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¿Por qué volvéis a la memoria mía,
Tristes recuerdos del placer perdido,
A aumentar la ansiedad y la agonía
De este desierto corazón herido?
¡Ay! que de aquellas horas de alegría
Le quedó al corazón sólo un gemido,
Y el llanto que al dolor los ojos niegan
Lágrimas son de hiel que el alma anegan.

¿Dónde volaron ¡ay! aquellas horas
De juventud, de amor y de ventura,
Regaladas de músicas sonoras,
Adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras.
Sus alas de carmín y nieve pura,
Al sol de mi esperanza desplegando,
Pasaban ¡ay! a mi alredor cantando.

Gorjeaban los dulces ruiseñores,
El sol iluminaba mi alegría,
El aura susurraba entre las flores,
El bosque mansamente respondía,
Las fuentes murmuraban sus amores...
ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh, cuán suave resonó en mi oído
El bullicio del mundo y su ruido!

Mi vida entonces, cual guerrera nave
Que el puerto deja por la vez primera,
Y al soplo de los céfiros suave
Orgullosa desplega su bandera,
Y al mar dejando que sus pies alabe
Su triunfo en roncos cantos, va velera,
Una ola tras otra bramadora
Hollando y dividiendo vencedora.

¡Ay! en el mar del mundo, en ansia ardiente
De amor velaba; el sol de la mañana
Llevaba yo sobre mi tersa frente,
Y el alma pura de su dicha ufana:
Dentro de ella el amor, cual rica fuente
Que entre frescuras y arboledas mana,
Brotaba entonces abundante río
De ilusiones y dulce desvarío.

Yo amaba todo: un noble sentimiento
Exaltaba mi ánimo, Y sentía
En mi pecho un secreto movimiento,
De grandes hechos generoso guía:
La libertad, con su inmortal aliento,
Santa diosa, mi espíritu encendía,
Contino imaginando en mi fe pura
Sueños de gloria al mundo y de ventura.

El puñal de Catón, la adusta frente
Del noble Bruto, la constancia fiera
Y el arrojo de Scévola valiente,
La doctrina de Sócrates severa,
La voz atronadora y elocuente
Del orador de Atenas, la bandera
Contra el tirano Macedonio alzando,
Y al espantado pueblo arrebatando:

El valor y la fe del caballero,
Del trovador el arpa y los cantares,
Del gótico castillo el altanero
Antiguo torreón, do sus pesares
Cantó tal vez con eco lastimero,
¡Ay!, arrancada de sus patrios lares,
Joven cautiva, al rayo de la luna,
Lamentando su ausencia y su fortuna:

El dulce anhelo del amor que guarda,
Tal vez inquieto y con mortal recelo;
La forma bella que cruzó gallarda,
Allá en la noche, entre medroso velo;
La ansiada cita que en llegar se tarda
Al impaciente y amoroso anhelo,
La mujer y la voz de su dulzura,
Que inspira al alma celestial ternura:

A un tiempo mismo en rápida tormenta
Mi alma alborotaban de contino,
Cual las olas que azota con violenta
Cólera impetuoso torbellino:
Soñaba al héroe ya, la plebe atenta
En mi voz escuchaba su destino:
Ya al caballero, al trovador soñaba,
Y de gloria y de amores suspiraba.

Hay una voz secreta, un dulce canto,
Que el alma sólo recogida entiende,
Un sentimiento misterioso y santo,
Que del barro al espíritu desprende;
Agreste, vago y solitario encanto
Que en inefable amor el alma enciende,
Volando tras la imagen peregrina
El corazón de su ilusión divina.

Yo, desterrado en extranjera playa,
Con los ojos extático seguía
La nave audaz que en argentado raya
Volaba al puerto de la patria mía:
Yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
Solo y perdido en la arboleda umbría,
Oír pensaba el armonioso acento
De una mujer, al suspirar del viento.

¡Una mujer!  En el templado rayo
De la mágica luna se colora,
Del sol poniente al lánguido desmayo
Lejos entre las nubes se evapora;
Sobre las cumbres que florece Mayo
Brilla fugaz al despuntar la aurora,
Cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
Juega en las aguas del sereno río.

¡Una mujer!  Deslizase en el cielo
Allá en la noche desprendida estrella,
Si aroma el aire recogió en el suelo,
Es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
Cruza la esfera, y que su planta huella,
Y en la tarde la mar olas le ofrece
De plata y de zafir, donde se mece.

Mujer que amor en su ilusión figura,
Mujer que nada dice a los sentidos,
Ensueño de suavísima ternura,
Eco que regaló nuestros oídos;
De amor la llama generosa y pura,
Los goces dulces del amor cumplidos,
Que engalana la rica fantasía,
Goces que avaro el corazón ansía:

¡Ay! aquella mujer, tan sólo aquélla,
Tanto delirio a realizar alcanza,
Y esa mujer tan cándida y tan bella
Es mentida ilusión de la esperanza:
Es el alma que vívida destella
Su luz al mundo cuando en él se lanza,
Y el mundo, con su magia y galanura
Es espejo no más de su hermosura:

Es el amor que al mismo amor adora,
El que creó las Sílfides y Ondinas,
La sacra ninfa que bordando mora
Debajo de las aguas cristalinas:
Es el amor que recordando llora
Las arboledas del Edén divinas:
Amor de allí arrancado, allí nacido,
Que busca en vano aquí su bien perdido.

¡Oh llama santa! ¡celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡memoria
Acaso triste de un perdido cielo,
Quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh qué mujer! ¡qué imagen ilusoria
Tan pura, tan feliz, tan placentera,
Brindó el amor a mi ilusión primera!...

¡Oh Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡Ah! ¿dónde estáis que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días,
No consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh! los que no sabéis las agonías
De un corazón que penas a millares
¡Ay! desgarraron y que ya no llora,
¡Piedad tened de mi tormento ahora!

¡Oh dichosos mil veces, sí, dichosos
Los que podéis llorar! y ¡ay! sin ventura
De mí, que entre suspiros angustiosos
Ahogar me siento en infernal tortura.
¡Retuércese entre nudos dolorosos
Mi corazón, gimiendo de amargura!
También tu corazón, hecho pavesa,
¡Ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!

¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
Que fuera eterno manantial de llanto,
Tanto inocente amor, tanta alegría,
Tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
En que perdido el celestial encanto
Y caída la venda de los ojos,
Cuanto diera placer causara enojos?

Aun parece, Teresa, que te veo
Aérea como dorada mariposa,
Ensueño delicioso del deseo,
Sobre tallo gentil temprana rosa,
Del amor venturoso devaneo,
Angélica, purísima y dichosa,
Y oigo tu voz dulcísima y respiro
Tu aliento perfumado en tu suspiro.

Y aún miro aquellos ojos que robaron
A los cielos su azul, y las rosadas
Tintas sobre la nieve, que envidiaron
Las de Mayo serenas alboradas:
Y aquellas horas dulces que pasaron
Tan breves, ¡ay! como después lloradas,
Horas de confianza y de delicias,
De abandono y de amor y de caricias.

Que así las horas rápidas pasaban,
Y pasaba a la par nuestra ventura;
Y nunca nuestras ansias la contaban,
Tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas ¡ay! huyendo nos miraban
Llanto tal vez vertiendo de ternura;
Que nuestro amor y juventud veían,
Y temblaban las horas que vendrían.

Y llegaron en fin: ¡oh! ¿quién impío
¡Ay! agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
Manantial de purísima limpieza;
Después torrente de color sombrío
Rompiendo entre peñascos y maleza,
Y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
Entre fétido fango detenidas.

¿Cómo caiste despeñado al suelo,
Astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
A este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
Del serafín, y en ondas fulguroso
Rayos al mando tu esplendor vertía,
Y otro cielo el amor te prometía.

Mas ¡ay! que es la mujer ángel caído,
O mujer nada más y lodo inmundo,
Hermoso ser para llorar nacido,
O vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido,
Abrasara con fuego del profundo
La primera mujer, y ¡ay! aquel fuego
La herencia ha sido de sus hijos luego.

Brota en el cielo del amor la fuente,
Que a fecundar el universo mana,
Y en la tierra su límpida corriente
Sus márgenes con flores engalana.
Mas ¡ay! huid: el corazón ardiente
Que el agua clara por beber se afana,
Lágrimas verterá de duelo eterno,
Que su raudal lo envenenó el infierno.

Huid, si no queréis que llegue un día
En que enredado en retorcidos lazos
El corazón con bárbara porfía
Luchéis por arrancároslo a pedazos:
En que al cielo en histérica agonía
Frenéticos alcéis entrambos brazos,
Para en vuestra impotencia maldecirle,
Y escupiros, tal vez, al escupirle.

Los años ¡ay! de la ilusión pasaron,
Las dulces esperanzas que trajeron
Con sus blancos ensueños se llevaron,
Y el porvenir de oscuridad vistieron:
Las rosas del amor se marchitaron,
Las flores en abrojos convirtieron,
Y de afán tanto y tan soñada gloria
Sólo quedó una tumba, una memoria.

¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
Un pesar tan intenso!  Embarga impío
Mi quebrantada voz mi sentimiento,
Y suspira tu nombre el labio mío.
Para allí su carrera el pensamiento,
Hiela mi corazón punzante frío,
Ante mis ojos la funesta losa,
Donde vil polvo tu bondad reposa.

Y tú, feliz, que hallastes en la muerte
Sombra a que descansar en tu camino,
Cuando llegabas, mísera, a perderte
Y era llorar tu único destino:
¡Cuando en tu frente la implacable suerte
Grababa de los réprobos el sino!
Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
Y otra vez ángel, te volviste al cielo.

Roída de recuerdos de amargura,
Árido el corazón, sin ilusiones,
La delicada flor de tu hermosura
Ajaron del dolor los aquilones:
Sola, y envilecida, y sin ventura,
Tu corazón secaron las pasiones:
Tus hijos ¡ay! de ti se avergonzaran
Y hasta el nombre de madre te negaran.

Los ojos escaldados de tu llanto,
Tu rostro cadavérico y hundido;
único desahogo en tu quebranto,
El histérico ¡ay! de tu gemido:
¿Quién, quién pudiera en infortunio tanto
Envolver tu desdicha en el olvido,
Disipar tu dolor y recogerte
En su seno de paz? ¡Sólo la muerte!

¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
En ti, mezquina sociedad, lanzada
A romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
Allá vaga, a merced de la tormenta,
En las olas tal vez náufraga tabla,
Que sólo ya de sus grandezas habla.

Un recuerdo de amor que nunca muere
Y está en mi corazón: un lastimero
Tierno quejido que en el alma hiere,
Eco suave de su amor primero:
¡Ay de tu luz, en tanto yo viviere,
Quedará un rayo en mí, blanco lucero,
Que iluminaste con tu luz querida
La dorada mañana de mi vida!

Que yo, como una flor que en la mañana
Abre su cáliz al naciente día,
¡Ay, al amor abrí tu alma temprana,
Y exalté tu inocente fantasía,
Yo inocente también ¡oh!, cuán ufana
Al porvenir mi mente sonreía,
Y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo
Pensé contigo remontarme al cielo!

Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
En tus brazos en lánguido abandono,
De glorias y deleites rodeado
Levantar para ti soñé yo un trono:
Y allí, tú venturosa y yo a tu lado.
Vencer del mundo el implacable encono,
Y en un tiempo, sin horas ni medida,
Ver como un sueño resbalar la vida.

¡Pobre Teresa!  Cuando ya tus ojos
Áridos ni una lágrima brotaban;
Cuando ya su color tus labios rojos
En cárdenos matices se cambiaban;
Cuando de tu dolor tristes despojos
La vida y su ilusión te abandonaban,
Y consumía lenta calentura,
Tu corazón al par de tu amargura;

Si en tu penosa y última agonía
Volviste a lo pasado el pensamiento;
Si comparaste a tu existencia un día
Tu triste soledad y tu aislamiento;
Si arrojó a tu dolor tu fantasía
Tus hijos ¡ay! en tu postrer momento
A otra mujer tal vez acariciando,
Madre tal vez a otra mujer llamando;

Si el cuadro de tus breves glorias viste
Pasar como fantástica quimera,
Y si la voz de tu conciencia oíste
Dentro de ti gritándole severa;
Si, en fin, entonces tú llorar quisiste
Y no brotó una lágrima siquiera
Tu seco corazón, y a Dios llamaste,
Y no te escuchó Dios, y blasfemaste;

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel! ¡martirio horrendo!
¡Espantosa expiación de tu pecado,
Sobre un lecho de espinas, maldiciendo,
Morir, el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
Presente a tu conciencia lo pasado,
Buscando en vano, con los ojos fijos,
Y extendiendo tus brazos a tus hijos.

¡Oh! ¡cruel! ¡muy cruel!... ¡Ay! yo entretanto
Dentro del pecho mi dolor oculto,
Enjugo de mis párpados el llanto
Y doy al mundo el exigido culto;
Yo escondo con vergüenza mi quebranto,
Mi propia pena con mi risa insulto,
Y me divierto en arrancar del pecho
Mi mismo corazón pedazos hecho.

Gocemos, sí; la cristalina esfera
Gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
Del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
Los campos pinta en la estación florida;
Truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?
Victor Marques Feb 2014
Espero a madrugada

A noite escura estava cansada,
De esperar pela madrugada.
O galo ansioso por todos despertar,
Eu abandono-me a este fenómeno peculiar.

No ermo onde existe um Senhor da Boa morte,
Noite escura em Castanheiro do Norte.
Os cedros parecem ter luz,
Eu perdido no silêncio que seduz.

A noite aqui é simples, singular,
A madrugada de encantar.
Candeias de outrora, cavalos e suas ferraduras,
Madrugada de anseios e aventuras.

O vento sopra solitário e as mimosas são fustigadas,
As madrugadas que tantas vezes foram madrugadas.
E eu aqui sozinho espreito com curiosidade,
Uma madrugada sem tempo nem idade.

Victor Marques
madrugada, noite, espera
Uno entiende, pero los demas?
Y no digamos los demas, ella?
Por que si ella y yo entendemos…
Basta para que se sobreentienda

Y que ganamos con que se sobreentienda
Pues nada, ni se gana, ni se pierde
Pero se mantiene la ventana abierta
Al dulce recital de su narrativa

Del otro lado del mundo, puede ser
Pero al leerla la siento debajo de mi
Motivado a seguir escribiendo
Y ansioso por leerla otravez

Ella se burla de mis ataduras a mi ciudad
Mientras añoro con ella viajar
Siguiendo por la vida sin saber
En que momento va a llenar mi ser
Esperas ansioso, desesperado
por tan solo un pedazo de nada.
onirico recuerdo
de la noche ajena,
Como si pasara un siglo
en la camara donde los huesos
crujen,
donde la mandibula se aprieta.
Sufres como un mártir, tu cara pide la tortura.
Una viviseccion en la pierna
Juegan con tus nervios
como estambre entrelazado
Mientras esperas el siguiente castigo...
piensas en todas las mentiras.
se van apilando
como una vertebra.
Pero esa infame medula
no me deja olvidar
los momentos que ya deberia haber olvidado.
los repaso con tragico fervor.
Prefiero que me mientas
a que no me digas nada.
...
O coração não mais bate ansioso
Não se queixa se se parte
Mudo, calado,
Pede que me esqueça que existe
E que sucumba,
Muda, calada,
Ao vazio que me toma o peito
Para que nele faça casa novamente.

A cabeça divaga, inquieta,
Queixando-se só de não se queixar
Calada, indiferente,
À impulsividade que me toma
E que me torna,
Feroz, calada,
Num outro animal qualquer
Que me rasga a pele e alma sujas.

Sou presa e predadora nesta Primavera que chega
Não mais borboleta mas fera sedenta
Do sangue que em si mesma corre
Feroz, abafada,
Por drogas rotineiras
E uma cabeça que se não cala
Abafada, empurrada,
Por whiskey rasca e brancos quentes
Caio no ímpasse do quase esquecimento.
O corpo que me prende não é o meu
O Ser, levou-o a nortada
Sou só sentires inexistentes e pensares duvidosos
Matei-me e, impura, continuo a viver
Presa na vida e presa de mim.
Lua Bastos Apr 2015
Apavorada
Minhas mãos tremem a cada segundo
Presa em um lugar pequeno
Logo vejo uma asma aflorar em meio da respiração
Há uma imensidão
Porém,
estou sufocada.
''Não me humilhe. Não diga nada.''
Preciso fugir daqui. Encontrar algo novo
Assustada
Passarinhos voam em um céu nublado
Espíritos me apavoram
Procuro conforto
Correr. Correr. Encontrar um novo lugar
Mover a expressão encubada em minha face.
Por um instante,
parecia calmo
Como se todo o pecado tivesse sido lavado
e como se tudo fosse novo.
Um recomeço
Impressão
Ele apenas havia começado a beber todo o vinho
Esquecendo da ostea
Enganando pessoas
Corroendo outras
Tudo é ansioso novamente.
Fugir de problemas.
Deixar pessoas.
Sem remorso algum.
Sem deixar as lágrimas caírem ou o coração pesado.
Lágrimas parecem me afogar.
Abraçando minhas gélidas pernas.
Espíritos dançam em minha volta.
Olhos pesados. Doloridos.
Tudo não se passa de uma ilusão.
Joga-los para o fundo.
Me esconder na escuridão.
Fugir de pessoas. Deixa-las.
Respirar.
Fulge mi cigarrillo;
su luz se limpia en pólvoras de alerta.
Y a su guiño amarillo
entona un pastorcillo
el tamarindo de su sombra muerta.
Ahoga en una enérgica negrura,
el caserón entero
la mustia distinción de su blancura.
Pena un frágil aroma de aguacero.
Están todas las puertas muy ancianas,
y se hastía en su habano carcomido
una insomne piedad de mil ojeras.
Yo las dejé lozanas;
y hoy las telarañas han zurcido
hasta en el corazón de sus maderas,
coágulos de sombra oliendo a olvido.
La del camino, el día
que me miró llegar, trémula y triste,
mientras que sus dos brazos entreabría,
chilló como en un llanto de alegría.
Que en toda fibra existe
para el ojo que ama, una dormida
novia perla, una lágrima escondida.
Con no sé qué memoria secretea
mi corazón ansioso.
-Señora?... -Sí, señor; murió en la aldea;
aún la veo envueltita en su rebozo
Y la abuela amargura
de un cantar neurasténico de paria
¡oh, derrotada musa legendaria!
afila sus melódicos raudales
bajo la noche oscura:
como si abajo, abajo,
en la turbia pupila de cascajo
de abierta sepultura,
celebrando perpetuos funerales,
se quebrasen fantásticos puñales.
Llueve..., llueve... Sustancia el aguacero,
reduciéndolo a fúnebres olores,
el humor de los viejos alcanfores
que velan tahuashando en el sendero
con sus ponchos de hielo y sin sombrero.
Casi mediando por filo
El siglo decimosexto,
Pues sólo faltaba un año
Para diez lustros completos,
Un pregón del Santo Oficio
Puso en gran alarma a México
Asombrando a la nobleza
Y a la plebe dando miedo.
Iban a ser conducidos
Con gran pompa al Quemadero
Más de cien penitenciados,
De grandes crímenes reos.

Herejes y judaizantes,
Desde largo tiempo presos,
Y firmes en las doctrinas
De Moisés y de Lutero,
De sus terribles sentencias
Fijado el lúgubre término
Pronto como relajados
Iban a ser un ejemplo,
Una sagrada enseñanza,
Prueba, verdad y escarmiento
De que los hijos del diablo
Deben morir en el fuego.

Alzáronse inmensas piras
Sobre aquel lugar siniestro,
Donde hallamos una plaza
de mercado en nuestros tiempos,
Al lado sur del Palacio
Donde reside el Gobierno.
Cansáronse muchos hombres,
Gastóse mucho dinero
En los mil preparativos
Del auto de fe más *****
Que la Inquisición registra
En su historia en nuestro suelo.

Y corrió de boca en boca,
Jurando todos ser cierto,
Que ordenaba el Santo Oficio
Que desde el conde al pechero
Revistieran las fachadas
De sus propios aposentos
Con todo lo que mostrase
Aflicción, terror y duelo.

Que en balcones y ventanas
De las casas del trayecto,
Que recorrer deberían
Hasta el suplicio los reos,
Se pusieran crucifijos
Con verdes ceras ardiendo;
Lazos y cortinas negras,
Ramas de ciprés con heno
Y por únicos adornos
Los atributos más tétricos
De estatuas y de retablos
En tumbas y cementerios.

Que al pasar la comitiva,
Con numeroso cortejo
De inquisidores y jueces
Y de verdugos y pueblo,
Ninguno hablara en voz alta
Para no ofender al cielo,
Y que de todas las bocas
Salieran fervientes rezos,
Para así atenuar un tanto
La suerte de los confesos.
Que era obligación de todos
Rezar contritos el Credo
Y repetirlo las veces
Que les permitiera el tiempo
Que tardaran en cambiarse
En cenizas los incrédulos.

Por último el Santo Oficio,
A nobles como a plebeyos,
Ordenaba que llevasen
En torno del Quemadero
A sus esposas e hijos
Para tomar escarmiento
De cómo padece y muere
Y causa terror un réprobo.

Y les previno asimismo
Que aquel que por sentimiento,
Por compasión o ternura
En instantes tan supremos
Solicitara clemencia
O indulto para los reos,
A las terribles hogueras
Fuera arrojado con éstos.

Y se mandó que ninguna
De las gentes de este Reino
Pudiera asistir al auto
Ni conocer a los reos
Sin haber en su parroquia
Cumplidos los sacramentos
Que lavan de toda culpa
Y curan de todo yerro.

Con tan graves prescripciones
Los habitantes de México
Esperaban el instante
En que un castigo tremendo
Iba a cumplirse, llevando
Cien hombres al Quemadero.
No hay plazo que no se cumpla,
Dice un sabido proverbio,
Y al fin llegó la alborada
Que ansioso esperaba el pueblo.
Dentro de las tristes celdas
A los infelices reos
Sus verdugos de rodillas
Estas cosas les dijeron:

«Nosotros, que vuestras vidas
Por mandato cortaremos,
Vuestro perdón demandamos
En nombre del Juez Supremo
A quien también le pedimos
Que os liberte del infierno».

Y esta fórmula cumplida
Visten con hopa a los presos,
Y los disponen y alistan
para caminar al fuego.

Entre todos, allí estaba
Ocupando el primer puesto
Un judaizante muy rico
y de carácter de hierro.

Contaban propios y extraños,
En público y en secreto
Que vino a la Nueva España
A dedicarse al comercio.

Construyó un amplio palacio
Un tanto churrigueresco,
En el barrio más distante
De la capital del reino.

Y arregló en el piso bajo
Una casa de comercio
Con dos puertas, de las cuales
Una tuvo el privilegio

De que si entraba por ella
Un comprador forastero,
Sacaba, sin explicárselo,
Más baratos los efectos.

Así vivió sin zozobras
El mercader mucho tiempo,
Y le debió a una desgracia
Turbar tan dulce sosiego.

Tuvo entre su muchedumbre
A una mujer a quien dieron
Orden de que investigase
De aquel hombre los secretos;
Y ella, astuta y maliciosa,
Y fanática en extremo
Llegaba noche por noche
Junto a la alcoba del dueño,
Y no le vio santiguarse
Ni le escuchó ningún rezo.

Pero sí notó que siempre
Se escucharan raros ecos
De golpes, como si diera
Azotes en algún cuerpo;
Miró por la cerradura
Y vio con asombre inmenso
Que aquel hombre fustigaba
Con un rebenque de cuero
A un Niño Jesús, desnudo
Y tendido sobre el suelo.

Le dio parte a la justicia
Y no pasó mucho tiempo
Sin que al hereje encontrara
El inquisidor Aldeño,
Dando golpes a la imagen
Del Príncipe de los Cielos.

Registrada aquella casa,
Encontraron que el hebreo
En una de las dos puertas
De su casa de comercio
Enterró dos crucifijos
Y formaba su contento
Vender al que los pisaba
Más baratos los efectos.

Por crímenes tan terribles,
Por tan grandes sacrilegios,
Sentenciólo el Santo Oficio
A ser arrojado al fuego,
Con coraza en la cabeza
Y sambenito en el cuerpo,
Conducido con una mula,
Montado en sentido inverso,
Con el rostro hacia la cola,
Custodiado por dos negros.

Y que después de quemado,
Para enseñanza del pueblo,
Se esparcieran las cenizas
En alto a los cuatro vientos,
Confiscándose sus bienes,
Su habitación maldiciendo,
Regando con sal y lumbre
Los muros y los cimientos
Y condenando a sus hijos
A calabozo perpetuo.
Cuentan viejos pergaminos
Que el excomulgado reo,
Cuando al suplicio marchaba
Daba pavor por blasfemo.

Y que la mula elegida
Para conducir su cuerpo
Se encabritó tantas veces
Que dio con él en el suelo;
Y temiéndose que vivo
No llegara al Quemadero,
Ordenaron que subiera
Para sujetarlo un *****,
Que lo estrechó entre sus brazos
En gran parte del trayecto.

El pueblo que contemplaba
Tan espantosos sucesos,
Sin explicarse el motivo,
Dijo para sus adentros:
«Este hereje lleva el diablo
Tan bien metido en el cuerpo,
Que ni la mula aguanta
Para no ofender al cielo».

Por ventanas y balcones,
En vez de salmos y rezos,
Le arrojaban anatemas,
Maldiciones y denuestos;
Y como era mes de julio
En que siempre llueve en México,
Y estaba el cielo nublado
Y nada agradable el cierzo,
Las gentes se sospechaban
Que por no ver al blasfemo,
Entre cenicientas nubes
Permaneció el sol envuelto.

Así al horrible suplicio
Llegaron a pasos lentos
Más de cien excomulgados,
Todos firmes y confesos.

Tocó el turno al israelita
Que fue entre todos aquellos
El primer quemado vivo
Por sus grandes sacrilegios.

Y dicen que al verse atado
Al tosco mástil de hierro
Y cuando ya lo envolvían
Las rojas lenguas del fuego,
Les gritaba a los verdugos
Con tosco y rabioso acento
«Echen más leña, infelices,
Que me cuesta mi dinero».
Han transcurrido dos siglos
Y aún está de pie y entero
El palacio en que habitara
El infortunado reo.

Llamóse Tomás Tremiño;
No murió joven ni viejo
Y fue de carácter firme
Y de condición discreto.

No se ha borrado su nombre
De la memoria del pueblo,
Porque siempre el infortunio
Del cristiano y del hebreo
Hace palpitar llorando
A los corazones buenos.

Y se encomia y se bendice
Y se aplaude con anhelo
La dicha de haber nacido
Con la razón y el derecho
Y sin hogueras que forjen
Los grillos del pensamiento.
Tace ora, mi chiedo se oppressa dal suo Karma,
(so della sua vita, del nome che le dà, e del senso)
mentre mostra a lungo lo schermo
sul selciato una moltitudine
stecchita in una posa tra sonno e morte
levarsi a stento in preghiera e spulciarsi nell'alba.
Né forse la colpisce il primo aspetto
ma un altro più recondito, e vede
una giustizia di diverso stampo
in quella sofferenza di paria
orrida eppure non abietta, e nella sua che le scende addosso.

"Avere o non avere la sua parte in questa vita"
riemerge in parole il suo pensiero - ma solo un lembo.
E io ne tiro a me quella frangia
ansioso mi confidi tutto l'altro,
attento non mi rubi niente
di lei, neppure l'amarezza, ed attendo.
S'interrompe invece. Seguono altre immagini dell'India
e nel loro riverbero le colgo
un sorriso estremo tra di vittima e di bimba
quasi mi lasci quella grazia in pegno
di lei mentre si eclissa nella sua pena
e l'idea di se stessa le muore dentro.

"Perché porti quel giogo, perché non insorgi"
mi trattengo appena dal gridarle,
soffrendo perché soffre, certo,
ma più ancora perché lascia la presa
della mia tenerezza non saziata e piglia il largo piangendo;
"Ascoltami" comincio a mormorarle
e già penso al chiarore della sala dopo il technicolor
e a lei che sul punto di partire
mi guarda da dietro la lampada
della sua solitudine tenuta alzata di fronte.

"Mario" mi previene lei che indovina il resto. "Ancora
levi come una spada, buona a che?,
lo sdegno per le cose che ti resistono.
Uomo chiuso all'intelligenza del diverso,
negato all'amore: del mondo, intendo, di Dio dunque"
e indulge a una smorfia fine di scherno
per se stessa salita sul pulpito, e quasi si annulla.

"Davvero vorrei tu avessi vinto"
le dico con affetto incontenibile, più tardi,
mentre scorre in un brusio d'api, nel film senza commento, l'India.
¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
            la orilla de tu vientre.

Clavellina del valle que provocan tus piernas.
Granada que has rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
            donde vivo arrojado.

Arrojado y fugaz como el pez generoso,
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
            de fértiles relámpagos.

Aún me estremece el choque primero de los dos;
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
            nos inspiraba el mar.

Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
            de la lúcida muerte.

Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
            del íntimo destino.

En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
            como te han sucedido.

Corazón de la tierra, centro del universo,
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
            en la flor del manzano.

Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
            entre tú y yo y el fuego.

Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
            la eternidad la orilla.

En ti me precipito como en la inmensidad
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
            y el clamor se hace hombre.

Por ti logro en tu centro la libertad del astro.
En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
            mortalmente abrazados.
¿Adónde fuiste, Amor; adónde fuiste?
Se extinguió del poniente el manso fuego,
y tú que me decías: «hasta luego,
volveré por la noche»... ¡no volviste!
¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?
...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso;
y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.
"Ninì Santoro, il fine dicitore,
maestro di eleganza e di maniere,
il re del music-hall, il gran signore,
debutta questa sera al Trianon".
Guardanno 'o manifesto, chi liggeva
penzava: certo chisto è n'artistone.
Tenevemo st'attore? E chi 'o ssapeva!
Stasera stessa mm' 'o vaco a ssentì.

C' 'o tubbo, 'a caramella e nu bucchino
d'avorio giallo, luongo miezo metro;
un fazzoletto bianco nel taschino,
ncuollo nu frack 'e seta blummarè

Tutt' 'o teatro illuminato a giorno,
na marcia trionfale comm' "Aida",
Santoro ascette e cu na faccia 'e corne
pareva ca diceva: "Eccomi qua!

Mo v'aggia fa vedè chi è Santoro,
il fine dicitore, il fantasista
ca quanno arape 'a vocca caccia ll'oro,
oro colato 'e primma qualità".

'O pubblico ansioso s'aspettava:
chi sa mo ch'esce 'a vocca a stu Santoro.
Ma ch'era ascì... Santoro 'ncacagliava,
faceva smorfie, zumpe e niente cchiù.

Nun fernette nemmeno 'o riturnello
d' 'o primmo raccuntino d'avventure,
quann'uno arreto a me: "Santò, si bello!"
('Ndranghete!) E allazza nu pernacchio 'e nuvità.

Fuie cumm'a nu signale 'e na battaglia,
mancava poco e nce scappava 'o muorto:
'e sische mme parevano mitraglia.
Santoro nun putette continuà.

"Ll'artista" se facette 'a mappatella:
'o frack, 'o tubbo, 'o fazzuletto bianco,
s'annascunnette pure 'a caramella.
Dicette: "Aggio sbagliato,.. Ch'aggia fà?".

Trent'anne so passate 'a chella sera
che il fine dicitore fantasista
pe fforza avette chiudere 'a carriera
a beneficio dell'umanità.

Aiere steva scritto into 'o giurnale che:
"dopo varii e lunghi appostamenti
è stato assicurato un criminale
alla Giustizia delle Autorità".

E chi era, neh, stu disgraziato?
Santoro... il dicitore fantasista,
ca, pe magnà, al furto s'era dato
o pover'ommo pe putè campà.

Io penso che fu l'epoca sbagliata;
trent'anne fa tutto era n'ata cosa.
Oggi che il nostro gusto s'è cambiato
Santoro fosse na celebrità.
Cerca de donde júntase
la Comiá con el Cauca,
Rosa pícara vivía
-del campamento lujuriante Hada.

Guisos cuán apetitosos
mano albi-roja guisaba
-Rosa maritornes única!
(mejor sus manos rosa-albas,
frentes, mejillas que la fiebre dora,
frentes, mejillas que la fiebre exalta,
acariciaban -gaviotas
sobre la mar que hispe la borrasca-)

Oh Rosa la de mis besos
y en su boca vibrátil... (tibia aljaba
de la lengua vivaz -venusina
flecha para mi boca sansebastianizada...-)

Oh Rosa la de los ojos
como la noche cerrada:
y un sutil estrabismo los volvía
pérfidas y malignas azagayas
para mi corazón -al par audaz y tímido-,
para mi corazón: dardos, virotes y macanas!
Y me herían dulcísimos sus ojos
de terciopelo -negros- y de lascivia -en llamas!

Oh Rosa de los abrazos
de fulva leona en brama!
Rosa pícara felina!

Y en sus brazos morenos naufragaba
mi ser -mi ser, a pique, jubiloso!-
Oh mármol móvil en la móvil hamaca!
Oh mármol ágil sobre los yerbales!
Rútilo mármol en las rubias aguas 1
del Cauca río: -retozante Fauno,
flavo Sileno ansioso de la nuda Oreada 2
fogoso mármol, Venus
sapiente, en la alcoba, a la noche insomne y ávida!

Cerca de donde júntase
la Comiá con el Cauca,
Rosa pícara vivía
-síntesis de Ninones y de Aspasias.

Por ella, riñas, enojos,
celos, duelos, algaradas:
Rosa, Helena de esa Troya,
mucho más hembra que la Helena clásica!
Rosa la de los labios gordezuelos
y los perfectos muslos y las róseas cúpulas
elásticas!
Rosa..., fugada con los años idos...:
¿dónde amarás ahora, Venus de Bolombolo, Lais del Cauca?
Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas,
el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas,
hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos
y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol ***** y ansioso se te arrolla en las hebras
de la negra melena, cuando estiras los brazos.
Tú juegas con el sol como con un estero
y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca.
Todo de ti me aleja, como del mediodía.
Eres la delirante juventud de la abeja,
la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo,
y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada.
Mariposa morena dulce y definitiva
como el trigal y el sol, la amapola y el agua.
Laura Araújo May 2018
Eu
Sinto-me fraco e impotente

Quando ouço o que dizes

Só para me ver contente.

Nessa vã tentativa, eu sorrio

Para sentires que cumpriste o objetivo.

Dizes-me que estou cada vez mais frio

E eu calo-me para não ser repetitivo.

Recuso-me a explicar-te novamente

Que nada nem ninguém poderá mudar

O que vai na minha mente

E que ninguém me pode ajudar

Mesmo que tente incansavelmente.

É algo com que aprendi a lidar

Embora contra a minha vontade

E mesmo que tentasse explicar

Iria ficar pela metade.



Vou tentar:

Talvez assim me sinta menos cobarde!

É um sentimento que vem acompanhado...

Por estar neste estado

Acabo me sentindo culpado.

Culpado por ser insuficiente.

Insuficiente para o que quer que seja.

Só quero seguir de forma prudente,

Não é isso que todo o mundo deseja?

Sinto-me um fardo,

Não me leves a mal,  

Mas estou farto.

São os sentimentos que se atropelam,

Vozes na minha cabeça que não se calam,

Dúvidas que se interpelam

E outras coisas que me abalam

E me deixam ansioso.

A ansiedade gera medo

E o medo gera ansiedade.



É neste ciclo vicioso,

Entre medos e outros enredos

Que eu me encontro com a realidade.
Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
Tace ora, mi chiedo se oppressa dal suo Karma,
(so della sua vita, del nome che le dà, e del senso)
mentre mostra a lungo lo schermo
sul selciato una moltitudine
stecchita in una posa tra sonno e morte
levarsi a stento in preghiera e spulciarsi nell'alba.
Né forse la colpisce il primo aspetto
ma un altro più recondito, e vede
una giustizia di diverso stampo
in quella sofferenza di paria
orrida eppure non abietta, e nella sua che le scende addosso.

"Avere o non avere la sua parte in questa vita"
riemerge in parole il suo pensiero - ma solo un lembo.
E io ne tiro a me quella frangia
ansioso mi confidi tutto l'altro,
attento non mi rubi niente
di lei, neppure l'amarezza, ed attendo.
S'interrompe invece. Seguono altre immagini dell'India
e nel loro riverbero le colgo
un sorriso estremo tra di vittima e di bimba
quasi mi lasci quella grazia in pegno
di lei mentre si eclissa nella sua pena
e l'idea di se stessa le muore dentro.

"Perché porti quel giogo, perché non insorgi"
mi trattengo appena dal gridarle,
soffrendo perché soffre, certo,
ma più ancora perché lascia la presa
della mia tenerezza non saziata e piglia il largo piangendo;
"Ascoltami" comincio a mormorarle
e già penso al chiarore della sala dopo il technicolor
e a lei che sul punto di partire
mi guarda da dietro la lampada
della sua solitudine tenuta alzata di fronte.

"Mario" mi previene lei che indovina il resto. "Ancora
levi come una spada, buona a che?,
lo sdegno per le cose che ti resistono.
Uomo chiuso all'intelligenza del diverso,
negato all'amore: del mondo, intendo, di Dio dunque"
e indulge a una smorfia fine di scherno
per se stessa salita sul pulpito, e quasi si annulla.

"Davvero vorrei tu avessi vinto"
le dico con affetto incontenibile, più tardi,
mentre scorre in un brusio d'api, nel film senza commento, l'India.
Tace ora, mi chiedo se oppressa dal suo Karma,
(so della sua vita, del nome che le dà, e del senso)
mentre mostra a lungo lo schermo
sul selciato una moltitudine
stecchita in una posa tra sonno e morte
levarsi a stento in preghiera e spulciarsi nell'alba.
Né forse la colpisce il primo aspetto
ma un altro più recondito, e vede
una giustizia di diverso stampo
in quella sofferenza di paria
orrida eppure non abietta, e nella sua che le scende addosso.

"Avere o non avere la sua parte in questa vita"
riemerge in parole il suo pensiero - ma solo un lembo.
E io ne tiro a me quella frangia
ansioso mi confidi tutto l'altro,
attento non mi rubi niente
di lei, neppure l'amarezza, ed attendo.
S'interrompe invece. Seguono altre immagini dell'India
e nel loro riverbero le colgo
un sorriso estremo tra di vittima e di bimba
quasi mi lasci quella grazia in pegno
di lei mentre si eclissa nella sua pena
e l'idea di se stessa le muore dentro.

"Perché porti quel giogo, perché non insorgi"
mi trattengo appena dal gridarle,
soffrendo perché soffre, certo,
ma più ancora perché lascia la presa
della mia tenerezza non saziata e piglia il largo piangendo;
"Ascoltami" comincio a mormorarle
e già penso al chiarore della sala dopo il technicolor
e a lei che sul punto di partire
mi guarda da dietro la lampada
della sua solitudine tenuta alzata di fronte.

"Mario" mi previene lei che indovina il resto. "Ancora
levi come una spada, buona a che?,
lo sdegno per le cose che ti resistono.
Uomo chiuso all'intelligenza del diverso,
negato all'amore: del mondo, intendo, di Dio dunque"
e indulge a una smorfia fine di scherno
per se stessa salita sul pulpito, e quasi si annulla.

"Davvero vorrei tu avessi vinto"
le dico con affetto incontenibile, più tardi,
mentre scorre in un brusio d'api, nel film senza commento, l'India.
"Ninì Santoro, il fine dicitore,
maestro di eleganza e di maniere,
il re del music-hall, il gran signore,
debutta questa sera al Trianon".
Guardanno 'o manifesto, chi liggeva
penzava: certo chisto è n'artistone.
Tenevemo st'attore? E chi 'o ssapeva!
Stasera stessa mm' 'o vaco a ssentì.

C' 'o tubbo, 'a caramella e nu bucchino
d'avorio giallo, luongo miezo metro;
un fazzoletto bianco nel taschino,
ncuollo nu frack 'e seta blummarè

Tutt' 'o teatro illuminato a giorno,
na marcia trionfale comm' "Aida",
Santoro ascette e cu na faccia 'e corne
pareva ca diceva: "Eccomi qua!

Mo v'aggia fa vedè chi è Santoro,
il fine dicitore, il fantasista
ca quanno arape 'a vocca caccia ll'oro,
oro colato 'e primma qualità".

'O pubblico ansioso s'aspettava:
chi sa mo ch'esce 'a vocca a stu Santoro.
Ma ch'era ascì... Santoro 'ncacagliava,
faceva smorfie, zumpe e niente cchiù.

Nun fernette nemmeno 'o riturnello
d' 'o primmo raccuntino d'avventure,
quann'uno arreto a me: "Santò, si bello!"
('Ndranghete!) E allazza nu pernacchio 'e nuvità.

Fuie cumm'a nu signale 'e na battaglia,
mancava poco e nce scappava 'o muorto:
'e sische mme parevano mitraglia.
Santoro nun putette continuà.

"Ll'artista" se facette 'a mappatella:
'o frack, 'o tubbo, 'o fazzuletto bianco,
s'annascunnette pure 'a caramella.
Dicette: "Aggio sbagliato,.. Ch'aggia fà?".

Trent'anne so passate 'a chella sera
che il fine dicitore fantasista
pe fforza avette chiudere 'a carriera
a beneficio dell'umanità.

Aiere steva scritto into 'o giurnale che:
"dopo varii e lunghi appostamenti
è stato assicurato un criminale
alla Giustizia delle Autorità".

E chi era, neh, stu disgraziato?
Santoro... il dicitore fantasista,
ca, pe magnà, al furto s'era dato
o pover'ommo pe putè campà.

Io penso che fu l'epoca sbagliata;
trent'anne fa tutto era n'ata cosa.
Oggi che il nostro gusto s'è cambiato
Santoro fosse na celebrità.
"Ninì Santoro, il fine dicitore,
maestro di eleganza e di maniere,
il re del music-hall, il gran signore,
debutta questa sera al Trianon".
Guardanno 'o manifesto, chi liggeva
penzava: certo chisto è n'artistone.
Tenevemo st'attore? E chi 'o ssapeva!
Stasera stessa mm' 'o vaco a ssentì.

C' 'o tubbo, 'a caramella e nu bucchino
d'avorio giallo, luongo miezo metro;
un fazzoletto bianco nel taschino,
ncuollo nu frack 'e seta blummarè

Tutt' 'o teatro illuminato a giorno,
na marcia trionfale comm' "Aida",
Santoro ascette e cu na faccia 'e corne
pareva ca diceva: "Eccomi qua!

Mo v'aggia fa vedè chi è Santoro,
il fine dicitore, il fantasista
ca quanno arape 'a vocca caccia ll'oro,
oro colato 'e primma qualità".

'O pubblico ansioso s'aspettava:
chi sa mo ch'esce 'a vocca a stu Santoro.
Ma ch'era ascì... Santoro 'ncacagliava,
faceva smorfie, zumpe e niente cchiù.

Nun fernette nemmeno 'o riturnello
d' 'o primmo raccuntino d'avventure,
quann'uno arreto a me: "Santò, si bello!"
('Ndranghete!) E allazza nu pernacchio 'e nuvità.

Fuie cumm'a nu signale 'e na battaglia,
mancava poco e nce scappava 'o muorto:
'e sische mme parevano mitraglia.
Santoro nun putette continuà.

"Ll'artista" se facette 'a mappatella:
'o frack, 'o tubbo, 'o fazzuletto bianco,
s'annascunnette pure 'a caramella.
Dicette: "Aggio sbagliato,.. Ch'aggia fà?".

Trent'anne so passate 'a chella sera
che il fine dicitore fantasista
pe fforza avette chiudere 'a carriera
a beneficio dell'umanità.

Aiere steva scritto into 'o giurnale che:
"dopo varii e lunghi appostamenti
è stato assicurato un criminale
alla Giustizia delle Autorità".

E chi era, neh, stu disgraziato?
Santoro... il dicitore fantasista,
ca, pe magnà, al furto s'era dato
o pover'ommo pe putè campà.

Io penso che fu l'epoca sbagliata;
trent'anne fa tutto era n'ata cosa.
Oggi che il nostro gusto s'è cambiato
Santoro fosse na celebrità.
Il capitalismo mi prende per mano dicendomi:
"Guarda, Simone, quante cose ti metto a disposizione! Migliaia di prodotti: auto, vestiti, esperienze, viaggi, chitarre bellissime, cellulari bellissimi, fotocamere meravigliosi, prodotti artistici che emozionano il tuo cuore, stimolano la tua mente, film, feste, libri di ogni tipo, strumenti musicali, cultura, social network, notizie da tutto il mondo, podcast di ogni tipo, approfondimenti su di ogni materia...ecc...ce n'è di tutti i gusti, per ogni persona e personalità, pure per un affamato di cultura come me.
E nell'acquisto, nel consumo di queste è nascosta la felicità"

E io mi ritrovo come un bambino in un buffet che vuole provare di tutto.
Ingordo della vita e ansioso di volermi gustare tutto. Non voglio perdere niente di tutto ciò che c'è.
Ma ecco il tranello. Nell'illusione di volermi gustare ogni cosa è insita l'ansia.
L'ansia che una vita è troppo breve per potermi gustare ogni cosa.
E anzi questa iperpossibilità di scelta rischia di non farmi gustare ciò che ** già, perché ci sarà sempre qualcosa di migliore da consumare, qualcosa di più buono da mangiare rispetto a ciò che ** io in bocca. Ed ecco scattata la trappola.
D'improvviso non ** più tempo e sono perso tra migliaia di strade da poter percorrere.
Quale scelta prendere quando le possibilità sono così tante?
Ogni strada percorsa è un'altra strada che non sto percorrendo. E ciò non mi fa gustare appieno la strada che ** scelto.
Maledetto capitalismo. Incredibile tranello narcisistico covert.

Perché covert?
Perché una volta approfondendo i disturbi di personalità scrissi questo appunto sui narcisisti covert:

"Pensiero dei Narci covert:

"Continua ricerca del meglio, perché io sono speciale e merito il meglio dalla vita.
E vivere con un costante senso di insoddisfazione perché questo meglio non è mai abbastanza.
Non c'è niente che appaga pienamente, ma solo momentaneamente."".

Ma ovviamente c'è la soluzione ed è capire, essere consapevoli.
Valeria Chauvel Jan 2019
Como esclavo del miedo
hay un muro que te aprisiona
ocultas lo que llevas dentro
pero la mirada no esconde a la persona.

No trates de mentir
ni calles con la boca
cuando eres un popurrí
de miedos que amontonas.

La guerra por la vida
el cuartel de tu persona
reluce a flor de piel
la verdad que tú evocas.

Coleccionas el dolor
y te enjaulas en alerta
sumergido en la inquietud
de una estancia sin puertas.

Te vuelves víctima continua
de la suspicacia en estado de emergencia
ansioso de salir, arrastrando las cadenas.

Cargando el peso del pasado
un hombre recluso y desdichado.
Se somete ante la sociedad,
cautivo de su propia identidad.
Y así vive este eternamente,
en la cárcel que es su mente.
Cuando te identificas con tus vivencias, se pueden generar miedos y traumas, que pueden llevar a la persona al exilio de su verdadera esencia. Crea una coraza como instinto de protección, cuando en realidad se priva de la felicidad y se vuelve prisionero de sus miedos.

— The End —