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Nicole Jan 2015
Entonces, es ahí cuando todo comienza a cambiar.
Crees tener esperanzas, pero todo sigue igual.
Cada noche me desvelo pensando en un día nuevo,
cuando las cosas sean distintas y no exista la monotonía.

La falta de amor se siente.
Las noches de locura
se convirtieron en algo poco frecuente.
Los detalles, las sonrisas y todos aquellos momentos especiales
se encuentran navegando en los mares.

¿Qué pasó con aquellos días?
En los que solíamos amanecernos
hablando sobre nuestras vidas.

Ahora el silencio las opaca.
Las conversaciones se vuelven cortas
y cada vez más amargas.

Hay algo en nosotros que ha cambiado
¿aún nos seguiremos amando?

Durante el día pienso,
pero cuando el cielo se torna oscuro
se vuelve más intenso.

No sé si te pasa igual,
mas cierto es,
las cosas están por cambiar.

Muchas veces nos hemos fallado
y el dolor seguirá presente
mientras lo tengamos en nuestras mentes.

Nostálgica y afligida me he podido sentir,
pero en mi interior está esa fe por ti.

Mirándome al espejo, en falta de cariño
me he encontrado
y en lo único que pienso es
en estar a tu lado.

Una vida tranquila
quisiera presenciar.
Sin problemas ni escándalos
y gente entrometida en la vida de los demás.

¿Podremos nosotros seguir adelante?
¿O será otra historia con un final espeluznante?
Este fue un escrito que encontré el cual fue redactado hace meses. Ahora mismo no significa nada en mi vida, pero quería compartirlo.
El él solo hay puros sentimientos con pensamientos mezclados que nunca me atreví sacarlos a la luz.
Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años -que eran
la quinta parte de toda mi vida-,
ya había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
-papeles y retratos
en medio de la calle...

Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.
M Suárez Nov 2016
¿Por qué siento mi corazón en llamas desde anoche? Hasta físicamente lo siento. Un ardor como cuando te cortas entre los dedos con una hoja de papel. Como cuando sientes que la piel se desgarra al caer.
He pensado más en la muerte estos días. Estando en el techo de Camilo, mientras salimos a ver la luna, no pude evitar pensar si la caída me mataría o solo me dejaría parapléjica. Son solo cinco pisos. En el metro he tenido los mismos pensamientos. Me asomo a ver si se acerca el tren y pienso en qué pasaría si finjo que me tropiezo, ¿qué pasaría si me dejo caer a las vías?
Otras veces solo quiero desaparecer. He pensado en irme sin decir nada. Sin ropa y sin avisar. El otro día fantaseaba con estar en mi lugar favorito de Playa del Carmen. Una banca que estaba en la primera planta de la salita de espera del muelle hace unos años. Cuando aún era una palapa y todo era de madera. Hace tanto que no voy. La última vez recuerdo que sólo la vi por fuera y está tan cambiada. Y me arrepentí de no haberme muerto allí, cuando aún me era mágico. E imaginé que tomaba muchas pastillas, me dirigía allí con un libro en la mano (García o Storni, cambiaba constantemente). Y me sentaba, leía un párrafo o dos. Sentía como mi cuerpo se adormecía. Dejaba el libro de lado y tomaba una última postal con los ojos de lo bello que es el mar. Cerraba los ojos. Desde que leí las distintas versiones de cómo murió Alfonsina, la del mar es mi favorita. Pero mi mayor miedo es morir ahogada, así que no fantaseo mucho sobre eso. Porque soy lo suficientemente cobarde como para no hacerme daño. Porque si muero quiero que sea rápido.
No lo haré ahora. Y no porque aún tenga pendientes. En realidad no los tengo. Sino porque aún me da miedo. Me da miedo qué sigue y aún creo en el castigo divino. Mi mayor miedo es el dolor que se debe sentir cuando uno muere. Como muchos suicidas han sido exitosos en sus ganas de morir, no pueden decirnos qué se siente. Ciertamente los muertos no hablan ni escriben historias. Me he preguntado si es como en las películas, si sientes que el alma se sale de tu cuerpo. Tengo la idea de que sí. Definitivamente creo en el alma, si no, no tendría miedo del castigo divino. Pero cuando mi alma se separe de mi cuerpo, presiento que sentiré vacío. Y odio sentir vacío.
Hay una mosca en mi habitación. Son tan sensibles esos insectos. Nunca he sabido si nos huelen o cómo detectan el olor de los animales muertos.
Quizá ya huelo a eso.
Este poema tiene un son
que no es el suyo. Imaginad
que estamos bailando un bolero.
Pero la música que suena
yo no la oigo: es otro ritmo,
otro compás, el que yo llevo.
Bailo a destiempo, a contratiempo.
Mi pareja se queja porque
la estoy pisando. ¿Cómo puedo
decirle que escucho una música
que ya sonó o no sonó nunca?
Nos sentamos. No nos mirabamos.
(No nos veríamos).
El son
de este poema no es el suyo:
llevamos músicas distintas.
Por eso el baile es imposible
y debo desistir.
28
Quietas, dormidas están,
las treinta, redondas, blancas.
Entre todas
sostienen el mundo.
Míralas, aquí en su sueño,
como nubes,
redondas, blancas, y dentro
destinos de trueno y rayo,
destinos de lluvia lenta,
de nieve, de viento, signos.
Despiértalas,
con contactos saltarines
de dedos rápidos, leves,
como a músicas antiguas.
Ellas suenan otra música:
fantasías de metal
valses duros, al dictado.
Que se alcen desde siglos
todas iguales, distintas
como las olas del mar
y una gran alma secreta.
Que se crean que es la carta,
la fórmula, como siempre.
Tú alócate
bien los dedos, y las
raptas y las lanzas,
a las treinta, eternas ninfas
contra el gran mundo vacío,
blanco a blanco.
Por fin a la hazaña pura,
sin palabras, sin sentido,
ese, zeda, jota, i...
Krusty Aranda Jun 2018
A donde sea que voltee, veo amor
En cada rincón de la ciudad,
lo escucho en las canciones,
lo leo en la poesía,
lo veo en los ojos de las personas

Por mucho tiempo busqué el amor,
sin dirección,
sin un propósito,
sin saber siquiera qué era lo que esperaba encontrar,
lo que era el amor
No puedo negar que lo he encontrado, en varias formas,
de distintas personas,
en cantidades diferentes e intensidades variantes

Pero el amor no es algo que se encuentra
El amor se construye,
se cultiva con cuidado y cariño,
para, cuando este haya madurado,
cosechar el fruto obtenido
y poderlo compartir con otros

A donde sea que voltee, veo amor
y es que he comprendido que el amor vive en mi
Yo soy amor!
y no hago más que ver el reflejo de mi en otros,
el reflejo de la esencia que me llena y me da vida
Un corazón latiente, bombeando felicidad a través de mis venas
Con cada nueva herida, sangro nuevo amor
comprensión de mis semejantes,
de mis circunstancias,
de mi mismo

Por mucho tiempo busqué el amor,
y hoy, por fin me encontré
Anda, date a volar, hazte una abeja;
En el jardín florecen amapolas,
Y el néctar fino colma las corolas;
Mañana el alma tuya estará vieja.

Anda, suelta a volar, hazte paloma,
Recorre el bosque y picotea granos,
Come migajas en distintas manos,
La pulpa muerde de fragante poma.

Anda, date a volar, sé golondrina,
Busca la playa de los soles de oro,
Gusta la primavera y su tesoro,
La primavera es única y divina.

Mueres de sed: no he de oprimirte tanto...
Anda, camina por el mundo, sabe;
Dispuesta sobre el mar está tu nave:
Date a bogar hacia el mejor encanto.

Corre, camina más, es poco aquello...
Aún quedan cosas que tu mano anhela,
Corre, camina, gira, sube y vuela:
Gústalo todo porque todo es bello.

Echa a volar... mi amor no te detiene,
¡Cómo te entiendo, Bien, cómo te entiendo!
Llore mi vida... el corazón se apene...
Date a volar, Amor, yo te comprendo.

Callada el alma... el corazón partido,
Suelto tus alas... ve... pero te espero.
¿Cómo traerás el corazón, viajero?
Tendré piedad de un corazón vencido.

Para que tanta sed bebiendo cures
Hay numerosas sendas para ti...
Pero se hace la noche; no te apures...
Todas traen a mí...
La plaza es diminuta.
Cuatro muros leprosos,
una fuente sin agua,
dos bancas de cemento
y fresnos malheridos.
El estruendo, remoto,
de ríos ciudadanos.
Indecisa y enorme,
rueda la noche y borra
graves arquitecturas.
Ya encendieron las lámparas.
En los golfos de sombra,
en esquinas y quicios,
brotan columnas vivas
e inmóviles: parejas.
Enlazadas y quietas,
entretejen murmullos:
pilares de latidos.

En el otro hemisferio
la noche es femenina,
abundante y acuática.
Hay islas que llamean
en las aguas del cielo.
Las hojas del banano
vuelven verde la sombra.
En mitad del espacio
ya somos, enlazados,
un árbol que respira.
Nuestros cuerpos se cubren
de una yedra de sílabas.

Follajes de rumores,
insomnio de los grillos
en la yerba dormida,
las estrellas se bañan
en un charco de ranas,
el verano acumula
allá arriba sus cántaros,
con manos visibles
el aire abre una puerta.
Tu frente es la terraza
que prefiere la luna.

El instante es inmenso,
el mundo ya es pequeño.
Yo me pierdo en tus ojos
y al perderme te miro
en mis ojos perdida.
Se quemaron los nombres,
nuestros cuerpos se han ido.
Estamos en el centro
imantado de ¿donde?

Inmóviles parejas
en un parque de México
o en un jardín asiático:
bajo estrellas distintas
diarias eucaristías.
Por la escala del tacto
bajamos ascendemos
al arriba de abajo,
reino de las raíces,
república de alas.

Los cuerpos anudados
son el libro del alma:
con los ojos cerrados,
con mi tacto y mi lengua,
deletreo en tu cuerpo
la escritura del mundo.
Un saber ya sin nombres:
el sabor de esta tierra.

Breve luz suficiente
que ilumina y nos ciega
como el súbito brote
de la espiga y el *****.
Entre el fin y el comienzo
un instante sin tiempo
frágil arco de sangre,
puente sobre el vacío.

Al trabarse los cuerpos
un relámpago esculpen.
Adiós, pues. ¿Nada olvidas? Está bien. Puedes irte.
Ya nada más debemos decirnos... ¿Para qué?
Te dejo. Partir puedes. Pero aguarda un momento...
está lloviendo. Espera que deje de llover.
Abrígate. Está haciendo mucho frío en la calle.
Ponte capa de invierno. Y abrígate muy bien.
¿Todo te lo he devuelto? ¿Nada tuyo me queda?
¿Tu retrato te llevas y tus cartas también?
Por última vez mírame. Vamos a separarnos.
Óyeme. No lloremos, pues necedad sería...
¡Y qué esfuerzo debemos los dos hacer ahora
para ser lo que fuimos... lo que fuimos un día!
Se habían nuestras almas tan bien compenetrado,
y hoy de nuevo su vida cada cual ha tomado.
Con un distinto nombre por senda aparte iremos,
a errar, a vivir solos... Sin duda sufriremos.
Sufriremos un tiempo. Después vendrá el olvido,
lo solo que perdona. Tú, de mí desunida,
serás lo que antes fuiste. Yo, lo que antes he sido...
Dos distintas personas seremos en la vida.
Vas a entrar desde ahora por siempre en mi pasado;
tal vez nos encontremos en la calle algún día.
Te veré desde lejos con aire descuidado,
y llevarás un traje que no te conocía.
Después pasarán meses sin que te vea. En tanto,
habrán de hablarte amigos de mí. Yo bien lo sé;
y cuando en mi presencia te recuerden, encanto
que fuiste de mi vida, «¿Cómo está?» les diré.
Y qué grandes creímos nuestros dos corazones,
¡y qué pequeños! ¡Cómo nos quisimos tú y yo!
¿Recuerdas otros días? ¡Qué gratas ilusiones!
Y mira en lo que ahora nuestra pasión quedó.
Y nosotros, lo mismo que los demás mortales,
en promesas ardientes de eterno amor creyendo.
¡Verdad que humilla! ¿Todos somos acaso iguales?
¿Somos como los otros? Mira, sigue lloviendo.
Quédate. ¡Ven! No escampa. Y en la calle hace frío.
Quizá nos entendamos. Yo no sé de qué modo.
Aunque han cambiado tanto tu corazón y el mío,
tal vez al fin digamos: «¡No está perdido todo!»
Hagamos lo posible. Que acabe este desvío.
Vencer nuestras costumbres es inútil. ¿Verdad?
¡Ven, siéntate! A mi lado recobrarás tu hastío,
y volverá a tu lado mi triste soledad.
Jessica Apr 2020
Cómo expresar este sentimiento?
Cómo abandonar mi pasado?
Cómo volver al juego
Que esta vida me ha desafiado?

En mi cabeza conviven mil tormentas distintas
Que  no me permiten lograr
No me permiten gozar

Solo quiero deleitarme como otros hacen
Solo quiero saber
si hay algo mas allá
De todo este caos sin fin
Mariana Seabra Mar 2022
A cigana que me leu a sina,
Mudou imediatamente de profissão.
Viu espelhado nos meus olhos negros
Uma íris cristalina
Repleta de horrores e de paixão.
Tocou-me na mão e quis-me ler
Mas todo o seu corpo estremeceu…
Pobre coitada,
Chorou como se fosse eu,
Nunca havia visto tamanha solidão,
E rezou enquanto implorava ao céu
Que para mim houvesse ainda salvação.



Olhei-a e logo vi
Que não havia por onde escapar.
Sorri para ela e repeti
Que me deixasse só sonhar.
Caiu de joelhos logo ali
Como se a morte estivesse para a vir buscar.
Disse-lhe que não há sepultura ou caixão aqui
Que sejam fundos o suficiente
Para com o meu espírito aguentar.



Limpou as lágrimas e fixou-me,
Com tanta pena e ternura a transbordar.
Disse-me isto a correr,
Antes que eu pudesse sequer hesitar:
Pobre criança ingénua,
A morte não dói a ninguém,
O que dói é ter de cá ficar.
Não há chuva nem há névoa
Que te proteja desse inferno
Que carregas no olhar.
Nunca pára de chover
E o frio corta a esperança que o vento traz.
É um mundo cruel para se viver
E então que seja assim,
Que a última viagem te traga paz.



Enterrou-se no meu corpo,
Como qualquer ser já muito cansado.
Sussurrou-me em agonia
Palavras cor de vinho derramado.
Entendeu que nenhum génio artístico
Se pode deixar ser domado.
E se não nos virmos mais nesta vida
Espero por ti eternamente
Do outro lado.



Será loucura ou consciência?
Não são assim tão distintas.
Confesso-lhe sem muita prudência:
A morte não me assusta,
A vida aterroriza-me.
Mas o que me consome e deixa aflita,
É que seja em qualquer idade,
Valorizo sempre mais a escrita
Do que a minha sanidade.

— The End —