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Loco porque yo lo coloco
y ella lo quita y lo coloca
con cola loca en
otro loquito lugar

Loco lo quito y otra vez
loquito vuelvo y lo coloco
como un bobo loco
bien dónde debe estar
Y la loquita loca
lo quita de su local
Y lo coloca en otro lugar

El colmo del caso
es que si seguimos acaso  
dando este paso
nunca lo cazo en
casa local al loco
loco loquito locazo.

Así que deme otro vaso
Qué si la loca
lo quiere al loco de paso
lo buzco al triple locazo
y lo juro que
yo me lo cazco.
Trabalenguas inspirado por unos dos dichos de mi mamá. Se me prendió el foco.  ¡Hágale pues a ver!
Sabemos que no hay tierra
ni estrellas prometidas.
Lo sabemos, Señor, lo sabemos
y seguimos contigo trabajando.
Sabemos que mil veces y mil veces
pararemos de nuevo nuestro carro
y que mil y mil veces en la tierra
alzaremos de nuevo
nuestro viejo tinglado.
Sabemos que por ello no tendremos
ni ración ni salario.
Lo sabemos, Señor, lo sabemos
y seguimos contigo trabajando.

Y sabemos
que sobre este tinglado
liemos de hacer mil veces y mil veces todavía
el mismo viejo truco bufo-trágico
sin elogios
ni aplausos.
Lo sabemos, Señor, lo sabemos
y seguimos contigo trabajando...
Krusty Aranda Aug 2013
¡Preparados!

Sonido...

Cámara...

¡Acción!

Las cámaras graban la acción inexistente.
El sonido del silencio se cuela por todos lados.
No hay estímulos que generen reacciones.
No hay ideas inteligentes sobre las cuales trabajar.

Cortometraje de una idea profana.
Audiencia torpe, insensible e ignorante.
Imágenes de cuerpos desmembrados, mutilados;
un apuesto "gobernante" calmará a la sociedad.

Realidades alternas de ficción inexistente.
Emociones creadas por alguien más para ti.
Risa embotellada. Aplauso pre grabado.
Drama familiar público sin fin.

Grandes monopolios se apoderan de tu mente.
Haces lo que dicen. Piensas lo que quieren.
No eres ya dueño de ti mismo.
Debes tu existencia y tu "cultura" a él.

Las **estrellas
y el azteca ya no son lo que antes fueron.
Luceros en la noche. Fieros guerreros.
Tan solo defienden sus propios intereses
mientras nosotros les seguimos dando de comer.

Despidan el programa que se acabó el tiempo por hoy.
Asegurémonos de dejar limpio el plató,
así como las mentes y bolsillos de nuestros televidentes.
Apaga las luces y vámonos.
Hadn't written in spanish for a long time. Hope some of you can understand it :p
Era su nombre Betsy y era de Ohio.
                                                       
Un día,
En que al azar vagaba por mi ruta sombría,
Los dos nos encontramos.  Y la quise por bella;
Después amé su alma, porque mi alma en ella
Vio una luz casta y blanca, vio piedad y ternura.

Jirón azul de cielo rompió mi noche oscura,
Y la luz de una estrella de fulgores risueños,
Hizo abrir la dormida floración de mis sueños.

¿Qué fuerza misteriosa la puso en mi camino?...
¿Fue una intuición secreta quizá de mi destino
La que a la senda suya llevó mi errante paso?
¿Fue casual ese encuentro?... ¿Fue presentido
acaso?
No lo sé... ni me importa.

                                                 
De raza puritana,
De aquella raza austera que a la costa britana,
Buscando hogar y patria, dijo adiós sin tristeza;
De los lagos del Norte rubia flor de belleza;
Los libros y la música su amada compañía,
Y esquiva a los arranques de ruidosa alegría;
Su flor dilecta, el lirio; mística en sus anhelos,
 -Palomas que sus alas tendían a los cielos;-
En contraste sus hábitos y su elación divina
Con todos los impulsos de mi raza latina;
De regiones distantes dos solitarias palmas,
¿Qué fuerza misteriosa juntó nuestras dos almas?
De su idioma, al principio, pocas frases sabía,
Mas mezclando palabras de su lengua y la mía,
Con versos que copiaba de antiguo Florilegio,
Y dísticos de Byron que aprendí en el Colegio,
Le dije muchas cosas... muchas, en el balneario
Donde por vez primera la vi.
                                              (Del solitario
Poeta fue la Musa desde entonces).

                                      Su gracia
Y atractiva belleza; su aire de aristocracia;
Su cabellera blonda, de un rubio veneciano,
Y su perfil de antiguo camafeo romano;
Sus ojos pensativos y de mirar risueño
Donde flotaba a veces el azul de un ensueño;
Sus mejillas rosadas como un durazno; el breve;
Esbelto busto, en donde tuvo vida la nieve;
Sus veinte años... ¡Qué hermosa primavera florida!
¡Todo en ella era un himno que cantaba la vida!
En bailes, en paseos, en la playa...  doquiera
De todos los galanes la preferida era.

Con su traje de lino, con su blanca sombrilla,
Con sus zapatos grises de reluciente hebilla,
Y el sombrero de paja con una cinta angosta,
Nunca se vio más bella mujer en esa costa.

Quiso aprender mi lengua: cambiábamos lecciones,
Y así fueron frecuentes nuestras conversaciones;
Hasta que al fin un día-mi alma de ella esclava,
-Le dije que era bella... muy bella y que la amaba.

Pasado ya el verano, adiós al mar dijimos,
Y en tren, expreso, todos a la ciudad volvimos.
Rodaban... y rodaban las hojas, desprendidas
En raudos torbellinos, por parques y avenidas;
Del ábrego se oían los resoplidos roncos,
Y entre brumas se alzaban casi escuetos  los troncos;
En las calles formaba la lluvia barrizales
Y eran soplos de invierno las brisas otoñales.
Rodaban... y rodaban las hojas. De ceniza
Parecía el crepúsculo con su niebla plomiza,
Y alzábase doliente la luna, en la gris y ancha
Lámina de los cielos, como amarilla mancha.

Con sombrero de plumas, sobretodo entallado,
Y traje azul oscuro, su rostro sonrosado
Era una nota viva y alegre, era un celaje
En la helada y sombría tristeza del paisaje.

«¡Qué triste es el otoño... qué triste!» me decía;
«Todo se está muriendo... todo está en la agonía,
Mas nuestro amor...»:

                                             
(De pronto cayó. Vivos sonrojos
La hicieron al instante bajar los castos ojos).
«También!» dije riendo, «cual todo lo que vuela».
Y reía... reía como alegre chicuela,
Porque su claro instinto de mujer le decía
Que la amaba y que nunca mi pasión moriría.

En bailes, en conciertos, en salones... doquiera

De todos los galanes la preferida era,
Y aunque su amor, a veces, riendo me negaba,
También reía, porque... sabía que me amaba.
Una tarde de invierno, cuando como un sudario
La nieve en albos copos, el parque solitario
Y las calles desiertas cubría; cuando el cielo
Era blanca mortaja; cuando espectros en duelo
Parecían los árboles quemados por el frío,
En un diván sentados, en el salón sombrío,
Junto a la chimenea que con su alegre y clara
Luz daba un vago tinte sonrosado a su cara,
Enjugando una lágrima silenciosa y furtiva,
«Me siento enferma y triste», me dijo pensativa.

Los aullidos del viento vibraban en la sombra...
Y se alejó. Y el roce de su traje en la alfombra
Me arrancó de mis sueños. Incliné la cabeza,
Y solo, y en silencio, quedé con mi tristeza.
Pasó el invierno.
                                     
El cielo fue todo resplandores;
El bosque, lira inmensa, y el campo, todo flores.
Y una tarde, su alcoba, después de muchos días,
Dejó por vez primera la enferma.
                                               
¡Oh, las sombrías
Noches en vela, noches de indecible martirio,
Noches interminables de fiebre y de delirio,
Cuando todos, henchidos de lágrimas los ojos,
Su vida amada al cielo pedíamos de hinojos,
Mientras que en el silencio de esa calma profunda
Se oía, delirando, su voz de moribunda!

Abierta la ventana que daba al parque, en ondas
De fragancia entró el aura susurrando.  Las frondas
De las viejas encinas sus más gratos rumores
Dieron en el crepúsculo.  Fue el triunfo de las flores
Sobre el verde sombrío de los boscajes.  Era
Una tarde rosada, tarde de primavera.

Envuelta en amplia bata de rojo terciopelo,
Suelta la cabellera, como un dorado velo,
Y en la pálida boca, pálida flor sin vida,
Una sonrisa casta, como estrella dormida,
Tendiéndome la mano, pero baja la frente,
Y esquivando los ojos, avanzó lentamente.

Unidas nuestras manos, a mi lado sentada,
Y un instante en mi hombro su frente reclinada,
Quedamos en silencio...

                                                   
¡Cuántas veces, de noche,
Lloroso, y en los labios el blasfemo reproche,
Desde ese mismo sitio sus quejidos oía,
Los ahogados quejidos de su larga agonía!
¡Cuántas veces a solas, cerca de esa ventana,
Me sorprendió sin sueño la luz de la mañana,
Mientras que de la Muerte, furtiva y en acecho,
Oíanse los pasos en torno de su lecho!...
De pronto alzó los ojos, llenos de honda dulzura,
Donde brillaba siempre su alma blanca y pura,
Y con su voz de arrullo, voz de celeste encanto,
-«Sé que lloraste... Gracias», me dijo, y rompió en llanto.

Por la abierta ventana soplos primaverales
La fragancia traían de los verdes rosales.

Luego al parque salimos.
                                                     
Su palidez de cera;
Sus pasos vacilantes al bajar la escalera,
Al andar, su cansancio; los círculos violados
En torno de las claras pupilas; los holgados
Pliegues de su vestido; la enfermiza blancura
De las manos; los dedos, en donde con holgura
Los anillos giraban; la tos, triste presagio
De que estaba marcada para el final naufragio
En la roca sombría de la Muerte; la lenta,
Triste voz; la dulzura de la faz macilenta,
Sus ahogados suspiros, plegarias de su anhelo,
-Plegarias sin palabras para un remoto cielo,-
Su laxitud... ¡Cuán pura, cuán ideal belleza,
Allí mis ojos vieron con su halo de tristeza!...
Y como presintiendo su eterna despedida
En ese dulce instante reconcentré mi vida
Y fue mi amor más grande, fue más intenso y fuerte
Al pensar que muy pronto sería de la Muerte!

Era música el vago rumor de la arboleda,
Y seguimos callados por la oscura alameda.

Al verla se agitaron en sus tallos las rosas;
Más aromas regaron las auras bulliciosas;
Entre arbustos tupidos y fragantes macetas
Asomaron sus ojos azules las violetas;
Todas las campanillas en el verde boscaje
Como que repicaron al ver su rojo traje;
Los pájaros miraban a la convaleciente,
Del parque solitario tantos días ausente;
Se oyeron en las frondas cual vagos cuchicheos,
Y al fin la alada orquesta preludió sus gorjeos
Los cisnes, como góndolas de alba plata bruñida
Enarcaron sus cuellos en el agua dormida
Y del sol a los tibios fulgures vesperales;
Destellaron las colas de los pavos reales.

«La vida es la tristeza», me dijo. «¡Todo anhelo
Del presente, mañana será amargura y duelo;
La vida es desencanto. Feliz creíme un día,
Y ya ves, cuan traidora la suerte y cuan impía!
Como flor, en mi pecho, se abría la Esperanza,
Y ya la desventura por mi camino avanza.
Lentamente mi vida se extingue. Triste, enferma,
¿A qué traer tus sueños a la sombría y yerma
Soledad de mi alma? ¿Para qué tu alegría
Trocar en amargura con mi lenta agonía?
Del árbol de la Vida fui pálido retoño,
Y me iré con las hojas marchitas del otoño;
Para toda esperanza ya soy despojo inerte...
Tú vas para la Vida... ¡yo voy hacia la Muerte!»

«Tus temores», le dije, «son de niña mimada;
Tú todo lo exageras...»

                                                   
En mi brazo apoyada
El parque abandonamos, y al subir la escalera
Parecía un crepúsculo su rubia cabellera.

Un día, para Ohio, tomó el tren.,.., ¡triste día!
Y alzando la vidriera, cuando el tren ya partía
De la Estación, me dijo:
                                             
«Te escribiré primero,
Pero escribe. Hasta pronto...  No olvides que te espero».
Y después.... en sus cartas decía:
                                                         
«Si vinieras,
¡Qué sorpresa la tuya! ¡Qué cambio...! ¡Si me vieras!
Las brisas de mi lago fueron auras de vida.
Razón tuviste. Ha vuelto la esperanza perdida.
Recuerdas? Tú decías: todo eso pronto pasa,
Y es verdad.  La alegría de nuevo está en mi casa.
Soy otra.... y soy la misma: tú entiendes.  Frescas rosas
Se abren en mis mejillas, que eran dos tuberosas.
(Bien sé que de esta frase burla harás con tu flema,
Mas no importa.  No es mía: la copié de un poema).
Hoy río, canto y juego como chiquilla. El piano,
Cerrado tanto tiempo, ya al roce de mi mano
Es música perenne.  Las viejas Melodías
¡Cómo evocan recuerdos de venturosos días!
Soy otra.... habrás de verlo.  Pasaron mis congojas,
¡Y creí que me iría con las marchitas hojas!».
Sueños de un alma casta... ¡Visión desvanecida!
Creyó en la Vida ... ¡Y pronto la traicionó la Vida!

Para siempre descansa del rigor de la suerte,
Con su velo de novia tejido por la Muerte,
Con todas sus quimeras, con todos sus anhelos,
Junto al nativo lago... bajo brumosos cielos.
Andrés, aunque te quitas la boina cuando paso
y me llamas «señor», distanciándote un poco.
reprobándome -veo- que no lleve corbata,
que trate falsamente de ser un tú cualquiera,
que cambie los papeles -tú por tú, tú barato-,
que no sea el que exiges -el amo respetable
que te descansaría-,
y me tiendes tu mano floja, rara, asusta
como un triste estropajo de esclavo milenario,
no somos dos extraños.
Tus penas yo las sufro. Mas no puedo aliviarte
de las tuyas dictando qué es lo justo y lo injusto.

No sé si tienes hijos.
No conozco tu casa, ni tus intimidades.
Te he visto en mis talleres, día a día, durando,
y nunca he distinguido si estabas triste, alegre,
cansado, indiferente, nostálgico o borracho.
Tampoco tú sabías cómo andaban mis nervios,
ni que escribía versos -siempre me ha avergonzado-,
ni que yo y tú, directos,
podíamos tocarnos, sin más ni más, ni menos,
cordialmente furiosos, estrictamente amargos,
anónimos, fallidos, descontentos a secas,
mas pese a todo unidos como trabajadores.

Estábamos unidos por la común tarea,
por quehaceres viriles, por cierto ser conjunto,
por labores sin duda poco sentimentales
-cumplir este pedido con tal costo a tal fecha;
arreglar como sea esta máquina hoy mismo-
y nunca nos hablamos de las cóleras frías,
de los milagros machos,
de cómo estos esfuerzos serán nuestra sustancia,
y el sueldo y la familia, cosas vanas, remotas,
accesorias, gratuitas, sin último sentido.
Nunca como el trabajo por sí y en sí sagrado
o sólo necesario.

Andrés, tú lo comprendes. Andrés, tú eres un vasco.
Contigo sí que puedo tratar de lo que importa,
de materias primeras,
resistencias opacas, cegueras sustanciales,
ofrecidas a manos que sabían tocarlas,
apreciarlas, pesarlas, valorarlas, herirlas,
orgullosas, fabriles, materiales, curiosas.
Tengo un título bello que tú entiendes: Madera,
Pino rojo de Suecia y Haya brava de Hungría,
Samanguilas y Okolas venidas de Guinea,
Robles de Slavonía y Abetos del Mar Blanco,
Pinoteas de Tampa, Mobile o Pensacola.

Maderas, las maderas humildemente nobles,
lentamente crecidas, cargadas de pasado,
nutridas de secretos terrenos y paciencia,
de primaveras justas, de duración callada,
de savias sustanciadas, felizmente ascendentes.
Maderas, las maderas buenas, limpias, sumisas,
y el olor que expandían,
y el gesto, el nudo, el vicio personal que tenían
a veces ciertas rollas,
la influencia escondida de ciertas tempestades,
de haber crecido en esta, bien en otra ladera,
de haber sorbido vagas corrientes aturdidas.

Hay gentes que trabajan el hierro y el cemento;
las hay dadas a espartos, o a conservas, o a granos,
o a lanas, o a anilinas, o a vinos, o a carbones;
las hay que sólo charlan y ponen telegramas
mas sirven a su modo;
las hay que entienden mucho de amiantos o de grasas,
de prensas, celulosas, electrodos, nitratos; 
las hay, como nosotros, dadas a la  madera,
unidas por las sierras, los tupis, las machihembras,
las herramientas fieras del héroe prometeico
que entre otras nos concretan
la tarea del hombre con dos manos, diez dedos.

Tales son los oficios. Tales son las materias.
Tal la forma de asalto del amor de la nuestra,
la tuya, Andrés, la mía.
Tal la oscura tarea que impone el ser un hombre.
Tal la humildad que siento. Tal el peso que acepto.
Tales los atrevidos esfuerzos contra un mundo
que quisiera seguirse sin pena y sin cambio,
pacífico y materno,
remotamente manso, durmiendo en su materia.
Tales, tercos, rebeldes, nosotros, con dos manos,
transformándolo, fieros, construimos un mundo
contra naturaleza, gloriosamente humano.

Tales son los oficios. Tales son las materias.
Tales son las dos manos del hombre, no ente abstracto.
Tales son las humildes tareas que precisan
la empresa prometeica.
Tales son los trabajos comunes y distintos;
tales son los orgullos, las rabias insistentes,
los silencios mortales, los pecados secretos,
los sarcasmos, las llamas, los cansancios, las lluvias;
tales las resistencias no mentales que, brutas,
obligan a los hombres a no explicar lo que hacen;
tales sus peculiares maneras de no hablarse
y unirse, sin embargo.

Mira, Andrés, a los hombres con sus manos capaces,
con manos que construyen armarios y dínamos,
y versos y zapatos;
con manos que manejan furiosas herramientas,
fabrican, eficaces, tejidos, radios, casas,
y otras veces se quedan inmóviles y abiertas
sobre ese blanco absorto de una cuartilla muerta.
Manos raras, humanas;
manos de constructores, manos de amantes fieles
hechas a la medida de un seno acariciado;
manos desorientadas que el sufrimiento mueve
a estrechar fuertemente, buscando la una en la otra.

Están así los hombres
con sus manos fabriles o bien sólo dolientes,
con manos que a la postre no sé para qué sirven.
Están así los hombres vestidos, con bolsillos
para el púdico espanto de esas manos desnudas
que se miran a solas, sintiéndolas extrañas.
Están así los hombres y, en sus ojos, cambiadas,
las cosas de muy dentro con las cosas de fuera,
y el tranvía, y las nubes, y un instinto -un hallazgo-,
todo junto, cualquiera,
todo único y sencillo, y efímero, importante,
como esas cien nonadas que pasan o no pasan.

Mira, Andrés, a los hombres, ya sentados, ya andando,
tan raros si nos miran seriamente callados,
tan raros si caminan, trabajan o se matan,
tan raros si nos odian, tan raros si perdonan
el daño inevitable,
tan raros que si ríen nos enseñan los dientes,
tan raros que si piensan se doblan de ironía.
Mira, Andrés, a estos hombres.
Míralos. Yo te miro. Mírame si es que aguantas.
Dime que no vale la pena de que hablemos,
dime cuánto silencio formó tu ser obrero,
qué inútilmente escribo, qué mal gusto despliego.

Mira, Andrés, cómo estamos unidos pese a todo,
cómo estamos estando, qué ciegamente amamos.
Aunque ya las palabras no nos sirven de nada,
aunque nuestras fatigas no puedan explicarse
y se tuerzan las bocas si tratamos de hablarnos,
aunque desesperados,
bien sea por inercia, terquedad o cansancio,
metafísica rabia, locura de existentes
que nunca se resignan, seguimos trabajando,
cavando en el silencio,
hay algo que conmueve y entiendes sin ideas
si de pronto te estrecho febrilmente la mano.
La mano, Andrés. Tu mano, medida de la mía.
¡Viejos olivos sedientos
bajo el claro sol del día,
olivares polvorientos
del campo de Andahicía!
¡El campo andaluz, peinado
por el sol canicular,
de loma en loma rayado
de olivar y de olivar!
Son las tierras
soleadas,
anchas lomas, lueñes sierras
de olivares recamadas.
Mil senderos. Con sus machos,
abrumados de capachos,
van gañanes y arrieros.
¡De la venta del camino
a la puerta, soplan vino
trabucaires bandoleros!
¡Olivares y olivares
de loma en loma prendidos
cual bordados alamares!
¡Olivares coloridos
de una tarde anaranjada;
olivares rebruñidos
bajo la luna argentada!
¡Olivares centellados
en las tardes cenicientas,
bajo los cielos preñados
de tormentas!...
Olivares, Dios os dé
los eneros
de aguaceros,
los agostos de agua al pie,
los vientos primaverales,
vuestras flores racimadas;
y las lluvias otoñales
vuestras olivas moradas.
Olivar, por cien caminos,
tus olivitas irán
caminando a cien molinos.
Ya darán
trabajo en las alquerías
a gañanes y braceros,
¡oh buenas frentes sombrías
bajo los anchos sombreros!...
¡Olivar y olivareros,
bosque y raza,
campo y plaza
de los fieles al terruño
y al arado y al molino,
de los que muestran el puño
al destino,
los benditos labradores,
los bandidos caballeros,
los señores
devotos y matuteros!...
¡Ciudades y caseríos
en la margen de los ríos,
en los pliegues de la sierra!...
¡Venga Dios a los hogares
y a las almas de esta tierra
de olivares y olivares!   A dos leguas de Úbeda, la Torre
de Pero Gil, bajo este sol de fuego,
triste burgo de España. El coche rueda
entre grises olivos polvorientos.
Allá, el castillo heroico.
En la plaza, mendigos y chicuelos:
una orgía de harapos...
Pasamos frente al atrio del convento
de la Misericordia.
¡Los blancos muros, los cipreses negros!
¡Agria melancolía
como asperón de hierro
que raspa el corazón! ¡Amurallada
piedad, erguida en este basurero!...
Esta casa de Dios, decid hermanos,
esta casa de Dios, ¿qué guarda dentro?
Y ese pálido joven,
asombrado y atento,
que parece mirarnos con la boca,
será el loco del pueblo,
de quien se dice: es Lucas,
Blas o Ginés, el tonto que tenemos.
Seguimos. Olivares. Los olivos
están en flor. El carricoche lento,
al paso de dos pencos matalones,
camina hacia Peal. Campos ubérrimos.
La tierra da lo suyo; el sol trabaja;
el hombre es para el suelo:
genera, siembra y labra
y su fatiga unce la tierra al cielo.
Nosotros enturbiamos
la fuente de la vida, el sol primero,
con nuestros ojos tristes,
con nuestro amargo rezo,
con nuestra mano ociosa,
con nuestro pensamiento
-se engendra en el pecado,
se vive en el dolor. ¡Dios está lejos!-.
Esta piedad erguida
sobre este burgo sórdido, sobre este basurero,
esta casa de Dios, decid, oh santos
cañones de von Kluck, ¿qué guarda dentro?
Sophia Margarita Sep 2018
Aveces,
igual que el viento,
las personas fluimos,
sentimos, y cambiamos.
Hay brisas fuertes,
parecidas a momentos impactantes
en los cuales logramos desviarnos
del camino que preferimos.
Pero después de chocar
con algo que nos devuelve el sentido
regresamos al camino
por el cual,
igual que el viento,
aveces seguimos .
Cuando buscamos el amor
nos cortamos al correr,
nos matamos a besos
o morimos por celos.

Cuando buscamos el amor
en las cajas de cereal,
subimos felices al cielo,
caemos juntos,
nos levantamos juntos,
nos lanzamos a lo desconocido,
nos perdemos en el mar de gente.

Cuando el amor por fin aparece
viene de adentro
y lo seguimos buscando
ingenuamente
sabiendo
que el amor
siempre estuvo
con uno mismo.
I find the love in my old notebook
No fue jamás mejor aquello.
Esto de ahora es doloroso;
pero el dolor nos hace hombres
y ya ninguno estamos solos.
Alto fue el precio que pagamos:
miseria y llanto de los ojos,
nuestros mejores años verdes
y nuestros sueños más hermosos.

Porque nacimos bajo el signo
del cerebro. Pero ya todo
se vino a tierra una mañana.
Lo devastó un viento glorioso,
y somos ruinas o cimientos,
algo inconcreto, algo borroso:
tronco cortado a ras de tierra,
que nadie sabe que fue tronco.

Predestinados para sabios,
para teóricos,
nos enseñaron muchas cosas
conceptualmente. Y como a un pozo
de agua estancada y silenciosa,
fuimos echando piedras, lodo,
trozos inútiles de muerte,
mármoles rotos.
Ahora no vemos sobre el agua
El paisaje que se alza en torno.

Predestinados para sabios,
para teóricos,
conoceríamos la vida
sólo a través del microscopio,
y nuestro amigo, nuestro hermano,
serían entes, microcosmos,
nombres velados, sin sentido,
abstracciones…

Pero ya todo
se vino a tierra una mañana.
Lo devastó un viento glorioso.
Se desbordó un día la vida,
nos tornó locos,
y les pusimos a las cosas
nuevos nombres. Y el vino rojo
de la sangre, y el agua pálida
del llanto, el sol majestuoso
del mediodía de verano
fueron más que simples fenómenos,
abstracciones, malabarismos
de los teóricos.

Éramos hombres, y el de enfrente,
aquel que hablaba con nosotros,
de su tiempo, de nuestro tiempo,
no era un ente ni un microcosmos.
El que sufría, el que gritaba
o lloraba por estar solo;
el que durmió sobre la hierba
las noches húmedas de otoño
a nuestro lado, alma con alma,
hombro con hombro,
aquél, cegado por la tierra
que nos echaban a los ojos;
aquél que anduvo por los campos
solitario, pisando odios,
era un hombre de carne y hueso
como nosotros.



Es extraño. Noches y días
se suceden. Seguimos solos
como unos árboles raquíticos
en la cima de un monte. Pozos
semicegados. (Pero el agua,
invisible para los ojos,
como una remota esperanza
suena en el fondo.)

Es triste alzarse de uno mismo,
poner los ojos en el rostro
de los hombres que han de venir
tras de nosotros,
que no sabrán que entre los árboles,
sobre la hierba, en el mar hondo,
en las ciudades, en las cumbres,
hemos cantado, temblorosos
por la alegría de estar vivos.

Así pasamos, como un soplo
de brisa azul sobre la piedra.
Sin dejar rastro, como el oro
de las hojas, cuando coronan
la frente grave del otoño…

Porque no queda ni una sola
rosa plantada por nosotros.
littlebrush Jan 2019
Soy tormenta.
violenta.

Por dentro, solamente.

Si me ves por fuera,
veras, querida,
a cualquier otra.
Como todas,
no hablamos del dolor,
ni de la incapacidad
de levantarse cada mañana.

Y como?
En esta Honduras?
Donde la penumbra se encuentra,
en la sombra de las criticas,
el chisme, clase alta,
y pendeja,

y por eso seguimos
aqui.
Hope to reach some latin american friends out there.
En las noches de insomnio, cuando el viento
Se oye en los corredores cual gemido,
Y, agrandado en la sombra, todo ruido
Llega a la oscuridad del aposento,

Con qué amargura viene al pensamiento,
A torturarlo, cuanto se ha perdido,
Y cuanto «pudo ser y que no ha sido»
Por propia cobardía o desaliento!...

Entonces, con la frente pensativa,
Vemos que los recuerdos van pasando,
Y nos arrancan lágrima furtiva;

Y son cual los cantares campesinos
Que oímos por la noche, suspirando,
En la gran soledad de los caminos.
Y seguimos pensando en el mañana,
Tal vez sobre arrasada primavera,
En el azul de la ilusión primera
Que la vida borró cual sombra vana;

En los ensueños de la edad lejana
Que brillan ya con claridad postrera,
Y en la amargura de una larga espera
¡Para encontrar cerrada la ventana!

Y entre la soledad aterradora
Que en torno de nosotros se ennegrece,
Pensamos: «¡cuándo asomará la
aurora!»...

Y entonces, de terror sobrecogidos,
¡Cómo en la sombra el alma se estremece
Con el recuerdo de los tiempos idos!
Jr Nov 2018
inmerso en un caparazón
fuertes vientos amenazan la ventana
y si cambia el clima
nos desvanecemos en el polvo

cambio si pienso
pensar en cambio
me abrazo a mis ideas y las asfixio
y me duele el tiempo
y me asusta la calma
y me inquieta el silencio

salto a un foso lleno de fuego
y me quema el frío
cura rápido, pero más duele el remedio
que olvidar
olvidar que andamos recordándonos
como constante
y que lo que nos ancla a esta tierra
a esta vida
son las memorias

al fondo del espiral
de la concha marina en la que estamos
en la que estoy
siento en la piel el rebotar de mil voces
que me despiertan
mientras crecen mis ojeras
y se opaca mi espíritu

un haz de luz tras otro,
tras otro,
me bañan de esperanza
y no me dejo
y dejo que los rayos del sol sigan, y reboten
y se vayan
lejos

humo se escapa de mi nariz mientras muero de frío
presumo estar en control
mientras los venenos queman mi cuerpo por dentro
y no hago nada
y sí puedo

y un perro pasa caminando
por el frente
le ladra a un desconocido
no pasa nada
y eso es todo

vivimos en una casa de caracol
mientras más entramos,
más bajamos,
más seguimos,
mientras,
hay menos salidas
y nunca llegamos al final del camino
Rafael Barcellos Jun 2018
O magnetismo que leva
Meus olhos até os teus
E prende, eleva
Já não sou mais só meu.

Nego-teu.

Nesse eterno descobrir de diferenças
Similaridades, mudanças
Seguimos no incessante demonstrar
Do que não precisamos falar

Sentimento.

Somos Sol-Mar
A brilhar e navegar
Aquecer e balançar
Iluminar e molhar.

Geramos vida junto
Ilumino o teu mais profundo-fundo
E me permito, em ti, me banhar
Porque agora sei onde quero me encontrar:
Em teus doces braços, abraços, meu Rei-Mar.
Jessika Oct 2017
Quisiera decir esta noche que soy feliz, que lo eres conmigo y que estaremos juntos sin que importe nada mas. Pero la realidad es que si seguimos juntos es por error, por apego, por temor.
La duda es terrible, porque en el segundo que pienso dejarte, que pienso en lo mucho que me has herido veo tu  sonrisa, y veo la mia a tu lado. Siento que he cambiado, siento que ambos lo hemos hecho salvo que a ti ya no te reconozco...
Tu indiferencia me abruma pero no me asombra, me duele el saber que las cosas son tal cual las pense en los peores dias.
Podria llamarte una farsa, una mentira, un juego. En el fondo nunca lo sabre. Siento fibras que se desintegra, que mueren y pierden su conexion: Ese es mi amor siendo deborado por la rabia, por el llanto.
Soporte tantas cosas por ti, solo porque imaginaba un dia mejor, un dia en que me miraras como te miro yo.
Ese dia nunca llego y cada vez es peor; todo termina por ser como en el inicio; soy un rostro mas, un cuerpo que durmio en tu cama, unos labios que no vuelven mas.
En la vieja Colonia, en el oscuro
  rincón de una taberna,
tres estudiantes de Alemania un día
  bebíamos cerveza.Cerca, el Rhin murmuraba entre la bruma,
  evocando leyendas,
y sobre el muerto campo y en las almas
  flotaba la tristeza.Hablábamos de amor, y Franz, el triste,
  el soñador poeta,
de versos enfermizos, cual las hadas
  de sus vagos poemas:«Yo brindo -dijo- por la amada mía,
  la que vive en las nieblas,
en los viejos castillos y en las sombras
  de las mudas iglesias;»Por mi pálida Musa de ojos castos
  y rubia cabellera,
que cuando entro de noche a mi buhardilla
  en la frente me besa».Y Karl, el de las rimas aceradas,
  el de la lira enérgica,
cantor del Sol, de los radiantes cielos
  y de las hondas selvas,el poeta del pueblo, el que ha narrado
  las campestres faenas,
el de los versos que en las almas vibran
  cual músicas guerreras:«Yo brindo -dijo- por la Musa mía,
  la hermosa lorenesa,
de ojos ardientes, de encendidos labios
  y riza cabellera;»por la mujer de besos ardorosos
  que aguarda ya mi vuelta
en los verdes viñedos donde arrastra
  sus aguas el Mosela».«¡Brinda tú!»-me dijeron-. Yo callaba
  de codos en la mesa,
y ocultando una lágrima, alcé el vaso
  y dije con voz trémula:«¡Brindo por el amor que nunca acaba!»
  y apuré la cerveza;
y entre cantos y gritos exclamamos:
  «¡Por la pasión eterna!».Y seguimos risueños, charladores,
  en nuestra alegre fiesta...
Y allí mi corazón se me moría,
se moría de frío y de tristeza.
Histórias
Não sei ainda como pretendo escrever, nem sei se há alguma forma de dizer nada.
A cabeça, pelo menos a minha, não pensa, não age como pretendia. Porquê?
-Talvez porque esta minha escrita seja apenas para mim. Dito isto, explico.
Como posso pensar, sentir, refletir ou agir em descrever se o resultado são risos e graça que se acha na minha análise sobre as coisas. Os meus sentidos podem estar fracos e eu ser enganado permanentemente sobre as minhas análises.
Nem sempre ouço discórdia ou oposição.
Não pretendo que mundo pare nem as mentes do homem. Apenas me aborrece ver as minhas ideias bizarras e desinteressantes servirem de trampolim há intelectualidade alheia.
Não é um mundo este em que as ideias rápidas e prematuras possam servir para consolidar direções. As raízes são fortes e as mente também já foram mais brilhantes. Muito do que parece engraçado e fácil hoje pode ser destrutivo.
O ciclo pandémico do conhecido vírus de 2019, mostrou fragilidades e uma enganosa mudança que faleceu à nascença.
A mente teve e sofreu um clique real. A fragilidade. Tudo está muito mais confuso agora há medida que seguimos esta direção. Mas muitas mentes se agruparam em função de uma estirpe próxima. Parece que o interesse é salvar uma determinada espécie. Hoje é mais fácil combater qualquer inimigo. O capitalismo manda muito mais.
Esconde-se o dinheiro, até onde? Esconde-se a solução, até quando?
O que não interessa é haver uma sociedade sólida de princípios.
Quer mesmo o ser humano descobrir o que deveria estar perdido, desafiar a divindade como nunca.
Nesta derradeira e desafiante cruzada eu não serei um mero expectador, não irei temer nada, e viverei isto como um conflito de presença de sentir a vida como ela deve ser sentida.
Nenhuma outra desgraça espero passar por defender o certo e seguir os princípios da doutrina, que uns profanam e negam por mera conveniência.
Autor: António Benigno
Código de autor: 2020081022300801
Huye el año a su término
como arroyo que pasa,
llevando del Poniente
luz fugitiva y pálida.
Y así como el del pájaro
que triste tiende el ala,
el vuelo del recuerdo
que al espacio se lanza
languidece en lo inmenso
del azul por do vaga.
Huye el año a su término
como arroyo que pasa.

Un algo de alma aún yerra
por lo cálices muertos
de las tardas volúbiles
y los rosales trémulos.
Y de luces lejanas
al hondo firmamento,
en las alas del perfume
aun se remonta un sueño.
Un algo de alma aún yerra
por los cálices muertos.

Canción de despedida
fingen las fuentes turbias.
Si te place, amor mío,
volvamos a la ruta
que allá en la primavera
ambos, las manos juntas,
seguimos; embriagados
de amor y de ternura,
por los gratos senderos
de sus ramas columpian
olientes avenidas
que las flores perfuman.
Canción de despedida
fingen las fuentes turbias.

Un cántico de amores
brota mi pecho ardiente
que eterno abril fecundo
de juventud florece.
¡Que mueran, en buen hora
los bellos días! Llegue
otra vez el invierno;
renazca áspero y fuerte.
Del viento entre el quejido
cual mágico himno alegre
un cántico de amores
brota mi pecho ardiente.

Un cántico de amores
a tu sacra beldad,
¡mujer, eterno estío,
primavera inmortal!
Hermana del ígneo astro
que por la inmensidad
en toda estación vierte
fecundo sin cesar,
de su luz esplendente
el dorado raudal.
Un cántico de amores
a tu sacra beldad,
¡mujer, eterno estío!,
primavera inmortal!
Segábamos dichosos. Tus quince años
eran primavera quince rosas.
De hojas se despojaban los castaños.
Cielo azul, clara fuente, y mariposas.

Segábamos. Tu boca, a los fulgores
del sol, era más bella y escarlata.
Reían, al pasar, los segadores
viento tu siega , con tu hoz de plata.

«¡Mira! ¡Cuántas gavillas ha segado!»
Me decías. Tu voz era dulzura.
Feliz te miraba, en el rosado
y azul atardecer en la llanura.

Y seguimos segando. Sonreía,
alegre y bella, era un encanto verte...
...yo sigo entre la siega de la vida,
y tú... segando yaces por la muerte.
Brandt Hott Jan 2020
Jack y Jill subieron la colina y dijeron:
wow, qué emoción, si me caigo, podría perder mi corona,
y todos se reirán después de este fracaso.
y luego juntaron y hicieron otro jugada.

Si creo que no lo soy,
siempre termino con el mismo yo.
Si creo que lo había sido,
aún recuerdo que todavía no ha definido.

Al final, si las reglas dicen esto,
a veces la respuesta está más que conozco
de la suposición, es entender quién lo hizo
la broma perciso que nadie entero.

Broma para uno, no es una broma para todos,
pero a veces entre nuestras caídas,
recordamos quiénes somos y como seres queridas
llevantamos con el mano lo que tenemos.

Y después de que ha caído el telón,
seguimos viviendo como no olvidados.
Aprendamos a comprender y no escondernos
al final de empezar lo que apenas hicimos

— The End —