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Taijitu Jun 2018
No se si te acuerdas cuando nos conocimos,
porque a sinceridad, yo no
me imagino que fue un día sin mayor relevancia
de esos que pasan desapercibidos
solo para agregarle mas tiempo al reloj
yo, quizás sintiendo mi usual dosis de ansiedad
tu, quizás gruñendo por algo sin importancia
ambas ajenas a las aleaciones de los astros
las jugadas del destino o cualquier otra estupidez
con la que disfraza uno las salvajadas de la vida
ni puta idea que ese día marcaría mi antes y después
que tu mirada jamas dejaría de ser mi buenos días
ni tus labios la única fuente para saciar mi sed
en mi opinión, diría un día demasiado normal
para desprender con tanta fuerza un alma,
así que si logras recordarlo, te pido,  no me cuentes
déjame el sabor a simpleza con la que una salvajada de la vida
me regalo el mas bello amor

- Custodio
Pablo Paredes Sep 2014
El deseo se envuelve
En una red de mentiras,
La lujuria se disfraza
De amor en las noches
Y confundo tu calor
Con mi fantasía.
Olvido el color del olvido
En tu seductor aroma,
Y finjo por un momento,
Pues el futuro me asusta.
Mi pasión arde,
Evaporando el dolor
En caricias vacias,
Besos sin sabor
Y palabras que no escucho.
Las suplicas de deseo
Esconden mi inllenable vacio.
Es que una noche basta
Para engañar al anhelo,
Una sonrisa diferente
Esconde la anterior,
Llevandose en su aliento
El dolor que la primera dejo.
Para coger un pan sobre el morrillo
Dando pecho y axila a los pitones,
Juan, anónimo Juan, Juan Torerillo
No recibiste clásicas lecciones.
Para llevar a casa veinte duros
Entre la chifla de inhumano coro
Bebiste golpes, aspiraste apuros
Y al aire al suelo al aire y siempre al toro.
Del miedo, que es ingénito en el hombre,
Nació el valor, congénito en el hambre;
Así en la tauromaquia, Juan Sin Nombre
Fue antítesis del gran José Raigambre.
José, nieto de Venus y Vulcano
Fue un semidiós con la esbeltez de Apolo
(Frecuencia tuvo aquel Teseo hispano
En liquidar seis Minotauros, solo).
Mas Juan, el pobre Juan de carne y hueso,
El más mortal de todos los mortales
Opuso a sal valor, arrojo al seso
Y "molinetes" contra "naturales".
Tres siglos en la historia del toreo
Se derrumbaron ante dos colosos:
Del morisco e hispánico alanceo
Hasta el futuro en los taurino cosos.
Y Joselito muestra al horizonte
Toda una enciclopedia en su percal.
Y remata sus lances Juan Belmonte
Con su "media verónica" renal...
La Muerte se disfraza de capricho,
Y en la más increíble paradoja
Subsiste quien vivió a merced del bicho
Y muere quien "¡no hay toro que lo coja!"...
Quedan atrás los años de la infancia:
Sevilla y su noctámbula capea...
Como un Jasón, Juan, en su rica estancia
Mira en la tauromaquia una Medea.
Porque si en su niñez fue Juan Sin Suerte
Y fue en su adolescencia Juan Sin Pan,
Hoy, ya casi un anciano, es Juan Sin Muerte
Porque la Muerte tuvo miedo a Juan.
Y quien burló a la muerte en tantos ruedos,
Mil veces sentenciado por suicida,
Sólo cuando lo quiso, y con sus dedos
Mató su muerte y se quitó la vida...
A Juan, que no toreó por soleares,
Muerto, no he de llorarlo en seguiriyas.
Sean por martinetes mis cantares,
Cante de yunque y fragua y herrerías:
Cristo de la Expiración
Cachorro de los trianeros,
Bríndale tu absolución
Al mejor de los toreros
Cachorro, si en Viernes Santo
Te faltara un penitente,
Asóciate a nuestro llanto
Que es Juan Belmonte el ausente...
Krusty Aranda Aug 2016
Las palabras eran balas que disparaba con los dedos.
Acariciaba las teclas de la máquina de escribir con delicadeza y pasión.
Vertía sus emociones, sus desgracias, sus alegrías, sus dolores, todas en una blanca hoja de papel.
La tinta nunca dejaba de correr.
Mayúsculas y minúsculas.
Puntos, comas y acentos.
Letras, números y símbolos.
Un teclado completo para experimentar.
Combinaciones de letras, de palabras, de sentimientos, de ideas.
Un libro o un poema.
Una canción o una novela.
Un ensayo o un sólo verso.
El escribía y tecleaba, y tecleaba y escribía.
Escribía para sí.
Escribía para todos.
Escribía para ella, sobre todo.
Y tecleaba y escribía.
Y sus dedos no cansaban.
Su lírica no dormía.
La prosa que antes sostenía.
El epíteto que añoraba.
Y sus lágrimas palabras.
Y su sangre tinta en verso.
El latir de su corazón marca el ritmo del tecleo.
Y escribía y tecleaba.
Mente llena de problemas, de ideas, de emociones, de fantasía.
La realidad se torna inefable.
Las palabras aún fluyen.
Los sentimientos se escabullen y se esconden en una rima.
Ella se disfraza en papel de apología.
Y tecleaba y escribía, y escribía y tecleaba.
Cuando a regiones, cuando a sacrificios
manchas moradas como lluvias caen,
el vino abre las puertas con asombro,
y en el refugio de los meses vuela
su cuerpo de empapadas alas rojas.

Sus pies tocan los muros y las tejas
con humedad de lenguas anegadas,
y sobre el filo del día desnudo
sus abejas en gotas van cayendo.

Yo sé que el vino no huye dando gritos
a la llegada del invierno,
ni se esconde en iglesias tenebrosas
a buscar fuego en trapos derrumbados,
sino que vuela sobre la estación,
sobre el invierno que ha llegado ahora
con un puñal entre las cejas duras.

Yo veo vagos sueños,
yo reconozco lejos,
y miro frente a mí, detrás de los cristales,
reuniones de ropas desdichadas.

A ellas la bala del vino no llega,
su amapola eficaz, su rayo rojo
mueren ahogados en tristes tejidos,
y se derrama por canales solos,
por calles húmedas, por ríos sin nombre,
el vino amargamente sumergido,
el vino ciego y subterráneo y solo.

Yo estoy de pie en su espuma y sus raíces,
yo lloro en su follaje y en sus muertos,
acompañado de sastres caídos
en medio del invierno deshonrado,
yo subo escalas de humedad y sangre
tanteando las paredes,
y en la congoja del tiempo que llega
sobre una piedra me arrodillo y lloro.

Y hacia túneles acres me encamino
vestido de metales transitorios,
hacia bodegas solas, hacia sueños,
hacia betunes verdes que palpitan,
hacia herrerías desinteresadas,
hacia sabores de lodo y garganta,
hacia imperecederas mariposas.

Entonces surgen los hombres del vino
vestidos de morados cinturones
y sombreros de abejas derrotadas,
y traen copas llenas de ojos muertos,
y terribles espadas de salmuera,
y con roncas bocinas se saludan
cantando cantos de intención nupcial.

Me gusta el canto ronco de los hombres del vino,
y el ruido de mojadas monedas en la mesa,
y el olor de zapatos y de uvas
y de vómitos verdes:
me gusta el canto ciego de los hombres,
y ese sonido de sal que golpea
las paredes del alba moribunda.

Hablo de cosas que existen, Dios me libre
de inventar cosas cuando estoy cantando!
Hablo de la saliva derramada en los muros,
hablo de lentas medias de ramera,
hablo del coro de los hombres del vino
golpeando el ataúd con un hueso de pájaro.

Estoy en medio de ese canto, en medio
del invierno que rueda por las calles,
estoy en medio de los bebedores,
con los ojos abiertos hacia olvidados sitios,
o recordando en delirante luto,
o durmiendo en cenizas derribado.

Recordando noches, navíos, sementeras,
amigos fallecidos, circunstancias,
amargos hospitales y niñas entreabiertas:
recordando un golpe de ola en cierta roca
con un adorno de harina y espuma,
y la vida que hace uno en ciertos países,
en ciertas costas solas,
un sonido de estrellas en las palmeras,
un golpe del corazón en los vidrios,
un tren que cruza oscuro de ruedas malditas
y muchas cosas tristes de esta especie.

A la humedad del vino, en las mañanas,
en las paredes a menudo mordidas por los días de invierno
que caen en bodegas sin duda solitarias,
a esa virtud del vino llegan luchas,
y cansados metales y sordas dentaduras,
y hay un tumulto de objeciones rotas,
hay un furioso llanto de botellas,
y un crimen, como un látigo caído.

El vino clava sus espinas negras,
y sus erizos lúgubres pasea,
entre puñales, entre mediasnoches,
entre roncas gargantas arrastradas,
entre cigarros y torcidos pelos,
y como ola de mar su voz aumenta
aullando llanto y manos de cadáver.

Y entonces corre el vino perseguido
y sus tenaces odres se destrozan
contra las herraduras, y va el vino en silencio,
y sus toneles, en heridos buques en donde el aire muerde
rostros, tripulaciones de silencio,
y el vino huye por las carreteras,
por las iglesias, entre los carbones,
y se caen sus plumas de amaranto,
y se disfraza de azufre su boca,
y el vino ardiendo entre calles usadas,
buscando pozos, túneles, hormigas,
bocas de tristes muertos,
por donde ir al azul de la tierra
en donde se confunden la lluvia y los ausentes.

El cuero arde
cómo arde el cartón,
como arde el presente, en los dos hemisferios

Hay lugares donde los pies protestan,
donde la impuntualidad es menos sutil  
y se disfraza con vernáculas y un buen traje  

Lugares donde hablan tu lengua
y donde hablan las mías
mientras se sirven un plato de comida antes
de despedirse y ir por su día

Donde se enfrían los pies,
y coreo un rio rojo
Donde se escurre la vida sagrada
en un palomar de discordia

2.
Ahí nadie vuela
yo quisiera decirles que de ese recinto
ninguna persona toma vuelo

Sin falta de acuerdo,
nadie vuela
y cielo azul,
azul de ahí se ve lejos

De ahí veo las manos de los viejos levantadas hacia cielo
en balanceo
y me quiero ir.

Camino hacia mi madre.
<<de aquí nadie vuela>> le susurro a ella  
 en el oído
pero ella levanta sus manos más alto
y me ignora

Me trago mi nudo de garganta,
y decido ir me,
pues de aquí no e de volar

3.
El creer es necesario-fe
cómo es necesario
el hacer-acción

Dos hemisferios, en un solo mundo
y tú plenitude de vida
acatan la flor de esperanza en mi corazón.

Se que todo vuela, cuando viene el viento del cambió.
Pienso en el cambio de actitud de la cual nuestra generación debe y tiene que tomar para reinventar nuestro mundo colectivo. Es fácil hablar de esto usando abstracciones, más en nuestro día a día es difícil explicarle a alguien quien tuviese la fortuna de haber nacido en un país rico, que deben conservar agua, reusar lo más que se pueda ...que deben en corto cambiar sus vidas. Pero lo más difícil es hacerle a algunos usar  sus manos, resistir lo ser pasivos.

Hay muchos que temen lo que será de nuestro futuro, pero yo veo los bellos niños de todas partes del mundo, inventando nuevas telas, avanzando tecnologías, y dándole a la vida un buen arranqué. Ha ellos les debemos cuidar este mundo, pues son sus herederos.
Bien sé, devota mujer,
cuando te contemplo en tus
fervores y celo arder,
que no me puedes querer
como quieres a Jesús.

Bien sé que es vano soñar
con el edén entrevisto
de tu boca, sin cesar,
y tengo celos de Cristo
cuando vas a comulgar.

Pero sé también que son,
por mi mal y por tu daño,
piedades y devoción,
caretas con que el engaño
te disfraza el corazón.

Y comprendo, no te asombre,
que hay en tu espíritu dos
cultos con un solo nombre,
que rezas al hombre-Dios
y sueñas con el Dios-hombre;

y el ardor de que me llenas
acabará por quemar
todo el jugo de mis venas;
y, por no quererme amar,
tú te vas a condenar
y a mí también me condenas.
No rechaces los sueños por ser sueños.
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
«Yo soy el sol, los cielos, el amor».
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse
hecho materia y que se busca en tierra.
Después de que hubo al bosque el Domador entrado,
Las formidables huellas entre árboles siguiendo,
Anunció el rudo choque, de un rugido el estruendo.
Hundiese el sol, y entonces todo quedó callado.

Por entre matorrales y zarzas, aterrado,
Un pastor de esos valles, que a Tirinto iba huyendo,
Se vuelve, y ve con ojos de espanto, que el horrendo
Monstruo surge, de frente, sobre áspero collado.

Y un grito lanza. Ha visto al terror de Nemea
Sobre el cielo rojizo, con mirar que chispea,
Con siniestros colmillos y repugnante traza;

Pues la sombra que invade el espacio anchuroso,
Bajo la piel horrible que a Hércules disfraza,
Al mezclar hombre y fiera, finge un Héroe monstruoso.

— The End —