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Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos ***** altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Este. pues, triste son intercadente
de la asombrosa turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al suelo persuadía;
antes si, lentamente,
si su obtusa consonancia espaciosa
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;
a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes.
El viento sosegado, el can dormido:
éste yace, aquél quedo,
los átomos no mueve
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco sacrílego ruido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aún la instable mecía
cerúlea cuna donde el sol dormía;
y los dormidos siempre mudos peces,
en los lechos 1amosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces.
Y entre ellos la engañosa encantadora
Almone, a los que antes
en peces transformó simples amantes,
transformada también vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos
cóncavos de peñascos mal formados,
de su esperanza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados,
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aún al cierto
montaraz pie del cazador experto,
depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto,
yacía el vulgo bruto,
a la naturaleza
el de su potestad vagando impuesto,
universal tributo.
Y el rey -que vigilancias afectaba-
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído,
del sosegado ambiente,
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en 1a quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
formó en la más opaca
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
(como el fin reina) por no darse entera
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un sólo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño,
despertador reloj del leve sueño,
porque si necesario fue admitido
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
¡Oh de la majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa quizá que ha hecho misteriosa,
circular denotando la corona
en círculo dorado,
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía:
todo. en fin, el silencio lo ocupaba.
Aun el ladrón dormía:
aun el amante no se desvelaba:
el conticinio casi ya pasando
iba y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
y no sólo oprimidos
del afán ponderosos
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también; que también cansa
objeto continuado a 1os sentidos
aún siendo deleitoso;
que la naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo.
Así pues, del profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tiene ordinario
trabajo, en fin, pero trabajo amado
-si hay amable trabajo-
si privados no, al menos suspendidos.
Y cediendo al retrato del contrario
de la vida que lentamente armado
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna;
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por esemptas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara
hasta la que pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado,
solamente dispensa,
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos,
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el de reloj humano
vital volante que, sino con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro rey y centro vivo
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo yo o ya dilatando
el musculoso, claro, arcaduz blando,
hace que en él resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente
y él venga su expulsión haciendo activo
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que repetido no hay robo pequeño.
Estos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados los sentidos
con no replicar sólo defendidos;
y la lengua, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía;
y aquella del calor más competente
científica oficina
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca v siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y, en ajustado natural cuadrante,
las cuantidades nota
que a cada cual tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor en el manjar que medianero
piadoso entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia,
pagando por entero
la que ya piedad sea o ya arrogancia,
al contrario voraz necio la expuso
merecido castigo, aunque se excuse
al que en pendencia ajena se introduce.
Esta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro enviaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa,
y aquesta por custodia más segura
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
gravó tenaz y guarda cuidadosa
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas y del modo
que en tersa superficie, que de faro
cristalino portento, asilo raro
fue en distancia longísima se veían,
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo,
las que distantes le surcaban naves.
Viéndose claramente,
en su azogada luna,
el número, el tamaño y la fortuna
que en la instable campaña transparente
arriesgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves,
así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores. las figuras,
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son estrellas
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí mañosa las representaba
y al alma las mostraba.
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto ser centella,
que con similitud en sí gozaba.
I juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la esfera,
ya el curso considera
regular con que giran desiguales
los cuerpos celestiales;
culpa si grave, merecida pena,
torcedor del sosiego riguroso
de estudio vanamente juicioso;
puesta a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente,
nunca de aura agitada
consintió ser violada,
aun falda suya ser no merecía,
pues las nubes que opaca son corona
de la más elevada corpulencia
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra,
apenas densa zona
de su altiva eminencia
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que mal ceñido
o el viento lo desata sacudido
o vecino el calor del sol, lo apura
a la región primera de su altura,
ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo,
el rápido no pudo, el veloz vuelo
del águila -que puntas hace al cielo
y el sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido-
llegar; bien que esforzando
mas que nunca el impulso, ya batiendo
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido
tejiendo de los átomos escalas
que su inmunidad rompan sus dos alas.
Las pirámides dos -ostentaciones
de Menfis vano y de la arquitectura
último esmero- si ya no pendones
fijos, no tremolantes, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos,
tumba y bandera fue a los Ptolomeos,
que al viento, que a las nubes publicaba,
si ya también el cielo no decía
de su grande su siempre vencedora
ciudad -ya Cairo ahora-
las que, porque a su copia enmudecía
la fama no contaba
gitanas glorias, menéficas proezas,
aun en el viento, aun en el cielo impresas.
Estas que en nivelada simetría
su estatura crecía
con tal disminución, con arte tanto,
que cuánto más al cielo caminaba
a la vista que lince la miraba,
entre los vientos se desaparecía
sin permitir mirar la sutil *****
que al primer orbe finge que se junta
hasta que fatigada del espanto,
no descendida sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa.
Tarde o mal recobrada
del desvanecimiento,
que pena fue no escasa
del visual alado atrevimiento,
cuyos cuerpos opacos
no al sol opuestos, antes avenidos
con sus luces, si no confederados
con él, como en efecto confiantes,
tan del todo bañados
de un resplandor eran, que lucidos,
nunca de calurosos caminantes
al fatigado aliento, a los pies flacos
ofrecieron alfombra,
aun de pequeña, aun de señal de sombra.
Estas que glorias ya sean de gitanas
o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego
error, según el griego,
ciego también dulcísimo poeta,
si ya por las que escribe
aquileyas proezas
o marciales, de Ulises, sutilezas,
la unión no le recibe
de los historiadores o le acepta
cuando entre su catálogo le cuente,
que gloría más que número le aumente,
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Jonante
el rayo fulminante
quitar o la pescada
a Alcídes clava herrada,
que un hemistiquio solo
-de los que le: dictó propicio Apolo-
según de Homero digo, la sentencia.
Las pirámides fueron materiales
tipos solos, señales exteriores
de las que dimensiones interiores
especies son del alma intencionales
que como sube en piramidal *****
al cielo la ambiciosa llama ardiente,
así la humana mente
su figura trasunta
y a la causa primera siempre aspira,
céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia
que contiene infinita toda esencia.
Estos pues, montes dos artificiales,
bien maravillas, bien milagros sean,
y aun aquella blasfema altiva torre,
de quien hoy dolorosas son señales
no en piedras, sino en lenguas desiguales
porque voraz el tiempo no ]as borre,
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza; .
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada,
donde, sin saber como colocada
el alma se miró, tan atrasados
se hallaran que cualquiera
graduara su cima por esfera,
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en lo más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada que creía
que a otra nueva región de sí salía.
En cuya casi elevación inmensa,
gozosa, mas suspensa,
suspensa, pero ufana
y atónita, aunque ufana la suprema
de lo sublunar reina soberana,
la vista perspicaz libre de antojos
de sus intelectuales y bellos ojos,
sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele,
libre tendió por todo lo criado,
cuyo inmenso agregado
cúmulo incomprehensible
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que entorpecida
con la sobra de objetos y excedida
de la grandeza de ellos su potencia,
retrocedió cobarde,
tanto no del osado presupuesto
revocó la intención arrepentida,
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
contra el sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso,
de fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado antes atrevido
y ya llorado ensayo,
necia experiencia que costosa tanto
fue que Icaro ya su propio llanto
lo anegó enternecido
como el entendimiento aquí vencido,
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies conglobado
esférico compuesto,
que de las cualidades
de cada cual cedió tan asombrado
que, entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo; nada veía,
ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la esfera,
el contrapuesto polo,
las partes ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes
a su ornato no más pertenecientes;
mas ni aun las que ignorantes;
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad de los objetos
visibles los colores
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sombra de luz queda más ciego:
que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre;
y a la tiniebla misma que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo va piadosa medianera
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firme ejerciten.
Recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar inducir pudo
a uno y otro galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades,
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada,
empírica
Victor Marques Oct 2013
Vindima que sempre vem

Que regalo é ver estas lindas uvas que serão destinadas a ser pisadas por tantos pés generosos deste povo duriense que nas encostas trabuca com suor no rosto. Depois de tantas canseiras chega a hora da colheita para todos começarem em festa um processo que acabará nos melhores vinhos de Portugal e do mundo.

     Para haver vindima temos de ter videiras bafejadas pelo sol, acolhidas pelo xisto e amadas pelo homem duriense que não se cansa de as amar e bajular. Este meu Douro é sem sombra de dúvida local privilegiado para a produção deste néctar abençoado por Deus.
A videira que Jesus tantas vezes enumerou me faz perceber o universo, a sua diversidade e porque não mesmo a vida depois da morte. Como simples podador o homem corta as vides na esperança de uma boa colheita. Que encanto ver durante seu ciclo o despertar constante de tantos sonhos adormecidos.

      A videira delicia, rejuvenesce, cresce embalada pelo vento em socalcos e patamares e os rios são seus fiéis companheiros e a seu lado tantas árvores dão as azeitonas da paz e serviram de aconchego no Horto das Oliveiras para Jesus Cristo amar os homens e segredar a Deus seu Pai. Temos orgulho em nossos muros de pedreiros que esculpiram seu próprio fado, eles mudaram os olhares de um Douro mal-amado…

Victor Marques
vindima, douro
La hora se vacía.
Me cansa el libro y lo cierro.
Miro, sin mirar, por la ventana.
Me espían mis pensamientos.
                                                        Pienso que no pienso.
Alguien, al otro lado, abre una puerta.
Tal vez, tras esa puerta,
no hay otro lado.
                                  Pasos en el pasillo.
Pasos de nadie: es sólo el aire
buscando su camino.
                                        Nunca sabemos
si entramos o salimos.
                                          Yo, sin moverme,
también busco -no mi camino:
el rastro de los pasos
que por años diezmados me han traído
a este instante sin nombre, sin cara.
Sin cara, sin nombre.
                                      Hora deshabitada.
La mesa, el libro, la ventana:
cada cosa es irrefutable.
                                              Sí,
la realidad es real.
                                  Y flota
-enorme, sólida, palpable-
sobre este instante hueco.
                                              La realidad
está al borde del hoyo siempre.
Pienso que no pienso.
                                        Me confundo
con el aire que anda en el pasillo.
El aire sin cara, sin nombre.

Sin nombre, sin cara,
sin decir: he llegado,
                                      llega.
Interminablemente está llegando,
inminencia  que se desvanece
en un aquí mismo
     
                          más allá siempre.
Un siempre nunca.
                                  Presencia sin sombra,
disipación de las presencias,
Señora de las reticencias
que dice todo cuando dice nada,
Señora sin nombre, sin cara.

Sin cara, sin nombre:
miro
        -sin mirar;
pienso
                -y me despueblo.
Es obsceno,
dije en una hora como ésta,
morir en su cama.
                                Me arrepiento:
no quiero muerte de fuera,
quiero morir sabiendo que muero.
Este siglo está poseído.
En su frente, signo y clavo,
arde una idea fija:
todos los días nos sirve
el mismo plato de sangre.
En una esquina cualquiera
-justo, onmisciente y armado-
aguarda el dogmático sin cara, sin nombre.

Sin nombre, sin cara:
la muerte que yo quiero
lleva mi nombre,
                                  tiene mi cara.

Es mi espejo y es mi sombra,
la voz sin sonido que dice mi nombre,
la oreja que escucha cuando callo,
la pared impalpable que me cierra el paso,
el piso que de pronto se abre.
Es mi creación y soy su criatura.
Poco a poco, sin saber lo que hago,
la esculpo, escultura de aire.
Pero no la toco, pero no me habla.
Todavía no aprendo a ver,
en la cara del muerto, mi cara.
Con la cabeza lo sabía,
no con saber de sangre:
es un acorde ser y otro acorde no ser.
La misma vibración, el mismo instante
ya sin nombre, sin cara.
                                      El tiempo,
que se come las caras y los nombres,
a sí mismo se come.
El tiempo es una máscara sin cara.

No me enseñó a morir el Buda.
Nos dijo que las caras se disipan
y sonido vacío son los nombres.
Pero al morir tenemos una cara,
morimos con un nombre.
En la frontera cenicienta
¿quién abrirá mis ojos?
Vuelvo a mis escrituras,
al libro del hidalgo mal leído
en una adolescencia soleada,
con brutales violencias compartida:
el llano acuchillado,
las peleas del viento con el polvo,
el pirú, surtidor verde de sombra,
el testuz obstinado de la sierra
contra la nube encinta de quimeras,
la rigurosa luz que parte y distribuye
el cuerpo vivo del espacio:
geometría y sacrificio.

Yo me abismaba en mi lectura
rodeado de prodigios y desastres:
al sur los dos volcanes
hechos de tiempo, nieve y lejanía;
sobre las páginas de piedra
los caracteres bárbaros del fuego;
las terrazas del vértigo;
los cerros casi azules apenas dibujados
con manos impalpables por el aire;
el mediodía imaginero
que todo lo que toca hace escultura
y las distancias donde el ojo aprende
los oficios de pájaro y arquitecto-poeta.

Altiplano, terraza del zodíaco,
circo del sol y sus planetas,
espejo de la luna,
alta marea vuelta piedra,
inmensidad escalonada
que sube apenas luz la madrugada
y desciende la grave anochecida,
jardín de lava, casa de los ecos,
tambor del trueno, caracol del viento,
teatro de la lluvia,
hangar de nubes, palomar de estrellas.

Giran las estaciones y los días,
giran los cielos, rápidos o lentos,
las fábulas errantes de las nubes,
campos de juego y campos de batalla
de inestables naciones de reflejos,
reinos de viento que disipa el viento:
en los días serenos el espacio palpita,
los sonidos son cuerpos transparentes,
los ecos son visibles, se oyen los silencios.
Manantial de presencias,
el día fluye desvanecido en sus ficciones.

En los llanos el polvo está dormido.
Huesos de siglos por el sol molidos,
tiempo hecho sed y luz, polvo fantasma
que se levanta de su lecho pétreo
en pardas y rojizas espirales,
polvo danzante enmascarado
bajo los domos diáfanos del cielo.
Eternidades de un instante,
eternidades suficientes,
vastas pausas sin tiempo:
cada hora es palpable,
las formas piensan, la quietud es danza.

Páginas más vividas que leídas
en las tardes fluviales:
el horizonte fijo y cambiante;
el temporal que se despeña, cárdeno,
desde el Ajusco por los llanos
con un ruido de piedras y pezuñas
resuelto en un pacífico oleaje;
los pies descalzos de la lluvia
sobre aquel patio de ladrillos rojos;
la buganvilla en el jardín decrépito,
morada vehemencia…
Mis sentidos en guerra con el mundo:
fue frágil armisticio la lectura.

Inventa la memoria otro presente.
Así me inventa.
                              Se confunde
el hoy con lo vivido.
Con los ojos cerrados leo el libro:
al regresar del desvarío
el hidalgo a su nombre regresa y se contempla
en el agua estancada de un instante sin tiempo.
Despunta, sol dudoso,
entre la niebla del espejo, un rostro.
Es la cara del muerto.
                                        En tales trances,
dice, no ha de burlar al alma el hombre.
Y se mira a la cara:
                                    deshielo de reflejos.No he sido Don Quijote,
no deshice ningún entuerto
                                                  (aunque a veces
me han apedreado los galeotes)
                                                            pero quiero,
como él, morir con los ojos abiertos.
                                                                    Morir
sabiendo que morir es regresar
adonde no sabemos,
                                        adonde,
sin esperanza, lo esperamos.
                                                      Morir
reconciliado con los tres tiempos
y las cinco direcciones,
                                            el alma
-o lo que así llamamos-
vuelta una transparencia.
                                                Pido
no la iluminación:
                                  abrir los ojos,
mirar, tocar al mundo
con mirada de sol que se retira;
pido ser la quietud del vértigo,
la conciencia del tiempo
apenas lo que dura un parpadeo
del ánima sitiada;
                                  pido
frente a la tos, el vómito, la mueca,
ser día despejado,
                                  luz mojada
sobre tierra recién llovida
y que tu voz, mujer, sobre mi frente sea
el manso soliloquio de algún río;
pido ser breve centelleo,
repentina fijeza de un reflejo
sobre el oleaje de esa hora:
memoria y olvido,
                                    al fin,
una misma claridad instantánea.
Natalia Rivera Jun 2014
La vida me mostro  que no importa cuántas personas tenga a mi alrededor siempre estaré sola. Me enseño a no depender de nadie, a no dejar de ser yo misma solo por encajar en un grupo social. Aprendí esto son de cantazos, de muchas noches llorando, de coraje, frustración & de acciones erróneas que llegue a tomar bajo coraje. Opte por ser egoísta porque me canse, me canse como se cansa un viejo matrimonio arreglado fingiendo que es feliz, me canse ceder a la merced de todos para nada. Y esto no se trata de dar para recibir, se trata de igualdad. Se trata de personas que te juzgan solo por que no conocen tus motivos, se trata de personas que solo se llenan la boca de estiércol cuando no se imaginan por todo lo que pasa la otra persona. Es muy fácil burlarse de la gorda del grupo solo porque no cumple con tus expectativas de belleza, es muy fácil burlarse de la que se mutila porque para ti eso es de inmaduros, es muy fácil creerte superior a una dama solo porque los estereotipos dicen que el hombre es el **** fuerte. Pero si el mundo gira en dirección contraria & a un amigo le sucede eso & necesita con quien hablar ahí estas tu como un idiota de nuevo, tratando de ayudar a quien te hunde, tratando de salvar a alguien que te mata con cada palabra que sale de su boca. Ahí estas de nuevo. Ahora te pregunto, vale la pena darlo todo por alguien que no da nada por ti?  Para que estar con personas que te hacen daño? Crees que es necesario el humillarte así?  . No, por supuesto que no, pero tenemos miedo. Tenemos miedo a quedarnos solos, le tenemos miedo a la soledad, a que nadie sepa que estamos aquí, a ser invisibles. Yo elegí ser egoísta, elegí solo preocuparme por mi, porque si yo no lo hago entonces quien lo hará por mi? No dependas de los demás, no dejes que los demás controlen tus emociones. No permitas que te hagan tanto daño emocional. Tu das mas que eso, sal adelante, si no tienes con quien hablar o con quien pasar el tiempo quédate solo. Como dice una de las canciones de mi querido Arjona “no es bueno el que te ayuda si no el que no te molesta” Tu decides si mirarlos a todos desde abajo o sacarle el dedo a todos los que te dijeron “ no puedes” desde arriba. Tu eres quien te pones barreras & quien las quita, eres quien toma las decisiones importantes en tu vida. En ti esta salir de esa charca para experimentar la grandeza del océano
A fugitivas sombras doy abrazos;
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
Cuando le quiero más ceñir con lazos,
y viendo mi sudor, se me desvía,
vuelvo con nueva fuerza a mi porfía,
y temas con amor me hacen pedazos.
Voyme a vengar en una imagen vana
que no se aparta de los ojos míos;
búrlame, y de burlarme corre ufana.
Empiézola a seguir, fáltanme bríos;
y como de alcanzarla tengo gana,
hago correr tras ella el llanto en ríos.
Amanece en la ciudad
Y una sola estrella arriba
Pa' deslumbrar
Ella esta cansa de parrandiar 
Pero se queda pa' el despierto saludar
Tiempo de gozaera 
Tiempo pa desayunar
Una mangu bien prepara'o
Pa' esos amanecio's despertar
Y no se preocupe
Por si su alarma no escuchais
Porque la estrellita esta ahi
Sin descansar pa' calentar
Dicen que no se ve
Lucecita que viene a jugar
Ella se juega escondite
Dime lucecita a donde estas?
Puerto Rico, inspirado de la salsa
Miss X, sí, la menuda Miss Equis,
llegó, por fin, a mi esperanza:
alrededor de sus ojos,
breve, infinita, sin saber nada.
Es ágil y limpia como el viento
tierno de la madrugada,
alegre y suave y honda
como la yerba bajo el agua.
Se pone triste a veces
con esa tristeza mural que en su cara
hace ídolos rápidos
y dibuja preocupados fantasmas.
Yo creo que es como una niña
preguntándole cosas a una anciana,
como un burrito atolondrado
entrando a una ciudad, lleno de paja.
Tiene también una mujer madura
que le asusta de pronto la mirada
y se le mueve dentro y le deshace
a mordidas de llanto las entrañas.
Miss X, sí, la que me ríe
y no quiere decir cómo se llama,
me ha dicho ahora, de pie sobre su sombra,
que me ama pero que no me ama.
Yo la dejo que mueva la cabeza
diciendo no y no, que así me cansa,
y mi beso en su mano le germina
bajo la piel en paz semilla de alas.
Ayer la luz estuvo
todo el día mojada,
y Miss X salió con una capa
sobre sus hombros, leve, enamorada.
Nunca ha sido tan niña, nunca
amante en el tiempo tan amada.
El pelo le cayó sobre la frente,
sobre sus ojos, mi alma.
La tomé de la mano, y anduvimos
toda la tarde de agua.
¡Ah, Miss X, Miss X, escondida
flor del alba!
Usted no la amará, señor, no sabe.
Yo la veré mañana.
que cansaço este
de quem nunca pára de pensar
no impensável
ou nunca cansa de sonhar
com o inconcretizável

que cansaço este
de amar sem questionar
quando se questiona tudo
ou de amar questionando
sem nenhuma resposta alcançar

que cansaço este
de quem nunca soube sentir
mas se permite fazê-lo
de quem é fundamentalmente racional
e se deixa perder nas sensações
¡Qué adorable manía de decir
en mi pobreza y en mi desamparo:
soy mas rico, muy más, que un gran visir:
el corazón que amé se ha vuelto faro!
Cuando se cansa de probar amor
mi carne, en torno de la carne viva,
y cuando me aniquilo de estupor
al ver el surco que dejó en la arena
mi ****, en su perenne rogativa:
de pronto convertirse al mundo veo
en un enamorado mausoleo...
Y mi alma en pena bebe un ***** vino,
y un sonoro esqueleto peregrino
anda cual un laúd por el camino...
Por darme el santo y seña, la viajera
se ata debajo de la calavera
las bridas del sombrero de pastora.
En su cráneo vacío y aromático
trae la esencia de un eterno viático.
¡Y al fin, del fondo de su pecho claro,
claro de Purgatorio y de Sión,
en el sitio en que hubo el corazón
me da a beber el resplandor de un faro!
Se não é Deus...
Quem ou O que nos faz acreditar que bons momentos estão por vir?
Quem ou O que nos faz ter fé?
Se existem coisas ou pessoas destinadas a serem quem as desenhou assim? Quem escreveu o destino delas?
Será que estamos sozinhos neste mundo?

Eu próprio me encontro a duvidar da existência de um Deus… É como dizem “ver é crer” mas temos de morrer para ver e quem morre não volta para nos contar os detalhes… Mas escolho acreditar que ele existe, não sei porque que prefiro acreditar que existe, mas parece dar algum conforto e propósito na vida. Duvidar da existência de Deus também me faz duvidar da existência de paraíso, mas prefiro acreditar que existe, e se existe eu quero ir para lá quando o meu corpo morrer… Mas também duvido que eu vá para lá, não sou perfeito, faço coisas condenáveis, segundo a bíblia, minto, fornico, até já roubei, mesmo que seja um roubo que eu tenha achado “inocente” por ser pequeno e que “ninguém notaria” é um roubo e isso é condenável, segundo a bíblia.
O que faz com que sejamos perdoados? Fala-se tanto do dia em que o mundo vai acabar e as almas puras serão levadas para o reino dos céus, o que eu faço para minha alma ser uma dessas que será levada para o reino dos céus? Pedir perdão todos os dias? Ou apenas no dia da nossa morte?
Qualquer pessoa cansa-se de ouvir pedidos de perdão diariamente por erros que cometemos por livre vontade, Deus não é uma pessoa, mas será que ele não está cansado de nos perdoar dia-a-dia?
Se existe Paraíso e Inferno eu quero acreditar que ninguém habita o inferno, quero acreditar que o diabo não tem nem sequer uma alma. Se todos pecados são dignos do perdão, eu quero acreditar que Deus perdoou todos.
No último julgamento que quero acreditar que ninguém se recusou a assumir seus erros e pedir perdão… e essa é a razão de eu achar que ninguém habita o inferno e se existem almas perdidas lá, são apenas réplicas e que as verdadeiras habitam no reino dos céus.
This is a reflection I had, don't mean to offend or insult.
Cada vez mais me cansa existir
Bate-se-me em ânsia o coração
Todo o café não me livra do cansaço
Que trazem as noites sem dormir
Por sonhos temorosos atormentada.

Sinto nos olhos o pesar da vida
Que penso demais para poder viver.
Sinto da alma um distanciar imenso
Cada vez mais incerta do que é ser.

Pudesse eu saber os murmúrios do destino
O que me guarda o fado, o porquê
Da demora do sossego fugido.

Pudesse eu não tanto pensar
Ouvir cantar as musas (onde estão?)
Fazer deste corpo um lar.
Itzel Hdz May 2017
Ø
Me cuesta entender, me duele aceptar
esta gran verdad, no soy mas que maldad
he tenido un concepto tan alto y falso de mi
erróneamente pensaba  en mi dualidad
pensaba que había una batalla constante
entre mi perversidad y mi bondad
pero ahora entiendo el gran contraste
no soy yo contra mi misma
ayer miré al espejo y lo entendí
ira, egoísmo, venganza, soberbia
esa soy yo, luchando contra la luz
luchando contra Ti
estoy renuente, me resisto a cambiar
estoy muy a gusto no lo quiero dejar
soy un desastre
¿Cómo me puedes amar?
estoy ennegrecida hasta las entrañas
es verdad lo que dices
que viniste por personas como yo
pero no lo entiendo, ¿por qué?
de verdad me doy asco
tanta gente diciendo que soy buena
no tienen idea, pero Tú si
sin embargo aquí estás, y no te rindes, nunca te rindes
ya no quiero ser yo, me cansa ser así
me molesta ser así, tan llena de basura
y me alimento de más basura a diario, alejándome de Ti
quisiera ser más como Tú
llena de amor, prudente, paciente, no ofenderme
hablar lo bueno, alejarme de lo malo,
no rendirme en lo que me toca hacer,
morir para que otros vivan, creer aunque no vea
la lucha continúa, por favor, no me dejes ganar,
toma Tú lugar
A la hora del rocío,
de la niebla salen
sierra blanca y prado verde.
¡El sol en los encinares!

  Hasta borrarse en el cielo,
suben las alondras.
¿Quién puso plumas al campo?
¿Quién hizo alas de tierra loca?

  Al viento, sobre la sierra,
tiene el águila dorada
las anchas alas abiertas.

  Sobre la picota
donde nace el río,
sobre el lago de turquesa
y los barrancos de verdes pinos;
sobre veinte aldeas,
sobre cien caminos...

  Por los senderos del aire,
señora águila,
¿dónde vais a todo vuelo tan de mañana?   Ya había un albor de luna
en el cielo azul.
¡La luna en los espartales,
cerca de Alicún!
Redonda sobre el alcor,
y rota en las turbias aguas
del Guadiana menor.
  Entre Ubeda y Baeza
-loma de las dos hermanas;
Baeza, pobre y señora;
Ubeda, reina y gitana -,
Y en el encinar
¡luna redonda y beata,
siempre conmigo a la par!   Cerca de Ubeda la grande,
cuyos cerros nadie verá,
me iba siguiendo la luna
sobre el olivar,
una luna jadeante,
siempre conmigo a la par.

  Yo pensaba: ¡bandoleros
de mi tierra!, al caminar
en mi caballo ligero.
¡Alguno conmigo irá!

  Que esta luna me conoce
y, con el miedo, me da
el orgullo de haber sido
alguna vez capitán.   En la sierra de Quesada
hay un águila gigante,
verdosa, negra y dorada,
siempre las alas abiertas.
Es de piedra y no se cansa.

  Pasado Puerto Lorente,
entre las nubes galopa
el caballo de los montes.
Nunca se cansa: es de roca.

  En el hondón del barranco
se ve al jinete caído,
que alza los brazos al cielo.
Los brazos son de granito.

  Y allí donde nadie sube
hay una virgen risueña
con un río azul en brazos.
Es la Virgen de la Sierra.
Señor, me cansa la vida,
tengo la garganta ronca
de gritar sobre los mares,
la voz de la mar me asorda.
Señor, me cansa la vida
y el universo me ahoga.
Señor, me dejaste solo,
solo, con el mar a solas.   O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo
es tu voz.   Por todas partes te busco
sin encontrarte jamás,
y en todas partes te encuentro
sólo por irte a buscar.
A las doce de la noche, por las puertas de la gloria
y al fulgor de perla y oro de una luz extraterrestre,
sale en hombros de cuatro ángeles, y en su silla gestatoria,
                San Silvestre.

Más hermoso que un rey mago, lleva puesta la tiara,
de que son bellos diamantes Sirio, Arturo y Orión;
y el anillo de su diestra hecho cual si fuese para
                  Salomón.

Sus pies cubren los joyeles de la Osa adamantina,
y su capa raras piedras de una ilustre Visapur;
y colgada sobre el pecho resplandece la divina
              Cruz del Sur.

Va el pontífice hacia Oriente; ¿va a encontrar el áureo barco
donde al brillo de la aurora viene en triunfo el rey Enero?
Ya la aljaba de Diciembre se fue toda por el arco
                del Arquero.

A la orilla del abismo misterioso de lo Eterno
el inmenso Sagitario no se cansa de flechar;
le sustenta el frío Polo, lo corona el blanco Invierno
y le cubre los riñones el vellón azul del mar.

Cada flecha que dispara, cada flecha es una hora;
doce aljabas cada año para él trae el rey Enero;
en la sombra se destaca la figura vencedora
                del Arquero.

Al redor de la figura del gigante se oye el vuelo
misterioso y fugitivo de las almas que se van,
y el ruido con que pasa por la bóveda del cielo
con sus alas membranosas el murciélago Satán.

San Silvestre, bajo el palio de un zodíaco de virtudes,
del celeste Vaticano se detiene en los umbrales
mientras himnos y motetes canta un coro de laúdes
                inmortales.

Reza el santo y pontifica; y al mirar que viene el barco
donde en triunfo llega Enero,
ante Dios bendice al mundo; y su brazo abarca el arco
                y el Arquero.
Así, ternura de Lisboa en medio del espanto.
El mundo está nublado, menos aquí
donde se adensa la tristeza del mundo.
¿Tanta luz dejó el ángel que vuela
hacia la suspensión de la infancia
en el hueco de un canario dormido?
La lengua vive en la boca
calcinada por la curva del sol.
Junto al río o tajo que habla con la ciudad
hay algo de lejano implacable
en que pase lo que no pasa.
¿Cómo se ata lo que soy para mí
con lo que no soy para mí?
Aquí me cansa la muerte, que no tiene nada adentro,
y por mi cuarto se pasea uno que usa mi pasado.
Ah, transparencia mecida por
la huella animal
que busca lo encontrado. Decires
que velan lo que muestran. Lenta
felicidad de calles contagiadas
de lo que se espera.
Nos separamos ambos de mal humor. ¿Por qué?
Y después de que tanto prometimos un día
Amarnos siempre, pero... la culpa no fue mía,
Y aunque insistas, no puedes decir que yo empecé.
Fuiste tú. Tú empezaste. Tal vez ambos... Tú... yo...
Mas te confieso, no
Fuiste tú. ¿Me has oído? Ni yo... Franco seré.
Él sólo responsable de todo el amor fue.
Y saliste enojada. Tu adiós me sonó mal,
Y cambiamos palabras duras en el umbral.
Hizo explosión mi orgullo, que tanto tiempo, tanto,
Contuve, y reprimías en los ojos el llanto.

Extraño es, pero cierto. Desde que nos unimos
Parece, así lo creo, que odiándonos vivimos.
Y la culpa no es tuya. Tampoco culpa mía.
Me quieres. No lo niego. Negarlo no podría,
Y te he amado. Y te amo con afecto leal.
Mas tal vez las disputas, del carácter igual
Que tenemos, dependen; de que siempre nos vemos,
Y quizás de que mucho los dos nos conocemos.

Así nuestros defectos se muestran con frecuencia,
Sin que haya en nuestras almas un poco de indulgencia.
Comprenderse de sobra no es nunca conveniente,
Porque viene el análisis al punto. Y a la mente
La incertidumbre llega fatal. Y no tenemos
En el amor confianza, pues de él siempre tememos
El vernos traicionados. Mira: un momento hacía
Que tú y yo nos amábamos. Pero ambos pretendemos,
Como extraña manía,
Amarnos en la vida de modo extraordinario,
Y, viéndolo bien, eso no es nunca lo ordinario.
Y nos atormentamos. Ya amarnos con locura
Es difícil. Mas oye. Juzgo que la cordura
Exige, de nosotros que menos nos veamos.
Cierto es que nos amamos,
Mas de hablar de eso siempre se cansa uno y se irrita.
Y para estar tranquilos nuestra alma necesita
No vernos con frecuencia. Y esto no es un capricho.
Verás que cuando vuelvas, muchas cosas tendremos
Para decirnos, cosas que no nos hemos dicho,
Y entonces, sí, felices, muy felices seremos.
Vamos a amarnos mucho, mucho nos amaremos.
Pensar en dichas nuevas no es esperanza vana,
Estoy de ello seguro. Lo verás, sí, tesoro
De mi vida. ¡Te adoro!...

Y trata de que vuelvas más temprano mañana.
Leydis Nov 2017
Del amor y sus riquezas,
del amor y sus pobrezas
el amor junto a tu lado..
es el único que me interesa.

Si estamos abrigados, sea;
en el fardo de heno
en el frio aire campestre,
en una mansión o en un piso de tierra,  
no importa donde sea,
si en la ciudad de las luces
o en la pobreza de Burundi,
del amor y sus riquezas,
del amor y sus pobrezas,
si estoy a tu costado,
me siento saciada y plena.

No importa si comemos caviar,
no importa si no nos toca viajar,
bordando sueños en tu dulce mirada,
arropada entre tus brazos
he encontrado yo, la novena maravilla,
en la dulzura de tu sonrisa.

Del amor y sus altibajos,
me deslizo entre tus labios,
tejiendo con ilusión en cada beso
la frazada que cobijara este ensueño,
de encontrarnos en el trayecto,
de reconocer en una mirada
el amor que alguna vez decretamos
como el único que esperábamos.

Del amor y sus riquezas,
del amor y sus pobrezas,
del amor y sus altibajos,
del amor que se promete,
de ese que se cansa y luego rejuvenece,
en un perdón con un beso en la cabeza,
o en el que se engancha a una camisa,
remendando aquellas palabras rotas,
sea en el fardo de heno,
en una mansión o en el suelo,
ya que lo único que importa,
es vivir este amor con grandeza y con empeño.  

LeydisProse
11/24/2017
https://m.facebook.com/LeydisProse/
Sé que a solas, aburrido
De estar vivo y quedar muerto,
Pasas el tiempo, o te pasa
El tiempo sin tú quererlo.

Pues el fuego no la anima
Sino en lumbre pasajera,
Entiende la paradoja
De tu existencia incompleta.

La luna a veces es clara,
El aire a veces es tibio,
El cuerpo joven tan puro
Como siempre, y tan perdido.

El sino te lleva, y puedes,
Si así lo quieres, pararle,
Cuando seguir cansa. Entonces
Eres dueño en lo que vale.

Luego la vejez alcanza,
Y con ella ese recelo
De una falla, ajena o tuya,
En el ciclo ya completo.

No digas que no esperabas
Todo ello en el principio,
Y acepta, como si iguales,
Lo esperado y lo vivido.
Luís Jul 2017
Poesia é fogo
É toque sedutor que seduz o mais fiel
Poesia são sonhos amarrotados no papel
Poesia arde ferozmente e me aquece
Aquece o meu ser gélido
Ela mata-me, cansa-me
Ela faz-me viver morto
Mas acima de tudo,
Ela ressuscita-me e ama-me
Ama-me como uma mãe cuida da sua cria
Como o sol beija a lua ao seu nascer
Ilumina a minha escura mente
Apazigua-me, levita- me e aquece
Pois poesia e fogo
Fogo onde quero arder
Pois sou o papel amarrotado
Assim sou iluminado
Pois poesia arde em mim até falecer.
¿Quién es? -No sé: a veces cruza
por mi senda, como el Hada
del Ensueño: siempre sola...
siempre muda... siempre pálida...
¿Su nombre? No lo conozco.
¿De dónde viene? ¿Dó marcha?
¡Lo ignoro! Nos encontramos,
me mira un momento y pasa:
¡Siempre sola...! ¡Siempre triste...!
¡Siempre muda...! ¡Siempre pálida!

Mujer: ha mucho que llevo
tu imagen dentro del alma.
Si las sombras que te cercan,
si los misterios que guardas
deben ser impenetrables
para todos, ¡calla, calla!
¡Yo sólo demando amores:
yo no te pregunto nada!

¿Buscas reposo y olvido?
Yo también. El mundo cansa.
Partiremos lejos, lejos
de la gente, a tierra extraña;
y cual las aves que anidan
en las torres solitarias,
confiaremos a la sombra
nuestro amor y nuestras ansias...
Jr Sep 2017
Camisas de fuerza aprisionan los brazos del loco,
paredes acolchadas lo salvan de causarse daño.

Pero ninguna camisa de fuerza puede contener sus gritos,
y nadie sabe aún como acolchar gargantas.

El loco no se cansa de gritar.
Por una vez existe el cielo innecesario.
Nadie averigua acerca de mi corazón
ni de mi salud milagrosa y cordial,
porque es de noche, manantial de la noche,
viento de la noche, viento olvido,
porque es de noche entre silencio y uñas
y quedo desalmado como un reloj lento.

Húmeda oscuridad desgarradora,
oscuridad sin adivinaciones,
con solamente un grito que se quiebra a lo lejos,
y a lo lejos se cansa y me abandona.

Ella sabe qué palabras podrían decirse
cuando se extinguen todos los presagios
y el insomnio trae iras melancólicas
acerca del porvenir y otras angustias.

Pero no dice nada, no las suelta.
Entonces miro en lo oscuro llorando,
y me envuelvo otra vez en mi noche
como en una cortina pegajosa
que nadie nunca nadie nunca corre.

Por el aire invisible baja una luna dulce,
hasta el sueño por el aire invisible.
Estoy solo como con mi infancia de alertas,
con mis corrientes espejismos de Dios
y calles que me empujan inexplicablemente
hacia un remoto mar de miedos.

Estoy solo como una estatua destruida,
como un muelle sin olas, como una simple cosa
que no tuviera el hábito de la respiración
ni el deber del descanso ni otras muertes en cierne,
solo en la anegada cuenca del desamparo
junto a ausencias que nunca retroceden.
Naturalmente, ella
conoce qué palabras podrían decirse,
pero no dice nada,
pero no dice nada irremediable.

— The End —