusta».
«¡Y yo al que quiero!»
«¡Miserable!» «¡Canalla!»
Y cual dos furias,
ambos se lanzan a la faz injurias,
como vaho de inmundo estercolero.
Y el hombre dijo de repente: «Nada
Sacamos con gritar. Si estás cansada
También reniego de vivir contigo.
Cada día que asoma, una rencilla...
Aborrezco esta mísera buhardilla.
Donde es la vida para mí castigo».
Y la mujer repuso: ¡Ya comprendo!...
Que acabe pronto este suplicio horrendo.
¡Porque vivir contigo es imposible!
¡Debemos separamos!... A ti unida

Nunca más viviré... ¡Qué amarga vida!
¡Es un martirio!... «¡Es un infierno horrible!»
«¡Vete, pues! ¡Pero ahora! ¡Te lo exijo!...
¡En el instante!»... la mujer le dijo
Colérica, mirándolo de frente.
«Tu libertad recobra y yo la mía:
Hace tiempo ser libre yo quería...
De hambre no moriré... tenlo presente».
«Vete; de trabajar estoy rendida
Para ti. Trabajar, eso es mi vida,
y llorar en silencio y resignada.
¡Vete a beber, y en la taberna duerme,
y si vuelves de noche no has de verme,
Porque la puerta encontrarás cerrada!»
«¡Sea! Comprendo lo que estás pensando.
¿Juzgas que al irme para siempre, cuando
Deje tu compañía y lejos huya,
Quedarás con los muebles, la vajilla,
La ropa y cuanto ves en la buhardilla?
¡Te engañas! Sólo la mitad es tuya».
Y el mobiliario, mío lo creía...
Mas como sólo la mitad es mía,
Según dices, hagamos el reparto.
Y entre gritos y horrendas maldiciones,
y vaciando gavetas y cajones
Queda en desorden, al momento, el cuarto.
Aquí una mesa, más allá una silla,
Retablos, ropa, vasos y vajilla,
El piso obstruyen, y el reparto empieza...
y sigue la faena comenzada,
Hasta que ven, con infernal mirada,
Dos montones iguales en la pieza.
Y de pronto el obrero, jadeante,
En la tabla más alta de un estante
Un bulto vio, con un cordón atado.
Empezó a abrirlo y ¿qué será? decía;
¿Una blusa tal vez?... ¿Mía, muy mía?
¿Será un vestido que dejé olvidado?

¡Un ajuarcito blanco!... y al momento
Un recuerdo vivaz el pensamiento
A herirles viene y su dolor despierta.
Sorprendidas se encuentran sus miradas,
y reconocen ambos las amadas
Tristes reliquias de su niña muerta.
Sienten el corazón atravesado
Por una luz que viene del pasado...
Callan ambos y trémulos suspiran,
y ven que surge en la buhardilla oscura
La hija amada, angelical y pura.
Con el vestido que sus ojos miran.

«¡Es mío!», dijo pálido el obrero;
«¡Jamás!», repuso la mujer; «¡Lo quiero,
Lo cosí, lo bordé!... ¡Pobre hija mía!...
No podrás a mis manos arrancarlo...
¡Déjalo en mi poder para besarlo
Como solo consuelo en mi agonía!
¡Tres años hace que partiste al cielo,
Encanto, amor!... ¡Tres años ya de duelo!...
Tres años de amarguras en la vida!
¡Hija mía! ¡Sin ti, todo ha acabado!»...
y al vestido, en un mueble desdoblado,
Acercose en silencio y conmovida.
Tomó las prendas de su amor, e impreso
Dejó en sus pliegues el calor de un beso;
Luego volvió a doblarlas con cuidado,
E inclinando en silencio la cabeza,
Dijo con hondo acento de tristeza:
«¡Ya todo, para siempre, ha terminado!»
¿Para siempre? ¿Eso dices?.. ¡Si ella vive!
¿Acaso no la has visto?... ¡Ella prohíbe
Que dividamos su vestido blanco;
Para traer a nuestro hogar la calma,
Para hablamos de amor, volvió su alma!..
¡Aquí me quedo! y se sentó en un banco.

«¡Perdonémonos!» díjole el obrero
Con hondo acento de un dolor sincero;
y ella repuso: «¡Ya no más rencillas!
¿Lloras? ¡Tiembla tu mano, y está yerta!»
Y besando el vestido de la muerta,
Abrazados cayeron de rodillas.
En Cluny, Siglo XV.
                                        Bajo álamos de plata
sus aguas el Saona, rumoroso dilata
por el lento deshielo. La mole ennegrecida
de piedra, corta el llanto que despierta a la vida.
En el parque, vagando, y humilde la mirada,
las manos sobre el pecho y en la oración callada,
pasan monjes, tendida hacia atrás la cogulla
y como una armonía celeste al campo arrulla.

Cielo tranquilo y diáfano.
                                                  La quietud del convento
a la plegaria incita y a hondo recogimiento.
Las ventajas abiertas dan al jardin. Las rosas
sonríen bajo errante vuelo de mariposas;
y en las frondas, de nidos y de aves la algazara
es saludo a la aurora, que surge azul y clara.

En la amplia biblioteca, monje benedictino
tiene abierto en la mesa borroso pergamino,
donde paciente artista de tiempo muy lejano,
al principiar capítulos, pintó con hábil mano,
en grandes iniciales y con vivos colores,
dragones, ninfas, grifos y ultraterrenas flores.

Con sus rubios cabellos sobre la frente vasta,
su palidez y el brillo de su pupila casta,
y con su hábito blanco, parece el monje, efebo,
del jardín ante el tibio primaveral renuevo

Copia un códice antiguo; «Dafnis y Cloe».
                                                                                    Aromas
de los rosales suben y arrullos de palomas.

Absorto escribe.
                                        Y Cloe se yergue ante sus ojos,
Púber, blanca, sin velos y con sus labios rojos,
Así cual Longo un día radiante de verano
La soñó junto a Dafnis, bajo el azul lesbiano.

Aromas, más aromas, va trayendo la brisa.
Cloe sonríe; a Dafnis abraza, y su sonrisa
Es rosa entre sus labios en flor. Y más fragancia,
Arrullos y rumores llenan la quieta estancia.

Cloe pasa, se borra, mas de nuevo aparece.
En su naciente seno ya la vida florece;
Se pierde entre los árboles, vuelve nerviosa y bella,
Y muestra en el boscaje su desnudez de estrella.

Sobre la mesa el monje pensativo se curva;
Inquietud hasta entonces no sentida lo turba;
Se alza rápido y torna a sentarse impaciente;·
Se pone en pie; se inclina, las manos en la frente,
Y aromas... y un deseo el corazón le roe...
Y más vivaz irradia la pubertad de Cloe.

De pronto aparta el códice, y ante la azul mañana
Tiende inquieto las manos, y cierra la ventana;
Y sentado en la silla, pálido y sonreído,
Se queda lentamente y en éxtasis dormido.

En el silencio entonces, bajo el azul y el oro
Del cielo, las campanas se oían; y en el coro
Los monjes, en anhelo que del mal los liberte,
Cantaban de rodillas el Salmo de la Muerte.
La tribu de Guatavita,
En homenaje a las aguas
Se apresta el rito sagrado
A celebrar.
Ya sus danzas
Las bellas hijas de nobles
Van ensayando con planta
Ligera, al són de cantares,
De chirimías y flautas.

Limpia tiende la laguna
Su cristal. En la comarca
Todo se anima en espera
Del gran día. Flores cándidas,
Rojas y amarillas, abren
Sus corolas en las ramas;
Y de los campos vecinos
Van trayendo leves auras
El rumor de los maizales,
Donde aves pían y cantan.
Parece que en Guatavita
Al júbilo de las almas
La alegría esplendorosa
Del verano se juntara.

Desde distantes bohíos
Van llegando alborozadas
Tribus amigas.
De polvo
De oro cubierto, en mañana
Resplandeciente, el cacique
De Guatavita, y en andas,
Por caciques conducido,
Se hundirá en las ondas claras
De la laguna, en el día
De la fiesta de las aguas.

Mensajeros han llegado
De Muequetá, y hay alarma:
Entre el gozo de las tribus
Vienen con la nueva infausta
De que guerreros extraños
Que rayos del sol disparan
Pusieron al Zipa en fuga
Y por la llanura avanzan.

¿De dónde vienen? -«Del cielo»,
Unos aterrados narran;
Otros que del Río Grande,
Desde remotas comarcas;
Que son monstruos nunca vistos,
Que rayos de muerte lanzan,
Que los «cercados» derriban
Con desconocidas armas;
Que cerrados pelotones
Con flechas no los atajan;
Que delante de ellos huyen
Los muiscas en desbandada;
Y que «Sué» como castigo
Por viejas culpas los manda.
No son flechas las que traen,
Vienen cubiertos de láminas,
Y cuando quieren el Cielo
Truena, y desde lejos matan,
Como el resplandor que alumbra
De repente en las borrascas.


Sobre prados y colinas,
Azul brilla la mañana.
Y el desfile, al són de música
Hacia la laguna marcha.
Al frente se ven los nobles;
Después las vírgenes danzan,
Y en silla de oro el Cacique,
Entre la turba postrada
Que le va lanzando flores
Los ojos en alto, pasa.
Su cuerpo de oro cubierto
Y todo desnudo, es ascua
Ante la luz de la aurora,
Blanca, azul y roja y gualda.

Todos llegan a la orilla.
El agua fulgura mansa.
El himno sagrado suena;
Y al momento en que se alza
El sol, en diáfano cielo,
El cacique en pie, en las andas,
Y la tribu en gran silencio,
A las claras ondas salta...
¡Y es remolino de oro
Y de fulgores el agua!

Otra vez gritos y músicas
Se oyen. Y oro y esmeraldas.

A las aguas van cayendo
Entre ruidosa algazara,
Y entre rumores de frondas,
Cantos y batir de alas!...

Todo es júbilo. De pronto
En la colina cercana
Son estridente resuena;
Espadas brillan y lanzas,
Y relinchos de los monstruos
Vienen desde la distancia.
Los guerreros más se acercan...
Ya de los collados bajan...
Un estampido de truenos
Hace vibrar la montaña...
¡Y la raza guatavita
Es de españoles vasalla!


De un ídolo todo de oro
Que se lanzaba a las aguas
Corre pronto la leyenda
Aquí y en tierras extrañas;
Y «El Dorado» desde entonces
Fue ilusión radiosa y mágica.
Mas después ya no era ídolo,
En remota lontananza...
Era campo inmenso de oro,
Visión de todas las almas.
Y tras ella los hispanos
Cruzaron selvas, montañas,
Ríos, desiertos, llanuras
Y mortíferas comarcas;
Y así fueron ensanchando
El poderío de España,
Y un nuevo mundo en la tierra
Abriendo a la raza humana.

— The End —