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Es fácil vaticinar que los propagandistas de la infancia no van a interrumpir su campaña
quieren vendernos la inocencia cual si fuera un desodorante o un horóscopo
después de todo saben que caeremos como gorriones en la trampa
piando nostalgias inventando recuerdos perfeccionando la ansiedad

los geniales demagogos de la infancia
así se llamen Amicis o Proust o Lamorisse
sólo recapitulan turbadores sacrificios móviles campanarios globos que vuelven a su nube de origen
su paraíso recobrable no es exactamente nuestro siempre perdido paraíso
su paraíso tan seguro como dos y dos son cuatro no cabe en nuestro mezquino walhalla
ese logaritmo que nunca está en las tablas

los impecables paleontólogos de la infancia
duchos en exumar rondas triciclos mimos y otros fósiles
tienen olfato e intuición suficientes como para desenterrar y desplegar mitos cautivantes pavores sabrosos felicidad a cuerda

esos decisivos restauradores
con destreza profesional tapan grietas y traumas
y remiendan con zurcido invisible el desgarrón que arruinaba nuestro compacto recuerdo de cielo

sin embargo un día habrá que entrar a saco la podrida infancia
no el desván
allí apenas habitan los juguetes rotos los álbumes de sellos el ferrocarril rengo o sea la piel reseca de la infancia
no  las fotografías y su letargo sepia
habrá que entrar a saco la miseria

porque la infancia
además del estanque de azogada piedad
que a cualquier precio adquieren los ávidos turistas del regreso
además de la espiga y la arañita
y el piano de Mompou
además del alegre asombro que dicen hubo
además de la amistad con el perro del vecino
del juego con las trenzas que hacen juego
además de todo eso
tan radiante tan modestamente fabuloso
y sin embargo tan cruelmente olvidado
la infancia es otra cosa

por ejemplo la oprobiosa galería de  rostros
encendidos de entusiasmo puericultor y algunas veces de crueldad dulzona
y es (también la infancia tiene su otoño) la caída de las primeras máscaras
la vertiginosa temporada que va de la inauguración del pánico a la vergüenza de la masturbación inicial rudimentaria
la gallina asesinada por los garfios de la misma buena parienta que nos arropa al comienzo de la noche
la palabra cáncer y la noción de que no hay exorcismo que valga
la rebelión de la epidermis las estupefacciones convertidas en  lamparones de diversos diseños y medidas
la noche como la gran cortina que nadie es capaz de descorrer y que sin embargo oculta la prestigiosa momia del porvenir

por ejemplo la recurrente pesadilla
de diez cien veinte mil encapuchados
cuyo silencio a coro repetirá un longplay treinta años más tarde con el alevoso fascinante murmullo de los lamas del Tibet en sus cantos de muerte
pero que por entonces es sólo una interminable fila de encapuchados balanceándose saliéndose del sueño golpeando en el empañado vidrio de la cocina
proponiendo el terror y sus múltiples sobornos anexos

la otra infancia es qué duda cabe el insomnio con los ardides de su infierno acústico
uno dejándose llevar despojado de sábanas mosquitero camisón y pellejo
uno sin bronquios y sin tímpanos
dejándose llevar imaginándose llevado hacia un lejanísismo casi inalcanzable círculo o celda o sima donde no hay hormigas ni abuela ni quebrados ni ventana ni sopa y donde el ruido del mundo llega sólo como un zumbido ni siquiera insistente
es el golpe en la cara para ser más exacto en la  nariz
el caliente sabor de la primera sangre tragada
y el arranque de la inquina la navidad del odio que irza el pelo calienta las orejas aprieta los dientes gira los puños en un molinete enloquecido mientras los demás asisten como un cerco de horripiladas esperanzas timideces palabrotas y ojos con nauseas

es la chiquilina obligatoria distancia
la teresa rubia
de ojos alemanes y sonrisa para otros
humilladora de mis lápices de veneración de mis insignias de ofrenda de mis estampillas de homenaje
futura pobre gorda sofocada de deudas y de hijos pero entonces tan lejos y escarpada
y es también el amigo el único el mejor
aplastado en la calle


un día de éstos habrá que entrar a saco la podrida infancia
habrá que entrar a saco la miseria

sólo después
con el magro botín en las manos crispadamente adultas
sólo después
ya de regreso
podrá uno permitirse el lujo la merced el pretexto
el disfrute
de hacer escala en el desván
y revisar las fotos en su letargo sepia.
Nicole Apr 2015
Quisiera poder naufragar entre pensamientos
y ser una expertiz
en ese campo magnético
que atrae nuestros cuerpos.
Ven y hazme sentir tuya,
¡ yo soy tuya!
déjame probar de qué está hecha
esa hermosa escultura.
Dicen que no es debido,
pero esta pasión que guardamos
se siente como un delito.
Sostenme fuerte,
no me sueltes,
deja que los minutos pasen
mientras te contemplo detenidamente.
Recorre mi cuerpo,
no tengas miedo,
sincroniza danzas impecables
que tomen lugar en el escenario que te presento.
Quiero hacerte gemir,
¡hazme gemir!
Estoy bajo tu poder.
No habrá sonido más perfecto,
que aquel que se reproducirá
durante nuestro anhelado encuentro.
Nuestros cuerpos están ardiendo,
no perdamos más el tiempo.
Mírame,
tómame,
devórame,
¿no ves que te deseo?
Nicole May 2015
Aún recuerdo ese capitulo:
tú, tomando control de mi cuerpo
entre las sábanas blancas
sobre un colchón de alambres obsoletos

Tu mirada se aferraba a la mía;
inseguros si ese era
el instante adecuado
para lo que pronto ocurriría.

Mientras la calefacción
se estaba creando
deslizaste con ternura
tu mano por mi costado.

Nos dejamos llevar por los impulsos
y en menos de un segundo
nuestras figuras
estaban al desnudo

Podía sentir tu boca
creando caminos impecables
dirigiéndose a su destino
de manera prorrogable.

Llegaste al punto de encuentro,
donde dos mundos se unen;
fuentes de vida
donde los humanos se nutren.

Perdimos la noción del tiempo,
miles de teorías fueron reveladas,
en el episodio
de aquella inolvidable madrugada.
De cuando en cuando y a lo lejos
hay que darse un baño de tumba.

Sin duda todo está muy bien
y todo está muy mal, sin duda.

Van y vienen los pasajeros,
crecen los niños y las calles,
por fin compramos la guitarra
que lloraba sola en la tienda.

Todo está bien, todo está mal.

Las copas se llenan y vuelven
naturalmente a estar vacías
y a veces en la madrugada,
se mueren misteriosamente.

Las copas y los que bebieron.

Hemos crecido tanto que ahora
no saludamos al vecino
y tantas mujeres nos aman
que no sabemos cómo hacerlo.

Qué ropas hermosas llevamos!
Y qué importantes opiniones!

Conocí a un hombre amarillo
que se creía anaranjado
y a un ***** vestido de rubio.

Se ven y se ven tantas cosas.

Vi festejados los ladrones
por caballeros impecables
y esto se pasaba en inglés.
Y vi a los honrados, hambrientos,
buscando pan en la basura.

Yo sé que no me cree nadie.
Pero lo he visto con mis ojos.

Hay que darse un baño de tumba
y desde la tierra cerrada
mirar hacia arriba el orgullo.

Entonces se aprende a medir.
Se aprende a hablar, se aprende a ser.
Tal vez no seremos tan locos,
tal vez no seremos tan cuerdos.
Aprenderemos a morir.
A ser barro, a no tener ojos.
A ser apellido olvidado.

Hay unos poetas tan grandes
que no caben en una puerta
y unos negociantes veloces
que no recuerdan la pobreza.
Hay mujeres que no entrarán
por el ojo de una cebolla
y hay tantas cosas, tantas cosas,
y así son, y así no serán.

Si quieren no me crean nada.

Sólo quise enseñarles algo.

Yo soy profesor de la vida,
vago estudiante de la muerte
y si lo que sé no les sirve
no he dicho nada, sino todo.
Mel Zalewsky Jun 6
I.
Para los que ahora son tierra,  
para los que un día  
abrieron los ojos bajo el mismo sol que nosotros,  
pero los cerraron  
bajo cielos de alambre de púas.  

Para los que en su último suspiro  
no vieron banderas,  
sino el reflejo de sus hijos  
riendo en el lago de la infancia,  
ese que nunca más se atreverá  
a congelarse en invierno.  

II.
Este poema es para los del Este y el Oeste,  
para los que empuñaron armas  
sin entender los mapas  
que otros trazaron con reglas de oro.  


III.
Para los que los árboles abrazaron  
como a hijos perdidos,  
para los que la nieve
convirtió en estatuas de recuerdo  
—soldados de escarcha  
que nunca desertaron—.  

Para los que ya no dependen  
del trigo o la miel,  
sí del plomo que silba,  
del acero que muerde,  
de la pólvora que florece  
en jardines de horror.  

IV.
Para los que cada noche  
le piden a la luna:  
"Cúbrenos con tu falda de plata,  
que el enemigo no vea  
nuestros fantasmas  
recogiendo los dientes  
que se les cayeron  
al gritar el nombre de sus hijos.

V.
Para los retoños  
que soñaron ser robles,  
pero fueron arrancados  
verdes aún,  
y arrojados al fuego  
como leña maldita.  

Para los padres  
que enterraron  
pedazos de su alma  
en uniformes  
demasiado grandes  
para cuerpos  
demasiado pequeños.  

VI.
Para los que respiran  
pólvora y nostalgia  
en trincheras  
que son tumbas  
con vista al cielo.  

Para los que fuman  
su último cigarrillo  
—ritual de humo y resignación—  
sabiendo que jamás verán  
a su hija bailar en su boda,  
a su hijo aprender  
a atarse los zapatos.  

VII.
Para los que buscan  
entre los escombros carnes amadas:  
una mano que aún sostenga  
la foto de una esposa,  
un corazón que siga latiendo  
aunque el uniforme  
esté pintado de rojo.  

VIII.
Para los que creyeron  
que su sangre regaría  
huertos de girasoles,  
no líneas imaginarias  
en la tierra de nadie.  

IX.
Pero no es para ustedes,  
señores de corbata y discursos,  
que beben champán  
mientras firman órdenes  
con plumas de oro.  

No es para los que duermen  
entre sábanas de seda  
y sueñan con medallas  
que nunca mancharán  
sus pechos impecables.  

Ustedes, que juegan ajedrez  
con nuestras vidas,  
que muelen soldados  
como si fueran granos de café  
para un simple desayuno.

X.
Esto es para los mutilados,  
los que perdieron  
no solo piernas o brazos,  
sí la capacidad  
de creer en el rojo de las amapolas  
sin ver la sangre.  


XI.
Para ellos,  
las semillas enterradas  
que algún día  
—cuando la guerra sea  
solo un verso maldito  
en los libros de historia—  
brotarán como flores  
a través de los cascos oxidados,  
como un último acto de amor  
de la tierra  
que nunca quiso beber de su sangre.  

Ucranianos y Rusos, Rusos y Ucranianos.

Mel Zalewsky.
"Este poema es un homenaje a todas las almas que han sido y son víctimas del conflicto, en cualquier lugar del mundo. Es un grito por el costo humano de la guerra, más allá de cualquier bandera o bando. Este poema es una reflexión poética sobre la devastadora realidad de la guerra y el inmenso sufrimiento que acarrea para quienes la viven en carne propia. Dedicado a la memoria de todas las vidas afectadas por el conflicto".

— The End —