Como duele que seas ajena.
Ajena de mis brazos
y mi cariño.

Saber que entregas tu boca,
como si fuera  el manantial
del cual todos pueden beber
su agua cristalina.

Me amargan
estos celos que no deberían
ser míos.

Sé que no somos nada,
porque eres
ajena a mí.

Ajena de esos besos
que podrían cubrir
tu cuerpo.

Ajena porque no sabes
la vida que podría
prometerte,
los desvelos libidinosos
para que nuestro placer conmute.

Pero prefieres vivir
libre como el aire
que te despeina,
probar todos los sabores
que la vida te sirva.

Por eso
malgido el haberte conocido
aquel diciembre inolvidable.

Porque ahora
mi mente solo sabe
de tí. De tus olores,
de tus labios de algodón
y tu piel café.

De tus gustos,
de esa risa que me atonta,
sabiendo que tú
eres ajena.

I need you like twilight needs the stars,
like weary hands crave a gentle touch.
The world is softer with you in it—
its edges ease, its air turns warm,
the weight of longing lifted in my ribs.

I close my eyes and reach for you,
and though miles stretch between us,
I find the trace of your presence still—
cologne and cigarettes,
smoke curling soft in memory,
a scent that whispers, I am near.

If I could pull you through the distance,
fold the hours between my hands,
I would rest my head against your shoulder,
breathe you in until the ache fades.
But even now, love lingers in the quiet,
a steady pulse, a tether unbroken.

You are not gone, only waiting—
your laughter still echoes,
your warmth still lingers,
and your name, when spoken,
is not a wish, not a prayer—
but a promise that love remains.