Tegucigalpa, orquídea marchita,
de suelos polutos por plata y sangre,
cosecha de sueños malogrados y maltrechos,
irrigados por los cauces desbordantes de ríos negros.
Tegucigalpa, ciudad de esquinas opuestas
y avenidas perforadas por el tiempo.
Urbe de aceras estrechas
y de violencia que deambula.
Tegucigalpa, narcisista sedentaria,
que cada día se enamora ante el espejo de su cielo,
que cada noche duerme en una cuna de cerros.
Tegucigalpa escandalosa y bulliciosa,
de estruendos que arrullan y susurros que matan.
Tegucigalpa, te veo y una tristeza me asalta,
entre tus calles coagula un caudal escarlata.
Tegucigalpa, te sueño y el corazón me resalta,
ante el recuerdo glorioso de tu pasado esmeralda.