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Mes de rosas. Van mis rimas
en ronda, a la vasta selva,
a recoger miel y aromas
en las flores entreabiertas.
Amada, ven. El gran bosque
es nuestro templo; allí ondea
y flota un santo perfume
de amor. El pájaro vuela
de un árbol a otro y saluda
la frente rosada y bella
como a un alba; y las encinas
robustas, altas, soberbias,
cuando tú pasas agitan
de los himnos de esa lengua;
sus hojas verdes y trémulas,
y enarcan sus ramas como
para que pase una reina.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.

Mira: en tus ojos, los míos;
da al viento la cabellera,
y que bañe el sol ese aro
de luz salvaje y espléndida.
Dame que aprieten mis manos
las tuyas de rosa y seda,
y ríe, y muestren  tus labios
su púrpura húmeda y fresca.
Yo voy a decirte rimas,
tú vas a escuchar risueña;
si acaso algún ruiseñor
viniese a posarse cerca
y a contar alguna historia
de ninfas, rosas o estrellas,
tú no oirás notas ni trinos,
sino enamorada y regia,
escucharás mis canciones
fija en mis labios que tiemblan.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.

Allá hay una clara fuente
que brota de una caverna,
donde se bañan desnudas
las blancas ninfas que juegan.
Ríen al son de la espuma,
hienden la linfa serena;
entre polvo cristalino
esponjan sus cabelleras,
y saben himnos de amores
en hermosa lengua griega,
que en glorioso tiempo antiguo
Pan inventó en las florestas.
Amada, pondré en mis rimas
la palabra más soberbia
de las frases de los versos
de los himnos de la lengua;
y te diré esa palabra
empapada en miel hiblea...
¡Oh, amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.

Van en sus grupos vibrantes
revolando las abejas
como un áureo torbellino
que la blanca luz alegra,
y sobre el agua sonora
pasan radiantes, ligeras,
con sus alas cristalinas
las irisadas libélulas.
Oye: canta la cigarra
porque ama al sol, que en la selva
su polvo de oro tamiza
entre las hojas espesas.
Su aliento nos da en un soplo
fecundo la madre tierra,
con el alma de los cálices
y el aroma de las yerbas.

¿Ves aquel nido? Hay un ave.
Son dos: el macho y la hembra.
Ella tiene el buche blanco,
él tiene las plumas negras.
En la garganta el gorjeo,
las alas blancas y trémulas;
y los picos que se chocan
como labios que se besan.
El nido es cántico. El ave
incuba el trino, ¡oh poetas!
de la lira universal
el ave pulsa una cuerda.
Bendito el calor sagrado
que hizo reventar las yemas,
¡oh, amada mía, Es el dulce
tiempo de la primavera.

Mi dulce musa Delicia
me trajo un ánfora griega
cincelada en alabastro,
de vino de Naxos llena;
y una hermosa copa de oro,
la base henchida de perlas,
para que bebiese el vino
que es propicio a los poetas.
En la ánfora está Diana,
real, orgullosa y esbelta,
con su desnudez divina
y en actitud cinegética.
Y en la copa luminosa
está Venus Citerea
tendida cerca de Adonis
que sus caricias desdeña.
No quiere el vino de Naxos
ni el ánfora de ansas bellas,
ni la copa donde Cipria
al gallardo Adonis ruega.
Quiero beber del amor
sólo en tu boca bermeja.
¡Oh amada mía! Es el dulce
tiempo de la primavera.
En la isla en que detiene su esquife el argonauta
del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta
de las eternas liras se escucha -isla de oro
en que el tritón elige su caracol sonoro
y la sirena blanca va a ver el sol- un día
se oye el tropel vibrante de fuerza y de harmonía.

Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente
la montaña. De lejos, forman són de torrente
que cae; su galope al aire que reposa
despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.

Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros
alegres y saltantes como jóvenes potros;
unos con largas barbas como los padres-ríos;
otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos,
y robustos músculos, brazos y lomos aptos
para portar las ninfas rosadas en los raptos.

Van en galope rítmico, Junto a un fresco boscaje,
frente al gran Océano, se paran. El paisaje
recibe de la urna matinal luz sagrada
que el vasto azul suaviza con límpida mirada.
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
la voz de los crinados cuadrúpedos divinos.
 
Calladas las bocinas a los tritones gratas,
calladas las sirenas de labios escarlatas,
los carrillos de Eolo desinflados, digamos
junto al laurel ilustre de florecidos ramos
la gloria inmarcesible de las Musas hermosas
y el triunfo del terrible misterio de las cosas.
He aquí que renacen los lauros milenarios;
vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios;
y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal
la sangre del celeste caballo paternal.
 
Arquero luminoso, desde el Zodíaco llegas;
aun presas en las crines tienes abejas griegas;
aun del dardo herakleo muestras la roja herida
por do salir no pudo la esencia de tu vida.
¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana
de la verdad que busca la triste raza humana:
aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia;
siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia
con el manjar salvaje que le ofreciste un día,
y Herakles, descuidando su maza, en la harmonía
de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno...
 
La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno.
 
Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre
de la tierra y al germen que entre las rocas y entre
las carnes de los árboles, y dentro humana forma,
es un mismo secreto y es una misma norma,
potente y sutilísimo, universal resumen
de la suprema fuerza, de la virtud del Numen.
 
¡Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas
tienen raros aspectos, miradas misteriosas;
toda forma es un gesto, una cifra, un enigma;
en cada átomo existe un incógnito estigma;
cada hoja de cada árbol canta un propio cantar
y hay un alma en cada una de las gotas del mar;
el vate, el sacerdote, suele oír el acento
desconocido; a veces enuncia el vago viento
un misterio; y revela una inicial la espuma
o la flor; y se escuchan palabras de la bruma;
y el hombre favorito del Numen, en la linfa
o la ráfaga encuentra mentor -demonio o ninfa.
 
El biforme ixionida comprende de la altura,
por la materna gracia, la lumbre que fulgura,
la nube que se anima de luz y que decora
el pavimento en donde rige su carro Aurora,
y la banda de Iris que tiene siete rayos
cual la lira en sus brazos siete cuerdas, los mayos
en la fragante tierra llenos de ramos bellos,
y el Polo coronado de cándidos cabellos.
El ixionida pasa veloz por la montaña
rompiendo con el pecho de la maleza huraña
los erizados brazos, las cárceles hostiles;
escuchan sus orejas los ecos más sutiles:
sus ojos atraviesan las intrincadas hojas
mientras sus manos toman para sus bocas rojas
las frescas bayas altas que el sátiro codicia;
junto a la oculta fuente su mirada acaricia
las curvas de las ninfas del séquito de Diana;
pues en su cuerpo corre también la esencia humana
unida a la corriente de la savia divina
y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.
Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube.
 
Sus cuatro patas bajan; su testa erguida sube.
 
Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos
seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos
de bien y mal, de odio o de amor, o de pena
o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.
 
Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:
son formas del Enigma la paloma y el cuervo.
 
El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.
 
¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira!
MI espalda aun guarda el dulce perfume de la bella;
aun mis pupilas llaman su claridad de estrella.
¡Oh aroma de su ****! ¡O rosas y alabastros!
¡Oh envidia de las flores y celos de los astros!
 
Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa
con la marina espuma formara nieve y rosa,
hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena.
Al cielo alzó los brazos la lírica sirena,
los curvos hipocampos sobre las verdes ondas
levaron los hocicos; y caderas redondas,
tritónicas melenas y dorsos de delfines
junto a la Reina nueva se vieron. Los confines
del mar llenó el grandioso clamor; el universo
sintió que un nombre harmónico sonoro como un verso
llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre
hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre
más alto que el de Jove; y los númenes mismos
lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos
tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera!
Ella es entre las reinas celestes la primera,
pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.
¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura!
Ella es la más gallarda de las emperatrices;
princesa de los gérmenes, reina de las matrices,
señora de las savias y de las atracciones,
señora de los besos y de los corazones.
 
¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia!
 
Yo sé de la hembra humana la original infamia.
Venus anima artera sus máquinas fatales;
tras sus radiantes ojos ríen traidores males;
de su floral perfume se exhala sutil daño;
su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño.
Tiene las formas puras del ánfora, y la risa
del agua que la brisa riza y el sol irisa;
mas la ponzoña ingénita su máscara pregona:
mejores son el águila, la yegua y la leona.
De su húmeda impureza brota el calor que enerva
los mismos sacros dones de la imperial Minerva;
y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte,
hay un olor que llena la barca de Caronte.
 
Como una miel celeste hay en su lengua fina;
su piel de flor aun húmeda está de agua marina.
Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora,
la cabellera espesa, la pierna vencedora;
ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto;
ante su rostro olímpico no habría rostro adusto;
las Gracias junto a ella quedarían confusas,
y las ligeras Horas y las sublimes Musas
por ella detuvieran sus giros y su canto.
 
Ella la causa fuera de inenarrable espanto:
por ella el ixionida dobló su cuello fuerte.
La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte.
 
Por suma ley un día llegará el himeneo
que el soñador aguarda: Cenis será Ceneo;
claro será el origen del femenino arcano:
la Esfinge tal secreto dirá a su soberano.
 
Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos
a los humanos seres; la clave de los hechos
conócela el vidente; Homero con su báculo,
en su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo.
 
El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe,
en el Centauro el bruto la vida humana absorbe,
el sátiro es la selva sagrada y la lujuria,
une sexuales ímpetus a la harmoniosa furia.
Pan junta la soberbia de la montaña agreste
al ritmo de la inmensa mecánica celeste;
la boca melodiosa que atrae en Sirenusa
es de la fiera alada y es de la suave musa;
con la bicorne bestia Pasifae se ayunta,
Naturaleza sabia formas diversas junta,
y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,
el monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza.
 
Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo.
 
Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo.
 
He visto, entonces, raros ojos fijos en mí:
los vivos ojos rojos del alma del rubí;
los ojos luminosos del alma del topacio
y los de la esmeralda que del azul espacio
la maravilla imitan; los ojos de las gemas
de brillos peregrinos y mágicos emblemas.
Amo el granito duro que el arquitecto labra
y el mármol en que duermen la línea y la palabra...
 
A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres
las piedras aun intactas dijeron: "¿Qué nos quieres?"
 
Yo he visto los lemures florar, en los nocturnos
instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos
el loco grito de Atis que su dolor revela
o la maravillosa canción de Filomela.
El galope apresuro, si en el boscaje miro
manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro.
Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio,
guarda el pavor sagrado de su fatal misterio.
 
La Muerte es de la Vida la inseparable hermana.
 
La Muerte es la victoria de la progenie humana.
 
¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
en su rostro hay la gracia de la núbil doncella
y lleva una guirnalda de rosas siderales.
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
y en su diestra una copa con agua del olvido.
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.
 
Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte.
 
La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte.
 
Si el hombre -Prometeo- pudo robar la vida,
la clave de la muerte serále concedida.
 
La virgen de las vírgenes es inviolable y pura.
Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura,
ni beberá en sus labios el grito de la victoria,
ni arrancará a su frente las rosas de su gloria...
 
Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.
Sus truenos prolongados repite el Oceano.
Bajo el dorado carro del reluciente Apolo
vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.
A lo lejos, un templo de mármol se divisa
entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.
Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra
la veste transparente la helénica cigarra,
y por el llano extenso van en tropel sonoro
los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.
Victor Marques Dec 2009
Que grande a geração, a de Camões,
Saia de Belém, num pranto oral...
Dizia adeus a grandes multidões!
Olhava o horizonte pequeno Portugal

Traçado o rumo do futuro,
Passado o mar forte e indeciso,
Pegava no leme, firme e duro,
Sem dor, frio ou bramido.

As ninfas, rodeavam o leme,
O Sol, queimava a proa do navio,
O capitão nada teme
Naquele mar, escuro e bravio...

Victor Marques e Atavio Nelson


Chegamos a outros pontos,
Do globo esférico, sem saber!
Que hoje são contos,
Que ainda temos de ler.

Desde Ourique, Calado e Cala trava
Com turbantes brancos reluzentes
Os portugueses lutaram com palavra
Com alegria mostravam seus dentes.

Correram os desertos, tão estéreis
Na defesa de um Santo Universal
Pela cruz combateram infiéis
Dentro e fora de Portugal.

Oh.Isabel que suaves eram tuas flores!
Que rosas encarnadas pueris
Que as músicas sejam cantadas para seus amores
Prendes-te por milagre o teu Diniz.

OH Coimbra.que tiranas do fadário
Oh Sé velha, cheia de segredos
Que encantos lá havia do Hilário
Ainda hoje escritos nos penedos...

Santa Clara, no alto...que te vê clarissa
Jovem, esbelta coimbrã!
Foste, cedo freira e noviça.
Salva-me deste fado, minha irmã!


Olá Marquez, és do Pombal
Traidor, usurpador, ladrão.
NO ódio foste genial.
E TUDO, tudo metia no gibão.
Malandro, enganas-te o teu Rei
Iludiste-o, meu falso...e mandas-te
O Távora, inocente para o cadafalso

Maldito sejas!
Isso não foi Portugal...mas foi
No norte, que uma mulher
Forte, com seios apertados
E espada no dentes bem cerrados
Em serpente e com sua gente
Em zip filas genial
Firme.destinada
Deu a vida mas
Acabou com o Cabral

Sim ali, no monte
Naquele lugar Maria da Fonte

Só com gente destemida, como eu !
Tal como o Lusitano no Gerez
Esta pátria com um plebeu
Concebeu o Tavares com um grande
PORTUGUÊS


Victor Marques
l - DELÍRIOS ORGIÁSTICOS & ASTRAIS
    
    Participei da festa de Dionísio & as grandes estátuas de Leão plasmático, ergueram – se sobre a Terra. O precipício & o primeiro sinal da despedida cantando juntos a trilha sonora da invasão dos Profetas urrando a serviço das letras. Para todo o sempre o trono partido por ninfas histéricas! Crises contra o amuleto. Gnose fumacê participando celebrando a queda das pirâmides. Alquimistas do Verbo cantem o grito profano da Inquisição! Os sete pergaminhos caíram semeando a destruição da pedra Xamânica. Diadorim buscando solução em Fausto & Orfeu...? (inaudível psicopatia irradiada na vestimenta da alma). Exagerados, contemplavam mensagens infernais de Blake em vozes imagens melancólicas de Rimbaud. Logo as marés baixaram & sobre as ondas a Lua levitava em direção ao rugido do fogo; Dionísio em chamas bacantes! Ausência da queda no tempestuoso ninho levando aos portais da tormenta. Sete anjos cantando o mantra da lágrima metamorfoseada em dor.                                                             ­       
   Dionísio em voz de trovão: Oh! Se a voz do Tudo emanar a língua em torpor saqueando o princípio da guerra; Quando os sentidos estão sacudidos & a alma está dirigindo- se à loucura; quem pode permanecer? Quando as almas estiverem aprisionadas, lutando contra as revoltas do ar, na cor do som, quem poderá permanecer? Quando a brisa da fúria vier da garganta de Deus, quando as fábulas da persistência guiarem as nações, quem poderá permanecer?
    
    Quando baladarem o pecado, acabarem na batalha & navios dançarem em volta do último regozijo no espaço da morte: quando as almas estiverem embriagadas no fogo eterno & os amigos do inferno beberem antes do traço do infinito: Oh! quem poderá permanecer? Quem pode causar isto? Oh! Quem poderá responder diante do trono de Deus? Os Reis & os nobres poetas malditos repousando na caverna por dois séculos, têm permanecido?
    Não escutem, mas o Grito leva à ponte do não-ouvir. Não escutem, mas prazeres congestionados devem esperar. Amanhã. Só amanhã pensando se o tempo foge ao futuro ou se as árvores choram no Tempo & o Vento cantando a antiga canção da essência. A Terra deve esperar as lendas memoráveis sentindo passado & liberdade entre velhas histórias do coração descompassado em dia de vitória movendo ilusões da criação do mundo. Nem um sorriso noturno tremendo escrevendo cartas no oceano desejando amar & morrer ébrio no mar sonoro! Vamos celebrar sua dor& as novas despedidas & as páginas manchadas no lago desespero procurando asas no inferno análogo à soberba contemplando como um feiticeiro histórias orgiásticas em dias perdidos!
||- IMPRESSÕES DO INFINITO
Pequena ninfa exala virtude
Nova percepção é velha chuva
Intrépido céu em força à beira da tormenta
Tempo escasso frente do Tudo!
    Paradoxo abissal em finais absurdos. Doutrinas anti-socráticas poeira do nada embebecido forjado  para a volta. Um caminho é serpente fria salto com Ícaro destoando nobre silêncio ainda que duas palavras atravessem é sinal mágico psiconitróide em míticos fragmentos complexos da grande barriga virtual grande momento, enfim personagens pensantes na corrente capital ilustre ideológica. Nietzsche disse: “ não a intensidade, mas a constância das impressões superiores é que produz os homens superiores”. Dionísio ausente sibilo missionário resquício da grande tempestade transformando nada em músicas eternas músicas pós-Tudo música póstuma aquém de princípios de aura. É grande o Banquete na eternidade alucinógena da erva platônica. Lembranças unidas outras vidas presentes no barulho da dor. A carruagem sem asas foi  o veículo de Dante no purgatório encontrando Beatriz dito anjo de pele sutil com olhos da noite. Ou não. O primeiro grito do mundo foi o verbo, a morte do mundo foi a palavra.

    Acostumei a encontrar palavras atravessando o outro lado realizando caótico passo ao começo do ato simétrico pairando no ar buscando Tudo. Se a palavra antes fim fosse real sem ser palavra psia apenas causadora empírica dos dilemas tristes recortes de outrora pigmentados sem nome em precipício do fim! A ilha colorida geme! É o sinal da passagem da vida filosofal alfa poética plenos estados iluminados na sombra abissal de Rimbaud em crise  de riso & esquecimento sendo expulso da fumaça purgatório vivendo entre o sagrado & o profano com queda para o profano escutando vozes em terríveis silêncios metapsicofísicos abundantes pausas noturnas no vôo da maré. Salve a iluminação mágica fixada na irradiação transcendenastral! Dissonâncias filosóficas,  venham todos! Lamentos proféticos entorpecidos beberei do seu vinho! Indício do apocalipse! Profana histeria caótica levando a contatos xamânicos primitivos míticos em desertos & portais circulares!
             Serei eternamente condenado ao arco-íris do absoluto infinito!
Escrita en viejo dialecto eolio
hallé esta página dentro un infolío
y entre los libros de un monasterio
del venerable San Agustín.
Un fraile acaso puso el escolio
que allí se encuentra; dómine serio
de flacas manos y buen latín.
Hay sus lagunas.... Cuando los toros
de las campañas bajo los oros
que vierte el hijo de Hiperión,
pasan mugiendo, y en las eternas
rocas salvajes de las cavernas
esperezándose ruge el león;
cuando en las vírgenes y verdes parras
sus secas notas dan las cigarras,
y en los panales de Himeto deja
su rubia carga la leve abeja
que en bocas rojas chupa la miel,
junto a los mirtos, bajo los lauros,
en grupo lírico van los centauros
con la armonía de su tropel.Uno las patas rítmicas mueve,
otro alza el cuello con gallardía
como en hermoso bajorrelieve
que a golpes mágicos Scopas haría;
otro alza al aire las manos blancas
mientras le dora las finas ancas
con baño cálido la luz del sol;
y otro, saltando piedras y troncos,
va dando alegres sus gritos roncos
como el ruido de un caracol.Silencio. Señas hace ligero
el que en la tropa va delantero;
porque a un recodo de la campaña
llegan en donde Diana se baña.
Se oye el ruido de claras linfas
y la algazara que hacen las ninfas.
Risa de plata que el aire riega
hasta sus ávidos oídos llega;
golpes en la onda, palabras locas,
gritos joviales de frescas bocas,
y los ladridos de la traílla
que Diana tiene junto a la orilla
del fresco río, donde está ella
blanca y desnuda como una estrella.Tanta blancura, que al cisne injuria,
abre los ojos de la lujuria:
sobre las márgenes y rocas áridas
vuela el enjambre de las cantáridas
con su bruñido verde metálico,
siempre propicias al culto fálico.
Amplias caderas, pie fino y breve;
las dos colinas de rosa y nieve...
¡Cuadro soberbio de tentación!
¡Ay del cuitado que a ver se atreve
lo que fue espanto para Acteón!
Cabellos rubios, mejillas tiernas,
marmóreos cuellos, rosadas piernas,
gracias ocultas del lindo coro,
en el herido cristal sonoro;
seno en que hiciérase sagrada copa;
tal ve en silencio la ardiente tropa.
¿Quién adelanta su firme busto?
¿Quirón experto? ¿Folo robusto?
Es el más joven y es el más bello;
su piel es blanca, crespo el cabello,
los cascos finos, y en la mirada
brilla del sátiro la llamarada.
En un instante, veloz y listo,
a una tan bella como Kalisto,
ninfa que al alta diosa acompaña,
saca de la onda donde se baña:
la grupa vuelve, raudo galopa;
tal iba el toro raptor de Europa
con el orgullo de su conquista.¿A do va Diana? Viva la vista,
la planta alada, la cabellera
mojada y suelta; terrible, fiera,
corre del monte por la extensión;
ladran sus perros enfurecidos;
entre sus dedos humedecidos;
lleva una flecha para el ladrón.Ya a los centauros a ver alcanza
la cazadora; ya el dardo lanza,
y un grito se oye de hondo dolor:
la casta diva de la venganza
mató al raptor...La tropa rápida se esparce huyendo,
forman los cascos sonoro estruendo.
Llegan las ninfas. Lloran. ¿Qué ven?
En la carrera la cazadora
con su saeta castigadora
a la robada mató también.
Era un aire suave, de pausados giros;
el hada Harmonía rimaba sus vuelos,
e iban frases vagas y tenues suspiros
entre los sollozos de los violoncelos.Sobre la terraza, junto a los ramajes,
diríase un  trémolo de liras eolias
cuando acariciaban los sedosos trajes,
sobre el tallo erguidas, las blancas magnolias.La marquesa Eulalia risas y desvíos
daba a un tiempo mismo para dos rivales:
el vizconde rubio de los desafíos
y el abate joven de los madrigales.Cerca, coronado con hojas de viña,
reía en su máscara Término barbudo,
y, como un efebo que fuese una niña,
mostraba una Diana su mármol desnudo.Y bajo un boscaje del amor palestra,
sobre el rico zócalo al modo de Jonia,
con un candelabro prendido en la diestra
volaba el mercurio de Juan de Bolonia.La orquesta parlaba sus mágicas notas;
un coro de sones alados se oía;
galantes pavanas, fugaces gavotas
cantaban los dulces violines de Hungría.Al oír las quejas de sus caballeros,
ríe, ríe, ríe la divina Eulalia,
pues son un tesoro las flechas de Eros,
el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia. ¡Ay de quien sus mieles y frases recoja!
¡Ay de quien del canto de su amor se fíe!
Con sus ojos lindos y su boca roja,
la divina Eulalia ríe, ríe, ríe.Tiene azules ojos, es maligna y bella;
cuando mira, vierte viva luz extraña;
se asoma a las húmedas pupilas de estrella
el alma del rubio cristal de Champaña.Es noche de fiesta, y el baile de trajes
ostenta su gloria de triunfos mundanos.
La divina Eulalia, vestida de encajes,
una flor destroza con sus tersas manos.El teclado armónimo de su risa fina
a la alegre música de un pájaro iguala.
Con los staccati  de una bailarina
y las locas fugas de una colegiala.¡Amoroso pájaro que trinos exhala
bajo el ala a veces ocultando el pico;
que desdenes rudos lanza bajo el ala,
bajo el ala aleve del leve abanico!Cuando a media noche sus notas arranque
y en arpegios áureos gima Filomela,
y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque,
como blanca góndola imprima su estela,la marquesa alegre llegará al boscaje,
boscaje que cubre la amable glorieta
donde han de estrecharla los brazos de un paje,
que siendo su paje será su poeta.Al compás de un canto de artista de Italia
que en la brisa errante la orquesta deslíe,
junto a los rivales, la divina Eulalia
la divina Eulalia ríe, ríe, ríe.¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de Francia,
sol con corte de astros, en campos de azur,
cuando los alcázares llenó de fragancia
la regia y pomposa rosa Pompadour?¿Fue cuando la bella su falda cogía
con dedos de ninfas, bailando el minué,
y de los compases el ritmo seguía
sobre el tacón rojo, lindo y leve pie?¿O cuando pastoras de floridos valles
ornaban con cintas sus albos corderos,
y oían, divinas Tirsis de Versalles,
las declaraciones de sus caballeros?¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores,
de amantes princesas y tiernos galanes,
cuando entre sonrisas y perlas y flores
iban las casacas de los chambelanes?¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía?
Yo el tiempo y el día y el país ignoro;
pero sé que Eulalia ríe todavía,
¡y es cruel y eterna su risa de oro!
Clem Nov 2016
Now let’s see what I can make of the chronology of Chase.
Some thick wet messy bird *****
missing its mark, a drop, browning vent
feathers, another drop
oozing perfectly in, to the oviduct, where
minerals and fetus and pre feathers formed.  

And now a slanted eye, lid half closed
after the fashion of a laying chicken hen,
a hen in its own right, Suzie Susan the bird,
sunflower seeds and malnutrition gracing her final
August days,
sits atop what can only be called a
cardboard cruelty to squeeze out the
rock and continue his

cycle
backward.

But: before.

The same lidded look, a male somewhere gesticulating
split rock shale hued feathers and
pink scaled lizard feet,
gripping,
as the unbelievable ordeal of egglaying begets
what will become a creature
((Chase))

and then warmth, a spot of raw pink
skin, so much like a goose bumped wet frozen bird
in the *** a day before supper,
warms the egg to a precise temperature
((Wikipedia knows what))
not to cook, but to love.

So many cages.  Straight up and down
black white silver metal plastic
bars, maybe a metal floor and maybe
unbreathable glass,
maybe even pine.  

How he made his way into a
rabbit’s cage much too sideways for
any bird, losing feathers from
eating buggy dry dusty seed which he loved
almost as much as procreating,
I wish to Hell I knew,
so I could ***** about it too
and hate not only myself, my parents,
the wooden door that ended him,
but their rotted brains as well.

Made perches.  Not safe, but sound.  
Wood, sycamore, not disinfected, but worn
down to a point of home decor.  
Birdshit everywhere, which was lovely
but I didn’t remember to clean it because
I was too young to know about anything
but Phantom of the Opera, dragons that have wings
and front arms always, don’t you dare ******* say different
because I will end you,
and the occasional long thin scab on the arm.

But, living.
Sitting by me -- hating me in a way that spoke
of kindred love and bond --
and nothing at all of the $3 diet that he somehow subsisted
on for possibly four years,
possibly thirteen,
or the improper bars slanted with thick white and gray urate and feces
paste uncleaned unchecked and untouched.

Or even the of the hard saved handful of cash earmarked for a
slightly less inadequate cage (but a cage nonetheless)
traded instead for a Nightmare on Elm Street box set containing
movies 1-6, plus 7, and Freddy vs Jason as well but not the remake,

but definitely of how someone, maybe me, taught you how to
whistle the Andy Griffith theme song even though I never watched
the dumb old show, and how to whistle
like a construction worker with a mild *******
after an unintended female, with the “best ***
I ever ******* saw,”

and of strict bedtimes always met with a decent blanket,
and maybe even of the bird-like night frights in which
I felt my heart leap, and I turned on music for you with the
useless old sixty pound boxy computer that happened to still have
a working copy of windows media player installed

and singing Billy Joel’s Lullaby which had nothing to do with you
or I and everything to do with divorce and dying
but which was perfect,
and put you back to sleep without a broken neck or wing,
yet.

Does it matter if he’s a bird or man?
I tell you that he’s both.
He ate and shat and ****** and loved
and sang and slept and had grumpy days
and happy days
and ****** people off and was too loud
and was startled by screams
had to face the still silent unmoving sickening pregnant heat wave of grief
had favorite foods and songs and tv shows,
lived in boxes and only wanted out.  

Greedy how he chirped so high on top of his lover
doing the tail spinny grindey dance against her pulsating *******
center, and squirting
secretly much like the **** before him, whatever
and whoever he was, his eyes
wide and mouth open slightly.  

And then her fat cinnamon body lay so many
thick shelled deadly pearls,
which were empty but never cold.
They loved their empty stale stagnant infertile eggs, by God,
these two perfect doomed parents given
not nearly enough to survive the
war of childbirth and rearing,
which they only tried out but were not privileged to suffer.  

I would’ve named his sons Columbo after some name
I read in a book or maybe an online forum, that is
supposedly Italiano and supposedly means “dove,”
the fat birds of varying white and gray hues with the occasional
dazzle of blue or brown or black
that embody all the soft qualities of Chase, and Suzy

and I would attempt to end the misbegotten trend
that started when I named Chase after the gorgeous golden Aussie
character from House (which someone of my age probably
shouldn’t have watched)
and add some little Renatos and Ninfas and little
Agapetos or maybe even Uccellos or Ucellas.  

But what would have been a family of tiny winged storm - skies
brought instead a slowish painful death, that could have been
oh so easily prevented and fixed with a little bit of love,
some mercy, some money, a vet, and possibly a fingertip amount of
dollar store canola cooking oil.

And Chase, what can I say of how you screamed an elegy, a dirge
more harrowing than Percy Shelley’s or Rilke’s or that poem Billy Collins
wrote about nine eleven, more true than the entire ludicrous book of Lamentations,
simply by screaming extreme, shrill and for so long, so long,
so through that the house shook with it and I cried too?

You wailed with a small dry wordless tongue
that shot into my ears and to my skull, brain, gray and white matter,
that absolutely trembled with the familiar horrific confusion
of suddenly waking to find that someone is gone and you
don’t know how but you know you’ll
never
see them again

you’d never stroke the smooth laughter of
her cheeks, you’d never press your small warm chest
against her wide brown wing again, my love,
and I
would never remember
where the hell I laid her body,
lost the grave that you needed to touch and
maybe walk on and sing to,
once more.

But this wasn’t your life.
That instead was summed up,
concentrated into the small pregnant moment when
It Happened,
the flash and squeal of your body being
broken, crushed smashed practically severed,
dazed and shaken and slowly shut down
over the span of a weekend,
again
and again as it
replayed in my mind --
again, again,
again, again.

But these are only words and you can’t
exist in them except as a small sliver,
a fragment of soul, a quick whiff of heartbeat --

but I didn’t lose your grave.
There’s a soggy ground where you were lain, and a small wooden
plaque over your bones which painted with the words:
in pace requiescat,
which I admit I only know from Amontillado,
and the day and month and the year that you died
because you, the great mystery, have no birth date.

And I would proceed to cry and hate so many people,
myself, and you, and firstly my lovely parents,
who allowed you to die and pretended to apologize,
but most of all I would hate the world,
for swallowing up and making me think
that a part of your flesh, sloshy like the soil,

was absorbed and embodied as fresh growth on your
large drooping willow tree

and that if I stroke it,
when I touch it with these fat white fingers and let
the bark pierce my skin roughly,
rub it red and ****** dry,
that I am touching you

and letting you know
I remember and that Chase -- you spilling of bird
***** and calcified ****
that somehow became a grayish soul that God hardly
gave enough moons --

I’m sorry
I hit you with a door
trying to close it,

but less sorry that I killed you and more sorry
that it was because, out of grandmotherly fear,
I never let you learn how to fly,

I clipped your wings and you, and we were so clumsy

that you ambled head first into its already severing crack

I hope wherever the hell you might be --
birdy paradise, Dante’s hell where lovers fly and that is torment --
that you have wings,
and they aren’t clipped,
and someone cleans up your ****.
Sometimes a bird is just a bird.

Am I pathetic for being so consumed by grief over a literal cockatiel? It's not even a metaphor, guys.
Después de Azul... después de Los Raros, voces insinuantes, buena y mala intención, entusiasmo sonoro y envidia
subterránea -todo bella cosecha-, solicitaron lo que, en conciencia, no he creído fructuoso ni oportuno: un manifiesto.Ni fructuoso ni oportuno:a) Por la absoluta falta de elevación mental de la mayoría pensante de nuestro continente, en la cual impera el universal personaje
clasificado por Remy de Gourmont con el nombre de Celui-qui-ne-comprend-pas. Celui-qui-ne-comprend-pas es, entre nosotros, profesor, académico
correspondiente de la Real Academia Española, periodista, abogado, poeta, rastaquouer.b) Porque la obra colectiva de los nuevos de América es aún vana, estando muchos de los mejores talentos en el limbo de un completo desconocimiento
del mismo Arte a que se consagran. c) Porque proclamando, como proclamo, una estética acrática, la imposición de un modelo o de un código implicaría
una contradicción.Yo no tengo una literatura «mía» -como la ha manifestado una magistral autoridad-para marcar el rumbo de los demás: mi literatura
es mía en mí-; quien siga servilmente mis huellas perderá su tesoro personal y, paje o esclavo, no podrá ocultar sello o librea.
Wágner, a Augusta Holmés, su discípula, dijo un día: «lo primero, no imitar a nadie, y sobre todo, a mí». Gran decir.Yo he dicho, en la misa rosa de mi juventud, mis antífonas, mis secuencias, mis profanas prosas.-Tiempo y menos fatigas de alma y corazón
me han hecho falta para, como un buen monje artífice, hacer mis mayúsculas dignas de cada página del breviario. (A través
de los fuegos divinos de las vidrieras historiadas me río del viento que sopla afuera, del mal que pasa). Tocad, campanas de oro, campanas de
plata, tocad todos los días, llamándome a la fiesta en que brillan los ojos de fuego, y las rosas de las bocas sangran delicias únicas.
Mi órgano es un viejo clavicordio pompadour, al son del cual danzaron sus gavotas alegres abuelos; y el perfume de tu pecho es mi perfume, eterno incensario de carne.
Varona inmortal, flor de mi costilla.Hombres soy.¿Hay en mi sangre alguna gota de sangre de África, o de indio chorotega o nagrandano? Pudiera ser, a despecho de mis manos de marqués;
mas he aquí que veréis en mis versos princesas, reyes, cosas imperiales, visiones de países lejanos o imposibles: ¡qué
queréis!, yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer; y a un presidente de República no podré saludarle en el idioma
en que te cantaría a ti, ¡oh Halagabal!, de cuya corte -oro, seda, mármol- me acuerdo en sueños...
(Si hay poesía en nuestra América, ella está en las cosas viejas: en Palenke y Utatlán, en el indio legendario,
y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman).Buenos Aires; Cosmópolis.¡Y mañana!El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: «Éste, me dice, es el gran don Miguel de Cervantes
Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega; éste, Garcilaso; éste, Quintana». Yo le pregunto por el noble Gracián, por
Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: ¡Shakespeare!
¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)Luego, al despedirme: «Abuelo, preciso es decíroslo; mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París».¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo?Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es
sólo de la idea, muchas veces.La gritería de trescientas ocas no te impedirá, silvano, tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor
esté contento de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca para los habitantes de tu reino
interior. ¡Oh pueblo de desnudas ninfas, de rosadas reinas, de amorosas diosas!Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa, ¡Y besos!Y la primera ley, creador: crear. Bufe el eunuco. Cuando una musa te dé un hijo, queden las otras ocho encinta.
Tú, que estás la barba en la mano
meditabundo,
¿has dejado pasar, hermano,
la flor del mundo?Te lamentas de los ayeres
con quejas vanas:
¡aún hay promesas de placeres
en los mañanas!Aún puedes casar la olorosa
rosa y el lis,
y hay mirtos para tu orgullosa
cabeza gris.El alma ahíta cruel inmola
lo que la alegra,
como Zingua, reina de Angola,
lúbrica negra.Tú has gozado de la hora amable,
y oyes después
la imprecación del formidable
Eclesiastés.El domingo de amor te hechiza;
mas mira cómo
llega el miércoles de ceniza;
Memento, ****...Por eso hacia el florido monte
las almas van,
y se explican Anacreonte
y Omar Kayam.Huyendo del mal, de improviso
se entra en el mal,
por la puerta del paraíso
artificial.Y no obstante la vida es bella,
por poseer
la perla, la rosa, la estrella
y la mujer.Lucifer brilla. Canta el ronco
mar. Y se pierde
Silvano, oculto tras el tronco
del haya verde.Y sentimos la vida pura,
clara, real,
cuando la envuelve la dulzura
primaveral.¿Para qué las envidias viles
y las injurias,
cuando retuercen sus reptiles
pálidas furias?¿Para qué los odios funestos
de los ingratos?
¿Para qué los lívidos gestos
de los Pilatos?¡Si lo terreno acaba, en suma,
cielo e infierno,
y nuestras vidas son la espuma
de un mar eterno!Lavemos bien de nuestra veste
la amarga prosa;
soñemos en una celeste
mística rosa.Cojamos la flor del instante;
¡la melodía
de la mágica alondra cante
la miel del día!Amor a su fiesta convida
y nos corona.
Todos tenemos en la vida
nuestra Verona.Aun en la hora crepuscular
canta una voz:
«Ruth, risueña, viene a espigar
para Booz!»Mas coged la flor del instante,
cuando en Oriente
nace el alba para el fragante
adolescente.¡Oh! Niño que con Eros juegas,
niños lozanos,
danzad como las ninfas griegas
y los silvanos.El viejo tiempo todo roe
y va de prisa;
sabed vencerle, Cintia, Cloe
y Cidalisa.Trocad por rosas azahares,
que suena el son
de aquel Cantar de los Cantares
de Salomón.Príapo vela en los jardines
que Cipris huella;
Hécate hace aullar a los mastines;
mas Diana es bella;y apenas envuelta en los velos
de la ilusión,
baja a los bosques de los cielos
por Endimión.¡Adolescencia! Amor te dora
con su virtud;
goza del beso de la aurora,
¡oh juventud!¡Desventurado el que ha cogido
tarde la flor!
Y ¡ay de aquel que nunca ha sabido
lo que es amor!Yo he visto en tierra tropical
la sangre arder,
como en un cáliz de cristal,
en la mujerY en todas partes la que ama
y se consume
como una flor hecha de llama
y de perfume.Abrasaos en esa llama
y respirad
ese perfume que embalsama
la Humanidad.Gozad de la carne, ese bien
que hoy nos hechiza,
y después se tornará en
polvo y ceniza.Gozad del sol, de la pagana
luz de sus fuegos;
gozad del sol, porque mañana
estaréis ciegos.Gozad de la dulce armonía
que a Apolo invoca;
gozad del canto, porque un día
no tendréis boca.Gozad de la tierra que un
bien cierto encierra;
gozad, porque no estáis aún
bajo la tierra.Apartad el temor que os hiela
y que os restringe;
la paloma de Venus vuela
sobre la Esfinge.Aún vencen muerte, tiempo y hado
las amorosas;
en las tumbas se han encontrado
mirtos y rosas.Aún Anadiódema en sus lidias
nos da su ayuda;
aún resurge en la obra de Fidias
Friné desnuda.Vive el bíblico Adán robusto,
de sangre humana,
y aún siente nuestra lengua el gusto
de la manzana.Y hace de este globo viviente
fuerza y acción
la universal y omnipotente
fecundación.El corazón del cielo late
por la victoria
de este vivir, que es un combate
y es una gloria.Pues aunque hay pena y nos agravia
el sino adverso,
en nosotros corre la savia
del universo.Nuestro cráneo guarda el vibrar
de tierra y sol,
como el ruido de la mar
el caracol.La sal del mar en nuestras venas
va a borbotones;
tenemos sangre de sirenas
y de tritones.A nosotros encinas, lauros,
frondas espesas;
tenemos carne de centauros
y satiresas.En nosotros la vida vierte
fuerza y calor.
¡Vamos al reino de la Muerte
por el camino del Amor!
Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.Yo nado en el vacío,
del sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.Yo soy el fleco de oro
de la lejana estrella,
yo soy de la alta luna
la luz tibia y serena.Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea,
yo soy del astro errante
la luminosa estela.Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.En el laúd, soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruïnas yedra.Yo atrueno en el torrente
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago
y rujo en la tormenta.Yo río en los alcores,
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura
y lloro en la hoja seca.Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan
me mezco entre los árboles
en la ardorosa siesta.Yo corro tras las ninfas
que, en la corriente fresca
del cristalino arroyo,
desnudas juguetean.Yo, en bosques de corales
que alfombran blancas perlas,
persigo en el océano
las náyades ligeras.Yo, en las cavernas cóncavas
do el sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa,
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra,Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso
de que es vaso el poeta.
Victor Marques Dec 2009
Que grande a geração, a de Camões,
Saia de Belém, num pranto oral...
Dizia adeus a grandes multidões!
Olhava o horizonte pequeno Portugal

Traçado o rumo do futuro,
Passado o mar forte e indeciso,
Pegava no leme, firme e duro,
Sem dor, frio ou bramido.

As ninfas, rodeavam o leme,
O Sol, queimava a proa do navio,
O capitão nada teme
Naquele mar, escuro e bravio...

Victor Marques e Atavio Nelson
- From Network, wine and people....
Victor Marques Nov 2012
Sentir Deus

Sentir nosso Deus celestial e bendito,
Orvalho e bela ponte…
Quando me levanto contemplo o horizonte,
Anónimos em quem eu acredito.

Sentir o nosso Deus sempre,
Salgueiro no riacho tão bonito,
As vozes de teu reino infinito,
Outono de folha cadente.

Sentir Deus na água cristalina,
Caminhar por entre areia tão fina.
Ninfas pueris bem-amadas,
Nuvens no céu esbranquiçadas.

Sentir Deus que dá amor e pão,
O relógio do tempo que nunca para,
O toque de uma guitarra,
Silêncio de bela constelação.

Victor Marques
sentir , Deus
En la tranquila casa donde la tía vive
Todo evoca el recuerdo del tiempo que pasó:
La sirvienta ya cana y el patio con su aljibe,
Y los cuadros y espejos que un siglo deslustró.

El salón aun conserva los tapices de antaño,
Do ninfas y pastores van danzando un minué:
Y en sus ojos parece brillar el fuego extraño
De amores de otro tiempo, tiempo feliz que fue.

Del clavicordio antiguo, que en un rincón reposa,
A veces un suspiro se alza y huye al azar,
Como un eco de tiempos lejanos, cuando hermosa
Tocaba ella romanzas de Glück y de Mozart.

Un armario de sándalo luce en la oscura estancia...
¡Cuántas reliquias guarda, tesoros de su amor!
Cartas, retratos, pomos que respiran fragancia...
¡Parece que de un siglo se aspirara el olor!

Entre aquellos recuerdos de ternura infinita
Que hay entre las gavetas, vese un libro, y en él
Hace ya sesenta años duerme una flor marchita...
Es el libro Zaíra, y es la flor un clavel.

Con el libro, en los días del estío radiante,
A la ventana se hace rodar en su sillón,
¿Es el sol lo que anima y enciende su semblante?...
¿Por qué con fuerza siente latir el corazón?

Sobre el clavel marchito la blanca frente inclina,
Pues teme que al tocarlo se pueda deshojar,
Y en su mente un recuerdo canta canción divina,
Mientras las ayes cantan en el vetusto alar.

Piensa cuando el fragante clavel recién cortado,
En las hojas del libro guardó un amigo fiel,
Y humedecen sus lágrimas el libro siempre amado
En donde sesenta años ha dormido el clavel.
Hirió blandamente el aire
Con su dulce voz Narcisa,
Y él le repitió los ecos
Por boca de las heridas.

De los celestiales Ejes
El rápido curso fija,
Y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.

Al dulce imán de su voz
Quisieran, por asistirla,
Firmamento ser el Móvil,
El Sol ser estrella fija.

Tan bella, sobre canora,
Que el amor dudoso admira,
Si se deben sus arpones
A sus ecos, o a su vista.

Porque tan confusamente
Hiere, que no se averigua,
si está en la voz la hermosura,
O en los ojos la armonía.

Homicidas sus facciones
El mortal cambio ejercitan;
Voces, que alteran los ojos
Rayos que el labio fulmina.

Quién podrá vivir seguro,
si su hermosura Divina
Con los ojos y las voces
Duplicadas armas vibra.

El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:

Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:

No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la muerte
Donde no hay vida.
Un océano dentro de un océano
flujo etéreo de túrbida tinta india
reptando sobre el lecho de tus frondosas raíces.

Sereno opalino que baña la acera,
Calima que vaga a un lecho de luna
No ardas en vano gigante bonsái

Que las ninfas llevan en la memoria,
los cantos al dulzor de tu savia,
El recuerdo que viste de alma
la noble piel de tu fina corteza.

Bromelias que silban al aire
el rumor de un bosque sin nombre
oculto en el corazón de esta urbe
retozan humildes tus ramas

Que bien han de llorar por tus verdes retoños
que filtran la luz de un sol calcinante,
ciparisos que asoman sus brazos leñosos
tributo silente al ferino rumor del ocaso

No ardas en vano gigante bonsái
que manchadas de sangre están las manos
que revuelven la quietud de tu cieno
Es un agreste valle, cerca del mar Euxino.
Sobre un azul remanso tiende un laurel sus frondas.
La Ninfa, asida a un gajo, se inclina hacia las ondas,
Y el pie moja en el agua del raudal cristalino.

Sus compañeras, rápidas, en impudor divino
En la corriente se hunden, y aparecen, redondas
Formas en las espumas, y cabelleras blondas,
Un muslo, níveos brazos, o un seno alabastrino.

Alegría divina del bosque se levanta.
Iluminan la sombra dos ojos encendidos.
¡El Sátiro que llega!... Su risa las espanta;

Y huyen… De azul crepúsculo bajo radiante velo...
Así, cuando se oyen de un cuervo los graznidos,
Los Cisnes del Caístro tienden el raudo vuelo.
Natalia Rivera Nov 2014
Estoy perdida en este mundo.
He perdido mi paz, mi alma, mi ser.
Ya el cantar de mi madre no me levanta en las mañanas.
El llamado de las ninfas no recorre mi piel.
Mi alrededor es un augurio el cual me tiene desorientada, atrapada.
Prisionera de cuatro paredes donde el ruido me vuelve pequeña
Aún sigo aquí, muy dentro de mi; pero estoy a la deriva en esta barcaza , que poco a poco va llegando a la orilla.
El camino se hace largo y mis ganas por reencontrarme fieles. He perdido la noción del tiempo y de paso se ha jodido mi compostura.
No puedo mas, quiero volver a ser yo.
Y en el más profundo de los sentido, esta tormenta que sacude mi alma, lentamente grita "libérame".

Natalia Rivera.
Mi niña Alejandra me ha ayudado con una de las estrofas así que quiero darle las gracias.
Allá en las horas más dulces
De mi fugitiva infancia,
Sirvióme de cuidadora
Una mujer muy anciana,
Con su rostro todo arrugas,
Su cabeza toda canas
Y su corazón tranquilo
Todo bondad y esperanzas.

De noche junto a mi lecho
Mil historias me contaba
De geniecillos y ninfas,
De trasgos y de fantasmas.

¡Pobrecilla! ¡cuántas veces
En estas noches amargas
En que repaso tristezas
En mi alcoba solitaria,
Al oír que de la torre
Vuelan en lentas parvadas
Las mismas horas que entonces
Pasé a su lado tan gratas,
He pensado en ella y visto
Llegar su sombra a mi estancia
Pretendiendo como en antes
Secar con cuentos mis lágrimas!

En cierta vez, caí enfermo,
La fiebre me devoraba,
Y en mi delirio quería
Para volar tener alas.
«Dámelas tú»: -grité altivo-
«Tú, nunca me niegas nada»:
-«Es verdad, nada te niego,

»Pero no sufras, ten calma,
Las alas que Dios te ha dado
Las tiene tu ángel de guarda;
Esta noche se las pido
Y te las daré mañana».

Nunca le faltó manera
De responder a mis ansias,
Y siempre al verme llorando,
Con la paciencia más santa,
Me dijo tales ternuras
Que aun me conmueven el alma.
Ella, que al velar mi sueño
De puntillas caminaba,
Y porque rumor ninguno
A mis oídos llegara
Iba a sosegar el péndulo
De un viejo reloj de sala;
Ella, que jamás hubiera
Permitido a gente extraña
Lanzar un débil suspiro
A dos pasos de mi cama;
Que en balcones y rendijas
Cortaba al aire la entrada
Y por no causarme susto
Rezaba siempre en voz baja;
Una noche fue a mi lecho
Alegre y entusiasmada
Diciéndome: -¡Ven, despierta,
Ya es hora... no tardes... anda!

Sobrecogido de miedo
Yo le pregunté: ¿Qué pasa?
-Ya lo sabrás cuando escuches
El vuelo de las campanas,
El tronar de los petardos
Y el disparo de las salvas-.

Abrigado hasta los ojos
Salí con la pobre anciana,
Y un sueño del paraíso
Me fingió lo que miraba.
Desde las enhiestas torres
A las humildes ventanas,
Lo mismo en extensas calles
Que en las más estrechas plazas,
Faroles y gallardetes,
Banderolas y oriflamas
Con los hermosos colores
De la bandera de Iguala.
Y al escuchar tantos gritos,
Tantos himnos, tantas dianas,
El rumor de los repiques
Y el estallar de las salvas,
En brazos de mi niñera
Lloré sin saber la causa.
-Lloras de placer-, me dijo
Esta es una fiesta santa,
La sola fiesta que alegra
Mi corazón y mis canas.
Hoy es quince de setiembre,
Y en esta noche sagrada,
Hace cuarenta y cuatro años,
Si mi memoria no es mala,
Un cura humilde en Dolores
Hizo nacer a la Patria.
Cuando era yo jovencita
Mi padre, que en paz descansa
Me traia de la mano
En esta noche a la plaza
Para repetir con todos
Los que aquí gozan y cantan,
El grito de independencia
Que repercute en el alma;
Mi padre, mi pobre padre,
Fue soldado de Galeana;
Pero mira... allí está el héroe
Alcé mis ojos con ansia
Y vi un inmenso retrato
Entre lucientes guirnaldas
Bañado por los reflejos
De las luces de Bengala.

Un rostro apacible y dulce,
Una frente limpia y ancha,
Una mirada de apóstol,
Una cabeza muy cana...
¡Era Hidalgo, el Padre Hidalgo,
El salvador de la Patria!

¿Lo ves? me dijo temblando
De regocijo la anciana...
-Sí, le respondí, sintiendo
No sé qué dentro del alma,
Y entonces a un mismo impulso
Con las manos enlazadas,
Nos pusimos de rodillas
Llenos los ojos de lágrimas.
A vosotras, estrellas,
alza el vuelo mi pluma temerosa,
del piélago de luz ricas centellas;
lumbres que enciende triste y dolorosa
a las exequias del difunto día,
güérfana de su luz, la noche fría;
 ejército de oro,
que por campañas de zafir marchando,
guardáis el trono del eterno coro
con diversas escuadras militando;
Argos divino de cristal y fuego,
por cuyos ojos vela el mundo ciego;
 señas esclarecidas
que, con llama parlera y elocuente,
por el mudo silencio repartidas,
a la sombra servís de voz ardiente;
pompa que da la noche a sus vestidos,
letras de luz, misterios encendidos;
 de la tiniebla triste
preciosas joyas, y del sueño helado
galas, que en competencia del sol viste;
espías del amante recatado,
fuentes de luz para animar el suelo,
flores lucientes del jardín del cielo,
 vosotras, de la luna
familia relumbrante, ninfas claras,
cuyos pasos arrastran la Fortuna,
con cuyos movimientos muda caras,
árbitros de la paz y de la guerra,
que, en ausencia del sol, regís la tierra;
 vosotras, de la suerte
dispensadoras, luces tutelares
que dais la vida, que acercáis la muerte,
mudando de semblante, de lugares;
llamas, que habláis con doctos movimientos,
cuyos trémulos rayos son acentos;
 vosotras, que, enojadas,
a la sed de los surcos y sembrados
la bebida negáis, o ya abrasadas
dais en ceniza el pasto a los ganados,
y si miráis benignas y clementes,
el cielo es labrador para las gentes;
 vosotras, cuyas leyes
guarda observante el tiempo en toda parte,
amenazas de príncipes y reyes,
si os aborta Saturno, Jove o Marte;
ya fijas vais, o ya llevéis delante
por lúbricos caminos greña errante,
 si amasteis en la vida
y ya en el firmamento estáis clavadas,
pues la pena de amor nunca se olvida,
y aun suspiráis en signos transformadas,
con Amarilis, ninfa la más bella,
estrellas, ordenad que tenga estrella.
 Si entre vosotras una
miró sobre su parto y nacimiento
y della se encargó desde la cuna,
dispensando su acción, su movimiento,
pedidla, estrellas, a cualquier que sea,
que la incline siquiera a que me vea.
 Yo, en tanto, desatado
en humo, rico aliento de Pancaya,
haré que, peregrino y abrasado,
en busca vuestra por los aires vaya;
recataré del sol la lira mía
y empezaré a cantar muriendo el día.
 Las tenebrosas aves,
que el silencio embarazan con gemido,
volando torpes y cantando graves,
más agüeros que tonos al oído,
para adular mis ansias y mis penas,
ya mis musas serán, ya mis sirenas.
Manzanas levemente heridas
por finos espadines de plata,
nubes rasgadas por una mano de coral
que lleva en el dorso una almendra de fuego,
Peces de arsénico como tiburones,
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud,
rosas que hieren
Y agujas instaladas en los caños de la sangre,
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula
que untan de aceite las lenguas militares
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma
y escupe carbón machacado
rodeado de miles de campanillas.

Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino,
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto,
ni quien abra los linos del reposo,
ni quien llore por las heridas de los elegantes.
No hay más que un millón de herreros
forjando cadenas para los niños que han de venir.
No hay más que un millón de carpinteros
que hacen ataúdes sin cruz.
No hay más que un gentío de lamentos
que se abren las ropas en espera de la bala.
El hombre que desprecia la paloma debía hablar,
debía gritar desnudo entre las columnas,
y ponerse una inyección para adquirir la lepra
y llorar un llanto tan terrible
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante.
Pero el hombre vestido de blanco
ignora el misterio de la espiga,
ignora el gemido de la parturienta,
ignora que Cristo puede dar agua todavía,
ignora que la moneda quema el beso de prodigio
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán.

Los maestros enseñan a los niños
una luz maravillosa que viene del monte;
pero lo que llega es una reunión de cloacas
donde gritan las oscuras ninfas del cólera.
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas;
pero debajo de las estatuas no hay amor,
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo.
El amor está en las carnes desgarradas por la sed,
en la choza diminuta que lucha con la inundación;
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre,
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas.

Pero el viejo de las manos traslucidas
dirá: amor, amor, amor,
aclamado por millones de moribundos;
dirá: amor, amor, amor,
entre el tisú estremecido de ternura;
dirá: paz, paz, paz,
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita;
dirá: amor, amor, amor,
hasta que se le pongan de plata los labios.

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,
los negros que sacan las escupideras,
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los
directores,
las mujeres ahogadas en aceites minerales,
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,
ha de gritar frente a las cúpulas,
ha de gritar loca de fuego,
ha de gritar loca de nieve,
ha de gritar con la cabeza llena de excremento,
ha de gritar como todas las noches juntas,
ha de gritar con voz tan desgarrada
hasta que las ciudades tiemblen como niñas
y rompan las prisiones del aceite y la música,
porque queremos el pan nuestro de cada día,
flor de aliso y perenne ternura desgranada,
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra
que da sus frutos para todos.
28
Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...
Encaneció las ondas con espuma
Argos, primera nave, y sin temellas
osó tocar la gavia las estrellas,
y hasta el cerco del sol volar sin pluma.

Y aunque Anfitrite airada se consuma,
dividen el cristal sus ninfas bellas,
y hasta Colcos Jasón pasa por ellas,
por más que el viento resistir presuma.

Más era el agua que el dragón y el toro,
mas no le estorba que su campo arase
la fuerte proa entre una y otra sierra.

Rompióse al fin por dos manzanas de oro,
para que el mar cruel no se alabase,
que por lo mismo se perdió la tierra.
El retorno a la tierra natal ha sido tan
sentimental, y tan mental, y tan divino,
que aún las gotas del alba cristalinas están
en el jazmín de ensueño, de fragancia y de trino.
Por el Anfión antiguo y el prodigio del canto
se levanta una gracia de prodigio y encanto
que une carne y espíritu, como en el pan y el vino.
En el lugar en donde tuve la luz y el bien,
¿qué otra cosa podría sino besar el manto
a mi Roma, mi Atenas o mi Jerusalén?
Exprimidos de idea, y de orgullo y cariño,
de esencia de recuerdo, de arte de corazón,
concreto ahora todos mis ensueños de niño
sobre la crín anciana de mi amado León.
Bendito el dromedario que a través del desierto
condujera al Rey Mago, de aureolada sien,
y que se dirigía por el camino cierto
en que el astro de oro conducía a Belén.
Amapolas de sangre y azucenas de nieve
he mirado no lejos del divino laurel,
y he sabido que el vino de nuestra vida breve
precipita hondamente la ponzoña y la hiel.
Mas sabe el optimista, religioso y pagano,
que por César y Orfeo nuestro planeta gira,
y que hay sobre la tierra que llevar en la mano,
dominadora siempre, o la espada, o la lira.
El paso es misterioso. Los mágicos diamantes
de la corona o las sandalias de los pies
fueron de los maestros que se elevaron antes,
y serán de los genios que triunfarán después.
Parece que Mercurio llevara el caduceo
de manera triunfal en mi dulce país,
y que brotara pura, hecha por mi deseo,
en cada piedra una mágica flor de lis.
Por atavismo griego o por fenicia influencia,
siempre he sentido en mí ansia de navegar,
y Jasón me ha legado su sublime experiencia
y el sentir en mi vida los misterios del mar.
¡Oh, cuántas veces, cuántas oí los sones
de las sirenas líricas en los clásicos mares!
¡Y cuántas he mirado tropeles de tritones
y cortejos de ninfas ceñidas de azahares!
Cuando Pan vino a América, en tiempos fabulosos
en que había gigantes y conquistaban Pan
y Baco tierra incógnita, y tigres y molosos
custodiaban los templos sagrados de Copán,
se celebraban cultos de estrellas y de abismos;
se tenía una sacra visión de Dios. Y era
ya la vital conciencia que hay en nosotros mismos
de la magnificencia de nuestra Primavera.
Los atlántidas fueron huéspedes nuestros. Suma
revelación un tiempo tuvo el gran Moctezuma,
y Hugo vio en Momotombo órgano de verdad.
A través de las páginas fatales de la historia,
nuestra tierra está hecha de vigor y de gloria,
nuestra tierra está hecha para la Humanidad.
Pueblo vibrante, fuerte, apasionado, altivo;
pueblo que tiene la conciencia de ser vivo,
y que reuniendo sus energías en haz
portentoso, a la Patria vigoroso demuestra
que puede bravamente presentar en su diestra
el acero de guerra o el olivo de paz.
Cuando Dante llevaba a la Sorbona ciencia
y su maravilloso corazón florentino,
creo que concretaba el alma de Florencia,
y su ciudad estaba en el libro divino.
Si pequeña es la Patria, uno grande la sueña.
Mis ilusiones, y mis deseos, y mis
esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña.
Y León es hoy a mí como Roma o París.
Quisiera ser ahora como el Ulises griego
que domaba los arcos, y los barcos y los
destinos. Quiero ahora deciros ¡hasta luego!
¡Porque no me resuelvo a deciros adiós!
Pan
Al través de breñales de floresta no hollada,
Cauteloso, en la sombra, por oculto sendero,
El Fauno, que las ninfas desnudas caza artero,
Se desliza, el pie rápido y ardiente la mirada.

Es grato, divagando, de una fuente ignorada
Oír, bajo las frondas, el rumor placentero,
Cuando sus áureas flechas el Sol, divino arquero,
Lanza en la móvil noche por la extensión callada.

Se extravía una ninfa, se para, y de la Aurora
Oye caer las lágrimas que desde el cielo llora
Y que en el verde musgo temblando se disuelven.

Desde el follaje, el Fauno salta sobre ella; aprisa
La rapta, hiere el aire con su burlona risa,
Y se aleja. Y los bosques a su silencio vuelven.
Se desgrana un cristal fino
sobre el sueño de una flor;
trina el poeta divino...
¡Bien trinado, Ruiseñor!Bottom oye ese cristal
caer, y bajo la brisa
se siente sentimental.
Titania toda es sonrisa.Shakespeare va por la floresta,
Heine hace un lied de la tarde...
Hugo acompaña la Fiesta
Chez Thérèse. Verlaine ardeen las llamas de las rosas,
alocado y sensitivo,
y dice a las ninfas cosas
entre un querubín y un chivo.Aubrey Beardsley se desliza
como un silfo zahareño;
con carbón, nieve y ceniza
da carne y alma al ensueño.Nerval suspira a la Luna,
Laforgue suspira de
males de genio y fortuna.
Va en silencio Mallarmé.
49
Flotante, sin asidero,
nadador fuera del agua,
voluntario a la deriva,
por las horas, por el aire,
por el haz de la mañana.
Todo fugitivo, todo
resbaladizo, se escapa
de entre los dedos el mundo,
la tierra, la arena. Nubes,
velas, gaviotas, espumas,
blancuras desvariadas,
tiran de mí, que las sigo,
que las dejo. ¿Estoy, estaba,
estaré? Pero sin ir,
sin venir, quieto, flotando
en aquí, en allí, en azul.
Una alegría que es
el filo de la mañana
rompe, corta, desenreda
nudos, promesas, amarras.
Tropeles de sombras ninfas
huyendo van de sus cuerpos
en islas desenfrenadas.
Con su cargamento inútil
de recuerdos y de plazos
-¡ya no sirven, ya no sirven!-
el tiempo leva las anclas.
No se le ve ya. Sin tiempo,
prisa y despacio lo mismo,
¡qué de prisa, qué despacio
juegan los lejos a cercas
colgados del verdiazul
columpio de las distancias!
Su silencio echan a vuelo
enmudecidas campanas
y cumplen su juramento
los horizontes del alba:
la vida toda de día,
sin lastre, pura, flotando
ni en agua, ni en aire, en nada.
Amigo,
levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Las tres ninfas del cáncer han estado bailando,
hijo mío.
Trajeron unas montañas de lacre rojo
y unas sábanas duras donde estaba el cáncer dormido.
El caballo tenía un ojo en el cuello
y la luna estaba en un cielo tan frío
que tuvo que desgarrarse su monte de Venus
y ahogar en sangre y ceniza los cementerios antiguos.

Amigo,
despierta, que los montes todavía no respiran
y las hierbas de mí corazón están en otro sitio.
No importa que estés lleno de agua de mar.
Yo amé mucho tiempo a un niño
que tenía una plumilla en la lengua
y vivimos cien años dentro de un cuchillo.
Despierta.  Calla.  Escucha.  Incorpórate un poco.
El aullido
es una larga lengua morada que deja
hormigas de espanto y licor de lirios.
Ya vienen hacia la roca. ¡No alargues tus raíces!
Se acerca.  Gime.  No solloces en sueños, amigo.

¡Amigo!
Levántate para que oigas aullar
al perro asirio.
Tanto sol, tanta curva, tantos blancos
                    a mucho más aspiran.

Estas esbeltas formas que las olas,
                    -apuntes de Afroditas-,

inventan por doquier, ¿van a quedarse
                    sin sus diosas, vacías?

No; por numen secreto convocadas
                    acuden las olímpicas.

Vuelve el mar a su tiempo el inocente,
                    ignorante de quillas,

sin carga de mortales, suelo undoso
                    de las mitologías.

Con verdes curvas, con espumas vagas,
                    la luz, primera artista,

modela para diosas inminentes
                    hechuras fugitivas.

Un gran hervor de cuerpos en proyecto
                    alumbra la marina.

No hay onda que no sueñe en dar su carne
                    transparente a una ninfa.

Viento tornero en blanda masa verde
                    redondeces perfila.

Juntos surten la diosa, y a su lado
                    afán que la persiga.

Gozosa crin despliega el hipocampo:
                    va en su grupa, cautiva,

altas quejas de espuma dando al aire,
                    Nereida estremecida.

Hay torsos verdes, hay abrazos truncos,
                    todo son tentativas,

deseos que se alzan, casta espuma;
                    ugas hay, ligerísimas.

Cuerpo saltante de una cresta en otra,
                    escápase la ondina

de un ansia que se muere en mil cristales,
                    monstruo que la quería.

Hay blancuras que logran entenderse,
                    amores que se inician;

en la mañana estrenan sus idilios
                    fábulas, a la vista.

¿Olas? Tetis, Papone, Calatea,
                    glorias que resucitan.

Resurrección es esto, no oleaje,
                    querencia muy antigua.

Si el agua que dio bulto a ninfa rápida
                    muere, apenas erguida,

si espuma que soñaba en durar mármol,
                    desfallece en la orilla,

de entre tanto fracaso, ellas, las diosas,
                    se salvan, infinitas.

Se hunden las cien, las mil, las incontables
                    figuras cristalinas;

de una en otra, evadiéndose, ligeras
                    permanecen las ninfas.

Tejiendo, destejiendo, permanecen
                    sobre fúlgida pista,

juegos de raudo amor, las figurantas
                    de la ópera divina.

El mar se ciñe, más y más redondo,
                    cerco de la alegría.

Y se colman de asombro, en una playa,
                    dos ojos, que lo miran.
Victor Marques Aug 2023
Teria sempre água para todos beber,
Correria por paixão sem saber,
Seria rio, amor de bem querer,
Água cristalinas que todos podem ver.

Patinhos sem pressa molham suas penas,
Pedrinhas grandes e pequenas.
Areias desfeitas amedrontadas,
Queria ser rio de ninfas e fadas.

Teria mais cores laranja e verniz matizado ,
Seria rio sem inferno, nem pecado.
As águas seriam sempre serenas,
E seus afluentes açucenas.

Queria ser rio muito abrangente,
Sem causar inundações  de repente.
Queria ser flor e também semente,
Rio doce que ama sua gente.

Queria ter moinhos para trigo moer,
Rouxinóis ouvir ao amanhecer.
Adormecer na noite suavemente,
E acordar com sua corrente
Rio,agua,vida
En Cluny, Siglo XV.
                                        Bajo álamos de plata
sus aguas el Saona, rumoroso dilata
por el lento deshielo. La mole ennegrecida
de piedra, corta el llanto que despierta a la vida.
En el parque, vagando, y humilde la mirada,
las manos sobre el pecho y en la oración callada,
pasan monjes, tendida hacia atrás la cogulla
y como una armonía celeste al campo arrulla.

Cielo tranquilo y diáfano.
                                                  La quietud del convento
a la plegaria incita y a hondo recogimiento.
Las ventajas abiertas dan al jardin. Las rosas
sonríen bajo errante vuelo de mariposas;
y en las frondas, de nidos y de aves la algazara
es saludo a la aurora, que surge azul y clara.

En la amplia biblioteca, monje benedictino
tiene abierto en la mesa borroso pergamino,
donde paciente artista de tiempo muy lejano,
al principiar capítulos, pintó con hábil mano,
en grandes iniciales y con vivos colores,
dragones, ninfas, grifos y ultraterrenas flores.

Con sus rubios cabellos sobre la frente vasta,
su palidez y el brillo de su pupila casta,
y con su hábito blanco, parece el monje, efebo,
del jardín ante el tibio primaveral renuevo

Copia un códice antiguo; «Dafnis y Cloe».
                                                                                    Aromas
de los rosales suben y arrullos de palomas.

Absorto escribe.
                                        Y Cloe se yergue ante sus ojos,
Púber, blanca, sin velos y con sus labios rojos,
Así cual Longo un día radiante de verano
La soñó junto a Dafnis, bajo el azul lesbiano.

Aromas, más aromas, va trayendo la brisa.
Cloe sonríe; a Dafnis abraza, y su sonrisa
Es rosa entre sus labios en flor. Y más fragancia,
Arrullos y rumores llenan la quieta estancia.

Cloe pasa, se borra, mas de nuevo aparece.
En su naciente seno ya la vida florece;
Se pierde entre los árboles, vuelve nerviosa y bella,
Y muestra en el boscaje su desnudez de estrella.

Sobre la mesa el monje pensativo se curva;
Inquietud hasta entonces no sentida lo turba;
Se alza rápido y torna a sentarse impaciente;·
Se pone en pie; se inclina, las manos en la frente,
Y aromas... y un deseo el corazón le roe...
Y más vivaz irradia la pubertad de Cloe.

De pronto aparta el códice, y ante la azul mañana
Tiende inquieto las manos, y cierra la ventana;
Y sentado en la silla, pálido y sonreído,
Se queda lentamente y en éxtasis dormido.

En el silencio entonces, bajo el azul y el oro
Del cielo, las campanas se oían; y en el coro
Los monjes, en anhelo que del mal los liberte,
Cantaban de rodillas el Salmo de la Muerte.
Estábase la Efesia cazadora
Dando en aljófar el sudor al baño,
Cuando en rabiosa luz se abrasa el año
Y la vida en incendios se evapora.

De sí, Narciso y Ninfa, se enamora,
Mas viendo conducido de su engaño
Que se acerca Acteón, temiendo el daño,
Fueron las Ninfas velo a su señora.

Con la arena intentaron el cegalle,
Mas luego que de amor miró el trofeo,
Cegó más noblemente con su talle.

Su frente endureció con arco feo,
Sus perros intentaron el matalle,
Y adelantóse a todos su deseo.
El bruno ibero, el galo de actitud retadora,
el garonés moreno, de ocre y carmín pintado,
sobre el mármol votivo por su esfuerzo tallado,
de la aguas dijeron la virtud bienhechora.

E Imperators, alzando bandera vencedora,
terma y piscina hicieron, y al pie de este collado,
rabia Festa, verbena y malva, don preciado
en ofrenda a los Dioses cogió suplicadora.

Como antes, en los días de Ilixon, cristalinas
las fuentes me han cantado sus canciones divinas,
el azufre aún humea en la atmósfera clara.

Por eso en estos versos, cumpliendo un sacro voto,
alzar quiero, cual Unnu en un tiempo remoto,
las Ninfas que viven bajo la tierra, un ara.
Estábase la Efesia cazadora
Dando en aljófar el sudor al baño,
En la estación ardiente, cuando el año
Con los rayos del Sol el Perro dora.

De sí (como Narciso) se enamora;
(Vuelta pincel de su retrato extraño),
Cuando sus ninfas, viendo cerca el daño,
Hurtaron a Acteón a su señora.

Tierra le echaron todas por cegalle,
Sin advertir primero que era en vano,
Pues no pudo cegar con ver su talle.

Trocó en áspera frente el rostro humano,
Sus perros intentaron de matalle,
Mas sus deseos ganaron por la mano.
El alba aún no aparece en su gloria de oro.
Canta el mar con la música de sus ninfas en coro
y el aliento del campo se va cuajando en bruma.
Teje la náyade el encaje de su espuma
y el bosque inicia el himno de sus flautas de pluma.
Es el momento en que el salvaje caballero
se ve pasar. La tribu aúlla y el ligero
caballo es un relámpago, veloz como una idea.
A su paso, asustada, se para la marea.
La náyade interrumpe la labor que ejecuta
y el director del bosque detiene la batuta.
-¿Qué pasa?-desde el lecho pregunta Venus bella.
Y Apolo: -Es Sagitario que ha robado una estrella.
Ven, la senda se pierde por el Cileno, encanto
del risueño paisaje. Mira el antro y la fuente.
Allí en dormir él goza, en aromado ambiente,
a la sombra del pino donde su aliento es canto.

La oveja de ubre llena ata a ese tronco en tan
Antes de un mes darale, con su cría inocente,
a su sed, leche fresca, queso que lo alimente,
y le hilaran las Ninfas su luna para un manto.

¡Oh Pan! Senos propicio; siempre apártanos daños,
de los montes de Arcadia guardián de los rebaños.
Te invoco..., me oye. El árbol tiembla y rumor exhala.

¡Partamos! El sol se hunde tras la radiante altura.
Siempre a un altar de mármol el don del pobre iguala,
si la ofrenda a los Dioses sube de un alma pura.

— The End —