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quiero escribirte mil gordas,
gordas formadas en líneas,
gordas tiradas en el pasto,
gordas con sus lonjas libres y sin fajas ni pantalones dos tallas menos que asfixien los tejidos de mi piel:
quiero cantarte una gorda canción.

gordas pinches gordas,
gordo el culo gordo el corazón,
gordas las piernas y los muslos,
las caderas.... tentación.

gordas !gordas son las anchas glorietas de la avenida gorda de la ciudad gorda donde todos los gordos y las gordas bailan un son que dice:

tu eres golosa golosa y glotona, tu eres golosa golosa y glotona,
pinche gorda poderosa
tu eres fuerte tu eres diosa
tus curvas son deliciosas
templo lavado con miel
para mi tu eres sagrada
dulce, fuerte y cotizada

gorda tu eres toda gorda,
vos sos toda gorda,
amante gorda,
gorda estudiante,
gorda madre,
gorda hija,
gorda espíritu santa.

¡bienvenidos a gordaztlan!
donde mandamos las gordas
y nuestro proceso de colonización conlleva amar nuestras lonjas,
nuestra panza, nuestras chichotas.

¡donde nada es imperfecto!
ni el lunar bajo del labio,
ni los pelos de la panocha.

¡pasen pasen! por las anchas puertas de nuestro gordo destino,
dicen que la vida es flaca
pero gordo es el camino,
en una mano el elote
en la otra mano el pepino,

con tortillas, chile gordo,
gordolagas con tocino.

¡gorda! ¡gorda!
sube tallas
¡y ven a bailar conmigo!
Anais Vionet Nov 2023
Lisa and I had a party to hit-up. I can’t stay inside all the time, not on a Friday night anyway and a rooftop is the perfect place to mull over big questions and get the freshest commentary about cultural phenoms - intermixed with music, absotively.

There were several, large, coolers crammed with canned martinis - everything from little Tip-Tops to Tiki-*** Mai-Tais and Triple-Spice Margaritas - this is a partizzle. I wasn’t out to drown my romantic sorrows, but I quickly reached fuzzy and relaxed - which is where I wanted to go.

A massive thumping began, ‘Pitbull’ began spilling from the speakers (‘la la la la’) and the crowd of about 30 reacted in a kind of whooping, group seizure. Lisa clutched my arm wanting me to ‘drop it’ on the dance floor - I could only read her lips - “Come ON,” she pantomimed, and I was ready to make that commitment.

We’re here at Melon’s invitation (a Yale PhD friend), undergraduates don’t usually hang out with graduate students, so it was special to feel welcomed at this off-campus link-up. We’re on the third-floor roof of an office building, under the stars.

The setup reminded me of a Brooklyn warehouse rave Lisa once dragged me to. Multicolored lights, strung every which way overhead, provided a festive air and a round stone fire-pit provided both heat and a light that flickered against every walled surface, evoking something cave-like, deep and primitive - a genetic, stone-age, memory perhaps.

When the beats finally let up, we’d danced-out about 10 songs. Lisa and I sagged into our lawn chairs - fanning ourselves even though it was a cool evening. Between tracks, there was a murmur of in-town traffic and people passing below, forming the undifferentiated buzz of nightlife. “I’m starving,” I told Lisa, who nodded, “Me too - poor planning,” she updogged.

Right then, Melon came over. Melon (real name Milton) is 6’3 and maybe 450lbs. He reminds me of John Candy, with his blonde hair, ever-present smile and colorful Hawaiian shirts.
“You’re giggin,” he said, Mai-Tai in one hand and a lady in the other.
“Thanks for inviting us,” I said, with a nod, “this is nice,” indicating the roof setup.
“Yea,” he agreed, looking around and waving his drink, in greetings, to arriving people.
“I have something for you!” I told Melon, pulling a small bottle of cologne out of my bag.
“Oh, my God,” he said, lighting up like a Christmas tree, “Tobacco Vanille! You shouldn’t have.”
“You said that’s your favorite, ya?” “Yeah, but..” he began.
“You helped us move in,” I said, “It’s a thank you - from all the girls (I lied) and it’s our party gift!”
“Wow, well, thanks Peaches,” he said, adding “you’re cracked,” and gave me a one handed hug.
“Food’s on the way” he said, and then, like he’d forgotten something, “This is Ellen,” he said, turning so she rotated closer.” We only shook hands and nodded, because the music started again.

Not two minutes later, the metal door to the stairs swung open and several guys came up with catering trays of life-saving Tex-Mex from ‘Tacos Los Gordos,’ a couple of blocks away.

“Maybe there IS a God,” I pronounced, unheard in the din, my stomach growling in anticipation.

slang…
hit-up = attend
absotively = absolutely & positively
partizzle = party
giggin = having fun, dancing
updogged = adding a further comment to a comment string.
peaches = Melon calls me peaches ‘cause I’m from Georgia.
cracked = crazy
liz Oct 2012
Slick,
slick yellow lining
it protrudes from chins
and abdomens
and arms.
one can pass down genes
but just as easily
chicken fried steak
crisco
lard.
siempre son gordos
that is not genetic.
trestrece May 2014
A veces
veo a mis antiguos errores con cariño
a veces
veo a mis antiguos horrores con desgracia
o con arrepentimiento
aunque sinceramente
no lo hago
pues todo me dio algo
cada uno de ellos
de esos pequeños
grandes
altos
gordos
flacos errores

De todos aprendí
a confiar menos
a perder más
a entregarme ya sin esperar nada
de nadie
nunca más

Aprendí que todo lo que tengo se puede ir
o perder
o lo puedo dejar
desaparecer

Aprendí de ellos como morir
como hacer drama
como se pretende ser algo que no se es

Aprendí de ellos
que hay diferentes tipos de locuras
de celos
de penes
de cielos

Y de todos esos errores
aprendí que nada es más cierto
que los errores
que comete uno mismo

que no hay nada en ellos que cambiaría
y que en su momento
los adore como a nada
como si fueran el único
porque en su momento lo fueron

y disfrute cada caricia como disfruto cada recuerdo
pues no hay nada más puro que el amor
y la electricidad de la pasión.
Esas cosas que las acciones no demeritan
pues los sentimientos
son mas fuertes que la razón.

De todos ellos aprendí

de mis morenos
de mis blancos
de mis dientones o miopes errores
en algún momento
aprendí y viví.
Mil quinientos treinta y siete.
Julio. Sol vivo y radiante
En claro azul ilumina
El Valle de los Alcázares.
En la llanura no hay oro
Ni esmeraldas. Sólo hambre.

Del botín que recogieron
Cada cual tomó su parte.
Para Fernández de Lugo
Raudos mensajeros salen
Con oro y gemas, lo suyo,
Y con los quintos reales.
Y aquellos soldados rasos
Que mal cubrían sus carnes
Con harapos, y en Castilla
En algún feliz instante
Sólo unos ochavos vieron
Como premio a sus afanes,
Tejos de oro bien esconden
De compañeros rapaces,
Y si hambre sienten ahora,
Pensando en sus pegujales
Olvidan viejas angustias,
Pues ya se ven por las calles
De Madrid o de Sevilla
Luciendo vistosos trajes,
O requiriendo de amores
A las manolas ya amables,
Y que antes a sus requiebros
Respondían con desaires;
O bien de dones oyéndose
Llamar, con aire arrogante,
Porque es baldón la pobreza
Y el oro las puertas abre.

Viendo gordos los caballos
Quesada, y a sus infantes
Aburridos, y perdiendo
Sus tejos junto a los naipes,
Su ocupación sólo entonces,
Y estando quietos los sables,
Una expedición ordena
A la tierra de los panches.

El Capitán Juan de Céspedes
Con unos valientes sale
Por tierra de «sutagaos».
Marcha y se traba el combate.
Con flechas envenenadas
Caballos e infantes caen.
No es ésta la raza muisca:
En sus venas otra sangre
Corre. Batalla dudosa
En los ásperos breñales,
Hasta que rueda el Cacique
De lanzada formidable.

¡Sangre de panches ardiente
Como fuego de volcanes!
Triunfó al fin España... pero
Sobre el último cadáver!

Y Quesada cavilaba:
¿Qué montañas o qué valles
Ocultarán en sus vetas
Las esmeraldas radiantes
Que he visto ante mí, suspenso,
En diademas y collares?
¿Cerca?... ¿Lejos? Pues si es lejos
No importa arriesgado viaje.
Esmeraldas son ducados
Y ducados son alcázares;
Vestes de grana en la Corte
Y de nobles homenaje.

Y de pronto, por un indio,
Dónde está la mina sabe.
¡Somondoco! A Somondoco
Van y socavones abren;
Y a las piedras adheridas
Aparecen destacándose
En claroscuro las gemas,
Que entre perlas y diamantes
Habrán de ser en el mundo
Gala en coronas reales.

Otro secreto los indios
Guardaban, secreto grave,
Pero logró descubrirlo
Deuda de vertida sangre.
Rey en dominios potente
Gobernaba extenso valle,
Dueño de ricos tesoros
Y súbditos a millares;


Su nombre, Quimuinchateca,
De Tunja temido Zaque.
Y a vencer ya acostumbrados,
Todos para Tunja parten.
Con regalos detenerlos
Quiso y corteses mensajes,
Pues tiempo ganar quería
Para llevar a distante
Lugar sus riquezas todas;
Pero avanzaron.
La tarde
Iluminaba el palacio;
El cercado roto cae,
Y en los muros planchas de oro
Vivo incendio fingen, ante
Los rojizos resplandores
Del sol, ya pronto a apagarse.

Acero en mano, Quesada
Entra con diez oficiales;
De sus enormes espuelas
Las rodajas y los sables,
Y sus cascos y sus cotas
Y sus barbados semblantes,
Y el relinchar en el patio,
No amedrentaron al Zaque.
Quesada intenta abrazarlo;
Nunca lo ha tocado nadie.
Los nobles y guardias gritan
Ante ese inaudito ultraje.
Crece el tumulto. Y entonces
Antón de Olalla, el semblante
Adusto, y de brazo fuerte
Al Zaque agarra. Salvaje
Gritería oyose... Todo
Por libertarlo fue en balde,
Y a un aposento contiguo
Fue entre arcabuces y sables.

Esforzados en la guerra,
Y ante el peligro tenaces,
Y con la muerte ceñuda
En desafío constante,
Pero siempre sed de oro
En sus almas, insaciable,
Al Templo del Sol, a Iraca,
Parten jinetes e infantes.

Más oro... más esmeraldas..
Ayer contra los alfanges
Agarenos y un ochavo
Como premio en los combates.
Ahora... esmeraldas y oro...
¿Quién podría creer antes
Que pedigüeños de antaño
Llegaran a ser magnates?

El templo de Sugamuxi! . . .
Allá en el fondo del valle,
Va apareciendo imponente:
El más rico y el más grande
De toda la raza muisca,
Templo de gruesos pilares,
Y de muros recamados
De petos de oro, en que el arte
De orfebres chibchas, serpientes,
Ranas, ciervos, tigres y aves
Grabó; donde el Gran Pontífice
Al sol le rinde homenaje,
Todo cubierto de blanco
Mientras aroma de gaque
Sube de los pebeteros
Al son de mayas cantares
Que por tradición se guardan
En un extraño lenguaje
-Tal vez el que habló Bochica
En muy remotas edades-
-Cantares que entonan vírgenes
Trenzando rítmico baile,
Ante enorme sol de oro
Que ciega por fulgurante.

Llegaron todos al frente
Del templo, al caer la tarde.
Mañana, dijo Quesada
Será nuestro día grande...
¡A dormir y a soñar todos!
Y que Fray Domingo alabe
Al cielo, que aquí nos manda,
Entre peligros y afanes,
Para enseñar a estos indios
Que el amontonar caudales,
Habiendo en el mundo pobre,
Es pecado imperdonable.

Y en tanto que todos duermen,
Dos soldados deslizándose
Entre las sombras penetran
Al templo. De seca y frágil
Paja, llevan dos hachones
Encendidos; fulgurantes
Radian las paredes. Oro,
Más oro y gemas vivaces;
Todo parece en las sombras
Como una aurora que arde.

De las manos de uno de ellos
Un hachón al suelo cae,
Porque ante tanta riqueza
Helada siente la sangre.
Se incendia el tapiz de esparto,
El fuego al santuario invade,
Rápido salta a los muros
Y a cortinas y a pilares;
Aprisa los dos soldados
Entre el fuego ruta se abren
Y entre el fuego, Sugamuxi
Es llamarada radiante.

Quesada y su tropa sueñan;
El paraíso se abre
En su soñar. Esmeraldas
Y oro ven, en manantiales
Que corren y corren. Oro,
Y esmeraldas en sus márgenes;
Selvas con gemas por hojas,
Y frutas de oro en los árboles...

La voz de incendio de pronto
Oyen. Aterrados salen.
Gran resplandor cubre el cielo;
De humo tromba formidable
Asciende. Los indios lanzan
Alaridos por las calles.

Y Quesada, en tanto, mira
Las llamas, mudo y exánime,
Cual si el infierno en la tierra
Hubiera abierto sus fauces.
Rui Serra Apr 2014
A relva
manto de veludo estendido
Burgueses - gordos sebentos
bebericam o sangue de Deus
Orgias, sob cúpulas douradas
Loucos
velhos avarentos
diversão de crianças
No declínio da noite
uma criança descalça
Almas sem valor
Uma ave
morte
dor
lágrimas
sofrimento
Olho o filme
. . . de repente
Uma porta
medo
uma luz, dia.
Era escasa la pitanza
En el Asilo de locos.

Don José Solís, Virrey
Entre Virreyes rumboso,
Que cuanto daba a los pobres
Lo juzgaba siempre poco,
De esa escasez supo un día
Contrariado y con asombro,
Porque al Asilo enviaba
Siempre ayuda generoso,
Y al instante a su presencia
Llamando a su mayordomo,
Y entregándole una bolsa
Le dijo: «Con este oro
Quiero que se dé un almuerzo
Mañana mismo a los locos,
Pero un almuerzo abundante,
Un almuerzo apetitoso,
Como esos, según decires,
Que acostumbran los canónigos,
Y que por eso, rollizos
Se les ve subir al coro,
Aunque afirman que es la vida
Sin pecados, lo que sólo
Hace que Dios los conserve
Con buena salud y gordos.
Siempre de pecados me hablan,
Las manos en el redondo
Vientre cruzadas, sabiendo
Que al cielo ofendemos todos,
Unos pecando a escondidas
Y no ocultándonos otros».

De verse eran las espuertas:
Pavos asados al horno,
Papas con queso, esponjadas,
Y carnes con blancos trozos
De cebolla, y con lechugas,
Postres variados, bizcochos
Hechos por monjas, y dulces...
Todo allí servido a rodo.

El Virrey pensó: «La dicha
Se puede alcanzar con poco».

Temprano, al día siguiente,
Fue al Asilo. Vienen todos
Carilargos... Y él creía
Encontrarlos muy dichosos.

-«¿Cómo almorzasteis?», pregunta.
Y uno, inclinando los ojos
Le responde bostezando:
-«¿Cómo almorzamos? Nosotros,
Señor Virrey, como frailes,
Y los frailes como locos».
decir que esa mujer era dos mujeres es decir poquito
debía tener unas 12.397 mujeres en su mujer
era difícil saber con quién trataba uno
en ese pueblo de mujeres  / ejemplo:

yacíamos en un lecho de amor /
ella era un alba de algas fosforescentes /
cuando la fui a abrazar
se convirtió en singapur llena de perros que aullaban / recuerdo
cuando se apareció envuelta en rosas de aghadir /
parecía una constelación en la tierra /
parecía que la cruz del sur había bajado a la tierra /
esa mujer brillaba como la luna de su voz derecha /

como el sol que se ponía en su voz /
en las rosas estaban escritos todos los nombres de esa mujer menos uno /
y cuando se dio vuelta / su nuca era el plan económico /
tenía miles de cifras y la balanza de muertes favorable a la dictadura militar / o sea

nunca sabía uno adónde iba a parar esa mujer /
yo estaba ligeramente desconcertado / una noche
le golpié el hombro para ver con quién era
y vi en sus ojos desiertos un camello / a veces

esa mujer era la banda municipal de mi pueblo   /
tocaba dulces valses hasta que el trombón empezaba a desafinar /
y los demás desafinaban con él /
esa mujer tenía la memoria desafinada /

usté podía amarla hasta el delirio /
hacerle crecer días del **** tembloroso /
hacerla volar como pajarito de sábana /
al día siguiente se despertaba hablando de malevíc /

la memoria le andaba como un reloj con rabia /
a las tres de la tarde se acordaba del mulo
que le pateó la infancia una noche del ser /
ellaba mucho esa mujer y era una banda municipal /

la devoraron todos los fantasmas que pudo
alimentar con sus miles de mujeres /
y era una banda municipal desafinada
yéndose por las sombras de la placita de mi pueblo /

yo / compañeros / una noche como ésta que
nos empapan los rostros que a lo mejor morimos /
monté en el camellito que esperaba en sus ojos
y me fui de las costas tibias de esa mujer /

callado como un niño bajo los gordos buitres
que me comen de todo /  menos el pensamiento
de cuando ella se unía como un ramo
de dulzura y lo tiraba en la tarde /

— The End —