Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
Brent Sep 2016
Halina kayong lahat at makinig!
Magdikit-dikit at magkapit-bisig!
At sabay pakiramdaman ang tahimik na unos
ng isang dakilang puting kandilang upos.

Dito sa ating liblib na barrio
Nakatago ang isang kandilang puti
Labis na mahaba;
ang pasensya
na tila kayang hintayin
ang walang hanggan.
Ngunit labis na manipis;
na kaybilis tablan at lapitan ng hinagpis.

Dumating ang araw na kinailangang sindihan
ang dakilang puting kandila
sapagkat nawala at napundi na
ang ilaw ng tahanan.

Nang idinikit ang posporo sa kanyang mitsa
ay hindi sadyang nakapaso ang kandila
subalit ang nagsindi
ay 'di napigilang magalit,
pilit na pinutol ang kandilang puti
sa gitna at ito'y nangalahati.

Walang nagawa ang kandilang mayumi
kundi iiyak ang mainit nitong pagkit
ngunit ang tanglaw nito ay kayliwanag
buong barrio'y mararamdaman ang kanyang sinag.

Ilang araw nangyaring muli
ang pagpasong hindi minimithi
ang kandilang puti'y
patuloy pa ring nangangalahati
ngunit ang liwanag sa barrio'y
sa kanya pa rin nanggagaling.

Dumating ang araw ng kandila
na hindi na maaring kalahatiin.
Unti-unting sumuko na rin
ang mahaba nitong mitsa.

Sa huling sandali,
ay hindi na nakapagpigil
ang mapanghimok na nagsindi.
Buong lakas na nag-ipon nang hangin
Buong pwersang sumigaw sa kandila.
Ang kandila'y 'di na nanlaban
at nagtuloy nang manghina.
At sa huling bulong ng nagsindi,
ang liwanag ng kandilang puti ay napundi.

Halina kayong lahat at makinig
Magdikit-dikit at magkapit-bisig
sabay pakiramdaman sa walang kibong katahimikan
ang umaalulong na hagulgol ng dakilang kandila.
trying out a literary style for a contest. 3rd work that's in Filipino. Kinda deep and shallow at the same time.
Volver al barrio siempre es una huida
casi como enfrentarse a dos espejos
uno que ve de cerca / otro de lejos
en la torpe memoria repetida

la infancia / la que fue / sigue perdida
no eran así los patios / son reflejos /
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida

el barrio tiene encanto y lluvia mansa
rieles para un tranvía que descansa
y no irrumpe en la noche ni madruga

si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado /
volver al barrio siempre es una fuga
El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular,
aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que,
con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar
un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de
ballet. Quien es derrumbado cae seguramente sobre un colchón de
plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto
forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero
simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros
cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol
decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre
otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos,
cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna
es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama
particular de cada vencido. Por supuesto, ciertos avispados
espectadores siempre saben cómo hacer la jugada maestra y no
acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por
qué este o aquel jugador no logra hacerla. Y cuando el
árbitro sanciona el penal, el espectador avispado también
intuye hacia qué lado irá el tiro, y un segundo
después, cuando el balón brinca ya en las redes, no
alcanza a comprender cómo el golero no lo supo. O acaso
sí lo supo y con toda deliberación se arrojó al
otro palo, en un alarde de masoquismo o venalidad o estupidez
congénita. Desde la tribuna es tan fácil. Se conoce la
historia y la prehistoria. O sea que se poseen elementos suficientes
como para comparar la inexpugnable eficacia de aquel zaguero
olímpico con la torpeza del patadura actual, que no acierta
nunca y es esquivado una y mil veces. Recuerdo borroso de una
época en que había un centre-half y un centre-forward,
cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el
juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no? El
espectador veterano sabe que cuando el fútbol se
convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling
en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en
pena, todo se vino abajo y ésa es la explicación de que
muchos lleven al estadio sus radios a transistores, ya que al menos
quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las
estupendas jugadas que imaginan. Bueno, para eso les pagan,
¿verdad? Para imaginar estupendas jugadas y está bien.
Por eso, cuando alguien ha hecho un gol y después de los abrazos
y pirámides humanas el juego se reanuda, el locutor
idóneo sigue colgado de la "o" de su gooooooool, que en realidad
es una jugada suya, subjetiva, personal, y no exactamente del delantero
que se limitó a empujar con la frente un centro que, entre todas
las otras, eligió su cabeza. Y cuando el locutor idóneo
llega por fin al desenlace de la "ele" final de su gooooooool privado,
ya el árbitro ha señalado un orsai que favorece,
¿por qué no?, al locatario.

Es bueno contemplar alguna vez la cancha desde aquí, desde lo
alto. Así al menos piensa Benjamín Ferrés,
veintitrés años, digamos delantero de un Club Chico,
alguien últimamente en alza según los cronistas
deportivos más estrictos, y que hoy, después de empatarle
al Club Grande y ducharse y cambiarse, no se fue del estadio con el
resto del equipo y prefirió quedarse a mirar, desde la tribuna
ya vacía (sólo quedan los cafeteros y heladeros y
vendedores de banderitas, que recogen sus bártulos o tal vez
hacen cuentas) aquel campo en el que estuvo corriendo durante noventa
minutos e incluso convirtió uno, el segundo, de los dos goles
que le otorgan al Club Chico eso que suele llamarse un punto de oro.
Sí, desde aquí arriba el césped es una alfombra,
casi un paño verde como el del casino, con la importante
diferencia de que allá los números son fijos,
permanentes, y aquí (él, por ejemplo, es el ocho) cambian
constantemente de lugar y además se repiten. A lo mejor con el
flaco Suárez (que lleva el once prendido en la espalda)
podrían ser una de las parejas negras. O no. Porque de ambos,
sólo el Flaco es oscurito.

Ahora se levanta un viento arisco y las gradas de cemento son
recorridas por vasos de plástico, hojas de diario, talones de
entradas, almohadillas, pelotas de papel. Remolinos casi fantasmales
dan la falsa impresión de que las gradas se mueven, giran,
bailotean, se sacuden por fin el sol de la tarde. Hay papeles que suben
las escaleras y otros que se precipitan al vacío. A
Benjamín (Benja, para la hinchada) le sube una bocanada de
desconsuelo, de extraña ansiedad al enfrentarse, ¿por
primera vez?, con la quimera de cemento en estado de pureza (o de
basura, que es casi lo mismo) y se le ocurre que el estadio
vacío, desolado, es como un esqueleto de multitud, un eco
fantasmal de esa misma muchedumbre cuando ruge o aplaude o insulta o
agita banderas. Se pregunta cómo se habrá visto su gol
desde aquí, desde esta tribuna generalmente ocupada por las
huestes del adversario. Para los de abajo en la tabla, el estadio
siempre es enemigo: miles y miles de voces que los acosan, los
persiguen, los hunden, porque generalmente el que juega aquí, el
permanente locatario, es uno de los Grandes, y los de abajo sólo
van al estadio cuando les toca enfrentarlos, y en esas ocasiones apenas
si acarrean, en el mejor de los casos, algunos cientos de
fanáticos del barrio, que, aunque se desgañitan y agitan
como locos su única y gastada bandera, en realidad no cuentan,
es imposible que tapen, desde su islote de alaridos, el gran rugido de
la hinchada mayor. Desde abajo se sabe que existen, claro, y eso es
bueno, y de vez en cuando, cuando se suspende el juego por
lesión o por cambio de jugadores, los del Club Chico van con la
mirada al encuentro de aquel rinconcito de tribuna donde su bandera
hace guiños en clave, señales secretas como las del
truco. Y ésta es la mejor anfetamina, porque los llena de
saludable euforia y además no aparece en los controles
antidopping.

Hoy empataron, no está mal, se dice Benja, el número
ocho. Y está mejor porque todos sus huesos están enteros,
a pesar de la alevosa zancadilla (esquivada sólo por
intuición) que le dedicaran en el toletole previo al primer gol,
dos segundos antes de que el Colorado empujara nuevamente la globa con
el empeine y la colocara, inalcanzable, junto al poste izquierdo.
Después de todo, la playa es mía. Desde hace quince
años la vengo adquiriendo en pequeñas cuotas. Cuotas de
sol y dunas. Todos esos prójimos, prójimas y projimitos
que se ven tendidos sobre las rocas o bajo las sombrillas o corriendo
tras una pelota de engañapichanga o jugando a la paleta en una
cancha marcada en la arena con líneas que al rato se borran,
todos esos otros, están en la playa gracias a que yo les permito
estar. Porque la playa es mía. Mío el horizonte con
toninas remotas y tres barquitos a vela. Míos los peces que
extraen mis pescadores con mis redes antiguas, remendadas. El aire
salitroso y los castillos de arena y las aguas vivas y las algas que ha
traído la penúltima ola. Todo es mío.
¿Qué sería de mí, el número ocho,
sin estas mañanas en que la playa me convence de que soy libre,
de que puedo abrazar esta roca, que es mi roca mujer o tal vez mi roca
madre, y estirarme sin otros límites que mi propio límite
o hasta que siento las tenazas del cangrejo barcino sobre mi dedo
gordo? Aquí soy número ocho sin llevarlo en la espalda.
Soy número ocho sencillamente porque es mi identidad. Un cura o
un teniente o un payaso no necesitan vestir sotana o uniforme o traje
de colores para ser cura o teniente o payaso. Soy número ocho
aunque no lo lleve dibujado en el lomo y aunque ningún botija se
arrime a pedirme autógrafos, porque sólo se piden
autógrafos a los de los Clubes Grandes. Y creo que siempre
seré de Club Chico, porque me gusta amargarles la fiesta, no a
los jugadores que después de todo son como nosotros, sólo
que con más suerte y más guita, ni siquiera a la hinchada
grande por más que nos insulte cuando hacemos un fau y festeje
ruidosamente cuando el otro nos propina un hachazo en la canilla. Me
gusta arruinarles la fiesta, sobre todo a los dirigentes, esos
industriales bien instalados en su cochazo, en su piso de la Rambla y
en su mondongo, señores cuya gimnasia sabatina o dominical
consiste en sentarse muy orondos, arriba en el palco oficial, y desde
ahí ver cómo allá abajo nos reventamos, nos
odiamos, nos derretimos en sudores, y cuando sus jugadores ganan,
condescienden a llegar al vestuario y a darles una palmadita en el
hombro, disimulando apenas el asco que les provoca aquella piel
todavía sudada, y en cambio, cuando sus jugadores pierden, se
van entonces directamente a su casa, esta vez por supuesto sin ocultar
el asco. En verdad, en verdad os digo que yo ignoro si hacen eso, pero
me lo imagino. Es decir, tengo que imaginarlo así, porque una
cosa son las instrucciones del entrenador, que por supuesto trato de
cumplir si no son demasiado absurdas, y otra cosa son las instrucciones
que yo me doy, verbigracia vamo vamo número ocho hay que aguarle
la fiesta a ese presidente cogotudo, jactancioso y mezquino, que viene
al estadio con sus tres o cuatro nenes que desde ya tienen caritas de
futuros presidentes cogotudos. Bueno, no sé ni siquiera si tiene
hijos, pero tengo que imaginarlo así porque soy el número
ocho, insustituible titular de un Club Chico y, ya que cobro poco,
tengo que inventarme recompensas compensatorias y de esas recompensas
inventadas la mejor es la posibilidad de aguarle la fiesta al cogotudo
presidente del Grande, a fin de que el lunes, cuando concurra a su
Banco o a su banca, pase también su vergüenza rica, su
vergüenza suntuosa, así como nosotros, los que andamos en
la segunda mitad de la tabla, sufrimos, cuando perdemos, nuestra
vergüenza pobre. Pero, claro, no es lo mismo, porque los Grandes
siempre tienen la obligación de ganar, y los Chicos, en cambio,
sólo tenemos la obligación de perder lo menos posible. Y
cuando no ganamos y volvemos al barrio, la gente no nos mira con
menosprecio sino con tristeza solidaria, en tanto que al presidente
cogotudo, cuando vuelve el lunes a su Banco o a su banca, la gente, si
bien a veces se atreve a decirle qué barbaridad doctor porque
ustedes merecieron ganar y además por varios goles, en realidad
está pensando te jodieron doctor qué salsa les dieron
esos petizos. Por eso a mí no me importa ser número ocho
titular y que no me pidan autógrafos aquí en la playa ni
en el cine ni en Dieciocho. Los partidos no se ganan con
autógrafos. Se ganan con goles y ésos los sé
hacer. Por ahora al menos. También es un consuelo que la playa
sea mía, y como mía pueda recorrerla descalzo, casi
desnudo, sintiendo el sol en la espalda y la brisa en los ojos, o
tendiéndome en las rocas pero de cara al mar, consciente de que
atrás dejo la ciudad que me espía o me protege,
según las horas y según mi ánimo, y adelante
está esa llanura líquida, infinita, que me lame, me
salpica, a veces me da vértigo y otras veces me brinda una
insólita paz, un extraño sosiego, tan extraño que
a veces me hace olvidar que soy número ocho.
Alejandra. Lo extraño había sido que Benja conociera sus
manos antes que su rostro, o mejor aún, que se enamorara de sus
manos antes que de su rostro. Él regresaba de San Pablo en un
vuelo de Pluna. El equipo se había trasladado para jugar dos
amistosos fuera de temporada, pero Benja sólo había
participado en el primero porque en una jugada tonta había
caído mal y el desgarramiento iba a necesitar por lo menos cinco
días de cuidado, así que el preparador físico
decidió mandarlo a Montevideo para que allí lo atendieran
mejor. De modo que volvía solo. A la media hora de vuelo se
levantó para ir al baño y cuando regresaba a su sitio
tuvo la impresión de ser mirado pero él no miró.
Simplemente se sentó y reinició la lectura de Agatha
Christie, que le proponía un enigma afilado, bienhumorado y
sutil como todos los suyos.

De pronto percibió que algo singular estaba ocurriendo. En el
respaldo que estaba frente a él apareció una mano de
mujer. Era una mano delgada, de dedos largos y finos, con uñas
cuidadas pero sin color. Una mano expresiva, o quizá que
expresaba algo, pero qué. A los dos o tres minutos hizo
irrupción la otra mano, que era complementaria pero no igual.
Cada mano tenía su carácter, aunque sin duda
compartían una inquietante identidad. Benja no pudo continuar su
lectura. Adiós enigma y adiós Agatha. Las manos se
movían con sobriedad, se rozaban a veces. Él
imaginó que lo llamaban sin llamarlo, que le contaban una
historia, que le ofrecían respuestas a interrogantes que
aún no había formulado; en fin, que querían ser
asidas. Y lo más preocupante era que él también
quería asirlas, con todos los riesgos que un acto así
podía implicar, verbigracia que la dueña de aquellas
manos llamara inmediatamente a la azafata, o se levantara, enfrentada a
su descaro, y le propinara una espléndida bofetada, con toda la
vergüenza, adicional y pública, que semejante castigo
podía provocar. Hasta llegó a concebir, como un destello,
un título, a sólo dos columnas (porque era número
ocho, pero sólo de un Club Chico): conocido futbolista uruguayo
abofeteado en pleno vuelo por dama que se defiende de agresión
******.

Y sin embargo las manos hablaban. Sutiles, seductoras,
finísimas, dialogaban uña a uña, yema a yema, como
creando una espera, construyendo una expectativa. Y cuando fue ordenado
el ajuste de los cinturones de seguridad, desaparecieron para cumplir
la orden, pero de inmediato volvieron a poblar el respaldo y con ello a
convocar la ansiedad del número ocho, que por fin decidió
jugarse el todo por el todo y asumir el riesgo del ridículo, el
escándalo y el titular a dos columnas que acabaran con su
carrera deportiva. De modo que, tomada la difícil
decisión y tras ajustarse también él el
cinturón, avanzó su propia mano hacia los dedos
cautivantes, que en aquel preciso momento estaban juntos. Notó
un leve temblor, pero las manos no se replegaron. La suya
prolongó aquel extraño contacto por unos segundos, luego
se retiró. Sólo entonces las otras manos desaparecieron,
pero no pasó nada. No hubo llamada a la azafata ni bofetada.
Él respiró y quedó a la espera. Cuando el
avión comenzaba el descenso, una de las manos apareció de
nuevo y traía un papel, más bien un papelito, doblado en
dos. Benja lo recogió y lo abrió lentamente. Conteniendo
la respiración, leyó: 912437.

Se sintió eufórico, casi como cuando hacía un gol
sobre la hora y la hinchada del barrio vitoreaba su nombre y él
alzaba discretamente un brazo, nada más que para comunicar que
recibía y apreciaba aquel apoyo colectivo, aquel afecto, pero
los compañeros sabían que a él no le gustaba toda
esa parafernalia de abrazos, besos y palmaditas en el trasero, algo que
se había vuelto habitual en todas las canchas del mundo.
Así que cuando metía un gol sólo le tocaban un
brazo o le hacían desde lejos un gesto solidario. Pero ahora,
con aquel prometedor 912437 en el bolsillo, descendió del
avión como de un podio olímpico y diez minutos
después pudo mirar discretamente hacia la dueña de las
manos, que en ese instante abría su valija frente al funcionario
aduanero, y Benja comprobó que el rostro no desmerecía la
belleza y la seducción de las manos que lo habían enamorado.
Benja y Martín se encontraron como siempre en la pizzería
del sordo Bellini. Desde que ambos integraran el cuadrito juvenil de La
Estrella habían cultivado una amistad a prueba de balas y
también de codazos y zancadillas. Benja jugaba entonces de
zaguero y sin embargo había terminado en número ocho.
Martín, que en la adolescencia fuera puntero derecho, más
tarde (a raíz de una sustitución de emergencia, tras
lesiones sucesivas y en el mismo partido del golero titular y del
suplente) se había afincado y afirmado en el arco y hoy era uno
de los guardametas más cotizados y confiables de Primera A.

El sordo Bellini disfrutaba plenamente con la presencia de los dos
futbolistas. Él, que normalmente no atendía las mesas
sino que se instalaba en la caja con su gorra de capitán de
barco, cuando Martín y Benja aparecían, solos o
acompañados, de inmediato se arrimaba solícito a dejarles
el menú, a recoger los pedidos, a recomendarles tal o cual plato
y sobre todo a comentar las jugadas más notables o más
polémicas del último domingo.

Era algo así como el fan particular de Benja y Martín y
su caballito de batalla era hacerles bromas c
Rustic charms

Deep in the barrio where the carrion crow carry on, if ever there was light it's long gone and the darkness like a rash creeps up on your skin, where they take their teeth out and they put the trash in,  a place to be aware of in the moonlight where you dare to put on show but only in the barrio beside the hooded crow.

And deep the knife that splits the corn to sharpen razors, reap the dawn and sow the seeds of raging wolves and pimps that lead us further in, the barrio is grim, no fairy tale or pun intent just iron bent into sharp hooks and even sharper cutthroat looks from residents who fit the bill of psychos, cracks the crow if crows can crack at all.

I steer clear and always will, the barrio's a bitter pill to swallow, but unless your mouth's been opened wide how can anyone see inside, active pro and ****** crow and those who know don't know or never go to see.

Deep in the barrio where time goes fast and life is slow and death rides walls of steel
I feel affinity, a certain ****** prehensile proclivity and where the hell's divinity but sat behind the crow.
Momart Oct 2014
moon over head
the streets of the barrio
cracked side walks
and loud music
construing
the eager young mind,
he was about nine.

El barrio, I write to you
an open notebook I fill
of memories
black and blue.

El barrio, you didn't
think i'd make it.
for only the forsaken
make it.

El barrio,
my neighborhood
flooded with dreams
of other places
names
without faces.

life
and all else
you will find
between these city walls.
Brandt Hott  May 2020
El barrio
Brandt Hott May 2020
vengo de barrio bajo
pero este no me defino
porque en el barrio consta
que todas siempre enteros

el barrio nunca la falta nada
si una no tiene otra lo pone
hasta que todas comemos juntos
juntos y juntos hasta el muerte

dando y dando el la repuesta
de quien sea mas no hay menos
porque en el barrio todos
somos iguales somos chingones
hasta la muerte fieles
CA Guilfoyle Feb 2013
Polished stone, bare *****- rafters loomed above
silent owls swooped, black before the dawn
red wood carved with sorrow's blood
masks to hide behind - some never found
So swift to pass upon the earth
ashes, silence underground
Diego painted the Santa Catalina's
mountains now hung upon a wall
have found him glorious
in the lost barrio
It was named after the bodies that lay below,
whose tombs stood close by,
whose families still cry.
It was for those that had nowhere to go,
those who let out a sigh,
those who wouldn't cry.
It was where the days felt the most slow,
but still we all said hi
and still we all gave it a try.
It is called Home, for those who got to grow,
for those who didn't die
and those who made it by.
For the streets that raised me, thank you.
La frente apoyo en la vidriera...
el cielo azul se engalana
y en la fúlgida primavera
canta su canción la mañana.

La mente inclino a lo más hondo
del alma en campos del Ayer;
y marchito miro en el fondo
todo lo que vi florecer.

Soplan auras primaverales
dando más vigor a los músculos.
¡Aquí las brumas otoñales
y el silencio de los crepúsculos!

En el parque crece la yerba
bajo el radiante resplandor.
En el alma todo se enerva
al paso lento del dolor.

Y evoco alegres ilusiones,
campos azules, abrileños;
la juventud con sus canciones
iba entre rosas y entre ensueños.

Fulgurante el cielo reía:
¡Cuán hermoso era el porvenir!
Vino la tarde en pleno día
y todo comenzó a morir.
La frente apoyo en la vidriera...
Verdes árboles, sol radiante
¡Juventud!… ¡también primavera
Fuiste del corazón amante!

¡Días que el alma triste evoca,
alba rosada del amor!
¡Boca que buscaba otra boca,
polen que va de flor en flor!...

En jardines primaverales
las libélulas entre aromas;
rosas rojas en los rosales
y destilando miel las pomas.

Y van surgiendo en un ensueño
amores de la juventud.
Pasan con el labio risueño
en concento de arpa y laúd.

Entonces... retoño y retoño
en los rosales a la aurora...
¡Como lenta bruma de otoño
la tristeza bajando ahora!

En el alma, al ensueño abierta,
algo de antiguo trovador,
y de la vida en la áurea puerta
con sus promesas el Amor.

De la luna la luz de plata
brillaba en el barrio desierto,
y una canción de serenata
subía al balcón entreabierto.

Pendiente la escala de seda
de los barrotes del balcón...
Del pasado ya sólo queda
un rescoldo en el corazón.

Paseos bajo luz de luna
por alamedas de rosales;
dos bocas que el amor aúna
en claras noches estivales...

Entonces... cantos, alegría,
juramentos de eterna fe;
y ahora, gris melancolía
del dichoso tiempo que fue...
La frente apoyo en la vidriera:
en el parque, vestidos blancos,
y amantes en su primavera
bajo los pinos en bancos.

Primeros versos a la amada,
cantos primeros de ilusión...
Son hoy cual queja desolada
en el fondo del corazón.

Tú, flor de la tierra nativa,
de los ojos fuiste embeleso.
Sólo a tu boca, rosa viva,
le dio la muerte el primer beso.

Cuando se recuerda el pasado
hay un deseo de llorar.
¡El árido camino andado
si se pudiera desandar!...

Sombras doloridas que vagan
y esperanzas muertas deploran:
Astros que en tinieblas se apagan
y voces que en silencio lloran!...

A la claridad matutina
fragante erguíase el rosal...
¡ya sobre el agua gris se inclina
la amarilla rama otoñal!...

Una palabra... un juramento...
¿era verdad o era mentira?
Mentira o verdad es tormento
cuando sola el alma suspira.

Se abría a la luz la ventana
en un radioso amanecer,
la ilusión decía: «¡Mañana!»
y el corazón dice: «¡Ayer!».

¡Mañana! ¡Ayer! Polos remotos...
lo que es dolor y lo que salva.
Claros sueños y sueños rotos,
gris de la tarde y luz del alba.

Y el Amor, que en sombras se aleja,
el alma dice: «¿Volverás?»
Y como una lejana queja
se oye en el pasado: «¡Jamás!»

La hiedra fija sus raíces
aún bajo nieve en la piedra.
Recuerdos de días felices:
sois del corazón... ¡siempre hiedra!
Aromadas rosas de Francia
en los casinos y en el Ritz;
Rosas que dais vuestra fragancia
en Montecarlo y en Biarritz.

Reservados de restaurantes;
de vida de goce ansias locas;
El áureo champaña espumante;
temblando de ósculo las bocas.

Nerviosa espera la cita,
Penumbra de la «garconniére»,
Fausto a los pies de Margarita
En el rosado atardecer…

Otra... Extraño acento de arrullo,
honda nostalgia en su mirada,
y severo siempre su orgullo
en su dolor de desterrada.

Su imagen el pasado alegra,
y fijos en la mente están
su traje blanco y su capa negra
en las carreras de Longchamps.

Días lejanos de estudiante,
embriaguez de ideal divino,
El corazón, rosa fragante,
en noches del Barrio Latino...

Midineta bulevardina,
boca roja, frente de lis,
Incitadora, parlanchina,
jilguero alegre de Paris.

Y del «cabaret» la alegría...
¿Era del Rhin o era del Volga?
¿en su vida un misterio había...
¿era su nombre Elisa u Olga?

En otra, del vuelo al arranque,
mirar nostálgico... y ¡pasó!
Muchas veces junto a un estanque
soñando la luna nos vio.

Tú, mejicana-parisina,
de cabellos como aureola
de luz de sol, y habla divina
entre francesa y española.

En la tristeza de un suspiro,
lejos, a la orilla del mar,
una margarita aún te miro
melancólica deshojar.

Húngara triste, flor bohemia,
De ojos miosotis de Danubio:
¡cuán adorable era anemia
En marco de cabello rubio!

Tus pupilas vagas de Isis
fingía decir un adiós;
Y casi exangüe por la tisis
caíste en golpe de tos...
La frente apoyo en la vidriera...
Un claro sol el cielo dora,
riega rosas la primavera...
El otoño en el alma llora.

Se oye como una voz que ruega,
como un gemido de laúd...
¡Es en la tarde que llega
el adiós de la juventud!
At the mailbox, again:
“Who loves me, baby?”
Well, let’s see: there’s a flyer from Mercury Insurance,
Reminding me that most middle-income customers
Save an average of $4 million smackaroons when they switch too.
The Penny Saver USA.com is here,
Thank God, almighty!
So now I know that Thomas Roofing & Paving
Is having a special on 20-year leak-free flat roofs;
"All work guaranteed & insured.
No job too big or small.
Free estimates/Emergency services/License # I8U-69."
And thank you, Jesus,
For another $4.99 Farmer Boys 3-Egg Breakfast
Combo with Coffee coupon, and that
Little Caesars Hot-N-Ready, $5.00 cheese or pepperoni,
Mae-West-“why-don’t-you-come up and see me sometime?”—mailer. And, of course, another technology Siren’s song:
Verizon FiOS delivers entertainment this big,
Dish me up some dish NETWORK, $19.99 a month . . .
Are you ******* me?
For 12 ******* months?
AT&T;: whack me off on 120 channels.
DIRECTV.com - DIRECTV® Official Site‎
Worry-free 99.9%  . . . cue Joe E. Brown,
"Some Like It Hot“ Osgood:
"Well, nobody’s perfect!"
Time Warner/Sprint/T-Mobile;
And ******* Leather, Polk Street, San Francisco.
******* leather?
Must be for my neighbor: that ***** ****!
And here’s the weekly 8-page color fold-out from Stater Bros:
Lowering prices every day, large cantaloupes
(Jessica Lange, are you back?)
10 for $10.00, 32 oz. Gatorade
Or 24 oz Propel in 30 assorted varieties @ 79 cents
+ CRV: California Redemption Value?
Nice euphemistic cover-up for a TAX.
Nice, nice, very nice, CA elected state officials;
Nicely done, Sacramento.
Everywhere else in the country you get real money—
A fixed number of pennies, nickels, or dimes—
For your plastic bottles and aluminum cans.
But in California, the licensed recyclers
Get to pull the market price out of their *** each morning.
California Redemption Value?
What ******* genius government kleptocrat thought that one up? Conspiracy Alert: who gets all that CRV money?
And what are they doing with it?
Feeling plain, Jane?
Marinello Schools of Beauty, want you,
Offer you hands-on training in cosmetology,
Skin care esthetics, manicuring and vaginal deodorizing—
Just kidding, Babaloo.
Food tip for the Third World:
Never try to write poetry on an empty stomach.
Sizzler 6 oz juicy & succulent.
RENEGADE DEAL:
El Pollo Loco guacamole chicken sandwich,
Coupon free, small drink and small chips,
When you purchase a guacamole or jalapeno sandwich,
includes pepper jack cheese and a southwest sauce.
Gardenas sandia con semilla, 7 lbs 99 cents.
GARDENAS: “en precios, servicio y calidad, nadie nos iguaia.”
Bud Gordon’s Quality NISSAN:
One at this price after a $1500 factory rebate.
TERMINIX: get them before they get you!
The Kingdom Animalia, Phylum Arthropoda, Class Insecta
Bug up my *** again.
And a form letter from the VA
Asking me to please update my whereabouts.
And a form letter from the VA asking me
To please update my whereabouts.
And miles to go before I sleep.
Bite me, Mr. Frost!

An outing, at last.
I am going for a walk around the inside of my gates.
I live in one of those gated over-55 lunatic asylums.
There are gates. It is gated. Get it?
GATED! We feel safe here.
Probably a good thing at our age:
Self-imposed institutionalization,
Putting oneself in an asylum to ferment and die.
The fact that so many of us
Need it so bad at only 55
Says something itself about the current state of
Baby Boomer metal-fatigue.
I am now standing at the far end of the golf course.
I wait at the far end of the 18th Hole.
A ball bounces past my head and
Rolls off past the green into the far rough.
The 18th Hole is perched atop a small plateau,
Out of sight, far above the horizon for anyone teeing off.
I am Puck, invisible and impish.
I pluck the ball up.
I scamper to the green.
I pop the ball into the hole.
Which is better than popping a hole in the ball,
Surely, kind of a drag,
As we were once fond of saying.
Deflated Ball.
Deflator Maus.
OPERA can be ****.
Bodice-ripping corsets, whorehouses and naked ******!
Hardly what you might expect from
A night with the Welsh National Opera,
But they found their way into this production of "Die Fledermaus."
Ripe language, contemporary jokes and
Toilet humor thrown in, adding immensely
To the pleasures of Strauss’s operetta.
"Die Fledermaus," or The Bat’s Revenge,
Is all about drunkenness and adultery.
Despite being written in the 1870s,
It remains equally pertinent to today’s pub culture of excess.
Daring; Colorful; ****: PGA golf.
I steal a golf ball on the far end of the 18th Hole.
I pick up the Titleist and stick it in the hole
(Steady Jessica, not yours.
I hide behind your bush.
(Cue up PSA, First Lady Bird Johnson’s 1960s
Nationwide Beautification Campaign:
“I want everyone in America to plant a tree,
A sherrrr-rub, or a booosh.”)
The golfer now searching frantically:
Why is the cup always the last place they look?
Then, wham, bam, he looks:
A legend is born.
A hole in one,
His name forever immortalized
On a plaque over the bar, the proverbial 19th Hole.

As you know, I speak for all mediocrities,
Safe in my 55+ gated-community.
I go next to the Club House,
"The Lodge" as it’s called.
Each afternoon, the usual suspects
Claiming first come/first serve tiered mini-theater seats
Where Netflix matinee gems are screened.
It is two minutes to DVD show time.
I walk to the front of the room.
I stare at my audience.
I count the house slowly,
Making meaningful eye contact with each wrinkled face.
I cup my hands behind my back and speak:
“I assume you are all here for my lecture on Kierkegaard.”
No one reacts.
I turn to leave but do a double-take and smile.
One old woman in the top right corner of the amphitheater laughs, Perhaps the one other human being within the gates
Who has also smoked a joint today.
For an instant, I am overwhelmed with paranoia,
Perhaps I’ve gone too far over the line:
No longer “oh-he’s-a-character;”
I am now “that creep is ******* nuts.”
Is it time for someone to approach my family,
My next of kin, my “who-to-contact-in-event-of-emergency” number? Who will make the call on behalf of the HOA—
The Homeowner’s Association—
The Tsars, the Duma, the Supreme Soviet in these parts?
They are the power inside the gates;
Those who determine the state’s enemies,
Who govern its community norms.
Power within the gates.
Law within the asylum.
Little Hitlers one and all.
Hopefully they reach my sister first.
She’s been briefed.
KEY POINT IN THE NARRATIVE:
The new narrative is non-linear.
We can no longer sustain a narrative understanding of ourselves;
We are each an individual stream of consciousness,
All of us random, non-linear and disconnected.
We grow more and more disconnected from others.
We may be neighbors in space and time,
But we remain deprived of any significant human contact;
Any spiritually significant human contact.
Our social circle narrows to what can fit in The Telescreen;
We become more intimate with a legion . . .
Did someone say a legion? SPQR:
Am I having some sort of genetic-linguistic seizure here?
Am I channeling Benito Mussolini again?
Il Duce speaks to me from the grave,
Still blowing smoke up my Hopi-Jew-*** ***,
Filling in my insecurities,
Plugging the holes in my character
With delusions of classical Roman grandeur, glory and empire. Hmmmm? Quite an appetizing pitch for the average *****,
A message so completely, so ethnocentrically slick,
Olive oily, and so seductive.
A non-Italian would have thought
American Legion or Legionnaire’s disease,
Or The Foreign Legion, The French Foreign Legion.
The French: a virulent, promiscuous people.
Do you want fries with that, Simone?
No, I don’t get out much.
Only an occasional brisk walk around the asylum,
In and around the golf course, around but inside the gates. (LINKS) Bill Gates. Daryl Gates. Billy Bathgate’s Gates? Ghiberti’s Gates? The Hot Gates? Thermopylae? 300 Spartans/700 Thespians:
“The noun causing idiots to think of
Two girls sloppily eating each other’s mighty vaginas,
When they hear mention of someone being an actor.” http://www.urbandictionary.com
Not even close.
No, I rarely venture out.
This is Hemetucky.
There are methamphetamine-stoked
Teenage zombies at the gate.
Note to costume control:
Perhaps camouflage clothing is the safe choice?
No loud red Hawaiian.
No garish Indonesian batik.
Fleet of feet are these Hemet tweakers,
These cranked up Riverside County teenage barbarians,
These Huns & Visigoths,
These amped up, ravenous jackals.
And why stop there?
These Vandals & Vandellas.
A Motown flashback:
“Nowhere to run, baby, nowhere to hide.”
With or without Martha—
They remain dangerously lethal.
Yes, let it be camo clothes for me.
Those **** heads may be young.
They may be fast.
They may be able to run me down
On a dry grass dog-legged fairway savannah,
Tearing the meat from my carcass.
But the sons-a-******* have to see me first.
Besides, we know who are real friends are.
Hooray for our media peeps!
We become more intimate with a legion
Of television personalities on 125 different channels.
Most of these we know by name and context.
We know their families, their friends,
Their histories, their tragedies,
Their favored hyperbole and manner of speech.
Sometimes we establish intimacy with celebrities
Strictly on the basis of universal body language.
At times–in the absence of any other
Empathetic facility of identification–
We connect on instinct alone.
Instinct: perhaps animal at its core,
An animal kingdom affinity group,
Connecting on a bio-linguistic level,
Particularly when the Korean, or Spanish,
Mandarin, or Arabic,
Japanese, or even Hebrew language version is broadcast.
All languages cryptically alien,
A dense boundary, a barrio border wall,
Undecipherable, impenetrable concrete.
But we’ve never spoken to our neighbors,
Nor do we know their names.
Celebrities are the neighbors we know best;
Although the intimacy is an illusion,
Permission to invade their privacy presumed,
Tacit in the relationship between celebrities and their fans.
I am an independent contractor now,
An outside consultant to the NSA.
Try as I might I cannot crack the enigma,
Kim Kardashian remains far beyond my code-breaking prowess.
I repeat myself:
We can no longer sustain a narrative understanding of ourselves;
We are each an individual stream of consciousness,
All of us random, non-linear and disconnected.
We are more and more disconnected from others.
We may be neighbors in space and time,
But we remain deprived of any significant human contact;
Any spiritually significant human contact.
Our social circle narrows to what can fit in The Telescreen; we become more intimate with a legion . . .
Back to you, David Ulin:
“Sometime late last year—I don’t remember when, exactly—I noticed I was having trouble sitting down to read. That’s a problem if you do what I do, but it’s an even bigger problem if you’re the kind of person I am. Since I discovered reading, I have always been surrounded by stacks of books. I read my way through camp, school, nights, and weekends; when my girlfriend and I backpacked through Europe after college graduation, I had to buy a suitcase to accommodate the books I picked up along the way.”
Thank you, David L. Ulin.
I cannot help myself.
I grow more eccentric each day.
My eyeballs glued to that flat screen!

Cosmo Kramer: "The bus is outta control.
So I grab him by the collar, I take him out of the seat,
I get behind the wheel, and now I’m driving the bus."
Jerry: "Wow!"
George Costanza: "You’re Batman."
Cosmo Kramer: "Yeah, yeah, I am Batman.
Then the mugger, he comes to and he starts choking me.
So I’m fighting him off with one hand,
And I kept driving the bus with the other, ya know.
Then I managed to open up the door,
And I kicked him out the door, ya know,
With my foot, ya know, at the next stop."
Jerry: "You kept making all the stops?"
Cosmo Kramer: "Well, people kept ringing the bell!"
(Share this moment with a stranger.)

I speak for all mediocrities.
I am their champion, their patron saint.
Boom Chaka Laka. Boom Chaka Laka.
Boom Chaka Laka. BOOM!
Isn’t it time Salieri tempted Constanze–
Frau Mozart–with a plateful of Capezzoli di Venere:
“******* of Venus.”
You had me at hello, Kidman.
I know you too well, Nicole.
I knew you from before,
Way before Tom’s Oprah couch freak show.
Listen to me, Nicole:
We are face to face
With the most profound question in American literature:
"What is the grass?
The flag of my surrender?
The flag of my disposition?"
I resort to Socratic maxims: Know yourself;
The un-****** life is not worth living.
Is it stress? Is it lack of conviction?
Everything Jeff Lebowski neither wants nor needs in his life?
I watched you *** in "Eyes Wide Shut," Nicole.
Now I know you with my eyes and your legs wide open.
Thank you, Sidney Pollack.
Sidney knew.
Sidney dealt us cards
From his Hollywood Tarot deck.
We are intimate, Nicole.
I watched you squat.
This imperfect me
a pleasure machine

a bait for chameleons
liars and a thief

waiting by the phone

waiting by the door
the boy with the skatebooard
like salmon
race against the slant

Pass by a black woman
with her plastic bags
full of empty bottles
plans her drunken feast

the boy with the skateboard
asks me
"what are you waiting for?"
and I have no answer

She´s back now
the bottles are full
she smokes and shakes her ***
like an old worn horse

We will all get drunk
and wash away another year
The Dedpoet May 2016
Isn't better now to back
To the hood where the Eden
Is in ruins, silent,
Among the bullets echoed with no names?

Even the crippled that hold fast
Like dignitaries to empty beer bottles,
With a good for a drink at the tips
Of tongued devils groaning that all
Have failed them.

     Dealers on the corner
With their ominous eyes and crooked
Cash on the beaten sidewalks of a ghostly
Corner, wondering if they can return
To innocence like a prodigal son,
Home to end an evil spell,
Might he end up free as in dead
As he walks with a half hope
And pockets of cash not his own.

    When the homes stop falling sideways
And the floors don't break at
Nights step, walking by old frames
When the home knew better days,
Half open eyes walking about
The enclosure's cracked walls
And roach infested walls,
No water and asking themselves
If it's all worth it.

And I return here in a stranger's
Stance with mind wide open,
I watch the leather bucket stands
Dripping its drop like a weeping
Woman for a child.

   The sun decieves here,
Light sheds over burning fountains
Where the trash is unfiltered,
The homeless suffer chronic mist sleep,
    The ******'s eyes closed with
A faithful candle hoping
To open her eyes and save the neighborhood
From itself or its repetitions,
And still they bury one everyday
Too young to go,
The doves humming above when
Another is laid on a slab dead from
Hopelessness of it all.

There are no new arrivals here,
This is the hood after all,
If you can make it out and remember
The overflowing reflection,
Bring back a fresh and humble view
With some dramatic memory,
You may survive the barrio,
But the intimate response
Of sadness when you visit,
Somehow the nightmares never go.
To my hood.

— The End —