Era una noche gris,
lúgubre y solitaria.
Tal vez como tu mirada,
tal vez como te movías
como el dada
como una actriz.
Bailabas
como si te programaran,
como si te lo ordenaran.
Eras arte y tus piernas lo sabían,
los demás también
pero no entendían
tu concepto.
La sangre coagulada
de una caída,
mantenía la cruz
justo sobre el baúl.
El cuervo analizaba
el movimiento
de tu cuerpo azul,
entre edificaciones mórbidas de cemento.
Deseo de corazón,
corazón de alma,
alma de deseo.
Repetir hasta memorizar.
Ninguna bailarina resultó herida durante la realización de este poema.