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Que llueva con rabia, sin clemencia.
Que apague con furia y aplaque el pavimento allá afuera.
La hoja que resiste en el arbusto, que brilla la madrugada.
Y que llore las calles y las lave,
y limpie,
y corroa,
y corte,
y sane la carne abierta.
Que alargue las distancias y las sentencias.
Que lapide, inunde y borre cada rincón que fue de nosotros y que, con arrogancia de amantes, le robamos al azar y al destino.

Que el cielo llueva el llanto que no he podido llorar.

Que restaure la separación de los cuerpos, y ahogue las risas, las miradas y los gestos. Que enfríe el vapor del cuerpo amado y enjuague el sudor del **** tibio.

Y entierre las huellas que unieron nuestros caminos. Que traiga el tremor del olvido.

Que pudra el amor mal amado del hombre cobarde, del hombre perdido.

— The End —