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Nis Jul 2018
Pensaba que era alguien
y era mi reflejo.

Era yo,
era mi cuerpo,
no era yo
era mi avatar en este mundo,
un hombre joven y asustadizo,
no era yo.

Pensaba que era alguien
y era mi reflejo.

Mi reflejo,
ese mundo mudo e invertido,
como este tantas veces.
Espero que a mi reflejo le vaya mejor que a mí.
Ciertamente tiene mi cuerpo,
vaya desgracia.
Aunque tal vez en su inversión
se reniega de mi condición transgénero,
de mi desgracia con los expertos de la salud mental.
Tan invertido ese mundo de reflejo
que tal vez pueda disfrutar de sus amigos,
disfrutar de su reflejo.

Mi relación con los espejos
siempre fue de amor-odio.
Amor porque la científica en mi
sólo veía un instrumento semimágico
que replica nuestra realidad.
Odio porque yo no estoy en esa realidad.
Un energúmeno ocupa mi lugar,
un inútil al que odio con todo mi ser.
Un chico.
De pequeña jugaba a que luchaba con ese chico,
nunca pude derrotarle,
sigue ahí.
No era yo,
era mi reflejo.
Mi archienemigo.
Mi odio.

//

I thought it was someone
and it was my reflection.

It was me,
it was my body,
it wasn't me
it was my avatar in this world,
a young and shy man,
it wasn't me.

I thought it was someone
and it was my reflection.

My reflection,
that mute, inverted world,
like this one so many times.
I hope my reflection is doing better than me.
Certaintly it has my body,
what a pitty.
Although maybe in its inversion
it denies my transgender condition,
my disgrace with mental health experts.
So inverted is that world  of reflection
that it may enjoy its friends,
enjoy its reflection.

My relationship with mirrors
has always been of love-hatred.
Love because the scientist in me
only saw a semimagic instrument
that copies our reality.
Hatred becouse I am not in that reality.
A madman takes my place,
a vane man that I hate with all my being.
A boy.
When I was young I fightplayed with that boy,
I never could defeat him,
he's still there.
It wasn't me,
it was my reflection.
My nemesis.
My hatred.
Last one of three poems, from just esthetics, to suicide, and finally to gender dysphoria. Hope you like them..
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?
Fui templario, ¿do está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron así, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena
su fulgor mi conciencia? Tengo miedo
a la duda terrible que envenena,
y me miras rodar sobre la arena
¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh!, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe, yo soy un Chactas
que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: «analiza»,
y murió mi pasión; luchaba fiero
con Jesús por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!
Alberto, un señor de 67 años, oriundo de la ciudad de Mendoza, exjefe de una pequeña vinoteca, vivía solo tras la pérdida de su esposa en un accidente de tránsito.

Era un hombre generalmente tranquilo, aunque muy inestable, con problemas de salud como taquicardia, sudoración y temblores. A menudo sentía un malestar innegable, algo constante que no lo dejaba estar en paz, pero luchaba por mantener la cordura.

Paseaba las calles y plazas de su ciudad murmurando "Dicen que el tiempo cura, pero nadie te dice cómo se vive sin la mitad de tu alma". Siempre llevaba consigo un reloj de bolsillo, regalo de María, su difunta esposa. No lo llevaba para ver la hora, sino como un recuerdo de su mujer.

Un día fue a visitar a Miguel, un excompañero suyo. Encendió el motor de su Ford Falcon amarillo modelo '81, después de mucho tiempo sin uso y se dirigió a un pueblo a las afueras de la ciudad. La tarde había quedado atrás. La oscuridad había empezado a caer. Pocas luces. Mucha niebla. Ver a distancia era casi imposible.

Durante el viaje, llorando, recordaba a María mientras sonaba Spinetta en la radio, el que solían escuchar juntos.

"Y si acaso no brillara el sol,
y quedara yo atrapado aquí,
no vería la razón,
de seguir viviendo sin tu amor.
Y hoy enloquecido vuelvo,
buscando tu querer,
no queda más que viento".
coreaba entre lágrimas.

Revisando el maletero, buscaba algo, sin saber qué. Encontró una foto de ellos dos junto al mar, pero sus rostros se diluían, como si fueran arrastrados marea adentro. El corazón le latió fuerte. Tanto, que empezó a sentir un dolor agudo en el pecho.

En un momento, se encontró con un camión que venía perdiendo el control, giró el volante y se tiró al costado. Desconcertado y sin ver nada, terminó conduciendo derecho hacia un abismo. Pisó el freno a último momento, pero el auto se arrastró sobre el barro y quedó colgando del borde. Terminó rompiendo el parabrisas, que reflejaba algo ya extinto. Cristales por todos lados, como si hubiera dañado su espejo.

En su mano, el artefacto intacto, funcionaba mejor que nunca. Buscaba a María, atrapada en las agujas de su reloj. Uno que ya no medía el paso del tiempo, sino que repetía lo perdido en laberintos de ausencia.
Todavía marca la hora.
Los minutos.
Los segundos.

7:10 a.m.

La visión se quebró.
Dejando eternos e infinitos fragmentos.
Alberto no murió físicamente. Murió por dentro. La pérdida lo dejó atrapado en un bucle emocional que gira una y otra vez en torno a las 7:10 a.m. Hora en la que su alma se quebró. El reloj, es símbolo de ese instante eterno. Aunque el mundo siga, él quedó detenido en el tiempo del dolor.

— The End —