Me ves comer y se te ilumia la cara,
y preguntas cuánto llevo sin vomitar
y no sé que decirte porque no quiero fallar,
aunque lo haré o a ti, o a todos, o a mi.
No, mi cuerpo ya no se marea al levantarse,
mi muñeca ya no puede ser rodeada por mi mano
y las heridas de mis dedos,
causadas por los ácidos de mi estómago,
han desaparecido.
Pero de qué sirve cuando cada bocado es insoportable,
cuando tú cabeza no tiene espacio para nada que no sean calorias.
De qué sirve cuando te encuentras en el baño,
arrodillada, lo más lejos del vater para no ceder,
o delante del espejo encima de la báscula llorando porque
la recuperación física no es la mental