Sé que me mira sin verme; yo, la miro también, su cabello recogido, su pose erguida, con los ojos en su cuaderno tratando de aprender, y casi incontrolablemente de encontrar respuestas.
Hay algo de ella en mí, en la forma en que no me mira, en la forma en que me ignora, que me vuelve un espectador; sí, entonces pongo mis ojos en su presencia tratando de aprender de encontrar respuestas entre las curvas que dibujan su espalda blanca y sus lunares, planetas, lugares que ni ella conoce.
En este punto las pupilas se dilatan, dejan pasar la luz, y se puede ver afuera desde adentro, quedando lo que a la razón y la mente les quita corazón.
Ella, aunque loca, está cuerda y se mantiene a si misma al saber que algo hace bien; yo, aunque cuerdo estoy loco y me mantengo a mi mismo sin ser yo, imaginando, ser el rayo o el viento que tocó su cuello.