No fue un error el querernos.
Ni lo que sucedió después.
Sólo me equivoqué de vida.

Debiste ser el mejor premio
en algún universo paralelo.

El Santo Grial de la belleza femenina.
Una bendición angelical.

Pero en esta vida me tocó perder.
Aunque no perderte.
Vives eterna en mi corazón.
...y por ratos, en mi mente.

El velo de la noche cubre el cielo.
Adornos brillantes acompañan
a una dama solterona y hermosa.
Su reflejo acaricia las aguas del río.

El arrullo del viento amaina la mente.
Distrae al alma de rastreras penas.

Respiro profundo, con los ojos cerrados.
Lleno mis pulmones de tranquilidad.
De fortuna y de vida.

Inhalo con calma... y me levanto.
Abro los ojos.
Exhalo, y abro también mi camino,
paso tras paso.

¿Quién soy?.
O qué soy, debería preguntarme.
Dónde está mi camino,
si apenas reconozco mis pasos.
En qué direcciones arrastrará mi alma,
el vendaval siniestro que responde
por el nombre de "vida".
Cuántas tormentas magnificarán
la plenitud del osado deseo,
de continuar incansable mi lucha.

Marcas quedan y lunas menguan,
mientras las estrellas acarician
el firmamento tumultuoso,
sin necesidad de preguntas
que dejen dudas
cargadas de interrogaciones.

Tengo el alma herida
y mi piel en soledad.
Varios besos callados.
Demasiados deseos en pausa.

Esperanza de un brillo café,
con sabor a desvelo de tentaciones.

Tengo valor certero
para rendirme en su sonrisa.
Tanta incertidumbre de su amor,
que la creo frenéticamente mía.

Escucho al aire pronunciar lamentos
que mis manos secuestraron.

Lloran las nubes, que no saben de amor.
Lloran mis ojos, que no saben de ti.

Fueron flores donde dibujé tu rostro,
para que su olor me recuerde tu perfume.

Inventé escusas para explorar recuerdos,
derribé recuerdos para armar mi vida.

Llené mi vaso de buen vino
con las virutas de mi corazón herido.

Y perdí el tiempo ganando el valor
que necesitaba cuando te dejé ir.

Pecado fue
no volver a besar tu boca,
seductora y alegre
como el río cristalino.

Abandonar aquellas caricias
en tu piel de seda,
que desconocían de otras manos,
y otros placeres.

Pecado fue
alejarme de tu mirada.
Darte el adiós de la angustia,
cuando debí arrancar
sin cuidado tu ropa.

Y el olvido olvidó olvidarte.
El recuerdo vive intacto.
Los días traen noches eternas,
y la eternidad me trae
insomnios baratos.

Éramos.
Tan iguales
como la luz y la sombra,
afianzados a lo real
de un sueño utópico.

Tan iguales
como miles de sabores disfrazados,
de esos que se encuentran
con cada vuelta cósmica.
Y sin remedio los saboreamos,
hasta sentirnos hartos,
como para nunca olvidarlos.

Éramos.
Tan iguales
como el verano y el invierno,
como la playa salada
y los imponentes Alpes.

Y nos dijimos adiós,
tantas otras veces,
que ya ni nos creíamos.