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¡Oh corvas almas, oh facinorosos
espíritus furiosos!
¡Oh varios pensamientos insolentes,
deseos delincuentes,
cargados sí, mas nunca satisfechos;
alguna vez cansados,
ninguna arrepentidos,
en la copia crecidos,
y en la necesidad desesperados!
De vuestra vanidad, de vuestro vuelo,
¿qué abismo está ignorado?
Todos los senos que la tierra calla,
las llanuras que borra el Oceano
y los retiramientos de la noche,
de que no ha dado el sol noticia al día,
los sabe la codicia del tirano.
Ni horror, ni religión, ni piedad, juntos,
defienden de los vivos los difuntos.
A las cenizas y a los huesos llega,
palpando miedos, la avaricia ciega.
Ni la pluma a las aves,
ni la garra a las fieras,
ni en los golfos del mar, ni en las riberas
el callado nadar del pez de plata,
les puede defender del apetito;
y el orbe, que infinito
a la navegación nos parecía,
es ya corto distrito
para las diligencias de la gula,
pues de esotros sentidos acumula
el vasallaje, y ella se levanta
con cuanto patrimonio
tienen, y los confunde en la garganta.
Y antes que las desórdenes del vientre
satisfagan sus ímpetus violentos,
yermos han de quedar los elementos,
para que el orbe en sus angustias entre.
Tú, Clito, entretenida, mas no llena,
honesta vida gastarás contigo;
que no teme la invidia por testigo,
con pobreza decente, fácil cena.
Más flaco estará, ¡oh Clito!,
pero estará más sano,
el cuerpo desmayado que el ahíto;
y en la escuela divina,
el ayuno se llama medicina,
y esotro, enfermedad, culpa y delito.
El hombre, de las piedras descendiente
(¡dura generación, duro linaje!),
osó vestir las plumas;
osó tratar, ardiente,
las líquidas veredas; hizo ultraje
al gobierno de Eolo;
desvaneció su presunción Apolo,
y en teatro de espumas,
su vuelo desatado,
yace el nombre y el cuerpo justiciado,
y navegan sus plumas.
Tal has de padecer, Clito, si subes
a competir lugares con las nubes.
De metal fue el primero
que al mar hizo guadaña de la muerte:
con tres cercos de acero
el corazón humano desmentía.
Éste, con velas cóncavas, con remos,
(¡oh muerte!, ¡oh mercancía!),
unió climas extremos;
y rotos de la tierra
los sagrados confines,
nos enseñó, con máquinas tan fieras,
a juntar las riberas;
y de un leño, que el céfiro se sorbe,
fabricó pasadizo a todo el orbe,
adiestrando el error de su camino
en las señas que hace, enamorada,
la piedra imán al Norte,
de quien, amante, quiere ser consorte,
sin advertir que, cuando ve la estrella,
desvarían los éxtasis en ella.
Clito, desde la orilla
navega con la vista el Oceano:
óyele ronco, atiéndele tirano,
y no dejes la choza por la quilla;
pues son las almas que respira Tracia
y las iras del Noto,
muerte en el Ponto, música en el soto.
Profanó la razón, y disfamóla,
mecánica codicia diligente,
pues al robo de Oriente destinada,
y al despojo precioso de Occidente,
la vela desatada,
el remo sacudido,
de más riesgos que ondas impelido,
de Aquilón enojado,
siempre de invierno y noche acompañado,
del mar impetüoso
(que tal vez justifica el codicioso)
padeció la violencia,
lamentó la inclemencia,
y por fuerza piadoso,
a cuantos votos dedicaba a gritos,
previno en la bonanza
otros tantos delitos,
con la esperanza contra la esperanza.
Éste, al sol y a la luna,
que imperio dan, y templo, a la Fortuna,
examinando rumbos y concetos,
por saber los secretos
de la primera madre
que nos sustenta y cría,
de ella hizo miserable anatomía.
Despedazóla el pecho,
rompióle las entrañas,
desangróle las venas
que de estimado horror estaban llenas;
los claustros de la muerte,
duro, solicitó con hierro fuerte.
¿Y espantará que tiemble algunas veces,
siendo madre y robada
del parto, a cuanto vive, preferido?
No des la culpa al viento detenido,
ni al mar por proceloso:
de ti tiembla tu madre, codicioso.
Juntas grande tesoro,
y en Potosí y en Lima
ganas jornal al cerro y a la sima.
Sacas al sueño, a la quietud, desvelo;
a la maldad, consuelo;
disculpa, a la traición; premio, a la culpa;
facilidad, al odio y la venganza,
y, en pálido color, verde esperanza,
y, debajo de llave,
pretendes, acuñados,
cerrar los dioses y guardar los hados,
siendo el oro tirano de buen nombre,
que siempre llega con la muerte al hombre;
mas nunca, si se advierte,
se llega con el hombre hasta la muerte.
Sembraste, ¡oh tú, opulento!, por los vasos,
con desvelos de la arte,
desprecios del metal rico, no escasos;
y en discordes balanzas,
la materia vencida,
vanamente podrás después preciarte
que induciste en la sed dos destemplanzas,
donde tercera, aún hoy, delicia alcanzas.
Y a la Naturaleza, pervertida
con las del tiempo intrépidas mudanzas,
transfiriendo al licor en el estío
prisión de invierno frío,
al brindis luego el apetito necio
del murrino y cristal creció ansí el precio:
que fue pompa y grandeza
disipar los tesoros
por cosa, ¡oh vicio ciego!,
que pudiese perderse toda, y luego.
Tú, Clito, en bien compuesta
pobreza, en paz honesta,
cuanto menos tuvieres,
desarmarás la mano a los placeres,
la malicia a la invidia,
a la vida el cuidado,
a la hermosura lazos,
a la muerte embarazos,
y en los trances postreros,
solicitud de amigos y herederos.
Deja en vida los bienes,
que te tienen, y juzgas que los tienes.
Y las últimas horas
serán en ti forzosas, no molestas,
y al dar la cuenta excusarás respuestas.
Fabrica el ambicioso
ya edificio, olvidado
del poder de los días;
y el palacio, crecido,
no quiere darse, no, por entendido
del paso de la edad sorda y ligera,
que, fugitiva, calla,
y en silencio mordaz, mal advertido,
digiere la muralla,
los alcázares lima,
y la vida del mundo, poco a poco,
o la enferma o lastima.
Los montes invencibles,
que la Naturaleza
eminentes crió para sí sola
(paréntesis de reinos y de imperios),
al hombre inaccesibles,
embarazando el suelo
con el horror de puntas desiguales,
que se oponen, erizo bronco, al cielo,
después que les sacó de sus entrañas
la avaricia, mostrándola a la tierra,
mentida en el color de los metales,
cruda y preciosa guerra,
osó la vanidad cortar sus cimas
y, desde las cervices,
hender a los peñascos las raíces;
y erudito ya el hierro,
porque el hombre acompañe
con magnífico adorno sus insultos,
los duros cerros adelgaza en bultos;
y viven los collados
en atrios y en alcázares cerrados,
que apenas los cubría
el campo eterno que camina el día.
Desarmaron la orilla,
desabrigaron valles y llanuras
y borraron del mar las señas duras;
y los que en pie estuvieron,
y eminentes rompieron
la fuerza de los golfos insolentes,
y fueron objeción, yertos y fríos,
de los atrevimientos de los ríos,
agora navegados,
escollos y collados,
los vemos en los pórticos sombríos,
mintiendo fuerzas y doblando pechos,
aun promontorios sustentar los techos.
Y el rústico linaje,
que fue de piedra dura,
vuelve otra vez viviente en escultura.
Tú, Clito, pues le debes
a la tierra ese vaso de tu vida,
en tan poca ceniza detenida,
y en cárceles tan frágiles y breves
hospedas alma eterna,
no presumas, ¡oh Clito!, oh, no presumas
que la del alma casa, tan moderna
y de tierra caduca,
viva mayor posada que ella vive,
pues que en horror la hospeda y la recibe.
No sirve lo que sobra,
y es grande acusación la grande obra;
sepultura imagina el aposento,
y el alto alcázar vano monumento.
Hoy al mundo fatiga,
hambrienta y con ojos desvelados,
la enfermedad antiga
que a todos los pecados
adelantó en el cielo su malicia,
en la parte mejor de su milicia.
Invidia, sin color y sin consuelo,
mancha primera que borró la vida
a la inocencia humana,
de la quietud y la verdad tirana;
furor envejecido,
del bien ajeno, por su mal, nacido;
veneno de los siglos, si se advierte,
y miserable causa de la muerte.
Este furor eterno,
con afrenta del sol, pobló el infierno,
y debe a sus intentos ciegos, vanos,
la desesperación sus ciudadanos.
Ésta previno, avara,
al hombre las espinas en la tierra,
y el pan, que le mantiene en esta guerra,
con sudor de sus manos y su cara.
Fue motín porfiado
en la progenie de Abraham eterna,
contra el padre del pueblo endurecido,
que dio por ellos el postrer gemido.
La invidia no combate
los muros de la tierra y mortal vida,
si bien la salud propria combatida
deja también; sólo pretende palma
de batir los alcázares de l'alma;
y antes que las entrañas
sientan su artillería,
aprisiona el discurso, si porfía.
Las distantes llanuras de la tierra
a dos hermanos fueron
angosto espacio para mucha guerra.
Y al que Naturaleza
hizo primero, pretendió por dolo
que la invidia mortal le hiciese solo.
Tú, Clito, doctrinado
del escarmiento amigo,
obediente a los doctos desengaños,
contarás tantas vidas como años;
y acertará mejor tu fantasía
si conoces que naces cada día.
Invidia los trabajos, no la gloria;
que ellos corrigen, y ella desvanece,
y no serás horror para la Historia,
que con sucesos de los reyes crece.
De los ajenos bienes
ten piedad, y temor de los que tienes;
goza la buena dicha con sospecha,
trata desconfiado la ventura,
y póstrate en la altura.
Y a las calamidades
invidia la humildad y las verdades,
y advierte que tal vez se justifica
la invidia en los mortales,
y sabe hacer un bien en tantos males:
culpa y castigo que tras sí se viene,
pues que consume al proprio que la tiene.
La grandeza invidiada,
la riqueza molesta y espiada,
el polvo cortesano,
el poder soberano,
asistido de penas y de enojos,
siempre tienen quejosos a los ojos,
amedrentado el sueño,
la consciencia con ceño,
la verdad acusada,
la mentira asistente,
miedo en la soledad, miedo en la gente,
la vida peligrosa,
la muerte apresurada y belicosa.
¡Cuán raros han bajado los tiranos,
delgadas sombras, a los reinos vanos
del silencio severo,
con muerte seca y con el cuerpo entero!
Y vio el yerno de Ceres
pocas veces llegar, hartos de vida,
los reyes sin veneno o sin herida.
Sábenlo bien aquellos
que de joyas y oro
ciñen medroso cerco a los cabellos.
Su dolencia mortal es su tesoro;
su pompa y su cuidado, sus legiones.
Y el que en la variedad de las naciones
se agrada más, y crece
los ambiciosos títulos profanos,
es, cuanto más se precia de monarca,
más ilustre desprecio de la Parca.
El africano duro
que en los Alpes vencer pudo el invierno,
y a la Naturaleza
de su alcázar mayor la fortaleza;
de quien, por darle paso al señorío,
la mitad de la vista cobró el frío,
en Canas, el furor de sus soldados,
con la sangre de venas consulares,
calentó los sembrados,
fue susto del imperio,
hízole ver la cara al captiverio,
dio noticia del miedo su osadía
a tanta presunción de monarquía.
Y peregrino, desterrado y preso
poco después por desdeñoso hado,
militó contra sí desesperado.
Y vengador de muertes y vitorias,
y no invidioso menos de sus glorias,
un anillo piadoso,
sin golpe ni herida,
más temor quitó en Roma que en él vida.
Y ya, en urna ignorada,
tan grande capitán y tanto miedo
peso serán apenas para un dedo.
Mario nos enseñó que los trofeos
llevan a las prisiones,
y que el triunfo que ordena la Fortuna,
tiene en Minturnas cerca la laguna.
Y si te acercas más a nuestros días,
¡oh Clito!, en las historias
verás, donde con sangre las memorias
no estuvieren borradas,
que de horrores manchadas
vidas tantas están esclarecidas,
que leerás más escándalos que vidas.
Id, pues, grandes señores,
a ser rumor del mundo;
y comprando la guerra,
fatigad la paciencia de la tierra,
provocad la impaciencia de los mares
con desatinos nuevos,
sólo por emular locos mancebos;
y a costa de prolija desventura,
será la aclamación de su locura.
Clito, quien no pretende levantarse
puede arrastrar, mas no precipitarse.
El bajel que navega
orilla, ni peligra ni se anega.
Cuando Jove se enoja soberano,
más cerca tiene el monte que no el llano,
y la encina en la cumbre
teme lo que desprecia la legumbre.
Lección te son las hojas,
y maestros las peñas.
Avergüénzate, ¡oh Clito!,
con alma racional y entendimiento,
que te pueda en España
llamar rudo discípulo una caña;
pues si no te moderas,
será de tus costumbres, a su modo,
verde reprehensión el campo todo.
Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.
Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.
Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.
Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.
Andrés, aunque te quitas la boina cuando paso
y me llamas «señor», distanciándote un poco.
reprobándome -veo- que no lleve corbata,
que trate falsamente de ser un tú cualquiera,
que cambie los papeles -tú por tú, tú barato-,
que no sea el que exiges -el amo respetable
que te descansaría-,
y me tiendes tu mano floja, rara, asusta
como un triste estropajo de esclavo milenario,
no somos dos extraños.
Tus penas yo las sufro. Mas no puedo aliviarte
de las tuyas dictando qué es lo justo y lo injusto.

No sé si tienes hijos.
No conozco tu casa, ni tus intimidades.
Te he visto en mis talleres, día a día, durando,
y nunca he distinguido si estabas triste, alegre,
cansado, indiferente, nostálgico o borracho.
Tampoco tú sabías cómo andaban mis nervios,
ni que escribía versos -siempre me ha avergonzado-,
ni que yo y tú, directos,
podíamos tocarnos, sin más ni más, ni menos,
cordialmente furiosos, estrictamente amargos,
anónimos, fallidos, descontentos a secas,
mas pese a todo unidos como trabajadores.

Estábamos unidos por la común tarea,
por quehaceres viriles, por cierto ser conjunto,
por labores sin duda poco sentimentales
-cumplir este pedido con tal costo a tal fecha;
arreglar como sea esta máquina hoy mismo-
y nunca nos hablamos de las cóleras frías,
de los milagros machos,
de cómo estos esfuerzos serán nuestra sustancia,
y el sueldo y la familia, cosas vanas, remotas,
accesorias, gratuitas, sin último sentido.
Nunca como el trabajo por sí y en sí sagrado
o sólo necesario.

Andrés, tú lo comprendes. Andrés, tú eres un vasco.
Contigo sí que puedo tratar de lo que importa,
de materias primeras,
resistencias opacas, cegueras sustanciales,
ofrecidas a manos que sabían tocarlas,
apreciarlas, pesarlas, valorarlas, herirlas,
orgullosas, fabriles, materiales, curiosas.
Tengo un título bello que tú entiendes: Madera,
Pino rojo de Suecia y Haya brava de Hungría,
Samanguilas y Okolas venidas de Guinea,
Robles de Slavonía y Abetos del Mar Blanco,
Pinoteas de Tampa, Mobile o Pensacola.

Maderas, las maderas humildemente nobles,
lentamente crecidas, cargadas de pasado,
nutridas de secretos terrenos y paciencia,
de primaveras justas, de duración callada,
de savias sustanciadas, felizmente ascendentes.
Maderas, las maderas buenas, limpias, sumisas,
y el olor que expandían,
y el gesto, el nudo, el vicio personal que tenían
a veces ciertas rollas,
la influencia escondida de ciertas tempestades,
de haber crecido en esta, bien en otra ladera,
de haber sorbido vagas corrientes aturdidas.

Hay gentes que trabajan el hierro y el cemento;
las hay dadas a espartos, o a conservas, o a granos,
o a lanas, o a anilinas, o a vinos, o a carbones;
las hay que sólo charlan y ponen telegramas
mas sirven a su modo;
las hay que entienden mucho de amiantos o de grasas,
de prensas, celulosas, electrodos, nitratos; 
las hay, como nosotros, dadas a la  madera,
unidas por las sierras, los tupis, las machihembras,
las herramientas fieras del héroe prometeico
que entre otras nos concretan
la tarea del hombre con dos manos, diez dedos.

Tales son los oficios. Tales son las materias.
Tal la forma de asalto del amor de la nuestra,
la tuya, Andrés, la mía.
Tal la oscura tarea que impone el ser un hombre.
Tal la humildad que siento. Tal el peso que acepto.
Tales los atrevidos esfuerzos contra un mundo
que quisiera seguirse sin pena y sin cambio,
pacífico y materno,
remotamente manso, durmiendo en su materia.
Tales, tercos, rebeldes, nosotros, con dos manos,
transformándolo, fieros, construimos un mundo
contra naturaleza, gloriosamente humano.

Tales son los oficios. Tales son las materias.
Tales son las dos manos del hombre, no ente abstracto.
Tales son las humildes tareas que precisan
la empresa prometeica.
Tales son los trabajos comunes y distintos;
tales son los orgullos, las rabias insistentes,
los silencios mortales, los pecados secretos,
los sarcasmos, las llamas, los cansancios, las lluvias;
tales las resistencias no mentales que, brutas,
obligan a los hombres a no explicar lo que hacen;
tales sus peculiares maneras de no hablarse
y unirse, sin embargo.

Mira, Andrés, a los hombres con sus manos capaces,
con manos que construyen armarios y dínamos,
y versos y zapatos;
con manos que manejan furiosas herramientas,
fabrican, eficaces, tejidos, radios, casas,
y otras veces se quedan inmóviles y abiertas
sobre ese blanco absorto de una cuartilla muerta.
Manos raras, humanas;
manos de constructores, manos de amantes fieles
hechas a la medida de un seno acariciado;
manos desorientadas que el sufrimiento mueve
a estrechar fuertemente, buscando la una en la otra.

Están así los hombres
con sus manos fabriles o bien sólo dolientes,
con manos que a la postre no sé para qué sirven.
Están así los hombres vestidos, con bolsillos
para el púdico espanto de esas manos desnudas
que se miran a solas, sintiéndolas extrañas.
Están así los hombres y, en sus ojos, cambiadas,
las cosas de muy dentro con las cosas de fuera,
y el tranvía, y las nubes, y un instinto -un hallazgo-,
todo junto, cualquiera,
todo único y sencillo, y efímero, importante,
como esas cien nonadas que pasan o no pasan.

Mira, Andrés, a los hombres, ya sentados, ya andando,
tan raros si nos miran seriamente callados,
tan raros si caminan, trabajan o se matan,
tan raros si nos odian, tan raros si perdonan
el daño inevitable,
tan raros que si ríen nos enseñan los dientes,
tan raros que si piensan se doblan de ironía.
Mira, Andrés, a estos hombres.
Míralos. Yo te miro. Mírame si es que aguantas.
Dime que no vale la pena de que hablemos,
dime cuánto silencio formó tu ser obrero,
qué inútilmente escribo, qué mal gusto despliego.

Mira, Andrés, cómo estamos unidos pese a todo,
cómo estamos estando, qué ciegamente amamos.
Aunque ya las palabras no nos sirven de nada,
aunque nuestras fatigas no puedan explicarse
y se tuerzan las bocas si tratamos de hablarnos,
aunque desesperados,
bien sea por inercia, terquedad o cansancio,
metafísica rabia, locura de existentes
que nunca se resignan, seguimos trabajando,
cavando en el silencio,
hay algo que conmueve y entiendes sin ideas
si de pronto te estrecho febrilmente la mano.
La mano, Andrés. Tu mano, medida de la mía.
A névoa e a neblina escura
se misturam com a fuligem
a chama se extinguiu e
a fumaça carbônica adentra
as narinas daqueles que sofrem
chove nos olhos desses que
não entendem porque choram
talvez seja a irritação da fumaça
talvez seja a tristeza mais que profunda
Seria novamente o inferno que
ganhou uma nova paisagem desolada?
Outrora um pântano nojento e repugnante
Agora uma caverna vulcânica de enxofre e brumas
de veneno e morte
Voltei ao inferno e cá
estou perdido novamente
Os gritos nunca estiveram tão desesperados
A dor nunca se tornou tão angustiante
Arrepio toda a espinha
meu coração está estrangulado
minha voz está muda enquanto
meu grito interno é desolador
é tão tórrido que estou embriagado
é tão tórrido que estou congelando
e é tão tão frio que minha pele se queima
arranco com as unhas a minha própria
carne até encontrar meus ossos quebrados
estou quebrado, completamente quebrado
estou destruído e ainda
assim continuo a caminhar
Eu mesmo proclamo a minha profecia
Eu mesmo sabia o que estaria por vir
E esse sorriso triste-alegre carrega
o futuro que está chegando
Talvez banhar-me no Lethe não seja
o fim do mundo
Talvez esquecer-me de tudo
seja renascer como a fênix
a dádiva do Elísio
Por hora mergulho no profundo
da minha inconsciência
Por hora declamo para o mundo
Por hora me perco
Por hora me encontro

Por hora...
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.
Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.
Papá Noel tenía miedo de pasar el día de Navidad
En las calles de Puerto Príncipe. Las balas se disparaban en masa
Esporádicamente, al azar. Mucha gente se escondía debajo de las camas
Los terroristas traviesos son como perros, hienas en bosques viles o desiertos mortales
Están por todas partes con grandes ametralladoras que no se fabrican en Haití
Los bandidos sin ley o demonios espantosos están matando y aterrorizando a todos
Incluso gatos viejos y ratas sucias que corren por los barrancos
Las cosas son muy serias, extremadamente peligrosas y terriblemente malas en Haití
Este año, el tío Noel tenía miedo, mucho miedo, por eso no visitó
Y no pasó por las pequeñas calles de Haití. Nadie sabe cuándo
Estas cosas feas e inusuales, el caos, los crímenes, la pesadilla cambiarán o terminarán
No hubo misas de medianoche; Todas las puertas de la iglesia estaban cerradas, cerradas
Los bandidos que calzan sandalias sucias llevan armas muy caras y modernas
Que sus tíos occidentales blancos y oligarcas sucios les dieron como regalos de Navidad
Para que puedan empujar a más civiles inocentes más profundamente en las llamas del Infierno
Es muy fascinante notar que los hombres lobos, los infames Loups Garous
También tenían miedo de ir a los cementerios para desenterrar a sus víctimas inocentes
En Haití, antiguamente la Perla de las Indias Occidentales, son perros que comen perros
Son gatos que comen gatos. Son perros que comen ratas
La gente está atrapada en este otrora paraíso, la Perla de las Antillas
Que ahora es el Infierno en la Tierra y mazmorras sangrientas para tantos
Son gatos que comen ratas. Son perros que comen ratas y gatos
Esta es una locura despreciable. Frankenstein habría sido feliz allí
La gente nunca antes había experimentado un desastre tan feo. ¿Cuándo cambiará esto?
¿Cuándo terminará esto? ¿Cuándo los colonos oligárquicos, occidentales y codiciosos
Dejarán en paz al pacífico y resistente pueblo de Haití? ¿Y cuándo, cuándo?
¿Cuándo se rebelará el valiente pueblo? ¿Cuándo, maldita sea, la diáspora
Se unirá para luchar y defender a Haití? Los Haitianos están cansados de perder vidas, dinero
Territorios y propiedades en Haití. ¿Cuándo desaparecerán de la faz del Universo
Todos estos terroristas rebeldes? Estoy gritando furioso
Maldita sea, te estoy hablando a ti. Te estoy hablando a ti, maldita sea
Te estoy hablando a ti, sí, sí, sí a ti, criminales violentos
Cucarachas, pájaros impíos, hipócritas malvados y tontos ignorantes
Deja de hablar de revolución. Usa el sentido común. Deja de soñar
Abre los ojos. Sí, porque en nombre de Iahvé, te estoy hablando a ti también
Papá Noel, Père Noël, Tonton Nowèl tenía miedo. No hay pobres ni gente pequeña
No recibieron regalos, nada, cero, chivatos, sólo los sórdidos perpetradores
Que matan y aterrorizan a los ciudadanos, estaban de fiesta. La débil Policía
El ejército y los indefensos vacacionistas de la ONU no pueden hacer más
Simplemente pueden hacer menos. Sabemos que Haití no es Ucrania
Pero Haití necesita ayuda. Los Haitianos están desesperados, los nefastos presidentes
Del CPT ganan mucho dinero, mucho dinero, mucho dinero, mucho dinero
Y mucho dinero, los infames que están en el poder, reciben mucho dinero
Estos traidores están defendiendo sus bolsillos, no la patria
No protegerán a la gente inocente, no defenderán a Haití
Los bandidos, terroristas, hipócritas y oligarcas codiciosos están al mando
Los grupos criminales están dispersos ubicuamente en los pasillos, por todas partes
El pequeño Jesús no fue a Haití, él también tenía miedo. Santa Claus no vino
Tenía miedo naturalmente. Pensemos, pensemos profundamente
Resistamos y soñemos hasta la primavera.

P.D. Este poema está dedicado a todos los que sufren en Haití.
El pueblo haitiano y la diáspora están cansados de ser humillados. Abajo la miseria,
La inseguridad, la corrupción, el crimen, la injusticia, la impunidad, la discriminación y la desigualdad.
Esta es una traducción de ‘Pè Nowèl Te Pè Pase Nan Pòtoprens, Ayiti’,
“Santa Claus Was Afraid to Pass Through Port-au-Prince, Haiti’.

Copyright © Diciembre 2024, Hébert Logerie, Todos los derechos reservados
Hébert Logerie es autor de varias colecciones de poemas.
Nienke Sep 2024
Más intimidad
Me gusta, dame más
Más intimidad
Tienes miedo, y te vas

Rechazo
Rechazo
Rechazo
Otro más

Ya no más
Ya no más vinculación
No temo que te amo
Temo que me amas

Y sin embargo me duele a mi
Sí puede doler, sin amar
Me rechazo
Rechazame más

Como un perrito
Esperando su dueño
Pero el dueño ya no vuelve más
Como sigo confiar en lo demás?

No quiero rendirme
Findes desesperados en la sofa
Quiero disfrutar tambien
Sola mi soledad

Abriste, te confie
Estupido
Soy frágil y necesito calor
Sin amor, entiendes amor

Pensaba que era mutuo
Que podemos hacernos un favor
Pensaba que sería bien
Vernos un poco menos, sin temor

Conocernos despacito
talvez no es para nosotros
Conocernos en seguridad
si seguridad es panico

Por qué me dejas encariñarme?
Si luego desapareces, egoista
Con tu miedo al compromiso
Con mi miedo de separación

Si no lo quieres
Que te vayas
Encuentra tu paz
Reemplázame

Que sepas que dejaste
Una mancha roja
Y extraño que había
La versión que eras
La soledad mi eterna compañera
Que con sus suaves manos me lleva a mi condena
Crees conocer mi color , pero soy la mezcla perfecta para cualquier esencia
Convino en cualquier situación,  soy ese premio que llena de valor , como un perro obediente y sumiso esperando una orden , así que tratame mal hazme sufrir ya que yo no se amar de otra forma , no conozco otro amor que no me haga llorar , siempre sola pero rodeada de gente , realmente nadie toca mi mano ,ya que tienen guantes , nadie me pone un nombre pero me llaman desesperados , relatan poesía barata,  poemas comunes sin ninguna emoción sin ningún chiste juran amor pero solo siento deseo ,confundida en mi desvelo solo veo lo que no puede ser , idealiso  a ese hombre que espero un día venga a mi , me lo imagino amándote como realmente fui tomando mi cuerpo y amando mi ser , para al fin compartirle en lo que alguna vez me equivoque ,ese secreto que me llena de terror ,ese miedo interno que odio con fervor,solo escucho sonidos pero nunca sus pasos, volteo y busco algún atajo que me lleve hasta su regazo ,pero nunca lo admitire ya que  mi costado esta acompañado y en sus brazos ya hay otra mano así que , no nos podremos ver ni oír otra vez ya que si lo hacemos todo será ruina otra vez , nos amamos pero no debemos estar juntos así que me  aleje y corrí pero sigo con la esperanza que este tras de mi, como niños pequeños jugando  y que en algún punto me alcance y me tome con esmero que no me deje ir aun que llore que no me suelte y que siga mi trote, que tome mi ser y lo esconda de toda persona ,que me esconda y no que rastro de mi , que el se a mi único dueño que sea parte de mi ,solo busco su amor pero eso solo es un sueño , un sueño que a mi alma llena así que solo queda imaginar una vida a su lado siendo yo la que no desea ser alcanzada.
Entonces empieza a estallar,
mi pecho va a colapsar,
mi cabeza, hecha pedazos
se comienza a fragmentar.
Me trago los cristales,
desgarro mi voz quebrada
para no decirles nada.

Debería haber sabido
desde el principio lo
miserable que sería.
Soñar con la libertad
como si fuera sincera.
Pero soy tan egoísta
que no puedo perdonar
a este rencor
que me habita
y me impide caminar.

A costa de mi alegría,
renuncio a la salvación,
mi corazón, ya golpeado,
no merece redención.
Olvidaré lo soñado,
olvidaré el bienestar.
Para alguien como yo,
no hay escapatoria del dolor.
Quemándose hasta las cenizas.

Con una herida profunda,
lo azotaba sin sentido,
floreciendo un carmesí
que no había yo pedido.
No pedí nacer siquiera,
pero aquí estoy, aún con vida,
aunque llore sin medida,
aunque dude si respiro.

Mi espejo está quebrado,
no puedo encontrar todos sus pedazos.
Y en este cuerpo cansado
ya no quedan más abrazos.
Debo forzarlo a brillar,
aunque sangrando al hacerlo.
Abrir el pecho y mostrar
cómo late lo interno.

Brindemos por estar presentes
a tu lastima organizada,
mirando tu falta de amor,
imaginando estar roto
como una forma de ardor.
Que giren a verte, sí,
aunque sea por horror.
Tu deterioro es evidente
pero no causa emoción.

Tú creaste tu prisión,
no te quejes del encierro.
El hipócrita que acusa
sabe bien que está enfermo.
Estupefacto por las ideas
contradictorias,
de quienes en el mismo abismo,
eligen desesperados un aliento efímero.

Ni gateando con las manos
vas a salir de tu esfera.
Tu burbuja es espejimos
que ya nadie considera.
No te arrastres, que la pena
va a doler de forma entera.
Ven, que te abrazo despacio,
cosiendo cada parte que se sienta ajena.

— The End —