Hoy no puedo organizar mis ideas.
¡Qué extraño sentimiento!.
¡Tantas sensaciones preferiría borrar,
quizás para siempre!.
Mis pensamientos,
como flechas lanzadas al aire,
perforan cada momento de calma
y ahogan mi pecho.
Cada recuerdo me tortura,
golpeando mi mente
como miles de olas,
arrastrándome hacia el abismo
de la nostalgia.
Me apuñalan los cuchillos
de la desesperación,
que llegan de todas direcciones.
¡Cómo me consume no oír
su voz divina!,
...¡no poder besar
sus labios dulces!.
Mis neuronas se sienten
como barriles de pólvora chocando
entre las olas del mar.
Anhelo verla cada día
y tenerla para mí,
¡pero tenerla completa!.
No los domingos, ni en las fiestas,
no los lunes en la tarde
o cuando se aburra del resto.
La quiero, pero nunca a trozos,
nunca a migajas.
Sólo mía.
La quiero toda, la quiero clara,
fuego y libre,
llena de deseos sinceros,
sin dudas ni arrepentimientos.
Para la guerra de la noche
y la paz de la mañana.
Y para los celos también,
¿por qué no?,
para esos que terminan
en cariñosas mordidas territoriales.
La quiero sí. Pero no es mía.