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A la luz de la tarde moribunda
Recorro el olvidado cementerio,
Y una dulce piedad mi pecho inunda
Al pensar de la muerte en el misterio.

Del occidente a las postreras luces
Mi errabunda mirada sólo advierte
Los toscos leños de torcidas cruces,
Despojos en la playa de la Muerte.

De madreselvas que el Abril enflora,
Cercado humilde en torno se levanta,
Donde vierte sus lágrimas la aurora,
Y donde el ave, por las tardes, canta.

Corre cerca un arroyo en hondo cauce
Que a trechos lama verdinegra viste,
Y de la orilla se levanta un sauce,
Cual de la Muerte centinela triste.

Y al oír el rumor en la maleza,
Mi mente inquiere, de la sombra esclava,
Si es rumor de la vida que ya empieza,
O rumor de la vida que se acaba.

«¿Muere todo?» me digo. En el instante
Alzarse veo de las verdes lomas,
Para perderse en el azul radiante,
Una blanca bandada de palomas.

Y del bardo sajón el hondo verso,
Verso consolador, mi oído hiere:
No hay muerte porque es vida el universo;
Los muertos no están muertos...  ¡Nada muere!
¡No hay muerte! ¡todo es vida!...
                                                     
El sol que ahora,
Por entre nubes de encendida grana
Va llegando al ocaso, ya es aurora
Para otros mundos, en región lejana.

Peregrina en la sombra, el alma yerra
Cuando un perdido bien llora en su duelo.
Los dones de los cielos a la tierra
No mueren... ¡Tornan de la tierra al cielo!
Si ya llegaron a la eterna vida
Los que a la sima del sepulcro ruedan,
Con júbilo cantemos su partida,
¡Y lloremos más bien por los que quedan!

Sus ojos vieron, en la tierra, cardos,
Y sangraron sus pies en los abrojos...
¡Ya los abrojos son fragantes nardos,
Y todo es fiesta y luz para sus ojos!

Su pan fue duro, y largo su camino,
Su dicha terrenal fue transitoria...
Si ya la muerte a libertarlos vino,
¿Porqué no alzarnos himnos de victoria?
La dulce faz en el hogar querida,
Que fue en las sombras cual polar estrella:
La dulce faz, ausente de la vida,
¡Ya sonríe más fúlgida y más bella!

La mano que posada en nuestra frente,
En horas de dolor fue blanda pluma,
Transfigurada, diáfana, fulgente,
Ya como rosa de Sarón perfuma.

Y los ojos queridos, siempre amados,
Que alegraron los páramos desiertos,
Aunque entre sombras los miréis cerrados,
¡Sabed que están para la luz abiertos!

Y el corazón que nos amó, santuario
De todos nuestros sueños terrenales,
Al surgir de la noche del osario,
Es ya vaso de aromas edenales.

Para la nave errante ya hay remanso;
Para la mente humana, un mundo abierto;
Para los pies heridos... ya hay descanso,
Y para el pobre náufrago... ya hay puerto.
No hay muerte, aunque se apague a nuestros ojos
Lo que dio a nuestra vida luz y encanto;
¡Todo es vida, aunque en míseros despojos
Caiga en raudal copioso nuestro llanto!

No hay muerte, aunque a la tumba a los que amamos
(La frente baja y de dolor cubiertos),
Llevemos a dormir... y aunque creamos
Que los muertos queridos están muertos.

Ni fue su adiós eterna despedida...
Como buscando un sol de primavera
Dejaron las tinieblas de la vida
Por nueva vida, en luminosa esfera.

Padre, madre y hermanos, de fatigas
En el mundo sufridos compañeros,
Grermen fuisteis ayer... ¡hoy sois espigas,
Espigas del Señor en los graneros!

Dejaron su terrena vestidura
Y ya lauro inmortal radia en sus frentes;
Y aunque partieron para excelsa altura,
Con nosotros están... no están ausentes!
Son luz para el humano pensamiento,
Rayo en la estrella y música en la brisa.
¿Canta el aura en las frondas?...  ¡Es su acento!
¿Una estrella miráis?...  ¡Es su sonrisa!

Por eso cuando en horas de amargura
El horizonte ennegrecido vemos,
Oímos como voces de dulzura
Pero de dónde vienen... ¡no sabemos!

¡Son ellos... cerca están!  Y aunque circuya
Luz eterna a sus almas donde moran
En el placer nuestra alegría es suya,
Y en el dolor, con nuestro llanto lloran.

A nuestro lado van.  Son luz y egida
De nuestros pasos débiles e inciertos
No hay muerte...  ¡Todo alienta, todo es vida!
¡Y los muertos queridos no están muertos!

Porque al caer el corazón inerte
Un mundo se abre de infinitas galas,
¡Y como eterno galardón, la Muerte
Cambia el sudario del sepulcro, en alas!
Mi vida, enferma de fastidio, gusta
de irse a guarecer año por año
a la casa vetusta
de los nobles abuelos
como a refugio en que en la paz divina
de las cosas de antaño
sólo se oye la voz de la madrina
que se repone del acceso de asma
para seguir hablando de sus muertos
y narrar, al amparo del crepúsculo,
la aparición del familiar fantasma.
A veces, en los ámbitos desiertos
de los viejos salones,
cuando dialogas con la voz anciana,
se oye también, sonora maravilla,
tu clara voz, como la campanilla
de las litúrgicas elevaciones.
Yo te digo en verdad, buena Fuensanta,
que tu voz es un verso que se canta
a la Virgen, las tardes en que mayo
inunda la parroquia con sus flores:
que tu mirada viva es como el rayo
que arranca el sol a la custodia rica
que dio para el altar mayor la esposa
de un católico Rey de las Españas;
que tu virtud amable me edifica,
y que eres a mis ósculos sabrosa,
no como de los reyes los manjares,
sino cual pan humilde que se amasa
en la nativa casa
y se dora en los hornos familiares.
¡Oh, Fuensanta!: mi espíritu ayudado
de tus manos amigas,
ha de exhumar las glorias del pasado:
En el ropero arcaico están las ligas
que en el día nupcial fueron ofrenda
del abuelo amador
a la novia de rostro placentero,
y cada una tiene su leyenda:
«Tú fuiste, Amada, mi primer amor,
y serás el postrero».
¡Oh, noble sangre, corazón pueril
de comienzos del siglo diecinueve,
para ti la mujer, por el decoro
de sus blancas virtudes,
era como una Torre de Marfil
en que después del madrigal sonoro
colgabas los románticos laúdes!
Yo obedezco, Fuensanta, al atavismo
de aquel alto querer, te llamo hermana,
fiel a mi bautismo,
sólo te ruego en mi amoroso mal
con la prez lauretana.
Tu llanto es para mí linfa lustral
que por virtud divina se convierte
en perlas eclesiásticas, bien mío,
para hacerme un rosario contra el frío
y las hondas angustias de la muerte.
Los vistosos mantones de Manila
que adornaron a las antepasadas
y tienes en las manos delicadas,
me sugieren la época intranquila
de los días feriales
en que el pueblo se alegra con la Pascua,
hay cohetes sonoros,
tocan diana las músicas triunfales,
y la tarde de toros
y la mujer son una sola ascua.
También tú, con las flores policromas
que engalanan los clásicos mantones
de Manila, pudieras haber ido
a la conquista de los corazones.
Mas ¡oh Fuensanta!, al buen Jesús le pido
que te preserve con su amor profundo:
tus plantas no son hechas
para los bailes frívolos del mundo
sino para subir por el Calvario,
y exento de pagano sensualismo
el fulgor de tus ojos es el mismo
que el de las brasas en el incensario.
Y aunque el alma atónita se queda
con las venustidades tentadoras
a las que dan el fruto de su industria
los gusanos de seda,
quiere mejor santificar las horas
quedándose a dormir en la almohada
de tus brazos sedeños
para ver, en la noche ilusionada,
la escala de Jacob llena de ensueños.
Y las alegres ropas,
los antiguos espejos,
el cristal empañado de las copas
en que bebieron de los rancios vinos
los amantes de entonces, y los viejos
cascabeles que hoy suenan apagados
y se mueren de olvido en los baúles,
nos hablan de las noches de verbena,
de horizontes azules,
en que cobija a los enamorados
el sortilegio de la luna llena.
Fuensanta: ha de ser locura grata
la de bailar contigo a los compases
mágicos de una vieja serenata
en que el ritmo travieso de la orquesta,
embriagando los cuerpos danzadores,
se acuerda al ritmo de la sangre en fiesta.
Pero es mejor quererte
por tus tranquilos ojos taumaturgos,
por tu cristiana paz de mujer fuerte,
porque me llevas de la mano a Sion
cuya inmortal lucerna es el Cordero,
porque la noche de mi amor primero
la hiciste de perfume y transparencia
como la noche de la Anunciación,
por tus santos oficios de Verónica,
y porque regalaste la paciencia
del Evangelio, a mi tristeza crónica.
Los muebles están bien en la suprema
vetustez elegante del poema.
Las arcas se conservan olorosas
a las frutas guardadas;
el sofá tiene huellas de los muslos
salomónicos de las desposadas;
entre un adorno artificial de rosas
surgen, en un ambiente desteñido,
las piadosas pinturas polvorientas;
y el casto lecho que pudiera ser
para las almas núbiles un nido,
nos invita a las nupcias incruentas
y es el mismo, Fuensanta, en que se amaron
las parejas eróticas de ayer.
Dos fantasmas dolientes
en él seremos en tranquilo amor,
en connubio sin mácula yacentes;
una pareja fallecida en flor,
en la flor de los sueños y las vidas;
carne difunta, espíritus en vela
que oyen cómo canta
por mil años el ave de la Gloria;
dos sombras dormidas
en el tálamo estéril de una santa.
A ti, con quien comparto la locura
de un arte firme, diáfano y risueño;
a ti, poeta hermano que eres cura
de la noble parroquia del Ensueño;
va la canción de mi amoroso mal,
este poema de vetustas cosas
y viejas ilusiones milagrosas,
a pedirte la gracia bautismal.
Te lo dedico
porque eres para mí dos veces rico;
por tus ilustres órdenes sagradas
y porque de tu verso en la riqueza
la sal de la tristeza
y la azúcar del bien están loadas.
Elena Jul 2016
Decir:
te extrañé  te quiero  chulo
no será suficiente

decir:
eres mar que inunda mis espacios
el beso del tiempo suspendido

no será suficiente

ser:
la musa azul  ******  la altar
y todas las demas musas
a su vez o por separado
no será suficiente

no importa cuanto lo ames
siempre tendrá una historia alterna donde sufra

nunca te enamores de un poeta
por más amor que des       provoques

tiene prohibida la palabra amor
esos putos no saben amar
                                   le dirán nada a tanto
                                                          *y tanto a sus putas
ausencias.
Este poema es obra de Buba Alarcón, poeta mexicana contemporánea.
Alev May 2014
Siento tu ternura allegarse a mi tierra,
acechar la mirada de mis ojos, huir,
la veo interrumpirse, para seguirme hasta la hora
de mi silencio absorto y de mi afán de ti.
Hela aquí tu ternura de ojos dulces que esperan.
Hela aquí, boca tuya, palabra nunca dicha.
Siento que se me suben los musgos de tu pena
y me crecen a tientas en el alma infinita.

Era esto el abandono, y lo sabías,
era la guerra oscura del corazón y todos,
era la queja rota de angustias conmovidas,
y la ebriedad, y el deseo, y el dejarse ir,
y era eso mi vida,
era eso que el agua de tus ojos llevaba,
era eso que en el hueco de tus manos cabía.

Ah, mariposa mía y arrullo de paloma,
ah vaso, ah estero, ah compañera mía!
Te llegó mi reclamo, dímelo, te llegaba,
en las abiertas noches de estrellas frías
ahora, en el otoño, en el baile amarillo
de los vientos hambrientos y las hojas caídas?

Dímelo, te llegaba,
aullando o cómo, o sollozando,
en la hora de la sangre fermentada
cuando la tierra crece y se cimbra latiendo
bajo el sol que la raya con sus colas de ámbar?

Dímelo, me sentiste
trepar hasta tu forma por todos los silencios,
y todas las palabras?
Yo me sentí crecer. Nunca supe hacia dónde.
Es más allá de ti. Lo comprendes, hermana?
Es que se aleja el fruto cuando llegan mis manos
y ruedan las estrellas antes de mi mirada.

Siento que soy la aguja de una infinita flecha,
y va a clavarse lejos, no va a clavarse nunca,
tren de dolores húmedos en fuga hacia lo eterno,
goteando en cada tierra sollozos y preguntas.

Pero hela aquí, tu forma familiar, lo que es mío,
lo tuyo, lo que es mío, lo que es tuyo y me inunda,
hela aquí que me llena los miembros de abandono,
hela aquí, tu ternura,
amarrándose a las mismas raíces,
madurando en la misma caravana de frutas,
y saliendo de tu alma rota bajo mis dedos
como el licor del vino del centro de la uva.*

― Pablo Neruda
En el fondo del pecho estamos juntos,
en el cañaveral del pecho recorremos
un verano de tigres,
al acecho de un metro de piel fría,
al acecho de un ramo de inaccesible cutis,
con la boca olfateando sudor y venas verdes
nos encontramos en la húmeda sombra que deja caer besos.

Tú mi enemiga de tanto sueño roto de la misma manera
que erizadas plantas de vidrio, lo mismo que campanas
deshechas de manera amenazante, tanto como disparos
de hiedra negra en medio del perfume,
enemiga de grandes caderas que mi pelo han tocado
con un ronco rocío, con una lengua de agua,
no obstante el mudo frío de los dientes y el odio de los ojos,
y la batalla de agonizantes bestias que cuidan el olvido,
en algún sitio del verano estamos juntos
acechando con labios que la sed ha invadido.
Si hay alguien que traspasa
una pared con círculos de fósforo
y hiere el centro de unos dulces miembros
y muerde cada hoja de un bosque dando gritos,
tengo también tus ojos de sangrienta luciérnaga
capaces de impregnar y atravesar rodillas
y gargantas rodeadas de seda general.

Cuando en las reuniones
el azar, la ceniza, las bebidas,
el aire interrumpido,
pero ahí están tus ojos oliendo a cacería,
a rayo verde que agujerea pechos,
tus dientes que abren manzanas de las que cae sangre,
tus piernas que se adhieren al sol dando gemidos,
y tus tetas de nácar y tus pies de amapola,
como embudos llenos de dientes que buscan sombra,
como rosas hechas de látigo y perfume, y aun,
aun más, aun más,
aun detrás de los párpados, aun detrás del cielo,
aun detrás de los trajes y los viajes, en las calles donde la gente orina,
adivinas tos cuerpos,
en las agrias iglesias a medio destruir, en las cabinas que el mar lleva en las manos,
acechas con tus labios sin embargo floridos,
rompes a cuchilladas la madera y la plata,
crecen tus grandes venas que asustan:
no hay cáscara, no hay distancia ni hierro,
tocan manos tus manos,
y caes haciendo crepitar las flores negras.

Adivinas los cuerpos
Como un insecto herido de mandatos,
adivinas el centro de la sangre y vigilas
los músculos que postergan la aurora, asaltas sacudidas,
relámpagos, cabezas,
y tocas largamente las piernas que te guían.

Oh conducida herida de flechas especiales!

Hueles lo húmedo en medio de la noche?

O un brusco vaso de rosales quemados?

Oyes caer la ropa, las llaves, las monedas
en las espesas casas donde llegas desnuda?

Mi odio es una sola mano que te indica
el callado camino, las sábanas en que alguien ha dormido
con sobresalto: llegas
y ruedas por el suelo manejada y mordida,
y el viejo olor del ***** como una enredadera
de cenicienta harina se desliza a tu boca.

Ay leves locas copas y pestañas,
aire que inunda un entreabierto río
como una sola paloma de colérico cauce,
como atributo de agua sublevada,
ay substancias, sabores, párpados de ala viva
con un temblor, con una ciega flor temible,
ay graves, serios pechos como rostros,
ay grandes muslos llenos de miel verde,
y talones y sombra de pies, y transcurridas
respiraciones y superficies de pálida piedra,
y duras olas que suben la piel hacia la muerte
llenas de celestiales harinas empapadas.

Entonces, este río
va entre nosotros, y por una ribera
vas tú mordiendo bocas?
Entonces es que estoy verdaderamente, verdaderamente lejos
y un río de agua ardiendo pasa en lo oscuro?
Ay cuántas veces eres la que el odio no nombra,
y de qué modo hundido en las tinieblas,
y bajo qué lluvias de estiércol machacado
tu estatua en mi corazón devora el trébol.

El odio es un martillo que golpea tu traje
y tu frente escarlata,
y los días del corazón caen en tus orejas
como vagos búhos de sangre eliminada,
y los collares que gota a gota se formaron con lágrimas
rodean tu garganta quemándote la voz como con hielo.

Es para que nunca, nunca
hables, es para que nunca, nunca
salga una golondrina del nido de la lengua
y para que las ortigas destruyan tu garganta
y un viento de buque áspero te habite.

En dónde te desvistes?
En un ferrocarril, junto a un peruano rojo
o con un segador, entre terrones, a la violenta
luz del trigo?
O corres con ciertos abogados de mirada terrible
largamente desnuda, a la orilla del agua de la noche?

Miras: no ves la luna ni el jacinto
ni la oscuridad goteada de humedades,
ni el tren de cieno, ni el marfil partido:
ves cinturas delgadas como oxígeno,
pechos que aguardan acumulando peso
e idéntica al zafiro de lunar avaricia
palpitas desde el dulce ombligo hasta las rosas.

Por qué sí? Por qué no? Los días descubiertos
aportan roja arena sin cesar destrozada
a las hélices puras que inauguran el día,
y pasa un mes con corteza de tortuga,
pasa un estéril día,
pasa un buey, un difunto,
una mujer llamada Rosalía,
y no queda en la boca sino un sabor de pelo
y de dorada lengua que con sed se alimenta.
Nada sino esa pulpa de los seres,
nada sino esa copa de raíces.

Yo persigo como en un túnel roto, en otro extremo
carne y besos que debo olvidar injustamente,
y en las aguas de espaldas cuando ya los espejos
avivan el abismo, cuando la fatiga, los sórdidos relojes
golpean a la puerta de hoteles suburbanos, y cae
la flor de papel pintado, y el terciopelo cagado por las ratas y la cama
cien veces ocupada por miserables parejas, cuando
todo me dice que un día ha terminado, tú y yo
hemos estado juntos derribando cuerpos,
construyendo una casa que no dura ni muere,
tú y yo hemos corrido juntos un mismo río
con encadenadas bocas llenas de sal y sangre,
tú y yo hemos hecho temblar otra vez las luces verdes
y hemos solicitado de nuevo las grandes cenizas.

Recuerdo sólo un día
que tal vez nunca me fue destinado,
era un día incesante,
sin orígenes, Jueves.
Yo era un hombre transportado al acaso
con una mujer hallada vagamente,
nos desnudamos
como para morir o nadar o envejecer
y nos metimos uno dentro del otro,
ella rodeándome como un agujero,
yo quebrantándola como quien
golpea una campana,
pues ella era el sonido que me hería
y la cúpula dura decidida a temblar.

Era una sorda ciencia con cabello y cavernas
y machacando puntas de médula y dulzura
he rodado a las grandes coronas genitales
entre piedras y asuntos sometidos.

Éste es un cuento de puertos adonde
llega uno, al azar, y sube a las colinas,
suceden tantas cosas.

Enemiga, enemiga,
es posible que el amor haya caído al polvo
y no haya sino carne y huesos velozmente adorados
mientras el fuego se consume
y los caballos vestidos de rojo galopan al infierno?

Yo quiero para mí la avena y el relámpago
a fondo de epidermis,
y el devorante pétalo desarrollado en furia,
y el corazón labial del cerezo de junio,
y el reposo de lentas barrigas que arden sin dirección,
pero me falta un suelo de cal con lágrimas
y una ventana donde esperar espumas.

Así es la vida,
corre tú entre las hojas, un otoño
***** ha llegado,
corre vestida con una falda de hojas y un cinturón de metal amarillo,
mientras la neblina de la estación roe las piedras.

Corre con tus zapatos, con tus medias,
con el gris repartido, con el hueco del pie, y con esas manos que el tabaco salvaje adoraría,
golpea escaleras, derriba
el papel ***** que protege las puertas,
y entra en medio del sol y la ira de un día de puñales
a echarte como paloma de luto y nieve sobre un cuerpo.

Es una sola hora larga como una vena,
y entre el ácido y la paciencia del tiempo arrugado
transcurrimos,
apartando las sílabas del miedo y la ternura,
interminablemente exterminados.
La voz de bronce no hay quien la estrangule:
mi voz de bronce no hay quien la corrompa.
No puede ser ni que el silencio anule
su soplo ejecutivo de pasión y de trompa.

Con esta voz templada al fuego vivo,
amasada en un bronce de pesares,
salgo a la puerta eterna del olivo,
y dejo dicho entre los olivares...

El río Manzanares,
un traje inexpugnable de soldado
tejido por la bala y la ribera,
sobre su adolescencia de juncos ha colgado.

Hoy es un río y antes no lo era:
era una gota de metal mezquino,
un arenal apenas transitado,
sin gloria y sin destino.

Hoy es un trinchera
de agua que no reduce nadie, nada,
tan relampagueante que parece
en la carne del mismo sol cavada.

El leve Manzanares se merece
ser mar entre los mares.

Al mar, al tiempo, al sol, a este río que crece,
jamás podrás herirlos por más que les dispares.

Tus aguas de pequeña muchedumbre,
ay río de Madrid, yo he defendido,
y la ciudad que al lado es una cumbre
de diamante agresor y esclarecido.

Cansado acaso, pero no vencido,
sale de sus jornadas el soldado.
En la boca le canta una cigarra
y otra heroica cigarra en el costado.

¿Adónde fue el colmillo con la garra?

La hiena no ha pasado
a donde más quería.

Madrid sigue en su puesto ante la hiena,
con su altura de día.

Una torre de arena
ante Madrid y el río se derrumba.

En todas las paredes está escrito:
Madrid será tu tumba.

Y alguien cavó ya el hoyo de este grito.

Al río Manzanares lo hace crecer la vena
que no se agota nunca y enriquece.

A fuerza de batallas y embestidas,
crece el río que crece
bajo los afluentes que forman las heridas.

Camino de ser mar va el Manzanares:
rojo y cálido avanza
a regar, además del Tajo y de los mares,
donde late un obrero de esperanza.

Madrid, por él regado, se abalanza
detrás de sus balcones y congojas,
grabado en un rubí de lontananza
con las paredes cada vez más rojas.

Chopos que a los soldados
levanta monumentos vegetales,
un resplandor de huesos liberados
lanzan alegremente sobre los hospitales.

El alma de Madrid inunda las naciones,
el Manzanares llega triunfante al infinito,
pasa como la historia sonando sus renglones,
y en el sabor del tiempo queda escrito.
Krusty Aranda Nov 2016
Tu cuerpo dibuja las olas en la arena
Tus caderas van y vienen con un ritmo interrumpido por la espuma del mar
Tus labios tan salados como el agua en la que nado
Tu canto irreal como las sirenas de leyenda
Tus manos me aprehenden como el pulpo a su presa
Tus piernas me envuelven como el alga al coral

Navego lentamente hacia mar abierto
Atrás quedó la seguridad de la bahía
Yo capitán y tú tormenta
Azotas mi navío con violencia
Me lanzas a las frías e imperdonables aguas de tu océano
Atrás quedó la seguridad de la bahía
El agua de tu **** inunda mis sentidos y ahoga mi conciencia
Naufrago

Al despuntar el alba estás tú
Etérea en mi soledad
Efímera en esencia
Eterna en alta mar
Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan si doliente pido
una limosna por amor de Dios.
El palacio, la cabaña
          son mi asilo,
si del ábrego el furor
troncha el roble en la montaña,
o que inunda la campaña
El torrente asolador.
Y a la hoguera
me hacen lado
los pastores
con amor.
Y sin pena
y descuidado
de su cena
ceno yo,
o en la rica
chimenea,
que recrea
con su olor,
me regalo
codicioso
del banquete
suntüoso
con las sobras
de un señor.Y me digo: el viento brama,
caiga furioso turbión;
que al son que cruje de la seca leña,
libre me duermo sin rencor ni amor.
    Mío es el mundo como el aire libre...
Todos son mis bienhechores,
          y por todos
a Dios ruego con fervor;
de villanos y señores
yo recibo los favores
sin estima y sin amor.

Ni pregunto
quiénes sean,
ni me obligo
a agradecer;
que mis rezos
si desean,
dar limosna
es un deber.
Y es pecado
la riqueza:
la pobreza
santidad:
Dios a veces
es mendigo,
y al avaro
da castigo,
que le niegue
caridad.Yo soy pobre y se lastiman
todos al verme plañir,
sin ver son mías sus riquezas todas,
qué mina inagotable es el pedir.
    Mío es el mundo: como el aire libre...
Mal revuelto y andrajoso,
          entre harapos
del lujo sátira soy,
y con mi aspecto asqueroso
me vengo del poderoso,
y a donde va, tras él voy.

Y a la hermosa
que respira
cien perfumes,
gala, amor,
la persigo
hasta que mira,
y me gozo
cuando aspira
mi punzante
mal olor.
Y las fiestas
y el contento
con mi acento
turbo yo,
y en la bulla
y la alegría
interrumpen
la armonía
mis harapos
y mi voz:Mostrando cuán cerca habitan
el gozo y el padecer,
que no hay placer sin lágrimas, ni pena
que no traspire en medio del placer.
    Mío es el mundo; como el aire libre...
Y para mí no hay mañana,
          ni hay ayer;
olvido el bien como el mal,
nada me aflige ni afana;
me es igual para mañana
un palacio, un hospital.

Vivo ajeno
de memorias,
de cuidados
libre estoy;
busquen otros
oro y glorias,
yo no pienso
sino en hoy.
Y do quiera
vayan leyes,
quiten reyes,
reyes den;
yo soy pobre,
y al mendigo,
por el miedo
del castigo,
todos hacen
siempre bien.Y un asilo donde quiera
y un lecho en el hospital
siempre hallaré, y un hoyo donde caiga
mi cuerpo miserable al espirar.
Mío es el mundo: como el aire libre,
otros trabajan porque coma yo;
todos se ablandan, si doliente pido
una limosna por amor de Dios.
John Desde Jun 2013
EL AGUA.*
Alba circulatoria deposita en boca fresadora
incontroladas gotas trazándose en el radio corporal
y flores comestibles en acueducto curvo disparan
las aguas como fuente dividida a la desembocadura
de la boca
que sonora diamantada graba en caricias de regadío
y sumerge en hábitat de lago la reunión química que eres.

Desandada en los abrigos inunda
labial esqueje,
en el sol del secano, espiga cerrándose
que expande granada con el humo breve
en camino recortado ajardinado hasta observatorio umbilical.

Solar verde con fondo marítimo
y el sol crudo penetra
efectuando fotosíntesis de lupa en las gotas.

Cadena floral circunvala
el artificio de la leche protectora
y pule suavidad sentada.
En un hilo laberíntico se construye
flor de los algodones nuevos
y vuelve el agua al juego de los brillos
a flote,

a fondo anclada en peso emerge cerámica náutica
que removiendo visualiza celosía de la seda
y transparencia de ala delta ante el beso de diluvio
indudable.

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Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0
John Desde
http://www.johndesde.blogspot.com
atuknantu Nov 2014
Fue bueno verte
recordar el sentido de todo esto que llevo
solo cuando te tengo al frente puedo entenderlo
el resto del tiempo es solo
pensar, extrañarte, racionalizar

el instante en que puedo sentir tus labios
tu piel
tu cuerpo
no puedo describirlo
llámalo como quieras
pero recorrería el mundo entero y viviría mil vidas mas
solo para poder sentirlo de nuevo

Cielo
somos algo de otro mundo

pero en todo esto no caben dudas
ni miedos
ni incertidumbre ni inseguridad
y no me entiendas mal

pero es algo difícil despertar cuando
nos une un camino duro
un abismo que cruzar
y una linea muy delgada sobre la cual caminar

ayer después de que te fuiste subí a la montaña
estaba desconsolado
vacío
extraño
lleno de conflictos, de ruido, de venenos

te encontré en nuevo lugar
en los colores
en el aire ligero
en ese cielo que era como un mar *****
lleno de luces
embarcaciones con destinos venideros
caminos, contornos
como posibilidades
historias que vivimos o viviremos
puertos que nos esperan
personas que fuimos y que seremos

ese frío que sentía no estaba ahí de verdad
era solo tu ausencia
era solo miedo de despertar
de tu despertar
porque por un momento estuve convencido
de estar dentro de tu sueño
de sentir como tus ojos se cierran
y de estar navegando sobre ese mar

mientras tus manos dibujan los rasgos
de esa pintura,
la misma que tus ojos reflejan
sigo de pie en esa montaña
sobre nubes y abismos
sigo sintiendo frío
perdido entre esos caminos
esperando el día en que aparezcas de nuevo
sin dudas
sin incertidumbre
sin miedo
y yo pueda al fin cerrar los ojos
y compartir el sueño
dibujar tus rasgos
tomar tu mano
y contemplar
en esa misma montaña
como esa noche se vuelve día
como el azul inunda el cielo
y el frío es vencido
y la muerte es vencida
y el reflejo de nuestros ojos
no sea mas una pintura incompleta
sino una vida entera de sueños, mares, montañas abismos y colores
Pablo Paredes Sep 2014
Tiempo para distraer
La avalancha vacia que inunda
Mi intoxicado cuerpo.
Cada vez las voces gritan
más fuerte, ya no puedo;
Pero el silencio eterno que
Emiten mis cansados labios
Acalla tan frenetico estruendo.
Cada vez más fuerte,
No puedo oirlo.
Escapa de mi boca,
La suave y tibia estela que deja
El ultimo aliento de cordura.
Cada suspiro calienta
Mi gelido pesar.
Lentamente se va llenando
Mas sin fondo el hueco es.
Acallo los llamados haciendo
Cada ves más fuerte sus lamentos.
Los gritos ya no los oigo,
El perpetuo vacio ahora
Rebosante de cenizas,
Mientras mi ya inutil cuerpo
Queda frío,
El calido suspiro me arrulla,
Y roba mi ultimo aliento.
Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas
la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar;
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agite
y rayos mil vomite
y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer;
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
escombros apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
oír como vocea,
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado
la luna al reflejar;
moverse las veletas
con áspero chirrido
igual al alarido
que anuncia el expirar.

Me gusta que al Averno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
rompan los corazones
sin de ellos caso hacer.

Insólita avenida
que inunda fértil vega,
de cumbre en cumbre llega,
y llena de pavor,
se lleva los ganados
y las vides, sin pausa,
y estragos miles causa ...
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
en torno de las bellas
alegres apurar;
y en sus bocas lascivas,
un beso a cada trago
con voluptuoso halago
alegres estampar.

Romper después las copas,
los platos, las barajas,
y, abiertas las navajas,
buscando el corazón,
oír luego los brindis
mezclados con quejidos
que lanzan los heridos
en llanto y confusión.

Quisiera ver al uno
que arrastra un intestino,
y al otro pedir vino
muriendo en un rincón;
y otros, ya borrachos,
en trino desusado
cantar a Dios sagrado
impúdica canción.

Y mientras las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello.
¡Qué gozo! ¡Qué ilusión!
Rui Serra Jan 2014
Somos seres de voluptuosas paixões,
vultos que pranteiam na escuridão,
presos nas trevas obscuras desta prisão,
pela tristeza que inunda os nossos corações.

Nossas almas repletas de ilusões,
vagueiam pelas sombras da solidão,
na procura incessante da razão,
esquecida num mundo de maldições.

São lágrimas negras, vertidas,
que em fel são convertidas,
e rolam por uma face triste.

De traje lúgubre e sombrio,
vivendo num mundo ***** e frio,
um mundo utópico que não existe.
Es la tarde gris y triste.
Viste el mar de terciopelo
y el cielo profundo viste
de duelo.Del abismo se levanta
la queja amarga y sonora
La onda, cuando el viento canta,
llora,Los violines de la bruma
saludan al sol que muere.
Salmodia la blanca espuma:
¡Miserere!La armonía el cielo inunda,
y la brisa va a llevar
la canción triste y profunda
del mar.Del clarín del horizonte
brota sinfonía rara,
como si la voz del monte
vibrara.Cual si fuese lo invisible...
cual si fuese el rudo són
que diese al viento un terrible
león.
Rui Serra Jan 2014
E estas palavras que escorrem na vidraça ensanguentada,
numa tarde em que a chuva cai tumultuosa.
E estas palavras que escorrem junto com estas lágrimas,
p’la face carregadas de um sentimento obscuro.
E estas palavras que escorrem com o suor do nosso corpo,
numa noite em que corpos ardem de paixão.
E estas palavras que escorrem com o orvalho,
num amanhecer em que o sol raia esplendoroso.
E estas palavras que escorrem junto com o sangue,
que corre nas nossas veias, numa violência interior.
E estas palavras que escorrem com a tinta do pintor,
pela tela que brota das suas mãos diabólicas.
E estas palavras que escorrem nas ondas,
que embatem violentamente nas rochas das praias.
E estas palavras que escorrem como o álcool,
e que inunda a alma pejada de medo e tristeza.
E estas palavras que cheiram a ****,
e que o tempo impregnou nas páginas da vida.
. . .
São palavras que profiro em silêncio,
são palavras em que eu te imploro,
para que pares essa tua raiva mórbida e doentia
que te leva à demente violência e me deteriora.
¿Oís?,  es el cañón.  Mi pecho hirviendo
el cántico de guerra entonará,
y al eco ronco del cañón venciendo,
la lira del poeta sonará.
El pueblo ved que la orgullosa frente
levanta ya del polvo en que yacía,
arrogante en valor, omnipotente,
terror de la insolente tiranía.
          Rumor de voces siento,
y al aire miro deslumbrar espadas,
y desplegar banderas;
y retumban al son las escarpadas
rocas del Pirineo;
y retiemblan los muros
de la opulenta Cádiz, y el deseo
crece en los pechos de vencer lidiando;
brilla en los rostros* el marcial contento,
y dondequiera generoso acento
se alza de PATRIA y LIBERTAD tronando.
              Al grito de la patria
          volemos, compañeros,
          blandamos los aceros
          que intrépida nos da.
          A par en nuestros brazos
          ufanos la ensalcemos
          y al mundo proclamemos:
          "España
es libre ya".
              ¡Mirad, mirad en sangre,
          y lágrimas teñidos
          reír los forajidos,
          gozar en su dolor!
          ¡Oh!, fin tan sólo ponga
          su muerte a la contienda,
          y cada golpe encienda
          aún más nuestro rencor.
              ¡Oh siempre dulce patria
          al alma generosa!
          ¡Oh siempre portentosa
          magia de libertad!
          Tus ínclitos pendones
          que el español tremola,
          un rayo tornasola
          del iris de la paz.
              En medio del estruendo
          del bronce pavoroso,
          tu grito prodigioso
          se escucha resonar.
          Tu grito que las almas
          inunda de alegría,
          tu nombre que a esa impía
          caterva hace temblar.
              ¿Quién hay ¡oh compañeros!,
          que al bélico redoble
          no sienta el pecho noble
          con júbilo latir?
          Mirad centelleantes
          cual nuncios ya de gloria,
          reflejos de victoria
          las armas despedir.

¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!
Y al mar se lancen con bramido horrendo
de la infiel sangre caudalosos ríos,
y atónito contemple el océano
sus olas combatidas
con la traidora sangre enrojecidas.
Truene el cañón: el cántico de guerra,
pueblos ya libres, con placer alzad:
ved, ya desciende a la oprimida tierra,
los hierros a romper, la libertad.
Sobre la roja España blanca y roja,
blanca y fosforescente,
una historia de polvo se deshoja,
irrumpe un sol unánime, batiente.

Es un pleno de abriles,
una primaveral caballería,
que inunda de galopes los perfiles
de España: es el ejército del sol, de la alegría.

Desaparece la tristeza, el día
devorador, el marchitado tallo,
cuando, avasalladora llamarada,
galopa la alegría en un caballo
igual que una bandera desbocada.

A su paso se paran los relojes,
las abejas, los niños se alborotan,
los vientres son más fértiles, más profusas las trojes,
saltan las piedras, los lagartos trotan.

Se hacen las carreteras de diamantes,
el horizonte lo perturban mieses
y otras visiones relampagueantes,
y se sienten felices los cipreses.

Avanza la alegría derrumbando montañas
y las bocas avanzan como escudos.
Se levanta la risa, se caen las telarañas
ante el chorro potente de los dientes desnudos.

La alegría es un huerto del corazón con mares
que a los hombres invaden de rugidos,
que a las mujeres muerden de collares
y a la piel de relámpagos transidos.

Alegraos por fin los carcomidos,
los desplomados bajo la tristeza:
salid de los vivientes ataúdes,
sacad de entre las piernas la cabeza,
caed en la alegría como grandes taludes.

Alegres animales,
la cabra, el gamo, el potro, las yeguadas,
se desposan delante de los hombres contentos.
Y paren las mujeres lanzando carcajadas,
desplegando su carne firmamentos.

Todo son jubilosos juramentos.
Cigarras, viñas, gallos incendiados,
los árboles del Sur: naranjos y nopales,
higueras y palmeras y granados,
y encima el mediodía curtiendo cereales.

Se despedaza el agua en los zarzales:
las lágrimas no arrasan,
no duelen las espinas ni las flechas.
Y se grita ¡Salud! a todos los que pasan
con la boca anegada de cosechas.

Tiene el mundo otra cara. Se acerca lo remoto
en una muchedumbre de bocas y de brazos.
Se ve la muerte como un mueble roto,
como una blanca silla hecha pedazos.

Salí del llanto, me encontré en España,
en una plaza de hombres de fuego imperativo.
Supe que la tristeza corrompe, enturbia, daña...
Me alegré seriamente lo mismo que el olivo.
Lo que sopló el tifón contra la roca,
lo que aventó el simún contra la duna,
lo que el viento esparció por la ensenada,
        no penetró en la bicoca.

Ni el odio soterraño. Ni la envidia bajuna,
ni la ambición acezante, de embaïdor atuendo,
ni el logrero además, al sesgo, sinuöso,
        penetró en la bicoca.

Ni la saña virulenta (no la iracundia hiendo,
no transito la insidia: vuelo ingrávido);
ni pueril amargura (nútrome de inasibles)
        penetró en la bicoca.

Lo que vozna o que grazna, rahez, ávido;
lo que repta, serpea, húmido, yerto;
lo que exhibe su pus o su laceria,
        no penetró en la bicoca.

Prometeo y su buitre, ni Jesús en el huerto,
(Job non me peta: ¡oh gafo Jeremías!)
ni la nenia (el dolor me topó estoico)
        penetró en la bicoca.

Platino de las noches, similor de los días;
cobre de los crepúsculos; la hecha cuotidiana;
la gris tragedia fonje que desuela o inunda,
        no penetró en la bicoca.

Ni, plácido, el frescor lustral de la mañana
al espíritu libre del inútil pequeño
mester, y ni la tarde sin menester minúsculo,
        penetró en la bicoca.

Ni la noche del fértil sueño; ni el tras-sueño
-hórrido amanecer para absurdos oficios-
de la aventura lauta sin la próxima angustia,
        penetró en la bicoca.

Libertad ni Ocio próvido ni Holganza… (ásperas sicios
sin Moisés aqüifice cuando la roca toca…)
(¿tú quoque jeremítico?) La palinodia imbele
        no penetro en la bicoca.

Lo que sopló el tifón contra la roca,
lo que aventó el simún contra la duna,
lo que el viento esparció por la ensenada,
        no penetró en la bicoca.
La noche de ojos de caballo que tiemblan en la noche,
la noche de ojos de agua en el campo dormido,
está en tus ojos de caballo que tiembla,
está en tus ojos de agua secreta.

Ojos de agua de sombra,
ojos de agua de pozo,
ojos de agua de sueño.

El silencio y la soledad,
como dos pequeños animales a quienes guía la luna,
beben en esos ojos,
beben en esas aguas.

Si abres los ojos,
se abre la noche de puertas de musgo,
se abre el reino secreto del agua
que mana del centro de la noche.

Y si los cierras,
un río, una corriente dulce y silenciosa,
te inunda por dentro, avanza, te hace oscura:
la noche moja riberas en tu alma.
En los claustros del Alma la herida
Yace callada; mas consume hambrienta
La vida, que en mis venas alimenta
Llama por las medulas extendida.
Bebe el ardor hidrópica mi vida,
Que ya ceniza amante y macilenta,
Cadáver del incendio hermoso, ostenta
Su luz en humo y noche, fallecida.
La gente esquivo y me es horror el día;
Dilato en largas voces ***** llanto
Que a sordo mar mi ardiente pena envía.
A los suspiros di la voz del canto;
La confusión inunda el alma mía;
Mi corazón es reino del espanto.
Paulette Mayoral Sep 2020
En medio de la sala. Sobre el piso de madera. Entre la calidez del momento.
Un racimo de flores le da vida a la mesa en la que reposa.
El silencio es un fantasma que posee la casa.
Y han tocado le puerta.
Me sonríe. Se invita a pasar. Se invita a quedar.
Los colores de las flores bailan alrededor de mí. El silencio se ha marchado.
El sol es más brillante. El sol entra por todos lados. El sol es más alegre. El sol ha llegado.
Se invita a marchar.
Los cristales se quiebran. El viento destruye. La casa se inunda. El sol se ha ido.
Los colores están exhaustos. Se han detenido a descansar.
Y yo. Yo tengo que limpiar.
En medio de la sala. Sobre el piso de madera. Entre la calidez del momento.
Y han tocado la puerta. O tal vez yo he tocado la puerta.
Me sonríe. Le invito a pasar.
Habla el idioma de una tierra lejana.
Los colores han aprendido una nueva coreografía. Les he dicho que se detengan, pero están entusiasmados. Corren. Juegan. Bailan.
Es primavera.
El sol brilla. El sol sonríe. El sol ha regresado.
El verde olivo se une a la danza de los colores.
Se invita a marchar. O tal vez yo lo hice.
La luz prepara su discurso de despedida. La brisa se vuelve huracán. Las ventanas colapsan. Las cortinas se sacuden. La casa se inunda.
Tengo que limpiar.
En medio de la sala. Sobre el piso de madera. Entre la calidez del momento.
El silencio regresa como si hubiese sido invocado. Recorre las habitaciones. Escucho la ausencia del sonido subir las escaleras.
No sé qué busca. Le invito a pasar las tardes y las noches conmigo. En la calidez del momento.
Y han tocado la puerta.
Esta vez sin respuesta.
Europa se ha prendido, se ha incendiado:
de Rusia a Españ va, de extremo a extremo,
el incendio que lleva enarbolado,
con un furor, un ímpetu supremo.

Cabalgan sus hogueras,
trota su lumbre arrolladoramente,
arroja sus flotantes y cálidas banderas,
sus victoriosas llamas sobre el triste occidente.

Purifica, penetra en las ciudades,
alumbra, sopla, da en los rascacielos,
empuja las estatuas, muerde, aventa:
arden inmensidades
de edificios podridos como leves pañuelos,
cesa la noche, el día se acrecienta.

Cruza un gran tormenta
de aeroplanos y anhelos.
Se propaga la sombra de Lenin, se propaga,
avanza enrojecida por los hielos,
inunda estepas, salta serranías,
recoge, cierra, besa toda llaga,
aplasta las miserias y las melancolías.

Es como un sol que eclipsa las tinieblas lunares,
es como un corazón que se extiende y absorbe,
que se despliega igual que el coral de los mares
en bandadas de sangre a todo el orbe.

Es un olor que alegra los olfatos
y una canción que halla sus ecos en las minas.

España suena llena de retratos
de Lenin entre hogueras matutinas.

Bajo un diluvio de hombres extinguidos,
España se defiende
con un soldado ardiendo de toda podredumbre.
Y por los Pirineos ofendidos
alza sus llamas, sus hogueras tiende
para estrechar con Rusia los cercos de la lumbre.
En filas ordenadas regresamos
y cada noche, cada noche,
mientras hacemos el camino,
el breve infierno de la espera
y el espectro que vierte en el oído:
"¿No tienes sangre ya? ¿por qué te mientes?
Mira los pájaros…
El mundo tiene playas todavía
y un barco allá te espera, siempre."

Y las piernas caminan
y una roja marea
inunda playas de ceniza.

"Es hermosa la sangre
cuando salta de ciertos cuellos blancos.
Báñate en esa sangre:
el crimen hace dioses."

Y el hombre aprieta el paso
y ve la hora: aún es tiempo
de alcanzar el tranvía.

"Allá, del otro lado,
yacen las islas prometidas. Danzan
los árboles de música vestidos,
se mecen las naranjas en las ramas
y las granadas abren sus entrañas
y se desgranan en la yerba,
rojas estrellas en un cielo verde,
para la aurora de amarilla cresta…"

Y los labios sonríen y saludan
a otros condenados solitarios:
¿Leyó usted los periódicos?

"¿No dijo que era el Pan y que era el Vino?
¿No dijo que era el Agua?
Cuerpos dorados como el pan dorado
y el vino de labios morados
y el agua, desnudez…"

Y el hombre aprieta el paso
y al tiempo justo de llegar a tiempo
doblan la esquina, puntuales, Dios y el tranvía.
Juan, aquel militar de tres abriles,
Que con gorra y fusil sueña en ser hombre,
Y que ha sido en sus guerras infantiles
Un glorioso heredero de mi nombre;

Ayer, por tregua al belicoso juego,
Dejando en un rincón la espada quieta,
Tomó por voluntad, no a sangre y fuego,
Mi mesa de escribir y mi gaveta.

Allí guardo un laurel, y viene al caso
Repetir lo que saben mis testigos:
Esa corona de oropel y raso
La debo, no a la gloria, a mis amigos.

Con sus manos pequeñas y traviesas,
Desató el niño, de la verde guía,
El lazo tricolor en que hay impresas
Frases que él no descifra todavía.

Con la atención de un ser que se emociona
Miró las hojas con extraño gesto,
Y poniendo en mis manos la corona,
Me preguntó con intención: -«¿Qué es esto?»

-«Esto es -repuse- el lauro que promete
La gloria al genio que en su luz inunda...»
-«¿Y por qué lo tienes?»
                                      -Por juguete,
Le respondió mi convicción profunda.

Viendo la forma oval, pronto el objeto
Descubre el niño, de la noble gala;
Se la ciñe, faltándome al respeto
Y hecho un héroe se aleja por la sala.

¡Qué hermosa dualidad! Gloria y cariño
Con su inocente acción enlazó ufano,
Pues con el lauro semejaba el niño
Un diminuto emperador romano.

Hasta creí que de su faz severa
Irradiaban celestes resplandores,
Y que anhelaba en su imperial litera
Ir al Circo a buscar los gladiadores.

Con su nuevo disfraz quedé asombrado
(No extrañéis en un padre estos asombros),
Y corrí por un trapo colorado
Que puse y extendí sobre sus hombros.

Mirélo así con cándido embeleso,
Me transformé en su esclavo humilde y rudo,
Y -«¡Ave César!- le dije, dame un beso,
¡Yo que muero de penas, te saludo!»

-«¿César?»- me preguntó lleno de susto
Y yo sintiendo que su amor me abrasa,
-«¡César!» -le respondí- «César Augusto
De mi honor, de mi honra y de mi casa»

Quitéle el manto, le volví la espada,
Recogí mi corona de poeta,
Y la guardé, deshecha y empolvada,
En el fondo sin luz de mi gaveta.
Joseph B Nov 2017
¿Cómo luchar por algo que ya esta perdido?
¿Cómo luchar por un amor que no es correspondido?
¿Cómo detener la lluvia de tristeza que me embarga?
¿Cómo secar las lágrimas que me brotan del alma?
¿Cómo hacerme el loco cuando la veo?
Si es imposible porque es tanto mi deseo
Que creo que se ha convertido en una obsesión
Irremediablemente es suyo mi corazón
Y al llegar la aurora emergen mis aullidos
Como un lobo solitario anhelando su presencia
Vagando por mi mente su imagen dulce y tierna
Destrozando a su paso toda mi poca prudencia
Surgen dudas en mi que me agotan de impaciencia
¿Cómo luchar por algo que ya esta perdido?
¿Cómo luchar por un amor que no es correspondido?
Y mi alma se inunda en una lluvia de lagrimas y tristezas.
Un quieto resplandor me inunda y ciega,
un deslumbrado círculo vacío,
porque a la misma luz su luz la niega.

Cierro los ojos y a mi sombra fío
esta inasible gloria, este minuto,
y a su voraz eternidad me alío.

Dentro de mí palpita, flor y fruto,
la aprisionada luz, ruina quemante,
vivo carbón, pues lo encendido enluto.

Ya entraña temblorosa su diamante,
en mí se funde el día calcinado,
brasa interior, coral agonizante.

En mi párpado late, traspasado,
el resplandor del mundo y sus espinas
me ciegan, paraíso clausurado.

Sombras del mundo, cálidas rüinas,
sueñan bajo mi piel y su latido
anega, sordo, mis desiertas minas.

Lento y tenaz, el día sumergido
es una sombra trémula y caliente,
un ***** mar que avanza sin sonido,

ojo que gira ciego y que presiente
formas que ya no ve y a las que llega
por mi tacto, disuelto en mi corriente.

Cuerpo adentro la sangre nos anega
y ya no hay cuerpo más, sino un deshielo,
una onda, vibración que se disgrega.

Medianoche del cuerpo, toda cielo,
bosque de pulsaciones y espesura,
nocturno mediodía del subsuelo,

¿este caer en una entraña obscura
es de la misma luz del mediodía
que erige lo que toca en escultura?

-El cuerpo es infinito y melodía.
Leydis Sep 2017
Él no me gusta,……. él me encanta.
Amarlo se ha convertido el motor que impulsa mis ganas.
Si, besarlo, sea en la mejilla, en la frente o en esos labios sabor a devoción, es el lema de mi alma.

No, él no me gusta...él me encanta.
Me encanta cuando el brillo de sus ojos a los míos acicalan.
Los visten de las ilusiones más pueriles,
humanizando mis esperanzas,
manifestándose en la fe en el ser humano.

Él no me gusta...él me encanta.
Cuando mis oídos escuchan su voz,
los cosmos se alinean y guiñan sus ojos,
bendiciendo una unión que pudo ser completamente frívola,
más se transformo en los incandescentes matices que viste el amor.

Nunca he amado tantos mis olfatos como ahora que él está en mi vida.
El poder oler la magia de su dignidad,
saborear los añejos sabores en cada línea de su boca tibia, tierna, y seductiva,
mirarlo con dulce encanto, y si, hasta con suspicacia por sentir el milagro de haberlo encontrado,
escuchar esa voz que inunda mis adentros de emociones inefables,
tocarlo es como cuando la tarde se besa con la madrugada,
si, ahora por fin entiendo el diseño maestro de estos olfatos,
y con él, cada uno de esos sentidos se encuentra en casa.

Si, él me gusta como para inventar nuevas maneras de saborear el café de la vida.
Pero me encanta más,
como para por siempre enlazar mi alma y mi piel a su vida.
Él no me gusta....
¡Él me encanta para redefinir la palabra…estoy completamente feliz, día tras día!!

LeydisProse
9/11/2017
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Jorge Emilio May 2021
Todas las madrugadas me pregunto:

¿Cuándo veré estallar el volcán de tu pecho?

¿Arderán mis labios al rozar tu cuerpo?

El silencio llano de la Luna me responde…

en su brillo se reflejan tus ojos,

y de la noche emerge tu silueta:

Llueves, sopla el vértigo de tu caída,

eres una nube de agua que inunda mi memoria,

y al amanecer, has partido
Del fondo de mi alma oscura
van hasta ti mis dolores
como una sarta de flores
en empobrecida blancura.
Del ensueño a la luz pura,
en capilla de colores,
comulgué con tus amores
en un cáliz de amargura.
Al reír mis quince años
de los pesares huraños,
tu amor imposible vino
a traerme la tristeza
del monje que oculto reza
en el claustro capuchino.
La muerte ama con el vago
amor y las ansias puras
con que ama las alburas
de las estrellas, el lago.
Del invierno al frío halago,
en las gavetas oscuras
besan a las sepulturas
las flores del jaramago.
Y con afán imposible
ama la yedra flexible,
en el cálido misterio
de las paredes ruinosas,
las ramazones musgosas
del vetusto monasterio.
Así también, alma mía,
en una muerte profunda,
de mi pasión moribunda,
la yerta melancolía.
Te adoro en la sombría
nostalgia meditabunda
que en el recuerdo se inunda
de tu pasada alegría.
Se consume tu existencia
como el dolor de una esencia;
y en el litúrgico llanto,
como responso de muerte,
tan solo puedo quererte
con amor de camposanto.
Conservas, mustios despojos
de la pretérita gracia,
tus palideces de acacia
y el carmín de tus sonrojos.
Fui, al besar tus labios rojos,
claveles de aristocracia,
alumno de la desgracia
en la escuela de tus ojos.
En el dulce misticismo
de un simbólico bautismo
inundaron mi cabeza
tus manos espirituales
con los divinos raudales
de tu inefable tristeza.
Mariana Seabra Mar 2022
Fecho os olhos levemente

E deixo o sono me embalar.

Ah…Que venha rapidamente!

Pois nesta realidade triste,

E infelizmente,

Só em sonhos te consigo tocar.



Corro para ti-

Desesperadamente-

E desta vez não desvias o olhar.

Ah!

Finalmente…

Treme agora o corpo de quem sente

O medo de estar tão perto!-

tão, tão perto de te amar.



Falham-me as pernas que nem mexo,

Inunda-se um brilho no olhar,

Enquanto te admiro,

Questiono-me,

Se realmente estou a sonhar.

Alma ansiosa e impaciente…

Nem espera pela resposta,

Não perde tempo para te beijar.

  



Ah…!

Triste mente consciente…!

Não tarda vais fazer-me acordar.

Imploro-te,

Dá-me só mais dois segundos

Para esta memória eternizar.



Olhas para mim e sorris,

Como se soubesses…

O que estou eu a pensar…

Pois a magia que nos invade

Não cabe em explicações

Profundas

Ou em qualquer outro lugar.



O tempo não existe em sonhos,

Não te deixa saber que estás a viajar.

Mas o relógio, na hora certa,

Deu as doze badaladas

Que me iriam transformar.



(…)



Ah…!

E até hoje…

Não sei se me deixaram desperta…

Só sei que esta alma inquieta,

Tão insolente e incorreta,

Naquele sonho quis ficar

E até hoje…

Sei que nos braços da pessoa amada,

Numa dança feliz e apaixonada,

Ficou uma alma aprisionada,

Que não conseguiu mais acordar.

— The End —