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Paul d'Aubin Oct 2013
Sonnet pour mon épagneul anglais Nils
De son smoking de noir vêtu,
mêmes quand il court dans les rues,
à un artiste de gala
il semble emprunter le pas

Ton ventre est blanc comme une hermine.
Sur ton museau blanc, une truffe
Son dos de noir tout habillé.
Sur le front, il se fait doré.

De « prince », il s’attire le nom
Tant sa démarche est altiere ;
mais de « Nils », il a le surnom,
Car autant qu’un jar, il est fier.

Assis, il paraît méditer,
Sur le monde sa vanité.
De ses yeux noirs il vous regarde,
Comme un reproche qui s’attarde.

Quand il court, parmi les genêts,
Il fend l’air comme un destrier ;
Et le panache de sa queue
En flottant, vous ravit les yeux.

Mon épagneul est très dormeur,
Et aux sofas, il fait honneur.
Mais lorsque se lève le jour,
A se promener, il accourt.

Quand il dort, il est écureuil,
mais jamais, il ne ferme l’œil.
Un léger murmure l’éveille
Tant aérien est son sommeil.
Il semble emprunter le pas

Lorsqu’un aboiement le réveille
De sa voix, il donne l’éveil.
Et les chats, les chiens maraudeurs,
Il met en fuite avec bonheur.

Lorsque dans mes bras, il vient,
Son pelage se fait câlin.
Et la douceur de sa vêture
Lui fait une jolie voilure.

Sur ma table, sa tête repose
Lorsque je taquine la prose,
Comme pour dire ; même par-là,
je veux que tu restes avec moi.

Sous ma caresse, il se blottit,
comme le ferait un petit.
De ma tristesse, il vient à bout,
tant le regard qu’il pose est doux.

Paul d’Aubin (Paul Arrighi), Toulouse.

                     *

Poème à ma chienne Laika dite «Caquine»

Tu as un gros museau,
Cocker chocolatine,
Des yeux entre amandes et noisettes
Teintés  d’une humeur suppliante.

Ta fourrure est quelque peu rêche
Mais prend l’éclat de la noisette
et le reflet du renard roux.
La caresse se fait satin.

Ma fille Célia t’appelle : «Caquine»
Pour des raisons que je ne peux
Au lecteur dévoiler ici,
Mais toute ta place tu tiens.

A ta maitresses adorée
Tu dresses ton gros museau
Et te blottis pour la garder
En menaçant ceux qui approchent.

Tu es peureuse comme un lézard,
Et sait ramper devant Célia.
Mais ton museau, sur mes genoux
Au petit déjeuner veille et guette.

Quand je te sors, tu tires en laisse
Jusqu’à m’en laisser essoufflé,
Après avoir d’énervement
Dans ta gueule, mes chaussons saisis.

Sur les sentiers de senteur,
Ton flair à humer se déploie.
Tu es, ma chienne, compagnie.
De mes longues après-midi.

Paul d’Aubin (Paul Arrighi), Toulouse.
Hoy amanecí con los puños cerrados
pero no lo tomen al pie de la letra
es apenas un signo de pervivencia
declaración de guerra o de nostalgia
a lo sumo contraseña o imprecación
al ciclo sordomudo y nubladísimo

sucede que ya es el tercer año
que voy ele gente en pueblo
ele aeropuerto en frontera
ele solidaridad en solidaridad
de cerca en lejos
de apartado en casilla
de hotelito en pensión
de apartamentito casi camarote
a otro con teléfono y water-comedor

además
de tanto mirar hacia el país
se me fue desprendiendo la retina
ahora ya la prendieron de nuevo,
así que miro otra vez hacia el país

llena pletórica de vacíos
mártir de su destino provisorio
patria arrollada en su congoja
puesta provisoriamente a morir
guardada por sabuesos no menos provisorios

pero los hombres de mala voluntad
no serán provisoriamente condenados
para ellos no habrá paz en la tierrita
ni de ellos será el reino de los cielos
ya que como es público y notorio
no son pobres de espíritu

los hombres de mala voluntad
no sueñan con muchachas y justicia
sino con locomotoras y elefantes
que acaban desprendiéndose de un guinche ecuánime
que casualmente pende sobre sus testas
no sueñan como nosotros con primaveras y alfabetizaciones
sino con robustas estatuas al gendarme desconocido
que a veces se quiebran como mazapán

los hombres de mala voluntad
no todos sino los verdaderamente temerarios
cuando van al analista y se confiesan
somatizan el odio y acaban vomitando

a propósito
son ellos que gobiernan
gobiernan con garrotes expedientes cenizas
con genuflexiones concertadas
y genuflexiones espontáneas
minidevaluaciones que en realidad son mezzo
mezzodevaluaciones que en realidad son macro

gobiernan con maldiciones y sin malabarismos
con malogros y malos pasos
con maltusianismo y malevaje
con malhumor y malversaciones
con maltrato y malvones
ya que aman las flores como si fueran prójimos
pero no viceversa

los hombres de pésima voluntad
todo lo postergan y pretergan
tal vez por eso no hacen casi nada
y ese poco no sirve

si por ellos fuera le pondrían
un durísimo freno a la historia
tienen pánico (le que ésta se desboque
y les galopo por encima pobres
tienen otras inquinas verbigracia
no les gustan los jóvenes tú el himno
los jóvenes bah no es una sorpresa
el himno porque dice tiranos temblad
y eso les repercute en el duodeno
pero sobre todo les desagrada
porque cuando lo oyen
obedecen y tiemblan
sus enemigos son cuantiosos y tercos
marxistas economistas niños sacerdotes
pueblos y más pueblos
qué lata es imposible acabar con los pueblos
y casi cien catervas internacionales
due tienen insolentes exigencias
como pan nuestro y amnistía
no se sabe por qué
los obreros y estudiantes no los aman

sus amigos entrañables tienen
algunas veces mala entraña
digamos Pinochet y el apartheid
dime con quién andas y te diré go home

también existen leves contradicciones
algo así como una dialéctica de oprobio
por ejemplo un presidio se llama libertad
de modo que si dicen con orgullo
aquí el ciudadano vive en libertad
significa que tiene diez años de condena

es claro en apariencia nos hemos ampliado
ya que invadimos los cuatro cardinales
en venezuela hay como treinta mil
incluidos cuarenta futbolistas
en sidney oceanía
hay una librería de autores orientales
que para sorpresa de los australianos
no son confucio ni lin yu tang
sino onetti vilariño arregui espínola
en barcelona un café petit montevideo
y otro localcito llamado el quilombo
nombre que dice algo a los rioplatenses
pero muy poca cosa a los catalanes
en buenos aires setecientos mil o sea no caben más
y así en méxico nueva york porto alegre la habana
panamá quito argel estocolmo parís
lisboa maracaibo lima amsterdam madrid
roma xalapa pau caracas san francisco montreal
bogotá londres mérida goteburgo moscú
efe todas partes llegan sobres de la nostalgia
narrando cómo hay que empezar desde cero
navegar por idiomas que apenas son afluentes
construirse algún sitio en cualquier sitio
a veces           lindas
veces             con manos solidarias
y otras           amargas
veces               recibiendo en la nunca
la mirada xenófoba

de todas partes llegan serenidades
de todas partes llegan desesperaciones
oscuros silencios de voz quebrada
uño de cada mil se resigna a ser otro

y sin embargo somos privilegiados

con esta rabia melancólica
este arraigo tan nómada
este coraje hervido en la tristeza
este desorden este no saber
esta ausencia a pedazos
estos huesos que reclaman su lecho
con todo este derrumbe misterioso
con todo este fichero de dolor
somos privilegiados

después de todo amamos discutimos leemos
aprendemos sueco catalán portugués
vemos documentales sobre el triunfo
en vietnam la libertad de angola
fidel a quien la historia siempre absuelve
y en una esquina de carne y hueso
miramos cómo transcurre el mundo
escuchamos coros salvacionistas y afónicos
contemplamos viajeros y laureles
aviones que escriben en el cielo
y tienen mala letra
soportamos un ciclón de trópico
o un diciembre de nieve

podemos ver la noche sin barrotes
poseer un talismán         o en su defecto un perro
hostezar escupir lagrimear
soñar suspirar confundir
quedar hambrientos o saciados
trabajar permitir maldecir
jugar descubrir acariciar
sin que el ojo cancerbero vigile

pero
         y los otros
qué pensarán los otros
si es que tienen ánimo y espacio
para pensar en algo

qué pensarán los que se encaminan
a la máquina buitre         a la tortura hiena
qué quedará a los que jadean de impotencia
qué a los que salieron semimuertos
e ignoran cuándo volverán al cepo
qué rendija de orgullo
qué gramo de vida
ciegos en su capucha
mudos de soledad
inermes en la espera

ni el recurso les queda de amanecer puteando
no sólo oyen las paredes
también escuchan los colchones si hay
las baldosas si hay
el inodoro si hay
y los barrotes que ésos siempre hay

cómo recuperarlos del suplicio y el tedio
cómo salvarlos de la muerte sucedánea
cómo rescatarlos del rencor que carcome

el exilio también tiene barrotes

sabemos dónde está cada ventana
cada plaza cada madre cada loma
dónde está el mejor ángulo ele cíelo
cómo se mueven las dunas y gaviotas
dónde está la escuelita con el hijo
del laburante que murió sellado
dónde quedaron enterrados los sueños
de los muertos y también de los vivos
dónde quedó el resto del naufragio
y dónde están los sobrevivientes

sabemos dónde rompen las olas más agudas
y dónde y cuándo empalaga la luna
y también cuándo sirve como única linterna

sabemos todo eso y sin embargo
el exilio también tiene barrotes

allí donde el pueblo a durísimas penas
sobrevive entre la espada tan fría que da asco
y la pared que dice libertad o muer
porque el adolesente ya no pudo

allí pervierte el aire una culpa innombrable
tarde horrenda de esquinas sin muchachos
hajo un sol que se desploma como buscando
el presidente ganadero y católico
es ganadero basta en sus pupilas bueyunas
y preconciliar pero de trento
el presidente es partidario del rigor
y la exigencia en interrogatorios
hay que aclarar que cultiva el pleonasmo
ya que el rigor siempre es exigente
y la exigencia siempre es rigurosa
tal vez quiso decir algo más simple
por ejemplo que alienta la tortura

seguro el presidente no opinaría lo mismo
si una noche pasara de ganadero a perdidoso
y algún otro partidario kyric eleison
del rigor y la exigencia kyrie eleison
le metiera las bueyunas en un balde de mierda
pleonasmo sobre el que hay jurisprudencia

parece que las calles ahora no tienen baches
y después del ángelus ni baches ni transeúntes
los jardines públicos están preciosos
las estatuas sin **** de palomas

después de todo no es tan novedoso
los gobiernos musculosos siempre se jactan
de sus virtudes municipales

es cierto que esos méritos no salvan un país
tal vez haya algún coronel que lo sepa

al pobre que quedó a solas con su hambre
no le importa que esté cortado el césped
los padres que pagaron con un hijo al contado
ignoran esos hoyos que tapó el intendente

a juana le amputaron el marido
no le atañe la poda de los plátanos

los trozos de familia no valoran
la sólida unidad de las estatuas

de modo que no vale la gloria ni la pena
que gasten tanto erario en ese brillo

aclaro que no siempre
amanezco con los puños cerrados

hay mañanas en que me desperezo
y cuando el pecho se me ensancha
y abro la boca como pez en el aire
siento que aspiro una tristeza húmeda
una tristeza que me invade entero
y que me deja absorto suspendido
y mientras ella lentamente se mezcla
con mi sangre y hasta con mi suerte
pasa por viejas y nuevas cicatrices
algo así como costuras mal cosidas
que tengo en la memoria en el estómago
en el cerebro en las coronarias
en un recodo del entusiasmo
en el fervor convaleciente
en las pistas que perdí para siempre
en las huellas que no reconozco
en el rumbo que oscila como un péndulo

y esa tristeza madrugadora y gris
pasa por los rostros de mis iguales
Unos lejanos perdidos en la escarcha
otros no sé dónde       deshechos o rehechos

el viejo que aguantó y volvió a aguantar
la llaca con la boca destruida
el gordo al que castraron
y los otros los otros y los otros
otros innumerables y fraternos
mi tristeza los toca con abrupto respeto
y las otras las otras y las otras
otras esplendorosas y valientes
mi tristeza las besa una por una

no sé qué les debemos
pero eso que no sé
sé que es muchísimo

esto es una derrota
hay cine decirlo
vamos a no mentirnos nunca más
a no inventar triunfos de cartón

si quiero rescatarme
si quiero iluminar esta tristeza
si quiero no doblarme de rencor
ni pudrirme de resentimiento
tengo que excavar hondo
hasta mis huesos
tengo que excavar hondo en el pasado
y hallar por fin la verdad maltrecha
con mis manos que ya no son las mismas

pero no sólo eso
tendré que excavar hondo en el futuro
y buscar otra vez la verdad
con mis manos que tendrán otras manos

que tampoco serán ya las mismas
pues tendrán otras manos

habrá que rescatar el vellocino
que tal vez era sólo de lana
rescatar la verdad más sencilla
y una vez que la hayamos aprendido
y sea tan nuestra como
las articulaciones o los tímpanos
entonces basta basta basta
de autoflagelaciones y de culpas
todos tenemos nuestra rastra
claro
pero la autocrítica
                               no es una noria
no voy a anquilosarme en el reproche
y no voy a infamar a mis hermanos
el baldón y la ira los reservo
para los hombres de mala voluntad
para los que nos matan nos expulsan
nos cubren de amenazas nos humillan
nos cortan la familia en pedacitos
nos quitan el país verde y herido
nos quieren condenar al desamor
nos queman el futuro
nos hacen escuchar cómo crepita

el baldón y la ira
que esto quede bien claro
yo los reservo para el enemigo

con mis hermanos porfiaré
es natural
sobre planes y voces
trochas atajos y veredas
pasos atrás y pasos adelante
silencios oportunos       omisiones que no
coyunturas mejores o peores
pero tendré a la vista que son eso
hermanos

si esta vez no aprendemos
será que merecemos la derrota
y sé que merecemos la victoria

el paisito está allá
                              y es una certidumbre
a lo mejor ahora está lloviendo
allá sobre la tierra

y aquí
bajo este transparente sol de libres
aquella lluvia cala hasta mis bronquios
me empapa la vislumbre
me refresca los signos
lava mi soledad

la victoria es tan sólo
un tallito que asoma
pero esta lluvia patria
le va a hacer mucho bien
creo que la victoria estará como yo
ahí nomás germinando
digamos aprendiendo a germinar
la buena tierra artigas revive con la lluvia
habrá uvas y duraznos y vino
barro para amasar
muchachas con el rostro hacia las nubes
para que el chaparrón borre por fin las lágrimas

ojalá que perdure
hace bien este riego
a vos a mí al futuro
a la patria sin más

hace bien si llovemos mi pueblo torrencial
donde estemos
                            allá
                                   o en cualquier parte

sobre todo si somos la lluvia y el solar
la lluvia y las pupilas y los muros
la bóveda la lluvia y el ranchito
el río y los tejados y la lluvia

furia paciente
                        lluvia
                                  iracundo silencio
allá y en todas partes

ah tierra lluvia pobre
modesto pueblo torrencial

con tan buen aguacero
la férrea dictadura
acabará oxidándose

y la victoria crecerá despacio
como siempre han crecido las victorias.
Joseph Ramírez Dorantes,
Era, hablando con verdad,
Uno de los estudiantes
Más cumplidos y galantes
De nuestra Universidad.

Era de honrada ascendencia,
Su padre cifró su afán
En ilustrarlo a conciencia,
Y a estudiar jurisprudencia
Lo mandó de Michoacán.

Vivió, cual es de ordinario,
Sufriendo algunos rigores;
Y el centro universitario
Lo nombró bibliotecario
Del claustro de los Doctores.

Fue una borla su esperanza,
Sin que de la suerte impía
Temiera aleve asechanza,
Y tan dado a la enseñanza
Que un Dómine parecía.

Siempre a las contiendas hecho,
Amaba la discusión,
Y en la mesa y en el lecho
Era un curso de derecho
Su amena conversación.

En su memoria reunidas,
Con invisible buril,
Se encontraban esculpidas
Las leyes de las Partidas
Y del derecho civil.

Era alegre y zalamero,
Decidor grato y sin par,
Y en aquel claustro severo
Era en la misa el primero
Que se acercaba al altar.

¡Con qué entusiasmo estudiaba!
Y era por su devoción,
Si a un santo se celebraba,
El que a llevar ayudaba
El palio en la procesión.

Y a un tiempo afable y sencillo,
Lleno de franqueza y fe,
Sin buscar aplauso y brillo,
Jugaba igual un tresillo
Como bailaba un minué.

Y así de todos querido,
En lo mejor de su edad,
Y por todos aplaudido,
Juzgábanlo el consentido
De aquella Universidad.Locuaz, osado, altanero,
De embozada condición,
Era en el claustro severo
De Ramírez compañero
Roque Manresa y Leén.

En estudiar diligente,
Cursando Filosofía,
Era discreto y prudente
Que en época tan creyente
Él ni en el diablo creía.

Del Génesis y el Éxodo
Burlábase por igual,
Mas con tan discreto modo,
Que le juzgaban en todo
Sincero, adicto y leal.

Eran ambos estudiantes
Alegres y decidores,
Para los libros, constantes,
Y según fama, galantes
Y atrevidos, en amores.

Nunca se les vieron huellas
De asuntos envilecidos
Por tenebrosas querellas
Eran terror de doncellas
Y espanto de los maridos.

Y eran ambos celebrados
Por la grey alegre .y franca
De capences y .encerrados,
Que no eran menos osados
Que aquellos de Salamanca.

Bautizados por. alguno
De chispa y de buen humor,
Con un apodo oportuno
Llamaban «El Tigre», al uno,
Y al otro «El Inquisidor».
¡Tiempos tristes los pasados!
El rigor era la ley,
Cuando ilusos o engañados
Eran los hombres quemados
De orden de Dios y del Rey.

Cuando nunca se atendía
El derecho y la razón;
Y el que negaba o leía
Iba a la cárcel sombría
De la Santa Inquisición.

De aquel proceder severo,
Eran testimonio y nota,
Pasmando a Méjico entero,
Tres sitios: el quemadero,
El cadalso y la picota.

El progreso en su carrera
La picota derribó,
Apagó después la hoguera,
Y tras su llama postrera
Sólo el cadalso quedó.

Mudo, terrible, imponente,
Como fantasma servil,
Fue Méjico, independiente,
Y aun se asombraba a la gente
Matando a garrote vil.

Se ve entonces de ordinario,
A Lento paso marchar
Por la calle del Calvario,
Con hopa y escapulario,
Al que van a ajusticiar.

Siempre el toque de agonía
Fue la voz nunca turbada
De aquella calle sombría,
A cuyo extremo se erguía
La horca odiosa y odiada.

La calle a todos arredra
Y en las noches causa espanto;
Que allí el infortunio medra,
Y todos ven cada piedra
Humedecida con llanto.

En sus contornos obscuros,
Se oyen gritos sofocados,
Maldiciones y conjuros,
Y cruzan cabe sus muros
Espectros de ajusticiados.

El pueblo, que nada olvida,
Afirma con frenesí
Que en la noche tan temida
El alma de un parricida
Sale a penar por allí.

Y que no son devaneos
Ver, al dar las oraciones,
Sobre el altar de los reos
Como terribles trofeos
Luminosos corazones.

Esa fúnebre capilla
Que enluta eterno capuz,
Pues en ella nada brilla
Es tosca, pobre, sencilla
Con un altar y una cruz.

Allí con solemne calma
Entraba el que fuera en pos
Como mártir, de una palma
Antes de entregar el alma,
En el patíbulo, a Dios.

Allí cada sombra adquiere
Más luto y más lobreguez
Que el que en el cadalso muere,
Allí reza el Miserere
Por la postrema vez.

Allí causan a la par
Compasión, miedo y pavor
Frente a la cruz, el pesar,
La horca frente al altar,
Frente a la horca, el horror.

No hay martirio que no estalle
En sitio tan funerario,
Ni alma que allí no batalle,
Pues tal capilla y tal calle
Conducen siempre al Calvario.
Una mañana salieron
Manresa y Ramírez juntos;
Larga charla mantuvieron,
Y entusiastas discutieron
Sobre diversos asuntos.

Un argumento, el mejor,
Que a los dos les .preocupaba...
Y trataron con calor,
Era: ¿En qué estriba el valor?
Y cada cual meditaba.

¿En desdeñar el abismo
Que ante la muerte se ve?
¿En luchar con fanatismo?
¿En dominarse a sí mismo?
¿En ser invencible? ¿En qué?

-En dominarse; ¿no es esa
Prueba de gran valentía,
Con la dignidad ilesa?
-Tal es mi opinión, Manresa.
- Ramírez, tal es la mía.

-Pero hay casos en los cuales
Tiembla el hombre sin querer,
Pues son sobrenaturales..
-Yo todos los juzgo iguales,
Porque querer es poder.

-Te asiste razón y es cierto;
¿Mas si llegas a mirar
En noche, en claustro desierto
Que se te aparece un muerto
Y que te pretende hablar?

-Conseja, fútil conseja,
Que el ánimo enfermo trunca
De un imbécil o una vieja,
Pues el que la vanidad deja
No vuelve a la vida nunca.

-Los Santos Padres dijeron,
Acuérdate, en un concilio...
-Los Santos Padres mintieron
Los pobres no conocieron
Ni a Tibulo, ni a Virgilio.

-¿Pero tú no juzgas ciertos
Sus relatos consagrados,
Que a firman los más expertos?
-Decir que vuelven los muertos,
No es cosa de hombres honrados.

-Siempre te encuentro de fiesta,
No pierdes tu buen humor
Ni en una cuestión cual ésta,
Y quiero hacer una apuesta
Para probar tu valor.

-Lo que quieras, nada temo;
Por bravo no me reputo,
Pero soy digno en extremo;
Ni con los diablos me quemo
Ni con los muertos discuto.

Pues bien; te voy a decir,
Y no me hagas un reproche,
Pues lo puedes discutir:
No eres capaz de venir
Al cadalso, a media noche.

-¿Pero qué, te has figurado
Que soy tan vil y cobarde?
Yo subiré a ese tablado,
Aun estando el cuerpo helado
Del que ahorcarán por la tarde.

-Tan bravo no te creí.
-Pues sábelo; así soy yo,
Y de tal suerte nací.
-Pues yo te digo que no.
-Y yo te digo que sí.

-Ya que junto a la horca estamos,
En ella voy a poner
Este libro que llevamos,
Y cuando las doce oigamos
Lo vendrás a recoger.

-Ve a ponerlo, nadie tiene
Duda de mi altiva fe,
Pues sin mancha se sostiene
Que la media noche suene
Y a recogerlo vendré.

Y alegres los dos cruzaron
Las calles de la ciudad
De otras cosas conversaron
Y así contentos llegaron
Hasta la Universidad.
Llegó la noche sombría;
El espacio se enlutaba;
El viento horrible gemía;
La lluvia tenaz caía
Y el cielo relampagueaba.

Una promesa hecha entonces
Era un pacto temerario
Esculpido sobre bronce;
Oyeron ambos las once
Y se fueron al Calvario.

Moviendo iguales sus piernas
Cruzaron por la ciudad
Que en esas noches eternas
Sin lámparas ni linternas,
Mostraban su soledad.

Pronto en el Calvario dieron;
De la capilla, al portal
Por instinto se acogieron;
Surgió un relámpago,
Y vieron el patíbulo infernal.

-Voy por el libro y me esperas;
Y así no me harás reproche.
-Ve y vuelve cuando tú quieras.

Y las campanas austeras
Sonaron la media noche.

El que se quedó, veía
Marchar con grave arrogancia
Al que al cadalso partía,
Y apoco, tan solo oía
Sus pasos en la distancia.

Luego un rumor sordo y hueco
Después un murmullo falso
Como el engaño del eco,
Y enseguida un golpe seco
En las tablas del cadalso.

Con ansiedad sobrehumana
El uno al otro esperó
Y fue su esperanza vana,
Pues despuntó la mañana
Y Manresa no volvió.

No volvió, porque tocaron
Sus manos, en el incierto sitio,
El libro que buscaron,
Y sintió que lo tiraron
De la capa y cayó muerto.
No bien hubo amanecido,
Ramírez sube anhelante
Al cadalso aborrecido,
Y halló en las tabas tendido
El cuerpo del estudiante.

Lleno de horrible aflicción
Cuando a su mente se escapa
De la muerte la razón
Encuentra sobre un tablón,
Prendida a un clavo, la capa.

Y a varios que lo seguían
Les dijo el motivo justo
Y todos se convencían;
-Sintió que lo detenían.
Y es claro...¡murió del susto!
Yo no sé si tú esperas todavía
el gran amor con que soñaste en vano,
que era un pozo en la tarde de verano
y era la sed que el pozo calmaría.

Yo sólo sé que estuvo cerca un día,
cuando tú lo creíste más lejano;
y fue una llama que se heló en tu mano
al separar tu mano de la mía.

Así fue: Poca cosa en el olvido,
como el viento que llega y ya se ha ido
o la rama partida sin dar flor;

pero no es culpa mía si tú hiciste
una cosa ******, pequeña y triste,
de lo que pudo ser un gran amor.
Bonjour mon coeur, bonjour ma douce vie.
Bonjour mon oeil, bonjour ma chère amie,
Hé ! bonjour ma toute belle,
Ma mignardise, bonjour,
Mes délices, mon amour,
Mon doux printemps, ma douce fleur nouvelle,
Mon doux plaisir, ma douce colombelle,
Mon passereau, ma gente tourterelle,
Bonjour, ma douce rebelle.

Hé ! faudra-t-il que quelqu'un me reproche
Que j'aie vers toi le coeur plus dur que roche
De t'avoir laissée, maîtresse,
Pour aller suivre le Roi,
Mendiant je ne sais quoi
Que le vulgaire appelle une largesse ?
Plutôt périsse honneur, court, et richesse,
Que pour les biens jamais je te relaisse,
Ma douce et belle déesse.
Era su nombre Betsy y era de Ohio.
                                                       
Un día,
En que al azar vagaba por mi ruta sombría,
Los dos nos encontramos.  Y la quise por bella;
Después amé su alma, porque mi alma en ella
Vio una luz casta y blanca, vio piedad y ternura.

Jirón azul de cielo rompió mi noche oscura,
Y la luz de una estrella de fulgores risueños,
Hizo abrir la dormida floración de mis sueños.

¿Qué fuerza misteriosa la puso en mi camino?...
¿Fue una intuición secreta quizá de mi destino
La que a la senda suya llevó mi errante paso?
¿Fue casual ese encuentro?... ¿Fue presentido
acaso?
No lo sé... ni me importa.

                                                 
De raza puritana,
De aquella raza austera que a la costa britana,
Buscando hogar y patria, dijo adiós sin tristeza;
De los lagos del Norte rubia flor de belleza;
Los libros y la música su amada compañía,
Y esquiva a los arranques de ruidosa alegría;
Su flor dilecta, el lirio; mística en sus anhelos,
 -Palomas que sus alas tendían a los cielos;-
En contraste sus hábitos y su elación divina
Con todos los impulsos de mi raza latina;
De regiones distantes dos solitarias palmas,
¿Qué fuerza misteriosa juntó nuestras dos almas?
De su idioma, al principio, pocas frases sabía,
Mas mezclando palabras de su lengua y la mía,
Con versos que copiaba de antiguo Florilegio,
Y dísticos de Byron que aprendí en el Colegio,
Le dije muchas cosas... muchas, en el balneario
Donde por vez primera la vi.
                                              (Del solitario
Poeta fue la Musa desde entonces).

                                      Su gracia
Y atractiva belleza; su aire de aristocracia;
Su cabellera blonda, de un rubio veneciano,
Y su perfil de antiguo camafeo romano;
Sus ojos pensativos y de mirar risueño
Donde flotaba a veces el azul de un ensueño;
Sus mejillas rosadas como un durazno; el breve;
Esbelto busto, en donde tuvo vida la nieve;
Sus veinte años... ¡Qué hermosa primavera florida!
¡Todo en ella era un himno que cantaba la vida!
En bailes, en paseos, en la playa...  doquiera
De todos los galanes la preferida era.

Con su traje de lino, con su blanca sombrilla,
Con sus zapatos grises de reluciente hebilla,
Y el sombrero de paja con una cinta angosta,
Nunca se vio más bella mujer en esa costa.

Quiso aprender mi lengua: cambiábamos lecciones,
Y así fueron frecuentes nuestras conversaciones;
Hasta que al fin un día-mi alma de ella esclava,
-Le dije que era bella... muy bella y que la amaba.

Pasado ya el verano, adiós al mar dijimos,
Y en tren, expreso, todos a la ciudad volvimos.
Rodaban... y rodaban las hojas, desprendidas
En raudos torbellinos, por parques y avenidas;
Del ábrego se oían los resoplidos roncos,
Y entre brumas se alzaban casi escuetos  los troncos;
En las calles formaba la lluvia barrizales
Y eran soplos de invierno las brisas otoñales.
Rodaban... y rodaban las hojas. De ceniza
Parecía el crepúsculo con su niebla plomiza,
Y alzábase doliente la luna, en la gris y ancha
Lámina de los cielos, como amarilla mancha.

Con sombrero de plumas, sobretodo entallado,
Y traje azul oscuro, su rostro sonrosado
Era una nota viva y alegre, era un celaje
En la helada y sombría tristeza del paisaje.

«¡Qué triste es el otoño... qué triste!» me decía;
«Todo se está muriendo... todo está en la agonía,
Mas nuestro amor...»:

                                             
(De pronto cayó. Vivos sonrojos
La hicieron al instante bajar los castos ojos).
«También!» dije riendo, «cual todo lo que vuela».
Y reía... reía como alegre chicuela,
Porque su claro instinto de mujer le decía
Que la amaba y que nunca mi pasión moriría.

En bailes, en conciertos, en salones... doquiera

De todos los galanes la preferida era,
Y aunque su amor, a veces, riendo me negaba,
También reía, porque... sabía que me amaba.
Una tarde de invierno, cuando como un sudario
La nieve en albos copos, el parque solitario
Y las calles desiertas cubría; cuando el cielo
Era blanca mortaja; cuando espectros en duelo
Parecían los árboles quemados por el frío,
En un diván sentados, en el salón sombrío,
Junto a la chimenea que con su alegre y clara
Luz daba un vago tinte sonrosado a su cara,
Enjugando una lágrima silenciosa y furtiva,
«Me siento enferma y triste», me dijo pensativa.

Los aullidos del viento vibraban en la sombra...
Y se alejó. Y el roce de su traje en la alfombra
Me arrancó de mis sueños. Incliné la cabeza,
Y solo, y en silencio, quedé con mi tristeza.
Pasó el invierno.
                                     
El cielo fue todo resplandores;
El bosque, lira inmensa, y el campo, todo flores.
Y una tarde, su alcoba, después de muchos días,
Dejó por vez primera la enferma.
                                               
¡Oh, las sombrías
Noches en vela, noches de indecible martirio,
Noches interminables de fiebre y de delirio,
Cuando todos, henchidos de lágrimas los ojos,
Su vida amada al cielo pedíamos de hinojos,
Mientras que en el silencio de esa calma profunda
Se oía, delirando, su voz de moribunda!

Abierta la ventana que daba al parque, en ondas
De fragancia entró el aura susurrando.  Las frondas
De las viejas encinas sus más gratos rumores
Dieron en el crepúsculo.  Fue el triunfo de las flores
Sobre el verde sombrío de los boscajes.  Era
Una tarde rosada, tarde de primavera.

Envuelta en amplia bata de rojo terciopelo,
Suelta la cabellera, como un dorado velo,
Y en la pálida boca, pálida flor sin vida,
Una sonrisa casta, como estrella dormida,
Tendiéndome la mano, pero baja la frente,
Y esquivando los ojos, avanzó lentamente.

Unidas nuestras manos, a mi lado sentada,
Y un instante en mi hombro su frente reclinada,
Quedamos en silencio...

                                                   
¡Cuántas veces, de noche,
Lloroso, y en los labios el blasfemo reproche,
Desde ese mismo sitio sus quejidos oía,
Los ahogados quejidos de su larga agonía!
¡Cuántas veces a solas, cerca de esa ventana,
Me sorprendió sin sueño la luz de la mañana,
Mientras que de la Muerte, furtiva y en acecho,
Oíanse los pasos en torno de su lecho!...
De pronto alzó los ojos, llenos de honda dulzura,
Donde brillaba siempre su alma blanca y pura,
Y con su voz de arrullo, voz de celeste encanto,
-«Sé que lloraste... Gracias», me dijo, y rompió en llanto.

Por la abierta ventana soplos primaverales
La fragancia traían de los verdes rosales.

Luego al parque salimos.
                                                     
Su palidez de cera;
Sus pasos vacilantes al bajar la escalera,
Al andar, su cansancio; los círculos violados
En torno de las claras pupilas; los holgados
Pliegues de su vestido; la enfermiza blancura
De las manos; los dedos, en donde con holgura
Los anillos giraban; la tos, triste presagio
De que estaba marcada para el final naufragio
En la roca sombría de la Muerte; la lenta,
Triste voz; la dulzura de la faz macilenta,
Sus ahogados suspiros, plegarias de su anhelo,
-Plegarias sin palabras para un remoto cielo,-
Su laxitud... ¡Cuán pura, cuán ideal belleza,
Allí mis ojos vieron con su halo de tristeza!...
Y como presintiendo su eterna despedida
En ese dulce instante reconcentré mi vida
Y fue mi amor más grande, fue más intenso y fuerte
Al pensar que muy pronto sería de la Muerte!

Era música el vago rumor de la arboleda,
Y seguimos callados por la oscura alameda.

Al verla se agitaron en sus tallos las rosas;
Más aromas regaron las auras bulliciosas;
Entre arbustos tupidos y fragantes macetas
Asomaron sus ojos azules las violetas;
Todas las campanillas en el verde boscaje
Como que repicaron al ver su rojo traje;
Los pájaros miraban a la convaleciente,
Del parque solitario tantos días ausente;
Se oyeron en las frondas cual vagos cuchicheos,
Y al fin la alada orquesta preludió sus gorjeos
Los cisnes, como góndolas de alba plata bruñida
Enarcaron sus cuellos en el agua dormida
Y del sol a los tibios fulgures vesperales;
Destellaron las colas de los pavos reales.

«La vida es la tristeza», me dijo. «¡Todo anhelo
Del presente, mañana será amargura y duelo;
La vida es desencanto. Feliz creíme un día,
Y ya ves, cuan traidora la suerte y cuan impía!
Como flor, en mi pecho, se abría la Esperanza,
Y ya la desventura por mi camino avanza.
Lentamente mi vida se extingue. Triste, enferma,
¿A qué traer tus sueños a la sombría y yerma
Soledad de mi alma? ¿Para qué tu alegría
Trocar en amargura con mi lenta agonía?
Del árbol de la Vida fui pálido retoño,
Y me iré con las hojas marchitas del otoño;
Para toda esperanza ya soy despojo inerte...
Tú vas para la Vida... ¡yo voy hacia la Muerte!»

«Tus temores», le dije, «son de niña mimada;
Tú todo lo exageras...»

                                                   
En mi brazo apoyada
El parque abandonamos, y al subir la escalera
Parecía un crepúsculo su rubia cabellera.

Un día, para Ohio, tomó el tren.,.., ¡triste día!
Y alzando la vidriera, cuando el tren ya partía
De la Estación, me dijo:
                                             
«Te escribiré primero,
Pero escribe. Hasta pronto...  No olvides que te espero».
Y después.... en sus cartas decía:
                                                         
«Si vinieras,
¡Qué sorpresa la tuya! ¡Qué cambio...! ¡Si me vieras!
Las brisas de mi lago fueron auras de vida.
Razón tuviste. Ha vuelto la esperanza perdida.
Recuerdas? Tú decías: todo eso pronto pasa,
Y es verdad.  La alegría de nuevo está en mi casa.
Soy otra.... y soy la misma: tú entiendes.  Frescas rosas
Se abren en mis mejillas, que eran dos tuberosas.
(Bien sé que de esta frase burla harás con tu flema,
Mas no importa.  No es mía: la copié de un poema).
Hoy río, canto y juego como chiquilla. El piano,
Cerrado tanto tiempo, ya al roce de mi mano
Es música perenne.  Las viejas Melodías
¡Cómo evocan recuerdos de venturosos días!
Soy otra.... habrás de verlo.  Pasaron mis congojas,
¡Y creí que me iría con las marchitas hojas!».
Sueños de un alma casta... ¡Visión desvanecida!
Creyó en la Vida ... ¡Y pronto la traicionó la Vida!

Para siempre descansa del rigor de la suerte,
Con su velo de novia tejido por la Muerte,
Con todas sus quimeras, con todos sus anhelos,
Junto al nativo lago... bajo brumosos cielos.
Una noche invernal, de las más bellas
Con que engalana enero sus rigores
Y en que asoman la luna y las estrellas
Calmando penas e inspirando amores;
Noche en que están galanes y doncellas
Olvidados de amargos sinsabores,
Al casto fuego de pasión secreta
Parodiando a Romeo y a Julieta.

En una de esas noches sosegadas,
En que ni el viento a susurrar se atreve,
Ni al cruzar por las tristes enramadas
Las mustias hojas de los fresnos mueve
En que se ven las cimas argentadas
Que natura vistió de eterna nieve,
Y en la distancia se dibujan vagos
Copiando el cielo azul los quietos lagos;

Llegó al pie de una angosta celosía,
Embozado y discreto un caballero,
Cuya mirada hipócrita escondía
Con la anchurosa falda del sombrero.
Señal de previsión o de hidalguía
Dejaba ver la ***** de su acero
Y en pie quedó junto a vetusta puerta,
Como quien va a una cita y está alerta.

En gran silencio la ciudad dormida,
Tan sólo turba su quietud serena,
Del Santo Oficio como voz temida
Débil campana que distante suena,
O de amor juvenil nota perdida
Alguna apasionada cantilena
O el rumor que entre pálidos reflejos
Suelen alzar las rondas a lo lejos.

De pronto, aquel galán desconocido
Levanta el rostro en actitud violenta
Y cual del alto cielo desprendido
Un ángel a su vista se presenta
-¡Oh Manrique! ¿Eres tú? ¡Tarde has venido!
-¿Tarde dices, Leonor? Las horas cuenta.
Y el tiempo que contesta a tal reproche
Daba el reloj las doce de la noche.

Y dijo la doncella: -«Debo hablarte
Con todo el corazón; yo necesito
La causa de mis celos explicarte.
Mi amor, lo sabes bien, es infinito,
Tal vez ni muerta dejaré de amarte
Pero este amor lo juzgan un delito
Porque no lo unirán sagrados lazos,
Puesto que vives en ajenos brazos.

»Mi padre, ayer, mirándome enfadada
-Me preguntó, con duda, si era cierto
Que me llegaste a hablar enamorado,
Y al ver mi confusión, él tan experto,
Sin preguntarme más, agregó airado:
Prefiero verlo por mi mano muerto
A dejar que con torpe alevosía
Mancille el limpio honor de la hija mía.

»Y alguien que estaba allí dijo imprudente:
¡Ah! yo a Manrique conocí en Sevilla,
Es guapo, decidor, inteligente,
Donde quiera que está resalta y brilla,
Mas conozco también a una inocente
Mujer de alta familia de Castilla,
En cuyo hogar, cual áspid, se introdujo
Y la mintió pasión y la sedujo.

Entonces yo celosa y consternada
Le pregunté con rabia y amargura,
Sintiendo en mi cerebro desbordada
La fiebre del dolor y la locura:
-¿Esa inocente víctima inmolada
Hoy llora en el olvido su ternura?
Y el delator me respondió con saña:
-¡No! La trajo Manrique a Nueva España.

»Si es la mujer por condición curiosa
Y en inquirir concentra sus anhelos,
es más cuando ofendida y rencorosa
siente en su pecho el dardo de los celos
Y yo, sin contenerme, loca, ansiosa,
Sin demandar alivios ni consuelos,
Le pregunté por víctima tan bella
Y en calma respondió: -Vive con ella.

»Después de tal respuesta que ha dejado
Dudando entre lo efímero y lo cierto
A un corazón que siempre te ha adorado
Y sólo para ti late despierto,
Tal como deja un filtro envenenado
Al que lo apura, sin color y yerto:
No te sorprenda que a tu cita acuda
Para que tú me aclares esta duda».

Pasó un gran rato de silencio y luego
Manrique dijo con la voz serena
-«Desde que yo te vi te adoro ciego
Por ti tengo de amor el alma llena;
No sé si esta pasión ni si este fuego
Me ennoblece, me salva o me condena,
Pero escucha, Leonor idolatrada,
A nadie temo ni me importa nada.

»Muy joven era yo y en cierto día
Libre de desengaños y dolores,
Llegué de capitán a Andalucía,
La tierra de la gracia y los amores.
Ni la maldad ni el mundo conocía,
Vagaba como tantos soñadores
Que en pos de algún amor dulce y profundo
Ven como eterno carnaval el mundo.

»Encontré a una mujer joven y pura,
Y no sé qué la dije de improviso,
La aseguré quererla con ternura
Y no puedo negártelo: me quiso.
Bien pronto, tomó creces la aventura;
Soñé tener con ella un paraíso
Porque ya en mis abuelos era fama:
Antes Dios, luego el Rey, después mi dama.

»Y la llevé conmigo; fue su anhelo
Seguirme y fue mi voluntad entera;
Surgió un rival y le maté en un duelo,
Y después de tal lance, aunque quisiera
Pintar no puedo el ansia y el desvelo
Que de aquella Sevilla, dentro y fuera,
Me dio el amor como tenaz castigo
Del rapto que me pesa y que maldigo.

»A noticias llegó del Soberano
Esta amorosa y juvenil hazaña
Y por salvarme me tendió su mano,
Y para hacerme diestro en la campaña
Me mandó con un jefe veterano
A esta bella región de Nueva España...
¿Abandonaba a la mujer aquella?
Soy hidalgo, Leonor, ¡vine con ella!

»Te conocí y te amé, nada te importe
La causa del amor que me devora;
La brújula, mi bien, siempre va al norte;
La alondra siempre cantará a la aurora.
¿No me amas ya? pues deja que soporte
A solas mi dolor hora tras hora;
No demando tu amor como un tesoro,
¡Bástame con saber que yo te adoro!

»No adoro a esa mujer; jamás acudo
A mentirle pasión, pero tú piensa
Que soy su amparo, su constante escudo,
De tanto sacrificio en recompensa.
Tú, azucena gentil, yo cardo rudo,
Si ofrecerte mi mano es una ofensa
Nada exijo de ti, nada reclamo,
Me puedes despreciar, pero te amo».

Después de tal relato, que en franqueza
Ninguno le excedió, calló el amante,
Inclinó tristemente la cabeza;
Cerró los ojos mudo y anhelante
Ira, celos, dolor, miedo y tristeza
Hiriendo a la doncella en tal instante
Parecían decirle con voz ruda:
La verdad es más negra que la duda.

Quiere alejarse y su medrosa planta
De aquel sitio querido no se mueve,
Quiere encontrar disculpa, mas le espanta
De su adorado la conducta aleve;
Quiere hablar y se anuda su garganta,
Y helada en interior como la nieve
Mira con rabia a quien rendida adora
Y calla, gime, se estremece y llora.

¡Es el humano corazón un cielo!
Cuando el sol de la dicha lo ilumina
Parece azul y vaporoso velo
Que en todo cuanto flota nos fascina:
Si lo ennegrece con su sombra el duelo,
Noche eterna el que sufre lo imagina,
Y si en nubes lo envuelve el desencanto
Ruge la tempestad y llueve el llanto.

¡Ah! cuán triste es mirar marchita y rota
La flor de la esperanza y la ventura,
Cuando sobre sus restos solo flota
El ***** manto de la noche obscura;
Cuando vierte en el alma gota a gota
Su ponzoñosa esencia la amargura
Y que ya para siempre en nuestra vida
La primera ilusión está perdida.

Leonor oyendo la ****** historia
Del hombre que encontrara en su camino,
Miró eclipsarse la brillante gloria
De su primer amor, casto y divino;
Su más dulce esperanza fue ilusoria,
Culpaba, no a Manrique, a su destino
Y al fin le dijo a su galán callado:
-«Bien; después de lo dicho, ¿qué has pensado?

»Tanta pasión por ti mi pecho encierra
Que el dolor que me causas lo bendigo;
Voy a vivir sin alma y no me aterra,
Pues mi culpa merece tal castigo.
Como a nadie amaré sobre la tierra
Llorando y de rodillas te lo digo,
Haz en mi nombre a esa mujer dichosa,
Porque yo quiero ser de Dios esposa.

Calló la dama y el galán, temblando,
Dijo con tenue y apagado acento:
-«Haré lo que me pidas; te estoy dando
Pruebas de mi lealtad, y ya presiento
Que lo mismo que yo te siga amando
Me amarás tú también en el Convento;
Y si es verdad, Leonor, que me has querido
Dame una última prueba que te pido.

»No tu limpia pureza escandalices
con este testimonio de ternura
No hay errores, ni culpas, ni deslice
Entre un hombre de honor y un alma pura;
Si vamos a ser ambos infelices
Y si eterna ha de ser nuestra amargura,
Que mi postrer adiós que tu alma invoca
Lo selles con un beso de mi boca».

Con rabia, ciega, airada y ofendida,
-«No me hables más,- repuso la doncella
Sólo pretendes verme envilecida
Y mancillarme tanto como a aquélla.
Te adoro con el alma y con la vida
Y maldigo este amor, pese a mi estrella,
Si hidalgo no eres ya ni caballero
Ni debo amarte, ni escucharte quiero».

Manrique, entonces la cabeza inclina,
Siente que se estremece aquel recinto,
Y sacando una daga florentina,
Que llevaba escondida bajo el cinto
Como un tributo a la beldad divina
Que amó con un amor jamás extinto,
Altivo, fiero y de dolor deshecho
Diciendo: -«Adiós, Leonor», la hundió en su pecho.

La dama, al contemplar el cuerpo inerte
En el dintel de su mansión caído,
Maldiciendo lo ***** de la suerte,
Pretende dar el beso apetecido.
Llora, solloza, grita ante la muerte
Del hombre por su pecho tan querido,
Y antes de que bajara hasta la puerta
La gente amedrentada se despierta.

Leonor, a todos sollozando invoca
Y les pide la lleven al convento
Junto a Manrique, en cuya helada boca
Un beso puede renovar su aliento.
Todos claman oyéndola: «¡Está loca!»
Y ella, fija en un solo pensamiento
Convulsa, inquieta, lívida y turbada
Cae, al ver a su padre, desmayada.

Y no cuentan las crónicas añejas
De aquesta triste y amorosa hazaña,
Si halló asilo Leonor tras de las rejas
De algún convento de la Nueva España.
Tan fútil como todas las consejas,
Si ésta que narro a mi le lector extraña,
Sepa que a la mansión de tal suceso,
Llama la gente: «El Callejón del Beso».
you climb a tree, right to the top
the tree took years to reach those nauseating heights
energy, commitment, obstinateness to make it
and you, the one with the selfish gene, climb up it
cutting out all the hard work
and I can't blame you, for I have done it too

tu montes à un arbre, jusqu'à la cime
l'arbre a passé des années à arriver à cette hauteur écoeurante
l'énergie, l'engagement, l'obstination pour réussir
et toi, celui avec le gène égoïste, tu montes
en passant tout le travail dur
et je ne te reproche pas de le faire, car je l'ai fait aussi
hmm
Con letras ya borradas por los años,
En un papel que el tiempo ha carcomido,
Símbolo de pasados desengaños,
Guardo una carta que selló el olvido.

La escribió una mujer joven y bella.
¿Descubriré su nombre? ¡no!, ¡no quiero!
Pues siempre he sido, por mi buena estrella,
Para todas las damas, caballero.

¿Qué ser alguna vez no esperó en vano
Algo que si se frustra, mortifica?
Misterios que al papel lleva la mano,
El tiempo los descubre y los publica.

Aquellos que juzgáronme felice,
En amores, que halagan mi amor propio,
Aprendan de memoria lo que dice
La triste historia que a la letra copio:

«Dicen que las mujeres sólo lloran
Cuando quieren fingir hondos pesares;
Los que tan falsa máxima atesoran,
Muy torpes deben ser, o muy vulgares.

»Si cayera mi llanto hasta las hojas
Donde temblando está la mano mía,
Para poder decirte mis congojas
Con lágrimas mi carta escribiría.

»Mas si el llanto es tan claro que no pinta,
Y hay que usar de otra tinta más obscura,
La negra escogeré, porque es la tinta
Donde más se refleja mi amargura.

»Aunque no soy para sonar esquiva,
Sé que para soñar nací despierta.
Me he sentido morir y aún estoy viva;
Tengo ansias de vivir y ya estoy muerta.

»Me acosan de dolor fieros vestigios,
¡Qué amargas son las lágrimas primeras!
Pesan sobre mi vida veinte siglos,
Y apenas cumplo veinte primaveras.

»En esta horrible lucha en que batallo,
Aun cuando débil, tu consuelo imploro,
Quiero decir que lloro y me lo callo,
Y más risueña estoy cuanto más lloro.

»¿Por qué te conocí? Cuando temblando
De pasión, sólo entonces no mentida,
Me llegaste a decir: te estoy amando
Con un amor que es vida de mi vida.

»¿Qué te respondí yo? Bajé la frente,
Triste y convulsa te estreché la mano,
Porque un amor que nace tan vehemente
Es natural que muera muy temprano.

»Tus versos para mí conmovedores,
Los juzgué flores puras y divinas,
Olvidando, insensata, que las flores
Todo lo pierden menos las espinas.

»Yo, que como mujer, soy vanidosa,
Me vi feliz creyéndome adorada,
Sin ver que la ilusión es una rosa,
Que vive solamente una alborada.

»¡Cuántos de los crepúsculos que admiras
Pasamos entre dulces vaguedades;
Las verdades juzgándolas mentiras
Las mentiras creyéndolas verdades!

»Me hablabas de tu amor, y absorta y loca,
Me imaginaba estar dentro de un cielo,
Y al contemplar mis ojos y mi boca,
Tu misma sombra me causaba celo.

»Al verme embelesada, al escucharte,
Clamaste, aprovechando mi embeleso:
Déjame arrodillar para adorarte;
Y al verte de rodillas te di un beso.

»Te besé con arrojo, no se asombre
Un alma escrupulosa y timorata;
La insensatez no es culpa. Besé a un hombre
Porque toda pasión es insensata.

»Debo aquí confesar que un beso ardiente,
Aunque robe la dicha y el sosiego,
Es el placer más grande que se siente
Cuando se tiene un corazón de fuego.

»Cuando toqué tus labios fue preciso
Soñar que aquél placer se hiciera eterno.
Mujeres: es el beso un paraíso
Por donde entramos muchas al infierno.

»Después de aquella vez, en otras muchas,
Apasionado tú, yo enternecida,
Quedaste vencedor en esas luchas
Tan dulces en la aurora de la vida.

»¡Cuántas promesas, cuántos devaneos!
el grande amor con el desdén se paga:
Toda llama que avivan los deseos
pronto encuentra la nieve que la apaga.

»Te quisiera culpar y no me atrevo,
Es, después de gozar, justo el hastío;
Yo que soy un cadáver que me muevo,
Del amor de mi madre desconfío.

»Me engañaste y no te hago ni un reproche,
Era tu voluntad y fue mi anhelo;
Reza, dice mi madre, en cada noche;
Y tengo miedo de invocar al cielo.

»Pronto voy a morir; esa es mi suerte;
¿Quién se opone a las leyes del destino?
Aunque es camino oscuro el de la muerte,
¿Quién no llega a cruzar ese camino?

»En él te encontraré; todo derrumba
El tiempo, y tú caerás bajo su peso;
Tengo que devolverte en ultratumba
Todo el mal que me diste con un beso.

»Mostrar a Dios podremos nuestra historia
En aquella región quizá sombría.
¿Mañana he de vivir en tu memoria...?
Adiós... adiós... hasta el terrible día».

Leí estas líneas y en eterna ausencia
Esa cita fatal vivo esperando...
Y sintiendo la noche en mi conciencia,
Guardé la carta y me quedé llorando.
Le long bois de sapins se tord jusqu'au rivage,

L'étroit bois de sapins, de lauriers et de pins,

Avec la ville autour déguisée en village :

Chalets éparpillés rouges dans le feuillage

Et les blanches villas des stations de bains.


Le bois sombre descend d'un plateau de bruyère,

Va, vient, creuse un vallon, puis monte vert et noir

Et redescend en fins bosquets où la lumière

Filtre et dore l'obscur sommeil du cimetière

Qui s'étage bercé d'un vague nonchaloir.


À gauche la tour lourde (elle attend une flèche)

Se dresse d'une église invisible d'ici,

L'estacade très **** ; haute, la tour, et sèche :

C'est bien l'anglicanisme impérieux et rêche

À qui l'essor du cœur vers le ciel manque aussi.


Il fait un de ces temps ainsi que je les aime,

Ni brume ni soleil ! le soleil deviné,

Pressenti, du brouillard mourant dansant à même

Le ciel très haut qui tourne et fuit, rose de crème ;

L'atmosphère est de perle et la mer d'or fané.


De la tour protestante il part un chant de cloche,

Puis deux et trois et quatre, et puis huit à la fois,

Instinctive harmonie allant de proche en proche,

Enthousiasme, joie, appel, douleur, reproche,

Avec de l'or, du bronze et du feu dans la voix ;


Bruit immense et bien doux que le long bois écoute !

La musique n'est pas plus belle. Cela vient

Lentement sur la mer qui chante et frémit toute,

Comme sous une armée au pas sonne une route

Dans l'écho qu'un combat d'avant-garde retient.


La sonnerie est morte. Une rouge traînée

De grands sanglots palpite et s'éteint sur la mer.

L'éclair froid d'un couchant de la nouvelle année

Ensanglante là-bas la ville couronnée

De nuit tombante, et vibre à l'ouest encore clair.


Le soir se fonce. Il fait glacial. L'estacade

Frissonne et le ressac a gémi dans son bois

Chanteur, puis est tombé lourdement en cascade

Sur un rythme brutal comme l'ennui maussade

Qui martelait mes jours coupables d'autrefois :


Solitude du cœur dans le vide de l'âme,

Le combat de la mer et des vents de l'hiver,

L'orgueil vaincu, navré, qui râle et qui déclame,

Et cette nuit où rampe un guet-apens infâme,

Catastrophe flairée, avant-goût de l'Enfer !...


Voici trois tintements comme trois coups de flûtes,

Trois encor, trois encor ! l'Angelus oublié

Se souvient, le voici qui dit : Paix à ces luttes !

Le Verbe s'est fait chair pour relever tes chutes,

Une vierge a conçu, le monde est délié !


Ainsi Dieu parle par la voix de sa chapelle

Sise à mi-côte à droite et sur le bord du bois...

Ô Rome, ô Mère ! Cri, geste qui nous rappelle

Sans cesse au bonheur seul et donne au cœur rebelle

Et triste le conseil pratique de la Croix.


- La nuit est de velours. L'estacade laissée

Tait par degrés son bruit sous l'eau qui refluait,

Une route assez droite heureusement tracée

Guide jusque chez moi ma retraite pressée

Dans ce noir absolu sous le long bois muet.
Señora; según dicen, ya tiene usted otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante...
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa
se resigne a ser viuda, sin haber sido esposa.

Y me parece injusto discutirle el derecho
de compartir sus penas, sus gozos y su lecho;
pero el amor, señora, cuando llega el olvido
también tiene el derecho de un final distinguido.

Perdón, si es que la hiere mi reproche, perdón,
aunque sé que la herida no es en el corazón...
Y, para perdonarme, piense si hay más despecho
en lo que yo le digo que en lo que usted ha hecho;

pues sepa que una dama con la espalda desnuda,
sin luto, en una fiesta, puede ser una viuda,
pero no, como tantas, de un difunto señor,
sino, para ella sola; viuda de un gran amor.

Y nuestro amor, recuerdo, fue un amor diferente,
(al menos al principio, ya no, naturalmente).

Usted era el crepúsculo a la orilla del mar,
que, según quien la mire, será hermoso o ******.
Usted era la flor que, según quien la corta,
es algo que no muere o algo que no importa.

O acaso ¿cierta noche de amor y de locura,
yo vivía un ensueño... y usted una aventura?
Si, usted juró, cien veces, ser para siempre mía:
yo besaba sus labios, pero no lo creía...

Usted sabe, y perdóneme, que en ese juramento
influye demasiado la dirección del viento.
Por eso no me extraña que ya tenga otro amante,
a quien quizás le jure lo mismo en este instante.

Y como usted, señora, ya aprendió a ser infiel,
a mí, así de repente... me da pena por él.

Sí, es cierto. Alguna noche su puerta estuvo abierta,
y yo, en otra ventana me olvidé de su puerta;
o una tarde de lluvia se iluminó mi vida
mirándome en los ojos de una desconocida;

y también es posible que mi amor indolente
desdeñara su vaso bebiendo en la corriente.
Sin embargo, señora, yo, con sed o sin sed,
nunca pensaba en otra si la besaba a usted.

Perdóneme de nuevo, si le digo estas cosas,
pero ni los rosales dan solamente rosas;
y no digo esto por usted, ni por mí,
sino por los amores que terminan así.

Pero vea, señora, que diferencia había
entre usted que lloraba y yo; que sonreía,
pues nuestro amor concluye con finales diversos:
Usted besando a otro; yo, escribiendo estos versos...
¡No! Nunca fue mi mano más lenta que en la hora
secretamente mía de aquella noche, aquella...
Fue así como una nube cuando oculta una estrella,
o así como una estrella que se pierde en la aurora.

Nunca tuvo mi mano más quietud impaciente
semejante a la mano de un ladrón inexperto;
porque  fue como un buque que oscilara en el puerto,
con el ansia inconforme de zarpar de repente.

¡Sí! Aquella noche... Noche para soñar en vano,
o encender una estrella o apagar una duda;
surgió bajo mi mano tu belleza desnuda, 1
como si tu belleza surgiera de mi mano.

Ni una sola palabra de temor o reproche
abrevió el retardado placer del desenlace.
Como crece un jacinto frente al alba que nace,
o como nace el alba del fondo de la noche.

No. Nunca fue una mano más lenta ni más leve
que mi mano de amante con su gesto de amigo;
eras como la nieve cayendo sobre el trigo,
o un trigo milagroso brotando de la nieve.

Y tú estabas inmóvil bajo la felpa rosa,
como una flor fantástica que se abriera en el lecho.
Mientras mi mano lenta descubría en tu pecho
dos motivos iguales para llamarte hermosa.

Pero desde esa noche de calma y de tormenta,
desorientadamente vacilo en una duda:
si cerraste los ojos para no verte desnuda,
o bien porque mi mano fue demasiado lenta.
Vamos, Margot, repíteme esa historia
Que estabas refiriéndole a María,
Ya vi que te la sabes de memoria
Y debes enseñármela, hija mía.

-La sé porque yo misma la compuse.
-¿Y así no me la dices? Anda, ingrata.
-¡Tengo compuestas diez! -¡Cómo! repuse,
¿Te has vuelto a los seis años literata?

-¡No, literata no! pero hago cuentos...
-No temas que tal gusto te reproche.
-Al ver a mis hermanos tan contentos
Yo les compongo un cuento en cada noche.

-¿Y cómo dice el que contando estabas?
-Es muy triste, papá, ¿qué no lo oíste?
-Sólo oí que lloraban y llorabas.
-¡Ah! sí, todos lloramos; ¡es muy triste!

Imagínate un niño abandonado
De grandes ojos de viveza llenos,
Rubio, risueño, gordo y colorado
-Como mi hermano Juan, ni más ni menos.

Figúrate una noche larga y fría,
De muda soledad, sin luz alguna,
Y ese niño muriendo, en agonía,
Encima de la acera, no en la cuna.

-¿En las heladas lozas? -Sí, en la acera.
Es decir, en la calle... ¡Qué amargura!
-Hubo alguien que pasando lo creyera
Un olvidado cesto de basura.

Yo pasaba, lo vi, bajé mis brazos
Queriendo darle maternal abrigo
Y envuelto en un pañal hecho pedazos
Lo alcé a mi pecho y lo llevé conmigo.

Lloraba tanto y tanto el angelito
Que ya estaban sus párpados muy rojos...
Y a cada nueva queja, a cada grito
El alma me sacaba por los ojos.

Me lo llevé a mi cama: entre plumones
Lo hice dormir caliente y sosegado...
¡Cómo hubo en este mundo corazones
capaces de dejarlo abandonado!

¡Ay! yo sé por mi libro de lectura
Que estudio en mis mayores regocijos,
Que ni los tigres en la selva oscura
Dejan abandonados a sus hijos.

¡Pobrecito! yo sé su mal profundo,
Le curo como madre toda pena;
Parece que este niño en este mundo
No es hijo de mujer sino de hiena.

De mi colchón en el caliente hueco
Duerme para que en lágrimas no estalle;
Y llorando Margot, mostró el muñeco
Que en cierta noche se encontró en la calle.
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que cedenlas albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.
Cuando fue el bravo Guerrero
Presidente, yo era un chico
Y en aquel tiempo a Tampico
Llegó un general ibero.
¿Barradas?
...Justo; esto es;
Barradas precisamente
Queriendo, audaz y valiente,
Ser un nuevo Hernán Cortés.
Entonces, sólo al decir
Que extraña tropa llegaba
El Gobierno ya miraba
Enlutado el porvenir.
Y por prudencia o temor
Cesaban goces y fiestas,
Haciéndole mil protestas
A cualquier embajador.
Barradas, bravo y experto,
Vencer a Méjico anhela
Y entra altivo a toda vela,
Como virrey frente al puerto.
Santa-Anna, a la patria fiel,
Tan audaz como animoso
Derrotó al jefe ambicioso
Ganando eterno laurel.
Fue una derrota ejemplar
Que no olvidará la Historia
Pues allí alcanzó la gloria
De hacerlo capitular.
En Méjico ¡Qué ansiedad
Por saber el resultado!
Estaba en completo estado
De agitación la ciudad.
Una noche, a ver un drama
Guerrero fue al Coliseo,
Un teatro tosco y feo
Que «Principal» se le llama.
Llegado el acto tercero,
Ve con asombro la gente
Que al palco del Presidente,
Entra, con traje de cuero,
Un hombre y le da un papel;
Guerrero al leerlo llora;
Y el público en esa hora,
Enternecido como él,
Presiente lo que le avisa
Al Presidente el pliego
Y queda mudo, en sosiego,
Entre lágrimas y risa.
Cuando acabó de leer
Guerrero, se levantó
De su asiento y así habló
Sin poderse contener:
«Si con frases no me explico,
El llanto lo hará por mí...
¡Me comunican aquí
La victoria de Tampico...!
Vencido está el jefe ibero,
Santa-Anna lo derrotó...»
Y un gran grito resonó:
«¡Vivan Santa-Anna y Guerrero!»
Guerrero con alegría,
Dijo enseñando leal
La faja de general
Que en la cintura tenía:
«Mando al brigadier Santa-Anna,
Esta faja, no os asombre,
Para que la porte en nombre
De la Nación Mejicana».
Volvió el público a gritar
Nuevos vivas y a aplaudir,
En unos era el reír,
En otros era el llorar
Y no hay mármoles ni bronces,
Ni existen tinta y color,
Que puedan pintar, señor,
El patriotismo de entonces.
Tu buena memoria pasma
A cualquiera, mi sargento,
Tu relato da contento,
Enardece y entusiasma.
Cuando el teatro dejaron
Todos con gran ansiedad,
¿Sabéis lo que en la ciudad
Con asombro contemplaron?
Adornadas con festones
Todas las casas vecinas,
Con faroles y cortinas
En cornisas y balcones;
Sobre las torres bermejas
De los vetustos conventos,
Gallardetes, ornamentos,
Guirnaldas y candilejas.
Las calles... ¡que animación!
Las gentes si se encontraban,
Entusiastas se abrazaban
Con lágrimas de emoción.
No se escuchaba un reproche,
Todo era franco y sincero,
Que estaba Méjico entero
De triunfo en aquella noche.
¡Y todos los mejicanos
Que un mismo placer sentían,
Entonces sí se querían
Como si fuesen hermanos...!
Me enternezco cuando pienso
En esto, porque señor,
No he visto un modo mejor
De dar a un bravo un ascenso,
Ni un modo más natural,
Más franco y más elocuente
De expresar públicamente
El contento nacional.
Glorias del pasado son,
¡Mas para un viejo soldado,
Esas glorias del pasado
Dan vida a su corazón...!
Sólo una temporada provisoria,
tatuaje de incontables tradiciones,
oscuro mausoleo donde empieza
a existir el futuro, a hacerse piedra.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,
comienza a levantar sus inventarios,
a echar sus amplias redes para luego.
Es una isla limpia y sobre todo
fugaz, es un venero de primicias
que se van lentamente resecando.

Queda atrás como un rápido paisaje
del que persistirán sólo unas nubes,
un biombo, dos juguetes, tres racimos,
o apenas un olor, una ceniza.
Con luces queda atrás, a la intemperie,
yacente y aplazada para nunca,
sola con su aptitud irresistible
y un pudor incorpóreo, agazapado.
Para nunca aplazada, fabulosa
infancia entre sus redes extinguida.

Por algo queda atrás. Esa entrañable
cede paso al fervor, al pasmo, al fruto,
el azar hinca el diente en otra bruma,
somos los moribundos que nacemos
a la carne, a la sangre, al entusiasmo,
nos burlamos del sol, de la penumbra,
manejamos la gloria como un lápiz
y en las vírgenes tapias dibujamos
el amor y su viejo colmo, el odio,
el grito que nos pone la vergüenza
en las manos mucho antes que en la boca.

El celaje se enciende. Somos niebla
bajo el cielo compacto, insolidario,
el asombro hace cuentas y no puede
mantenernos serenos, apacibles,
somos el invasor protagonista
que hace trizas el tiempo, que hace ruido
pueril, que hace palabras, que hace pactos,
somos tan poderosos, tan eternos,
que cerramos el puño y el verano
comienza a sollozar entre los árboles.

Mejor dicho: creemos que solloza.
El verano es un.vaho, por lo tanto
no tiene ojos ni párpados ni lágrimas,
en sus tardes de atmósfera más tenue
es calor, es calor, y en las mañanas
de aire pesado, corporal, viscoso,
es calor, es calor. Con eso basta.

De todos modos cambia a las muchachas,
las ilumina, las ondula, y luego
las respira y suspira como acordes,
las envuelve en amor, las hace carne,
les pinta brazos con venitas tenues
en colores y luz complementarios,
les abre escotes para que alguien vierta
cualquier mirada, ese poderhabiente.

La vida, qué región esplendorosa.
¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?
A la horca con él. ¿Quién piensa en esa
imposible quietud cuando es la hora
para cada uno de morder su fruta,
de usar su espejo, de gritar su grito,
de escupir a los cielos, de ir subiendo
de dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,
ni se aplaca. Tampoco se impacienta.
Hay tantas muertes como negaciones.
La muerte que desgarra, la que expulsa,
la que embruja, la que arde, la que agota,
la que enluta el amor, la que excrementa,
la que siega, la que usa, la que ablanda,
la muerte de arenal, la de pantano,
la de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,
pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
su insomnio enloquecido se desploma
sobre todos los sueños, su delirio
se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
sirena para el Mar de los Suicidas.

No canta, pero indica, marca, alude,
exhibe sus voraces argumentos,
sus afiches turísticos, explica
por qué es tan milagrosa su inminencia,
por qué es tan atractivo su desastre,
por qué tan confortable su vacío.

No canta, pero es como si cantara.
Su demagogia negra usa palomas,
telegramas y rezos y suspiros,
sonatas para piano, arpas de herrumbre,
vitrinas del amor momificado,
relojes de lujuria que amontonan
segundos y segundos y otras prórrogas.

No canta, pero es como si cantara,
su espanto vendaval silba en la espiga,
su pregunta repica en el silencio,
su loco desparpajo exuda un réquiem
que es prado y es follaje y es almena.

Hay que volverse sordo y mudo y ciego,
sordo de amor, de amor enmudecido,
ciego de amor. Olfato, gusto y tacto
quedan para alejar la muerte y para
hundirse en la mujer, en esa ola
que es tiempo y lengua y brazos y latido,
esa mujer descanso, mujer césped,
que es llanto y rostro y siembra y apetito,
esa mujer cosecha, mujer signo,
que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,
amanecer cuando los mansos dientes
muerden, para salvarse, o por lo menos
para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
para salvarse, para guarecerse
de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
el goce atroz, el milagroso caos,
la piel abismo, la granada abierta,
la única unidad uniyugada,
la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos,
Hay que despilfarrar en una noche
-que puede ser mil y una- el universo,
sin augurios, sin planes, sin temblores,
sin convenios, sin votos, con olvido,
desnudos cuerpo y alma, disponibles
para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
de encontrar un abrazo a la deriva
y entrar en ese enigma, sin astucia,
y volver por el aire al aire libre,
Hay que amar con amor, para salvarse.

Entonces vienen las contradicciones
o sea la razón. El mundo existe
con manchas, sin arar, y no hay conjuro
ni fe que lo desmienta o modifique.

El manantial se seca, el árbol cae,
la sangre fluye, el odio se hace muro,
¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino
y dios padrastro todopoderoso,
ese señor del vómito, ese artífice
de la hecatombe, ¿puede ser mi hermano?
Surtidor de ******, profeta imbécil,
¿ése, mi prójimo?, ¿ése, el
semejante?
Sindico en todo caso de la muerte,
argumento Y proclama de la ruina,
poder y brazo ejecutor. Estiércol.

Por esta vez no he de mirar mis pasos
sino el contorno triste, calcinado.
Miro a mi sombra que está envejeciendo,
la sombra de los míos que envejecen.

El mundo existe. Con o sin sus manes,
con o sin su señal. Existe. Punto.

El mundo existe con mis ex iguales,
con mis amigos-enemigos, esos
que ya olvidé por qué se traicionaron.

Tiendo mi mano a veces y está sola
y está más sola cuando no la tiendo,
pienso en los compradores emboscados
y tengo duelo y tengo rabia y tengo
un reproche que empieza en mis lealtades,
en mis confianzas sin mayor motivo,
en mi invención del prójimo-mi-aliado.
Ni aun ahora me resigno a creerlo.

No todos son así, no todos ceden.
Tendré que repetírmelo a escondidas
y barajar de nuevo el almanaque.

Mi corazón acobardado sigue
inventando valor, abriendo créditos,
tirando cabos sólo a la siniestra,
aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
y quién sabe, quién sabe si entre tanta
mentira incandescente, no queda algo
de verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Pero ¿por qué creerle a pie juntillas?
¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?
Lo propongo debajo de mis párpados
y en mi boca cerrada.
                                      ¿Es tan distinto?
Ya sé, hay razones nítidas, famosas,
hay cien teorías sobre la derrota,
hay argumentos para suicidarse,

Pero ¿y si hay un resquicio?
                                               ¿Es
tan distinto,
tan necio, tan ridículo, tan torpe,
tener un espacioso sueño propio
donde el hombre se muera pero actúe
como inmortal?
Qu'il est joyeux aujourd'hui
Le chêne aux rameaux sans nombre,
Mystérieux point d'appui
De toute la forêt sombre !

Comme quand nous triomphons,
Il frémit, l'arbre civique ;
Il répand à plis profonds
Sa grande ombre magnifique.

D'où lui vient cette gaieté ?
D'où vient qu'il vibre et se dresse,
Et semble faire à l'été
Une plus fière caresse ?

C'est le quatorze juillet.
À pareil jour, sur la terre
La liberté s'éveillait
Et riait dans le tonnerre.

Peuple, à pareil jour râlait
Le passé, ce noir pirate ;
Paris prenait au collet
La Bastille scélérate.

À pareil jour, un décret
Chassait la nuit de la France,
Et l'infini s'éclairait
Du côté de l'espérance.

Tous les ans, à pareil jour,
Le chêne au Dieu qui nous crée
Envoie un frisson d'amour,
Et rit à l'aube sacrée.

Il se souvient, tout joyeux,
Comme on lui prenait ses branches !
L'âme humaine dans les cieux,
Fière, ouvrait ses ailes blanches.

Car le vieux chêne est gaulois :
Il hait la nuit et le cloître ;
Il ne sait pas d'autres lois
Que d'être grand et de croître.

Il est grec, il est romain ;
Sa cime monte, âpre et noire,
Au-dessus du genre humain
Dans une lueur de gloire.

Sa feuille, chère aux soldats,
Va, sans peur et sans reproche,
Du front d'Epaminondas
À l'uniforme de Hoche.

Il est le vieillard des bois ;
Il a, richesse de l'âge,
Dans sa racine Autrefois,
Et Demain dans son feuillage.

Les rayons, les vents, les eaux,
Tremblent dans toutes ses fibres ;
Comme il a besoin d'oiseaux,
Il aime les peuples libres.

C'est son jour. Il est content.
C'est l'immense anniversaire.
Paris était haletant.
La lumière était sincère.

Au **** roulait le tambour...?
Jour béni ! jour populaire,
Où l'on vit un chant d'amour
Sortir d'un cri de colère !

Il tressaille, aux vents bercé,
Colosse où dans l'ombre austère
L'avenir et le passé
Mêlent leur double mystère.

Les éclipses, s'il en est,
Ce vieux naïf les ignore.
Il sait que tout ce qui naît,
L'oeuf muet, le vent sonore,

Le nid rempli de bonheur,
La fleur sortant des décombres,
Est la parole d'honneur
Que Dieu donne aux vivants sombres.

Il sait, calme et souriant,
Sérénité formidable !
Qu'un peuple est un orient,
Et que l'astre est imperdable.

Il me salue en passant,
L'arbre auguste et centenaire ;
Et dans le bois innocent
Qui chante et que je vénère,

Étalant mille couleurs,
Autour du chêne superbe
Toutes les petites fleurs
Font leur toilette dans l'herbe.

L'aurore aux pavots dormants
Verse sa coupe enchantée ;
Le lys met ses diamants ;
La rose est décolletée.

Aux chenilles de velours
Le jasmin tend ses aiguières ;
L'arum conte ses amours,
Et la garance ses guerres.

Le moineau-franc, ***, taquin,
Dans le houx qui se pavoise,
D'un refrain républicain
Orne sa chanson grivoise.

L'ajonc rit près du chemin ;
Tous les buissons des ravines
Ont leur bouquet à la main ;
L'air est plein de voix divines.

Et ce doux monde charmant,
Heureux sous le ciel prospère,
Épanoui, dit gaiement :
C'est la fête du grand-père.
"El agua toma siempre la forma de los vasos
que la contienen", dicen las ciencias que mis pasos
atisban y pretenden analizarme en vano;
yo soy la resignada por excelencia, hermano.
¿No ves que a cada instante mi forma se aniquila?
Hoy soy torrente inquieto y ayer fui agua tranquila;
hoy soy, en vaso esférico, redonda; ayer, apenas,
me mostraba cilíndrica en las ánforas plenas,
y así pitagorizo mi ser, hora tras hora;
hielo, corriente, niebla, vapor que el día dora,
todo lo soy, y a todo me pliego en cuanto cabe.
¡Los hombres no lo saben, pero Dios si lo sabe!

¿Por qué tú te rebelas? ¿Por qué
tú ánimo agitas?
¡Tonto! ¡Si comprendieras las dichas infinitas
de plegarse a los fines del Señor que nos rige!
¿Qué quieres? ¿Por qué sufres?
¿Qué sueñas? ¿Qué te aflige?
¡Imaginaciones que se extinguen en cuanto
aparecen...! ¡En cambio, yo canto, canto, canto!
Canto, mientras tu penas, la voluntad ignota;
canto cuando soy chorro, canto cuando soy gota,
y al ir, Proteo extraño, de mi destino en pos,
murmuro: -¡Que se cumpla la santa ley de Dios!

¿Por qué tantos anhelos sin rumbo tu alma fragua?
¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua;
sé como el agua, llena de oblación y heroísmo,
sangre en el cáliz, gracia de Dios en el bautismo;
sé como el agua, dócil a la ley infinita,
que reza en las iglesias en donde está bendita,
y en el estanque arrulla meciendo la piragua.
¿Pretendes ser dichoso? Pues bien: sé como el agua;
lleva cantando el traje de que el Señor te viste,
y no estés triste nunca, que es pecado estar triste.
Deja que en ti se cumplan los fines de la vida:
sé declive, no roca; transfórmate y anida
donde al Señor le plazca, y al ir del fin en pos,
murmura: ¡Que se cumpla la santa ley de Dios!

Lograrás, si lo hicieres así, magno tesoro
de bienes: si eres bruma, serás bruma de oro;
si eres nube, la tarde te dará su arrebol;
si eres fuente, en tu seno verás temblando al sol;
tendrán filetes de ámbar tus ondas, si laguna
eres, y si océano, te plateará la luna.
Si eres torrente, espuma tendrás tornasolada,
y una crencha de arco-iris en flor, si eres cascada.

Así me dijo el Agua con místico reproche,
Y yo, rendido al santo consejo de la Maga,
Sabiendo que es el Padre quien habla entre la noche,
Clamé con el Apóstol: -Señor, ¿qué
quieres que haga?
Sólo una temporada provisoria,
tatuaje de incontables tradiciones,
oscuro mausoleo donde empieza
a existir el futuro, a hacerse piedra.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Sin embargo, la infancia se empecina,
comienza a levantar sus inventarios,
a echar sus amplias redes para luego.
Es una isla limpia y sobre todo
fugaz, es un venero de primicias
que se van lentamente resecando.

Queda atrás como un rápido paisaje
del que persistirán sólo unas nubes,
un biombo, dos juguetes, tres racimos,
o apenas un olor, una ceniza.
Con luces queda atrás, a la intemperie,
yacente y aplazada para nunca,
sola con su aptitud irresistible
y un pudor incorpóreo, agazapado.
Para nunca aplazada, fabulosa
infancia entre sus redes extinguida.

Por algo queda atrás. Esa entrañable
cede paso al fervor, al pasmo, al fruto,
el azar hinca el diente en otra bruma,
somos los moribundos que nacemos
a la carne, a la sangre, al entusiasmo,
nos burlamos del sol, de la penumbra,
manejamos la gloria como un lápiz
y en las vírgenes tapias dibujamos
el amor y su viejo colmo, el odio,
el grito que nos pone la vergüenza
en las manos mucho antes que en la boca.

El celaje se enciende. Somos niebla
bajo el cielo compacto, insolidario,
el asombro hace cuentas y no puede
mantenernos serenos, apacibles,
somos el invasor protagonista
que hace trizas el tiempo, que hace ruido
pueril, que hace palabras, que hace pactos,
somos tan poderosos, tan eternos,
que cerramos el puño y el verano
comienza a sollozar entre los árboles.

Mejor dicho: creemos que solloza.
El verano es un.vaho, por lo tanto
no tiene ojos ni párpados ni lágrimas,
en sus tardes de atmósfera más tenue
es calor, es calor, y en las mañanas
de aire pesado, corporal, viscoso,
es calor, es calor. Con eso basta.

De todos modos cambia a las muchachas,
las ilumina, las ondula, y luego
las respira y suspira como acordes,
las envuelve en amor, las hace carne,
les pinta brazos con venitas tenues
en colores y luz complementarios,
les abre escotes para que alguien vierta
cualquier mirada, ese poderhabiente.

La vida, qué región esplendorosa.
¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?
A la horca con él. ¿Quién piensa en esa
imposible quietud cuando es la hora
para cada uno de morder su fruta,
de usar su espejo, de gritar su grito,
de escupir a los cielos, de ir subiendo
de dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,
ni se aplaca. Tampoco se impacienta.
Hay tantas muertes como negaciones.
La muerte que desgarra, la que expulsa,
la que embruja, la que arde, la que agota,
la que enluta el amor, la que excrementa,
la que siega, la que usa, la que ablanda,
la muerte de arenal, la de pantano,
la de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,
pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
su insomnio enloquecido se desploma
sobre todos los sueños, su delirio
se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
sirena para el Mar de los Suicidas.

No canta, pero indica, marca, alude,
exhibe sus voraces argumentos,
sus afiches turísticos, explica
por qué es tan milagrosa su inminencia,
por qué es tan atractivo su desastre,
por qué tan confortable su vacío.

No canta, pero es como si cantara.
Su demagogia negra usa palomas,
telegramas y rezos y suspiros,
sonatas para piano, arpas de herrumbre,
vitrinas del amor momificado,
relojes de lujuria que amontonan
segundos y segundos y otras prórrogas.

No canta, pero es como si cantara,
su espanto vendaval silba en la espiga,
su pregunta repica en el silencio,
su loco desparpajo exuda un réquiem
que es prado y es follaje y es almena.

Hay que volverse sordo y mudo y ciego,
sordo de amor, de amor enmudecido,
ciego de amor. Olfato, gusto y tacto
quedan para alejar la muerte y para
hundirse en la mujer, en esa ola
que es tiempo y lengua y brazos y latido,
esa mujer descanso, mujer césped,
que es llanto y rostro y siembra y apetito,
esa mujer cosecha, mujer signo,
que es paz y aliento y cábala y jadeo.

Hay que amar con horror para salvarse,
amanecer cuando los mansos dientes
muerden, para salvarse, o por lo menos
para creerse a salvo, que es bastante.
Hay que amar sentenciado y sin urgencia,
para salvarse, para guarecerse
de esa muerte que llueve hielo o fuego.

Es el cielo común, el alba escándalo,
el goce atroz, el milagroso caos,
la piel abismo, la granada abierta,
la única unidad uniyugada,
la derrota de todas las cautelas.

Hay que amar con valor, para salvarse.
Sin luna, sin nostalgia, sin pretextos,
Hay que despilfarrar en una noche
-que puede ser mil y una- el universo,
sin augurios, sin planes, sin temblores,
sin convenios, sin votos, con olvido,
desnudos cuerpo y alma, disponibles
para ser otro y otra a ras de sueño.

Bendita noche cóncava, delicia
de encontrar un abrazo a la deriva
y entrar en ese enigma, sin astucia,
y volver por el aire al aire libre,
Hay que amar con amor, para salvarse.

Entonces vienen las contradicciones
o sea la razón. El mundo existe
con manchas, sin arar, y no hay conjuro
ni fe que lo desmienta o modifique.

El manantial se seca, el árbol cae,
la sangre fluye, el odio se hace muro,
¿Es mi hermano el verdugo? Ese asesino
y dios padrastro todopoderoso,
ese señor del vómito, ese artífice
de la hecatombe, ¿puede ser mi hermano?
Surtidor de ******, profeta imbécil,
¿ése, mi prójimo?, ¿ése, el
semejante?
Sindico en todo caso de la muerte,
argumento Y proclama de la ruina,
poder y brazo ejecutor. Estiércol.

Por esta vez no he de mirar mis pasos
sino el contorno triste, calcinado.
Miro a mi sombra que está envejeciendo,
la sombra de los míos que envejecen.

El mundo existe. Con o sin sus manes,
con o sin su señal. Existe. Punto.

El mundo existe con mis ex iguales,
con mis amigos-enemigos, esos
que ya olvidé por qué se traicionaron.

Tiendo mi mano a veces y está sola
y está más sola cuando no la tiendo,
pienso en los compradores emboscados
y tengo duelo y tengo rabia y tengo
un reproche que empieza en mis lealtades,
en mis confianzas sin mayor motivo,
en mi invención del prójimo-mi-aliado.
Ni aun ahora me resigno a creerlo.

No todos son así, no todos ceden.
Tendré que repetírmelo a escondidas
y barajar de nuevo el almanaque.

Mi corazón acobardado sigue
inventando valor, abriendo créditos,
tirando cabos sólo a la siniestra,
aprendiendo a aprender, pobre aleluya,
y quién sabe, quién sabe si entre tanta
mentira incandescente, no queda algo
de verdad a la sombra. Y no es metáfora.

Nada aquí, nada allá. Son las palabras
del mago lejanísimo y borroso.

Pero ¿por qué creerle a pie juntillas?
¿En qué galaxia está el certificado?

Algo aquí, nada allá. ¿Es tan distinto?
Lo propongo debajo de mis párpados
y en mi boca cerrada.
                                      ¿Es tan distinto?
Ya sé, hay razones nítidas, famosas,
hay cien teorías sobre la derrota,
hay argumentos para suicidarse,

Pero ¿y si hay un resquicio?
                                               ¿Es
tan distinto,
tan necio, tan ridículo, tan torpe,
tener un espacioso sueño propio
donde el hombre se muera pero actúe
como inmortal?
Ma muse est une mère poulpe italienne
Ascendant méduse kabyle
Ses tentacules sont des bras de mer interminables
Pour prétendre être l'objet du désir
De cette dame au coeur en éternelle couvaison
Pour prétendre dérober le coeur
De cette diva enrobée de charmes
Il faut être juste un homme vrai et honnête
Une personne simple et honnête
Un maxim'homme  de collection
Localisé  à vingt kilomètres grand maximum.
Un énergumène  simple et honnête
Spécimen rare du règne mâle,
Un bibelot de chair, d'os et de sang,
Un prototype de papier bien mâché
Qui pratique la randonnée,
La cuisine et partage sa passion
Foetale pour le règne animal.
Bref un phénomène tout simple,
Tendre et goûteux et iodé dans l'idéal
Qu'elle cuisinerait à feux doux avec ses airelles,
Un vrai de vrai,
Un authentique,
Un certifié, cachet de la poste faisant foi,
Un preux sanglier caméléon  de pré salé
Sans peur et sans reproche,
Telle est  la recherche de ma muse
Kabytalienne.
A los pies de tu cama, como un perro,
se echó mi corazón.

                    Noche tras noche
gime calladamente su reproche
y sufre injustamente su destierro.

Allí está. Nada importa que lo aparte
tu pie pequeño y cruel.

                  Allí, en la sombra,
calla el grito de amor con que te nombra,
para no despertarte.

Noche tras noche, hasta que llega el día,
gime un reproche y sufre su destierro.
Tú no lo sabes, -nadie lo sabría.
Y a los pies de tu cama, como un perro,
mi corazón espera todavía.
Or, vous voici promus, petits amis,

Depuis les temps de ma lettre première,

Promus, disais-je, aux fiers emplois promis

À votre thèse, en ces jours de lumière.


Vous voici rois de France ! À votre tour !

(Rois à plusieurs d'une France postiche,

Mais rois de fait et non sans quelque amour

D'un trône lourd avec un budget riche.)


À l'œuvre, amis petits ! Nous avons droit

De vous y voir, payant de notre poche,

Et d'être un peu réjouis à l'endroit

De votre état sans peur et sans reproche.


Sans peur ? Du maître ? Ô le maître, mais c'est

L'Ignorant-chiffre et le Suffrage-nombre,

Total, le peuple, « un âne » fort « qui s'est

Cabré », pour vous espoir clair, puis fait sombre.


Cabré comme une chèvre, c'est le mot.

Et votre bras, saignant jusqu'à l'aisselle,

S'efforce en vain : fort comme Béhémot,

Le monstre tire... et votre peur est telle


Quand l'âne brait, que le voilà parti

Qui par les dents vous boute cent ruades

En forme de reproche bien senti...

Courez après, frottant vos reins malades !


Ô Peuple, nous t'aimons immensément :

N'es-tu donc pas la pauvre âme ignorante

En proie à tout ce qui sait et qui ment ?

N'es-tu donc pas l'immensité souffrante ?


La charité nous fait chercher tes maux,

La foi nous guide à travers tes ténèbres.

On t'a rendu semblable aux animaux,

Moins leur candeur, et plein d'instincts funèbres.


L'orgueil t'a pris en ce quatre-vingt-neuf,

Nabuchodonosor, et te fait paître,

Âne obstiné, mouton buté, dur bœuf,

Broutant pouvoir, famille, soldat, prêtre !


Ô paysan cassé sur tes sillons,

Pâle ouvrier qu'esquinte la machine,

Membres sacrés de Jésus-Christ, allons,

Relevez-vous, honorez votre échine,


Portez l'amour qu'il faut à vos bras forts,

Vos pieds vaillants sont les plus beaux du monde,

Respectez-les, fuyez ces chemins tors,

Fermez l'oreille à ce conseil immonde,


Redevenez les Français d'autrefois,

Fils de l'Eglise, et dignes de vos pères !

Ô s'ils savaient ceux-ci sur vos pavois,

Leurs os sueraient de honte aux cimetières.


- Vous, nos tyrans minuscules d'un jour

(L'énormité des actes rend les princes

Surtout de souche impure, et malgré cour

Et splendeur et le faste, encor plus minces),


Laissez le règne et rentrez dans le rang.

Aussi bien l'heure est proche où la tourmente

Vous va donner des loisirs, et tout blanc

L'avenir flotte avec sa Fleur charmante


Sur la Bastille absurde où vous teniez

La France aux fers d'un blasphème et d'un schisme,

Et la chronique en de cléments Téniers

Déjà vous peint allant au catéchisme.
No me queréis, lo sé, y que os molesta
Cuanto escribo. ¿Os molesta? Os ofende.
¿Culpa mía tal vez o es de vosotros?
Porque no es la persona y su leyenda
Lo que ahí, allegados a mí, atrás os vuelve.
 Mozo, bien mozo era, cuando no había brotado
Lengua alguna, caísteis sobre un libro
Primerizo lo mismo que su autor: yo, mi primer libro.
Algo os ofende, porque sí, en el hombre y su tarea.

¿Mi leyenda dije? Tristes cuentos
Inventados de mí por cuatro amigos
(¿Amigos?), que jamás quisisteis
Ni ocasión buscasteis de ver si acomodaban
A la persona misma así traspuesta.
Mas vuestra mala fe los ha aceptado.
Hecha está la leyenda, y vosotros, de mí desconocidos,
Respecto al ser que encubre mintiendo doblemente,
Sin otro escrúpulo, a vuestra vez la propaláis.

Contra vosotros y esa vuestra ignorancia voluntaria,
Vivo aún, sé y puedo, si así quiero, defenderme.
Pero aguardáis al día cuando ya no me encuentre
Aquí. Y entonces la ignorancia,
La indiferencia y el olvido, vuestras armas
De siempre, sobre mí caerán, como la piedra,
Cubriéndome por fin, lo mismo que cubristeis
A otros que, superiores a mí, esa ignorancia vuestra
Precipitó en la nada, como al gran Aldana.

De ahí mi paradoja, por lo demás involuntaria,
Pues la imponéis vosotros: en nuestra lengua escribo,
Criado estuve en ella y, por eso, es la mía,
A mi pesar quizá, bien fatalmente. Pero con mis expresas
excepciones,
A vuestros escritores de hoy ya no los leo.
De ahí la paradoja: soy, sin tierra y sin gente,
Escritor bien extraño; sujeto quedo aún más que
otros
Al viento del olvido que, cuando sopla, mata.

Si vuestra lengua es la materia
Que empleé en mi escribir y, si por eso,
Habréis de ser vosotros los testigos
De mi existencia y su trabajo,
En hora mala fuera vuestra lengua
La mía, la que hablo, la que escribo.
Así podréis, con tiempo, como venís haciendo,
A mi persona y mi trabajo echar afuera
De la memoria, en vuestro corazón y vuestra mente.

Grande es mi vanidad, diréis,
Creyendo a mi trabajo digno de la atención ajena
Y acusándoos de no querer la vuestra darle.
Ahí tendréis razón. Mas el trabajo humano
Con amor hecho, merece la atención de los otros,
Y poetas de ahí tácitos lo dicen
Enviando sus versos a través del tiempo y la distancia
Hasta mí, atención demandando.
¿Quise de mí dejar memoria? Perdón por ello pido.

Mas no todos igual trato me dais,
Que amigos tengo aún entre vosotros,
Doblemente queridos por esa desusada
Simpatía y atención entre la indiferencia,
Y gracias quiero darles ahora, cuando amargo
Me vuelvo y os acuso. Grande el número
No es, mas basta para sentirse acompañado
A la distancia en el camino. A ellos
Vaya así mi afecto agradecido.

Acaso encuentre aquí reproche nuevo:
Que ya no hablo con aquella ternura
Confiada, apacible de otros días.
Es verdad, os lo debo, tanto como
A la edad, al tiempo, a la experiencia.
A vosotros y a ellos debo el cambio. Si queréis
Que ame todavía, devolvedme
Al tiempo del amor. ¿Os es posible?
Imposible como aplacar ese fantasma que de mí evocasteis.
Âme ! être, c'est aimer.

Il est.

C'est l'être extrême.
Dieu, c'est le jour sans borne et sans fin qui dit : j'aime.
Lui, l'incommensurable, il n'a point de compas ;
Il ne se venge pas, il ne pardonne pas ;
Son baiser éternel ignore la morsure ;
Et quand on dit : justice, on suppose mesure.
Il n'est point juste ; il est. Qui n'est que juste est peu.
La justice, c'est vous, humanité ; mais Dieu
Est la bonté. Dieu, branche où tout oiseau se pose !
Dieu, c'est la flamme aimante au fond de toute chose.
Oh ! tous sont appelés et tous seront élus.
Père, il songe au méchant pour l'aimer un peu plus.
Vivants, Dieu, pénétrant en vous, chasse le vice.
L'infini qui dans l'homme entre, devient justice,
La justice n'étant que le rapport secret
De ce que l'homme fait à ce que Dieu ferait.
Bonté, c'est la lueur qui dore tous les faîtes ;
Et, pour parler toujours, hommes, comme vous faites,
Vous qui ne pouvez voir que la forme et le lieu,
Justice est le profil de la face de Dieu.
Vous voyez un côté, vous ne voyez pas l'autre.
Le bon, c'est le martyr ; le juste n'est qu'apôtre ;
Et votre infirmité, c'est que votre raison
De l'horizon humain conclut l'autre horizon.
Limités, vous prenez Dieu pour l'autre hémisphère.
Mais lui, l'être absolu, qu'est-ce qu'il pourrait faire
D'un rapport ? L'innombrable est-il fait pour chiffrer ?
Non, tout dans sa bonté calme vient s'engouffrer.
On ne sait où l'on vole, on ne sait où l'on tombe,
On nomme cela mort, néant, ténèbres, tombe,
Et, sage, fou, riant, pleurant, tremblant, moqueur,
On s'abîme éperdu dans cet immense coeur !
Dans cet azur sans fond la clémence étoilée
Elle-même s'efface, étant d'ombre mêlée !
L'être pardonné garde un souvenir secret,
Et n'ose aller trop haut ; le pardon semblerait
Reproche à la prière, et Dieu veut qu'elle approche ;
N'étant jamais tristesse, il n'est jamais reproche,
Enfants. Et maintenant, croyez si vous voulez !
Cru
C'est vrai, je suis épileptique,
Je peux tomber trois fois par jour
D'une fenêtre, d'un portique,
Et d'une cloche de l'Amour.

Mais... quel est cet air de reproche ?
Ça ne fait que trois ? J'ai péché
Et d'un joli quartier de roche,
Où j'étais doucement niché.

Je tombe, tombe, tombe, tombe,
Ça fait bien quatre cette fois,
Si j'étais un mort dans sa tombe,
J'en tomberais... sur tous les toits.

C'est du moins ce que j'entends dire,
Et qu'un petit bruit, dans un coin,
A jadis tenté d'introduire
En ton délicieux Bourgoin.

La chose, hélas ! n'est pas nouvelle,
Et tous, des facteurs aux abbés,
Ont des potins dans leur cervelle ;
Les bras ne m'en sont pas tombés.

Ils sont là, non **** de ma bouche,
Je vous le dis sans embarras ;
Je souffre un peu si l'on y touche,
Surtout avec des doigts trop gras.

Ça n'a pas troublé ma pensée.
Heureux l'oeil éclairé de ce jour sans nuage
Qui partout ici-bas le contemple et le lit!
Heureux le coeur épris de cette grande image,
Toujours vide et trompé si Dieu ne le remplit !

Ah ! pour celui-là seul la nature est son ombre !  
En vain le temps se voile et reculent les cieux !
Le ciel n'a point d'abîme et le temps point de nombre
Qui le cache à ses yeux !

Pour qui ne l'y voit pas tout est nuit et mystères,
Cet alphabet de jeu dans le ciel répandu
Est semblable pour eux à ces vains caractères
Dont le sens, s'ils en ont, dans les temps s'est perdu !

Le savant sous ses mains les retourne et les brise
Et dit : Ce n'est qu'un jeu d'un art capricieux ;
Et cent fois en tombant ces lettres qu'il méprise
D'elles-même ont écrit le nom mystérieux !

Mais cette langue, en vain par les temps égarée,
Se lit hier comme aujourd'hui ;
Car elle n'a qu'un nom sous sa lettre sacrée,
Lui seul ! lui partout! toujours lui !

Qu'il est doux pour l'âme qui pense
Et flotte dans l'immensité
Entre le doute et l'espérance,
La lumière et l'obscurité,
De voir cette idée éternelle
Luire sans cesse au-dessus d'elle
Comme une étoile aux feux constants,
La consoler sous ses nuages,
Et lui montrer les deux rivages
Blanchis de l'écume du temps !

En vain les vagues des années
Roulent dans leur flux et reflux
Les croyances abandonnées
Et les empires révolus
En vain l'opinion qui lutte
Dans son triomphe ou dans sa chute
Entraîne un monde à son déclin ;
Elle brille sur sa ruine,
Et l'histoire qu'elle illumine
Ravit son mystère au destin !

Elle est la science du sage,
Elle est la foi de la vertu !
Le soutien du faible, et le gage
Pour qui le juste a combattu !
En elle la vie a son juge
Et l'infortune son refuge,
Et la douleur se réjouit.
Unique clef du grand mystère,
Otez cette idée à la terre
Et la raison s'évanouit !

Cependant le monde, qu'oublie
L'âme absorbée en son auteur,
Accuse sa foi de folie
Et lui reproche son bonheur,
Pareil à l'oiseau des ténèbres
Qui, charmé des lueurs funèbres,
Reproche à l'oiseau du matin
De croire au jour qui vient d'éclore
Et de planer devant l'aurore
Enivré du rayon divin !

Mais qu'importe à l'âme qu'inonde
Ce jour que rien ne peut voiler !
Elle laisse rouler le monde
Sans l'entendre et sans s'y mêler !
Telle une perle de rosée
Que fait jaillir l'onde brisée
Sur des rochers retentissants,
Y sèche pure et virginale,
Et seule dans les cieux s'exhale
Avec la lumière et l'encens !
xÀ Emmanuel Des Essarts.


Quand d'une perte irréparable
On garde au coeur le souvenir,
On est parfois si misérable
Qu'on délibère d'en finir.

La vie extérieure oppresse :
Son mobile et bruyant souci
Fatigue... et dans cette détresse
On murmure : « Que fais-je ici ?

« Libre de fuir tout ce tumulte
Où ma douleur n'a point de part,
Où le train du monde l'insulte,
Pourquoi retarder mon départ ?

« Pourquoi cette illogique attente ?
Les moyens sont prompts et divers,
Pour l'homme que le néant tente,
D'écarter du pied l'univers ! »

Mais l'habitude, lâche et forte,
Demande grâce au désespoir ;
On se condamne et l'on supporte
Un jour de plus sans le vouloir.

Ah ! C'est qu'il faut si peu de chose
Pour faire accepter chaque jour !
L'aube avec un bouton de rose
Nous intéresse à son retour.

La rose éclora tout à l'heure,
Et l'on attend qu'elle ait souri ;
Eclose, on attend qu'elle meure ;
Elle est morte, une autre a fleuri ;

On partait, mais une hirondelle
Descend et glisse au ras du sol,
Et l'oeil ne s'est séparé d'elle
Qu'au ciel où s'est perdu son vol ;

On partait, mais tout près s'éveille,
Sous un battement d'éventail,
Un frais zéphire qui conseille
Avec l'espoir un dernier bail ;

On partait, mais le bruit tout proche
D'un marteau fidèle au labeur,
Sonnant comme un mâle reproche,
Fait rougir d'être un déserteur ;

Tout nous convie à ne pas clore
Notre destinée aujourd'hui ;
Le malheur même est doux encore,
Doux à soulager dans autrui :

Une larme veut qu'on demeure
Au moins le temps de l'essuyer ;
Tout ce qui rit, tout ce qui pleure,
Fait retourner le sablier.

Ainsi l'agonie a des trêves :
On ressaisit, au moindre appel,
Le fil ténu des heures brèves
Au seuil du mystère éternel.

On accorde à cette agonie
Que la main n'abrège jamais,
Une lenteur indéfinie
Où les adieux sont des délais ;

Et sans se résigner à vivre
Ni s'en aller avant son tour,
On laisse les moments se suivre,
Et le coeur battre au jour le jour.
Rosas Mar 2018
Quiero saber qué tan inmenso es el cielo,
caer dormida en la hierba primaveral,
colgarme al cuello un prisma.

Sentir tanto el calor del sol como el deshielo
y llenarme de la vida de tu aliento.
Fingir amar a contraluz,
fatigarme en exceso.

Lejos, en una distancia insondable,
yace mi corazón indulgente, y espero,
con la luna llena sabiendo mis anhelos,
el día en que inerte desespere a tu regreso.

Dulce agónico pensamiento,
último,
vives en mi mente sin reproche.
Fable VIII, Livre V.


« Laridon, soit dit sans reproche,
C'est un sot métier que le tien, »
Disait un écureuil à certain citoyen
Qui de son espèce était chien
Et de son métier tournebroche.
« Pardon, petit ami, pardon ;
« Mais ce que tu dis là, répond le Laridon,
« On le dirait peut-être avec plus de justice,
« Du métier que le long du jour
« Tu fais enfermé dans ce tour.
« - Ce n'est pas un métier ; ce n'est qu'un exercice.
« - J'estime autant l'oisiveté.
« Cesse de tirer vanité
« De consommer ta force en efforts si futiles ;
« Et méprise un peu moins mon humble activité.
« Tous tes pas sont perdus ; tous les miens sont utiles. »
Allá en la oscura hondonada,
Del sol a la luz incierta,
Se ve la casa desierta
En donde vivió mi amada.

En medio al maizal tupido,
Que se extiende hasta la loma,
Parece blanca paloma
Que cubre amorosa un nido.

Cuando es de noche en la honda
Y rumorosa cañada,
Voy a la casa olvidada,
Como alma en pena que ronda.

En el largo corredor
Sordo mi paso retumba...
Aquello parece tumba
Que no embalsama una flor!

Y me encamino a su reja
Y pongo el oído atento,
Y tan sólo escucho el viento
Que alza, al pasar, una queja.

Bajo cortina de hiedra,
Donde con voz de reproche
El aura gime en la noche,
Se encuentra un banco de piedra,

Y en él me siento a traer
A mi alma, que arropa el duelo,
Aquellas horas de cielo
Que nunca habrán de volver;

Horas en que ya sin calma,
Del amor en el exceso,
Temblaba en su labio el beso
Y en sus pupilas el alma;

Y en que su voz celestial
Mi corazón arrullaba,
Mientras la noche cantaba
En el frondoso maizal.

...¡Oh alma! en vano la nombras,
En vano buscas sus rastros!...
Serenos brillan los astros,
Y el perro ladra en las sombras.
Traiga cuentos la guitarra
de cuando el fierro brillaba,
cuentos de truco y de taba,
de cuadreras y de copas,
cuentos de la Costa Brava
y el Camino de las Tropas.

Venga una historia de ayer
que apreciarán los más lerdos;
el destino no hace acuerdos
y nadie se lo reproche-
ya estoy viendo que esta noche
vienen del Sur los recuerdos.

Velay, señores, la historia
de los hermanos Iberra,
hombres de amor y de guerra
y en el peligro primeros,
la flor de los cuchilleros
y ahora los tapa la tierra.

Suelen al hombre perder
la soberbia o la codicia:
también el coraje envicia
a quien le da noche y día-
el que era menor debía
más muertes a la justicia.

Cuando Juan Iberra vio
que el menor lo aventajaba,
la paciencia se le acaba
y le armó no sé qué lazo
le dio muerte de un balazo,
allá por la Costa Brava.

Sin demora y sin apuro
lo fue tendiendo en la vía
para que el tren lo pisara.
El tren lo dejó sin cara,
que es lo que el mayor quería.

Así de manera fiel
conté la historia hasta el fin;
es la historia de Caín
que sigue matando a Abel.
Moría lentamente la tarde y fatigado,
De una encina a la sombra, se hallaba Adán sentado.
Rumiaban los rebaños en los verdes boscajes,
Y las nubes se orlaban de vividos celajes.

Adán, ya su trabajo del día concluido,
Pensando en el misterio de lo desconocido,
Y triste, como en éxtasis, iba siguiendo el vuelo
De las aves errantes por la extensión del cielo;
Y al ver del infinito, radiante, azul, el manto,
Do asomaban estrellas, brotó a sus ojos llanto.

«¡Dios mío!» dijo entonces, y era su voz reproche:
«¿Por qué no tengo alas? Yo quiero de la noche
Atravesar las sombras; quiero ese mar profundo
De brumas y de nubes que flota sobre el mundo
Cruzar en raudo vuelo, y antes de que la muerte
Venga a cerrar mis ojos, entre tu gloria verte.
La vida así sería menos amarga y triste».

Y Dios repuso entonces: «Tendrás lo que pediste.
¿Sufres porque no tienes alas y porque ansias
alzarte de la tierra y oír las armonías
Celestes, en esferas de luz y eterna calma?
Mortal: para que vueles, alas daré a tu alma».

Desde entonces sus alas el Pensamiento tiende
A regiones ignotas do el Ideal esplende,
A mundos que en sus sueños forjó la Fantasía...
Y así Dios, una tarde, creó la Poesía.
La desventura me quitó el regalo
y la serena paz de la existencia,
y sembré muchos odios; mi conciencia
clamaba sin cesar: ¡Eres muy malo!

Después, la dicha me libró del cieno:
un rayito de sol doró mi frente,
y sembré mucho amor, y dulcemente
clamaba mi conciencia: ¡Eres muy bueno!

«¡Ay! -me dije, con tono de reproche-,
qué menguada virtud la que me alienta
si sólo en el placer abre su broche...»

¡Hoy bendigo a Jesús en la tormenta,
hoy su roto costado es mi sangrienta
guarida, en lo infinito de mi noche!
No existe el Tiempo: Existe su medida.
El espacio es materia, que se va y no se ve.
Y el hombre es un espacio cuando llega a la vida,
y la vida es un tiempo, cuando el hombre se fue.
Cada olor es materia difundida,
es materia invisible que adquiere movimientos,
y así, al abrir un frasco más viejo que una vida,
la rosa de hace un siglo resucita en el viento.
Viejecito del andén: Dios no es ingrato;
y cuando Dios pregunte qué has hecho y lo que has sido,
permitirá sin duda que toques tu silbato,
despidiendo los trenes que van hacia el olvido...
Hoy no quiero otra cosa que cerrar una puerta
y buscar tu sonrisa para saber que existes.
Y un árbol en el patio y una ventana abierta,
y ver caer las hojas para quedarnos tristes...
Así será mejor; sin un reproche.
Era dulce el crepúsculo con tu mano en la mía.
Y está bien que hayas sido la mujer de una noche;
la mujer de una noche para el hombre de un día...
Sonnet.


Océan, que vaux-tu dans l'infini du monde ?
Toi, si large à nos yeux enchaînés sur tes bords,
Mais étroit pour notre âme aux rebelles essors,
Qui, du haut des soleils te mesure et te sonde ;

Presque éternel pour nous plus instables que l'onde,
Mais pourtant, comme nous, œuvre et jouet des sorts,
Car tu nous vois mourir, mais des astres sont morts,
Et nulle éternité dans les jours ne se fonde.

Comme une vaste armée où l'héroïsme bout
Marche à l'assaut d'un mur, tu viens heurter la roche,
Mais la roche est solide et reparaît debout.

Va, tu n'es cru géant que du nain qui t'approche :
Ah ! Je t'admirais trop, le ciel me le reproche,
Il me dit : « Rien n'est grand ni puissant que le Tout ! »
Si vienes algún día a mi tristeza,
Ya que mi corazón te espero en vano,
Deja que en tu hombro incline la cabeza
Y suavemente estréchame la mano.
Sueños de entonces? Pétalos caídos
¡Plumas que ya volaron de los nidos!

La gris melancolía de la tarde,
Del cielo al campo a descender empieza.
Una pálida estrella lejos arde...
¡Así el recuerdo tuyo en mi tristeza!

Y aunque la noche va borrando el día,
Algo dice en el alma: «¡Todavía!»

De los naranjos a la grata sombra
Se oían de un violín gemir las cuerdas:..
La misma voz lejana que hoy te nombra,
Y parece decirte: «¿No te acuerdas?»

Voz que cantaste en cármenes risueños:
¡Haz revivir los olvidados sueños!

¿Soñar?... Soñemos arabos. Al mirarte
Se encienden en tu faz vivos sonrojos,
Como cuando en los labios al besarte,
Cerrabas, toda trémula, los ojos.

Ojos, de mi ilusión casto embeleso,
¡Siempre cerrados al sentir mi beso!

Me contarás mientras la noche avanza
Lo que un tiempo feliz «pudo haber sido».
Tal vez sonría entonces la esperanza,
Y el antiguo dolor quede dormido.

«¿Pudo haber sido?»... ¡Lo que fue, no existe!
¡Fue! ¡Lo más doloroso y lo más triste!

Si vienes... Sí vendrás. Tu leve paso
Franca hallará la conocida puerta.
Aún hay néctar para tií en el vaso,
Y el alma que durmió, ya está despierta.

Y al evocar nuestros felices días,
Los ojos cerrarás como solías.

Y sin que haya en los labios un reproche,
Mientras la luna es halo de las palmas,
En el silencio habrá, bajo la noche,
La conjunción celeste de dos almas.


Almas errantes, bajo torvo ceño...
¡Juntas al fin en el azul de un sueño!

En rama que no alegra ya un retoño
Sus flores abre al sol la enredadera,
Y es más hermosa la ilusión de otoño
Cuando le dice al corazón: «¡Espera!»

Puede haber una estrella en las neblinas,
Y alguna rosa en el jardín en ruinas.
Du fond du grabat

As-tu vu l'étoile

Que l'hiver dévoile ?

Comme ton cœur bat,

Comme cette idée,

Regret ou désir,

Ravage à plaisir

Ta tête obsédée,

Pauvre tête en feu,

Pauvre cœur sans dieu


L'ortie et l'herbette

Au bas du rempart

D'où l'appel frais part

D'une aigre trompette,

Le vent du coteau,

La Meuse, la goutte

Qu'on boit sur la route

À chaque écriteau,

Les sèves qu'on hume,

Les pipes qu'on fume !


Un rêve de froid :

« Que c'est beau la neige

Et tout son cortège

Dans leur cadre étroit !

Oh ! tes blancs arcanes,

Nouvelle Archangel,

Mirage éternel

De mes caravanes !

Oh ! ton chaste ciel,

Nouvelle Archangel ? »


Cette ville sombre !

Tout est crainte ici...

Le ciel est transi

D'éclairer tant d'ombre.

Les pas que tu fais

Parmi ces bruyères

Lèvent des poussières

Au souffle mauvais...

Voyageur si triste,

Tu suis quelle piste ?


C'est l'ivresse à mort,

C'est la noire orgie,

C'est l'amer effort

De ton énergie

Vers l'oubli dolent

De la voix intime,

C'est le seuil du crime,

C'est l'essor sanglant.

- Oh ! fuis la chimère :

Ta mère, ta mère !


Quelle est cette voix

Qui ment et qui flatte !

« Ah ! la tête plate,

Vipère des bois ! »

Pardon et mystère.

Laisse ça dormir,

Qui peut, sans frémir.

Juger sur la terre ?

« Ah ! pourtant, pourtant,

Ce monstre impudent ! »


La mer ! Puisse-t-elle

Laver ta rancœur,

La mer au grand cœur.

Ton aïeule, celle

Qui chante en berçant

Ton angoisse atroce,

La mer, doux colosse

Au sein innocent,

Grondeuse infinie

De ton ironie !


Tu vis sans savoir !

Tu verses ton âme,

Ton lait et ta flamme

Dans quel désespoir ?

Ton sang qui s'amasse

En une fleur d'or

N'est pas prêt encor

À la dédicace.

Attends quelque peu,

Ceci n'est que jeu.


Cette frénésie

T'initie au but.

D'ailleurs, le salut

Viendra d'un Messie

Dont tu ne sens plus.

Depuis bien des lieues,

Les effluves bleues

Sous tes bras perclus.

Naufragé d'un rêve

Qui n'a pas de grève !


Vis en attendant

L'heure toute proche.

Ne sois pas prudent.

Trêve à tout reproche.

Fais ce que tu veux.

Une main te guide

À travers le vide

Affreux de tes vaux.

Un peu de courage,

C'est le bon orage.


Voici le Malheur

Dans sa plénitude.

Mais à sa main rude

Quelle belle fleur !

« La brûlante épine ! »

Un lis est moins blanc,

« Elle m'entre au flanc. »

Et l'odeur divine !

« Elle m'entre au cœur. »

Le parfum vainqueur !


« Pourtant je regrette,

Pourtant je me meurs,

Pourtant ces deux cœurs... »

Lève un peu la tête :

« Eh bien, c'est la Croix. »

Lève un peu ton âme

De ce monde infâme.

« Est-ce que je crois ? »

Qu'en sais-tu ? La Bête

Ignore sa tête,


La Chair et le Sang

Méconnaissent l'Acte.

« Mais j'ai fait un pacte

Qui va m'enlaçant

À la faute noire,

Je me dois à mon

Tenace démon :

Je ne veux point croire.

Je n'ai pas besoin

De rêver si **** !


« Aussi bien j'écoute

Des sons d'autrefois.

Vipère des bois,

Encor sur ma route ?

Cette fois tu mords. »

Laisse cette bête.

Que fait au poète ?

Que sont des cœurs morts ?

Ah ! plutôt oublie

Ta propre folie.


Ah ! plutôt, surtout,

Douceur, patience,

Mi-voix et nuance,

Et paix jusqu'au bout !

Aussi bon que sage,

Simple autant que bon,

Soumets ta raison

Au plus pauvre adage,

Naïf et discret,

Heureux en secret !


Ah ! surtout, terrasse

Ton orgueil cruel,

Implore la grâce

D'être un pur Abel,

Finis l'odyssée

Dans le repentir

D'un humble martyr,

D'une humble pensée.

Regarde au-dessus...

« Est-ce vous, Jésus ? »
Fable XV, Livre IV.


Le voisinage d'un clocher
Est un assez sot voisinage.
Soit dit sans le leur reprocher,
Les cloches ont certain langage
Dont on se fatigue aisément :
Langage à vous rompre la tête,
Langage à tout événement,
Langage en vogue également,
Un jour de deuil, un jour de fête,
De baptême ou d'enterrement.
Ainsi maints hommes de génie
Que le bon Dieu fit tout exprès
Pour ennuyer leur compagnie,
À tout propos, sur tous sujets,
À pérorer sont toujours prêts.
Mais ces gens-là n'ont pas l'excuse
Que la cloche peut opposer
À tout mécontent qui l'accuse
De rarement se reposer.

« Par trop si je me fais entendre,
Ami, dans sa mauvaise humeur,
Est-ce à moi que l'on doit s'en prendre
Qu'on s'en prenne au carillonneur ! »

Exposés au même reproche,
Que de médisants, aujourd'hui,
Ne sont pourtant, comme la cloche,
Qu'un instrument mû par autrui !
V.

Donc, les soldats français auront vu, jours infâmes !
Après Brune et Desaix, après ces grandes âmes
Que nous admirons tous,
Après Turenne, après Xaintraille, après Lahire,
Poulailler leur donner des drapeaux et leur dire
Je suis content de vous !

Ô drapeaux du passé, si beaux dans les histoires,
Drapeaux de tous nos preux et de toutes nos gloires,
Redoutés du fuyard,
Percés, troués, criblés, sans peur et sans reproche,
Vous qui dans vos lambeaux mêlez le sang de Hoche
Et le sang de Bayard,

Ô vieux drapeaux ! sortez des tombes. des abîmes !
Sortez en foule, ailés de vos haillons sublimes,
Drapeaux éblouissants !
Comme un sinistre essaim qui sur l'horizon monte,
Sortez, venez, volez, sur toute cette honte
Accourez frémissants !

Délivrez nos soldats de ces bannières viles !
Vous qui chassiez les rois, vous qui preniez les villes,
Vous en qui l'âme croit,
Vous qui passiez les monts, les gouffres et les fleuves,
Drapeaux sous qui l'on meurt, chassez ces aigles neuves,
Drapeaux sous qui l'on boit !

Que nos tristes soldats fassent la différence !
Montrez-leur ce que c'est que les drapeaux de France,
Montrez vos sacrés plis
Qui flottaient sur le Rhin, sur la Meuse et la Sambre,
Et faites, ô drapeaux, auprès du Deux-Décembre
Frissonner Austerlitz !

Jersey, du 7 au 13 janvier 1853.

— The End —