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astroaquanaut Oct 2015
pumasok sa kompartamentong bilang sa lahat
ngunit ipagsiksikan ang sarili, sumuot, at ipilit
dahil ang maiiwan sa españa ay hindi makakarating
makipaglaban, mang-agaw, ang akin ay akin

trenta minutong paghihintay
sa ilalim ng init, tiyaga ang kapiling sa umaga
bakit nga ba ‘di pa makikipag-balyahan?
asal-hayup upang mapuntahan ka lamang

sa pagdating sa istasyon ng sta. mesa
pawis ay naghahalo, amoy ay ‘di mawari
napagitnaan ng dal’**** dalagang nagchi-chismisan
‘di sinasadyang makinig, ako’y ‘di sang-ayon kaya iiling

sa hawakan ay higpitan lalo ang kapit
sasakyan natin ay paparating na sa pandacan
tumitig sa bintana at muli, bigla kang naisip
ngunit sila’y ‘di maibigay ang inaasam na pagtahimik

bakit nga ba ako nagtitiyaga?
sa masikip, magulo, at maingay na paraan
paalis na tayo sa istasyon ng paco
ika’y singtulad ng tren na ito

hindi makahinga sa dami ng taong nilalaman
kailan ba mapapadali ang ruta sa araw-araw?
magrereklamo, magsasawa, sasabihing “ayoko na”
titigil sa istasyon ng san andres

mananatili hanggang makaabot sa vito cruz
pasulong ang andar ngunit ang gana’y wala na
pagod at nagsasawa, hindi magawang iwan
ngayon ka pa ba susuko, eh ang lapit mo na?

nawala ang bigat ng pasahero pagdating sa buendia
nawala na rin panandalian ang sikip na iniinda
ngunit ano namang silbi ng ginhawa,
kung paalis ka na rin at nalalapit na sa paru-roonan

pagod ka na pero tiyagain mo nalang
ikaw at ang sitwasyon ay nariyan na nga
nag-inarte ka pa kung kailan nasa pasay road na
hindi ka pa ba nasanay sa araw-araw?

tumigil ang tren sa istasyong pinakahihintay
pawis, pagod, suot ang damit na gusut-gusot
heto na, sa dami ng nangyari ay narito na
sa edsa magallanes, salubungin mo siya
with what sense does
this sea of read
pirouette on?

the soot leaving black
blotches on the ****** sheets,
lampposts do not complain
of sudden twitches
as cacophonously, a line
of machines with their ravenous
machinisms create a seam of
crimson to a slender
rose's architecture.

i leave my engine on
so as to hand this road
my readiness,
Ely Buendia on the tattered radio
leaks outside the ajar windows,
chasing the dream of rearing
movements
as my flesh remains dreamless,
stationary.

there is a sequined gathering here.
erratic simulations of
naked eyes pierce the musk
of the austere air's gravity
of existence.

all of us
occupying space
and our attendance is our
sigh of dismay as our homes
decompose in waiting,
as our beds remind us
of our body's aging clamor,
as our ineluctable senescence
opens the dungeons of our frailties
with its trembling, wrinkled hands.

we are our waiting's consummation
as we are left here,
wary of our precise proprioception,
left in
the tongue-tied dark.
Traffic in Manila, Philippines in absolute worst.
Yo, Beremundo el Lelo, surqué todas las rutas
y probé todos los mesteres.
Singlando a la deriva, no en orden cronológico ni lógico -en sin orden-
narraré mis periplos, diré de los empleos con que
nutrí mis ocios,
distraje mi hacer nada y enriquecí mi hastío...;
-hay de ellos otros que me callo-:
Catedrático fui de teosofía y eutrapelia, gimnopedia y teogonía y pansofística en Plafagonia;
barequero en el Porce y el Tigüí, huaquero en el Quindío,
amansador mansueto -no en desuetud aún- de muletos cerriles y de onagros, no sé dónde;
palaciego proto-Maestre de Ceremonias de Wilfredo el Velloso,
de Cunegunda ídem de ídem e ibídem -en femenino- e ídem de ídem de Epila Calunga
y de Efestión -alejandrino- el Glabro;
desfacedor de entuertos, tuertos y malfetrías, y de ellos y ellas facedor;
domeñador de endriagos, unicornios, minotauros, quimeras y licornas y dragones... y de la Gran Bestia.

Fui, de Sind-bad, marinero; pastor de cabras en Sicilia
si de cabriolas en Silesia, de cerdas en Cerdeña y -claro- de corzas en Córcega;
halconero mayor, primer alcotanero de Enguerrando Segundo -el de la Tour-Miracle-;
castrador de colmenas, y no de Casanovas, en el Véneto, ni de Abelardos por el Sequana;
pajecillo de altivas Damas y ariscas Damas y fogosas, en sus castillos
y de pecheras -¡y cuánto!- en sus posadas y mesones
-yo me era Gerineldos de todellas y trovador trovadorante y adorante; como fui tañedor
de chirimía por fiestas candelarias, carbonero con Gustavo Wasa en Dalecarlia, bucinator del Barca Aníbal
y de Scipión el Africano y Masinisa, piloto de Erik el Rojo hasta Vinlandia, y corneta
de un escuadrón de coraceros de Westmannlandia que cargó al lado del Rey de Hielo
-con él pasé a difunto- y en la primera de Lutzen.

Fui preceptor de Diógenes, llamado malamente el Cínico:
huésped de su tonel, además, y portador de su linterna;
condiscípulo y émulo de Baco Dionisos Enófilo, llamado buenamente el Báquico
-y el Dionisíaco, de juro-.

Fui discípulo de Gautama, no tan aprovechado: resulté mal budista, si asaz contemplativo.
Hice de peluquero esquilador siempre al servicio de la gentil Dalilah,
(veces para Sansón, que iba ya para calvo, y -otras- depilador de sus de ella óptimas partes)
y de maestro de danzar y de besar de Salomé: no era el plato de argento,
mas sí de litargirio sus caderas y muslos y de azogue también su vientre auri-rizado;
de Judith de Betulia fui confidente y ni infidente, y -con derecho a sucesión- teniente y no lugarteniente
de Holofernes no Enófobo (ni enófobos Judith ni yo, si con mesura, cautos).
Fui entrenador (no estrenador) de Aspasia y Mesalina y de Popea y de María de Mágdalo
e Inés Sorel, y marmitón y pinche de cocina de Gargantúa
-Pantagruel era huésped no nada nominal: ya suficientemente pantagruélico-.
Fui fabricante de batutas, quebrador de hemistiquios, requebrador de Eustaquias, y tratante en viragos
y en sáficas -algunas de ellas adónicas- y en pínnicas -una de ellas super-fémina-:
la dejé para mí, si luego ancló en casorio.
A la rayuela jugué con Fulvia; antes, con Palamedes, axedrez, y, en época vecina, con Philidor, a los escaques;
y, a las damas, con Damas de alto y bajo coturno
-manera de decir: que para el juego en litis las Damas suelen ir descalzas
y se eliden las calzas y sustentadores -no funcionales- en las Damas y las calzas en los varones.

Tañí el rabel o la viola de amor -casa de Bach, búrguesa- en la primicia
de La Cantata del Café (pre-estreno, en familia protestante, privado).
Le piqué caña jorobeta al caballo de Atila
-que era un morcillo de prócer alzada: me refiero al corcel-;
cambié ideas, a la par, con Incitato, Cónsul de Calígula, y con Babieca,
-que andaba en Babia-, dándole prima
fui zapatero de viejo de Berta la del gran pie (buen pie, mejor coyuntura),
de la Reina Patoja ortopedista; y hortelano y miniaturista de Pepino el Breve,
y copero mayor faraónico de Pepe Botellas, interino,
y porta-capas del Pepe Bellotas de la esposa de Putifar.

Viajé con Julio Verne y Odiseo, Magallanes y Pigafetta, Salgan, Leo e Ibn-Batuta,
con Melville y Stevenson, Fernando González y Conrad y Sir John de Mandeville y Marco Polo,
y sólo, sin De Maistre, alredor de mi biblioteca, de mi oploteca, mi mecanoteca y mi pinacoteca.
Viajé también en tomo de mí mismo: asno a la vez que noria.

Fui degollado en la de San Bartolomé (post facto): secundaba a La Môle:
Margarita de Valois no era total, íntegramente pelirroja
-y no porque de noche todos los gatos son pardos...: la leoparda,
las tres veces internas, íntimas, peli-endrina,
Margarita, Margotón, Margot, la casqui-fulva...-

No estuve en la nea nao -arcaica- de Noé, por manera
-por ventura, otrosí- que no fui la paloma ni la medusa de esa almadía: mas sí tuve a mi encargo
la selección de los racimos de sus viñedos, al pie del Ararat, al post-Diluvio,
yo, Beremundo el Lelo.

Fui topógrafo ad-hoc entre El Cangrejo y Purcoy Niverengo,
(y ad-ínterim, administré la zona bolombólica:
mucho de anís, mucho de Rosas del Cauca, versos de vez en cuando),
y fui remero -el segundo a babor- de la canoa, de la piragua
La Margarita (criolla), que navegó fluvial entre Comiá, La Herradura, El Morito,
con cargamentos de contrabando: blancas y endrinas de Guaca, Titiribí y Amagá, y destilados
de Concordia y Betulia y de Urrao...
¡Urrao! ¡Urrao! (hasta hace poco lo diríamos con harta mayor razón y con aquese y este júbilos).
Tras de remero de bajel -y piloto- pasé a condueño, co-editor, co-autor
(no Coadjutor... ¡ni de Retz!) en asocio de Matías Aldecoa, vascuence, (y de un tal Gaspar von der Nacht)
de un Libraco o Librículo de pseudo-poemas de otro quídam;
exploré la región de Zuyaxiwevo con Sergio Stepánovich Stepansky,
lobo de donde se infiere, y, en más, ario.

Fui consejero áulico de Bogislao, en la corte margravina de Xa-Netupiromba
y en la de Aglaya crisostómica, óptima circezuela, traidorcilla;
tañedor de laúd, otra vez, y de viola de gamba y de recorder,
de sacabuche, otrosí (de dulzaina - otronó) y en casaciones y serenatas y albadas muy especializado.
No es cierto que yo fuera -es impostura-
revendedor de bulas (y de mulas) y tragador defuego y engullidor de sables y bufón en las ferias
pero sí platiqué (también) con el asno de Buridán y Buridán,
y con la mula de Balaám y Balaám, con Rocinante y Clavileño y con el Rucio
-y el Manco y Sancho y don Quijote-
y trafiqué en ultramarinos: ¡qué calamares -en su tinta-!,
¡qué Anisados de Guarne!, ¡qué Rones de Jamaica!, ¡qué Vodkas de Kazán!, ¡qué Tequilas de México!,
¡qué Néctares de Heliconia! ¡Morcillas de Itagüí! ¡Torreznos de Envigado! ¡Chorizos de los Ballkanes! ¡Qué Butifarras cataláunicas!
Estuve en Narva y en Pultawa y en las Queseras del Medio, en Chorros Blancos
y en El Santuario de Córdova, y casi en la de San Quintín
(como pugnaban en el mismo bando no combatí junto a Egmont por no estar cerca al de Alba;
a Cayetana sí le anduve cerca tiempo después: preguntádselo a Goya);
no llegué a tiempo a Waterloo: me distraje en la ruta
con Ida de Saint-Elme, Elselina Vanayl de Yongh, viuda del Grande Ejército (desde antaño... más tarde)
y por entonces y desde años antes bravo Edecán de Ney-:
Ayudante de Campo... de plumas, gongorino.
No estuve en Capua, pero ya me supongo sus mentadas delicias.

Fabriqué clavicémbalos y espinetas, restauré virginales, reparé Stradivarius
falsos y Guarnerius apócrifos y Amatis quasi Amatis.
Cincelé empuñaduras de dagas y verduguillos, en el obrador de Benvenuto,
y escriños y joyeles y guardapelos ad-usum de Cardenales y de las Cardenalesas.
Vendí Biblias en el Sinú, con De la Rosa, Borelly y el ex-pastor Antolín.
Fui catador de tequila (debuté en Tapachula y ad-látere de Ciro el Ofiuco)
y en México y Amecameca, y de mezcal en Teotihuacán y Cuernavaca,
de Pisco-sauer en Lima de los Reyes,
y de otros piscolabis y filtros muy antes y después y por Aná del Aburrá, y doquiérase
con El Tarasco y una legión de Bacos Dionisos, pares entre Pares.
Vagué y vagué si divagué por las mesillas del café nocharniego, Mil Noches y otra Noche
con el Mago de lápiz buido y de la voz asordinada.
Antes, muy antes, bebí con él, con Emmanuel y don Efe y Carrasca, con Tisaza y Xovica y Mexía y los otros Panidas.
Después..., ahora..., mejor no meneallo y sí escanciallo y persistir en ello...

Dicté un curso de Cabalística y otro de Pan-Hermética
y un tercero de Heráldica,
fuera de los cursillos de verano de las literaturas bereberes -comparadas-.
Fui catalogador protonotario en jefe de la Magna Biblioteca de Ebenezer el Sefardita,
y -en segundo- de la Mínima Discoteca del quídam en referencia de suso:
no tenía aún las Diabelli si era ya dueño de las Goldberg;
no poseía completa la Inconclusa ni inconclusa la Décima (aquestas Sinfonías, Variaciones aquesas:
y casi que todello -en altísimo rango- tan Variaciones Alredor de Nada).

Corregí pruebas (y dislates) de tres docenas de sota-poetas
-o similares- (de los que hinchen gacetilleros a toma y daca).
Fui probador de calzas -¿prietas?: ceñidas, sí, en todo caso- de Diana de Meridor
y de justillos, que así veníanle, de estar atán bien provista
y atán rebién dotada -como sabíalo también y así de bien Bussy d'Amboise-.
Temperé virginales -ya restaurados-, y clavecines, si no como Isabel, y aunque no tan baqueano
como ése de Eisenach, arroyo-Océano.
Soplé el ***** bufón, con tal cual incongruencia, sin ni tal cual donaire.
No aporreé el bombo, empero, ni entrechoqué los címbalos.

Les saqué puntas y les puse ribetes y garambainas a los vocablos,
cuando diérame por la Semasiología, cierta vez, en la Sorbona de Abdera,
sita por Babia, al pie de los de Úbeda, que serán cerros si no valen por Monserrates,
sin cencerros. Perseveré harto poco en la Semántica -por esa vez-,
si, luego retorné a la andadas, pero a la diabla, en broma:
semanto-semasiólogo tarambana pillín pirueteante.
Quien pugnó en Dénnevitz con Ney, el peli-fulvo
no fui yo: lo fue mi bisabuelo el Capitán...;
y fue mi tatarabuelo quien apresó a Gustavo Cuarto:
pero sí estuve yo en la Retirada de los Diez Mil
-era yo el Siete Mil Setecientos y Setenta y Siete,
precisamente-: releed, si dudaislo, el Anábasis.
Fui celador intocable de la Casa de Tócame-Roque, -si ignoré cuyo el Roque sería-,
y de la Casa del Gato-que-pelotea; le busqué tres pies al gato
con botas, que ya tenía siete vidas y logré dar con siete autores en busca de un personaje
-como quien dice Los Siete contra Tebas: ¡pobre Tebas!-, y ya es jugar bastante con el siete.
No pude dar con la cuadratura del círculo, que -por lo demás- para nada hace falta,
mas topé y en el Cuarto de San Alejo, con la palanca de Arquimedes y con la espada de Damocles,
ambas a dos, y a cual más, tomadas del orín y con más moho
que las ideas de yo si sé quién mas no lo digo:
púsome en aprietos tal doble hallazgo; por más que dije: ¡Eureka! ...: la palanca ya no servía ni para levantar un falso testimonio,
y tuve que encargarme de tener siempre en suspenso y sobre mí la espada susodicha.

Se me extravió el anillo de Saturno, mas no el de Giges ni menos el de Hans Carvel;
no sé qué se me ficieron los Infantes de Aragón y las Nieves de Antaño y el León de Androcles y la Balanza
del buen Shylock: deben estar por ahí con la Linterna de Diógenes:
-¿mas cómo hallarlos sin la linterna?

No saqué el pecho fuera, ni he sido nunca el Tajo, ni me di cuenta del lío de Florinda,
ni de por qué el Tajo el pecho fuera le sacaba a la Cava,
pero sí vi al otro don Rodrigo en la Horca.
Pinté muestras de posadas y mesones y ventas y paradores y pulquerías
en Veracruz y Tamalameque y Cancán y Talara, y de riendas de abarrotes en Cartagena de Indias, con Tisaza-,
si no desnarigué al de Heredia ni a López **** tuerto -que era bizco-.
Pastoreé (otra vez) el Rebaño de las Pléyades
y resultaron ser -todellas, una a una- ¡qué capretinas locas!
Fui aceitero de la alcuza favorita del Padre de los Búhos Estáticos:
-era un Búho Sofista, socarrón soslayado, bululador mixtificante-.
Regí el vestier de gala de los Pingüinos Peripatéticos,
(precursores de Brummel y del barón d'Orsay,
por fuera de filósofos, filosofículos, filosofantes dromomaníacos)
y apacenté el Bestiario de Orfeo (delegatario de Apollinaire),
yo, Beremundo el Lelo.

Nada tuve que ver con el asesinato de la hija del corso adónico Sebastiani
ni con ella (digo como pesquisidor, pesquisante o pesquisa)
si bien asesoré a Edgar Allan Poe como entomólogo, cuando El Escarabajo de Oro,
y en su investigación del Doble Asesinato de la Rue Morgue,
ya como experto en huellas dactilares o quier digitalinas.
Alguna vez me dio por beberme los vientos o por pugnar con ellos -como Carolus
Baldelarius- y por tomar a las o las de Villadiego o a las sus calzas:
aquesas me resultaron harto potables -ya sin calzas-; ellos, de mucho volumen
y de asaz poco cuerpo (si asimilados a líquidos, si como justadores).
Gocé de pingües canonjías en el reinado del bonachón de Dagoberto,
de opíparas prebendas, encomiendas, capellanías y granjerías en el del Rey de los Dipsodas,
y de dulce privanza en el de doña Urraca
(que no es la Gazza Ladra de Rossini, si fuéralo
de corazones o de amantes o favoritos o privados o martelos).

Fui muy alto cantor, como bajo cantante, en la Capilla de los Serapiones
(donde no se sopranizaba...); conservador,
conservador -pero poco- de Incunables, en la Alejandrina de Panida,
(con sucursal en El Globo y filiales en el Cuarto del Búho).

Hice de Gaspar Hauser por diez y seis hebdémeros
y por otras tantas semanas y tres días fui la sombra,
la sombra misma que se le extravió a Peter Schlémil.

Fui el mozo -mozo de estribo- de la Reina Cristina de Suecia
y en ciertas ocasiones también el de Ebba Sparre.
Fui el mozo -mozo de estoques- de la Duquesa de Chaumont
(que era de armas tomar y de cálida sélvula): con ella pus mi pica en Flandes
-sobre holandas-.

Fui escriba de Samuel Pepys -¡qué escabroso su Diario!-
y sustituto suyo como edecán adjunto de su celosa cónyuge.
Y fuí copista de Milton (un poco largo su Paraíso Perdido,
magüer perdido en buena parte: le suprimí no pocos Cantos)
y a la su vera reencontré mi Paraíso (si el poeta era
ciego; -¡qué ojazos los de su Déborah!).

Fui traductor de cablegramas del magnífico Jerjes;
telefonista de Artajerjes el Tartajoso; locutor de la Esfinge
y confidente de su secreto; ventrílocuo de Darío Tercero Codomano el Multilocuo,
que hablaba hasta por los codos;
altoparlante retransmisor de Eubolio el Mudo, yerno de Tácito y su discípulo
y su émulo; caracola del mar océano eólico ecolálico y el intérprete
de Luis Segundo el Tartamudo -padre de Carlos el Simple y Rey de Gaula.
Hice de andante caballero a la diestra del Invencible Policisne de Beocia
y a la siniestra del Campeón olímpico Tirante el Blanco, tirante al blanco:
donde ponía el ojo clavaba su virote;
y a la zaga de la fogosa Bradamante, guardándole la espalda
-manera de decir-
y a la vanguardia, mas dándole la cara, de la tierna Marfisa...

Fui amanuense al servicio de Ambrosio Calepino
y del Tostado y deMatías Aldecoa y del que urdió el Mahabarata;
fui -y soylo aún, no zoilo- graduado experto en Lugares Comunes
discípulo de Leon Bloy y de quien escribió sobre los Diurnales.
Crucigramista interimario, logogrifario ad-valorem y ad-placerem
de Cleopatra: cultivador de sus brunos pitones y pastor de sus áspides,
y criptogramatista kinesiólogo suyo y de la venus Calipigia, ¡viento en popa a toda vela!
Fui tenedor malogrado y aburrido de libros de banca,
tenedor del tridente de Neptuno,
tenedor de librejos -en los bolsillos del gabán (sin gabán) collinesco-,
y de cuadernículos -quier azules- bajo el ala.
Sostenedor de tesis y de antítesis y de síntesis sin sustentáculo.
Mantenedor -a base de abstinencias- de los Juegos Florales
y sostén de los Frutales -leche y miel y cerezas- sin ayuno.
Porta-alfanje de Harún-al-Rashid, porta-mandoble de Mandricardo el Mandria,
porta-martillo de Carlos Martel,
porta-fendiente de Roldán, porta-tajante de Oliveros, porta-gumía
de Fierabrás, porta-laaza de Lanzarote (¡ búen Lancelot tan dado a su Ginevra!)
y a la del Rey Artús, de la Ca... de la Mesa Redonda...;
porta-lámpara de Al-Eddin, el Loca Suerte, y guardián y cerbero de su anillo
y del de los Nibelungos: pero nunca guardián de serrallo ni cancerbero ni evirato de harem...
Y fui el Quinto de los Tres Mosqueteros (no hay quinto peor) -veinte años después-.

Y Faraute de Juan Sin Tierra y fiduciario de
Glenn Sentes May 2023
To the childhood unforgotten--

Take me back again
To the games of siato, tumba-lata,  and tagu-taguan
with playmates whose faces I long to remember.

Take me back again
To the carabao rides on the muddy ground
The smell of the rain on the rice paddy and the laughs of my cousins as we tumbled down.

Take me back again
To the dining table lit by a kerosene lamp as we feasted on May's salted fish and mamok
With the cold, fresh water from the earthen jar
and the coconut and pili conserva in banana leaves.

Take me back again
To  May's lullabies with the crickets and the river's song in the background
To Pay's playing of the old guitar at siesta
and the passionate storytelling at night.

(c) Glenn Sentes
05.20.23
A memory of my childhood in Magallanes, Sorsogon, Philippines
Xv
En las arenas de Magallanes te recogimos cansada
navegante, inmóvil
bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce y doble
desafió dividiendo en sus pezones.

Te levantamos otra vez sobre los mares del Sur, pero ahora
fuiste la pasajera de lo oscuro, de los rincones, igual
al trigo y al metal que custodiaste
en alta mar, envuelta por la noche marina.

      Hoy eres mía, diosa que el albatros gigante
      rozó con su estatura extendida en el vuelo,
      como un manto de música dirigida en la lluvia
      por tus ciegos y errantes párpados de madera.

      Rosa del mar, abeja más pura que los sueños,
      almendrada mujer que desde las raíces
      de una encina poblada por los cantos
      te hiciste forma, fuerza de follaje con nidos,
      boca de tempestades, dulzura delicada
      que iría conquistando la luz con sus caderas.

      Cuando ángeles y reinas que nacieron contigo
      se llenaron de musgo, durmiendo destinados
      a la inmovilidad con un honor de muertos,
      tú subiste a la proa delgada del navío
      y ángel y reina y ola, temblor del mundo fuiste.
      El estremecimiento de los hombres subía
      hasta tu noble túnica con pechos de manzana,
      mientras tus labios eran oh dulce! humedecidos
      por otros besos dignos de tu boca salvaje.

      Bajo la noche extraña tu cintura dejaba
      caer el peso puro de la nave en las olas
      cortando en la sombría magnitud un camino
      de fuego derribado, de miel fosforescente.
      El viento abrió en tus rizos su caja tempestuosa,
      el desencadenado metal de su gemido,
      y en la aurora la luz te recibió temblando
      en los puertos, besando tu diadema mojada.

      A veces detuviste sobre el mar tu camino
      y el barco tembloroso bajó por su costado,
      como una gruesa fruta que se desprende y cae,
      un marinero muerto que acogieron la espuma
      y el movimiento puro del tiempo y del navío.
      Y sólo tú entre todos los rostros abrumados
      por la amenaza, hundidos en un dolor estéril,
      recibiste la sal salpicada en tu máscara,
      y tus ojos guardaron las lágrimas saladas.
      Más de una pobre vida resbaló por tus brazos
      hacia la eternidad de las aguas mortuorias,
      y el roce que te dieron los muertos y los vivos
      gastó tu corazón de madera marina.

Hoy hemos recogido de la arena tu forma,
Al final, a mis ojos estabas destinada.
Duermes tal vez, dormida, tal vez has muerto, muerta:
tu movimiento, al fin, ha olvidado el susurro
y el esplendor errante cerró su travesía.
Iras del mar, golpes del cielo han coronado
tu altanera cabeza con grietas y rupturas,
y tu rostro como una caracola reposa
con heridas que marcan tu frente balanceada.

Para mí tu belleza guarda todo el perfume,
todo el ácido errante, toda su noche oscura.
Y en tu empinado pecho de lámpara o de diosa,
torre turgente, inmóvil amor, vive la vida.
Tú navegas conmigo, recogida, hasta el día
en que dejen caer lo que soy en la espuma.
I will ignore all concepts of adherence and maybe, just this once,
be blunt about my fear;

I’m a stuck oriole in a window.
I’m a pedestrian somewhere in VV Soliven underneath the pouring rain
with my parasol jammed, won’t spread out.
The petrichor from the ground rises and like dust,
I settle and cave in, like an unsuspecting dagger making its slow crawl
towards the back of the next face I see in this deadlock.

They say when you stick it to the man,
stick it good, and whatever beating or punishment may follow,
face it like a man.

but what is a man to do to the higher man
when he has his guts spread on the floor like an inkblot
from a shattered glass?
this working classman status isn’t for the weak,
and it sure isn’t for the brave either – what will become of the fools
sitting atop our heads when we have learned to outgrow them?

Sooner than it is later, I will go back to the pit like some soldier
cleaning his Lee-Enfield in the endless snow.
I will be faced by inbreds, imbeciles, rebels,
dilettantes, proletariats who have their necks leashed, their arms
puppeteered and their voices mellowed down by some defunct ventriloquism.
I will crank open the mailbox of my home and see that there
are notices: some from the bank, the loans, and the bills – all of them screaming
pecuniary, all of them bludgeoning soul.

If this is what a man has to deal with when he comes to
learn that life’s no downtown street promenade, then I’m willing
to slit the throat of the next child that’s giddy enough and filled with life
to search meaning through the bleared image in front of him.
I see high-stake rollers and proletariats, bigshots, and darling boys
roll down their car windows and flick the smoke out in the **** freeway

while I am here, watching myself slowly rot in the cubicle mirror next door
wary of my somber entrails. I think of a pub somewhere in Magallanes, and I dream
heavily when I am awake. The beaded body of the Hefeweizen is waiting for me
like a paramour, but I have to clock-punch my way out first before I can reach
some sort of truce: as long as I have myself sign these contracts, as far as my freedom is
concerned, what keeps the ball rolling for me might be something I would
despise as long as I breathe in this disgustingly thick air of deceit and consummation.
There is no life in here. All of us are dead.
Buying things we do not need, doing things we don’t want, fooling ourselves
in the complete process, marry wives and husbands and breed children
who will do the same in this cyclically deadening circus. My god is filled with
cotton and the streets scream ****** ****** against the spring.
There are enough violence in the thoroughfares to cast me back to my
home and coil, fraught with unrelenting demand.

There’s no other way to look at it rather than simplifying the equation.
Some do it for worth, that’s your tonic.
Some do it for fun, that’s your senseless beating.
Some do it because they have no other choice: they are not looking far enough.
As long as you have yourself beaten to slave-bone and driven mad with
downtime, then you have yourself laid down on a silver-platter catching
the swill of such riotous rigor: to be shaken out of sleep and shove
meat down your throat and thank the Gods for a wonderful day when all I see
outside are streets blackened to the teeth with distortion and the automobiles
like limbless children leaving no trace.

Some take the easiest way out, but I am not crazy enough to bring
myself to sanity. I have other caprices to go with.
This is enough a suicide than it is on the other side.
Whenever I look at my superior, I see nothing,
and whenever I gaze at the surrounding scenes I see people
sticking knives at each other when backs are turned.
I see people swallow everything that is given to them without
the slightest inch of askance: to complain is the inability to withstand
the current situation – but I am no fool to close my eyes.
I have still the guts to face everyday like some old friend, death, in my arms,
singing blues from the 1980s. When this is done,
I will go back to where it usually does not hurt: in the silence.

where no faces bid me hello – they do well in their own discomfiture,
and I do not wish to see them any longer.
where no automobiles tear the streets and cleave the moon farewell.
where there are no sparrows outside, where there are no laughing children,
where there are no hollow men and women greeting each other tenderly
and blighting each other safe in the resignation of some dull home.

if I am mad, then what does this make you? better? privileged?
I’ve had other people look deep into me like some deepwell without
water and they tell me, “there’s something about you, something about you.”
and when I turn my back to search for some sameness,
I figure there is nothing else to find but the same trapping fate in this
burning cylinder of a home.

Waking up and filling in shoes and dressing up for nothing,
earning money and throwing it all at our own expense,
buying thrills and wasting away as time lounges like a cat
at the foot of the Victorian. If there’s better enough a fall than this,
I will sign myself to have my bones broken, my ribs opened

to let go of my famished soul while all the others
keep themselves clean, putrefying themselves viscerally.
******* *******.
Here is a list of things that are bigger,
greater than all of the world's oceans,
bigger than the storms in the seas,
than all the islands in the Pacific,
connecting all of us together,
being one great channel of culture...
Telenovela, chismes, galeones,
teleserye, chismis, galleon.
𝘚𝘪𝘣𝘢𝘵 𝘯𝘪 𝘓𝘢𝘱𝘶-𝘓𝘢𝘱𝘶, 𝘣𝘢𝘭𝘢𝘵 𝘯𝘪 𝘔𝘢𝘨𝘦𝘭𝘭𝘢𝘯.
𝘌𝘴𝘱𝘢𝘥𝘢 𝘯𝘪 𝘔𝘢𝘨𝘦𝘭𝘭𝘢𝘯? 𝘒𝘢𝘩𝘶𝘭𝘶𝘨𝘢𝘯 𝘯𝘨 𝘬𝘢𝘸𝘢𝘭𝘢𝘯.
Sangría? No, sangre de Magallanes.
𝘕𝘪ñ𝘰𝘴, 𝘲𝘶𝘦𝘥𝘦𝘯𝘴𝘦 𝘦𝘯 𝘤𝘢𝘴𝘢 𝘦𝘯 𝘷𝘦𝘻
𝘥𝘦 𝘭𝘢𝘯𝘻𝘢𝘳 𝘤𝘪𝘯𝘤𝘰 𝘨𝘢𝘭𝘦𝘰𝘯𝘦𝘴.
And believe it or not;
Bulerías, danza, bachata, habaneras.
How do you like your coffee, bebe?
Con leche? Bueno.
Evaporada and condensada?
Tequila, San Miguel, Mezcal, Corona,
Cerveza, Serbesa, Cerrado, Sarado.
𝘈𝘯𝘨 𝘣𝘢𝘴𝘰 𝘯𝘨 𝘢𝘵𝘪𝘯𝘨 𝘮𝘨𝘢 𝘴𝘦𝘳𝘣𝘦𝘴𝘢,
𝘢𝘵 𝘢𝘯𝘨 𝘭𝘶𝘮𝘶𝘭𝘶𝘵𝘢𝘯𝘨 𝘯𝘪𝘵𝘰𝘯𝘨 𝘺𝘦𝘭𝘰.
Actually, how do you like your coffee?
𝘛𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢 𝘴𝘪𝘲𝘶𝘪𝘦𝘳𝘢 𝘦𝘭 𝘤𝘢𝘧é?
𝘚𝘪 𝘯𝘰, 𝘯𝘰 𝘤𝘳𝘦𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘢 𝘴𝘦𝘳 𝘵𝘶 𝘢𝘮𝘪𝘨𝘰.
So do you like it hot or con hielo?
And of course;
Canciones, c/kanta,
And nowㅡreggateon, budots.
Gasolina? Aserejé? Macarena?
Bad Bunny, being our new Columbus.
Playitas, islas, karagatan, nuestro paraíso.
Mas chismes, mas tazas de cafe.
How do you think we're so far yet so alike?
Of all these things? Con chisme? Claro.
So which one first? The juiciest or latest?
Dedicated to my Colombian, Mexican, Argentinian, Chilean, Dominican, Spanish, Filipino and other Latino friends (or Hispanameripinos as we like to call it).

Our friendship is my most favorite "galeon". ❤️

— The End —