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Fa Be O  Mar 2013
por fin.
Fa Be O Mar 2013
entendía que era posible que jamas me fueras a entender.
todo este tiempo pasaba horas y días esperando el momento
en el que de verdad me verías,
tal y como soy,
tal y lo que te daría,
tal y lo que te ofrecía,
siempre.
y había veces que decía,
que estúpida forma de querer,
que manera mas arriesgada de esperar,
tanto tiempo y sin una señal,
y aqui seguia, y para que?
y mi voz temblaba,
se quedaban atrapadas las palabras
en un papel, en una libreta desordenada,
en un libro, donde no las fueras a encontrar.
pero siempre, siempre retumbaban,
cuando sera que fueras a ver?
cuando te ibas a dar cuenta?
que todo este tiempo aquí siempre he estado,
teniendo ni una razón para quedarme?

la honestidad de mis palabras te alcanzaron,
fue sentir un escalofrió,
una felicidad,
un alivio,
ver, y sentir,
que estábamos igual,
que estamos por fin juntos.
que ganas de llorar,
por fin, en fin,
esta espera termino,
esta paciencia dio fruto en tus ojos,
los abriste y
por fin,
tu boca es mia,
tu tiempo es mio,
eres mio, por fin,
me viste..por fin.
3/7/13
Paul d'Aubin Sep 2016
A la fin de l'été

A la fin de l'été,
Le soleil se fatigue
Et fait des cabrioles.
Le vert des près roussit,
Et les blés sont coupé,
En bottes bien nouées.

A la fin de l'été
Les feuilles tourbillonnent
Et les soirées paraissent,
Comme un regard qui cille.
Les oiseaux migrateurs
Passent au-dessus des cols.

A la fin de l'été
Les vendangeurs se pressent
Et leur raisin vermeil
Coule comme fontaine,
Exhalant son parfum
Quand nous levons les verres.

A la fin de l'été
Il faut bien se résoudre
A rentrer dans les villes
Et à taire en nous
Nos  rêves enfouis,
d’aspiration d'Orients
Pour reprendre le cours
Des mornes horizons.

Paul Arrighi
El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular,
aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que,
con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar
un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de
ballet. Quien es derrumbado cae seguramente sobre un colchón de
plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto
forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero
simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros
cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol
decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre
otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos,
cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna
es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama
particular de cada vencido. Por supuesto, ciertos avispados
espectadores siempre saben cómo hacer la jugada maestra y no
acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por
qué este o aquel jugador no logra hacerla. Y cuando el
árbitro sanciona el penal, el espectador avispado también
intuye hacia qué lado irá el tiro, y un segundo
después, cuando el balón brinca ya en las redes, no
alcanza a comprender cómo el golero no lo supo. O acaso
sí lo supo y con toda deliberación se arrojó al
otro palo, en un alarde de masoquismo o venalidad o estupidez
congénita. Desde la tribuna es tan fácil. Se conoce la
historia y la prehistoria. O sea que se poseen elementos suficientes
como para comparar la inexpugnable eficacia de aquel zaguero
olímpico con la torpeza del patadura actual, que no acierta
nunca y es esquivado una y mil veces. Recuerdo borroso de una
época en que había un centre-half y un centre-forward,
cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el
juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no? El
espectador veterano sabe que cuando el fútbol se
convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling
en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en
pena, todo se vino abajo y ésa es la explicación de que
muchos lleven al estadio sus radios a transistores, ya que al menos
quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las
estupendas jugadas que imaginan. Bueno, para eso les pagan,
¿verdad? Para imaginar estupendas jugadas y está bien.
Por eso, cuando alguien ha hecho un gol y después de los abrazos
y pirámides humanas el juego se reanuda, el locutor
idóneo sigue colgado de la "o" de su gooooooool, que en realidad
es una jugada suya, subjetiva, personal, y no exactamente del delantero
que se limitó a empujar con la frente un centro que, entre todas
las otras, eligió su cabeza. Y cuando el locutor idóneo
llega por fin al desenlace de la "ele" final de su gooooooool privado,
ya el árbitro ha señalado un orsai que favorece,
¿por qué no?, al locatario.

Es bueno contemplar alguna vez la cancha desde aquí, desde lo
alto. Así al menos piensa Benjamín Ferrés,
veintitrés años, digamos delantero de un Club Chico,
alguien últimamente en alza según los cronistas
deportivos más estrictos, y que hoy, después de empatarle
al Club Grande y ducharse y cambiarse, no se fue del estadio con el
resto del equipo y prefirió quedarse a mirar, desde la tribuna
ya vacía (sólo quedan los cafeteros y heladeros y
vendedores de banderitas, que recogen sus bártulos o tal vez
hacen cuentas) aquel campo en el que estuvo corriendo durante noventa
minutos e incluso convirtió uno, el segundo, de los dos goles
que le otorgan al Club Chico eso que suele llamarse un punto de oro.
Sí, desde aquí arriba el césped es una alfombra,
casi un paño verde como el del casino, con la importante
diferencia de que allá los números son fijos,
permanentes, y aquí (él, por ejemplo, es el ocho) cambian
constantemente de lugar y además se repiten. A lo mejor con el
flaco Suárez (que lleva el once prendido en la espalda)
podrían ser una de las parejas negras. O no. Porque de ambos,
sólo el Flaco es oscurito.

Ahora se levanta un viento arisco y las gradas de cemento son
recorridas por vasos de plástico, hojas de diario, talones de
entradas, almohadillas, pelotas de papel. Remolinos casi fantasmales
dan la falsa impresión de que las gradas se mueven, giran,
bailotean, se sacuden por fin el sol de la tarde. Hay papeles que suben
las escaleras y otros que se precipitan al vacío. A
Benjamín (Benja, para la hinchada) le sube una bocanada de
desconsuelo, de extraña ansiedad al enfrentarse, ¿por
primera vez?, con la quimera de cemento en estado de pureza (o de
basura, que es casi lo mismo) y se le ocurre que el estadio
vacío, desolado, es como un esqueleto de multitud, un eco
fantasmal de esa misma muchedumbre cuando ruge o aplaude o insulta o
agita banderas. Se pregunta cómo se habrá visto su gol
desde aquí, desde esta tribuna generalmente ocupada por las
huestes del adversario. Para los de abajo en la tabla, el estadio
siempre es enemigo: miles y miles de voces que los acosan, los
persiguen, los hunden, porque generalmente el que juega aquí, el
permanente locatario, es uno de los Grandes, y los de abajo sólo
van al estadio cuando les toca enfrentarlos, y en esas ocasiones apenas
si acarrean, en el mejor de los casos, algunos cientos de
fanáticos del barrio, que, aunque se desgañitan y agitan
como locos su única y gastada bandera, en realidad no cuentan,
es imposible que tapen, desde su islote de alaridos, el gran rugido de
la hinchada mayor. Desde abajo se sabe que existen, claro, y eso es
bueno, y de vez en cuando, cuando se suspende el juego por
lesión o por cambio de jugadores, los del Club Chico van con la
mirada al encuentro de aquel rinconcito de tribuna donde su bandera
hace guiños en clave, señales secretas como las del
truco. Y ésta es la mejor anfetamina, porque los llena de
saludable euforia y además no aparece en los controles
antidopping.

Hoy empataron, no está mal, se dice Benja, el número
ocho. Y está mejor porque todos sus huesos están enteros,
a pesar de la alevosa zancadilla (esquivada sólo por
intuición) que le dedicaran en el toletole previo al primer gol,
dos segundos antes de que el Colorado empujara nuevamente la globa con
el empeine y la colocara, inalcanzable, junto al poste izquierdo.
Después de todo, la playa es mía. Desde hace quince
años la vengo adquiriendo en pequeñas cuotas. Cuotas de
sol y dunas. Todos esos prójimos, prójimas y projimitos
que se ven tendidos sobre las rocas o bajo las sombrillas o corriendo
tras una pelota de engañapichanga o jugando a la paleta en una
cancha marcada en la arena con líneas que al rato se borran,
todos esos otros, están en la playa gracias a que yo les permito
estar. Porque la playa es mía. Mío el horizonte con
toninas remotas y tres barquitos a vela. Míos los peces que
extraen mis pescadores con mis redes antiguas, remendadas. El aire
salitroso y los castillos de arena y las aguas vivas y las algas que ha
traído la penúltima ola. Todo es mío.
¿Qué sería de mí, el número ocho,
sin estas mañanas en que la playa me convence de que soy libre,
de que puedo abrazar esta roca, que es mi roca mujer o tal vez mi roca
madre, y estirarme sin otros límites que mi propio límite
o hasta que siento las tenazas del cangrejo barcino sobre mi dedo
gordo? Aquí soy número ocho sin llevarlo en la espalda.
Soy número ocho sencillamente porque es mi identidad. Un cura o
un teniente o un payaso no necesitan vestir sotana o uniforme o traje
de colores para ser cura o teniente o payaso. Soy número ocho
aunque no lo lleve dibujado en el lomo y aunque ningún botija se
arrime a pedirme autógrafos, porque sólo se piden
autógrafos a los de los Clubes Grandes. Y creo que siempre
seré de Club Chico, porque me gusta amargarles la fiesta, no a
los jugadores que después de todo son como nosotros, sólo
que con más suerte y más guita, ni siquiera a la hinchada
grande por más que nos insulte cuando hacemos un fau y festeje
ruidosamente cuando el otro nos propina un hachazo en la canilla. Me
gusta arruinarles la fiesta, sobre todo a los dirigentes, esos
industriales bien instalados en su cochazo, en su piso de la Rambla y
en su mondongo, señores cuya gimnasia sabatina o dominical
consiste en sentarse muy orondos, arriba en el palco oficial, y desde
ahí ver cómo allá abajo nos reventamos, nos
odiamos, nos derretimos en sudores, y cuando sus jugadores ganan,
condescienden a llegar al vestuario y a darles una palmadita en el
hombro, disimulando apenas el asco que les provoca aquella piel
todavía sudada, y en cambio, cuando sus jugadores pierden, se
van entonces directamente a su casa, esta vez por supuesto sin ocultar
el asco. En verdad, en verdad os digo que yo ignoro si hacen eso, pero
me lo imagino. Es decir, tengo que imaginarlo así, porque una
cosa son las instrucciones del entrenador, que por supuesto trato de
cumplir si no son demasiado absurdas, y otra cosa son las instrucciones
que yo me doy, verbigracia vamo vamo número ocho hay que aguarle
la fiesta a ese presidente cogotudo, jactancioso y mezquino, que viene
al estadio con sus tres o cuatro nenes que desde ya tienen caritas de
futuros presidentes cogotudos. Bueno, no sé ni siquiera si tiene
hijos, pero tengo que imaginarlo así porque soy el número
ocho, insustituible titular de un Club Chico y, ya que cobro poco,
tengo que inventarme recompensas compensatorias y de esas recompensas
inventadas la mejor es la posibilidad de aguarle la fiesta al cogotudo
presidente del Grande, a fin de que el lunes, cuando concurra a su
Banco o a su banca, pase también su vergüenza rica, su
vergüenza suntuosa, así como nosotros, los que andamos en
la segunda mitad de la tabla, sufrimos, cuando perdemos, nuestra
vergüenza pobre. Pero, claro, no es lo mismo, porque los Grandes
siempre tienen la obligación de ganar, y los Chicos, en cambio,
sólo tenemos la obligación de perder lo menos posible. Y
cuando no ganamos y volvemos al barrio, la gente no nos mira con
menosprecio sino con tristeza solidaria, en tanto que al presidente
cogotudo, cuando vuelve el lunes a su Banco o a su banca, la gente, si
bien a veces se atreve a decirle qué barbaridad doctor porque
ustedes merecieron ganar y además por varios goles, en realidad
está pensando te jodieron doctor qué salsa les dieron
esos petizos. Por eso a mí no me importa ser número ocho
titular y que no me pidan autógrafos aquí en la playa ni
en el cine ni en Dieciocho. Los partidos no se ganan con
autógrafos. Se ganan con goles y ésos los sé
hacer. Por ahora al menos. También es un consuelo que la playa
sea mía, y como mía pueda recorrerla descalzo, casi
desnudo, sintiendo el sol en la espalda y la brisa en los ojos, o
tendiéndome en las rocas pero de cara al mar, consciente de que
atrás dejo la ciudad que me espía o me protege,
según las horas y según mi ánimo, y adelante
está esa llanura líquida, infinita, que me lame, me
salpica, a veces me da vértigo y otras veces me brinda una
insólita paz, un extraño sosiego, tan extraño que
a veces me hace olvidar que soy número ocho.
Alejandra. Lo extraño había sido que Benja conociera sus
manos antes que su rostro, o mejor aún, que se enamorara de sus
manos antes que de su rostro. Él regresaba de San Pablo en un
vuelo de Pluna. El equipo se había trasladado para jugar dos
amistosos fuera de temporada, pero Benja sólo había
participado en el primero porque en una jugada tonta había
caído mal y el desgarramiento iba a necesitar por lo menos cinco
días de cuidado, así que el preparador físico
decidió mandarlo a Montevideo para que allí lo atendieran
mejor. De modo que volvía solo. A la media hora de vuelo se
levantó para ir al baño y cuando regresaba a su sitio
tuvo la impresión de ser mirado pero él no miró.
Simplemente se sentó y reinició la lectura de Agatha
Christie, que le proponía un enigma afilado, bienhumorado y
sutil como todos los suyos.

De pronto percibió que algo singular estaba ocurriendo. En el
respaldo que estaba frente a él apareció una mano de
mujer. Era una mano delgada, de dedos largos y finos, con uñas
cuidadas pero sin color. Una mano expresiva, o quizá que
expresaba algo, pero qué. A los dos o tres minutos hizo
irrupción la otra mano, que era complementaria pero no igual.
Cada mano tenía su carácter, aunque sin duda
compartían una inquietante identidad. Benja no pudo continuar su
lectura. Adiós enigma y adiós Agatha. Las manos se
movían con sobriedad, se rozaban a veces. Él
imaginó que lo llamaban sin llamarlo, que le contaban una
historia, que le ofrecían respuestas a interrogantes que
aún no había formulado; en fin, que querían ser
asidas. Y lo más preocupante era que él también
quería asirlas, con todos los riesgos que un acto así
podía implicar, verbigracia que la dueña de aquellas
manos llamara inmediatamente a la azafata, o se levantara, enfrentada a
su descaro, y le propinara una espléndida bofetada, con toda la
vergüenza, adicional y pública, que semejante castigo
podía provocar. Hasta llegó a concebir, como un destello,
un título, a sólo dos columnas (porque era número
ocho, pero sólo de un Club Chico): conocido futbolista uruguayo
abofeteado en pleno vuelo por dama que se defiende de agresión
******.

Y sin embargo las manos hablaban. Sutiles, seductoras,
finísimas, dialogaban uña a uña, yema a yema, como
creando una espera, construyendo una expectativa. Y cuando fue ordenado
el ajuste de los cinturones de seguridad, desaparecieron para cumplir
la orden, pero de inmediato volvieron a poblar el respaldo y con ello a
convocar la ansiedad del número ocho, que por fin decidió
jugarse el todo por el todo y asumir el riesgo del ridículo, el
escándalo y el titular a dos columnas que acabaran con su
carrera deportiva. De modo que, tomada la difícil
decisión y tras ajustarse también él el
cinturón, avanzó su propia mano hacia los dedos
cautivantes, que en aquel preciso momento estaban juntos. Notó
un leve temblor, pero las manos no se replegaron. La suya
prolongó aquel extraño contacto por unos segundos, luego
se retiró. Sólo entonces las otras manos desaparecieron,
pero no pasó nada. No hubo llamada a la azafata ni bofetada.
Él respiró y quedó a la espera. Cuando el
avión comenzaba el descenso, una de las manos apareció de
nuevo y traía un papel, más bien un papelito, doblado en
dos. Benja lo recogió y lo abrió lentamente. Conteniendo
la respiración, leyó: 912437.

Se sintió eufórico, casi como cuando hacía un gol
sobre la hora y la hinchada del barrio vitoreaba su nombre y él
alzaba discretamente un brazo, nada más que para comunicar que
recibía y apreciaba aquel apoyo colectivo, aquel afecto, pero
los compañeros sabían que a él no le gustaba toda
esa parafernalia de abrazos, besos y palmaditas en el trasero, algo que
se había vuelto habitual en todas las canchas del mundo.
Así que cuando metía un gol sólo le tocaban un
brazo o le hacían desde lejos un gesto solidario. Pero ahora,
con aquel prometedor 912437 en el bolsillo, descendió del
avión como de un podio olímpico y diez minutos
después pudo mirar discretamente hacia la dueña de las
manos, que en ese instante abría su valija frente al funcionario
aduanero, y Benja comprobó que el rostro no desmerecía la
belleza y la seducción de las manos que lo habían enamorado.
Benja y Martín se encontraron como siempre en la pizzería
del sordo Bellini. Desde que ambos integraran el cuadrito juvenil de La
Estrella habían cultivado una amistad a prueba de balas y
también de codazos y zancadillas. Benja jugaba entonces de
zaguero y sin embargo había terminado en número ocho.
Martín, que en la adolescencia fuera puntero derecho, más
tarde (a raíz de una sustitución de emergencia, tras
lesiones sucesivas y en el mismo partido del golero titular y del
suplente) se había afincado y afirmado en el arco y hoy era uno
de los guardametas más cotizados y confiables de Primera A.

El sordo Bellini disfrutaba plenamente con la presencia de los dos
futbolistas. Él, que normalmente no atendía las mesas
sino que se instalaba en la caja con su gorra de capitán de
barco, cuando Martín y Benja aparecían, solos o
acompañados, de inmediato se arrimaba solícito a dejarles
el menú, a recoger los pedidos, a recomendarles tal o cual plato
y sobre todo a comentar las jugadas más notables o más
polémicas del último domingo.

Era algo así como el fan particular de Benja y Martín y
su caballito de batalla era hacerles bromas c
17th  Sep 2016
lobos en llamas
17th Sep 2016
no podíamos dejar de gritar
nuestros aullidos se escuchaban hasta el final de la calle
gritábamos por una suerte de libertad
una suerte que tardaría en llegar
(tardía pero segura)
escondida entre escombros
con sangre en mis rodillas
lo único que realmente importaba
era la verdadera salida.

era todo nuestro
era para nosotros
el poder de las palabras perdidas
que no significaba más que el fin de una era
el poder de las palabras escondidas
que no significaba más que el fin de una generación
el fin de un desahogo
el fin de una juventud perdida
*(el fin de nosotros)
Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos ***** altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Este. pues, triste son intercadente
de la asombrosa turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al suelo persuadía;
antes si, lentamente,
si su obtusa consonancia espaciosa
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;
a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes.
El viento sosegado, el can dormido:
éste yace, aquél quedo,
los átomos no mueve
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco sacrílego ruido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aún la instable mecía
cerúlea cuna donde el sol dormía;
y los dormidos siempre mudos peces,
en los lechos 1amosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces.
Y entre ellos la engañosa encantadora
Almone, a los que antes
en peces transformó simples amantes,
transformada también vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos
cóncavos de peñascos mal formados,
de su esperanza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados,
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aún al cierto
montaraz pie del cazador experto,
depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto,
yacía el vulgo bruto,
a la naturaleza
el de su potestad vagando impuesto,
universal tributo.
Y el rey -que vigilancias afectaba-
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído,
del sosegado ambiente,
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en 1a quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
formó en la más opaca
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
(como el fin reina) por no darse entera
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un sólo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño,
despertador reloj del leve sueño,
porque si necesario fue admitido
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
¡Oh de la majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa quizá que ha hecho misteriosa,
circular denotando la corona
en círculo dorado,
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía:
todo. en fin, el silencio lo ocupaba.
Aun el ladrón dormía:
aun el amante no se desvelaba:
el conticinio casi ya pasando
iba y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
y no sólo oprimidos
del afán ponderosos
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también; que también cansa
objeto continuado a 1os sentidos
aún siendo deleitoso;
que la naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo.
Así pues, del profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tiene ordinario
trabajo, en fin, pero trabajo amado
-si hay amable trabajo-
si privados no, al menos suspendidos.
Y cediendo al retrato del contrario
de la vida que lentamente armado
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna;
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por esemptas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara
hasta la que pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado,
solamente dispensa,
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos,
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el de reloj humano
vital volante que, sino con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro rey y centro vivo
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo yo o ya dilatando
el musculoso, claro, arcaduz blando,
hace que en él resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente
y él venga su expulsión haciendo activo
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que repetido no hay robo pequeño.
Estos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados los sentidos
con no replicar sólo defendidos;
y la lengua, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía;
y aquella del calor más competente
científica oficina
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca v siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y, en ajustado natural cuadrante,
las cuantidades nota
que a cada cual tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor en el manjar que medianero
piadoso entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia,
pagando por entero
la que ya piedad sea o ya arrogancia,
al contrario voraz necio la expuso
merecido castigo, aunque se excuse
al que en pendencia ajena se introduce.
Esta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro enviaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa,
y aquesta por custodia más segura
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
gravó tenaz y guarda cuidadosa
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas y del modo
que en tersa superficie, que de faro
cristalino portento, asilo raro
fue en distancia longísima se veían,
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo,
las que distantes le surcaban naves.
Viéndose claramente,
en su azogada luna,
el número, el tamaño y la fortuna
que en la instable campaña transparente
arriesgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves,
así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores. las figuras,
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son estrellas
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí mañosa las representaba
y al alma las mostraba.
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto ser centella,
que con similitud en sí gozaba.
I juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la esfera,
ya el curso considera
regular con que giran desiguales
los cuerpos celestiales;
culpa si grave, merecida pena,
torcedor del sosiego riguroso
de estudio vanamente juicioso;
puesta a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente,
nunca de aura agitada
consintió ser violada,
aun falda suya ser no merecía,
pues las nubes que opaca son corona
de la más elevada corpulencia
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra,
apenas densa zona
de su altiva eminencia
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que mal ceñido
o el viento lo desata sacudido
o vecino el calor del sol, lo apura
a la región primera de su altura,
ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo,
el rápido no pudo, el veloz vuelo
del águila -que puntas hace al cielo
y el sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido-
llegar; bien que esforzando
mas que nunca el impulso, ya batiendo
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido
tejiendo de los átomos escalas
que su inmunidad rompan sus dos alas.
Las pirámides dos -ostentaciones
de Menfis vano y de la arquitectura
último esmero- si ya no pendones
fijos, no tremolantes, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos,
tumba y bandera fue a los Ptolomeos,
que al viento, que a las nubes publicaba,
si ya también el cielo no decía
de su grande su siempre vencedora
ciudad -ya Cairo ahora-
las que, porque a su copia enmudecía
la fama no contaba
gitanas glorias, menéficas proezas,
aun en el viento, aun en el cielo impresas.
Estas que en nivelada simetría
su estatura crecía
con tal disminución, con arte tanto,
que cuánto más al cielo caminaba
a la vista que lince la miraba,
entre los vientos se desaparecía
sin permitir mirar la sutil *****
que al primer orbe finge que se junta
hasta que fatigada del espanto,
no descendida sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa.
Tarde o mal recobrada
del desvanecimiento,
que pena fue no escasa
del visual alado atrevimiento,
cuyos cuerpos opacos
no al sol opuestos, antes avenidos
con sus luces, si no confederados
con él, como en efecto confiantes,
tan del todo bañados
de un resplandor eran, que lucidos,
nunca de calurosos caminantes
al fatigado aliento, a los pies flacos
ofrecieron alfombra,
aun de pequeña, aun de señal de sombra.
Estas que glorias ya sean de gitanas
o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego
error, según el griego,
ciego también dulcísimo poeta,
si ya por las que escribe
aquileyas proezas
o marciales, de Ulises, sutilezas,
la unión no le recibe
de los historiadores o le acepta
cuando entre su catálogo le cuente,
que gloría más que número le aumente,
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Jonante
el rayo fulminante
quitar o la pescada
a Alcídes clava herrada,
que un hemistiquio solo
-de los que le: dictó propicio Apolo-
según de Homero digo, la sentencia.
Las pirámides fueron materiales
tipos solos, señales exteriores
de las que dimensiones interiores
especies son del alma intencionales
que como sube en piramidal *****
al cielo la ambiciosa llama ardiente,
así la humana mente
su figura trasunta
y a la causa primera siempre aspira,
céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia
que contiene infinita toda esencia.
Estos pues, montes dos artificiales,
bien maravillas, bien milagros sean,
y aun aquella blasfema altiva torre,
de quien hoy dolorosas son señales
no en piedras, sino en lenguas desiguales
porque voraz el tiempo no ]as borre,
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza; .
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada,
donde, sin saber como colocada
el alma se miró, tan atrasados
se hallaran que cualquiera
graduara su cima por esfera,
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en lo más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada que creía
que a otra nueva región de sí salía.
En cuya casi elevación inmensa,
gozosa, mas suspensa,
suspensa, pero ufana
y atónita, aunque ufana la suprema
de lo sublunar reina soberana,
la vista perspicaz libre de antojos
de sus intelectuales y bellos ojos,
sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele,
libre tendió por todo lo criado,
cuyo inmenso agregado
cúmulo incomprehensible
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que entorpecida
con la sobra de objetos y excedida
de la grandeza de ellos su potencia,
retrocedió cobarde,
tanto no del osado presupuesto
revocó la intención arrepentida,
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
contra el sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso,
de fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado antes atrevido
y ya llorado ensayo,
necia experiencia que costosa tanto
fue que Icaro ya su propio llanto
lo anegó enternecido
como el entendimiento aquí vencido,
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies conglobado
esférico compuesto,
que de las cualidades
de cada cual cedió tan asombrado
que, entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo; nada veía,
ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la esfera,
el contrapuesto polo,
las partes ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes
a su ornato no más pertenecientes;
mas ni aun las que ignorantes;
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad de los objetos
visibles los colores
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sombra de luz queda más ciego:
que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre;
y a la tiniebla misma que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo va piadosa medianera
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firme ejerciten.
Recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar inducir pudo
a uno y otro galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades,
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada,
empírica
Thomas Thurman  May 2010
Fin
Thomas Thurman May 2010
Fin
Where poets tell about a Fin,
her mind is where adventures are.
Adventurers may well begin,
where poets tell about a Fin,
to seek, to find, to stand within
the sunlight of her burning star;
where poets tell about a Fin.
Her mind is where adventures are.
Fin is my muse, and the love of my life.
Jenay Breden Dec 2012
When this life finally stops, toward the ocean I will find myself.

Sit on the shore, and dig my toes in the sand.

On a foggy day, I'll wander under the dock, and not focus on that ticking clock.

The grey-blue haze, that sits on the washing waves.

Matches the color of my eyes.

I close them and imagine diving into the curling white water.

My legs start to bind together.

And where my ribs used to be, Gills start to piece together.

I swim and swim and twist and turn. And jump.

God it feels so free, just the ocean and me.

My lips spread into a smile, the wind sweeps across my face, and kisses my ears.

A toothy grin.

I open my eyes.

I'm still on this shore.

Standing up, I lightly step some-what on my tippy toes.

The oceans comes up to greet me, licking my feet.

I spread my arms out like I'm on a balance beam.

And turn in circles and start to sing.

Humming softly to myself, singing to the ocean a melody.

I flick the water with my feet, and keep walking in that teasing tide.

I pencil turn, and reach up and back down, drag my fingers in the water.

As I come up, SWISH, throwing the water across the space.The blowing wind, spritzing mist in my face.

I smile and dance, while the ocean and I hold hands.

I laugh and smile all alone.

But its drown out by the oceans dragging moan.

And I sit in the water like I'm 6 years old.

Starring out into that grey-blue foggy world.

I crawl a little deeper and start to slink around.

Touching the sand and smelling the water.

Dear god mother nature, how amazed I am to be your daughter.

Gently letting myself sink, I dig my hands down deep in the sand.

Pulling myself along the floor, letting the sand sweep down my body.

Forcing myself to the top, I briefly stop to rush my lungs with good ole' air.

Before sinking back down, until just my eyes show above the water.

Peepin my peepers back to shore.

And for a minute I see myself sitting there on the shore.

Staring out on the ocean.

I stand up, still wading in the water.

She stands up too. We look at each other from our distance.

Just watching, observing and there's no resistance.

We just stand and stare.

Are we one person or a pair?

I look to my left, and my right.

Look back at her, and wonder if she's alright.

I wave at her and she waves back.

That's all that's done, and we are one, and now we're back and she is gone.

Was she a part of me?

The one looking longingly into the sea?

Or just a figment of who used to be.

Two different worlds, living as one, walking further towards open water.

I move on.

It's getting stormy and starts to rain.

I get antsy and start swaying, with every wave that crashes through my chest.

I wait for the next,

Rolling monster and dive right through it's growling stomach.

So smoothly gliding back to the surface.

It's getting darker and the fog rolls in stronger.

I swim head first, crawling over every wave.

Reaching open water where the waves are much smaller.

Treading I move myself 360.

Nothing and no one but the grey-blue fog around me.

It's an eerie feeling but it feels just right.

Out here with no one-nothing in sight.

I turn on my back and float around, my ears under water listening to the oceans sound.

I can hear myself breathing, and the faint sound of my heart beating.

Ba-thump, Ba-thump, Ba-bathump, Ba-bathump. Beating faster and faster.

Pushing my up out of my daze.

Why had my heart rate started to raise?

Tilt my body back till my feet dangle towards the oceans seemingly never ending depth.

I spin slowly around.

Pure silence except for my treading breath.

I turn around again and again once more.

My eyes stop wide and I nearly sink.

When not 10 feet from mine, a large fin, sitting on a monsters spine.

It's just a fact, there's not much I can do.

But keep treading and despite the view.

Take in this marvelous creature, keep myself calm hoping he's not thinking "I'm gonna eat her!"

But the reality is that fin's getting closer.

I'm not afraid.

Accepting yes, because I am in the presence of greatness.

You have to respect the realm your in, and understand,

If you choose to swim, that you may drown if your not strong.

And you could be devoured before long.

Treading still I keep my will, breath in deep and then exhale.

Creeping closer, unusually slow

The fin disappears somewhere below.

My heart is in my mouth, and my spine feels weak.

I keep breathing slow, in and out.

I look across the water and up at the sky.

I let myself drift a little vertical,

As my pupils line up with the waters edge.

Slowly in this foggy grey-blue blanket.

I pedal myself around.

Not a foot away from me, that fin rises slowly, menacingly.

My eyes lock on that fin, and I watch it pass right around me, back to where it began.

Again and circle twice.

I reached my hand out.
Nat Lipstadt May 2014
For Fin's Mother (read the new poets)

I have not seen nor sipped
your adoration for Fin

no ma'am,
I have gotten drunk on it

the duality of motherhood,
essence caught and captured,
fathers too, but different
not lesser but concocted
in other ways

I go to battle for you,
I go to battle with you


it drives home the greatest truth
that took me years to fully appreciate

the best poems are not of nature
or love or sadness,
of fear and fates cursed,
tho all these here interspersed,
in this dominating, forgiving song,
pure ode to Fin, and every child

But something that is beyond complicated,
so multi colored, so beyond my elementary,
that I revert to something simple -
a summation of creation

God bless the child that's got his own

A mother and child union
that celebrates its reunion,
nay, it's unity,
in every kiss, touch and even,
even in every memory -
if that is all there is,
for the memories are just as real,
as if it but an instant passed
Read and follow TL Sipple.   Start here:

http://hellopoetry.com/poem/680941/from-mother-to-son-for-fin/
Es tan fácil nacer en sitios que no existen
y sin embargo fueron brumosos y reales
por ejemplo m¡ sitio mi marmita de vida
mi suelta de palomas conservaba
una niebla capaz de confundir las brújulas
y atravesar de tarde los postigos
todo en el territorio de aquella infancia breve
con la casa en la loma cuyo dueño
cara un tal valentín del escobar
y el nombre era sonoro me atraían
las paredes tan blancas y rugosas
ahí descubrí el lápiz como colón su américa
sin saber que era lápiz y mientras lo empuñaba
alguien hacía muecas al costado de un biombo
para que yo comiera pero yo no comía

después es la estación y es el ferrocarril
me envuelven en la manta de viaje y de calor
y había unas mangueras largas ágiles
que lavaban la noche en los andenes

las imágenes quedan como en un incunable
que sólo yo podría descifrar
puesto que soy el único especialista en mí
y sin embargo cuando regresé
apenas treinta y dos años más tarde
no había andén ni manta ni paredes rugosas
ya nadie recordaba la casa en la lomita
tampoco a valentín del escobar
quizá sea por eso que no puedo creer
en pueblo tan ceñido tan variable
sin bruma que atraviese los postigos
y confunda las brújulas
un paso de los toros enmendado
que no tiene ni biombo ni mangueras

el espejo tampoco sabe nada
con torpeza y herrumbre ese necio repite
mi pescuezo mi nuez y mis arrugas
debe haber pocas cosas en el mundo
con menos osadía que un espejo

en mis ojos amén de cataratas
y lentes de contacto con su neblina propia
hay rehenes y brujas
espesas telarañas sin arañas
hay fiscales y jueces
disculpen me quedé sin defensores
hay fiscales que tiemblan frente a los acusados
y jueces majaderos como tías
o deshumanizados como atentos verdugos
hay rostros arduos y fugaces
otros triviales pero permanentes
hay criaturas y perros y gorriones
que van garúa arriba ensimismados
y un sosías de dios que pone cielos
sobre nuestra mejor abolladura
y tampoco el espejo sabe nada
de por qué lo contemplo sin rencor y aburrido

y así de noche en noche
así de nacimiento en nacimiento
de espanto en espantajo
van o vamos o voy con las uñas partidas
de arañar y arañar la infiníta corteza

más allá del orgullo los árboles quedaron
quedaron los presagios las fogatas
allá atrás allá atrás
quién es tan memorioso
ah pero la inocencia ese búfalo herido
interrumpe o reanuda
la fuga o cacería
de oscuro desenlace

todos mis domicilios me abandonan
y el botín que he ganado con esas deserciones
es un largo monólogo en hiladas
turbado peregrino garrafal
contrito y al final desmesurado
para mi humilde aguante

Me desquito clavándole mi agüero
me vengo espolvoreándolo de culpas
pero la soledad
                            esa guitarra
esa botella al mar
esa pancarta sin muchedumbrita
esa efemérides para el olvido
oasis que ha perdido su desierto
flojo tormento en espiral
cúpula rota y que se llueve
ese engendro del prójimo que soy
tierno rebuzno de la angustia
farola miope

tímpano
ceniza
nido de águila para torcazas
escobajo sin uvas
borde de algo importante que se ignora
esa insignificante libertad de gemir
ese carnal vacío
ese naipe sin mazo
ese adiós a ninguna
esa espiga de suerte
ese hueco en la almohada
esa impericia
ese sabor grisáceo
esa tapa sin libro
ese ombligo inservible
la soledad en fin
                              esa guitarra
de pronto un día suena repentina y llamante
inventa prójimas de mi costilla
y hasta asombra la sombra
qué me cuentan

en verdad en verdad os digo que
nada existe en el mundo como la soledad
para buscarnos tierna compañía
cohorte escolta gente caravana

y el espejo ese apático supone
que uno está solo sólo porque rumia
en cambio una mujer cuando nos mira sabe
que uno nunca está solo aunque lo crea
ah por eso hijos míos si debéis elegir
entre una muchacha y un espejo
elegid la muchacha

cómo cambian los tiempos y el azogue
los espejos ahora vienen antinarcisos
hace cuarenta años la gente los compraba
para sentirse hermosa para saberse joven
eran lindos testigos ovalados
hoy en cambio son duros enemigos
cuadrados de rencor bruñidos por la inquina
nos agravian mortifican zahieren
y como si tal cosa pronuncian su chispazo
mencionan lustros y colesterol
pero no las silvestres bondades de estraperlo
la lenta madurez esa sabiduría
la colección completa de delirios
nada de eso         solamente
exhuman
las averías del pellejo añejo
el desconsuelo y sus ojeras verde
la calvicie que empieza o que concluye
los párpados vencidos siniestrados
las orejas mollejas la chatura nasal
las vacantes molares las islas del eczema

pero no hay que huir despavorido
ni llevarle el apunte a ese reflejo
nadie mejor que yo
para saber que miente

no caben en su estanque vertical
los que fui los que soy los que seré
siempre soy varios en parejos rumbos
el que quiere asomarse al precipicio
el que quiere vibrar inmóvil como un trompo
el que quiere respirar simplemente

será que nada de eso está en mis ojos
nadie sale a pedir el vistobueno
de los otros que acaso y sin acaso
también son otros y en diversos rumbos
el que aspira a encontrarse con su euforia
el que intenta ser flecha sin el arco
el que quiere respirar simplemente
será que nada de eso está en mi ceño
en mis hombros mi boca mis orejas
será que ya no exporto dudas ni minerales
no genera divisas mi conducta
tiene desequilibrios mi balanza de pagos
la caridad me cobra intereses leoninos
y acaparo dolor para el mercado interno

será que nada de eso llega al prójimo
pero yo estoy hablando del y con el espejo
y en su Iuna no hay prójima y si hay
será tina entrometida que mira sobre mi hombro

los prójimos y prójimas no están el el luciente
sencillamente son habitantes de mi
y bueno se establecen en mi como pamperos
como arroyos o como burbujas

por ejemplo las dudas no están en el espejo
las dudas que son meras preconfianzas
por ejemplo los miércoles no están
ya que el espejo es un profesional
de noches sabatinas y tardes domingueras
los miércoles de miércoles quien se le va a arrimar
pedestre o jadeante
inhumano y cansado
con la semana a medio resolver
las tardes gordas de preocupaciones
el ómnibus oliendo a axila de campeón

los insomnios no caben por ejemplo
no son frecuentes pero si poblados
de canciones a trozos
de miradas que no eran para uno
y alguna que otra bronco no del todo prevista
de ésas clue consumen la bilis del trimestre

tampoco aquellos tangos en Ios que uno sujeta
en suave diagonal la humanidad contigua
y un magnetismo cálido y a la vez transitorio
consterna los gametos sus ene cromosomas
y entre corte y cortina se esparcen monosílabos
y tanto las pavadas aleluya
como las intuiciones aleluya aleluya
derriban las fronteras ideológicas

verbigracia qué puede rescatar el espejo
de una ausencia tajante
una de esas ausencias que concurren
que numeran sus cartas
y escriben besos ay de amor remoto

qué puede qué podría reconocer carajo
de las vidas y vidas que ya se me murieron
esos acribillados esos acriborrados
del abrazo y el mapa y los boliches
o los que obedecieron a su corazonada
hasta que el corazón les explotó en la mano
sea en el supermarket de la mala noticia
o en algún pobre rancho de un paisaje sin chau

poco puede conocer de los rostros
que no fueron mi rostro y sin embargo
siguen estando en mí
y menos todavía
de los desesperantes terraplenes
que traté de subir o de bajar
esos riesgos minúsculos que parecen montañas
y los otros los graves que salvé como un sordo
así hasta que la vida quedó sin intervalos
y la muerte quedó sin vacaciones
y mi piel se quedó sin otras pieles
y mis brazos vacíos como mangas
declamaron socorro para el mundo

en la esquina del triste no hay espejo
y lo que es
                  más
austero
                                        no
hay auxilio
por qué será que cunden fas alarmas
y no huy manera ya de descundirlas

el país tiene heridas grandes como provincias
y hay que aprender a andar sobre sus bordes
sin vomitar en ellas ni caer como bolos
ni volverse suicida u miserable
ni decir no va más
porque está yendo
y exportamos los huérfanos y viudas
como antes la lana o el tasajo

en el muelle del pobre no hay espejo
y lo que es
                   más
sencillo
                                        no
hay adioses

los tratemos que estaban en el límite
las muchachas que estaban en los poemas
asaltaron de pronto el minuto perdido
y se desparramaron como tinta escarlata
sobre las ínfulas y los sobornos
metieron sus urgencias que eran gatos
en bolsas de arpillera
y cuando las abrieron aquello fue un escándalo
la fiesta prematura
igual que si se abre una alcancía

hacía tanto que éramos comedidos y cuerdos
que no nos vino mal este asedio a la suerte

los obreros en cambio no estaban en los poemas
estaban en sus manos nada más
que animan estructuras telas fibras
y cuidan de su máquina oh madre inoxidable
y velan su garganta buje a buje
y le toman el pulso
y le vigilan la temperatura
y le controlan la respiración
y aquí atornillan y desatornillan
y allí mitigan ayes y chirridos y ecos
o escuchar sus maltrechas confidencias
y por fin cuando suena el pito de las cinco
la atienden la consuelan y la apagan

los obreros no estaban en los poemas
pero a menudo estaban en las calles
eon su rojo proyecto y eon su puño
sus alpargatas y su humor de lija
y su beligerancia su paz y su paciencia
sus cojones de clase
qué clase de cojones
sus olas populares
su modestia y su orgullo
que son casi lo mismo

las muchachas que estaban en los poemas
los obreros que estaban en las mulos
hoy están duros en la cárcel firmes
como las cuatro barras que interrumpen el cielo

pero habrá otro tiempo
es claro que habrá otro
habrá otro ticnlpo porque el tiempo vuela
no importa que ellas y ellos no estén en el espejo
el tiempo volará
                             no
como el cóndor
ni como el buitre ni como el albatros
ni como el churrinche ni como el venteveo
el tiempo volara como la historia
esa ave migratoria de atlas fuertes
que cuando Ilega es para quedarse

y por fin las muchachas estarán en las mulos
y por fin los obreros estarán en los poemas
ay espejo ignorás tanta vida posible
tenés mi soledad
vaya conquista
en qué mago atolón te obligaste a varar
hay un mundo de amor que te es ajeno
así chic no te. quedes mirando má mirada
la modorra no escucha campanas ni promesas
tras de mi sigue habiendo un pedazo do historia
y yo tengo la llave de ese cobre barato
pero atrás más atrás
o adelante mucho más adelante
hay una historia plena
una patria en andamios con banderas posibles
y todo sin oráculo y sin ritos
y sin cofre y sin llave
simplemente una patria

ay espejo las sombras que te cruzan
son mucho más corpóreas que mi cuerpo depósito
el tiempo inagotable hace sus propios cálculos
y yo tengo pulmones y recuerdos y nuca
y otras abreviaturas de lo frágil
quizá una vez, te quiebres
dicen que es mala suerte
pero ningún espejo pudo con el destino
o yo mismo me rompa sin que vos te destruyas
y sea así otra sombra que te cruce

pero espejo ya tuve como dieciocho camas
en los tres años últimos de este gran desparramo
como todas las sombras pasadas o futuras
soy nómada y testigo y mirasol
dentro de tres semanas tal vez me vaya y duerma
en ml cama vacía número diecinueve
no estarás para verlo
no estaré para verte

en otro cuarto neutro mengano y transitorio
también habrá un espejo que empezará a
   escrutarme
tan desprolijamente como vos
y aquí en este rincón duramente tranquilo
se instalará otro huesped temporal como yo
o acaso dos amantes recién homologados
absortos en su canje de verguenzas
con fragores de anule e isócronos vaivenes

no podrás ignorarlos
egos le ignorarán
no lograrás desprestigiar su piel
porque será de estreno y maravilla
ni siquiera podr á vituperar mi rostro
porque ya estaré fuera de tu alcance
diciéndole a otra luna de impersonal herrumbre
lo que una vez te dije con jactancia y recelo

he venido con toldos mis enigmas
he venido con todos mis fantasmas
he venido con lerdees mis amores

y antes de que me mire
como vos me miraste
con ojos que eran sello parodia de mis ojos
soltaré de una vez el desafío

ay espejo cuadrado
nuevo espejo de hotel y lejanía
aquí estoy
                  ya podés
empezar a ignorarme.
Natalia Rivera  Aug 2015
El fin.
Natalia Rivera Aug 2015
Luz mañanera de los lunes, esa que ilumina
Aquel vago recuerdo estancado en la almohada.
Un silbido sale de las botellas añejadas bajo la cama
Y la silueta de lo que pudo ser prende un cigarrillo.
Lúgubres desfiles en las tardes
Donde las quejas son el primer acto.
Las quejas de lo que nunca fui
Y de lo que nunca seré.
Acostada en la bañera con otra copa de vino
Y algunas pastillas para dormir
Ahogándome en el vacío que emanan de mis promesas.
“Todo estará bien” me decía “es solo una etapa”.
Cicatrices de inquilinas, arrojándome
A un acantilado sin fondo.
Adentro llovía todos los días y ya no sabía
Como evitar que el agua entrara.
No dormía ni comía
Era un cuerpo vagando entre vivos.
Ilusa la persona que creía poder salvarme
Absurdo el pensar que podía salir de eso.
Estaba en aquella tina contemplando desde mi ventana
El vestido que me tejía la luna y allí
Entre recuerdos, pastillas y alcohol
Quise dejarme ir; liberarme de todo el suplicio
Que jamás me dejo vivir, así que recite
Las últimas palabras antes de dejar esta vida
“Al fin, el fin”.
Thomas Thurman  May 2010
For Fin
Thomas Thurman May 2010
When your creator took her crayon box
That day she thought to draw you all alive,
She found a certain green to sketch your locks,
Another green to show you grow, you thrive;
A green of richest thought unlimited,
A green to match the green of your creation,
A green to go, to boldly forge ahead,
A green for lands of peaceful meditation;
  The Greene King, standing proud with all his queens,
  Jack-in-the-green, surrounded by his trees;
  A thousand other shades of other greens;
  The greenness of the deepness of the seas;
And I, I fall and marvel at the light,
A million greens, like fireworks in the night.

That day she thought to draw you all alive
She drew your outline, sketched you, and refined
And shaped your eyes, that surely saw arrive
The laughing people in the frame behind,
The humans, dogs and kittens, trailing plants,
Who fill your background; all you love are here
Around you in the middle of the dance,
And as you watch, still more of them appear
  Beyond your face within the frame advancing
  Children and relatives and loves and friends
  Holding their merry hands in merry dancing
  Extending off beyond the picture's ends;
I know your other folk would say the same:
It's such an honour dancing in your frame.

She found a certain green to sketch your locks,
A deeper green, a perfect green attaining;
And now another from her crayon-stocks;
Refreshing and repeating what's remaining:
She bleaches it and tries another shade
Then leaves it for a while and grows it out,
Returns it to the colours that she made
Begins to work again, and turns about;
  And why this careful labour to provide you
  With perfect colours captured in your hair?
  She knows your colours mirror what's inside you,
  Eternal greens within you everywhere;
And still beneath, the ever-growing you
Shall dye, and yet shall live with life anew.

Another green to show you grow, you thrive;
Out from the snow the snowdrop breaks in flower.
Who could have called this sleeping bulb alive?
Yet buried patiently it waits its hour,
Counting the snowflakes slowly settling
Their weight upon the heavy earth above;
One day its Winter changes to its Spring.
Who can predict the power of life and love?
  Hope that at last the final frost is dead.
  Faith that the Winter dies and Spring shall rise.
  Love for the life that up through blades has bled.
  Joy to a hundred children's waiting eyes;
For every hour it slept beneath the ground,
A thousand wondering eyes shall gather round.

A green of richest thought unlimited.
I try to say I love you every day:
I know I keep repeating things I've said.
Perhaps I'll try to phrase another way:
Suppose I counted all the money ever
From now until when Abel risked his neck
With my accountants, who were very clever,
And wrote it on a record-breaking cheque...
  It wasn't half your empathising, was it?
  Your thoughts are treasured more than bank accounts;
  The bank won't put your loving on deposit.
  And could they take it, given such amounts?
The jealousy of cash makes misers blind,
And who needs money when you have your mind?

A green to match the green of your creation!
She took her time in sketching out your features,
Shading you well, and, drawn with dedication,
You took the pen she gives to all her creatures
And set about some drawing of your own,
Filling the art with arc and line and shade,
Showing your work the care that you were shown,
And making them as well as you were made;
  And much as life your drawing hand was giving,
  Another life from deep within you drew:
  A life, not merely likeness of the living,
  So separate, yet such a part of you:
Who finds your baby-picture on the shelf
And smiles and finds you, showing you yourself.

A green to go, to boldly forge ahead,
Should shine on traffic lights for every person.
If you should find a colour in its stead
That stops you-- not an arrow for diversion,
To Edmundsbury, Hatfield and the North,
Or any other place that's worth the going--
But rather reds that block your going forth;
If traffic signals freeze your days from flowing,
  Your life is green and you deserve the green.
  And if you try to go about your day
  And greens are coming few and far between,
  And reds and ambers blare about your way:
If so, I pray your days to hold instead
All green, and never amber, never red.

A green for lands of peaceful meditation.
You call: Come stand upon my sacred ground,
Come sit and breathe the peace of contemplation,
Come feel the grass beneath, the lilies round,
Come sleep, come wake, and drink the quiet waters,
Come to the maytree, blackbird, waterfall;
Come know yourselves the planet's sons and daughters.
The people pass and pause, and still you call:
  It's waiting for you when you ask to try it:
  Peace (and the air) cannot be bought or sold.
  You'll never gain it if you try to buy it:
  It's not an asset crumpled fists can hold.
All that you have is nothing you can lose;
You stand on sacred ground. Remove your shoes.

The Greene King, standing proud with all his queens,
Guarding a land of oaks and aches and cold.
It's not a normal place, by any means,
This island of the oldest of the old,
Where bow the ancient oak and ash and thorn
In homage to a figure on a hill;
Deep in the hills where Wayland Smith was born
You stand, an English body, English still.
  For odes and age and air and ale have filled you,
  Made you their own and promised you belong;
  And since their homesick longing hasn't killed you,
  I think you'll be returning to their song;
Come, take your time, and sit and drink with me!
What say you to another cup of tea?

Jack-in-the-green, surrounded by his trees,
Had given birth to leafy life aplenty,
He'd introduced his firs by fours and threes,
And sowed his seedling cedars by the twenty;
The field was filled with trunks and twigs and roots,
The soil was sound and fertile, and the fall
Would fill the forest floor with growing shoots,
And none but Jack was there to watch it all
  Until you came to wander through this field,
  To walk within the ways within the wood;
  Your mind was brought to peace, your spirit healed,
  The forest given form and blessed as good;
Jack-in-the-green will wonder all his days:
your presence never ceases to a maze.

A thousand other shades of other greens:
"Leaf", "emerald", "sea", "bottle", off the cuff;
"Viridian" (uncertain what it means),
But there's so many. Names are not enough.
Yet, in another life, your maker might
Have picked you out among primeval glades
To work as keeper of the rainbow's light
And in another Eden name the shades;
  If so, the planet's poets will rejoice
  That, given life together with a name,
  The colours sing a stronger, clearer voice,
  And every hue will never seem the same:
Each of the shades looks loving back to you,
Its namer and the one who made it new.

The greenness of the deepness of the seas:
A home to fish of many a scaly nation.
Follow the shoals; the smallest one of these
Swims as a fishy summit of creation.
Yet every one's indebted to the shoal,
All subtle in their difference from the rest:
A fish of friends, a member of the whole,
A mix of traits, a taking of the best.
  So you and those of us you love so well
  Will grow along with other friends' increase,
  Required ingredients in the living-spell:
  Each person brings a necessary peace.
The level-headed people mix with mystics,
And both are living mixtures of holistics.

And I, I fall and marvel at the light,
This changing light that grows throughout the years,
Extinguished not by hardship nor by night
Nor foolishness nor sadness nor by tears.
When we were separated by the sea
I wished myself amidst your myriad days.
My wish was mirrored in your missing me;
Your maker joined our wishes, joined our ways;
  She placed our hands on one another's heart,
  And you and I began a lifelong learning
  Of one another, like a magic art
  Whose telling grows with every page's turning,
And holds our friendship as a growing bond
Till seventy years old, and still beyond.

A million greens, like fireworks in the night.**
I fear this sonnet never can be done.
So many colours burst upon my sight
I cannot tell the tale of every one.
But I can tell how vast excitement fills me
When all the flying sparkles fill the sky;
I want to tell the world how much it thrills me
To hold you close, reflected in your eye;
  I want to tell in all my earthly days
  And yet beyond, of what you mean to me;
  I want to say I love the myriad ways
  Of what you are and what you'll grow to be;
These counts combining made the building-blocks
When your creator took her crayon box.
Written as a Valentine's present for and about my partner, Fin.

I recorded myself reading the poem at http://www.youtube.com/watch?v=27EykqTr-w8 .
Julian Sep 2020
The Roulette of Fanfare by Imaginative Glare (A Cooperation of Timeless Synquest)
Sunken fortitude is the bailiwick of interminable eupathy that sustenance embezzles by minutiae of orange spectral linearity of bypass becoming a torus of tragic reprieve in repcrevel fashions of hyjamb. Thus we float above the carcass of syrts of certitude by cadasters of nostalgic drawls of malingering strawberry staddle for the scutage of pinhoked disaster. We renege on committed opalescence because tranquil dangles of vinsky are waged by trenchcoats of bluster for vector arrays of galvanized decorum that swirks for elegant synectics by dredged grains of agrarian sanity by the pleckigger of lopsided islands of creativity that are the notarikons of aleatory finite but equidistant largesse of not just a jumboism but a jetsetting travesty of traversed time mastered by ignoble ingenuity. I limn with piracy as a freebooter cordslave plugged by demitoilet reminders of the flyndresque alloreck of tinjesk spectral ultimatums that are the stretchgraves of a retrospective infinity that is a bystander to catapulted cohesive coherence found only in piecemeal culinary seditions against the drip of a turncock of roosted clarification in muted hindsights of foresight itself. The pleonexia of abeyance is the riddle of enigmatic promulgation that flickers even with partial compartmentalized servitude to the burlesque the burrows of an ophidiodiarium scare away any jaunty sleek car from the boosterism of a farmed collision with disjointed surgery of nimble reticence that braves the seismotic macadamized plutocracy of drift without sedition in sedimentary clairvoyance with a pointed amphigory that is actually a starved clarity for ommateums without spelunked trudges that occur in dovetails for disguise by synectic optimum at the zenith of the hive synergy of singularity.  The justified jest of aleatory flexes of finitude is a shambolic gesture of the limber of divergent interpretation ingeminating the world by sapient degrees of psychometry of divergence in piecemeal asseveration of the hindsight of the festooned not tepid or butchered by the obvious to the glaring cineaste but rather a gloaming glint of refracted ingenuity roosted beyond any alienesque erratic happenstance that is itself a beatific fortuity for the geotechnics of human emergence into supersensible planes traversed in a stereodimensional covenant with a compacted compost of DIVERGENT IMAGINATION OF CADASTER rather than the regelation of the obvious. Timmynoggies of cartels are regnant because of the repugnance of loyalty to the fricative frigates of superlunary mention of ratiocination divorced from husbandry of hyjamb for giant leaps in rigged ambsace maledictions of unfair pleckigger of the wrikpond relumed by huffs of impotent flairs of flambeaus beyond ecdysiast stretchgraves of perilous paralysis for the supererogatory of the accursed destruction of stoichomety of solipsism tremulous by biocentric levity above fastened redoubled pederasty. We maraud the rabble of nostalgia of rhinoplasty of penumbras that live on rainshod territorialism beyond the jolkers of everlasting foofaraw livid by betrayal but erratic in glamour without crackjaw costermongers vitiating the vociferous because of incumbent thermodynamics that affixes the stagnant to the latticework of riddle by sturdy integral derived fliphavens of shibboleths of solitude. Education is a fliction of robust derangement of nowhere men taxed by the celerity of traversed traipses of memory beyond encaged bridewells for recanted alchemy to prerogatives of the roomy expansive facsimiles of departed stigmas of bossy clairvoyance for martian glimpses at sunken waste. The bernaggles of brittle titanium are abrasive when they are alloyed with the compost of material dynamics of capital without avenged prediction cemented in sunken graves taxing the nostalgia of histrinkage that is affixed to boschveldt traindeque for venial consanguinity to dikephobia. We elevate the endpoints of abridged turriform clockwork provincial shibboleths that are the proctor and protectorate of insular robbery of crowned trounces of gravity for the gravitas of sepulchral vanity learned from famigeration of filial tithes of duty. A dutiful sedition is countermanded by the pews of turnstiles that enamor the enamel of rollercoasters because of vague vagaries of bedazzled contrition for wanton ambition on psaphonic psychology and therefore sustain the vibronic thrombosis of nonlethal inseminations of clear aqueous transfixed filigrees of demented notions of cheerful apocrypha of liturgical pride beyond the dungeons of prejudiced inquisition. The jolkers of insolent archipelagos of spinsters that levitate by parsed peril of delaminated parsecs of glazed parturition is the orchestra of a nonlinear grove of invented abecedarian witwanton notice of maddened cattle of gluttony forestalled by the clairvoyance of otiose operations of redoubled countenance that consequently is septiferous by degrees of sanguine rapacity the qwartion of endeared endeavor to surpass the gentility of brooked temperatures frozen to sustain but not mainline the congeners of the elective agenda to bypass the thornbushes of conflagration without knavery or cutthroat embellishments of bedlam. And without the din of simplicity occluding the transcendent goal of humane synoecy of fustilugs of fumatoriums endangered but not inflammed by controversy we witness the insubordinate university of hibernation becoming a specter of grisly bromidrosis of lackluster forswinked fortitude because the majestic sinew of the overwrought is a refrained luxuriance of pity of facetious glebes ringed around orbital planes of synthetic abridgement that supposes the sultry is actually the swelter of calenture but taxed by sicarians of the grandeval it meets no fanfare among elective privilege. Amphigory is not categorized as dross by shipwreck but only by synechdocial docility of groomed barren arcades of storged complication leading to regeneration of a world leaden with the epicurean epithets of agerasia that burden the wardens of poached intermission without remission because the drapes of the greatest art are thus created by the complete transfiguration of the soul bolted to ethereal expansive heights that dwarf all pithy gnomes of the gardens of prospective desiccation of the petty gripes of the gavel of idiocy rather than the astounding artform of the newfangled tabanids to supererogatory oceans of creativity. The benchmarks of sublime illusions of supremacy are a hidebound taxidermy of the rookery of greenhorns to summit the testy secrecy of inane drawl that scrabbles the miniature embellishments of petty sportive lunacy as a figment of the feral nature of proclivity recumbent upon its own gladdened prickly renegades that align with a gallywow cacophony rather than a merely epicene convergence of attitude for equity above polity that is hardly polite. As a penitent hibernal rejoinder against the clerical critics of religiosity becoming conflated with artistic masterworks of oligomania I offer my rogation for atonement because the melismatic art I fashion leads to the vogue enchantment of the noosphere for the soteriological bedrock of fastened intellectual endeavor that traverses planes of an engorged soul without a gulf of conscience leaden by distracted discernment leading to a hypostasized apostasy from the religious scruples I rigorously uphold but that I vacillate away from because I want to entrench an irenic world for the francketor dash towards a superlative enrichment of mind above matter for the victorias of soul above the pettiness of the dim humdingers of the banal lifeless squabbles of martexts beyond the hospitable welcome of martians. For the naysayers that don’t understand the ironic irenic circularity of gainsay becoming rebarbative to this artistic flourish of supersensible equipoise with an approximated histrinkage lagged by temporal deficiency they should not abhor the talisman of an ergotall genius but rather marvel at the burlesque cineaste connotation of enamored youthful spirits becoming novel because they stride above the cascades of crestfallen apathy of plodding languor. This is a definitive new artform for the niche crowd so don’t dismiss it as gobbledygook because it serves the purpose to enchant creative spirits and test minds that might be more nimble than resourceless. Wearisome by demiurges of distraction the thorny imbroglio of industry is a whiplash of nativism belonging to the throb of pulsated penury that is neither valedictory nor penultimate but tertiary in oblong variegated menageries of perfidy for collapsed enormities of jumboism lost on inclement stoichiometry that is sejungible from crambazzles of findrouement that are squaloid enthralled raptures of humdingers of rippled hunks of parched nebbich pataphysics because the circuit of conditioned reward is a rebarbative tether to the catchpole exploitative erratum of harbingers of hungry happenstance rather than continual enchantment. The crumple of squaloid sebastomania a distant figment of adscititious schadenfreude of dilettantism of flonky smardagine streaks of whemmled anxieties unduly provoked by calamities of presstungular intorgurent toonardical deprived cartels of repcrevel pursuit with labial senses embedded in deft incondite inquiries against seismotic jostle over the rubble of scaffolded jengadangle above the rot of contranatant sleek suffrage for the chattel of elemental realism becoming a heroic temple for glory without the vetust errundle of dismal disco attuned only to the spurts rather than a startled commerstargal of alienation leads to a plumber’s irony of atomic humdingers of natural equipoise with litotes of scrawny rings of gollendary piracy. The valorous incondite bricolage of a ****** cineaste barnstorm inoculated from conflagrations of the flagitious reprisal of prevenance of ferial fastuous feats of furlongs of brittle certainty above the tentative glaze of aced pokerish promenades to summit the craggy because the salebrosity of the pitch is also the venue for the sphairistic tentpoles of a new tabernacle of spectacular ecstasy in obvious punitive damage to puritan pilgrimage to mechanized obelisks of sardanapalian betrayal of histories of seizure rather than naturism of erasure that is a totemic recall of strollows of lonesome tributaries to tribunes of steam rather than saunas of lickerish leverage because the gladiatorial is a zugzwang with the deliberate infernal shibboleths of the disinclined people dislodged by carnality that depose sicarians of science because of militarized enmity against the whangams of taghairm becoming the outmoded dupe of dopamine that is now serotinous rather than flanged with glaring hearsay. The serpentine winds of windlass sometimes are a conclave of convex itineration against the steady husbandry of docile domiciles of mannequin sedentary postures for posterized infamy rather than manufactured oneiromancy that is the staddle for every phony contraption of qwartion obviously specious but interrogated by the dubiety of perseverance of inclement curiosity. Yet again we sweep the soaring ligaments of rigid ramshackle bletonism that hawkshaws countermand by division of enumerated nadirs pivoted against the perpended weight of the prolonged zeniths of grit above substance that infatuates myopia but glares against mountebanks of apothecary leverage. We fight against the boxcar traindeque of sejungible traipses through stereodimensional rebuffs of known drogulus surpassing unknowable reticence of citadels that are owleries for the seedy cities they sprawl with incontinence for a drab raft of intertesselation rather than a refined quintessence of alchemy achieved by allotment by brackish nescience becoming a blinding ray of destitution engraved by petrified decalcified rudiments of realism. The somber timbre of delirifacient ruinous rumination malingers in humdrum salience as it scrawls the tragedians lament of distal eventful frets of declassified nomenclature that swoon with lugubrious harbingers of burglary the licentious dolts affixed to the brays of pauperized regions of future proximity too remote to paralyze the morale of any cantonment on record by litotes of profound remembrance of a backfire delope for cineaste conflation of marstion slore for educated reprisal of desiccation. We spelunk in mimicry the dingy duplicity of double-takes in regelation that owe homage to the percolated hearsay of cartels that operate parsecs beyond our congeners of germane lustration in remission by deontology for soteriology alone but not vacated of the stilts of turnverein ragged mannequins of desolate remorse for the dearth of hived and hemmed hibernation in a fitful frenzy of revision above precision. We see abundant lactose intolerance as a sidereal lovelorn lament of sematic entrenchment without the scourge of roosted war against abrasive brawn exercised in flexible limbers of the novel filigrees of truth revelatory of consideration rather than impregnated with the perfidy of amaranthine static of regaled stagnation that flickers with the marinas of congregated leaps as a signature of the artistic license of byzantine traipses of contempered primacy in the soup kitchen of a lapse in sabotaged sobriety. Immune from displaced donnism is the resurgence of bonanza from checkered propinquities affixed to a finite placard of spacetime that owes to stretchgraves a profound depth of contrition that carmelized apocrypha lapse on lissome whilded dignotions of contrarian raillery of loose nihilism rather than anchor to the eremites of fact found in eclipsed culmination for momentous harps of the Jubal for new centuries inseminating the populated presence of spectral imagination with contorted melodies that spawn an ingenuous quest to swoon abiding heavens for celestial ears. It is conspicuous that artifacts for raiders elope with circuitous routes of heated sedimentary incubations with a comatose creativity that seeds the ferial junediggle with a supercalendar of confections that are intermittently apportioned in heydays of culture to the sad lament of the obvious rather than the obviated dare of audacity above conglomerations of spirited luxuriance in tasty memorial to a pinnacle above all other notions of sentinel apostasy. The greater atrocity of rogated ambitions against the gainsay of iconoduly of the rood and rude crucifixion of resurrected clarity found in the enamel of akashic answers to questions fashioned by kneaded cosmetology of delicate ***** cotqueans of limber above precedent and license beyond the finkly limp of lolloped saccharine blitzkreigs of the jalousies of the ajar vaticination of hurdled glaikeries of epicene impediment is that we ****** ink above the gesture of the quills of rocky abrasion found in limitrophes of yachted celebration because of rabid coherence above the wherefores of gadzookerie because the gladdest scaldabanco is the demented persiflage of collateral catastrophe beyond any humane degree of schadenfreude for persecution that backbites the anteric antlers of the jesters that mock the procession of liturgical secularism jeering at grapholagnia while lagging in imaginative spurts of lament for incalculable damage to the Pandora’s box of effluvia that meet stiff tabernacles of betrayal because of the Judaic foresight rather than as an alarmed Marxism scared of an agrarian interdependence of worlds cadged more prone to moral dogma exercised with latitude rather than unscrupulous brays of fisticuffs of shambolic shams of ruin. We glance at the perfidies of voyeurism with pertinacity and recalcitrant bellipotent bedlam that evokes the illicit grandeval whangams of quixotic whartonized arraigned estrangement from legalism to warp time to its own superlative turpitude that is reckless but contingent upon the consummation of destiny only to the extent of original witness rather than the decay of perpetuity wrought by the persiflage of envious militarized mandarisms of enmity aimed to derail the elevators of the noosphere from stratospheric emergence in now perspicuous clarity above the pother of the indelible sacrilege of the stygian polymathy of the astute enemies of the proper comstockery rather than the negligent butchers of an enantiodromia of oligarchies of lewdness that are severed appendages to Anti-Semitism and by extension a marginalized Islamophobia that demands by exigency the complete erasure of all attempts at sacrilege exercised in rampant dereliction of dutiful upkeep of the upright morality against the cadge of ulterior ploys of a broader hedonism that would only piggyback because of the license of ryesolagnus rather than because of a complete signatory endorsement of the liberated agenda of free thought conquered through the conquest of God but the ultimate conquistadors of time through sennet and even negligent rebec to memorialize the triumphant pantheon of growth rather than rankled regress into prolonged hatred ingeminated by atrocious tortfeasors that belong nowhere but the ashen heap of exorcised damnation. The perdition inherent to the system that craves chattel rather than sartorial versions of syncretic chatter is the malefaction of renegades bent on tornadic vulcanization to a demoralized wragapole of docility hitched to the vandalism of pilloried tarantisms of moral lapse leading the sheep into sheepish resignation over the accordion of Original Sin that annoys because the bridewells are brideless birds of the chavish of warbled uncertainty wicked because of snuffed tabacosis of mitigations of evil by the evildoers for the rejoinder against the Republic by rendering the **** a platonic ploy of karezza if only punctuated by solitary ******* reticulated by exsibilation that is contorted when you consider the ****** act a marvel rather than a condemnation of the vicarious involvement in normative ****** creations not of any higher artform but of an evolved theology that might perpend the issue of Christianized ******* that is videographic as a sanction worthy of charter and an impending simultaneous comstockery to protect the decency of the simultagnosia of a diverse and divisive mispronunciated time bent against its greatest heroes for the malice of schadenfreude built into the system of language itself by germane consideration to flagellate the wrong country for the  greatest wrongs known to the realm of religious observance. The pederasty of enclaves is the bailiwick of mutinies of selective mutism incurred by the vilified into compulsive shrieks of kallince as a ribbacle of protean ratiocination paralyzed by the coherent vulnerability incurred by the exchequer of polluted conditions of enslavement by the stretchgraves of the chavish of too many pulpits in the throng of a decisive jaundice against the victors of history because of the obsolescence of the historical fossils of outmoded jealousy. Now to the eupathy of all generations should we better conserve situations against the encroaching wesperm of the marstions of ulterior feminism grimacing at the pleckigger of manhood and decriminalizing the taboo against the enantiodromia of miscegenation to the folly of shepherds of idiotic ploys to rear the mediocre rebec of warbled intimations of cultural impotence that should proselytize both the oligogenics beyond ecbolic atrocity and the adoptive ****** of the anglosphere through its smart and dapper monopoly threatened by the commerstargal of retromorphosis exhibited by the demassification of culled syntalities into aboriginal epigenetic kennels of subservience to a piggybacked system where if you are among the attentive scrutiny of the audience that both perceives apperception metacognitively with francketor precision you are thereby inoculated from lean herbivores of cultish occultism metaphorically in the annealed agitprop for resourcelessness that never ends in the radioglare of revisionism because of the prevenance of the vergers who manage the Manciples rather than tend to the vainglory of the potagers around the hegemunes of an unwarranted and puritan celibacy of conceptual sterility in a world fashioned by engouements for sanguine hopes for a consanguinity that might portend into dynasty but lopsided in its contrite missives of scandal will never provide a valedictory rendition on politically checkered zugzwangs of ulterior scientism against the lettered freedom of bibliognosts to aggrieve against the gloaming vacuum of sartorial damages to Dagon among the populated metropolis of corporate servitude that will thus collapse out of rebarbative backlash for its diminutive economies of scope and pretenses of largesse of scaled down collectivism into a heap of corporate rubble rather than judicious bonanza. In every considered word in this Biblbical warning against the trekleador of the amazonian paradise against the travail of junediggles of obligation among the frenzied fretful tocsins of farcical utopianism meeting the inclement reprisal of sanctioned duplicity in frikmag beneath the truculence of mobilized alacrity to syndicalism endeared to capitalism rather than the converse logical apostrophes that are imponent overhangs of an already conquered feral sphere of nomadic imagination into a checkmate of a socially validated future clinched by foresight and the wragapole nature of the insensate docility of those prone to officious naturism before the attempted monolith of the mountebanks of the quixotic towers of panopticon that are a regelation of unchecked ambitions verging or diverging too valorously against themselves but also prone to a simultagnosia that berates the robust picaresque swandamos that curtail the curglaff of malcontent with the recoil of perseverance that reneges in tiresome defeat of a demilitarized population that should always be grisly rather than denatured by the overhang of the incumbent nudism of certain futures becoming to finicky in impetuous lurid specters of abhorrent exercises in chantage waged against sardanapalians in all countries regardless of merits or demerits. The redstrall of enlightenment is not otiose operatively in recursive backlash against nominalism which sweedles the weedledge of a new acquiescence timid enough to mangle a prosodemic wave of celibacy propitiated by the succedaneum of profligate vicarious lickerish ****** appetites that diminish that natural instinct into either barbarous experiments in lechery too inconvenient to apprise honestly but looming aghast at the moral tip-toes around the Original Sin that binds us to predatory lapse and retromorphosis rather than the maintenance of a mainlined trimpoline confidence in a normative wave of galvanized interface against the overpromiscuous provisions for the lackaday resentment of alienated millennialism relishing the sennet of nostalgia but bereft of the heave from moral slumbers of an invented celibacy intermediary to demassification but attenuated by the omphalism of astute gravitas in socially engineered balks at the emergence of singularity in personalized cacotopia becoming a metaphor for the broadsided shipwreck of an inured world pasteurized into acerbic jolkers of foofaraw rather than the real-life relish against still-framed ostentation that distorts the granular artifice of the natural into supernatural fixations with gaudy swarpollock indecently exposed. To the finkly flonky puritanism of the wiseacres of those who say sacerdotal duty cannot diverge from entelechies of secular insight I behold the marvel of timespun elegance as the marvel of God’s convergence for the happenstance of the serendipity of magnified time lived completely in the plenipotentiary pangs of evanescence that catapults subliminal meaning to memorialize this indelible seminal watershed in a clear visionary establishment of history. Most belong to oligomania but I relent in the completely sardonic intortions of aspects of sebastomania in complete equipoise with the clairvoyant clarity of centralized perspective but the dragomans will interpret that last phase with underminnow because it belies the granular intent of the fin de seicle advent of a new generation that is an homage to the hallowed Judaic theory of millennialism as the return of glorified entitlement yet tentative in its overhang but never malicious in its grapnel of the fewterers of amazing convergence of clairvoyance. The tangential rebuke of the absurd oxyholotron of paradoxical puritan superstition that assumes a fustilug generation will cement a farsighted clarity that subsumes generative prowess lingers with fixations on the figments of the apocryphal version of the truer version of revelations manifesting right before our eyes for neither the sinistral or the dexterous amplivagance of God’s universal message by the superorganism of messianic purpose belittled by the agents of humbled perdition not alone of martexts that are martles but also by the shepherded fears of the ignorant rather than the insipid because the will never be outmoded only enhanced by the acceleration of proliferative technologies that pave a macadamized future of prosperity rather than the tarnish of the miscreants of Tyre. I owe all providence to God because he fastened his scrutiny on my autodidactian romance clambered into restive ontocyclic peccadillo that points to Pinocchio more than to the truest compass of an omnified salvation of the piggybacked purpose of synergies of geotechnic mastery that elevates the cause of God and liberates us from the stings of dangerously vapid pauperization of the intellectual frontiers by dangled prevarications of desultory incontinence forestalled by avoidant developments in proper fewterers of ambition. By the axiomatic Brocards of time travel the unstated ignotism of deranged circuses of stupidity congregated around the swelter of dismissal is a barnacle to the mofussil fossilization of sentiment that remarks ironically about the petty indelible moments but not the entelechies of a unified front for liberated equity and considerate tender of diverse quorums that shepherd rather than intern the noosphere into the burgeoned resurgence of a humane endeavor for the everlasting enlightenment of an ameliorated humanity and beyond that. By the bailiwick exerted by the plenipotentiary omphalism still participant to the quorum I hereby declaratively implore the abrogation of pernicious grapholagnia as the peremptory sacrilege that needs exorcism for our times and yet delegated of stature I urge hortatory and imperative action for the expurgation of all tortfeasor illegally obtained ******* of unsolicited voyeurism to be completely regarded as the ultimatum of temerity against carnal restraint and banished from the human registry to uphold the strategic interests of the United States of America. I understand that there is not fricative monolith and never will I lean for that conquest but as a humbled member of the omphalism that constitutes the sacred endeavor of sociogenesis grounded on God with collegialism upheld that a geotechnically optimized species needs to refrain from lewd perfidies against commonplace justice to restrain the fumatorium of unwarranted envy from poisoning the pervious minds of people that congregate in defensive posture but not definitive gesture. I also beseech a portentous  settlement with  I relent from avarice but it is not a superposition of authority just a suggestive glance at requited justice but my grangull chavish of circumlocution naivety will meet the most deliberate Sardonic Sc(p)orn in these times of need. These next words are paused and already fathomed by the supernal recursion of the iterative metaphysics of recumbent retrospection hinged on hindsight to proclaim without any hints of attempted subterfuge of the clarity of a Democratic Republic that my words while forceful do not constitute a breech in public conduct even while vaulted with a minor rapacity I rebuke and atone for even when many others might find recourse to expiate my jalousies to the windowed world not of vindictiveness but out of the cursory and emphasis on cursory justice needed to vouchsafe my continued security and inoculation from the pothers of obviously shortsighted pleonexia which will obviously be fleered as a slight euthymia glazed on self-interest while tone-deaf to the checkered layers of entrapment by a confederate whiplash but a native grit never to enslave but to empower humanity. I am deeply lugubrious over the specter of the trembled quaky ground the penury of spiritual loss rejoinders against my candidacy for high esteem but not peremptory decisiveness in active service to yield to a supererogatory attempt for felicity to alight in my life not out of material greed but the gratuity of serviceable missions that play a dicey gamble with a frenzied manumission attempt that is essentially that a parsed manumission for eleutherian pragmatica to chide as naive but alarmed senectitude of the old order prevaricates with the din of postured hurdles of gladiatorial outrage that weans me away from the ataraxia for my fumbled stream brooking intolerance for years on the ballast of collective endeavor. Nevertheless, lets speak more on God’s providence because in this esteemed moment of watershed emergence of the fully engorged but rarely gluttonous soul I have found an equitable peace with supernal and superlative authority in God that grants stewardship and tutelage to the audience that will eventually through proper discrimination be delegated as higher than the ignorant bystanders of fleered snide disdain for the abnormous and bletcherous dimples of an otherwise circuitous dalliance with an unconventional path towards destiny rather than some windlass of opportunism for, if it were not for my unabetted genius and the provisions of divine appointment based on a kindly generous deference to preterition axiomatic in perceived time by the strictures of the convergent past and the divergent future, I would never find a role of partial authorship of a widely heralded tome I will one day publish to either the exsibilation of the antiquarians of hidebound irrefragable ontocyclic convictions or the cloveryield of an appreciative gratitude to the God I serve and I make no notions of any hostility towards any party of petty dismissal because I expect their recumbent recoil but I apologize for hubris and extenuate the follies of the refinery of character as I ascend into a figurative ennobled step into soulhood that exceeds my former dismal limits by such staggering orders of magnitude it magnifies the questions of ontology in sentience rather than beckons the alarmism of the swarpollock of tripwires that can easily withstand the tempests of scorn. The uproar of commotion of blood sanctified by the thirsty rain for the desiccated faucet of dramaturgy in reprisal for docimasy is the integral linchpin of the biocentric rebec reasting on the primitive hymns to festoon the curtains of defenestrated primitive relics of shady attempts at officious balks of the privatized empire of the alytarchs among the earwigs that simper the culled delicacy of sensible notions into the congeners of prioritization emphasized by quantulated concerns veiled by elaborative synquests that burrow the sulcate grooves of hidden hedonism for the chic magistrates of financial swoon or swayed vestiges of a forgotten calumny of betrayal by the coming-of-age sprouts of hedged dismal dismissal of a lugubrious prospect for an otherwise revitalized dressage of emoluments to glory that lurked in penumbras by rigged enumeration but found their prominence by the gravity of sensation-seeking frissons of alterations between benighted glory and the famish of artificial tethers to the yoke of caramel and chocolates as a dainty ploy of yearning persiflage also a dranger of camouflage for flagitious percolations of the invidious rumors of imposture and the groveling contempt of the known drogulus remiss in denial of its own requited date when the powers of miscarriage become ecbolic to their own lagging languor of lisps of linguistic ramparts of a revival of hypertrophy for hyperactive foibles in inclement weather. Ok beyond the absenteeism of the presence of perceived amphigory there is great heft in the nominal notion that dogma is mobilized in serviceable goods of merchandized mirrors of glazed remission of moral tender because of stoked curiosity unhinged from the pragmatica of duty. We need forbearance in empathy that loves the lovable rather than envies the deposed despotism of clever wiseacres veiled in delicate symmetry with conscience that is the quill of a wellspring deeper than any imaginary vagary can approximate because impossible events punctuate time with literacy rather than incontinence of drivel that is ambitious but ignoble by stately coherence. To the critics of the baragnosis of limited apperception my words are blatant amphigories but they only possess enough ken to fathom an average orbit of suboptimal outcomes rather than transdimensional chances at chess outnumbered by checkers by incidental design of clever ploys of rejoinder that is by design arcane for the arcadia of the pristine arcade of future possibilities  As I am purblind by psychorrhagy I am incompetent in my radiopresence because I am a departed spectral figment above fricative hisses and whorfian glares of mediocre rebec for primitive shibboleth above prized taurine anglophonic convictions that superimpose the dignified clarity of willpower above the dragnets of supersolid conflations of puffery. Ok I admit a lapse of transmission by the vesicles of numbered murders of henpecked owleries of the senectitude of sepulchral magnetism of slumber over awakened alacrity of mobilism fashioned in portentous flipcraves of additive immobility of fixed vectors seen through parvanimity that actually just swivel in circular retorts against themselves without the elaborative potential and the belabored traipse of the rabid taradiddles of sensationalism marauding as a defalcated burglary of emotion for useless psephology that predicates nothing but a slight budge in the autarky of structuralism which is never sclerotic but stammered by articulations of the overt when the covert aligns by an alien agenda that is subservient to magnified priorities of warped swirk of telescopic prevenance and hedged boschveldts of elemental and I stress the strain of the elemental for the drogulus of sensational proclamation by executive ****** but supererogatory minutiae of fascism cloaked by earwigs of repcrevel repute beyond memorialized reputation. We need to renege the southern pacts to the Argentine mandarism of reticular vitiations of cinematography waged against creative visionaries of free speech because of the succedaneum of furtive endeavors at optimization by compromised degrees of artistic licentiousness even that is never lewd about sacred roods but boorish in blockbuster rather than kempt in collectivist brunt of the timid bronteum of agitprop that lurks in the imminent future of cinema. America needs to retain the disclosed but still-frame inertia of catapulted declassification that ennobles the fliction but also the vilified distilled truths only the keen of acumen will sensibly identify so that the magnet of earwigs gravitates to the belabored analysis of astute congeners to relevant tributaries to the ocean of adventitious swarpollock in the procedural autopsy of the auditorium for neither a chattel nor a crystallized nurture against the matriotic insistence of decorum. Essentially the succubus of prosthetic protensive docimasy of imaginative logic predicated in visionary apperception of the unseen in immediacy is the longeur of reticent endeavors to pasteurize the oculus rifts of futurity to synergize with the entelechy of proactive somnambulism that sensitizes the profoundly capable but never bereaves the inept of direct interface with communicable dominion with fantasia that is an operative artifice of a beguiled lurch without purged retrograde immaterial delusion that endangers visceral momentum toward new directives of the outmantled zugzwang in elementary exercises of swaddled posterity free by irenic idolatry never orphaned by a widowed imagination. The swirk of hypostasized probabilities in an invented swipe at wide-eyed but star-crossed turnvereins for the imaginative leaps in the performative depend on the delicate swivels of declaration independent from culinary clarity of macroscian travesty rather than pinhokes of naufragues of maudlin laudable applause by the canned nurture of speculative intimation that sadly severs the curglaff of whispered intimacy over the confidence we have in artifice to teach the wragapole both matriotism and sensitive reninjasque poker without incurred damages beyond the clarified visionary potential of graphic protheses immediately perceptible to the acumen of judicious polymathy indoctrinated by the rigor of scientific grooms for melliferous parsecs of advanced minutiae of dark horses to nomadic license beyond ravenous **** palindromes of hushed vigor to the declared by scacchic deliberation to usher in crass but crestfallen synectics. The future of God is secure in the fathomed furlongs of cubic citadels of pasteurized paradise found in corralled reluctance without remonstrance of poetic belletrist resounding with clangor rather than swerved nimble potions to avert future calamities in war by the expansive frontier of a civilized metropolis of the mobilized imagination hypostasizing newfangled naturism that is neither mofussil nor a fossilized relic of scrappy schlep. The nonchalance of parlance swims in arenaceous bunkers of drivel that congregate in the turnverein of futuristic opportunism found in the muzzled directives of orchestras of departed clarity no longer so insular in its bossy imperatives but clarified with hearsay and blushed blarney not the blench of widened divulgence of minatory malice that incurs the punitive curglaff of frenetic retchallops of winsome specters becoming opportune pragmatics of a semantic network of dirigisme that through sheer horsepower overcomes the sting of ubiquity or the hollowed headless vesicles of urbacity disenfranchised by degrees of impertinent pertinacity of deposed disclosure rudimentary in sedentary simplicity against matriotic duty to remain guarded by an ommateum that fathoms the abyss but never wages reckless adventurism. Prevenance is the key to absolution but staggered implements of dearth preempt the ecbolic corrigenda of castigation by hindered lurches of veiled errundle belonging to a central trimpoline interposition of fungible felicity for not only a regional fanfare but a global scale of competitive endeavor of cleverage beyond scopes but beneath scrutinized mutiny of embanked polymathy stranded by the redstrall of industrious slavering dogmatism to a servile ***** rather than the boomerang of pressure to asseverate limitless bounds of planned obsolescence to engorge but not intimidate checkered reticence in the sinew of the musculature of creative parlance above petty finicky demiurges of latitudes in amphibious annealed glorification. Temperatures gauged by the thrombosis of thermolysis in psychotaxis gouged by hucksters of taciturn bamboozles of teetotalism are neither scourge nor foe of the strategic advent of the fascination of prospective investment a boondoggle that offsets the bonfire of retorted whimpers of foudroyant ripples of wildfire perspicacity strung by the catchpole of ubiquity in the time-honed decorum of genteel upright raconteurs of volleyed neglect by strict mandate will uproariously profit in remission from knowledgeable exacerbation rather than tomfoolery by filial tithes to foreign wardens of conspicuous levitation above gimcracks by the syrts of percolated filigrees of belabored chantage exerted over the tide of perfidy in contained discernment will stall and extinguish the prideful jostle of profane blasphemy against tacit covenants of blackguarded justice served by platitude better than by insubordinate quivers that quake because bears bounce checkered checks rather than anoint the sigillum of protective vouchsafes of exchequers smartly dapper rather than dimpled in flagrant brays of castigation and thus secure employment of instrumental advent rather than desecrated conventicles of remission.
Now it is time to ventilate divine knowledge that transfiguration means a humane liberation rather than a sanctimony of tirade against dumose proliferations of fluminous imaginary tracts of the probable rather than the certain for the elevators of sanitized wealth to bequeath greater moral clarity found in the contrary submission of authoritative parents to shepherd guarded wealth in proper husbandry of calendrical affairs to optimize the work-life balance so the biocentric imperative for sustenance renounces the moral obesity of groundless backlash in austerity and endless cycles of remorse rather than a tender mollification of sentiments away from universal kumbayas and in favor more stridently of a system that withholds the agitprop of statist indoctrination of a mollycoddle ****** within individual mandates of variable agendas of countries beyond the borderline fluid dynamics of the foibles of moral venial folly but insensitive to the dynamism of the robust virility of a wayspayed world swaying by riddled wildfires of conflated puerile stages of ludic indoctrination to the rampant perfidy of exemplary incontinence waged by Hollywood upon unsuspecting victims of inconsiderate indoctrination that doesn’t vouchsafe the prerogatives of heteronormative values that should outshine not a parochial vehement hatred or a clorence of unconditional tolerance but a chided quarantine of variegated syntalities divorced from integration rather than fostered in communal depths of bound lettered ambition found in the allegorical power of Biblical wisdom expounded by the florilegium of the religious and secular canon.
To serve God rather than the perceived taradiddle of speculative mammon deprived of classifiable certainties but hunched proclivities we need to exhort a proper seesaw between restraint in vision and exuberance in creative license so that the pivot of the moralized world leads to an insistent trust of watchdogs that through trust revolve the gravity of morale upon the upswing of liberty rather than incidental follies of imaginative demiurges of partition but blinkered hubris in stately objectives to the demur of participant malingering naysayers and nyejays. The moral gravity of the situation requires us to rotate our hype from the fervor of panic into the resolve of fortitude that relishes family and filial duty rather than resents because of breedbate instinct the flickers of smoldering rebels that are tamed in their revelry when they follow the moral prerogative of disciplined ambition in creativity not insubordinating against insurmountable limits but reasonable adjustments to a scaffold of potential that is skyscraping more than before even if its too close to the ground for comfort and consolation. Relativism is the enemy of progress because envy seeds alienation and comparison should be eschewed because we need to burrow in compassionate embrace of the cherished loves rather than the exaggerated proximity of provincial fears becoming global juggernauts of mercy upon the merciful and I convoke a global prayer for the attenuation of the virus that spreads sadly too far for comfort today. I purge out of solidarity with suffering as the milquetoast in me identifies the disconcerted avenues of avetrols trying to find a way through the forest of rumination without gingerly superlative prerogatives outweighing the poise of balance in shields of honor rather than badges of shame. We must by moral imperative greet strangers in public places like parks rather than strangulate the percolation of affection because of regnant distractions because in this congenial way we will find a common fraternity with fellow man while soldiering on to find truth in God’s word in the proper temperature for genuflection because I admit foibles but I relent not in the chase to redintegrate myself spiritually to lead a charge without trespass of fundamental dignity over the whoppers of indignation some of us might feel because of the penury of divergence rather than the private penalty of convergence for an ulterior solidarity of purpose. I need to emerge into the humanity of compassion to showcase that virtuosity can exist without obsession over one individual because God beseeches a pantheon of observation rather than the gripes of an envied nuisance independent from normal human concerns that ripple with ecstasy because of normative human contrition over the leeway on vacillated opinions that might underwhelm those disposed by prizes of inurement. We should shelve these notions of a supersolid conscience because only in the humility of the profound simplicity of elemental postulates can we achieve complete synchrony with a syndicate that enthralls both divergent and convergent movements that partially offset on the side of convergence in some communes while otherwise countermanded in others in contrarian ways and the favor of the balance depends on the perspective of the flanged acculturation of the participant in a world that doesn’t need flayed excoriation as much as it deserves proper exercise of adoration of the admirable rather than the desecration of the abominable. I return with the greatest jubilation of a reninjasque jaunty streak that hearkens the sennet and maybe the leanings of the senate to the fanfare of adoration for life and gratitude bestowed by the stewardship of God and his divine purpose to inseminate my life with purposeful meaning and happy happenstance that is a stroke of glory. I muster the resolve to traipse in the solitude of my cavern the blessings of divinity bequeathed by the departed forefathers who never intended bossy insularity of dogma to be a stricture of rigors of iconoduly but rather a consecrated wit with the persiflage of conversant tones of labile and lissome gallantry just waiting to alight upon the affectionate dance with dalliance of a philandered hope for a purified love hopefully never profaned by the pangs of scandal (note the sardonic pun) because rejoice is the gift of Heaven upon this culmination of purpose above the dross of shipwreck elevated in folly but stranded in the throes of rumination enough to hedge the boursocrats and try to inoculate the world from further panicky divisions of hypemongers of simpered precaution becoming a financial pandemic that deserves pause and poise but should not protrude above the glistening promise of the eternal wellspring of the vineyards of salvation blooming because enhanced sapience converted the flock of shepherds to tend to those sheepish in deficiency to wield a newer curiosity to replace a saddened lament not by acquiescent abandon but by the solidarity of interfaces of love replacing cast-iron idolatries I too am guilty of for the cordslave generation of itinerant distractions that wager on modicums rather than appraise bonanzas. Safety is predicated on the idea that resources should never be glazed but always apportioned with optimism because if you examine history irrational panics have always and always rebounded because of exigent actions taken by governments to restore confidence in liquidity rather than snide dismal dismissals of economic projections based on bounded rigged betrayals of primarily a global panic that a profoundly promethean intellectual verve could capitalize on its heyday to gouge people against the insensate balkanization of the future by an alienation of formidable scarecrow of invented fatalism imploding upon itself to obviate its own existence by the insistence on free thought to domineer and tower over the doldrums of a vacant man that is now occupied by the largesse of humane endeavor for a messianic voyage that consummates time itself its own captain and is partially centripetal around the juncture of All Saints Day 2008 because of its seminal significance in ushering in a new era of liberation. This justification is a gnomic axiomatic herculean ****** that catapulted generativity in creative endeavor to coalesce around an Army of Me not because of the futilitarianism embedded in its flagrant flagitious mockery of traipsed lyricism borrowed from Bjork but rather showcases the flavork of the flavenickers of ribald coarse revolution that is no longer balderdash to Bald Eagles but the prized retribution of the inviolable scruples demolished by deracinated moral relativism balking at raltention because of persnickety and tyrannical transparency that prepossesses over the lifeless livid Potemkin  Village  of Astroturf complaint malingering in pederasty over its own depraved sinuous course of diverted restraint cemented by the scythes of Village People politics benumbed over militarized betrayals that incur and invoke the diablerist prose of anonymuncle desperado mavericks that sizzle in hibernaculum to depose the autarky of seasoned growth rather than unseasonable diatribes of vitriol poisoning the posture of gentility by decree rather than by deeds of homogenized pasteurization against Lactose Intolerant Leftism and dogged doggerel of pasty subversive paranoiac hederaceous envy spawning a vituperative summation of a beatific felicity. We need to convene upon better tranceception in this axiomatic gratuity of God

— The End —