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No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
en el que uno puede sentirse árbol o prójimo
siempre y cuando se cumpla un requisito previo.
Que la ciudad exista tranquilamente lejos.

El secreto es apoyarse digamos en un tronco
y oír a través del aire que admite ruidos muertos
como en Millán y Reyes galopan los tranvías.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico siempre ha tenido
una agradable propensión a los sueños,
a que los insectos suban por las piernas
y la melancolía baje por los brazos
hasta que uno cierra los puños y la atrapa.

Después de todo el secreto es mirar hacia arriba
y ver cómo las nubes se disputan las copas
y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
ah pero las parejas que huyen al Botánico
ya desciendan de un taxi o bajen de una nube
hablan por lo común de temas importantes
y se miran fanáticamente a los ojos
como si el amor fuera un brevísimo túnel
y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.

Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble
(también podría llamarlo almendro o araucaria
gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo)
hablan y por lo visto las palabras
se quedan conmovidas a mirarlos
ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero es lindísimo imaginar qué dicen
sobre todo si él muerde una ramita
y ella deja un zapato sobre el césped
sobre todo si él tiene los huesos tristes
y ella quiere sonreír pero no puede.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Ayer llegó el otoño
el sol de otoño
y me sentí feliz
como hace mucho
qué linda estás
te quiero
en mi sueño
de noche
se escuchan las bocinas
el viento sobre el mar
y sin embargo aquello
también es el silencio
mírame así
te quiero
yo trabajo con ganas
hago números
fichas
discuto con cretinos
me distraigo y blasfemo
dame tu mano
ahora
ya lo sabés
te quiero
pienso a veces en Dios
bueno no tantas veces
no me gusta robar
su tiempo
y además está lejos
vos estás a mi lado
ahora mismo estoy triste
estoy triste y te quiero
ya pasarán las horas
la calle como un río
los árboles que ayudan
el cielo
los amigos
y qué suerte
te quiero
hace mucho era niño
hace mucho y qué importa
el azar era simple
como entrar en tus ojos
dejame entrar
te quiero
menos mal que te quiero.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero puede ocurrir que de pronto uno advierta
que en realidad se trata de algo más desolado
uno de esos amores de tántalo y azar
que Dios no admite porque tiene celos.

Fíjense que él acusa con ternura
y ella se apoya contra la corteza
fíjense que él va tildando recuerdos
y ella se consterna misteriosamente.

Para mí que el muchacho está diciendo
lo que se dice a veces en el Jardín Botánico.
Vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
sólo de a ratos parecía
que iba a vivir
que iba a vencernos
pero los dos fuimos tan fuertes
que lo dejamos sin su sangre
sin su futuro
sin su cielo
un niño muerto
sólo eso
maravilloso y condenado
quizá tuviera una sonrisa
como la tuya
dulce y honda
quizá tuviera un alma triste
como mi alma
poca cosa
quizá aprendiera con el tiempo
a desplegarse
a usar el mundo
pero los niños que así vienen
muertos de amor
muertos de miedo
tienen tan grande el corazón
que se destruyen sin saberlo
vos lo dijiste
nuestro amor
fue desde siempre un niño muerto
y qué verdad dura y sin sombra
qué verdad fácil y qué pena
yo imaginaba que era un niño
y era tan sólo un niño muerto
ahora qué queda
sólo queda
medir la fe y que recordemos
lo que pudimos haber sido
para él
que no pudo ser nuestro
qué más
acaso cuando llegue
un veintitrés de abril y abismo
vos donde estés
llevale flores
que yo también iré contigo.
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero el Jardín Botánico es un parque dormido
que sólo despierta con la lluvia.

Ahora la última nube ha resuelto quedarse
y nos está mojando como alegres mendigos.

El secreto está en correr con precauciones
a fin de no matar ningún escarabajo
y no pisar los hongos que aprovechan
para nadar desesperadamente.

Sin prevenciones me doy vuelta y siguen
aquellos dos a la izquierda del roble
eternos y escondidos en la lluvia
diciéndose quién sabe qué silencios.

No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes
pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico
aquí se quedan sólo los fantasmas.

Ustedes pueden irse.
Yo me quedo.
Hoy me gusta la vida mucho menos,
pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.
Casi toqué la parte de mi todo y me contuve
con un tiro en la lengua detrás de mi palabra.
Hoy me palpo el mentón en retirada
y en estos momentáneos pantalones yo me digo:
¡Tánta vida y jamás!
¡Tántos años y siempre mis semanas!...
Mis padres enterrados con su piedra
y su triste estirón que no ha acabado;
de cuerpo entero hermanos, mis hermanos,
y, en fin, mi ser parado y en chaleco.
Me gusta la vida enormemente
pero, desde luego,
con mi muerte querida y mi café
y viendo los castaños frondosos de París
y diciendo:
Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla... Y repitiendo:
¡Tánta vida y jamás me falla la tonada!
¡Tántos años y siempre, siempre, siempre!
Dije chaleco, dije
todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar.
Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado
y está bien y está mal haber mirado
de abajo para arriba mi organismo.
Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga,
porque, como iba diciendo y lo repito,
¡tánta vida y jamás! ¡Y tántos años,
y siempre, mucho siempre, siempre, siempre!
I
Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al que bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre, me detengo,
detienen mi tamaño esas famosas caídas de arquitecto
con las que se honra el animal que me honra;
refluyen mis instintos a sus sogas,
humea ante mi tumba la alegría
y, otra vez, sin saber qué hacer, sin nada, déjame,
desde mi piedra en blanco, déjame,
solo,
cuadrumano, más acá, mucho más lejos,
al no caber entre mis manos tu largo rato extático,
quiebro con tu rapidez de doble filo
mi pequeñez en traje de grandeza!

Un día diurno, claro, atento, fértil
¡oh bienio, el de los lóbregos semestres suplicantes,
por el que iba la pólvora mordiéndose los codos!
¡oh dura pena y más duros pedernales!
!oh frenos los tascados por el pueblo!
Un día prendió el pueblo su fósforo cautivo,
oró de cólera
y soberanamente pleno, circular,
cerró su natalicio con manos electivas;
arrastraban candado ya los déspotas
y en el candado, sus bacterias muertas...

¿Batallas? ¡No! Pasiones. Y pasiones precedidas
de dolores con rejas de esperanzas,
de dolores de pueblos con esperanzas de hombres!
¡Muerte y pasión de paz, las populares!
¡Muerte y pasión guerreras entre olivos,
entendámonos!
Tal en tu aliento cambian de agujas atmosféricas los vientos
y de llave las tumbas en tu pecho,
tu frontal elevándose a primera potencia de martirio.

El mundo exclama: «¡Cosas de españoles!» Y es verdad.
Consideremos,
durante una balanza, a quemarropa,
a Calderón, dormido sobre la cola de un anfibio muerto
o a Cervantes, diciendo: «Mi reino es de este mundo, pero
también del otro»: ¡***** y filo en dos papeles!
Contemplemos a Goya, de hinojos y rezando ante un espejo,
a Coll, el paladín en cuyo asalto cartesiano
tuvo un sudor de nube el paso llano
o a Quevedo, ese abuelo instantáneo de los dinamiteros
o a Cajal, devorado por su pequeño infinito, o todavía
a Teresa, mujer que muere porque no muere
o a Lina Odena, en pugna en más de un punto con Teresa...
(Todo acto o voz genial viene del pueblo
y va hacia él, de frente o transmitidos
por incesantes briznas, por el humo rosado
de amargas contraseñas sin fortuna)
Así tu criatura, miliciano, así tu exangüe criatura,
agitada por una piedra inmóvil,
se sacrifica, apártase,
decae para arriba y por su llama incombustible sube,
sube hasta los débiles,
distribuyendo españas a los toros,
toros a las palomas...

Proletario que mueres de universo, ¡en qué frenética armonía
acabará tu grandeza, tu miseria, tu vorágine impelente,
tu violencia metódica, tu caos teórico y práctico,
tu gana
dantesca, españolísima, de amar, aunque sea a traición,
a tu enemigo!
¡Liberador ceñido de grilletes,
sin cuyo esfuerzo hasta hoy continuaría sin asas la extensión,
vagarían acéfalos los clavos,
antiguo, lento, colorado, el día,
nuestros amados cascos, insepultos!
¡Campesino caído con tu verde follaje por el hombre,
con la inflexión social de tu meñique,
con tu buey que se queda, con tu física,
también con tu palabra atada a un palo
y tu cielo arrendado
y con la arcilla inserta en tu cansancio
y la que estaba en tu uña, caminando!
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!

¡Se amarán todos los hombres
y comerán tomados de las puntas de vuestros pañuelos tristes
y beberán en nombre
de vuestras gargantas infaustas!
Descansarán andando al pie de esta carrera,
sollozarán pensando en vuestras órbitas, venturosos
serán y al son
de vuestro atroz retorno, florecido, innato,
ajustarán mañana sus quehaceres, sus figuras soñadas y cantadas!
¡Unos mismos zapatos irán bien al que asciende

sin vías a su cuerpo
y al que baja hasta la forma de su alma!
¡Entrelazándose hablarán los mudos, los tullidos andarán!
¡Verán, ya de regreso, los ciegos
y palpitando escucharán los sordos!
¡Sabrán los ignorantes, ignorarán los sabios!
¡Serán dados los besos que no pudisteis dar!
¡Sólo la muerte morirá! ¡La hormiga
traerá pedacitos de pan al elefante encadenado
a su brutal delicadeza; volverán
los niños abortados a nacer perfectos, espaciales
y trabajarán todos los hombres,
engendrarán todos los hombres,
comprenderán todos los hombres!

¡Obrero, salvador, redentor nuestro,
perdónanos, hermano, nuestras deudas!
Como dice un tambor al redoblar, en sus adagios:
qué jamás tan efímero, tu espalda!
qué siempre tan cambiante, tu perfil!

¡Voluntario italiano, entre cuyos animales de batalla
un león abisinio va cojeando!
¡Voluntario soviético, marchando a la cabeza de tu pecho universal!
¡Voluntarios del sur, del norte, del oriente
y tú, el occidental, cerrando el canto fúnebre del alba!
¡Soldado conocido, cuyo nombre
desfila en el sonido de un abrazo!
¡Combatiente que la tierra criara, armándote
de polvo,
calzándote de imanes positivos,
vigentes tus creencias personales,
distinto de carácter, íntima tu férula,
el cutis inmediato,
andándote tu idioma por los hombros
y el alma coronada de guijarros!

¡Voluntario fajado de tu zona fría,
templada o tórrida,
héroes a la redonda,
víctima en columna de vencedores:
en España, en Madrid, están llamando
a matar, voluntarios de la vida!

¡Porque en España matan, otros matan
al niño, a su juguete que se para,
a la madre Rosenda esplendorosa,
al viejo Adán que hablaba en alta voz con su caballo
y al perro que dormía en la escalera.
Matan al libro, tiran a sus verbos auxiliares,
a su indefensa página primera!
Matan el caso exacto de la estatua,
al sabio, a su bastón, a su colega,
al barbero de al lado -me cortó posiblemente,
pero buen hombre y, luego, infortunado;
al mendigo que ayer cantaba enfrente,
a la enfermera que hoy pasó llorando,
al sacerdote a cuestas con la altura tenaz de sus rodillas...

¡Voluntarios,
por la vida, por los buenos, matad
a la muerte, matad a los malos!
¡Hacedlo por la libertad de todos,
del explotado, del explotador,
por la paz indolora -la sospecho
cuando duermo al pie de mi frente
y más cuando circulo dando voces-
y hacedlo, voy diciendo,
por el analfabeto a quien escribo,
por el genio descalzo y su cordero,
por los camaradas caídos,
sus cenizas abrazadas al cadáver de un camino!

Para que vosotros,
voluntarios de España y del mundo, vinierais,
soñé que era yo bueno, y era para ver
vuestra sangre, voluntarios...
De esto hace mucho pecho, muchas ansias,
muchos camellos en edad de orar.
Marcha hoy de vuestra parte el bien ardiendo,
os siguen con cariño los reptiles de pestaña inmanente
y, a dos pasos, a uno,
la dirección del agua que corre a ver su límite antes que arda.
Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.   Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.   Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.   Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.   La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.   El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.   Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.   Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.   Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.   Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.-Hijos, ¿qué hacéis? -les pregunta.Ellos se miran y callan.-Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.   Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.-Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.   Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.   Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;-Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.   Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.   Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.   Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.   A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.   Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
y, camino del hayedo,
se vio un reguero de sangre.Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.Un buhonero, que cruzaba
aquellas tierras errante,
fue en Dauria acusado, preso
y muerto en garrote infame.   Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.   Los hijos de Alvargonzález
ya tienen majada y huerta,
campos de trigo y centeno
y prados de fina hierba;
en el olmo viejo, hendido
por el rayo, la colmena,
dos yuntas para el arado,
un mastín y mil ovejas.
    Ya están las zarzas floridas
y los ciruelos blanquean;
ya las abejas doradas
liban para sus colmenas,
y en los nidos, que coronan
las torres de las iglesias,
asoman los garabatos
ganchudos de las cigüeñas.Ya los olmos del camino
y chopos de las riberas
de los arroyos, que buscan
al padre Duero, verdean.El cielo está azul, los montes
sin nieve son de violeta.La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza;
muerto está quien la ha labrado,
mas no le cubre la tierra.   La hermosa tierra de España
adusta, fina y guerrera
Castilla, de largos ríos,
tiene un puñado de sierras
entre Soria y Burgos como
reductos de fortaleza,
como yelmos crestonados,
y Urbión es una cimera.   Los hijos de Alvargonzález,
por una empinada senda,
para tomar el camino
de Salduero a Covaleda,
cabalgan en pardas mulas,
bajo el pinar de Vinuesa.Van en busca de ganado
con que volver a su aldea,
y por tierra de pinares
larga jornada comienzan.Van Duero arriba, dejando
atrás los arcos de piedra
del puente y el caserío
de la ociosa y opulenta
villa de indianos. El río
al fondo del valle, suena,
y de las cabalgaduras
los cascos baten las piedras.A la otra orilla del Duero
canta una voz lastimera:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra.»   Llegados son a un paraje
en donde el pinar se espesa,
y el mayor, que abre la marcha,
su parda mula espolea,
diciendo: -Démonos prisa;
porque son más de dos leguas
de pinar y hay que apurarlas
antes que la noche venga.Dos hijos del campo, hechos
a quebradas y asperezas,
porque recuerdan un día
la tarde en el monte tiemblan.Allá en lo espeso del bosque
otra vez la copla suena:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».   Desde Salduero el camino
va al hilo de la ribera;
a ambas márgenes del río
el pinar crece y se eleva,
y las rocas se aborrascan,
al par que el valle se estrecha.Los fuertes pinos del bosque
con sus copas gigantescas
y sus desnudas raíces
amarradas a las piedras;
los de troncos plateados
cuyas frondas azulean,
pinos jóvenes; los viejos,
cubiertos de blanca lepra,
musgos y líquenes canos
que el grueso tronco rodean,
colman el valle y se pierden
rebasando ambas laderasJuan, el mayor, dice: -Hermano,
si Blas Antonio apacienta
cerca de Urbión su vacada,
largo camino nos queda.-Cuando hacia Urbión alarguemos
se puede acortar de vuelta,
tomando por el atajo,
hacia la Laguna Negra
y bajando por el puerto
de Santa Inés a Vinuesa.-Mala tierra y peor camino.
Te juro que no quisiera
verlos otra vez. Cerremos
los tratos en Covaleda;
hagamos noche y, al alba,
volvámonos a la aldea
por este valle, que, a veces,
quien piensa atajar rodea.Cerca del río cabalgan
los hermanos, y contemplan
cómo el bosque centenario,
al par que avanzan, aumenta,
y la roqueda del monte
el horizonte les cierra.El agua, que va saltando,
parece que canta o cuenta:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».
    Aunque la codicia tiene
redil que encierre la oveja,
trojes que guarden el trigo,
bolsas para la moneda,
y garras, no tiene manos
que sepan labrar la tierra.Así, a un año de abundancia
siguió un año de pobreza.   En los sembrados crecieron
las amapolas sangrientas;
pudrió el tizón las espigas
de trigales y de avenas;
hielos tardíos mataron
en flor la fruta en la huerta,
y una mala hechicería
hizo enfermar las ovejas.A los dos Alvargonzález
maldijo Dios en sus tierras,
y al año pobre siguieron
largos años de miseria.   Es una noche de invierno.
Cae la nieve en remolinos.
Los Alvargonzález velan
un fuego casi extinguido.El pensamiento amarrado
tienen a un recuerdo mismo,
y en las ascuas mortecinas
del hogar los ojos fijos.No tienen leña ni sueño.Larga es la noche y el frío
arrecia. Un candil humea
en el muro ennegrecido.El aire agita la llama,
que pone un  fulgor rojizo
sobre las dos pensativas 
testas de los asesinos.El mayor de Alvargonzález,
lanzando un ronco suspiro,
rompe el silencio, exclamando:-Hermano, ¡qué mal hicimos!El viento la puerta bate
hace temblar el postigo,
y suena en la chimenea
con hueco y largo bramido.Después, el silencio vuelve,
y a intervalos el pabilo
del candil chisporrotea
en el aire aterecido.El segundo dijo: -Hermano,
¡demos lo viejo al olvido!

  Es una noche de invierno.
Azota el viento las ramas
de los álamos. La nieve
ha puesto la tierra blanca.Bajo la nevada, un hombre
por el camino cabalga;
va cubierto hasta los ojos,
embozado en negra capa.Entrado en la aldea, busca
de Alvargonzález la casa,
y ante su puerta llegado,
sin echar pie a tierra, llama.   Los dos hermanos oyeron
una aldabada a la puerta,
y de una cabalgadura
los cascos sobre las piedras.Ambos los ojos alzaron
llenos de espanto y sorpresa.-¿Quién es?  Responda -gritaron.-Miguel -respondieron fuera.Era la voz del viajero
que partió a lejanas tierras.   Abierto el portón, entróse
a caballo el caballero
y echó pie a tierra. Venía
todo de nieve cubierto.En brazos de sus hermanos
lloró algún rato en silencio.Después dio el caballo al uno,
al otro, capa y sombrero,
y en la estancia campesina
buscó el arrimo del fuego.   El menor de los hermanos,
que niño y aventurero
fue más allá de los mares
y hoy torna indiano opulento,
vestía con ***** traje
de peludo terciopelo,
ajustado a la cintura
por ancho cinto de cuero.Gruesa cadena formaba
un bucle de oro en su pecho.Era un hombre alto y robusto,
con ojos grandes y negros
llenos de melancolía;
la tez de color moreno,
y sobre la frente comba
enmarañados cabellos;
el hijo que saca porte
señor de padre labriego,
a quien fortuna le debe
amor, poder y dinero.
De los tres Alvargonzález
era Miguel el más bello;
porque al mayor afeaba
el muy poblado entrecejo
bajo la frente mezquina,
y al segundo, los inquietos
ojos que mirar no saben
de frente, torvos y fieros.   Los tres hermanos contemplan
el triste hogar en silencio;
y con la noche cerrada
arrecia el frío y el viento.-Hermanos, ¿no tenéis leña?-dice Miguel.             -No tenemos
-responde el mayor.               Un hombre,
milagrosamente, ha abierto
la gruesa puerta cerrada
con doble barra de hierro.

El hombre que ha entrado tiene
el rostro del padre muerto.Un halo de luz dorada
orla sus blancos cabellos.
Lleva un haz de leña al hombro
y empuña un hacha de hierro.   De aquellos campos malditos,
Miguel a sus dos hermanos
compró una parte, que mucho
caudal de América trajo,
y aun en tierra mala, el oro
luce mejor que enterrado,
y más en mano de pobres
que oculto en orza de barro.   Diose a trabajar la tierra
con fe y tesón el indiano,
y a laborar los mayores
sus pegujales tornaron.   Ya con macizas espigas,
preñadas de rubios granos,
a los campos de Miguel
tornó el fecundo verano;
y ya de aldea en aldea
se cuenta como un milagro,
que los asesinos tienen
la maldición en sus campos.   Ya el pueblo canta una copla
que narra el crimen pasado:«A la orilla de la fuente
lo asesinaron.¡qué mala muerte le dieron
los hijos malos!En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado».   Miguel, con sus dos lebreles
y armado de su escopeta,
hacia el azul de los montes,
en una tarde serena,
caminaba entre los verdes
chopos de la carretera,
y oyó una voz que cantaba:«No tiene tumba en la tierra.
Entre los pinos del valle
del Revinuesa,
al padre muerto llevaron
hasta la Laguna Negra».
    La casa de Alvargonzález
era una casona vieja,
con cuatro estrechas ventanas,
separada de la aldea
cien pasos y entre dos olmos
que, gigantes centinelas,
sombra le dan en verano,
y en el otoño hojas secas.   Es casa de labradores,
gente aunque rica plebeya,
donde el hogar humeante
con sus escaños de piedra
se ve sin entrar, si tiene
abierta al campo la puerta.   Al arrimo del rescoldo
del hogar borbollonean
dos pucherillos de barro,
que a dos familias sustentan.   A diestra mano, la cuadra
y el corral; a la siniestra,
huerto y abejar, y, al fondo,
una gastada escalera,
que va a las habitaciones
partidas en dos viviendas.   Los Alvargonzález moran
con sus mujeres en ellas.
A ambas parejas que hubieron,
sin que lograrse pudieran,
dos hijos, sobrado espacio
les da la casa paterna.   En una estancia que tiene
luz al huerto, hay una mesa
con gruesa tabla de roble,
dos sillones de vaqueta,
colgado en el muro, un *****
ábaco de enormes cuentas,
y unas espuelas mohosas
sobre un arcón de madera.   Era una estancia olvidada
donde hoy Miguel se aposenta.
Y era allí donde los padres
veían en primavera
el huerto en flor, y en el cielo
de mayo, azul, la cigüeña
-cuando las rosas se abren
y los zarzales blanquean-
que enseñaba a sus hijuelos
a usar de las alas lentas.   Y en las noches del verano,
cuando la calor desvela,
desde la ventana al dulce
ruiseñor cantar oyeran.   Fue allí donde Alvargonzález,
del orgullo de su huerta
y del amor a los suyos,
sacó sueños de grandeza.   Cuando en brazos de la madre
vio la figura risueña
del primer hijo, bruñida
de rubio sol la cabeza,
del niño que levantaba
las codiciosas, pequeñas
manos a las rojas guindas
y a las moradas ciruelas,
o aquella tarde de otoño,
dorada, plácida y buena,
él pensó que ser podría
feliz el hombre en la tierra.   Hoy canta el pueblo una copla
que va de aldea en aldea:«¡Oh casa de Alvargonzález,
qué malos días te esperan;
casa de los asesinos,
que nadie llame a tu puerta!»   Es una tarde de otoño.
En la alameda dorada
no quedan ya ruiseñores;
enmudeció la cigarra.   Las últimas golondrinas,
que no emprendieron la marcha,
morirán, y las cigüeñas
de sus nidos de retamas,
en torres y campanarios,
huyeron.           Sobre la casa
de Alvargonzález, los olmos
sus hojas que el viento arranca
van dejando. Todavía
las tres redondas acacias,
en el atrio de la iglesia,
conservan verdes sus ramas,
y las castañas de Indias
a intervalos se desgajan
cubiertas de sus erizos;
tiene el rosal rosas grana
otra vez, y en las praderas
brilla la alegre otoñada.   En laderas y en alcores,
en ribazos y en cañadas,
el verde nuevo y la hierba,
aún del estío quemada,
alternan; los serrijones
pelados, las lomas calvas,
se coronan de plomizas
nubes apelotonadas;
y bajo el pinar gigante,
entre las marchitas zarzas
y amarillentos helechos,
corren las crecidas aguas
a engrosar el padre río
por canchales y barrancas.   Abunda en la tierra un gris
de plomo y azul de plata,
con manchas de roja herrumbre,
todo envuelto en luz violada.   ¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma!   Páramo que cruza el lobo
aullando a la luna clara
de bosque a bosque, baldíos
llenos de peñas rodadas,
donde roída de buitres
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,¡oh pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
    Una mañana de otoño,
cuando la tierra se labra,
Juan y el indiano aparejan
las dos yuntas de la casa.
Martín se quedó en el huerto
arrancando hierbas malas.   Una mañana de otoño,
cuando los campos se aran,
sobre un otero, que tiene
el cielo de la mañana
por fondo, la parda yunta
de Juan lentamente avanza.   Cardos, lampazos y abrojos,
avena loca y cizaña,
llenan la tierra maldita,
tenaz a pico y a escarda.   Del corvo arado de roble
la hundida reja trabaja
con vano esfuerzo; parece,
que al par que hiende la entraña
del campo y hace camino
se cierra otra vez la zanja.   «Cuando el asesino labre
será su labor pesada;
antes que un surco en la tierra,
tendrá una arruga en su cara».   Martín, que estaba en la huerta
cavando, sobre su azada
quedó apoyado un momento;
frío sudor le bañaba
el rostro.           Por el Oriente,
la luna llena, manchada
de un arrebol purpurino,
lucía tras de la tapia
del huerto.           Martín tenía
la sangre de horror helada.
La azada que hundió en la tierra
teñida de sangre estaba.   En la tierra en que ha nacido
supo afincar el indiano;
por mujer a una doncella
rica y hermosa ha tomado.   La hacienda de Alvargonzález
ya es suya, que sus hermanos
todo le vendieron: casa,
huerto, colmenar y campo.   Juan y Martín, los mayores
de Alvargonzález, un
Ottis Blades Feb 2010
Esta boca es mía
nací con ella, me crié con ella
aprendí a hablar y a conjugar adjetivos
palabras, sujetos y predicados
escupiendo cosas que nunca debí decir
masticando en ella la vida como menta
saboreando cada momento, cada prosa
con mi boca la que no procesa
lo que de la mente llega
mas aun sale al desnudo
como un bebe al recién nacer.
De mi boca
la que muerde siente y se arrepiente
la que delira a cada rato
la que conoce un vocabulario sin sentido
rima frases sin diccionario
porque si no existen se las inventa
hasta que lleguen a existir
casi así como el Latín
un idioma al extinguir
una lengua sin domesticar
diciendo cosas sin sugerir
sin ninguna delicadeza
que interrumpe sin excusar
sea mentira o sea ******
es una boca sin conciencia
que deja de ser boca
en el momento que empieza hablar.

[Mi boca tiene sed, un receso.]

[Ahem]

[Como decía...]

Talvez tengo una fijación oral
sea por angustia o ansiedad
mi boca no conoce nicotina
ni mariscos ni invertebrados
que se sacuden en el piso
pero si una buena botella de vino
y un trago de whisky,
mejor ni hablar...

Sabes que mi boca se fue de gira
y de paso conoció a otras
enternecidas, endurecidas por los años
secuestradas por amores baratos
sin ningún tipo de amnistía
mas para mi boca fue un contrabando
ladrona de besos prestados
que suben de precio en el mercado
en los burdeles de los gitanos
y de mis fantasías cuando ya no estas.

Y es así que me quede sin boca
cuando paso hacer tuya
porque no hay boca con mas levadura
no hay boca con mas fortuna
tan pesimista y tan conformista
y al final de cuenta tan habladora
que se resbala en mi camisa
bajando de botón a botón
subiendo denuevo
se esconde y la encuentro
visitando a la mía,
la mía misma
que después de tantos años
dejo de ser boca
porque ya no se conforma
ni se entiende ni se toca
si no te besa a ti.
Quizá nunca supe mucho al respecto.
Sólo sabía sentir, y era el sentir más genuino y puro que yo hubiera conocido. No sabía nada, tan solo un instinto que me llamaba a adentrarme en aquel desconocido mundo lleno de aquellas inefables sensaciones que no comprendo del todo.
Una locura, fue. Lo sé, y quizá lo supe siempre, pero ya no vale decir más. Loco fue ese sentimiento, que me hacía pensar noche y día en ti. Ese sentimiento que hizo que quisiera defenderte a toda costa de cualquier daño que pudiera hacerte el mundo en tu existencia, a pesar de ser siempre yo quien necesitara una mano para salir de un hoyo interminable que me arrastraba de vez en cuando. Un sentir, que se sentía rapidísimo cuando estabas cerca, y lento e interminable cuando estabas ausente. El tiempo se detenía entre abrazos y canciones, pero eso, eso era solo en mi mente. Me perdía en el sonido de tus palabras para no saber de mí jamás... Pobre ingenuidad... Tenías otros planes...

Te fuiste, aparentándo que nada jamás te importó. Mandándome a mí o a mi madre a lugares a los que no se mandan ni a los enemigos, y te alejaste a tope. Todo por una palabra. Una simple palabra.
Me dijiste tantas cosas sin un solo insulto, que terminé por casi volver a hacer la misma estupidez de antaño, cuando la gente ya no quiere nada que ver con su existencia.

Y día a día, indirectamente, me hacías sentir culpable. ¿Sabes qué hizo esta idiota? Alegrarse cuando te veía sonreir, sonreir de verdad. Quizá era el único consuelo, para el unico sentimiento perdido que había sido verdaderamente real en una corta y monótona existencia.
Un día de esos en los que realmente no soy yo, te tuve frente a frente, pero las palabras no salieron. Hice lo que pude para no llorar, ni correr hacia ti, porque no sabía qué mas hacer. Lo único que sabía era que eso no iba a pasar. Que ya nada iba a pasar.

Luego sucedió. Me sacaste de quicio. Esa llamada. Esa persona desconocida, esas palabras, y tu risita en el fondo. ¿Qué tan mal tengo que estar para alimentar esa macabra sonrisa tuya? A veces me pregunto si era en serio aquella vez que me dijiste que eras un demonio. Conociste mi enfado ese día, pero de lejitos. No iba a hacerte daño, no soy como tú.

Y al final, te apareces, diciendo estar preocupado, con un montón de cosas que reiteradamente me dijiste que olvidara. Buscándome por todos lados. Te pregunté ¿Por qué lo hiciste?

Obtuve tu silencio.

Hoy hay otro sentimiento, el mismo que cuando te alejaste. Pero este si lo puedo expresar...

Siento un vacío profundo
Un vacío infinito.
No se llena de nada
esta cada vez mas vacío
como un hada
sin alas
sin mundo
al mar de lo desconocido
Se adentra,
lo que venga
Estoy lista
Dejé atrás todo sentir
Porque tengo miedo
a sentir lo mismo.
Cuando me confiscaron la palabra
y me quitaron hasta el horizonte
cuando salí silvando despacito
y hasta hice bromas con el funcionario
de emigración o desintegración
y hubo el adiós de siempre con la mano
a la familia firme en la baranda
a los amigos que sobrevivían
y un motor el derecho tosió fuerte
y movió la azafata sus pestañas
como diciendo a vos yo te conozco
yo tenía estudiada una teoría
del exilio mis pozos del exilio
pero el cursillo no sirvió de nada

cómo saber que las ciudades reservaban
una cuota de su amor más austero
para los que llegábamos
con el odio pisándonos la huella
cómo saber que nos harían sitio
entre sus escaseces más henchidas
y sin averiguarnos los fervores
ni mucho menos el grupo sanguíneo
abrirían de par en par sus gozos
y también sus catástrofes
para que nos sintiéramos
igualito que en casa

cómo saber que yo mismo iba a hallar
sábanas limpias desayunos abrazos
en pueyrredón y french
en canning y las heras
y en lince
y en barranco
y en arequipa al tres mil seiscientos
y en el vedado
y dondequiera

siempre hay calles que olvidan sus balazos
sus silencios de pizarra lunar
y eligen festejarnos recibirnos llorarnos
con sus tiernas ventanas que lo comprenden todo
e inesperados pájaros entre flores y hollines
también plazas con pinos discretísimos
que preguntan señor cómo quedaron
sus acacias sus álamos
y los ojos se nos llenan de láminas
en rigor nuestros árboles están sufriendo como
por otra parte sufren los caballos la gente
los gorriones los paraguas las nubes
en un país que ya no tiene simulacros

es increíble pero no estoy solo
a menudo me trenzo con manos o con voces
o encuentro una muchacha para ir lluvia adentro
y alfabetizarme en su áspera hermosura
quién no sabe a esta altura que el dolor
es también un ilustre apellido

con éste o con aquélla nos miramos de lejos
y nos reconocemos por el rictus paterno
o la herida materna en el espejo
el llanto o la risa como nombres de guerra
ya que el llanto o la risa legales y cabales
son apenas blasones coberturas

estamos desarmados como sueño en andrajos
pero los anfitriones nos rearman de apuro
nos quieren como aliados y no como reliquias
aunque a veces nos pidan la derrota en hilachas
para no repetirla

inermes como sueños así vamos
pero los anfitriones nos formulan preguntas
que incluyen su semilla de respuesta
y ponen sus palomas mensajeras y lemas
a nuestra tímida disposición
y claro sudamos los mismos pánicos
temblamos las mismas preocupaciones

a medida que entramos en el miedo
vamos perdiendo nuestra extranjería
ei enemigo es una niebla espesa
es el común denominador o
denominador plenipotenciario

es bueno reanudar el enemigo
de lo contrario puede acontecer
que uno se ablande al verlo tan odioso
el enemigo es siempre el mismo cráte
todavía no hay volcanes apagados

cuando nos escondemos a regar
la maceta con tréboles venéreos
aceitamos bisagras filosóficas
le ponemos candado a los ex domicilios
y juntamos las viudas militancias
y desobedecemos a los meteorólogos
soñamos con axilas y grupas y caricias
despertamos oliendo a naftalina
todos los campanarios nos conmueven
aunque tan solo duren en la tarde plomiza
y estemos abollados de trabajo

el recuerdo del mar cuando no hay mar
nos desventura la insolencia y la sangre
y cuando hay mar de un verde despiadado
la ola rompe en múltiples agüeros

uno de los problemas de esta vida accesoria
es que en cada noticia emigramos
siempre los pies alados livianísirnos
del que espera la señal de largada
y claro a medida que la señal no llega
nos aplacamos y nos convertimos
en herines apiñados y reumáticos

y bien esa maciza ingravidez
alza sus espirales de huelo en el lenguaje
hablamos ele botijas o gurises
y nos traducen pibe riñe guagua
suena ta o taluego
y es como si cantáramos desvergonzadamente
do jamás se pone el sol se pone el sol

y nos aceptan siempre
nos inventan a veces
nos lustran la morriña majadera
con la nostalgia que hubieran tenido
o que tuvieron o que van a tener
pero además nos muestran ayeres y anteayeres
la película entera a fin de que aprendamos
que la tragedia es ave migratoria
que los pueblos irán a contramuerte
y el destino se labra con las uñas

habrá que agradecerlo de por vida
acaso más que el pan y la cama y el techo
y los poros alertas del amo
r habrá que recordar con un exvoto
esa pedagogía solidaria y tangible

por lo pronto se sienten orgullosos
de entender que no vamos a quedarnos
porque claro hay un cielo
que nos gusta tener sobre la crisma
así uno va fundando las patrias interinas
segundas patrias siempre fueron buenas
cuando no nos padecen y no nos compadecen
simplemente nos hacen un lugar junto al fuego
y nos ayudan a mirar las llamas
porque saben que en ellas vemos nombres y bocas

es dulce y prodigiosa esta patria interina
con manos tibias que reciben dando
se aprende todo menos las ausencias
hay certidumbres y caminos rotos
besos rendidos y provisionales
brumas con barcos que parecen barcos
y lunas que reciben nuestra noche
con tangos marineras sones rumbas
y lo importante es que nos acompañan
con su futuro a cuestas y sus huesos

esta patria interina es dulce y honda
tiene la gracia de rememorarnos
de alcanzarnos noticias y dolores
como si recogiera cachorros de añoranza
y los diera a la suerte de los niños

de a poco percibimos los signos del paisaje
y nos vamos midiendo primero con sus nubes
y luego con sus rabias y sus glorias
primero con sus nubes
que unas veces son fibras filamentos
y otras veces tan redondas y plenas
como tetas de madre treinteañera
y luego con sus rabias y sus glorias
que nunca son ambiguas

acostumbrándonos a sus costumbres
llegamos a sentir sus ráfagas de historia
y aunque siempre habrá un nudo inaccesible
un útero de glorias que es propiedad privada
igual nuestra confianza izará sus pendones
y creeremos que un día que también que ojalá

aquí no me segrego
tampoco me segregan
hago de centinela de sus sueños
podemos ir a escote en el error
o nutrirnos de otras melancolías

algunos provenimos del durazno y la uva
otros vienen del mango y el mamey
y sin embargo vamos a encontrarnos
en la indócil naranja universal

el enemigo nos vigila acérrimo
él y sus corruptólogos husmean
nos aprenden milímetro a milímetro
estudian las estelas que deja el corazón
pero no pueden descifrar el rumbo
se les ve la soberbia desde lejos
sus llamas vuelven a lamer el cielo
chamuscando los talones de dios

su averno monopólico ha acabado
con el infierno artesanal de leviatán

es fuerte el enemigo y sin embargo
mientras la bomba eleva sus hipótesis
y todo se asimila al holocausto
una chiva tranquila una chiva de veras
prosigue masticando en el islote

ella solita derrotó al imperio
todos tendríamos que haber volado
a abrazar a esa hermana
ella sí demostró lo indemostrable
y fue excepción y regla todo junto
y gracias a esa chiva de los pueblos
ay nos quedamos sin apocalipsis

cuando sentimos el escalofrío
y los malos olores de la ruina
siempre es bueno saber que en algún meridiano
hay una chiva a lo mejor un puma
un ñandú una jutía una lombriz
un espermatozoide un feto una criatura
un hombre o dos un pueblo
una isla un archipiélago
un continente un mundo
tan firmes y tan dignos de seguir masticando
y destruir al destructor y acaso
desapocalipsarnos para siempre

es germinal y aguda esta patria interina
y nuestro desconsuelo integra su paisaje
pero también lo integra nuestro bálsamo

por supuesto sabemos desenrollar la risa
y madrugar y andar descalzos por la arena
narrar blancos prodigios a los niños
inventar minuciosos borradores de amor
y pasarlos en limpio en la alta noche
juntar pedazos de canciones viejas
decir cuentos de loros y gallegos
y de alemanes y de cocodrilos
y jugar al pingpong y a los actores
bailar el pericón y la milonga
traducir un bolero al alemán
y dos tangos a un vesre casi quechua
claro no somos una pompa fúnebre
usamos el derecho a la alegría

pero cómo ocultarnos los derrumbes
el canto se nos queda en estupor
hasta el amor es de pronto una culpa
nadie se ríe de los basiliscos
he visto a mis hermanos en mis patrias suplentes
postergar su alegría cuando muere la nuestra
y ese sí es un tributo inolvidable

por eso cuando vuelva
                                      y algún día será
a mis tierras mis gentes y mi cielo
ojaló que el ladrillo que a puro riesgo traje
para mostrar al mundo cómo era mi casa
dure como mis duras devociones
a mis patrias suplentes compañeras
viva como un pedazo de mi vida
quede como un ladrillo en otra casa.
Lino Althaner Dec 2011
Tu rostro lo apreciábamos cercano
y tu voz y el sonido de tus pasos.
Tus pasos que decían de inclemencias
tus labios de historias doradas.

Hoy día en apariencia tan lejana
te has vuelto realidad.
Y navegas el mar de nuestras venas
diciendo la verdad de tu distancia.

Era aquella tu sombra inestable.
Los vestidos de fiesta
las perlas el oro y los harapos
ya se duermen en la luz.
Al pie de un roble escarchado
donde Belardo el amante
desbarató un tosco nido
que habían tejido las aves,

de breves pasadas glorias,
de presentes largos males,
así se queja diciendo:
quien tal hace, que tal pague.

La bella Filis un día,
al tiempo que el sol esparce
sus rayos por todo el suelo,
dorando montes y valles,

sintiendo que el corazón
se le divide en dos partes,
así el [lo] mesmo decía:
quien tal hace, que tal pague.

Hice a los desdenes guerra,
guerra desdenes me hacen;
maté a Belardo con celos,
celos es bien que me maten.

No atendí siendo llamada,
agora no me oye nadie;
con justa causa padezco:
quien tal hace, que tal pague.

Desamé a Belardo un tiempo,
y el amor para vengarse,
quiere que le quiera agora,
y que él me olvide y desame.

Dejadme, pasiones frescas,
frescas pasiones, dejadme
vivir para que publique:
quien tal hace, que tal pague.

No le da pena el rigor
del frío tiempo que hace,
que el fuego de amor la ampara
que dentro en su pecho nace.

Dando de coraje voces,
que revienta de coraje,
dice por momentos Filis:
quien tal hace, que tal pague.

¿Do está, Belardo, la fe
que prometiste guardarme?
más yo la quebré primero,
tú puedes de mí quejarte.

Diste primero en quererme,
yo primero en olvidarte,
tú harta disculpa tienes:
quien tal hace, que tal pague.

Sacó del seno un papel
y con mil ansias le abre,
y antes de leerle todo
le arruga, rompe y deshace

diciendo: «Yo soy la causa,
no tengo de quién quejarme,
quien dio la causa revienta:
quien tal hace, que tal pague».
Josias Barrios Nov 2013
No se porque cuando dices ciertas cosas, salen de tu boca en un tono muy sensual que me excita, recordando el suave sonido de tu voz, diciendo esas palabras en mi oido. Sintiendo el calor de tu pecho reposado en el mio y el aroma de tu piel intoxicante me hace explotar en segundos.
Quisiera excitarte un porciento de lo que me haces sentir a mi, para que sepas la locura que me haces pasar cada momento que me imagino estar dentro de ti, desde la primera mirada de tus ojos, el primer beso de tus labios y hasta el ultimo gemido cuando te penetro. Esos son mis pensamientos cada noche antes de dormir y hacerlos realidad en mis sueños.
Una noche invernal, de las más bellas
Con que engalana enero sus rigores
Y en que asoman la luna y las estrellas
Calmando penas e inspirando amores;
Noche en que están galanes y doncellas
Olvidados de amargos sinsabores,
Al casto fuego de pasión secreta
Parodiando a Romeo y a Julieta.

En una de esas noches sosegadas,
En que ni el viento a susurrar se atreve,
Ni al cruzar por las tristes enramadas
Las mustias hojas de los fresnos mueve
En que se ven las cimas argentadas
Que natura vistió de eterna nieve,
Y en la distancia se dibujan vagos
Copiando el cielo azul los quietos lagos;

Llegó al pie de una angosta celosía,
Embozado y discreto un caballero,
Cuya mirada hipócrita escondía
Con la anchurosa falda del sombrero.
Señal de previsión o de hidalguía
Dejaba ver la ***** de su acero
Y en pie quedó junto a vetusta puerta,
Como quien va a una cita y está alerta.

En gran silencio la ciudad dormida,
Tan sólo turba su quietud serena,
Del Santo Oficio como voz temida
Débil campana que distante suena,
O de amor juvenil nota perdida
Alguna apasionada cantilena
O el rumor que entre pálidos reflejos
Suelen alzar las rondas a lo lejos.

De pronto, aquel galán desconocido
Levanta el rostro en actitud violenta
Y cual del alto cielo desprendido
Un ángel a su vista se presenta
-¡Oh Manrique! ¿Eres tú? ¡Tarde has venido!
-¿Tarde dices, Leonor? Las horas cuenta.
Y el tiempo que contesta a tal reproche
Daba el reloj las doce de la noche.

Y dijo la doncella: -«Debo hablarte
Con todo el corazón; yo necesito
La causa de mis celos explicarte.
Mi amor, lo sabes bien, es infinito,
Tal vez ni muerta dejaré de amarte
Pero este amor lo juzgan un delito
Porque no lo unirán sagrados lazos,
Puesto que vives en ajenos brazos.

»Mi padre, ayer, mirándome enfadada
-Me preguntó, con duda, si era cierto
Que me llegaste a hablar enamorado,
Y al ver mi confusión, él tan experto,
Sin preguntarme más, agregó airado:
Prefiero verlo por mi mano muerto
A dejar que con torpe alevosía
Mancille el limpio honor de la hija mía.

»Y alguien que estaba allí dijo imprudente:
¡Ah! yo a Manrique conocí en Sevilla,
Es guapo, decidor, inteligente,
Donde quiera que está resalta y brilla,
Mas conozco también a una inocente
Mujer de alta familia de Castilla,
En cuyo hogar, cual áspid, se introdujo
Y la mintió pasión y la sedujo.

Entonces yo celosa y consternada
Le pregunté con rabia y amargura,
Sintiendo en mi cerebro desbordada
La fiebre del dolor y la locura:
-¿Esa inocente víctima inmolada
Hoy llora en el olvido su ternura?
Y el delator me respondió con saña:
-¡No! La trajo Manrique a Nueva España.

»Si es la mujer por condición curiosa
Y en inquirir concentra sus anhelos,
es más cuando ofendida y rencorosa
siente en su pecho el dardo de los celos
Y yo, sin contenerme, loca, ansiosa,
Sin demandar alivios ni consuelos,
Le pregunté por víctima tan bella
Y en calma respondió: -Vive con ella.

»Después de tal respuesta que ha dejado
Dudando entre lo efímero y lo cierto
A un corazón que siempre te ha adorado
Y sólo para ti late despierto,
Tal como deja un filtro envenenado
Al que lo apura, sin color y yerto:
No te sorprenda que a tu cita acuda
Para que tú me aclares esta duda».

Pasó un gran rato de silencio y luego
Manrique dijo con la voz serena
-«Desde que yo te vi te adoro ciego
Por ti tengo de amor el alma llena;
No sé si esta pasión ni si este fuego
Me ennoblece, me salva o me condena,
Pero escucha, Leonor idolatrada,
A nadie temo ni me importa nada.

»Muy joven era yo y en cierto día
Libre de desengaños y dolores,
Llegué de capitán a Andalucía,
La tierra de la gracia y los amores.
Ni la maldad ni el mundo conocía,
Vagaba como tantos soñadores
Que en pos de algún amor dulce y profundo
Ven como eterno carnaval el mundo.

»Encontré a una mujer joven y pura,
Y no sé qué la dije de improviso,
La aseguré quererla con ternura
Y no puedo negártelo: me quiso.
Bien pronto, tomó creces la aventura;
Soñé tener con ella un paraíso
Porque ya en mis abuelos era fama:
Antes Dios, luego el Rey, después mi dama.

»Y la llevé conmigo; fue su anhelo
Seguirme y fue mi voluntad entera;
Surgió un rival y le maté en un duelo,
Y después de tal lance, aunque quisiera
Pintar no puedo el ansia y el desvelo
Que de aquella Sevilla, dentro y fuera,
Me dio el amor como tenaz castigo
Del rapto que me pesa y que maldigo.

»A noticias llegó del Soberano
Esta amorosa y juvenil hazaña
Y por salvarme me tendió su mano,
Y para hacerme diestro en la campaña
Me mandó con un jefe veterano
A esta bella región de Nueva España...
¿Abandonaba a la mujer aquella?
Soy hidalgo, Leonor, ¡vine con ella!

»Te conocí y te amé, nada te importe
La causa del amor que me devora;
La brújula, mi bien, siempre va al norte;
La alondra siempre cantará a la aurora.
¿No me amas ya? pues deja que soporte
A solas mi dolor hora tras hora;
No demando tu amor como un tesoro,
¡Bástame con saber que yo te adoro!

»No adoro a esa mujer; jamás acudo
A mentirle pasión, pero tú piensa
Que soy su amparo, su constante escudo,
De tanto sacrificio en recompensa.
Tú, azucena gentil, yo cardo rudo,
Si ofrecerte mi mano es una ofensa
Nada exijo de ti, nada reclamo,
Me puedes despreciar, pero te amo».

Después de tal relato, que en franqueza
Ninguno le excedió, calló el amante,
Inclinó tristemente la cabeza;
Cerró los ojos mudo y anhelante
Ira, celos, dolor, miedo y tristeza
Hiriendo a la doncella en tal instante
Parecían decirle con voz ruda:
La verdad es más negra que la duda.

Quiere alejarse y su medrosa planta
De aquel sitio querido no se mueve,
Quiere encontrar disculpa, mas le espanta
De su adorado la conducta aleve;
Quiere hablar y se anuda su garganta,
Y helada en interior como la nieve
Mira con rabia a quien rendida adora
Y calla, gime, se estremece y llora.

¡Es el humano corazón un cielo!
Cuando el sol de la dicha lo ilumina
Parece azul y vaporoso velo
Que en todo cuanto flota nos fascina:
Si lo ennegrece con su sombra el duelo,
Noche eterna el que sufre lo imagina,
Y si en nubes lo envuelve el desencanto
Ruge la tempestad y llueve el llanto.

¡Ah! cuán triste es mirar marchita y rota
La flor de la esperanza y la ventura,
Cuando sobre sus restos solo flota
El ***** manto de la noche obscura;
Cuando vierte en el alma gota a gota
Su ponzoñosa esencia la amargura
Y que ya para siempre en nuestra vida
La primera ilusión está perdida.

Leonor oyendo la ****** historia
Del hombre que encontrara en su camino,
Miró eclipsarse la brillante gloria
De su primer amor, casto y divino;
Su más dulce esperanza fue ilusoria,
Culpaba, no a Manrique, a su destino
Y al fin le dijo a su galán callado:
-«Bien; después de lo dicho, ¿qué has pensado?

»Tanta pasión por ti mi pecho encierra
Que el dolor que me causas lo bendigo;
Voy a vivir sin alma y no me aterra,
Pues mi culpa merece tal castigo.
Como a nadie amaré sobre la tierra
Llorando y de rodillas te lo digo,
Haz en mi nombre a esa mujer dichosa,
Porque yo quiero ser de Dios esposa.

Calló la dama y el galán, temblando,
Dijo con tenue y apagado acento:
-«Haré lo que me pidas; te estoy dando
Pruebas de mi lealtad, y ya presiento
Que lo mismo que yo te siga amando
Me amarás tú también en el Convento;
Y si es verdad, Leonor, que me has querido
Dame una última prueba que te pido.

»No tu limpia pureza escandalices
con este testimonio de ternura
No hay errores, ni culpas, ni deslice
Entre un hombre de honor y un alma pura;
Si vamos a ser ambos infelices
Y si eterna ha de ser nuestra amargura,
Que mi postrer adiós que tu alma invoca
Lo selles con un beso de mi boca».

Con rabia, ciega, airada y ofendida,
-«No me hables más,- repuso la doncella
Sólo pretendes verme envilecida
Y mancillarme tanto como a aquélla.
Te adoro con el alma y con la vida
Y maldigo este amor, pese a mi estrella,
Si hidalgo no eres ya ni caballero
Ni debo amarte, ni escucharte quiero».

Manrique, entonces la cabeza inclina,
Siente que se estremece aquel recinto,
Y sacando una daga florentina,
Que llevaba escondida bajo el cinto
Como un tributo a la beldad divina
Que amó con un amor jamás extinto,
Altivo, fiero y de dolor deshecho
Diciendo: -«Adiós, Leonor», la hundió en su pecho.

La dama, al contemplar el cuerpo inerte
En el dintel de su mansión caído,
Maldiciendo lo ***** de la suerte,
Pretende dar el beso apetecido.
Llora, solloza, grita ante la muerte
Del hombre por su pecho tan querido,
Y antes de que bajara hasta la puerta
La gente amedrentada se despierta.

Leonor, a todos sollozando invoca
Y les pide la lleven al convento
Junto a Manrique, en cuya helada boca
Un beso puede renovar su aliento.
Todos claman oyéndola: «¡Está loca!»
Y ella, fija en un solo pensamiento
Convulsa, inquieta, lívida y turbada
Cae, al ver a su padre, desmayada.

Y no cuentan las crónicas añejas
De aquesta triste y amorosa hazaña,
Si halló asilo Leonor tras de las rejas
De algún convento de la Nueva España.
Tan fútil como todas las consejas,
Si ésta que narro a mi le lector extraña,
Sepa que a la mansión de tal suceso,
Llama la gente: «El Callejón del Beso».
Venus Apr 2015
Recordaba la luz resplandeciente de sus ojos cada vez que me acostaba. Recordaba su mirada dulce, llena de vida y amor. Recordaba sus fuertes y suaves manos. Recordaba su forma tonta de caminar y como solía reírme. Recordaba cuando lo conocí por primera vez. Estaba tan segura de que no era como los demás. Recordaba su rareza. Recordaba que era lo más que me gustaba de él. Recordaba sus besos. Recordaba que calentaban los míos. Recordaba su abrazo y como lo extrañaba tanto. Luego recordé como sus mentiras me convirtieron en alguien que no era. Recordé como las drogas y el alcohol era mi única escapatoria de no pensar en el. Recordé que él era más intoxicante que la droga y el alcohol, porque de otra manera no entendía porque era en lo único que pensaba. Recordé como lloraba enfrente de mi madre porque el primer chico que le entregué mi corazón me decepcionó de una manera terrible. Recordé como lo defendía porque aún  pensaba que era el chico que me decía los buenos días. Recordé que me tomaba  pastillas para poder dormir. Recordé como mi llanto era lo único que se escuchaba en mi habitación. Recordé como me dolía el corazón y como el dolor no parecía acabarse. Recordé que cuando mencionaban su nombre no había otra cosa que me importase. Recordé que su nombre estaba constantemente en mi cabeza como una canción maldita. Recordé como arranque las páginas de mi poemario porque él no merecía mis sentimientos. Recordé como nunca había escrito sobre alguien. Recordé el miedo que me daba cada vez que alguien me decía que me tenían que decir algo. Recordé como les mentía a todos diciendo que estaba bien. Recordé como decía que estaba mejor cuando me hundía en mi propio mar de lágrimas. Recordé las veces que esperaba un simple mensaje o una palabra. Recordé que aún con todo el daño que causo aún lo esperaba con los brazos abiertos. Recordé que nunca lo tuve y que nunca lo perdí.
Emma Oct 2014
Te busco en las esquinas del pueblo
Te busco en los ojos de los caballeros  
Te busco como una niña perdida
busca a su madre
Con angustia, con miedo
Miedo a encontrarte entre otros brazos
Miedo de hallarte con otra boca
Pero aun asi tengo esperanzas
de encontrarte entero
porque de poder encontrar pedazos tuyos
eso si pude hacer
Encontre tus ojos mientras miraba el cielo estrellado
una noche oscura en el Beni
Halle tu sonrisa por ahi en el mar
azul de Brasil
Senti el rozo de tus dedos
Mientras el viento jugaba con mi pelo
en pleno Los Angeles
No te he perdido para siempre
Eso me sigo diciendo
Y sigo viajando porque
te sigo buscando con esperanzas
de poder juntar todos los pedazos tuyos
y que formen el rompe cabezas
mas bien rompe corazones y mentes y almas
y que finalmente te pueda nuevamente ver

Deje mi corazon en tus manos hace mucho tiempo
y al irme, me lo quise llevar
termino en dos pedazos
yo con una mitad y tu con la otra
espero que al igual que yo estes buscando la otra mitad
Me gusto mas cuando me veo con tus ojos.
A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.
No sé qué tiene el aldea
donde vivo y donde muero,
que con venir de mí mismo,
no puedo venir más lejos.
Ni estoy bien ni mal conmigo;
mas dice mi entendimiento
que un hombre que todo es alma
está cautivo en su cuerpo.
Entiendo lo que me basta,
y solamente no entiendo
cómo se sufre a sí mismo
un ignorante soberbio.
De cuantas cosas me cansan,
fácilmente me defiendo;
pero no puedo guardarme
de los peligros de un necio.
Él dirá que yo lo soy,
pero con falso argumento;
que humildad y necedad
no caben en un sujeto.
La diferencia conozco,
porque en él y en mí contemplo
su locura en su arrogancia,
mi humildad en mi desprecio.
O sabe naturaleza
más que supo en este tiempo,
o tantos que nacen sabios
es porque lo dicen ellos.
«Sólo sé que no sé nada»,
dijo un filósofo, haciendo
la cuenta con su humildad,
adonde lo más es menos.
No me precio de entendido,
de desdichado me precio;
que los que no son dichosos,
¿cómo pueden ser discretos?
No puede durar el mundo,
porque dicen, y lo creo,
que suena a vidrio quebrado
y que ha de romperse presto.
Señales son del juicio
ver que todos le perdemos,
unos por carta de más,
otros por carta de menos.
Dijeron que antiguamente
se fue la verdad al cielo;
tal la pusieron los hombres,
que desde entonces no ha vuelto.
En dos edades vivimos
los propios y los ajenos:
la de plata los estraños,
y la de cobre los nuestros.
¿A quién no dará cuidado,
si es español verdadero,
ver los hombres a lo antiguo
y el valor a lo moderno?
Todos andan bien vestidos,
y quéjanse de los precios,
de medio arriba romanos,
de medio abajo romeros.
Dijo Dios que comería
su pan el hombre primero
en el sudor de su cara
por quebrar su mandamiento;
y algunos, inobedientes
a la vergüenza y al miedo,
con las prendas de su honor
han trocado los efectos.
Virtud y filosofía
peregrinan como ciegos;
el uno se lleva al otro,
llorando van y pidiendo.
Dos polos tiene la tierra,
universal movimiento,
la mejor vida el favor,
la mejor sangre el dinero.
Oigo tañer las campanas,
y no me espanto, aunque puedo,
que en lugar de tantas cruces
haya tantos hombres muertos.
Mirando estoy los sepulcros,
cuyos mármoles eternos
están diciendo sin lengua
que no lo fueron sus dueños.
¡Oh, bien haya quien los hizo!
Porque solamente en ellos
de los poderosos grandes
se vengaron los pequeños.
Fea pintan a la envidia;
yo confieso que la tengo
de unos hombres que no saben
quién vive pared en medio.
Sin libros y sin papeles,
sin tratos, cuentas ni cuentos,
cuando quieren escribir,
piden prestado el tintero.
Sin ser pobres ni ser ricos,
tienen chimenea y huerto;
no los despiertan cuidados,
ni pretensiones ni pleitos;
ni murmuraron del grande,
ni ofendieron al pequeño;
nunca, como yo, firmaron
parabién, ni Pascua dieron.
Con esta envidia que digo,
y lo que paso en silencio,
a mis soledades voy,
de mis soledades vengo.
La tarde se escurecía
entre la una y las dos,
que viendo que el Sol se muere,
se vistió de luto el sol.

Tinieblas cubren los aires,
las piedras de dos en dos
se rompen unas con otras,
y el pecho del hombre no.

Los ángeles de paz lloran
con tan amargo dolor,
que los cielos y la tierra
conocen que muere Dios.

Cuando está Cristo en la cruz
diciendo al Padre, Señor,
¿por qué me bas desamparado?
¡ay Dios, qué tierna razón!,

¿qué sentiría su Madre,
cuando tal palabra oyó,
viendo que su Hijo dice
que Dios le desamparó?

No lloréis Virgen piadosa,
que aunque se va vuestro Amor,
antes que pasen tres días
volverá a verse con vos.

¿Pero cómo las entrañas,
que nueve meses vivió,
verán que corta la muerte
fruto de tal bendición?

«¡Ay Hijo!, la Virgen dice,
¿qué madre vio como yo
tantas espadas sangrientas
traspasar su corazón?

¿Dónde está vuestra hermosura?
¿quién los ojos eclipsó,
donde se miraba el Cielo
como de su mismo Autor?

Partamos, dulce Jesús,
el cáliz desta pasión,
que Vos le bebéis de sangre,
y yo de pena y dolor.

¿De qué me sirvió guardaros
de aquel Rey que os persiguió,
si al fin os quitan la vida
vuestros enemigos hoy?»

Esto diciendo la Virgen
Cristo el espíritu dio;
alma, si no eres de piedra
llora, pues la culpa soy.
Tú me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.

Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca... más veneno
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo;
Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso.
Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
llegó, por fin, a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la yerba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural que en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atolondrado
entrando a una ciudad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y se le mueve dentro y le deshace
a mordidas de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir cómo se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así me cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semilla de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.
Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.
La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.
¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
flor del alba!
Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.
Como te puedo olvidar
Si te tengo en mis pensamientos
Cada noche antes que cierro los ojos
Tus palabras en mis orejas
Como sí me estabas hablando
Por la primera vez

Como te puedo dejar
Si me robaste el corazón
Es como mi cuerpo me esta diciendo
Algo no es normal
Te falta algo muy especial
Todos caminan
yo también camino

es lunes y venimos con la saliva amarga
mejor dicho
son ellos los que vienen

a la sombra de no sé cuántos pisos
millones de mandíbulas
que mastican su goma
sin embargo son gente de este mundo
con todo un corazón bajo el chaleco

hace treinta y nueve años
yo no estaba
tan solo y tan rodeado
ni podía mirar a las queridas
de los innumerables ex-sargentos
de ex-sargentísimo Batista
que hoy sacan a mear
sus perros de abolengo
en las esquinas de la democracia
hace treinta y nueve años
allá abajo
más debajo de lo que hoy se conoce
como Fidel Castro o como Brasilia
abrí los ojos y cantaba un gallo
tiene que haber cantado
necesito
un gallo que le cante al Empire State Building
con toda su pasión
y la esperanza
de parecer iguales
o de serlo

todos caminan
yo también camino
a veces me detengo
ellos no
no podrían

respiro y me siento
respirar
eso es bueno
tengo sed y me cuesta
diez centavos de dólar
otro jugo de fruta
con gusto a Guatemala

este cumpleaños
no es
mi verdadero
porque este alrededor
no es
mi verdadero
los cumpliré más tarde
en febrero o en marzo
con los ojos que siempre me miraron
las palabras que siempre me dijeron
con un cielo de ayer sobre mis hombros
y el corazón deshilachado y terco
los cumpliré más tarde
o no los cumplo
pero éste no es mi verdadero

todos caminan
yo también camino
y cada dos zancadas poderosas
doy un modesto paso melancólico

entonces los becarios colombianos
y los taximetristas andaluces
y los napolitanos que venden pizza y cantan
y el mexicano que aprendió a mascar chicles
y el brasileño de insolente fotómetro
y la chilena con su amante ******
y los puertorriqueños que pasean
su belicosos miedo colectivo
miran y reconocen mi renguera
y ellos también se aflojan un momento
y dan un solo paso melancólico
como los autos de la misma marca
que se hacen una seña con las luces

nunca estuvo tan lejos
ese cielo
nunca estuvo tan lejos
y tan chico
un triángulo isósceles nublado
que ni siquiera es una nube entera

tengo unas ganas cursis
dolorosas
de ver algo de mar
de sentir como llueve en Andes y Colonia
de oír a mi mujer diciendo cualquier cosa
de escuchar las bocinas
y de putear con eco
de conseguir un tango
un pedazo de tango
tocado por cualquiera
que no sea Kostelanetz

pero también es bueno
sentir alguna vez un poco de ternura
hacia este chorro enorme
poderoso
indefenso
de humanidad dócilmente apurada
con la cruz del confort sobre su frente
un poco de imprevista ternura sin raíces
digamos por ejemplo hacia una madre equis
que ayer en el zoológico de Central Park
le decía a su niño con preciosa nostalgia
look Johnny this is a cow
porque claro
no hay vacas entre los rascacielos

y otro poco de fe
que es mi único folklore
para agitar como un pañuelo blanco
cuando pasen o simplemente canten
las tres clases de seres más vivos de este Norte
quiero decir los negros
las negras
los negritos

todos caminan
pero yo
me he sentado
un yanqui de doce años me lustra los zapatos
él no sabe que hoy es mi cumpleaños
ni siquiera que no es mi verdadero
por mi costado pasan todos ellos
aaso yo podría ser un dios provisorio
que contemplara inerme su rebaño
o podría ser un héroe más provisorio aún
y disfrutar mis trece minutos estatuarios

pero todo está claro
y es más dulce
más útil
sobre todo más dulce
reconocer que el tiempo está pasando
que está pasando el tiempo y hace ruido
y sentirse de una vez para siempre
olvidado y tranquilo
como un cero a la izquierda.
Itzel Hdz May 2017
Ø
Me cuesta entender, me duele aceptar
esta gran verdad, no soy mas que maldad
he tenido un concepto tan alto y falso de mi
erróneamente pensaba  en mi dualidad
pensaba que había una batalla constante
entre mi perversidad y mi bondad
pero ahora entiendo el gran contraste
no soy yo contra mi misma
ayer miré al espejo y lo entendí
ira, egoísmo, venganza, soberbia
esa soy yo, luchando contra la luz
luchando contra Ti
estoy renuente, me resisto a cambiar
estoy muy a gusto no lo quiero dejar
soy un desastre
¿Cómo me puedes amar?
estoy ennegrecida hasta las entrañas
es verdad lo que dices
que viniste por personas como yo
pero no lo entiendo, ¿por qué?
de verdad me doy asco
tanta gente diciendo que soy buena
no tienen idea, pero Tú si
sin embargo aquí estás, y no te rindes, nunca te rindes
ya no quiero ser yo, me cansa ser así
me molesta ser así, tan llena de basura
y me alimento de más basura a diario, alejándome de Ti
quisiera ser más como Tú
llena de amor, prudente, paciente, no ofenderme
hablar lo bueno, alejarme de lo malo,
no rendirme en lo que me toca hacer,
morir para que otros vivan, creer aunque no vea
la lucha continúa, por favor, no me dejes ganar,
toma Tú lugar
Natalia Rivera Sep 2014
No, no existe algo más hermoso que su tenue voz diciendo "buenas noches princesa, descansa" justo antes de cerrar tus ojos.
Relatos de una poeta pervertida.
Giselle Jimenez Oct 2016
Soy una hija
de un padre que me quiere controlar
y una mamá que intenta ser su mejor que puede

quiere que soy como ella
y que nadie más
me dice nada

quiero salir de esta protección
e ir a un lugar
diferente de todo que e visto en mi vida

e ido a muchos lugares
europa, canadá, latino américa
pero ningun lado tiene lo que yo quiero

me gustaria encontrar un lugar
que me deja leer que quiere
hablar como quiero
escuchar lo que quiero
comer lo que quiero

sin nadie diciendo me nada
y que me dejan en paz

pero después de un tiempo
me encogería triste
por querer estar querida

y como no estaba en la casa
por tanto tiempo
todos me abrazaron como
si nunca me fue le la casa
I will post this in English later
¿Quién en la miseria y el amor concilia?
Esto más que un problema es un misterio.
Para hablar de un asunto que es tan serio,
Hubo ayer un consejo de familia.

Hizo de presidente del concejo
Un hombrecito al que la edad agobia,
Y que además del chiste de ser viejo,
Es, nada menos, padre de mi novia.

A su lado, y en cómoda poltrona,
Con franco y natural desembarazo,
Estaba una señora setentona
Con un perro faldero en el regazo.

Y en derredor, con rostros muy severos,
Prontos a discutir y meter baza,
Estaban cual prudentes consejeros
Seis o siete visitas de la casa.

Y entre todos, causando maravilla,
De gracia y juventud, rico tesoro,
Como un ángel, sentada en una silla
Estaba la mujer a quien adoro.

-Con que, vamos a ver, dijo indiscreta
La madre, por anciana impertinente,
¿Es verdad que eres novia de un poeta
Que ya ciñe un laurel de su frente?

-Puesto que lo sabéis, dijo la niña,
No lo puedo negar: le quiero mucho.
-Mereces, dijo el padre, que te riña.
Y la anciana exclamó: -¡Cielos! ¡qué escucho!

¡Blasfemia intolerable que me irrita!
-¡Habráse visto niña descarada!
Dijo en tono burlón una visita
Pegándose en la frente una palmada.

-Los versos nada más son oropeles.
Dijo la anciana en tono reposado,
Y apuesto a que no sirven sus laureles
Ni para sazonar el estofado.

¡Un novio soñador y sin dinero!
Hija, esto sí que nadie lo perdona;
Ya que tiene corona y no sombrero,
Fuera mejor que usara su corona.

-Los hombres, dijo el padre, son perversos
Pero más los poetas de hoy en día.
Quizá te piense alimentar con versos,
Y eso vas a comer ¡pobre hija mía!

-O, quién sabe, agregó con triste acento
Una visita, al parecer piadosa,
Si se irán a poblar el firmamento
O a vivir en el cáliz de una rosa.

-Puede ser, interrumpe otra persona,
Que intenten levantar, llegado el caso,
A orillas de la fuente de Helicona,
Un palacio en las faldas del Parnaso.

El regalo de boda, amigo mío,
Tendrá joyas riquísimas y bellas:
Junto a un collar de perlas del rocío,
El manto azul del cielo y sus estrellas.

Envidia te tendrán los serafines,
Pues tendrás, deleitando tu hermosura,
Una alfombra de nardos y jazmines
Y un ruiseñor que cante en la espesura.

El marido feliz te dará un beso
Diciendo: ¡tengo un ángel por esposa!
¿Y a la hora de comer? ¡quién piensa en eso!
¡Para el poeta la comida es prosa!

Un coro de estridentes carcajadas
Satíricas, terribles, infernales,
Convirtió las mejillas en granadas
Al ángel de mis sueños celestiales.

-¿Conque piensas seguir esos amores,
Tú, la más infeliz de las mujeres,
Piensas con el aroma de las flores
Vivir entre la dicha y los placeres?

¿A qué alta sociedad, hija querida
Te llevará ese amor del cual abusas?
¡Ha de ser muy monótona la vida,
Sin tener más visitas que las musas!

Otra risa estalló ¡bendita risa!
Entonces ella abandonó su asiento,
Y con grave ademán y muy de prisa
Salió, sin vacilar, del aposento.

Llamáronla mil veces, pero ella,
Espléndida, graciosa, soberana,
Como asoma en los cielos una estrella
El rostro fue a asomar por la ventana.

-Ven, me dijo, mitad del alma mía.
Dicen que amarte es prueba de torpeza,
Que por pobre te olvide ¡qué ironía!
Que te deje por pobre ¡qué tristeza!

Como no te comprenden, ya por eso
Destruir mis amores se concilia.
Yo siempre seré tuya: dame un beso;
¡Se ha lucido el consejo de familia!
He empezado cien veces este poema cruel,
cien veces lo he dejado morir en el papel,
pero siempre renace bajo las tachaduras
con los ojos malignos, con las manos oscuras.

Me despierta en las noches como un duende perverso,
como una gota de agua, brotando verso a verso
me persigue en las calles, me golpea el oído,
y ahora estoy escribiéndolo para ver si lo olvido.

Es para ti el poema. Y es un poema cruel.
Por ciertas cosas tuyas que iré diciendo en él,
por todas esas cosas que duran un momento,
que pasan y se olvidan, como el amor y el viento.

Sin embargo, la culpa no fue tuya ni mía,
fue un viento de hojas secas que soplaba aquel día,
pero en la pesadumbre de un año y otro año,
te escribo este poema temiendo hacerte daño,
y, al pensar en las novias que se quedan solteras,
casi preferiría que nunca lo leyeras…

Ya ves que no te acuso. Ya ves que no me quejo,
y si es cruel mi poema, más cruel será tu espejo,
tu espejo, el alto espejo, que fue el único amigo
que conoció tus tardes de ir a pasear conmigo,
el único que siempre te decía que sí,
y el único que supo si lloraste por mí…

Tu espejo que en la gloría que no logró tu amante,
duplicó tantas veces tu desnudez triunfante,
y sabía el secreto del final de tu sonrisa,
en los viejos domingos de vestirte sin prisa…

Y tu amigo el espejo fue un amigo lejano
cuando tu primavera se convirtió en verano,
al reflejar tus ojos de mujer sin cariño
y tus labios resecos de no besar a un niño.

Y el amigo lejano fue testigo inoportuno
que vio pasar tus días sin amor, uno a uno,
ya con tu lento paso de mujer olvidada
y una lluvia de otoño lloviendo en la mirada.

Ah, el otoño, el otoño de la mujer bonita
que es la viuda de un hombre que no acudió a la cita.
Ver secos los rosales bajo un cielo inclemente,
mientras crecen las rosas en la acera de enfrente…

Y así fue que el espejo se empañó una mañana
con tu primera arruga, con tu primera cana,
y, al opacarse el brillo de seda de tu piel,
ya no te desvestiste nunca más frente a él.

Ah, qué triste ceniza donde nunca ardió nada
con una fulgurante y ardiente llamarada!
Sí, cuántas hojas secas, cuánto tiempo perdido
para siempre en la sombra, más allá del olvido!

Comprender de repente que se ha vivido en vano,
cuando un como de espuma se evapora en la mano,
y aprender, en las noches de no dormir siquiera,
que la lluvia no sabe llover de otra manera…

Ah, pobre amada mía: ya tu boca está triste
de frases que has callado, de besos que no diste,
y tu vida es inútil, aunque tú no lo digas,
como el pozo sin agua o el surco sin espigas.

Eso es todo, adorada. Yo también estoy viejo,
viejo de no olvidarte, viejo como tu espejo.
Y, dolorosamente, más piadoso que él,
termino aquí los versos de mi poema cruel...
Cuando allá dicen unos
Que mis versos nacieron
De la separación y la nostalgia
Por la que fue mi tierra,
¿Sólo la más remota oyen entre mis voces?
Hablan en el poeta voces varias:
Escuchemos su coro concertado,
Adonde la creída dominante
Es tan sólo una voz entre las otras.

Lo que el espíritu del hombre
Ganó para el espíritu del hombre
A través de los siglos,
Es patrimonio nuestro y es herencia
De los hombres futuros.
Al tolerar que nos lo nieguen
y secuestren, el hombre entonces baja,
¿Y cuánto?, en esa dura escala
Que desde el animal llega hasta el hombre.

Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,
Adonde ahora todo nace muerto,
Vive muerto y muere muerto;
Pertinaz pesadilla: procesión ponderosa
Con restaurados restos y reliquias,
A la que dan escolta hábitos y uniformes,
En medio del silencio: todos mudos,
Desolados del desorden endémico
Que el temor, sin domarlo, así doblega.

La vida siempre obtiene
Revancha contra quienes la negaron:
La historia de mi tierra fue actuada
Por enemigos enconados de la vida.
El daño no es de ayer, ni tampoco de ahora,
Sino de siempre. Por eso es hoy.
La existencia española, llegada al paroxismo,
Estúpida y cruel como su fiesta de los toros.

Un pueblo sin razón, adoctrinado desde antiguo
En creer que la razón de soberbia adolece
y ante el cual se grita impune:
Muera la inteligencia, predestinado estaba
A acabar adorando las cadenas
y que ese culto obsceno le trajese
.Adonde hoy le vemos: en cadenas,
Sin alegría, libertad ni pensamiento.

Si yo soy español, lo soy
A la manera de aquellos que no pueden
Ser otra cosa: y entre todas las cargas
Que, al nacer yo, el destino pusiera
Sobre mí, ha sido ésa la más dura.
No he cambiado de tierra,
Porque no es posible a quien su lengua une,
Hasta la muerte, al menester de poesía.

La poesía habla en nosotros
La misma lengua con que hablaron antes,
y mucho antes de nacer nosotros,
Las gentes en que hallara raíz nuestra existencia;
No es el poeta sólo quien ahí habla,
Sino las bocas mudas de los suyos
A quienes él da voz y les libera.

¿Puede cambiarse eso? Poeta alguno
Su tradición escoge, ni su tierra,
Ni tampoco su lengua; él las sirve,
Fielmente si es posible.
Mas la fidelidad más alta
Es para su conciencia; y yo a ésa sirvo
Pues, sirviéndola, así a la poesía
Al mismo tiempo sirvo.

Soy español sin ganas
Que vive como puede bien lejos de su tierra
Sin pesar ni nostalgia. He aprendido
El oficio de hombre duramente,
Por eso en él puse mi fe. Tanto que prefiero
No volver a una tierra cuya fe, si una tiene, dejó de ser la
mía, Cuyas maneras
rara vez me fueron propias,
Cuyo recuerdo tan hostil se me ha vuelto
y de la cual ausencia y tiempo me extrañaron.

No hablo para quienes una burla del destino
Compatriotas míos hiciera, sino que hablo a solas
(Quien habla a solas espera hablar a Dios un día)
O para aquellos pocos que me escuchen
Con bien dispuesto entendimiento.
Aquellos que como yo respeten
El albedrío libre humano
Disponiendo la vida que hoy es nuestra,
Diciendo el pensamiento al que alimenta nuestra vida.

¿Qué herencia sino ésa recibimos?
¿Qué herencia sino ésa dejaremos?
Melancolía del «ayer»... Sorpresa
Triste del corazón que fue cobarde...
Un adiós sin motivo, y que nos pesa
Cuando volver a la ilusión ya es tarde.

Y el alma dice, al recordar un día:
«La culpa no fue suya, sino mía».

Tal vez, a solas, en el mismo instante,
Ya sin que llanto a las pupilas fluya,
Dirá en las sombras otra voz distante:
«La culpa no fue mía, sino suya».

Y las dos voces, en callado giro,
Se unirán, en la noche, en un suspiro.
Y queda en un azul de lontananza,
Sola, una reja, que un rosal enflora,
Y lo que fue de dos una esperanza,
Ya, para siempre, en el dolor se llora.

Y un gemido, que en llanto se disuelve,
¿Diciendo va: «La juventud no vuelve».

Y enjugándonos lágrima furtiva,
O en las manos oculta la cabeza
Vemos que, como sombra pensativa,
Se sienta a nuestro lado la Tristeza.

Y el alma llora, ante esperanza trunca,
Lo que ya al corazón no vuelve nunca.

Entonces es el recordar... La ronda
De lo pasado: la primera riña,
Su dulce voz, su cabellera blonda,
Y su adorable ingenuidad de niña;

Y triste siente el corazón herido
El dolor que nos deja un bien perdido.

«¿Dónde estarás?», nos preguntamos.
«¿Dónde?»
«¿Pasas entre los hombres sonreída,
O callado pesar en ti se esconde
Si eres mitad acaso de otra vida?».

Lejana voz de lo que ya no existe:
¡Cómo nos llegas desolada y triste!

«¡Siempre!» decimos, y es la voz sincera;
Juramos: «¡Siempre!» y el jurar no es vano;
Y no es que el corazón cumplir no quiera
Es porque el corazón es barro humano.

El corazón ser fiel siempre ambiciona,
Mas sin quererlo, siempre nos traiciona.

¿Y para qué culparnos? ¿Y en la vida
Para qué disculpar promesa vana?
Se dice adiós, y el corazón olvida,
Pero también lo olvidarán mañana.

El amor al olvido se eslabona,
Y en amor, sólo es grande el que perdona.
Magdalena, conozco que te amo
en que la más trivial de tus acciones
es pasto para mí, como la miga
es la felicidad de los gorriones.
Tu palabra más fútil
es combustible de mi fantasía,
y pasa por mi espíritu feudal
como un rayo de sol por una umbría.
Una mañana (en que la misma prosa
del vivir se tornaba melodiosa)
te daban un periódico en el tren
y rehusaste, diciendo con voz cálida:
«¿Para qué me das esto?» Y estas cinco
breves palabras de tu boca pálida
fueron como un joyel que todo el día
en mi capilla estuvo manifiesto:
y en la noche, sonaba tu pregunta:
«¿Para qué me das esto?»
Y la tarde fugaz que en el teatro
repasaban tus dedos, Magdalena,
la dorada melena
de un chiquillo... Y el prócer ademán
con que diste limosna a aquel anciano...
Y tus dientes que van
en sonrisa ondulante, cual resúmenes
del sol, encandilando la insegura
pupila de los viejos y los párvulos...
Tus dientes, en que están la travesura
y el relámpago de un pueril espejo
que aprisiona del sol una saeta
y clava el rayo férvido en los ojos
del infante embobado
que en su cuna vegeta...
También yo, Magdalena, me deslumbro
en tu sonrisa férvida; y mis horas
van a tu zaga, hambrientas y canoras,
como va tras el ama, por la holgura
de un patio regional, el cortesano
séquito de palomas que codicia
la gota de agua azul y el rubio grano.
Hoy te he visto amanecer
tan serenamente espejo,
tan liso de bienestar,
tan acorde con tu techo,
como si estuvieses ya
en tu sumo, en lo perfecto.
A tal azul alcanzaste
que te llenan de aleteos
ángeles equivocados.
Y el cielo,
el que te han puesto los siglos
desde el día que naciste
por cotidiano maestro,
y te da lección de auroras,
de primaveras, de inviernos,
de pájaros -con las sombras
que te presta de sus vuelos-,
al verte tan celestial
es feliz: otra vez sois
inseparables iguales,
como erais a lo primero.

Pero tú nunca te quedas
arrobado en lo que has hecho;
apenas lo hiciste y ya
te vuelves a lo hacedero.
¿No es esta mañana, henchida
de su hermosura, el extremo
de ti mismo, la plenaria
realización de tu sueño?

No. Subido en esta cima
ves otro primor, más lejos:
te llama una mejoría
desde tu posible inmenso.
El más que en el alma tienes
nunca te deja estar quieto,
y te mueves
como la tabla del pecho
hay algo que te lo pide
desde adentro.
Por la piel azul te corren
undosos presentimientos,
las finas plumas del aire
ya te cubren de diseños,
en las puntas de las olas
se te alumbran los intentos.
Ocurrencias son fugaces
las chispas, los cabrilleos.
Curvas, más curvas, se inician,
dibujantes de tu anhelo.
La luz, unidad del alba,
se multiplica en destellos,
lo que fue calma es fervor
de innúmeros espejeos
que sobre la faz del agua
anuncian tu encendimiento.
Una agitación creciente,
un festivo clamoreo
de relumbres, de fulgores
proclaman que estás queriendo;
no era aquella paz la última,
en su regazo algo nuevo
has pensado, más hermoso
y ante la orilla del hombre
ya te preparas a hacerlo.
De una perfección te escapas
alegremente a un proyecto
de más perfección. Las olas
-más, más, más, más,- van diciendo
en la arena, monosílabas,
tu propósito al silencio.

Ya te pones a la obra,
convocas a tus obreros:
acuden desde tu hondura,
descienden del firmamento
-los horizontes los mandan-
a servirte los deseos.
Luces, sombras, son; celajes,
brisas, vientos;
el cristal es, es la espuma
surtidora
por el aire de arabescos,
son fugitivas centellas
rebotando en sus reflejos.
Todo lo que mundo tiene
el día lo va trayendo
y te acarrean las horas
materiales sin estreno.
De las hojas de la orilla
vienen verdes abrileños
y en el seno de las olas
todavía son más tiernos.
Llegan tibias por los ríos
las nieves de los roquedos.
Y hasta detrás de la luz,
voladamente secretos
aguardan, por si los quieres,
escuadrones de luceros.
En el gran taller del gozo
a los espacios abierto,
feliz, de idea en idea,
de cresta en cresta corriendo,
tan blanco como la espuma
trabaja tu pensamiento.
Con estrías de luz haces
maravillosos bosquejos,
deslumbradores rutilan
por el agua tus inventos.
Cada vez tu obra se acerca
ola a ola,
más y más a sus modelos.
¡Qué gozoso es tu quehacer,
qué apariencias de festejo!
Resplandeciente el afán,
alegrísimo el esfuerzo,
la lucha no se te nota.
Velando está en puro juego
ese ardoroso buscar
la plenitud del acierto.
¡El acierto! ¿Vendrá? ¡Sí!
La fe te lo está trayendo
con que tú lo buscas. Sí.
Vendrá cuando al universo
se le aclare la razón
final de tu movimiento:
no moverse, mediodía
sin tarde, la luz en paz,
renuncia del tiempo al tiempo.
La plena consumación
-al amor, igual, igual-
de tanto ardor en sosiego.
Con planta imponderable
cruzas el mundo y cruzas mi conciencia,
y es tu sufrido rostro como un éxtasis
que se dilata en una transparencia.
¡Pobrecilla sonámbula!
Pareces, en tu ruta de novicia,
ir diciendo al azar: «No me hagáis daño;
temo que me maltrate una caricia».
Devuelves su matiz inmaculado
al paisaje ilusorio en que te posas
y restituyes en su integridad
inocente a los hombres y a las cosas.
Así cruzas el mundo,
con ingrávidos pies, y en transparencia
de éxtasis se adelgaza tu perfil,
y vas diciendo: «Marcho en la clemencia,
soy la virginidad del panorama
y la clara embriaguez de tu conciencia».
No me mirarán diciendo: «¿Qué
eres?»,
sino sin curiosidad y noblemente.
  Porque yo seré también de los quietos,
y ya no tendré difíciles los pensamientos.
  Mis ojos serán, tranquilos, los suyos.
Los miraré sin preguntas, uno en lo uno.
Andad con paso leve
por las hojas marchitas:
Sabed que ella quedó bajo la nieve
y está oyendo crecer las margaritas...

Sabed, sabed que era
su juvenil tesoro
el oro ardiente de su cabellera,
y que es ceniza, todo aquel oro.

Sabed que era su frente
como el nacer del día;
y sabed que vivió tan dulcemente,
que era mujer, y apenas lo sabía.

Su nombre, en esa losa,
su ataúd de madera,
están diciendo que con una rosa
puede morir también la primavera,

Pero esa tumba huraña
es su tumba y la mía:
mi corazón, sabedlo, la acompaña,
y habrá que echar más tierra todavía...
44
Palabras que estás diciendo
-"cariño... siempre...seguro... " -
con voz lenta en gesto quieto.
Ventanas dobles, vidrieras
cerradas, encortinadas,
guillotinan tentaciones.
(Horizontes, aires, rumbos).
El cielo es el techo, todo
del color que tú quisiste,
sin constelación ni guía.
Entreabierta alcoba-tuya,
mía-, renuncias desposa.

Pero más allá de todo
¡qué claro se te ve el sino!

Ni ese zapato de cuento,
de cristal, frágil, altísimo,
ni ese pelo ¡qué domado
plano, doméstico, liso!
me engañan. Ya se estremecen
las tierras que estrenarás,
el horizonte que rompas,
el cielo por donde subas.
Talón al aire te veo,
aquí tan quieta conmigo,
cabellera suelta al viento
-¡manzanas que te echaría!-
y luego
el mito, ascensor antiguo,
que te sube, allá, a la fábula.
Los sueños rotos por la realidad
Los compañeros rotos por la realidad/
Los sueños de los compañeros rotos
¿Están verdaderamente rotos / perdidos / nada
se pudren bajo tierra? / ¿su rota luz
diseminada a pedacitos bajo tierra? / ¿alguna vez
los pedacitos se van a juntar?
¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se reúnen?
Y los pedacitos de los compañeros / ¿alguna vez se
juntarán?
¿caminan bajo tierra para juntarse un día como dice
manuel? / ¿se
 juntarán un día?
De esos amados pedacitos está hecha nuestra concreta soledad /
Per / dimos la suavidad de paco / la tristeza de haroldo /  la
lucidea de
/ rodolfo / el coraje de tantos
ahora son pedacitos desparramados bajo todo el país
hojitas caídas del fervor / la esperanza / la fe /
pedacitos que fueron alegría / combate / confianza
en sueños / sueños / sueños / sueños
y los pedacitos rotos del sueño / ¿se juntarán
alguna vez?
¿se juntarán algún día / pedacitos?
¿están diciendo que los enganchemos al tejido del
sueño general?
¿están diciendo que soñemos mejor?
Y dijo la paloma:
-Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
        tengo mi hogar. Y vuelo
        con mis anhelos de ave,
        del amado árbol mío
        hasta el bosque lejano,
        cuando, al himno jocundo
        del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda, y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente.
        Mi ala es blanca y sedosa;
        la luz la dora y baña,
        y céfiro la peina;
son mis pies como pétalos de rosa.
        Yo soy la dulce reina
que arrulla a su palomo en la montaña.
En el fondo del bosque pintoresco
está el alerce en que formé mi nido;
y tengo allí, bajo el follaje fresco,
un polluelo sin par, recién nacido.
        Soy la promesa alada,
        el juramento vivo;
soy quien lleva el recuerdo de la amada
para el enamorado pensativo;
        yo soy la mensajera
de los tristes y ardientes soñadores,
que va a revolotear diciendo amores
junto a una perfumada cabellera.
        Soy el lirio del
viento.
Bajo el azul del hondo firmamento
muestro de mi tesoro bello y rico
        las preseas y galas:
        el arrullo en el pico,
        la caricia en las alas.
Yo despierto a los pájaros parleros
y entonan sus melódicos cantares;
me poso en los floridos limoneros
y derramo una lluvia de azahares.
Yo soy toda inocente, toda pura.
Yo me esponjo en las alas del deseo,
y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.
¡Oh inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora
das la lluvia y el sol siempre encendido:
porque siendo el palacio de la aurora,
también eres el techo de mi nido.
        ¡Oh, inmenso azul! Yo adoro
        tus celajes
risueños,
y esa niebla sutil de polvo de oro
donde van los perfumes y los sueños.
Amo los velos, tenues, vagorosos,
        de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.
¡Soy feliz! Porque es mía la floresta,
donde el misterio de los nidos se halla;
        porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.
¡Feliz, porque de dulces ansias llena
calentar mis polluelos es mi orgullo;
porque en las selvas vírgenes resuena
la música celeste de mi arrullo;
porque no hay una rosa que no me ame,
ni un pájaro gentil que no me escuche,
ni garrido cantor que no me llame.

-¿Si?-dijo entonces un gavilán infame,
y con furor se la metió en el buche.
Entonces el buen Dios, allá en su trono
(mientras Satán, para distraer su encono
aplaudía aquel pájaro zahareño),
se puso a meditar. Arrugó el ceño,
y pensó, al recordar sus vastos planes,
y recorrer sus puntos y sus comas,
        que cuando creó palomas
no debía haber creado gavilanes.
Con la simple palabra de hablar todos los días,
que es tan noble que nunca llegará a ser ******,
voy diciendo estas cosas que casi no son mías,
así como las playas casi no son mar.

Con la simple palabra con que se cuenta un cuento,
que es la vejez eterna de la eterna niñez,
la ilusión, como un árbol que se deshoja al viento,
muere con la esperanza de nacer otra vez.

Con simple palabra te ofrezco lo que ofreces,
amor que apenas llegas cuando te has ido ya:
Quien perfuma una rosa se equivoca dos veces,
pues la rosa se seca y el perfume se va.

Con la simple palabra que arde en su propio fuego,
siento que en mí es orgullo lo que en otro es desdén:
Las estrellas no existen en las noches del ciego,
pero, aunque él no lo sepa, lo iluminan también.

Y así, como un arroyo que se convierte en río,
y que en cada cascada se purifica más,
voy cantando este canto tan ajeno y tan mío,
con la simple palabra que no muere jamás.
alas o páramos o peces
traía la mano de george bentham cálida
de mujer que tocara en plena luz
ya húmeda ya clara ya feliz

¡ah george bentham cómplice!
solía irse solito por los corredores
que atando o uniendo lo tenían a la madre central
la célebre de espumas

la que flotaba cuando empezaba a desnocharse
después de haber amado o ardido la piel se le apagaba
en el fulgor que la sacaba de toda oscuridad
y daba miel y daba leche

y daba george bentham sí señor
una invención total para estos días
negros de pésimas negruras
ah madre a la que hijaron/como siempre

por eso:
fue cuando Dios comió bebió
tomó otras medidas populares
que george bentham apareció triste morido

y solo a punto en la mitad del peso
que va de george a bentham y volvía
y quería una llama de oro
brillante y fuerte como el sol

vamos al río a tirar piedras al agua
vamos al río a tirar piedras
vamos a tirar piedras george bentham
nadie te sacará del malagüero

aunque críes caballos de vientre hermoso
hermoso ampáralos del viento
que cae del propio george bentham sí
hoy no te irás te irás mañana

si hoy no te vas te vas mañana
pero no temas a la muerte de ojos de fuego
uno que dice george otro que bentham
y brillan como el sol

quien dice george te habrá cubierto o cubrirá
quien dice bentham también
y nadie sabe cómo hacen
para darte de comer


allá habrás de crecer george bentham para atrás
en dirección al comienzo de todo
habrá rocío para tu herido corazón
y después bailaremos

por eso:
cuando george bentham murió
por fin callaba la su madre dando
o diciendo suave otra vez
"chaparroncito no me mojes/mío"
Del país del sueño, tinieblas, brillos,
donde crecen plantas, flores extrañas,
entre los escombros de los castillos,
junto a las laderas de las montañas;
donde los pastores en sus cabañas
rezan, cuando al fuego dormita el can,
y donde las sombras antiguas van
por cuevas de lobos y raposas,
ha traído cosas muy misteriosas
don Ramón María del Valle-Inclán.

Cosas misteriosas, trágicas, raras,
de cuentos oscuros de los antaños,
de amores terribles, crímenes, daños,
como entre vapores de solfataras,
caras sanguinarias, pálidas caras,
gritos ululantes de pena y afán,
infaustos hechizos, aves que van
bajo la amenaza del gerifalte,
dice en versos ricos de oro y esmalte
don Ramón María del Valle-Inclán.

Sus aprobaciones diera el gran Will,
y sus alabanzas el gran Miguel,
a quien ya nos cuenta cuentos de abril
o poemas llenos de sangre y hiel.

Para él la palma con el laurel
que en manos de España listas están,
pues mil nobles lenguas diciendo van
que han sido ganadas en buena lid
por el otro manco que hay en Madrid,
don Ramón María del Valle-Inclán.
Señor, que en Galicia tuviste cuna,
mis dos manos estas flores te dan,
amadas de Apolo y de la Luna,
cuya sacra influencia siempre nos una,
don Ramón María del Valle-Inclán.
¡Quién hubiera tal ventura   sobre las aguas del mar
como hubo el infante Arnaldos   la mañana de San Juan!
Andando a buscar la caza   para su falcón cebar,
vio venir una galera   que a tierra quiere llegar;
las velas trae de sedas,   la ejarcia de oro torzal,
áncoras tiene de plata,   tablas de fino coral.
Marinero que la guía,   diciendo viene un cantar,
que la mar ponía en calma,   los vientos hace amainar;
los peces que andan al hondo,   arriba los hace andar;
las aves que van volando,   al mástil vienen posar.
 Allí habló el infante Arnaldos,   bien oiréis lo que dirá:
-Por tu vida, el marinero,   dígasme ora ese cantar.
 Respondiole el marinero,   tal respuesta le fue a dar:
-Yo no canto mi canción   sino a quién conmigo va.

— The End —