Pasos de vidrio
y vida en metamorfosis.
Exquisito de ingenuidades
que convergen como manantial.
Así caigo en el abismo
que todos llaman amor.

Me he desgastado los labios
besando otras muchas bocas,
insípidas y frías
como la sombra de la noche.

He gastado mis ojos cansados,
desiertos de ternura,
persiguiendo miradas vacías.

He gastado mi tiempo y mi vida,
perdido en abismos
profundos y medrosos,
buscando el eco de nuestro amor.

Fueron suspiros
aquello que encontré,
crujiendo como otoño
por mis propios pasos erráticos
en aquellos caminos heridos,
marcados siempre
por la soledad.

Contigo quiero amor y lascivia.
Un viaje sin retorno.
Un comienzo de pasos suaves.

Avanzar entre encuentros súbitos.
Sin choques turbios ni hostilidad.
Sin lugar para la monotonía.

Sólo pasión, entrega y ternura.

Un amor espléndido y sereno.
Un amor que hile el destino.
Un amor frenético y maleable.

Donde los besos de miel no callen.
Donde griten las miradas con pasión.
Donde brillen los roces furtivos.

Fuego y piel sean el festín diario.
Risas sirvan de postre eterno.

Sin cadenas ni hastío que nos frenen.
Un amor sin tormentos insoportables.

Hasta que el tiempo nos haga infinitos.

El río arrulla
una canción de cuna.
Me recuerda a ti.

Puedo ser luz
aunque me sienta sombra,
la estrella titilante
que guía tu camino a casa,
tu faro eterno,
tu protector inquebrantable,
tu cálido abrigo
cuando el frío al cuerpo abrace.

Puedo ser hoy quien pinte
de alegría tus mañanas,
el susurro seductor
de finos poemas en tu oído,
el roce pícaro
de unas manos descaradas,
latir convulso
en noches ardientes,
entre húmedas pugnas
y combates salvajes.

Puedo descender al infierno
para calentar tu cama,
afanarme al filo de tu mirada fija,
a tus labios sonrientes.
Puedo conducir mi vida rústica
en tu inevitable dirección,
puedo de repente,
rendirme sin remedio,
ante tus agitadoras curvas.

Estrellas en el horizonte,
el viento me despeina.
Resucita mi sed de tí.

El sol me quema,
sonrisas en el viento.
El día sonríe.