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Irate Watcher Jul 2014
This isn't your mother's dance.
The wooden clave
seduces the naive  
into suave arms
of the night.

Quick quick slow
exalts wooden caderas
and untames silky locks.
Wrinkled hands
caress the caras
of clumsy coquetas.

In the name of the dance,
vestidos apretados
replace pants,
which men outgrow,
steeling blue eyes
in rusty miradas.

Mirandla.

Mira la guera,
como se toca,
como se mueve,
comos se salta el vestido suyo.


Mirandlo.

Look at him,
how he touches me,
how he swings me,
how his feet mock me.


Mirandnos

Ella me quiere.

We are JUST dancing.

Ayyy, como me pega.

We're close, but Salsa is intimate.

Oooh mami...

Does he think it's more than a dance?

quick quick slow,
quick quick slow,
quick quick slow,
quicK quiCK quICK qUICK  QUICK...

...silence.
they shake hands,
and thank each other for the dance.
Rob Cochran Jul 2018
Temblando al borde de la locura
Tratando de encontrar un centro de gravedad
Cortando mi circulación para hacer esta declaración
sobre mi habilidad natural como reina nacida
a caminar con tanta fabulosidad.
Aunque este vestido es una monstruosidad,
mi cabello es una curiosidad,
hay mucho acerca de este alto paso que no anticipé.
Por ejemplo cómo el balanceo de mis caderas
contrarresta el movimiento de mis dedos.
¿Quién sabía que habría tal orquestación?
Un cuerpo en concierto: ¡una ovación de pie!
Y cada paso otro encore,
Gritando delirantemente: "¡Más! ¡Más! ¡Más!"
Y de repente, el mundo es nuevo.
Nunca lo he visto desde este punto de vista.
Me sorprende la diferencia que unas pulgadas pueden hacer
para cambiar la realidad que ahora crea yo
Y aunque mis pies están apretados como tocones
en estas bombas de tacón de aguja de seis pulgadas,
un testimonio que debo profesar;
Qué maravilloso es ser
un muchacho en un vestido.
A recent translation from my poem "Birth of a Drag Queen" about a young man dressing in drag for the first time.
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos:
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su clamorosa zarpa.No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala,
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra;
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.
De vosotros,
los jóvenes,
espero
no menos cosas grandes que las que realizaron
vuestros antepasados.
Os entrego
una herencia grandiosa:
sostenedla.
Amparad ese río
de sangre,
sujetad con segura
mano
el tronco de caballos
viejísimos,
pero aún poderosos,
que arrastran con pujanza
el fardo de los siglos
pasados.

Nosotros somos estos
que aquí estamos reunidos,
y los demás no importan.

Tú, Piedra,
hijo de Pedro, nieto
de Piedra
y biznieto de Pedro,
esfuérzate
para ser siempre piedra mientras vivas,
para ser Pedro Petrificado Piedra Blanca,
para no tolerar el movimiento
para asfixiar en moldes apretados
todo lo que respira o que palpita.

A ti,
mi leal amigo,
compañero de armas,
escudero,
sostén de nuestra gloria,
joven alférez de mis escuadrones
de arcángeles vestidos de aceituna,
sé que no es necesario amonestarte:
con seguir siendo fuego y hierro,
basta.
Fuego para quemar lo que florece.
Hierro para aplastar lo que se alza.

Y finalmente,
tú, dueño
del oro y de la tierra
poderoso impulsor de nuestra vida,
no nos faltes jamás.
Sé generoso
con aquéllos a los que necesitas,
pero guarda,
expulsa de tu reino,
mantenlos más allá de tus fronteras,
déjalos que se mueran,
si es preciso,
a los que sueñan,
a los que no buscan
más que luz y verdad,
a los que deberían ser humildes
y a veces no lo son, así es la vida.

Si alguno de vosotros
pensase
yo le diría: no pienses.

Pero no es necesario.

Seguid así,
hijos míos,
y yo os prometo
paz y patria feliz,
orden,
silencio.
Porque es áspera y fea,
porque todas sus ramas son grises,
yo le tengo piedad a la higuera.En mi quinta hay cien árboles bellos,
ciruelos redondos,
limoneros rectos
y naranjos de brotes lustrosos.En las primaveras,
todos ellos se cubren de flores
en torno a la higuera.Y la pobre parece tan triste
con sus gajos torcidos que nunca
de apretados capullos se viste...Por eso,
cada vez que yo paso a su lado,
digo, procurando
hacer dulce y alegre mi acento:
«Es la higuera el más bello
de los árboles todos del huerto».Si ella escucha,
si comprende el idioma en que hablo,
¡qué dulzura tan honda hará nido
en su alma sensible de árbol!Y tal vez, a la noche,
cuando el viento abanique su copa,
embriagada de gozo le cuente:
¡Hoy a mí me dijeron hermosa!
Era un vetusto templo de ennegrecidos muros,
durante largos siglos olvidados en la selva.
Trepando y retorciéndose por las rotas columnas,
lo apresaba en sus verdes tentáculos la hiedra.

Pórticos apretados y techos derruidos,
que ya sólo ofrecían un refugio a las fieras,
en la gloria caduca de su esplendor remoto
eran el esqueleto de un cadáver de piedra.

Pero allí, en los escombros de un altar milenario,
una lámpara ardía, misteriosa y eterna.
Era una humilde lámpara de aceite, pero ardía,
con fulgor tranquilo y una ambición serena.

Inexplicablemente ardía la llama,
desde el oscuro fondo de las edades muertas:
La llama inagotable que iluminaba el tiempo,
y que abría en la sombra su flor amarillenta.

Y la lámpara ardía bajo el viento y la lluvia. 1
La llama invulnerable vencía las tormentas,
como fosforescente lágrima de un Dios triste;
y ardía, ardía, ardía, misteriosa y eterna.
En lo alto una estrella fulguró de repente,
como un diamante vivo sobre la noche negra.
Fascinadoramente su luz resplandecía
como un filo de plata, descendiendo a la tierra.

Y en las ruinas del templo se acrecentó la sombra,
al vacilar la llama de la lámpara terca;
ardió siglos y siglos bajo el viento y la lluvia,
y la apagó la fría mirada de una estrella.

— The End —