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Brandt Hott  Jan 2020
Sin hogar
Brandt Hott Jan 2020
Nunca estamos sin hogar. Una casa no tiene 4 paredes.

Una casa no es una puerta cerrada o una puerta que puede bloquear y desbloquear.

Un hogar no es un lugar para esconderse, ni para protegerse de los elementos.

El hogar que uno crea, es un lugar, en lo profundo de su corazón.

Un lugar donde todos son bienvenidos,

Bienvenido a ser, a crear, a darse cuenta, a aprender

Nadie está sin hogar, ningún hombre, ninguna mujer, ninguna criatura, ningún insecto, en este planeta, en este mundo está sin hogar.

Todos pertenecemos a quienes somos y a lo que somos.

Las únicas personas sin hogar en este mundo son las personas que no escuchan a su corazón.
Siendo mozo Alvargonzález,
dueño de mediana hacienda,
que en otras tierras se dice
bienestar y aquí, opulencia,
en la feria de Berlanga
prendóse de una doncella,
y la tomó por mujer
al año de conocerla.Muy ricas las bodas fueron
y quien las vio las recuerda;
sonadas las tornabodas
que hizo Alvar en su aldea;
hubo gaitas, tamboriles,
flauta, bandurria y vihuela,
fuegos a la valenciana
y danza a la aragonesa.   Feliz vivió Alvargonzález
en el amor de su tierra.
Naciéronle tres varones,
que en el campo son riqueza,
y, ya crecidos, los puso,
uno a cultivar la huerta,
otro a cuidar los merinos,
y dio el menor a la Iglesia.   Mucha sangre de Caín
tiene la gente labriega,
y en el hogar campesino
armó la envidia pelea.   Casáronse los mayores;
tuvo Alvargonzález nueras,
que le trajeron cizaña,
antes que nietos le dieran.   La codicia de los campos
ve tras la muerte la herencia;
no goza de lo que tiene
por ansia de lo que espera.   El menor, que a los latines
prefería las doncellas
hermosas y no gustaba
de vestir por la cabeza,
colgó la sotana un día
y partió a lejanas tierras.La madre lloró, y el padre
diole bendición y herencia.   Alvargonzález ya tiene
la adusta frente arrugada,
por la barba le platea
la sombra azul de la cara.   Una mañana de otoño
salió solo de su casa;
no llevaba sus lebreles,
agudos canes de caza;

  iba triste y pensativo
por la alameda dorada;
anduvo largo camino
y llegó a una fuente clara.   Echóse en la tierra; puso
sobre una piedra la manta,
y a la vera de la fuente
durmió al arrullo del agua.   Y Alvargonzález veía,
como Jacob, una escala
que iba de la tierra al cielo,
y oyó una voz que le hablaba.Mas las hadas hilanderas,
entre las vedijas blancas
y vellones de oro, han puesto
un mechón de negra lana.Tres niños están jugando
a la puerta de su casa;
entre los mayores brinca
un cuervo de negras alas.La mujer vigila, cose
y, a ratos, sonríe y canta.-Hijos, ¿qué hacéis? -les pregunta.Ellos se miran y callan.-Subid al monte, hijos míos,
y antes que la noche caiga,
con un brazado de estepas
hacedme una buena llama.   Sobre el lar de Alvargonzález
está la leña apilada;
el mayor quiere encenderla,
pero no brota la llama.-Padre, la hoguera no prende,
está la estepa mojada.   Su hermano viene a ayudarle
y arroja astillas y ramas
sobre los troncos de roble;
pero el rescoldo se apaga.Acude el menor, y enciende,
bajo la negra campana
de la cocina, una hoguera
que alumbra toda la casa.   Alvargonzález levanta
en brazos al más pequeño
y en sus rodillas lo sienta;-Tus manos hacen el fuego;
aunque el último naciste
tú eres en mi amor primero.   Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los dos fugitivos
reluce un hacha de hierro.   Sobre los campos desnudos,
la luna llena manchada
de un arrebol purpurino,
enorme globo, asomaba.Los hijos de Alvargonzález
silenciosos caminaban,
y han visto al padre dormido
junto de la fuente clara.   Tiene el padre entre las cejas
un ceño que le aborrasca
el rostro, un tachón sombrío
como la huella de un hacha.Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.   A la vera de la fuente
quedó Alvargonzález muerto.Tiene cuatro puñaladas
entre el costado y el pecho,
por donde la sangre brota,
más un hachazo en el cuello.Cuenta la hazaña del campo
el agua clara corriendo,
mientras los dos asesinos
huyen hacia los hayedos.Hasta la Laguna Negra,
bajo las fuentes del Duero,
llevan el muerto, dejando
detrás un rastro sangriento,
y en la laguna sin fondo,
que guarda bien los secretos,
con una piedra amarrada
a los pies, tumba le dieron.   Se encontró junto a la fuente
la manta de Alvargonzález,
y, camino del hayedo,
se vio un reguero de sangre.Nadie de la aldea ha osado
a la laguna acercarse,
y el sondarla inútil fuera,
que es la laguna insondable.Un buhonero, que cruzaba
aquellas tierras errante,
fue en Dauria acusado, preso
y muerto en garrote infame.   Pasados algunos meses,
la madre murió de pena.Los que muerta la encontraron
dicen que las manos yertas
sobre su rostro tenía,
oculto el rostro con ellas.   Los hijos de Alvargonzález
ya tienen majada y huerta,
campos de trigo y centeno
y prados de fina hierba;
en el olmo viejo, hendido
por el rayo, la colmena,
dos yuntas para el arado,
un mastín y mil ovejas.
    Ya están las zarzas floridas
y los ciruelos blanquean;
ya las abejas doradas
liban para sus colmenas,
y en los nidos, que coronan
las torres de las iglesias,
asoman los garabatos
ganchudos de las cigüeñas.Ya los olmos del camino
y chopos de las riberas
de los arroyos, que buscan
al padre Duero, verdean.El cielo está azul, los montes
sin nieve son de violeta.La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza;
muerto está quien la ha labrado,
mas no le cubre la tierra.   La hermosa tierra de España
adusta, fina y guerrera
Castilla, de largos ríos,
tiene un puñado de sierras
entre Soria y Burgos como
reductos de fortaleza,
como yelmos crestonados,
y Urbión es una cimera.   Los hijos de Alvargonzález,
por una empinada senda,
para tomar el camino
de Salduero a Covaleda,
cabalgan en pardas mulas,
bajo el pinar de Vinuesa.Van en busca de ganado
con que volver a su aldea,
y por tierra de pinares
larga jornada comienzan.Van Duero arriba, dejando
atrás los arcos de piedra
del puente y el caserío
de la ociosa y opulenta
villa de indianos. El río
al fondo del valle, suena,
y de las cabalgaduras
los cascos baten las piedras.A la otra orilla del Duero
canta una voz lastimera:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra.»   Llegados son a un paraje
en donde el pinar se espesa,
y el mayor, que abre la marcha,
su parda mula espolea,
diciendo: -Démonos prisa;
porque son más de dos leguas
de pinar y hay que apurarlas
antes que la noche venga.Dos hijos del campo, hechos
a quebradas y asperezas,
porque recuerdan un día
la tarde en el monte tiemblan.Allá en lo espeso del bosque
otra vez la copla suena:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».   Desde Salduero el camino
va al hilo de la ribera;
a ambas márgenes del río
el pinar crece y se eleva,
y las rocas se aborrascan,
al par que el valle se estrecha.Los fuertes pinos del bosque
con sus copas gigantescas
y sus desnudas raíces
amarradas a las piedras;
los de troncos plateados
cuyas frondas azulean,
pinos jóvenes; los viejos,
cubiertos de blanca lepra,
musgos y líquenes canos
que el grueso tronco rodean,
colman el valle y se pierden
rebasando ambas laderasJuan, el mayor, dice: -Hermano,
si Blas Antonio apacienta
cerca de Urbión su vacada,
largo camino nos queda.-Cuando hacia Urbión alarguemos
se puede acortar de vuelta,
tomando por el atajo,
hacia la Laguna Negra
y bajando por el puerto
de Santa Inés a Vinuesa.-Mala tierra y peor camino.
Te juro que no quisiera
verlos otra vez. Cerremos
los tratos en Covaleda;
hagamos noche y, al alba,
volvámonos a la aldea
por este valle, que, a veces,
quien piensa atajar rodea.Cerca del río cabalgan
los hermanos, y contemplan
cómo el bosque centenario,
al par que avanzan, aumenta,
y la roqueda del monte
el horizonte les cierra.El agua, que va saltando,
parece que canta o cuenta:«La tierra de Alvargonzález
se colmará de riqueza,
y el que la tierra ha labrado
no duerme bajo la tierra».
    Aunque la codicia tiene
redil que encierre la oveja,
trojes que guarden el trigo,
bolsas para la moneda,
y garras, no tiene manos
que sepan labrar la tierra.Así, a un año de abundancia
siguió un año de pobreza.   En los sembrados crecieron
las amapolas sangrientas;
pudrió el tizón las espigas
de trigales y de avenas;
hielos tardíos mataron
en flor la fruta en la huerta,
y una mala hechicería
hizo enfermar las ovejas.A los dos Alvargonzález
maldijo Dios en sus tierras,
y al año pobre siguieron
largos años de miseria.   Es una noche de invierno.
Cae la nieve en remolinos.
Los Alvargonzález velan
un fuego casi extinguido.El pensamiento amarrado
tienen a un recuerdo mismo,
y en las ascuas mortecinas
del hogar los ojos fijos.No tienen leña ni sueño.Larga es la noche y el frío
arrecia. Un candil humea
en el muro ennegrecido.El aire agita la llama,
que pone un  fulgor rojizo
sobre las dos pensativas 
testas de los asesinos.El mayor de Alvargonzález,
lanzando un ronco suspiro,
rompe el silencio, exclamando:-Hermano, ¡qué mal hicimos!El viento la puerta bate
hace temblar el postigo,
y suena en la chimenea
con hueco y largo bramido.Después, el silencio vuelve,
y a intervalos el pabilo
del candil chisporrotea
en el aire aterecido.El segundo dijo: -Hermano,
¡demos lo viejo al olvido!

  Es una noche de invierno.
Azota el viento las ramas
de los álamos. La nieve
ha puesto la tierra blanca.Bajo la nevada, un hombre
por el camino cabalga;
va cubierto hasta los ojos,
embozado en negra capa.Entrado en la aldea, busca
de Alvargonzález la casa,
y ante su puerta llegado,
sin echar pie a tierra, llama.   Los dos hermanos oyeron
una aldabada a la puerta,
y de una cabalgadura
los cascos sobre las piedras.Ambos los ojos alzaron
llenos de espanto y sorpresa.-¿Quién es?  Responda -gritaron.-Miguel -respondieron fuera.Era la voz del viajero
que partió a lejanas tierras.   Abierto el portón, entróse
a caballo el caballero
y echó pie a tierra. Venía
todo de nieve cubierto.En brazos de sus hermanos
lloró algún rato en silencio.Después dio el caballo al uno,
al otro, capa y sombrero,
y en la estancia campesina
buscó el arrimo del fuego.   El menor de los hermanos,
que niño y aventurero
fue más allá de los mares
y hoy torna indiano opulento,
vestía con ***** traje
de peludo terciopelo,
ajustado a la cintura
por ancho cinto de cuero.Gruesa cadena formaba
un bucle de oro en su pecho.Era un hombre alto y robusto,
con ojos grandes y negros
llenos de melancolía;
la tez de color moreno,
y sobre la frente comba
enmarañados cabellos;
el hijo que saca porte
señor de padre labriego,
a quien fortuna le debe
amor, poder y dinero.
De los tres Alvargonzález
era Miguel el más bello;
porque al mayor afeaba
el muy poblado entrecejo
bajo la frente mezquina,
y al segundo, los inquietos
ojos que mirar no saben
de frente, torvos y fieros.   Los tres hermanos contemplan
el triste hogar en silencio;
y con la noche cerrada
arrecia el frío y el viento.-Hermanos, ¿no tenéis leña?-dice Miguel.             -No tenemos
-responde el mayor.               Un hombre,
milagrosamente, ha abierto
la gruesa puerta cerrada
con doble barra de hierro.

El hombre que ha entrado tiene
el rostro del padre muerto.Un halo de luz dorada
orla sus blancos cabellos.
Lleva un haz de leña al hombro
y empuña un hacha de hierro.   De aquellos campos malditos,
Miguel a sus dos hermanos
compró una parte, que mucho
caudal de América trajo,
y aun en tierra mala, el oro
luce mejor que enterrado,
y más en mano de pobres
que oculto en orza de barro.   Diose a trabajar la tierra
con fe y tesón el indiano,
y a laborar los mayores
sus pegujales tornaron.   Ya con macizas espigas,
preñadas de rubios granos,
a los campos de Miguel
tornó el fecundo verano;
y ya de aldea en aldea
se cuenta como un milagro,
que los asesinos tienen
la maldición en sus campos.   Ya el pueblo canta una copla
que narra el crimen pasado:«A la orilla de la fuente
lo asesinaron.¡qué mala muerte le dieron
los hijos malos!En la laguna sin fondo
al padre muerto arrojaron.No duerme bajo la tierra
el que la tierra ha labrado».   Miguel, con sus dos lebreles
y armado de su escopeta,
hacia el azul de los montes,
en una tarde serena,
caminaba entre los verdes
chopos de la carretera,
y oyó una voz que cantaba:«No tiene tumba en la tierra.
Entre los pinos del valle
del Revinuesa,
al padre muerto llevaron
hasta la Laguna Negra».
    La casa de Alvargonzález
era una casona vieja,
con cuatro estrechas ventanas,
separada de la aldea
cien pasos y entre dos olmos
que, gigantes centinelas,
sombra le dan en verano,
y en el otoño hojas secas.   Es casa de labradores,
gente aunque rica plebeya,
donde el hogar humeante
con sus escaños de piedra
se ve sin entrar, si tiene
abierta al campo la puerta.   Al arrimo del rescoldo
del hogar borbollonean
dos pucherillos de barro,
que a dos familias sustentan.   A diestra mano, la cuadra
y el corral; a la siniestra,
huerto y abejar, y, al fondo,
una gastada escalera,
que va a las habitaciones
partidas en dos viviendas.   Los Alvargonzález moran
con sus mujeres en ellas.
A ambas parejas que hubieron,
sin que lograrse pudieran,
dos hijos, sobrado espacio
les da la casa paterna.   En una estancia que tiene
luz al huerto, hay una mesa
con gruesa tabla de roble,
dos sillones de vaqueta,
colgado en el muro, un *****
ábaco de enormes cuentas,
y unas espuelas mohosas
sobre un arcón de madera.   Era una estancia olvidada
donde hoy Miguel se aposenta.
Y era allí donde los padres
veían en primavera
el huerto en flor, y en el cielo
de mayo, azul, la cigüeña
-cuando las rosas se abren
y los zarzales blanquean-
que enseñaba a sus hijuelos
a usar de las alas lentas.   Y en las noches del verano,
cuando la calor desvela,
desde la ventana al dulce
ruiseñor cantar oyeran.   Fue allí donde Alvargonzález,
del orgullo de su huerta
y del amor a los suyos,
sacó sueños de grandeza.   Cuando en brazos de la madre
vio la figura risueña
del primer hijo, bruñida
de rubio sol la cabeza,
del niño que levantaba
las codiciosas, pequeñas
manos a las rojas guindas
y a las moradas ciruelas,
o aquella tarde de otoño,
dorada, plácida y buena,
él pensó que ser podría
feliz el hombre en la tierra.   Hoy canta el pueblo una copla
que va de aldea en aldea:«¡Oh casa de Alvargonzález,
qué malos días te esperan;
casa de los asesinos,
que nadie llame a tu puerta!»   Es una tarde de otoño.
En la alameda dorada
no quedan ya ruiseñores;
enmudeció la cigarra.   Las últimas golondrinas,
que no emprendieron la marcha,
morirán, y las cigüeñas
de sus nidos de retamas,
en torres y campanarios,
huyeron.           Sobre la casa
de Alvargonzález, los olmos
sus hojas que el viento arranca
van dejando. Todavía
las tres redondas acacias,
en el atrio de la iglesia,
conservan verdes sus ramas,
y las castañas de Indias
a intervalos se desgajan
cubiertas de sus erizos;
tiene el rosal rosas grana
otra vez, y en las praderas
brilla la alegre otoñada.   En laderas y en alcores,
en ribazos y en cañadas,
el verde nuevo y la hierba,
aún del estío quemada,
alternan; los serrijones
pelados, las lomas calvas,
se coronan de plomizas
nubes apelotonadas;
y bajo el pinar gigante,
entre las marchitas zarzas
y amarillentos helechos,
corren las crecidas aguas
a engrosar el padre río
por canchales y barrancas.   Abunda en la tierra un gris
de plomo y azul de plata,
con manchas de roja herrumbre,
todo envuelto en luz violada.   ¡Oh tierras de Alvargonzález,
en el corazón de España,
tierras pobres, tierras tristes,
tan tristes que tienen alma!   Páramo que cruza el lobo
aullando a la luna clara
de bosque a bosque, baldíos
llenos de peñas rodadas,
donde roída de buitres
brilla una osamenta blanca;
pobres campos solitarios
sin caminos ni posadas,¡oh pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
    Una mañana de otoño,
cuando la tierra se labra,
Juan y el indiano aparejan
las dos yuntas de la casa.
Martín se quedó en el huerto
arrancando hierbas malas.   Una mañana de otoño,
cuando los campos se aran,
sobre un otero, que tiene
el cielo de la mañana
por fondo, la parda yunta
de Juan lentamente avanza.   Cardos, lampazos y abrojos,
avena loca y cizaña,
llenan la tierra maldita,
tenaz a pico y a escarda.   Del corvo arado de roble
la hundida reja trabaja
con vano esfuerzo; parece,
que al par que hiende la entraña
del campo y hace camino
se cierra otra vez la zanja.   «Cuando el asesino labre
será su labor pesada;
antes que un surco en la tierra,
tendrá una arruga en su cara».   Martín, que estaba en la huerta
cavando, sobre su azada
quedó apoyado un momento;
frío sudor le bañaba
el rostro.           Por el Oriente,
la luna llena, manchada
de un arrebol purpurino,
lucía tras de la tapia
del huerto.           Martín tenía
la sangre de horror helada.
La azada que hundió en la tierra
teñida de sangre estaba.   En la tierra en que ha nacido
supo afincar el indiano;
por mujer a una doncella
rica y hermosa ha tomado.   La hacienda de Alvargonzález
ya es suya, que sus hermanos
todo le vendieron: casa,
huerto, colmenar y campo.   Juan y Martín, los mayores
de Alvargonzález, un
Fa Be O  Feb 2013
Nuestro hogar
Fa Be O Feb 2013
Aveces pienso cosas absurdas.
Por ejemplo, he contemplado lo que sería nuestro hogar en el futuro.
Que ridículo.
Pero sabes, me imagino paredes blancas,
Muebles oscuros, refinados, con los pequeños detalles que te gustan a ti.
Nuestro cuarto sería así:
Minimalista,
tal vez tres cuadros de algunas fotografías
En blanco y *****;
Un librero,
La mitad lleno de libros de poesía,
Literatura en español, física, mecánica,
Y la otra de libros científicos,
De cerebros, comportamiento, psicología;
Tu mitad de la cama estaría ordenada,
Tendida,
Y la mía quizás seguiría ocupada por mi,
Caótica, las sábanas arrastrando,
Y un pequeño montoncito de libros a mis pies.
En muchas cosas somos diferentes,
Por eso pienso en como viviríamos juntos;
Creo las paredes en blanco me deprimirían,
Tal vez al año las pintaríamos de un color vino...
(¿Te acuerdas del vino que tomamos en mi cumpleaños?)
O tal vez a los 3 años, nuestros hijos harían un nuevo decor...
Que absurdo es pensar así,
Más ridículo sentir tan bonito en imaginarlo.
Pero tendríamos un lindo hogar,
Creo que sería un lugar muy rico,
Un flux constante de ideas, de color, de expresión , de conocimiento.
Sería el Meca de nuestro amor,
El centro de mi universo.
Que ridículo,
Que absurdo
Pensamiento.
2/3/13
¡Tu hogar está sin luz! ¿La noche acaso
Descorrió en él sus lúgubres crespones
Sepultando tu sol en el ocaso?

Hoy no son las amargas decepciones
Las que tu frente dejan abatida
Sobre escombros de bellas ilusiones.

¡Tu hogar está sin luz! llora afligida
La que sobre este mundanal desierto,
Tesoro de tu amor, vela tu vida.

No sueñas el dolor; estás despierto
Y una voz de martirio en tu alma grita:
¡Tu hogar está sin luz! ¡tu padre ha muerto!

Dentro del pecho sin vigor palpita
El corazón que juvenil y ardiente,
Ayer la coronó dicha infinita.

El ser que amante, tierno y reverente
Tiene muerta en los ojos la mirada
El labio mudo y sin calor la frente...

¡Oh destino cruel! la Parca airada,
Lo arrancó de las penas de este suelo,
Para llevarlo a la mansión soñada.

Tiemblas de pena, lloras sin consuelo...
No te conforma su eternal ventura,
Ni puedes con placer mirar el cielo...

Es sagrada y es noble tu amargura,
Llora sobre su cuerpo, y que tu llanto
Riegue en lluvia de amor su sepultura.

Él te veló de niño y te amó tanto,
Que vas a ser un culto en su memoria,
Y un sol eterno en su cariño santo...

Este sol en tu vida transitoria
Donde todo al abismo se derrumba,
Alumbrará tu hogar... verá tu gloria,

¿Quieres que en el pesar tu alma sucumba?
¡Tu hogar está sin luz! ¡y es tu destino
Darle esa luz que le robó la tumba!

Si el hombre es en la tierra un peregrino,
Lucha con el dolor y con la suerte;
Tu padre ayer te señaló un camino,
Síguelo siempre y honrarás su muerte.
A la luz de la tarde moribunda
Recorro el olvidado cementerio,
Y una dulce piedad mi pecho inunda
Al pensar de la muerte en el misterio.

Del occidente a las postreras luces
Mi errabunda mirada sólo advierte
Los toscos leños de torcidas cruces,
Despojos en la playa de la Muerte.

De madreselvas que el Abril enflora,
Cercado humilde en torno se levanta,
Donde vierte sus lágrimas la aurora,
Y donde el ave, por las tardes, canta.

Corre cerca un arroyo en hondo cauce
Que a trechos lama verdinegra viste,
Y de la orilla se levanta un sauce,
Cual de la Muerte centinela triste.

Y al oír el rumor en la maleza,
Mi mente inquiere, de la sombra esclava,
Si es rumor de la vida que ya empieza,
O rumor de la vida que se acaba.

«¿Muere todo?» me digo. En el instante
Alzarse veo de las verdes lomas,
Para perderse en el azul radiante,
Una blanca bandada de palomas.

Y del bardo sajón el hondo verso,
Verso consolador, mi oído hiere:
No hay muerte porque es vida el universo;
Los muertos no están muertos...  ¡Nada muere!
¡No hay muerte! ¡todo es vida!...
                                                     
El sol que ahora,
Por entre nubes de encendida grana
Va llegando al ocaso, ya es aurora
Para otros mundos, en región lejana.

Peregrina en la sombra, el alma yerra
Cuando un perdido bien llora en su duelo.
Los dones de los cielos a la tierra
No mueren... ¡Tornan de la tierra al cielo!
Si ya llegaron a la eterna vida
Los que a la sima del sepulcro ruedan,
Con júbilo cantemos su partida,
¡Y lloremos más bien por los que quedan!

Sus ojos vieron, en la tierra, cardos,
Y sangraron sus pies en los abrojos...
¡Ya los abrojos son fragantes nardos,
Y todo es fiesta y luz para sus ojos!

Su pan fue duro, y largo su camino,
Su dicha terrenal fue transitoria...
Si ya la muerte a libertarlos vino,
¿Porqué no alzarnos himnos de victoria?
La dulce faz en el hogar querida,
Que fue en las sombras cual polar estrella:
La dulce faz, ausente de la vida,
¡Ya sonríe más fúlgida y más bella!

La mano que posada en nuestra frente,
En horas de dolor fue blanda pluma,
Transfigurada, diáfana, fulgente,
Ya como rosa de Sarón perfuma.

Y los ojos queridos, siempre amados,
Que alegraron los páramos desiertos,
Aunque entre sombras los miréis cerrados,
¡Sabed que están para la luz abiertos!

Y el corazón que nos amó, santuario
De todos nuestros sueños terrenales,
Al surgir de la noche del osario,
Es ya vaso de aromas edenales.

Para la nave errante ya hay remanso;
Para la mente humana, un mundo abierto;
Para los pies heridos... ya hay descanso,
Y para el pobre náufrago... ya hay puerto.
No hay muerte, aunque se apague a nuestros ojos
Lo que dio a nuestra vida luz y encanto;
¡Todo es vida, aunque en míseros despojos
Caiga en raudal copioso nuestro llanto!

No hay muerte, aunque a la tumba a los que amamos
(La frente baja y de dolor cubiertos),
Llevemos a dormir... y aunque creamos
Que los muertos queridos están muertos.

Ni fue su adiós eterna despedida...
Como buscando un sol de primavera
Dejaron las tinieblas de la vida
Por nueva vida, en luminosa esfera.

Padre, madre y hermanos, de fatigas
En el mundo sufridos compañeros,
Grermen fuisteis ayer... ¡hoy sois espigas,
Espigas del Señor en los graneros!

Dejaron su terrena vestidura
Y ya lauro inmortal radia en sus frentes;
Y aunque partieron para excelsa altura,
Con nosotros están... no están ausentes!
Son luz para el humano pensamiento,
Rayo en la estrella y música en la brisa.
¿Canta el aura en las frondas?...  ¡Es su acento!
¿Una estrella miráis?...  ¡Es su sonrisa!

Por eso cuando en horas de amargura
El horizonte ennegrecido vemos,
Oímos como voces de dulzura
Pero de dónde vienen... ¡no sabemos!

¡Son ellos... cerca están!  Y aunque circuya
Luz eterna a sus almas donde moran
En el placer nuestra alegría es suya,
Y en el dolor, con nuestro llanto lloran.

A nuestro lado van.  Son luz y egida
De nuestros pasos débiles e inciertos
No hay muerte...  ¡Todo alienta, todo es vida!
¡Y los muertos queridos no están muertos!

Porque al caer el corazón inerte
Un mundo se abre de infinitas galas,
¡Y como eterno galardón, la Muerte
Cambia el sudario del sepulcro, en alas!
Esmena Valdés  Mar 2019
Hogar
Esmena Valdés Mar 2019
Soy un alma deambulando
de un lado a otro
me gustan los brotes de abril.

               Ya casi es abril.

Pensé en él.
Dijo: 'cuando el agua cae en la tierra deja sus huellas en ella,
calma la cólera del fuego.
Tú eres agua,
yo ardo.'
Así sucedió el mediodía y sus palabras se regaron dentro de mí como fértil magma de mis jardines.

Somos procreadores del mundo
queremos escapar del bullicio de las calles, abrir la ventana y saludar al sol.
Queremos penetrar el océano un millar de veces y dirigirnos a la montaña fría
por sentirnos tibia la piel.

También dijo:
'Que encuentres los mejores caminos
hacia los mejores lugares.'
Palabras bien cimentadas,
afectuosas
me llevaron hacia él mismo.

Sigo aquí.

Entré a través de sus ojos oscuros. Estoy satisfecha porque respira, porque me mira, porque es.

Quiero que se quede
hasta que el principio y el fin
se hayan disuelto.

Han sido los impulsos
los que me han mostrado el mundo
parte de mi plenitud,
me han llevado allá donde el sol y la tierra son eléctricos
y me separan de lo peor,
de los monstruos que se ocultan bajo mis tristezas.

Al final de la jornada sólo deseo acurrucarme entre sus brazos de cuna
hacernos inmortales
en un suave beso fugaz
y fusionarnos en el mismo sueño.

Él es mi morada,
él es mi movimiento,
él llena mis días.

Entre las ciudades y los caminos
mientras las estrellas nos miran
existe un lugar rodeado de campo
de nubes multicolores
y de cálido misterio.

Quiero perpetuar ahí
con los míos y los tuyos,
hacerlo todo parte de nosotros,
el filo del horizonte, los tejados y el cieno del bosque, la compañía, el sol, el silencio, las camas, el olor de la madera, la sonoridad de los árboles, la sensualidad, los poemas que leemos en voz alta, la humedad, el agua de la regadera, las comidas improvisadas, las risas de los desconocidos, mis gestos, tus manos, el arte que al que vamos atados.

Está bien envejecer,
está mejor envejecer contigo
en esta casa.
Es magnífico llamarte hogar.
Él es mi refugio,
**mi hogar.
Soy yo cuando estoy consigo. <3
Serena Jungers Feb 2010
Smiling so sweetly,
Staring up at you.
You'd never guess his parents
Are too poor to pay for school.

Laughing in his wheelchair
A simple game of hide-and-seek
Shines through rainclouds
Hanging overhead.

Pleasure in technology,
Recording people, places, things,
A girl, in an old red sweater
Presses the shutter button.
Sputnik Andrade Jul 2013
Los fantasmas iluminados de las casas que son museos se han despertado. El viento huele a lluvia cálida, las escaleras mueren en la más completa oscuridad, ¿cómo una casa se convierte en museo? preguntamos, resguardados en la dulce bruma del vino, no rojo, sino exótico púrpura de tierras lejanas.

¿Cómo las casas se hacen museos, entonces? Ilustres sombras se pasean a nuestro alrededor. No tienen nombres ni rostros. No hay cadenas, ni ruidos, ni matices. Sabemos que están ahí porque tocamos la piedra (tibia, tibia, nunca muy fría) e inferimos su presencia. Son ellos edificios ahora. Son techos y puertas y columnas. Ideas primigenias de resguardo contra la vida. Con o sin caballerizas.

La casa es museo. El museo antes fue una casa. Sea como sea, los gatos se escabullen entre los barrotes de las verjas. Tranquilos, casi elegantes, con los ojos fijos en destinos que nadie puede adivinar, porque ¿qué piensan los gatos? ¿en la vida? ¿en la vida que es suya o qué es nuestra? ¿cuál es más vida, la suya o la nuestra? Delgados y amigos de la sombra, se escabullen. No temen a los muertos, a los vivos, a los carros o a la poesía. Ni a los tejados verdes muy altos, ni a las ventanas de cristal muy grueso.

Somos, entonces, gatos que se escabullen (yo el gris, tú el ***** y la luciérnaga el pardo) y que crean mundos en las casas ahora museos. El vino en los labios, las manos en los bolsillos. Mundos instantáneos, como una mirada fugaz; mundos invisibles, como la idea de una casa o la idea de un museo.

Casas, museos, jardines solitarios, funerarias, escaleras, túneles. La arquitectura de un mundo gatuno. El mundo, vasto edificio, visto desde los ojos temerarios de dos sombras, ágiles y acostumbradas a confundirse entre la muchedumbre, que se refugian en una esquina de una casa que es museo. Pero una Casa y un Hogar después de todo.

Hogar de respiraciones agitadas, de luciérnagas intermitentes, de bocas que son más como estrellas que se dirigen a su inminente destrucción, que son más como olas que se estrellan contra las rocas. Manos y labios violentos. Cuerpos encima de un pedestal. Resguardados, protegidos, venerados. Pedazos de un todo que se han vuelto invaluables y sagrados.

Gatos salvajes, creadores del arte más empíreo, más absoluto. Arte que será puesto a perpetuidad (y por fin encontramos la respuesta a nuestra pregunta) en el museo que antes era una casa.
Vuelve otra vez tu día,
oh patria amada, el día de tu gloria.

Vuelve de nuevo a resonar triunfales
los himnos que eternizan tu memoria,
y el espléndido cielo de tu historia,
vuelve el sol de tus días inmortales.

Y otra vez a tu ara sacrosanta
llevan tus hijos fieles
flores que fecundaron tus vergeles;
y músicas marciales
al aire asordan, y doquier se oye,
en valles, montañas y llanuras,
en la extensión del suelo colombiano,
el canto jubiloso de los libres
que sube a las alturas,
de la gloria al alcázar soberano.

Y de nuevo flamea,
no como en días trágicos de horrores,
entre el ronco fragor de la pelea,
sino bajo arcos de laurel y flores,
el pendón de la patria,
la santa enseñanza de los tres colores...
la bandera inmortal que oyó las dianas
de los heroicos triunfos legendarios.

La que fue a despertar  los cóndores
a la cumbre más alta de los Andes
y fue más tarde a despertar la gloria;
la bandera inmortal, la santa egida,
que el camino marcó de la Victoria.

Besada por ondas de tus mares,
bajo el palio infinito de tu cielo,
tachonado de ardientes luminares;
lleno de flores tu fecundo suelo.
Y adormida el rumor de tus palmares,
lloras en silencio, Patria mía,
cansada de esperar luz en tu noche,
en la callada noche de tus penas;
cansada de esperar en tu agonía
el hierro que limara tus cadenas.

No, ya los hijos tuyos,
de las selvas antiguos moradores,
vagan libres, bajo el sol fulgente
que vio la gloria de tus días grandes,
ya desde la cima de los Andes
alumbraba ruinas solamente;
ni llevaban vencidos y humillados
por la invasora gente,
el cintillo de oro en la garganta
y el penacho de plumas en la frente,
ni ya el aire cortaba
las voladoras flechas,
ni en las noches de luna sollozaban
de la indígena raza los endechas.

Donde el templo del sol brilla espléndido
y sus láminas de oro refulgían,
ya los dolientes ojos no veían
sino campo infecundo y desolado.
Y el áureo trono de los reyes indios
en el polvo yacía destrozado.
Todo lo derribó cual hacha impía
del duro vencedor el brazo fuerte,
y al fin, de esa grandeza en los escombros
parecía vivir sólo la muerte...
eres, patria, la esclava envilecida;
eres, patria, el girón abandonado;
eres cual hado de baldón tu hado,
y cual vida de baldón tu vida
mas del mal el reinado no es eterno...
no su imperio perdura;
ni es eterna la noche pavorosa,
ni es eterna la humana desventura.

Que en las grandes catástrofes sombrías,
en las horas de angustia y desconsuelo,
cuando a las almas el dolor avanza,
siempre se ve la escala milagrosa
por donde sube la plegaría al cielo,
baja de los cielos la esperanza...
y llega por fin el día.

En que estallan, rugiendo los dolores
en los esclavos pechos comprimidos,
cuando alzan la cerviz los oprimidos
y bajo la cerviz los opresores,
y que tiemblen entonces los verdugos,
porque de sus dolores y sus lágrimas
pedirán los esclavos cuenta un día;
porque el llanto de un pueblo entre cadenas,
de su agonía en el mortal desmayo,
¡se alzan a los cielos, se condensa en nube,
y baja al suelo convertido en rayo!...

Y de lauro inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente precisión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas mansiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en lid cayeron
y hogar y patria libertad nos dieron.

Y al fin llegó a la libertad la hora;
rompió en brillante aurora
la noche de tus penas,
y trocaste por cánticos de triunfo
los rumores de tus ayes y cadenas,
bajó a ti la victoria,
y sonaron las músicas marciales,
y empezaste el camino de la gloria,
el que lleva a las cumbres inmortales.

Y el combate se traba,
pero combate desigual, los unos
son los heroicos en sangrientas lides,
los que en el brazo llevan
empuje de Pelayos y de Cides;
Los que el paso cerraron
al corso altivo, forjadores de cetros,
y altas hazañas de una nueva aliada,
en Lepanto y Pavía renovaron...
Y los otros... Los parias infelices,
los que aun llevan en la espalda impresas
del tormento cruel las cicatrices
y del esclavo la ominosa marca,
más tenían la fe que salva montes,
la sacra fe que lo imposible abarca;
y busca de los amplios horizontes,
donde el sol de los libres centellea,
a la lid se lanzaron.

De esperanza inmortal henchido el pecho,
porque sabían que jamás sucumbe
quien lucha por una patria y su derecho.
Rota por la metralla
su bandera se vio, tintos en sangre
corrieron a la mar los patrios ríos,
y en la atónita tierra no se oía,
cual ronca marejada,
más que en el estruendo de la lid bravía,
fueron los días de la amarga prueba;
fueron los días de orfandad y  llanto
y de muerte y de horrores,
pero nada importaba los reversos
ni de la adversa suerte los rigores.

Y de inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente procesión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas misiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en la lid cayeron
y  hogar y patria y libertad nos dieron.

Sonríen al ver que siempre grande
Por glorioso camino
la patria sigue a su inmortal destino;
y sonríen al ver que limpio brilla
el pendón colombiano
bajo el brillante cielo americano;
Que con amor guardamos su memoria,
Que somos dignos de sus altos hechos
Y dignos herederos de su gloria.
Y también surgen como blancos lirios,
como estrellas en diáfanas neblinas,
alta la sien, con nimbo esplendoroso,
de la patria las bellas heroínas.

También al resonar de las cadenas
indignas sus almas palpitaron;
también las cumbres del dolor hallaron...

También ellas, heroicas y serenas,
de la patria en las aras se inmolaron.
También los hechos brillan
como los hechos de los grandes hombres;
y también tienen la fama
corona de laureles para sus sienes.
Himnos de admiración tienen sus nombres;
que el corazón de la mujer, santuarios
de los puros y nobles idealismos,
también sube a la cima de la Gloria
y es capaz de los grandes heroísmos
para el amor y la virtud nacida
Ella es cordial de toda desventura;
doquiera su piedad enjuga lágrimas
y en toda sombra de dolor fulgura.
Por eso nunca desoyó el lamento
ni vio imposible el horrido quebranto
de la patria llorosa y desvalida.
¡Cuando llanto pidió, le dio su llanto;
cuando vidas pidió, le dio su vida!
¡Vuelve, oh patria, de nuevo
el día de tu gloria inmarcesible!
y otra vez a tu ara sacrosanto,
sube el himno de un pueblo redimido
de la grandeza de tus héroes canta.

Palpite eternamente en nuestros labios
y en nuestras almas su inmortal recuerdo,
porque ensalzando tus radiantes glorias,
oh patria, oh sol que sin ocaso brillas,
estaremos en pie para la tierra,
más para el cielo estamos de rodillas.
Fulgura el sol en el zenit; su lumbre
Las plantas y los árboles desmaya,
Contra las negras rocas de la playa
Sus ondas quiebra perezoso el mar.

Reina del aire, la gaviota errante
Va por la azul inmensidad cruzando,
Mientras yo, triste, vago suspirando
Muy lejos de la patria y del hogar.

Busca en vano la mente fatigada
Los bosques de sabinos seculares,
Las ceibas, los naranjos, los palmares
Que ayer alegre y satisfecho vi.

Y humedecen las lágrimas mis ojos;
Se llena el alma juvenil de duelo,
Porque este cielo azul no es aquel cielo,
Porque nada de América hay aquí.

Recuerdo alborozado aquellas tardes,
De la Natura y del Amor tesoro,
Cuando el sol que se oculta en mar de oro
Baña del cielo el nacarado tul.

Y los volcanes cuya eterna nieve
Mares esconde de candente lava,
Y el pico de cristal del Orizaba
Que altivo rasga el infinito azul.

Los mangles, atalayas de la costa,
Con sus penachos altos y severos,
Los erguidos, sonantes cocoteros
Que fruto y sombra al caminante dan.

Aquellas flores de perpetuo aroma,
Aquellos tan alegres horizontes,
La frente audaz de los soberbios montes,
Donde estrella su furia el huracán.

¿Dónde está la caléndula de nieve,
Rojos jacintos y purpúreas rosas,
Que buscan las doradas mariposas,
Y besa revolando el pica-flor?

¿Dó está la blanca garza voladora,
Que los juncales en el lago agita?
¿Dó está el zenzontle, que dormido imita
De las vírgenes selvas el rumor?

La brisa de mi patria, cual la brisa
Que los cedros del Líbano atraviesa,
Caliente y perfumada, mueve y besa
Las hojas del florido cafetal.

Sobre eternas campiñas de esmeralda
Brilla en el cielo azul la blanca luna,
Que refleja el cristal de la laguna
En la serena noche tropical.

Allá bajo los toldos del follaje
Que Otoño esmalta con doradas pomas,
Bulliciosa bandada de palomas
Se arrullan tristes al morir el sol.

La alondra habita los risueños valles,
Y cual flores con alma, en los jardines
Agitan los parleros colorines
Sus alas, que envidiara el arrebol.

¡Oh vergel de mis sueños! tierra hermosa
Que guardas mis recuerdos y mis lares,
Queda con Dios tras los revueltos mares:
Yo lejos vengo a suspirar por ti.

Buscando tus estrellas y tus flores,
Suspira el alma con profundo duelo,
Porque este cielo azul no es aquel cielo,
Porque nada de América hay aquí.

Dos aves, hijas de la misma selva,
Que abandonan la rama en que han nacido,
Si llegan a encontrarse, hablan del nido
Que fue su casto y primitivo hogar.

A ti, de los jardines de mi patria
Flor que tesoros sin igual encierra,
Consagro los recuerdos de la tierra
Que allá quedó tras la extensión del mar.

Llevas la luz del trópico en los ojos,
Y la voz de sus brisas en tu acento,
Su clima en tu ardoroso pensamiento,
Su grandeza en tu propio corazón.

¡Feliz si el nombre de la patria hermosa
Tus más bellas palabras acompaña!
El nombre de la patria en tierra extraña
Es un poema, un himno, una oración.
Sin conocerte,
Me escape de clases,
Bajo la lluvia por el centro,
recorrí las cuadras
y los ríos de la ciudad
sin en realidad saber
donde estaba tu hogar;
Hasta que te pude llamar.

Estaba mojado
Y tan lleno de amor,
Con el corazón intacto
Buscando el primer amor.

No se si imagine tu voz
O de verdad te llame,
Pero cuando te vi salir
De la puerta azul,
Corrí sin preguntar,
Corrí sin conocerte de verdad,
Te abrace mojado,
Y tu preocupada por mi
Y yo al fin tranquilo
De encontrarte para no soltarte
nunca más.
Santiago Jun 2015
Ya me voy para siempre
Para nunca volver
El amor que yo quise
No me quiso querer

Ya me voy derrotado
Me duele el corazon
Por que el amor de mi alma
Por que el amor de mi alma
Solito me dejo

Voy a vagar, por ahi
Trataré de pasar
Mi vida mas tranquila
Si sigue este dolor
No le sorprenda que
Mi hogar sea una cantina

Ya me voy derrotado
Me duele el corazon
Por que el amor de mi alma
Por que el amor de mi alma
Solito me dejo

Voy a vagar, por ahi
Trataré de pasar
Mi vida mas tranquila
Si sigue este dolor
No le sorprenda que
Mi hogar sea una cantina

Ya me voy derrotado
Me duele el corazon
Por que el amor de mi alma
Por que el amor de mi alma
Solito me dejo

— The End —