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La mirada interior se despliega y un mundo de vértigo y llama nace bajo la frente del que sueña:
soles azules, verdes remolinos, picos de luz que abren astros como granadas,
tornasol solitario, ojo de oro girando en el centro de una explanada calcinada,
bosques de cristal de sonido, bosques de ecos y respuestas y ondas, diálogo de transparencias,
¡viento, galope de agua entre los muros interminables de una garganta de azabache,
caballo, cometa, cohete que se clava justo en el corazón de la noche, plumas, surtidores,
plumas, súbito florecer de las antorchas, velas, alas, invasión de lo blanco,
pájaros de las islas cantando bajo la frente del que sueña!Abrí los ojos, los alcé hasta el cielo y vi cómo la noche se cubría de estrellas.
¡Islas vivas, brazaletes de islas llameantes, piedras ardiendo, respirando, racimos de piedras vivas,
cuánta fuente, qué claridades, qué cabelleras sobre una espalda oscura,
cuánto río allá arriba, y ese sonar remoto de agua junto al fuego, de luz contra la sombra!
Harpas, jardines de harpas.Pero a mi lado no había nadie.
Sólo el llano: cactus, huizaches, piedras enormes que estallan bajo el sol.
No cantaba el grillo,
había un vago olor a cal y semillas quemadas,
las calles del poblado eran arroyos secos
y el aire se habría roto en mil pedazos si alguien hubiese gritado: ¿quién vive?
Cerros pelados, volcán frío, piedra y jadeo bajo tanto esplendor, sequía, sabor de polvo,
rumor de pies descalzos sobre el polvo, ¡y el pirú en medio del llano como un surtidor petrificado!Dime, sequía, dime, tierra quemada, tierra de huesos remolidos, dime, luna agónica,
¿no hay agua,
hay sólo sangre, sólo hay polvo, sólo pisadas de pies desnudos sobre la espina,
sólo andrajos y comida de insectos y sopor bajo el mediodía impío como un cacique de oro?
¿No hay relinchos de caballos a la orilla del río, entre las grandes piedras redondas y relucientes,
en el remanso, bajo la luz verde de las hojas y los gritos de los hombres y las mujeres bahándose al alba?
El dios-maíz, el dios-flor, el dios-agua, el dios-sangre, la Virgen,
¿todos se han muerto, se han ido, cántaros rotos al borde de la fuente cegada?
¿Sólo está vivo el sapo,
sólo reluce y brilla en la noche de México el sapo verduzco,
sólo el cacique gordo de Cempoala es inmortal?Tendido al pie del divino árbol de jade regado con sangre, mientras dos esclavos jóvenes lo abanican,
en los días de las grandes procesiones al frente del pueblo, apoyado en la cruz: arma y bastón,
en traje de batalla, el esculpido rostro de silex aspirando como un incienso precioso el humo de los fusilamientos,
los fines de semana en su casa blindada junto al mar, al lado de su querida cubierta de joyas de gas neón,
¿sólo el sapo es inmortal?He aquí a la rabia verde y fría y a su cola de navajas y vidrio cortado,
he aqui al perro y a su aullido sarnoso,
al maguey taciturno, al nopal y al candelabro erizados, he aquí a la flor que sangra y hace sangrar,
la flor de inexorable y tajante geometría como un delicado instrumento de tortura,
he aquí a la noche de dientes largos y mirada filosa, la noche que desuella con un pedernal invisible,
oye a los dientes chocar uno contra otro,
oye a los huesos machacando a los huesos,
al tambor de piel humana golpeado por el fémur,
al tambor del pecho golpeado por el talón rabioso,
al tam-tam de los tímpanos golpeados por el sol delirante,
he aqui al polvo que se levanta como un rey amarillo y todo lo descuaja y danza solitario y se derrumba
como un árbol al que de pronto se le han secado las raíces, como una torre que cae de un solo tajo,
he aquí al hombre que cae y se levanta y come polvo y se arrastra,
al insecto humano que perfora la piedra y perfora los siglos y carcome la luz,
he aquí a la piedra rota, al hombre roto, a la luz rota.¿Abrir los ojos o cerrarlos, todo es igual?
Castillos interiores que incendia el pensamiento porque otro más puro se levante, sólo fulgor y llama,
semilla de la imagen que crece hasta ser árbol y hace estallar el cráneo,
palabra que busca unos labios que la digan,
sobre la antigua fuente humana cayeron grandes piedras,
hay siglos de piedras, años de losas, minutos espesores sobre la fuente humana.Dime, sequía, piedra pulida por el tiempo sin dientes, por el hambre sin dientes,
polvo molido por dientes que son siglos, por siglos que son hambres,
dime, cántaro roto caído en el polvo, dime,
¿la luz nace frotando hueso contra hueso, hombre contra hombre, hambre contra hambre,
hasta que surja al fin la chispa, el grito, la palabra,
hasta que brote al fin el agua y crezca el árbol de anchas hojas de turquesa?Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos,
soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos,
hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros,
cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado del dormido la espiga roja de la resurrección,
el agua de la mujer, el manantial para beber y mirarse y reconocerse y recobrarse,
el manantial para saberse hombre, el agua que habla a solas en la noche y nos llama con nuestro nombre,
el manantial de las palabras para decir yo, tú, él, nosotros, bajo el gran árbol viviente estatua de la lluvia,
para decir los pronombres hermosos y reconocernos y ser fieles a nuestros nombres
hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba,
más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de las aguas del bautismo,
echar abajo las paredes entre el hombre y el hombre, juntar de nuevo lo que fue separado,
vida y muerte no son mundos contrarios, somos un solo tallo con dos flores gemelas,
hay que desenterrar la palabra perdida, soñar hacia dentro y también hacia afuera,
descifrar el tatuaje de la noche y mirar cara a cara al mediodía y arrancarle su máscara,
bañarse en luz solar y comer los frutos nocturnos, deletrear la escritura del astro y la del río,
recordar lo que dicen la sangre y la marea, la tierra y el cuerpo, volver al punto de partida,
ni adentro ni afuera, ni arriba ni abajo, al cruce de caminos, adonde empiezan los caminos,
porque la luz canta con un rumor de agua, con un rumor de follaje canta el agua
y el alba está cargada de frutos, el día y la noche reconciliados fluyen como un río manso,
el día y la noche se acarician largamente como un hombre y una mujer enamorados,
como un solo río interminable bajo arcos de siglos fluyen las estaciones y los hombres,
hacia allá, al centro vivo del origen, más allá de fin y comienzo.
que piensas de la noche..
cuando yace callada
eterna y desvelada
como bohemia dormida
;
las estrellas colgadas
en aquel libro *****
son iguales que versos
son como una caricia
;
los arboles ya secos
alzan sus pobres brazos
intentando tocar
un pedazo de cielo
;
las aves se acurrucan
en las tristes palmeras
los carros pasan secos
como aire en primavera
;
lo opaco de la noche
me llena de cenizas
los techos y las luces
luciernagas que pintan
;
pintan mi invierno triste
lo llenan de resina
y yo me sueño libre
como la noche fria
;
la noche nunca pregunta
siempre llega campante
invade cada parte
sin dar explicaciones
;
la noche se destaca
por ser bien libertina
la noche es un poema
repleto de caricias
;
las estrellas colgadas
del libro de la noche
vamonos a lo oscuro
vamonos a otro mundo
vamonos en un verso
al lugar mas profundo
al ***** de la noche
al lugar mas oscuro...
Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah pero mi tristeza sólo tuvo un sentido.

Todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron.

Hasta aquí había hecho y rehecho
        mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
        una manera tierna
        y a la vez implacable
        de desahuciar mi amor.

Con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahi nomás lo dejaste
a solas con su suerte
        que no es mucha.

Creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
        y no de los pretextos
        ni del tiempo.

Hace mucho         muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo

y fue implacable como vos
        mas no fue tierno

ahora estoy solo
francamente
                        solo.

Siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado

antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.
trestrece May 2014
Chicas lindas
las de piel clara e imaginación bermellón
Chicas lindas
con voz cautiva y collar de huesos

Chicas lindas
de cintura mínima
y piernas como alfiles
bajo las bastillas de chifón

Chicas lindas
de labios carnosos, curiosos
que se escapan como sueños
justo cuando sale el sol

Chicas lindas
las que se visten de flores,
colores o amores...
dependiendo del clima y la ocasión

Chicas lindas
las que prometen y juegan
que siempre ganan pero nunca entregan.
Las que aman el reflejo
que la vida les mostró

Las que llevan en los labios
el color del corazón
pero por dentro huecos
que rellenan de adulación

Las chicas lindas
por las que todos caen
y a nadie levantan
las que todos desean
y todas quieren
aunque sea en el fondo

llegar a ser

Las chicas lindas
las que marcan la pauta
y te hacen ser

La chica fea


la de los labios secos,
la de la piel morena,
la de la vida no plena,
y más bien azarosa

La chica fea
con el alma abundante
y el corazón palpitante

inevitablemente,

comparante

La chica fea,


a la que nadie sueña

y nadie desea.
Meu estômago borbulha náuseas de vazio
uma agonia que nasce das entranhas
as coisas são cada vez mais estranhas
os sorrisos cada dia mais sombrios

Quero chorar
mas a muito meus olhos estão secos
E meus pulmões pretos
não me permitem respirar

Abafado pelo silêncio que outrora pedi
Sentindo a alma das coisas que repudiei
Dentro do meu próprio abismo gritei
E nem sequer o próprio eco ouvi

Oh, majestoso algoz
nunca imaginei que te desejaria
A esse ponto é certo que me jogaria
de ponta ao declínio atroz

Mutilem meu corpo
nada sentirei
de minha mente já me ausentei
sofro tanto que, por mais nada sofro.
bobby burns Mar 2013
porque usted nunca entendió
lo que quise decir cuando dije:
siempre estás en mis sueños;
como verano y limonada,
quemaste mi piel y eras
agrio en labios secos;
finalmente yo corto la pulsera
que me diste, y la corazon
de la musica se está desvaneciendo.

es marzo,
y le hice una promesa a mi mismo;
llovió la última vez que lloré por ti
y nevó cuando me olvidó;

ya no estás en mis sueños nunca mas.
he never did understand spanish.
Un día estaré muerta, blanca como la nieve,
dulce como los sueños en la tarde que llueve.

Un día estaré muerta, fría como la piedra,
quieta como el olvido, triste como la hiedra.

Un día habré logrado el sueño vespertino,
el sueño bien amado donde acaba el camino.

Un día habré dormido con un sueño tan largo
que ni tus besos puedan avivar el letargo.

Un día estaré sola, como está la montaña
entre el largo desierto y la mar que la baña.

Será una tarde llena de dulzuras celestes,
con pájaros que callan, con tréboles agrestes.

La primavera, rosa, como un labio de infante,
entrará por las puertas con su aliento fragante.

La primavera rosa me pondrá en las mejillas
-¡la primavera rosa!- dos rosas amarillas...

La primavera dulce, la que me puso rosas
encarnadas y blancas en las manos sedosas.

La primavera dulce que me enseñara a amarte,
la primavera misma que me ayudó a lograrte.

¡Oh la tarde postrera que imagino yo muerta
como ciudad en ruinas, milenaria y desierta!

¡Oh la tarde como esos silencios de laguna
amarillos y quietos bajo el rayo de luna!

¡Oh la tarde embriagada de armonía perfecta:
cuán amarga es la vida! ¡Y la muerte qué recta!

La muerte justiciera que nos lleva al olvido
como al pájaro errante lo acogen en el nido.

Y caerá en mis pupilas una luz bienhechora,
la luz azul celeste de la última hora.

Una luz tamizada que bajando del cielo
me pondrá en las pupilas la dulzura de un velo.

Una luz tamizada que ha de cubrirme toda
con su velo impalpable como un velo de boda.

Una luz que en el alma musitará despacio:
la vida es una cueva, la muerte es el espacio.

Y que ha de deshacerme en calma lenta y suma
como en la playa de oro se deshace la espuma.Oh, silencio, silencio... esta tarde es la tarde
en que la sangre mía ya no corre ni arde.

Oh, silencio, silencio... en torno de mi cama
tu boca boca amada dulcemente me llama.

Oh silencio, silencio que tus besos sin ecos
se pierden en mi alma temblorosos y secos.

Oh silencio, silencio que la tarde se alarga
y pone sus tristezas en tu lágrima amarga.

Oh silencio, silencio que se callan las aves,
se adormecen las flores, se detienen las naves.

Oh silencio, silencio que una estrella ha caído
dulcemente a la tierra, dulcemente y sin ruido.

Oh silencio, silencio que la noche se allega
y en mi lecho se esconde, susurra, gime y ruega.

Oh silencio, silencio... que el Silencio me toca
y me apaga los ojos, y me apaga la boca.

Oh silencio, silencio... que la calma destilan
mis manos cuyos dedos lentamente se afilan...
No pudimos ser. La tierra
no pudo tanto. No somos
cuanto se propuso el sol
en un anhelo remoto.
Un pie se acerca a lo claro.
En lo oscuro insiste el otro.
Porque el amor no es perpetuo
en nadie, ni en mí tampoco.
El odio aguarda su instante
dentro del carbón más hondo.
Rojo es el odio y nutrido.

El amor, pálido y solo.

Cansado de odiar, te amo.
Cansado de amar, te odio.

Llueve tiempo, llueve tiempo.
Y un día triste entre todos,
triste por toda la tierra,
triste desde mí hasta el lobo,
dormimos y despertamos
con un tigre entre los ojos.

Piedras, hombres como piedras,
duros y plenos de encono,
chocan en el aire, donde
chocan las piedras de pronto.

Soledades que hoy rechazan
y ayer juntaban sus rostros.
Soledades que en el beso
guardan el rugido sordo.
Soledades para siempre.
Soledades sin apoyo.

Cuerpos como un mar voraz,
entrechocado, furioso.

Solitariamente atados
por el amor, por el odio.
Por las venas surgen hombres,
cruzan las ciudades, torvos.

En el corazón arraiga
solitariamente todo.
Huellas sin compaña quedan
como en el agua, en el fondo.

Sólo una voz, a lo lejos,
siempre a lo lejos la oigo,
acompaña y hace ir
igual que el cuello a los hombros.

Sólo una voz me arrebata
este armazón espinoso
de vello retrocedido
y erizado que me pongo.

Los secos vientos no pueden
secar los mares jugosos.
Y el corazón permanece
fresco en su cárcel de agosto
porque esa voz es el arma
más tierna de los arroyos:

«Miguel: me acuerdo de ti
después del sol y del polvo,
antes de la misma luna,
tumba de un sueño amoroso».

Amor: aleja mi ser
de sus primeros escombros,
y edificándome, dicta
una verdad como un soplo.

Después del amor, la tierra.
Después de la tierra, todo.
Este vetusto monasterio ha visto,
secos de orar y pálidos de ayuno,
con el breviario y con el Santo Cristo,
a los callados hijos de San Bruno.

A los que en su existencia solitaria
con la locura de la cruz, y al vuelo
místicamente azul de la plegaria,
fueron a Dios en busca de consuelo.

Mortificaron con las disciplinas
y los cilicios la carne mortal,
y opusieron, orando, las divinas
ansias celestes al furor ******.

La soledad que amaba Jeremías,
el misterioso profesor de llanto,
y el silencio, en que encuentran armonías
el soñador, el místico y el santo,

fueron para ellos minas de diamantes
que cavan los mineros serafines,
a la luz de los cirios parpadeantes
y al son de las campanas de maitines.

Gustaron las harinas celestiales
en el maravilloso simulacro,
herido el cuerpo bajo los sayales,
el espíritu ardiente en amor sacro.

Vieron la nada amarga de este mundo,
pozos de horror y dolores extremos,
y hallaron el concepto más profundo
en el profundo «De morir tenemos».

Y como a Pablo e Hilarión y Antonio,
a pesar de cilicios y oraciones,
les presentó, con su hechizo, el demonio
sus mil visiones de fornicaciones.

Y fueron castos por dolor y fe,
y fueron pobres por la santidad,
y fueron obedientes porque fue
su reina de pies blancos la humildad.

Vieron los belcebúes y satanes
que esas almas humildes y apostólicas
triunfaban de maléficos afanes
y de tantas acedias melancólicas.

Que el Mortui estis del candente Pablo
les forjaba corazas arcangélicas
y que nada podía hacer el diablo
de halagos finos o añagazas bélicas.

¡Ah!, fuera yo de esos que Dios quería,
y que Dios quiere cuando así le place,
dichosos ante el temeroso día
de losa fría y Resquiescat in pace!

Poder matar el orgullo perverso
y el palpitar de la carne maligna,
todo por Dios, delante el Universo,
con corazón que sufre y se resigna.

Sentir la unción de la divina mano,
ver florecer de eterna luz mi anhelo,
y oír como un Pitágoras cristiano
la música teológica del cielo.

Y al fauno que hay en mí, darle la ciencia
que al Ángel hace estremecer las alas.
Por la oración y por la penitencia
poner en fuga a las diablesas malas.

Darme otros ojos; no estos ojos vivos
que gozan en mirar, como los ojos
de los sátiros locos medio-chivos,
redondeces de nieve y labios rojos.

Darme otra boca en que queden impresos
los ardientes carbones del asceta;
y no esta boca en que vinos y besos
aumentan gulas de hombre y de poeta.

Darme otras manos de disciplinante
que me dejen el lomo ensangrentado,
y no estas manos lúbricas de amante
que acarician las pomas del pecado.

Darme otra sangre que me deje llenas
las venas de quietud y en paz los sesos,
y no esta sangre que hace arder las venas,
vibrar los nervios y crujir los huesos.

¡Y quedar libre de maldad y engaño,
y sentir una mano que me empuja
a la cueva que acoge al ermitaño,
o al silencio y la paz de la Cartuja!
Torna a decir, Morena, cuanto decías.
Como yo soy la noche, ábre los ojos.
Cierra los ojos, ciérralos, porque yo soy el día.

Torna a decir, Morena, tu canción.
Como te amo, dáme a aspirar el humo de tu pensamiento.
Si no te amase, ya me darías tu corazón.

Torna a decir, Morena, tu luz y tu mentira.
Como yo no te creo, será una bella historia.
Si te creyese, serías tú, serías sólo tú misma. 1

Torna a decir, Morena, tu dolor único.
Si eres ajena, dáme tus labios secos.
Si fueras mía yo te hurtaría los labios húmedos. 2

Torna a decir, Morena, tu dolor.
Si eres ajena, dame tus labios, dame;
Si fueras mía te daría mi compasión. 3

Torna a decir, Morena, torna, torna a decir.
Como yo soy Gautama, da lo mismo.
Lo mismo da: soy Harún-el-Rashid.

Lo mismo da, mi Negra Sheherazada,
mi Dinarzada Oscura: da lo mismo.
Pero dame, dame tu boca para besarla.

Torna a decir, morena, tu rapsodia.
Como yo soy la noche, abre tus ojos.
Mas soy el día: préstame tu boca.

Abre tus ojos para ver la noche,
si no me amas. Como sí me amas,
abre tus ojos... para ver la noche!

Danza, Morena. Danza, mi Tanagra,
mi Figulina: el sobrio cuerpo ondula:
tras de tus siete velos recatada,
si eres ajena, te veré desnuda...
Mas si eres mía, oh Mía, danza sin velos, danza:
Gautama soy, Gautama, el propio Budha!
Victor Marques Apr 2013
Diz me quem és tu….

Suave com temperamento tempestivo,
Doce como a noite á rebeldia,
Terna como a luz do dia,
És chama para quem suspiro e vivo.

Insatisfeita com tua beleza,
Fazes o céu ser teu pretendente,
A lua teu amante,
E eu perdido no amor á natureza.

Amas teus pais com laços,
Ao acaso dás e pedes abraços,
Tens sentimentos só teus e muitos ternos,
Te perdes nos serões secos e amenos.

Gestos simples de quem é devota,
Amar a flor que sempre brota,
Quem és tu melodia erudita,
Água pura que purifica…

Victor Marques
Fuensanta:
dame todas las lágrimas del mar.
Mis ojos están secos y yo sufro
unas inmensas ganas de llorar.
Yo no sé si estoy triste por el alma
de mis fieles difuntos
o porque nuestros mustios corazones
nunca estarán sobre la tierra juntos.
Hazme llorar, hermana,
y la piedad cristiana
de tu manto inconsútil
enjúgueme los llantos con que llore.
el tiempo amargo de mi vida inútil.
Fuensanta:
¿tú conoces el mar?
Dicen que es menos grande y menos hondo
que el pesar.
Yo no sé ni por qué quiero llorar:
será tal vez por el pesar que escondo,
tal vez por mi infinita sed de amar.
Hermana:
dame todas las lágrimas del mar...
goldenhair Aug 2012
Como num golpe de espada,
Meu amor por ti nasceu.
Coube-me como uma coroa,
Minha alma agradeceu.

E nos dias mais secos,
Os beijos mais molhados quero teus.
Tu foste feito perfeito pra mim,
E desde ontem, meu bem, meu amor por ti cresceu.
John F McCullagh Jun 2018
Un viejo *****, en un mes caluroso y seco,
se sentó a la sombra del árbol Baobab.
Las praderas una vez verdes
estaban secos con la sequía,
víctimas de los vientos del cambio.

"Viejo, me llaman viejo". Pensó:
"Mis setenta veranos me han vuelto gris,
pero este árbol Baobab creció alto y fuerte
Cuando las legiones romanas pasaron por aquí ".

El viejo masticó la fruta del baobab
y se hundió en un estado de trance.
Él estaba en un estado mental;
No completamente dormido, no completamente despierto.

Escuchó una voz: "Tengo sed". Decía:
Aunque estaba seguro de que estaba solo.
Parecía que no era una voz humana:
un monótono desapasionado y seco.

"Por generaciones, hombres como tú"
He buscado mi refugio del Sol,
Pero ahora está terminado; la tierra está seca
Y me estoy muriendo, pequeño ".

El anciano lloró al escuchar estas palabras
Para cuando estos árboles mueren, como deben,
Se colapsan sobre el suelo estéril
Tan rápido regresan a Dust.

"El mundo ha cambiado para ti y para mí,
Los vientos están secos debajo del sol.
Perdono el mundo de los hombres
Porque ellos no saben lo que han hecho ".

El viejo se despertó con un comienzo
y se levantó con su bastón.
Lloró al pensar que este árbol moriría

pero las lágrimas no pueden reemplazar a la lluvia.
El árbol baobab se llama "El árbol de la vida" por la fruta rica en nutrientes que proporciona en la estación seca de África. A medida que el clima del continente cambia y la desertificación se lleva a cabo, el más antiguo de los árboles muere de sed
«Tienes estrellas en la frente»,
me hubieran dicho hace unos años gentes desconocidas,
rostros que no he de conocer jamás.
No sé por qué se me ha ocurrido
esto de las estrellas, ni qué quiere decir.
(Habré de recordarlo mañana, cuando sea de día). Y otra idea
que viene y va: es un símbolo,
más bien un argumento para un cuento ******.
Tiene que ver con un caballo de cartón y un niño.
(Cuando despierte de la fiebre, al terminar el viaje,
veré que es tema propio para un cuento
con fondo de sonajas, panderos y rabeles.
Un argumento que ya ha sido escrito
cientos de veces, enternecedor, ******,
folletinesco). Un niño que soñaba
con un caballo que no tuvo.
Y cuando se hizo hombre lo compró
para vengarse de los años.
Ya imagináis lo que sucede
cuando intenta desenterrar
el niño antiguo. Veinte, treinta años
tan gran retraso mata demasiadas cosas
Esta es la idea que me ronda: un cuento repetido
hasta la saciedad, efectista, ridículo,
un cuento lacrimoso propio de Navidad.

No sé por qué se me ha ocurrido
este estúpido ejemplo. (¿Y qué era aquello otro
de las estrellas en la frente?,
No me explico que pueda enternecerme
algo que en otras circunstancias
me hubiera hecho reír. Cuando sea de día
me excusaré conmigo mismo
-estaba solo en el departamento,
tiritaba de fiebre, era de noche,
el tren cruzaba lugares desconocidos...
Me excusaré también por no haberme asomado
a acariciar verdores, cielos pálidos, ciudades, ríos.
(Diré que era de noche, que nada se veía fuera.
Y mentiré. Porque este viaje pude hacerlo
hoy, de día, sin fiebre, y hubiera sido igual.
O ayer, de noche, enfermo. Y, sin embargo,
hubiera adivinado lo escondido en lo oscuro).

Debí aclarar que eso de las estrellas,
lo del caballo de cartón, la fiebre
el paisaje invisible detrás de los cristales,
ocurría viajando hacia París.
Aclararé. Por vez primera salía de mi patria
con veinte años de retraso
sobre mis esperanzas. Miré mi pasaporte. En mi fotografía
una aureola de ceniza velaba el cráneo calvo.
(«Tienes estrellas en la frente, muchacho»,
me hubieran dicho entonces).
El pasaporte era en mi mano
una orden de libertad
que llegó veinte años tarde.
Entonces, en su día, en mi día,
hubiera yo besado las piedras de París,
cantado bajo un cielo irrepetible,
quemado el aire con mi vida...

... Quemado el aire. Ya no es hora. Gracias
de todos modos. Has llegado tarde.
Sé bienvenido con mi fotografía,
datos y cifras personales,
mi profesión, mi edad, mis tantas cosas olvidadas o desterradas.
Ahora ya da lo mismo Londres, París, Madrid.
Igual música llevan el Támesis, el Sena, el Manzanares.
Esta serenidad (o indiferencia: como queráis llamarlo)
dan los días. Incluso puedo mezclar en un poema,
sin temor al ridículo,
estos nombres de ríos navegables y abiertos -Sena,
Támesis-,
con los de cauces casi secos -Manzanares:
San Sebastián de flechas gongorinas, lopescas, quevedescas.
Porque no es hora ya de engrandecer,
de idealizar, de mentir bellamente,
sino que es hora de reconocer
y de aceptar, sin canto y sin pasión,
como si ante un notario hiciese testamento
momentos antes de mi muerte.
Un documento, no un poema.
Un testimonio, una radiografía
que no pretende ser hermosa, sino útil.

Útil, tal vez, para mí solo
(es decir, objetivamente inútil). ¡Qué tristeza
este juguete que llega tan tarde!
Ahora el mundo no es ya nieblas acá,
playas y piedras radiantes allá,
ni ríos navegables que abren sus brazos al que llega
de una patria de ríos violentos y profundos
como las gentes que los ven pasar.
Cualquier punto del orbe (perdonad
la generalización pedantesca)
es un lugar para soñar, para vivir,
para estar solo y continuar la espera
sin demasiada avidez,
sin emoción y sin sorpresa.

No es lo peor que esto suceda así,
sino que pudo suceder de otra manera.
Y lo pienso, Dios mío, besando el pasaporte,
unas escasas hojas de papel
entre las que han quedado tantas cosas
que ya no tienen realidad.
Tantas cosas que un día pudieron haber sido.
Noche fabricadora de embelecos,
loca, imaginativa, quimerista,
que muestras al que en ti su bien conquista,
los montes llanos y los mares secos;

habitadora de celebros huecos,
mecánica, filósofa, alquimista,
encubridora vil, lince sin vista,
espantadiza de tus mismos ecos;

la sombra, el miedo, el mal se te atribuya,
solícita, poeta, enferma, fría,
manos del bravo y pies del fugitivo.

Que vele o duerma, media vida es tuya;
si velo, te lo pago con el día,
y si duermo, no siento lo que vivo.
He empezado cien veces este poema cruel,
cien veces lo he dejado morir en el papel,
pero siempre renace bajo las tachaduras
con los ojos malignos, con las manos oscuras.

Me despierta en las noches como un duende perverso,
como una gota de agua, brotando verso a verso
me persigue en las calles, me golpea el oído,
y ahora estoy escribiéndolo para ver si lo olvido.

Es para ti el poema. Y es un poema cruel.
Por ciertas cosas tuyas que iré diciendo en él,
por todas esas cosas que duran un momento,
que pasan y se olvidan, como el amor y el viento.

Sin embargo, la culpa no fue tuya ni mía,
fue un viento de hojas secas que soplaba aquel día,
pero en la pesadumbre de un año y otro año,
te escribo este poema temiendo hacerte daño,
y, al pensar en las novias que se quedan solteras,
casi preferiría que nunca lo leyeras…

Ya ves que no te acuso. Ya ves que no me quejo,
y si es cruel mi poema, más cruel será tu espejo,
tu espejo, el alto espejo, que fue el único amigo
que conoció tus tardes de ir a pasear conmigo,
el único que siempre te decía que sí,
y el único que supo si lloraste por mí…

Tu espejo que en la gloría que no logró tu amante,
duplicó tantas veces tu desnudez triunfante,
y sabía el secreto del final de tu sonrisa,
en los viejos domingos de vestirte sin prisa…

Y tu amigo el espejo fue un amigo lejano
cuando tu primavera se convirtió en verano,
al reflejar tus ojos de mujer sin cariño
y tus labios resecos de no besar a un niño.

Y el amigo lejano fue testigo inoportuno
que vio pasar tus días sin amor, uno a uno,
ya con tu lento paso de mujer olvidada
y una lluvia de otoño lloviendo en la mirada.

Ah, el otoño, el otoño de la mujer bonita
que es la viuda de un hombre que no acudió a la cita.
Ver secos los rosales bajo un cielo inclemente,
mientras crecen las rosas en la acera de enfrente…

Y así fue que el espejo se empañó una mañana
con tu primera arruga, con tu primera cana,
y, al opacarse el brillo de seda de tu piel,
ya no te desvestiste nunca más frente a él.

Ah, qué triste ceniza donde nunca ardió nada
con una fulgurante y ardiente llamarada!
Sí, cuántas hojas secas, cuánto tiempo perdido
para siempre en la sombra, más allá del olvido!

Comprender de repente que se ha vivido en vano,
cuando un como de espuma se evapora en la mano,
y aprender, en las noches de no dormir siquiera,
que la lluvia no sabe llover de otra manera…

Ah, pobre amada mía: ya tu boca está triste
de frases que has callado, de besos que no diste,
y tu vida es inútil, aunque tú no lo digas,
como el pozo sin agua o el surco sin espigas.

Eso es todo, adorada. Yo también estoy viejo,
viejo de no olvidarte, viejo como tu espejo.
Y, dolorosamente, más piadoso que él,
termino aquí los versos de mi poema cruel...
Allá del revuelto mar
Tras los secos arenales,
Donde sus limpios cristales
Las ondas van a estrellar,
Donde en lucha singular
Disputando a la Fortuna
Las ciudades una a una,
De sus guerreros el brío,
Mostraron su poderío
La cruz y la media luna;

En esa tierra encantada,
Que esconde, en perpetuo Abril,
Las lágrimas de Boabdil
En las vegas de Granada;
Donde el ave enamorada
Repite entre los vergeles
El canto de los gomeles,
Y cuelga su frágil nido
Del minarete prendido
Entre ojivas y caireles;

Donde soñados ultrajes
Vengaron fieros zegríes,
Regando los alelíes,
Con sangre de abencerrajes;
donde entre muros de encajes
Y torres de filigrana,
Lloró la hermosa sultana
Amorosos sentimientos
A los rítmicos acentos
De una trova castellana;

Allá donde nueva luz
Alumbró, limpia y serena,
Sobre la morisca almena
Al símbolo de la cruz;
En ese suelo andaluz,
Cuyos cármenes hollando,
Y en otro mundo soñando,
Cruzaron en su corcel
La magnánima Isabel
Y el católico Fernando.

En esa región que encierra
Tantos recuerdos de gloria;
En ese altar de la Historia;
En ese edén de la tierra;
No el azote de la guerra
Infunde duelo y pavor,
Ni causa fiero dolor
Que mira asombrado el mundo
El ***** contagio inmundo;
Allí otra plaga mayor.

Surgen allí tempestades
Del suelo entre las entrañas,
Y vacilan las montañas,
Y se arrasan las ciudades
Escombros y soledades
Son el cortijo y la aldea;
La muerte se enseñorea,
Y, en medio a tanta ruina,
Se ve cual llama divina
La Caridad que flamea.

Con sordo bramido el duelo
Todo lo enluta y recorre;
Yace la maciza torre
En pedazos sobre el suelo.
Salvarse forma el anhelo
De los espantados seres,
Y hombres, niños y mujeres
Las crispadas manos juntan,
Y viendo al cielo preguntan.
«Dinos Dios, ¿por qué nos hieres?»

Recordando en sus delitos
las bíblicas amenazas,
Van por las calles y plazas
Confesándolos a gritos.
Los corazones precitos
Se niegan a palpitar
Y todos ven transformar
Al golpe del terremoto,
El abismo el verde soto,
Y en escombros el hogar.

Se abate el pesado muro
Que adornó silvestre yedra
Y brotan de cada piedra
Una oración y un conjuro.
No hay un asilo seguro;
Ciérnese el ángel del mal;
Cada fosa sepulcral
Ábrese ante fuerza extraña,
Y parece que en España
Comienza el juicio final.

Y entre la nube sombría
Que el denso polvo levanta,
El coro terrible espanta
De los gritos de agonía.
Y entre aquella vocería,
Con rostro desencajado,
El padre busca espantado,
Con ayes desgarradores
El nido de sus amores,
Entre escombros sepultado.

Convulsa, pálida errante,
Sobre el suelo que se agita
La madre se precipita
Por la angustia delirante;
Vuela en pos del hijo amante;
El rostro al abismo asoma
Lo llama llorando, y toma
Por voz del hijo querido,
La que acompaña al crujido
De un techo que se desploma.

En repentina orfandad,
Trémulas las manos tienden
Los niños, que no comprenden
Su espantosa soledad.
Tan sólo la caridad
Velará después por ellos,
Curando con sus destellos
su miseria y su aflicción:
¡Cómo no amarlos, si son
Tan inocentes, tan bellos!

¿Qué pecho no se conmueve
Ante cuadro tan sombrío,
Que al corazón más bravío
A contemplar no se atreve?
Ante el infortunio aleve
¿Quién no es noble? ¿quién no es bueno?
¿Quién de piedad no está lleno,
Cuando es la virtud mayor,
Aun más que el propio dolor,
Sentir el dolor ajeno?

Manda ¡oh, noble patria mía!
La ofrenda de tus piedades
A las hoy tristes ciudades
De la hermosa Andalucía.
No es favor, es hidalguía;
Es deber, no vanidad.
Llamen otros Caridad
Estos óbolos del hombre,
Tienen nombre, sólo un nombre;
Se llama Fraternidad.

Con tierno entusiasmo santo,
Mezcla ¡oh patria amante y buena!
Esa pena con tu pena,
Ese llanto con tu llanto.
Si al mirar ese quebranto,
Tu triste historia repasas,
Verás que angustias no escasas
Pasó, entre llantos prolijos,
Por amparar a tus hijos
Bartolomé de las Casas.
Todo,
todo,
en el aire,
en el agua,
en la tierra,
desarraigado y ácido,
descompuesto,
perdido.
El agua hecha caballo antes que nube y lluvia.
Los toros transformados en sumisas poleas.
El engaño sin malla,
sin "tutu",
sin pezones.

La impúdica mentira exhibiendo el trasero
en todas las posturas,
en todas las esquinas.
Las polillas voraces de expediente cocido,
disfrazadas de hiena,
de tapir con mochila.
Las techumbres que emigran en oscuras bandadas.
Las ventanas que escupen dentaduras de piano,

cacerolas,
espejos,
piernas carbonizadas.

Porque mirad
sin musgo,
mi corazón de yesca,
qué hicimos,
qué hemos hecho
con nuestras pobres manos,
con nuestros esqueletos de invierno y de verano.

Desatar el incendio.
Aplaudir el desastre.
Trasladar,
sobre caucho,
apetitos de pústula.
Prostituir los crepúsculos.
Adorar los bulones
y los secos cerebros de nuez reblandecida...
Como sí no existiera más que el sudor y el asco;
como si sólo ansiáramos nutrir con nuestra sangre
las raíces del odio;
como si ya no fuese bastante deprimente
saber que sólo somos un pálido excremento
del amor,
de la muerte.
Esa mujer se parecía a la palabra nunca,
desde la nuca le subía un encanto particular
una especie de olvido donde guardar los ojos,
esa mujer se me instalaba en el costado izquierdo.
Atención atención yo gritaba atención
pero ella invadía como el amor, como la noche,
las últimas señales que hice para el otoño
se acostaron tranquilas bajo el oleaje de sus manos.
Dentro de mí estallaron ruidos secos,
caían a pedazos la furia, la tristeza,
la señora llovía dulcemente
sobre mis huesos parados en la soledad.
Cuando se fue yo tiritaba como un condenado,
con un cuchillo brusco me maté,
voy a pasar toda la muerte tendido con su nombre,
él moverá mi boca por la última vez.
Sobre las aguas,
sobre el desierto de las horas
pobladas sólo por el sol sin nombre y la noche sin rostro,
van los maderos tristes,
van los hierros, la sal y los carbones,
la flor del fuego, los aceites.
Con los maderos sollozantes,
con los despojos turbios y las verdes espumas,
van los hombres.

Los hombres con su tos, sus venenos lentísimos
y su sangre en destierro
de ese lugar de pinos, agua y rocas
desde su nacimiento señalado
como sepulcro suyo por la muerte.

Van los hombres partidos por la guerra,
empujados de sus tierras a otras,
hombres que sólo llevan ya a la muerte su diminuta muerte,
vagos semblantes sementeras,
deslavadas colinas y descuajados árboles.
La guerra los avienta,
campesinos de voces de naranja,
pechos de piedra, arroyos, torrenteras,
viejos hermosos como el silencio de altas torres,
torres aún en pie,
indefensa ternura hundida en las bodegas.

Al terrón cejijunto lo ablandaron sus manos,
sus anchos pies danzantes
alzaron los sonidos nupciales del viñedo,
la tierra estremecida bajo sus pies cantaba
como tambor o vientre delirante,
tal la pradera bajo los toros ciegos y violentos,
de huracanado luto rodeados.

A la borda acodados,
por los pasillos, la cubierta,
sacos de huesos o racimos negros.
No dicen nada, callan,
oyen a sus mujeres (brujas
de afiladas miradas alfileres,
llenas de secretos ya secos como añosos armarios,
historias que se sacan del pecho entre suspiros)
contar con voz rugosa
las minucias terribles de la guerra.

Los hombres son la espuma de la tierra,
la flor del llanto, el fruto de la sangre;
hijos de la ternura son de llanto,
son de piedra y estrella, son de sol,
son planetas que cantan mientras viven.
¿No hay agua, llanto, oh ramo
de soles apagados?

Los hombres son la espuma de la tierra.
Hijos de la ternura son de llanto
y renacen del llanto, diluviales,
y se esparcen por siglos como campos.

Bebe del agua de la muerte,
bebe del agua sin memoria, deja tu nombre,
olvídate de ti, bebe del agua,
el agua de los muertos ya sin nombre,
el agua de los pobres.
En esas aguas sin facciones
también está tu rostro.
Allí te reconoces y recobras,
allí pierdes tu nombre,
allí ganas tu nombre
y el poder de nombrarlos con su nombre más cierto.
Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.
la mujer sentada en la plaza no tiene techo
tiene un chico de cinco años que se pone a gritar en la plaza
grita bajo el cielo abierto en la plaza
hace 20 días que el chico de pronto se pone a gritar bajo el cielo

esos gritos cuelgan del aire un rato y caen sin
que nadie los vea guarde o moje para apagar/el frío
los arruga y crujen como padecimientos como hojas
como secos en la plaza mientras

algunos preparan una reunión para defender a la poesía
citan poetas por teléfono algo
cruje ahora o padece apenas cubierto
por el otoño o la mano

de la mujer contra la boca del chico o
la boca del chico gritando contra el cielo o mano la
reunión de la boca y la mano
para defender a la poesía/de

la boca a la mano ¿cómo es el viaje? el
grito ¿echa raíces quieto por fin? la
mano ¿vuelve a ser tierra para abrigar
los gritos desolados del pobrecito en el día? ¿y qué

germinará de boca a mano? ¿planta? ¿monstruo?
¿belleza
que andará por el mundo después? el dolor
¿dará belleza después? tanto dolor acá
¿dará belleza algún día? esta

reunión bajo los astros que callan o brillan
¿calla brilla en la tarde como astro reunido?
¿callará brillará como astro después?
¿tiembla cielo de la boca a la mano

como techo para astros germinaciones
padecimientos que caen del chico la mujer? oh astros
¿crujen como hojas en la plaza?
¿para defender a la poesía?
una mañana de otoño sim simmons
se levantó sin ojos como caídos a favor de la estación
"pero no importa" dijo
y se alisaba la memoria

"no importa realmente no importa" decía sim simmons
poniéndose árboles vacíos en las cuencas
a los que alimentó con estampidos
gritos olvidos silenciosas partes

nocturnos insectos portadores de muerte
rondaban por los árboles
"no importa" decía sim
desplegando sus tiernas alas

y volando todo alrededor del cielo
"si fuese una nube" decía "si fuese un halcón o
catástrofe
lo que me come el corazón" decía
"te apagaste paloma" decía sim simmons sin llorar

"no tengo ojos para llorar" decía "y sin embargo debiera"
decía recordando que todo vegetal,
agua llanto lluvia o río necesita
para abrigar un tierno nido

así que sim simmons se puso a llorar
los árboles se le volaron
y otra vez tuvo ojos para mirar o ver o sufrir
y llorar sin dar comida a nadie

"me lo merezco" decía sim simmons tarde
"me lo merezco mucho" decía con los ojos ya secos
duros brillantes como sol
bajo la tierra de Alabama

dos ríos nacieron donde lo enterraron
uno hacia el norte otro hacia le sur
para memoria para olvido
y todo el mundo tuvo agua

pero sim simmons no:
miraba para abajo
ya merecido o muerto o triste
sin árboles sin árboles
Hubierais visto llorar a las yedras cuando el agua más triste se pasó toda una noche velando a un yelmo ya sin alma,
a un yelmo moribundo sobre una rosa nacida en el vaho que duerme los espejos de los castillos
a esa hora en que los nardos más secos se acuerdan de su vida al ver que las violetas difuntas abandonan sus cajas
y los laúdes se ahogan por arrollarse a sí mismos.
Es verdad que los fosos inventaron el sueño y los fantasmas.
Yo no sé lo que mira en las almenas esa inmóvil armarnadura vacía.
¿Cómo hay luces que decretan tan pronto la agonía de las espadas
si piensan en que un lirio es vigilado por hojas que duran mucho más tiempo?
Vivir poco y llorando es el sino de la nieve que equivoca su ruta.
En el sur siempre es cortada casi en flor el ave fría.
21
Áspero, el camino
entre cerros pardos.
Rastreros los vientos,
arrancaban altos
quejidos de polvo
a la tierra triste.
En las eras mondas
amargos se hacían
pimientos secándose.
Tu mirar caía
con su cuerpo blanco
siempre sobre púas,
chumberas, picachos,
del agrio paisaje
erizado.

Los ojos, cerrarlos.
Pero hablar tampoco.
Al salir afuera
se torcían todos
los deseos candidos.
En los labios secos
los odios expósitos
del aire, esperando,
sacaban el filo
malo al sí y al no.
¡Qué herir sin querer
si decías tú,
si decía yo,
algo!

Hablar tampoco.
Dejar al silencio
en su forcejeo
con ecos distantes
de cabras y galgos.
Y no pensar nada.
Porque las de nunca,
centellas, maldades,
las desconocidas
iras soterradas
erguíanse dentro,
ya, de ti y de mí.
La tarde azuzando
nuestros dos destinos,
tan juntos, les daba
amarguras, polvo,
sañas y sequía:
armas contra ti,
amor de los dos.
Sin hablar, sin nada,
sentí que ya estábamos
frente a frente. Toda
desnuda te vi
en tu yo más malo.
Lo que yo te quise
-¡qué tiempo lentísimo!-
en minutos rápidos
se iba desamando.
Abandoné las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas,
los rumores cansados;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestables riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascinó de muerte,
pero logré evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desorientó mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.
Déjame esta voz que tengo
lo mismo que a la pampa le dejan
sus matorrales de deseo
sus ríos secos colgando de las piedras.

Déjame vivir como acero mohoso
sin puño tirado en las nubes
no quiero saber de la gloria envidiosa
con rabo y cuernos de ceniza.

Un anillo tuve de luna
tendida en la noche a comienzos de otoño
lo di a un mendigo tan joven
que sus ojos parecían dos lagos.

Me ahogué en fin amigos
ahora duermo donde nunca despierte
no saber más de mí mismo es algo triste
dame la guitarra para guardar las lágrimas.
Leydis Jun 2017
Quien me va a querer?
Quien se va a conmover por mi chueca sonrisa?
Quien vera más allá del ***** velo?
Quien me quitara el luto?
Quien tendrá suficiente luz,
para alumbrar mi vida?
Quien va a encontrarme entre la fría bruma
que como espuma va formando hoyos cuando
estallan sus gotas?
Quien me prestara sus ojos para ver el color del cielo?
Quien quitara el rancio bilis de mis labios ya secos de dolor?
Quien humedecerá mi piel fruncida  por falta de amor?
Quien me salva, si ya Dios no escucha mis plegarias?
Quien me salva,
Si no quiero yo ser salvada?


LeydisProse
4/10/2017


Who will love me?
Who will be stirred by my crooked smile?
Who will see beyond the black shroud?
Who would clinch my mourning?
Who has enough light to illuminate my life?
Who will find me amidst the cold mist?
That obstinate haze which like foam, is beginning to produce holes when its bubbles burst?
Who will lend me their eyes, so that I may see the color of the sky?
Who will remove the rancid bile from my orifices? My lips, which have dried from all the pain.
Who will moisten and peel off the charred pieces of my skin?
Who will save me, if God no longer hears me?
Who will save me…………,
if I don’t want to be saved?

LeydisProse
4/10/2017
Ven ya, miedo de fuertes y de sabios:
irá la Alma indignada con gemido
debajo de las sombras, y el olvido
beberán por demás mis secos labios.

Por tal manera Curios, Decios, Fabios
fueron; por tal ha de ir cuanto ha nacido.
Si quieres ser a alguno bien venido,
trae con mi vida fin a mis agravios.

Esta lágrima ardiente, con que miro
el ***** cerco que rodea a mis ojos,
naturaleza es, no sentimiento.

Con el aire primero este suspiro
empecé, y hoy le acaban mis enojos,
porque me deba todo al monumento.
Costas
rompientes del entonces
resacas
subvivencias que arenan el ahora
calas
caries del tiempo
Cuanto conjuro lacio
cepotedio
soborra
concubinada
soplosorbo del cero
vacío
vacío ya vaciado en apócrifos moldes sin acople
Qué han de bastar los crótalos
las figuras los pasos de la sangre
el veneno de almendras que se expande al destapar un seno
o las manos de viaje
Dónde un índice totem
una amarra que alcance
una verdad un gesto un camino sin muerte
alguna cripta madre que incube la esperanza
Sólo tumbos
retumbos lentas leznas acerbas
ambivalentes menos
poros secos
desbastes
fofo hartazgo termita y asco verde
exapoyos
maltrueques
Sólo esperas que lepran la espera del no tiempo
Cuando la tierra llena de párpados mojados
se haga ceniza y duro aire cernido,
y los terrones secos y las aguas,
los pozos, los metales,
por fin devuelvan sus gastados muertos,
quiero una oreja, un ojo,
un corazón herido dando tumbos,
un hueco de puñal hace ya tiempo hundido
en un cuerpo hace tiempo exterminado y solo,
quiero unas manos, una ciencia de uñas,
una boca de espanto y amapolas muriendo,
quiero ver levantarse del polvo inútil
un ronco árbol de venas sacudidas,
yo quiero de la tierra más amarga,
entre azufre y turquesa y olas rojas
y torbellinos de carbón callado,
quiero una carne despertar sus huesos
aullando llamas,
y un especial olfato correr en busca de algo,
y una vista cegada por la tierra
correr detrás de dos ojos oscuros,
y un oído, de pronto, como una ostra furiosa,
rabiosa, desmedida,
levantarse hacia el trueno,
y un tacto puro, entre sales perdido,
salir tocando pechos y azucenas, de pronto.

Oh día de los muertos! oh distancia hacia donde
la espiga muerta yace con su olor a relámpago,
oh galerías entregando un nido
y un pez y una mejilla y una espada,
todo molido entre las confusiones,
todo sin esperanzas decaído,
todo en la sima seca alimentado
entre los dientes de la tierra dura.

Y la pluma a su pájaro suave,
y la luna a su cinta, y el perfume a su forma,
y, entre las rosas, el desenterrado,
el hombre lleno de algas minerales,
y a sus dos agujeros sus ojos retornando.

Está desnudo,
sus ropas no se encuentran en el polvo,
y su armadura rota se ha deslizado al fondo del infierno,
y su barba ha crecido como el aire en otoño,
y hasta su corazón quiere morder manzanas.

Cuelgan de sus rodillas y sus hombros
adherencias de olvido, hebras del suelo,
zonas de vidrio roto y aluminio,
cáscaras de cadáveres amargos,
bolsillos de agua convertida en hierro:
y reuniones de terribles bocas
derramadas y azules,
y ramas de coral acongojado
hacen corona a su cabeza verde,
y tristes vegetales fallecidos
y maderas nocturnas le rodean,
y en él aún duermen palomas entreabiertas
con ojos de cemento subterráneo.

Conde dulce, en la niebla,
oh recién despertado de las minas,
oh recién seco del agua sin río,
oh recién sin arañas!

Crujen minutos en tus pies naciendo,
tu **** asesinado se incorpora,
y levantas la mano en donde vive
todavía el secreto de la espuma.
Comemos y nos cuidamos. ¿Quién
nos cuida la desesperación? A veces
la voluntad se tierniza y piensa
este mundo como una
ilusión favorable. A condición
de que se queden los pies,
de que los buques no lastimen.
Ésta debe ser una tristeza urbana.
Los edificios no dialogan y
el cansancio silba. Niños
piden limosna y no huelen
a gardenia. Allí, secos.
He callado largamente para escuchar mejor las voces.
Tú las conoces, corazón cansado de hogueras y de peces.
Tú las has escuchado otras veces. Tú las conoces.

Voces que ascienden de las profundidades del mundo submarino
de las algas, de los crustáceos, de los tentáculos y las escamas.
Voces que aturden enloquecidamente, como el vino.
Tú las conoces y las llamas.

Tú conoces las voces que dan manos al manco y ojos al ciego.
Tú conoces las voces crepitantes de las hogueras del Polo,
allí donde la nieve quema mucho más profundamente que el fuego.
Tú te acompañas de esas voces para sentirte más solo.

He callado largamente como soñando un viaje
he callado cálidamente como los cañones después de las batallas;
y ahora miro crecer los árboles como un salvaje
oh, corazón tumultuoso de esas voces que oyes y callas.

Mirar como pasan las nubes siempre es un gran consuelo
oh corazón que tanto has aprendido y tanto desconoces.
Desdichado del esquimal sordo cuando cruje el deshielo.
Triste de aquel que para siempre cerró su corazón a las voces.

Las estatuas de sal vienen cantando que han muerto las mariposas
pero nada es cierto en la vida, ni siquiera la muerte
y aún nutrimos con nuestra sangre la inseguridad de las cosas
y también la tribu de sabios se humilla ante el más fuerte.

Podrán morir las voces pero nos persiguen sus ecos
en la uña que crece y en la superstición del azar.
El gran latido de la selva repercute en los troncos secos
y en la fugitiva permanencia del tiempo y del mar!

Del fondo del crepúsculo llegan hombres cobardemente tristes.
El trigo no quiere madurar cuando se afilan las hoces
oh, corazón que sólo muriendo puedes comprender que existes,
definitivamente sordo a la sana alegría de las voces!
La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace aún arder?
La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.
A carne nada, nada
en la copa de sombra que me hace aún doler;
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón de mujer.
Ascua astral... He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah mujer!
Por eso ¡oh, ***** cáliz! aun cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo;
y piafan en mis carnes más ganas de beber!
Leydis Oct 2018
Talvez mi hombre ya no eres..,
Lo fuiste en algún verano ya congelado
Perdido entre los otoños de mi pasado
Entre los tormentos de hojas voladas
aferrándose a ramas con raíces truncadas
y pasiones ya sofocadas.

Talvez mi hombre ya no eres
Talvez la tierra sea el cielo
Y el cielo solo un helero
derritiéndose lentamente con los calores del antártico.
Talvez los pájaros vuelan caminando
Y el oxígeno asfixia si en el buscas descanso.  

Talvez mi hombre ya no eres
Talvez cada circulo es lineal
Quizás solo hay vida dentro de un panteón
Talvez la muerte es una vieja amargada
encaprichada con la mocedad de la vida,
talvez, los ríos en su mayoría son secos por dentro
talvez la comida no es sustento
y el amor acaba cuando hablan los silencios.

Talvez no seas mi hombre,
Talvez mi corazón es un paisajista
que dibuja pasiones naufragadas
en el cansancio del viejo mar y en sus aguas saladas.  

¡Si! Talvez no seas mi hombre
Mas cuando pronuncio tu nombre…
Regresa la primavera con sus esplendidos colores.
LeydisProse
10/5/2018
https://m.facebook.com/LeydisProse//
La noche borra noches en tu rostro,
derrama aceites en tus secos párpados,
quema en tu frente el pensamiento
y atrás del pensamiento la memoria.

Entre las sombras que te anegan
otro rostro amanece.
Y siento que a mi lado
no eres tú la que duerme,
sino la niña aquella que fuiste
y que esperaba que durmieras
para volver y conocerme.
Leydis Oct 2017
Tengo que sostener la risa,
tantos años amando la prisa,
sintiendo la cruel brisa
y tus brazos secos y vacíos.

Estoy viviendo otro momento,
ha cambiado la cara del viento,
ha soplado a otra senda la ansiedad y los tormentos,
se ha llevado consigo todos los años de desierto,
la incertidumbre de no ser correspondida,
la agonía de un beso que se evaporaba ante tu cobardía.

Me veo y no me contengo,
tan larga la vereda cuando uno está consumido en la pena,
…tan corto el camino cuando ha llegado a su destino.

Nuestro amor moro en lo incierto,
de mis sonrisas hiciste miles de silencios,
poblé en la invisibilidad de tu epicentro,
olvidando cada día mis propios preceptos.

Se esfumo mi tiempo tratando de convencer,
¿a quién? Todavía no lo entiendo.
Lo que si llegue a entender,
….es que el ego no tiene sentimientos.
Que no vale el amor cuando no hay respeto.

Hoy ha cambiado el tiempo,
mi rostro tiene otro color,
mi piel tiene otro olor,
mis ojos tienen un brillo que opaca el mismo sol,
mi alma se jubila al saber lo valiente que soy.

Hoy mi cuerpo es tibio, aun cuando subyuga el frio,
la sangre fluye,
mi pelo ******,
mis labios tan dulces,
mi manos calientan,
mi roce alienta,
mi sombra sonríe como niña traviesa,
me siento entera, feliz y completa.

No podía ser de otra manera,
todo los años mal dedicados,
todas las lágrimas que me abrazaban,
todas esas caricias almacenadas,
hoy solo sonrió,
pensar que todo aquel daño seria recompensado…
con un hombre que ha llenado mi vida
rosas y diamantes, amor y una hoguera que nunca termina de apagarse.

De nuevo…solo puedo decirte………GRACIAS!!!!
Jim Rio Mar 2021
De tanto llorar antaño, ya no lloro.
Si ahora quiero llorar no puedo.
De tanto llorar los ojos se me han hecho perlas de sal.
Ya no cae el agua aunque me atormente el duelo.
De tanto llorar no lloro.

De tanto llorar yo ya no lloro.
De tanto llorar con lloros ya no tengo llanto.
De llorar llorando tengo las mejillas blancas como la cal.
La pena no da tregua pero están secos los caños.
Sonrío sin sonrisa y así yo lloro.

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From crying so much in the past, I don't cry anymore.
If now I want to cry I can't.
From so much crying my eyes have become pearls of salt.
The water no longer falls even though the mourning torments me.
From so much crying I don't cry.

From so much crying I no longer cry.
From so much crying with weeping I no longer weep.
From crying and crying I have cheeks as white as lime.
Sorrow gives no respite but the pipes are dry.
I smile without smiling and so I cry.
Mikaela L Oct 2020
Levanto,
Preguntas,
Son tuyas.

Las echo al mar,
Les digo,
"Vayan a otro destino,"
Me pregunto si al preguntar,
Alguna vez, te has preguntado cómo se siente ser cuestionada,
Por ser real.

Me siento a pensar,
Me siento perdida,
Ensillada en tus pensamientos,
Aquellos árboles secos,
Aquellos ríos extintos,
No hay fruto en tu mente,
Solo sequía.

— The End —