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And on the day when
He shall gather them all together:
O assembly of jinn!
you took away a great part of mankind.
And their friends from among the men shall say:
Our Lord! some of us profited by others
and we have reached our appointed term
which Thou didst appoint for us.
He shall say:
The fire is your abode,
to abide in it, except as Allah is pleased;
surely your Lord is Wise, Knowing.

Holy Quran
The Cattle
6:128

Do you build on every height a monument? Vain is it that you do:
And you make strong fortresses that perhaps you may
And when you lay hands (on men) you lay hands (like) tyrants;

Holy Quran
The Poets
26: 128-130


The desert Jinn of Cairo
flit and dance
upon the burning waters
of the Nile.

The midnight streets gasp
with the turgid fragrance
of tear gas and jasmine

The stink of the
ungrateful dead
riles the nostrils
of indifferent gods
laughing
at the litter of corpses
strewn along
torpid boulevards
in this city of lament

Unbounded crowds dash
amongst fleeting shadows
the agitated ghosts
of undead generations
refusing to stay buried
blink to life
in epileptic frenzy

The timeless city
civilizations
fertile floodplain
authored
western cultures
opening chapters
housed mythic libraries
erected mysterious
stone tributes
esteemed
monarchical opulence
now yields
frenetic outbursts
of Arab fury
writing
an epilogue
to a despots rule
the blessed end
to an imperial age

Rampant corruption
asphyxiating bureaucracy
malicious suppression
syphilitic exploitation
rabid oppression
enforced ignorance
human defilement
are the bitter
sediments
of degradation
layered in crushing piles
upon the lowly masses
on this delta of sorrows
breeding revolution
to unravel a tyrants
specious claim
to perpetual rule

The city
streets
flood with
militant
insistence.

Emboldening
a peoples will
to rise up
beating hearts
pounding
a sonic drum
resonating
through
this age
foretelling
a turn
in history's
creaking wheel.

Allah Allah
Allah Akbar!
bleats
from parsed lips
from underground
brotherhoods
the rising words
sharper then
Saladin's Sword

The Holy Quran
flows like boiling blood
in agitated hearts
dissidents pound
bloodied fists
against intractable walls
of monolithic power

Visions of liberation
a democratic paradise
an infinite harem
of compliant virgins
swim in the heads
of dissidents in motion
as baying throats
exhort comrades
shouting brave
seditious slogans
to engage
bullets
batons
water cannons
and unsure outcomes.

I heard a young woman say
"I have faith in my people
and faith in my country."
Never a more foolhardy sentiment been expressed,
nor braver words have I ever heard.

As the laughing Jinn of Cairo
flit and dance
atop the burning waters
of the Nile.

A city
self immolating
atop a pyre
of blood stained stones
dry constricting fables
passed down along
marching epochs
hieroglyphic puzzles
recorded on
crumbling papyrus
wrapped in
holy legends
of mystical pharaohs
receiving an exiled
Father Ibrahim
fresh from
the destruction
of *****
cedes to the
Lord of Fear
spawns a lie
and gives
Sister Sarai
over to the
unholy whims
of profane
magistrates

Abe's skin saved
soul preserved
the generations
multiply
more numerous
then the countable stars
in a known universe
not vast enough
to find room for
Hagar's cursed progeny
-call him Ishmael-
a wild ***
exiled to
Desert of Paran
siring many
lesser Semites
becoming
a strong archer
in the vast legions
in timeless
service to
an uninterrupted line
of deranged Pharaohs

This scorned land
grew the
grievous reeds
swaddling
Baby Mussa
who turned
the river of
his arrival
into a flood
of gushing blood
who split the waters
to consume
the raging armies
of marauding charioteers
bent on the annihilation
of their chosen
Semitic half brothers

The shame
agitates
the simmering
rage of ambivalence
gladly sacrificing
these historic
treasures
on angry
bonfires
tipping
the glories
of Alexandria
into the sea
once again

Up stairways
down dark alleys
the Jinn of Cairo
dance
haunting ruins
hurling stones
burning buildings
looting stores
smashing artifacts
cursing the bitter bread
of tyrants
chasing
the black echos
of deadly gunfire

Nasser's
dead soldiers
gather in corporeal legions
a proud nations
undead generation
mythic heroes
dashed in Six Days
rise from
shallow graves
of Sinai
shame is loosed
to stalk targets
heated enemies
setting aflame
the burning waters of
a very blue
unsettled Nile

The unholy platoons
Sadat's assassins
hurl grenades
like thunderbolts
from jealous Zeus
implores Mars
to join the fray
rousting the specter
of dead kings
and a terrorized
President
living in the black days
of his final nights

Tell Ole Pharaoh
to go back to the hell
from whence he came
as the laughing
Jinn of Cairo
dance on  the
burning waters
of the Nile.


Music Selection:
Randy Weston: Blue Moses
(WIP)
1/31/11
En la isla en que detiene su esquife el argonauta
del inmortal Ensueño, donde la eterna pauta
de las eternas liras se escucha -isla de oro
en que el tritón elige su caracol sonoro
y la sirena blanca va a ver el sol- un día
se oye el tropel vibrante de fuerza y de harmonía.

Son los Centauros. Cubren la llanura. Les siente
la montaña. De lejos, forman són de torrente
que cae; su galope al aire que reposa
despierta, y estremece la hoja del laurel-rosa.

Son los Centauros. Unos enormes, rudos; otros
alegres y saltantes como jóvenes potros;
unos con largas barbas como los padres-ríos;
otros imberbes, ágiles y de piafantes bríos,
y robustos músculos, brazos y lomos aptos
para portar las ninfas rosadas en los raptos.

Van en galope rítmico, Junto a un fresco boscaje,
frente al gran Océano, se paran. El paisaje
recibe de la urna matinal luz sagrada
que el vasto azul suaviza con límpida mirada.
Y oyen seres terrestres y habitantes marinos
la voz de los crinados cuadrúpedos divinos.
 
Calladas las bocinas a los tritones gratas,
calladas las sirenas de labios escarlatas,
los carrillos de Eolo desinflados, digamos
junto al laurel ilustre de florecidos ramos
la gloria inmarcesible de las Musas hermosas
y el triunfo del terrible misterio de las cosas.
He aquí que renacen los lauros milenarios;
vuelven a dar su lumbre los viejos lampadarios;
y anímase en mi cuerpo de Centauro inmortal
la sangre del celeste caballo paternal.
 
Arquero luminoso, desde el Zodíaco llegas;
aun presas en las crines tienes abejas griegas;
aun del dardo herakleo muestras la roja herida
por do salir no pudo la esencia de tu vida.
¡Padre y Maestro excelso! Eres la fuente sana
de la verdad que busca la triste raza humana:
aun Esculapio sigue la vena de tu ciencia;
siempre el veloz Aquiles sustenta su existencia
con el manjar salvaje que le ofreciste un día,
y Herakles, descuidando su maza, en la harmonía
de los astros, se eleva bajo el cielo nocturno...
 
La ciencia es flor del tiempo: mi padre fue Saturno.
 
Himnos a la sagrada Naturaleza; al vientre
de la tierra y al germen que entre las rocas y entre
las carnes de los árboles, y dentro humana forma,
es un mismo secreto y es una misma norma,
potente y sutilísimo, universal resumen
de la suprema fuerza, de la virtud del Numen.
 
¡Himnos! Las cosas tienen un ser vital; las cosas
tienen raros aspectos, miradas misteriosas;
toda forma es un gesto, una cifra, un enigma;
en cada átomo existe un incógnito estigma;
cada hoja de cada árbol canta un propio cantar
y hay un alma en cada una de las gotas del mar;
el vate, el sacerdote, suele oír el acento
desconocido; a veces enuncia el vago viento
un misterio; y revela una inicial la espuma
o la flor; y se escuchan palabras de la bruma;
y el hombre favorito del Numen, en la linfa
o la ráfaga encuentra mentor -demonio o ninfa.
 
El biforme ixionida comprende de la altura,
por la materna gracia, la lumbre que fulgura,
la nube que se anima de luz y que decora
el pavimento en donde rige su carro Aurora,
y la banda de Iris que tiene siete rayos
cual la lira en sus brazos siete cuerdas, los mayos
en la fragante tierra llenos de ramos bellos,
y el Polo coronado de cándidos cabellos.
El ixionida pasa veloz por la montaña
rompiendo con el pecho de la maleza huraña
los erizados brazos, las cárceles hostiles;
escuchan sus orejas los ecos más sutiles:
sus ojos atraviesan las intrincadas hojas
mientras sus manos toman para sus bocas rojas
las frescas bayas altas que el sátiro codicia;
junto a la oculta fuente su mirada acaricia
las curvas de las ninfas del séquito de Diana;
pues en su cuerpo corre también la esencia humana
unida a la corriente de la savia divina
y a la salvaje sangre que hay en la bestia equina.
Tal el hijo robusto de Ixión y de la Nube.
 
Sus cuatro patas bajan; su testa erguida sube.
 
Yo comprendo el secreto de la bestia. Malignos
seres hay y benignos. Entre ellos se hacen signos
de bien y mal, de odio o de amor, o de pena
o gozo: el cuervo es malo y la torcaz es buena.
 
Ni es la torcaz benigna, ni es el cuervo protervo:
son formas del Enigma la paloma y el cuervo.
 
El Enigma es el soplo que hace cantar la lira.
 
¡El Enigma es el rostro fatal de Deyanira!
MI espalda aun guarda el dulce perfume de la bella;
aun mis pupilas llaman su claridad de estrella.
¡Oh aroma de su ****! ¡O rosas y alabastros!
¡Oh envidia de las flores y celos de los astros!
 
Cuando del sacro abuelo la sangre luminosa
con la marina espuma formara nieve y rosa,
hecha de rosa y nieve nació la Anadiomena.
Al cielo alzó los brazos la lírica sirena,
los curvos hipocampos sobre las verdes ondas
levaron los hocicos; y caderas redondas,
tritónicas melenas y dorsos de delfines
junto a la Reina nueva se vieron. Los confines
del mar llenó el grandioso clamor; el universo
sintió que un nombre harmónico sonoro como un verso
llenaba el hondo hueco de la altura; ese nombre
hizo gemir la tierra de amor: fue para el hombre
más alto que el de Jove; y los númenes mismos
lo oyeron asombrados; los lóbregos abismos
tuvieron una gracia de luz. ¡VENUS impera!
Ella es entre las reinas celestes la primera,
pues es quien tiene el fuerte poder de la Hermosura.
¡Vaso de miel y mirra brotó de la amargura!
Ella es la más gallarda de las emperatrices;
princesa de los gérmenes, reina de las matrices,
señora de las savias y de las atracciones,
señora de los besos y de los corazones.
 
¡No olvidaré los ojos radiantes de Hipodamia!
 
Yo sé de la hembra humana la original infamia.
Venus anima artera sus máquinas fatales;
tras sus radiantes ojos ríen traidores males;
de su floral perfume se exhala sutil daño;
su cráneo obscuro alberga bestialidad y engaño.
Tiene las formas puras del ánfora, y la risa
del agua que la brisa riza y el sol irisa;
mas la ponzoña ingénita su máscara pregona:
mejores son el águila, la yegua y la leona.
De su húmeda impureza brota el calor que enerva
los mismos sacros dones de la imperial Minerva;
y entre sus duros pechos, lirios del Aqueronte,
hay un olor que llena la barca de Caronte.
 
Como una miel celeste hay en su lengua fina;
su piel de flor aun húmeda está de agua marina.
Yo he visto de Hipodamia la faz encantadora,
la cabellera espesa, la pierna vencedora;
ella de la hembra humana fuera ejemplar augusto;
ante su rostro olímpico no habría rostro adusto;
las Gracias junto a ella quedarían confusas,
y las ligeras Horas y las sublimes Musas
por ella detuvieran sus giros y su canto.
 
Ella la causa fuera de inenarrable espanto:
por ella el ixionida dobló su cuello fuerte.
La hembra humana es hermana del Dolor y la Muerte.
 
Por suma ley un día llegará el himeneo
que el soñador aguarda: Cenis será Ceneo;
claro será el origen del femenino arcano:
la Esfinge tal secreto dirá a su soberano.
 
Naturaleza tiende sus brazos y sus pechos
a los humanos seres; la clave de los hechos
conócela el vidente; Homero con su báculo,
en su gruta Deifobe, la lengua del Oráculo.
 
El monstruo expresa un ansia del corazón del Orbe,
en el Centauro el bruto la vida humana absorbe,
el sátiro es la selva sagrada y la lujuria,
une sexuales ímpetus a la harmoniosa furia.
Pan junta la soberbia de la montaña agreste
al ritmo de la inmensa mecánica celeste;
la boca melodiosa que atrae en Sirenusa
es de la fiera alada y es de la suave musa;
con la bicorne bestia Pasifae se ayunta,
Naturaleza sabia formas diversas junta,
y cuando tiende al hombre la gran Naturaleza,
el monstruo, siendo el símbolo, se viste de belleza.
 
Yo amo lo inanimado que amó el divino Hesiodo.
 
Grineo, sobre el mundo tiene un ánima todo.
 
He visto, entonces, raros ojos fijos en mí:
los vivos ojos rojos del alma del rubí;
los ojos luminosos del alma del topacio
y los de la esmeralda que del azul espacio
la maravilla imitan; los ojos de las gemas
de brillos peregrinos y mágicos emblemas.
Amo el granito duro que el arquitecto labra
y el mármol en que duermen la línea y la palabra...
 
A Deucalión y a Pirra, varones y mujeres
las piedras aun intactas dijeron: "¿Qué nos quieres?"
 
Yo he visto los lemures florar, en los nocturnos
instantes, cuando escuchan los bosques taciturnos
el loco grito de Atis que su dolor revela
o la maravillosa canción de Filomela.
El galope apresuro, si en el boscaje miro
manes que pasan, y oigo su fúnebre suspiro.
Pues de la Muerte el hondo, desconocido Imperio,
guarda el pavor sagrado de su fatal misterio.
 
La Muerte es de la Vida la inseparable hermana.
 
La Muerte es la victoria de la progenie humana.
 
¡La Muerte! Yo la he visto. No es demacrada y mustia
ni ase corva guadaña, ni tiene faz de angustia.
Es semejante a Diana, casta y virgen como ella;
en su rostro hay la gracia de la núbil doncella
y lleva una guirnalda de rosas siderales.
En su siniestra tiene verdes palmas triunfales,
y en su diestra una copa con agua del olvido.
A sus pies, como un perro, yace un amor dormido.
 
Los mismos dioses buscan la dulce paz que vierte.
 
La pena de los dioses es no alcanzar la Muerte.
 
Si el hombre -Prometeo- pudo robar la vida,
la clave de la muerte serále concedida.
 
La virgen de las vírgenes es inviolable y pura.
Nadie su casto cuerpo tendrá en la alcoba obscura,
ni beberá en sus labios el grito de la victoria,
ni arrancará a su frente las rosas de su gloria...
 
Mas he aquí que Apolo se acerca al meridiano.
Sus truenos prolongados repite el Oceano.
Bajo el dorado carro del reluciente Apolo
vuelve a inflar sus carrillos y sus odres Eolo.
A lo lejos, un templo de mármol se divisa
entre laureles-rosa que hace cantar la brisa.
Con sus vibrantes notas de Céfiro desgarra
la veste transparente la helénica cigarra,
y por el llano extenso van en tropel sonoro
los Centauros, y al paso, tiembla la Isla de Oro.
Estando yo en la mi choza   pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban   y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas,   no paran en la majada.
Vide venir siete lobos   por una oscura cañada.
Venían echando suertes   cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja,   patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos   como ***** de navaja.
Dio tres vueltas al redil   y no pudo sacar nada;
a la otra  vuelta que dio,   sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra,   nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos   para el domingo de Pascua.
-¡Aquí, mis siete cachorros,   aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los hierros,   a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega,   cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis,   cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba   las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron   por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito   la loba ya va cansada:
-Tomad, perros, la borrega,   sana y buena como estaba.
-No queremos la borrega,   de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja   pa' el pastor una zamarra;
el rabo para correas,   para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón,   para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas   para que bailen las damas.
Sobre la roja España blanca y roja,
blanca y fosforescente,
una historia de polvo se deshoja,
irrumpe un sol unánime, batiente.

Es un pleno de abriles,
una primaveral caballería,
que inunda de galopes los perfiles
de España: es el ejército del sol, de la alegría.

Desaparece la tristeza, el día
devorador, el marchitado tallo,
cuando, avasalladora llamarada,
galopa la alegría en un caballo
igual que una bandera desbocada.

A su paso se paran los relojes,
las abejas, los niños se alborotan,
los vientres son más fértiles, más profusas las trojes,
saltan las piedras, los lagartos trotan.

Se hacen las carreteras de diamantes,
el horizonte lo perturban mieses
y otras visiones relampagueantes,
y se sienten felices los cipreses.

Avanza la alegría derrumbando montañas
y las bocas avanzan como escudos.
Se levanta la risa, se caen las telarañas
ante el chorro potente de los dientes desnudos.

La alegría es un huerto del corazón con mares
que a los hombres invaden de rugidos,
que a las mujeres muerden de collares
y a la piel de relámpagos transidos.

Alegraos por fin los carcomidos,
los desplomados bajo la tristeza:
salid de los vivientes ataúdes,
sacad de entre las piernas la cabeza,
caed en la alegría como grandes taludes.

Alegres animales,
la cabra, el gamo, el potro, las yeguadas,
se desposan delante de los hombres contentos.
Y paren las mujeres lanzando carcajadas,
desplegando su carne firmamentos.

Todo son jubilosos juramentos.
Cigarras, viñas, gallos incendiados,
los árboles del Sur: naranjos y nopales,
higueras y palmeras y granados,
y encima el mediodía curtiendo cereales.

Se despedaza el agua en los zarzales:
las lágrimas no arrasan,
no duelen las espinas ni las flechas.
Y se grita ¡Salud! a todos los que pasan
con la boca anegada de cosechas.

Tiene el mundo otra cara. Se acerca lo remoto
en una muchedumbre de bocas y de brazos.
Se ve la muerte como un mueble roto,
como una blanca silla hecha pedazos.

Salí del llanto, me encontré en España,
en una plaza de hombres de fuego imperativo.
Supe que la tristeza corrompe, enturbia, daña...
Me alegré seriamente lo mismo que el olivo.
lxapa Sep 2015
El frío es insoportable
en el kilómetro 9.
Nadie se abraza,
nadie se da besos,
nadie se cree sol
entre la nube de infancia,
y la verde madurez
del viento que la sopla.

Algunos se paran
y dicen que así
no son las cosas,
pero otra vez
alguno lo interrumpe:
"Siéntate que te vas a helar".



Sigan creyendo
que las lágrimas se congelan.
Carolina Oct 2018
La necesidad de un cambio,
casi desgarrador,
que promete una revolución
a nivel interior.
La palabrería
ha nublado toda la razón,
sin lógica alguna
ahora seguís al corazón.
Te lleva a situaciones
donde te disparan a quemarropa.
Ya deberías haber aprendido
a cerrar un poco la boca.
Aunque hay luz
por encontrar
todavía no sabes bien
dónde buscar.
Pero estás creciendo,
ya casi lo logras.
Cuando encuentres a tu gente
no te paran más.
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios
¡en nombre de Cristo,
con la efigie de Cristo
prendida en el pecho!...
Y el hombre aquí de pie,
firme, erguido, sereno,
con el pulso normal,
con la lengua en silencio,
los ojos en sus cuencas
y en su lugar los huesos.
El sapo iscariote y ladrón
en la silla del juez,
repartiendo castigos y premios...
y yo tranquilo aquí
callad impasible, cuerdo... ¡cuerdo!
sin que me quiebre
el mecanismo del cerebro.
¿Cuándo se pierde el juicio?
Relojeros,
¿cuando enloquece el hombre?
¿Cuándo?
¿Cuándo es cuando se enuncian los conceptos
absurdos
y blasfemos,
y se hacen unos gestos sin sentido,
monstruosos y obscenos?
¿Cuándo es cuando se dice,
por ejemplo:
no es verdad
Dios no ha puesto
al hombre aquí en la Tierra
bajo la luz y la ley del Universo;
el hombre
es un insecto
que vive en las partes pestilentes y rojas
del mono y del camello?
¿Cuándo, si no es ahora
(yo pregunto loqueros),
cuándo es cuando se paran los ojos
y se quedan abiertos,
inmensamente abiertos,
sin que puedan cerrarlos ni la llama ni el viento?
¿Cuándo es cuando se cambian
las funciones del alma y los resortes del cuerpo,
y en vez de llanto
no hay más que risa y baba en nuestro gesto?
Si no es ahora,
ahora que la Justicia vale menos,
mucho menos, que el orín de los perros;
si no es ahora, ahora que la Justicia
tiene menos,
infinitamente menos
categoría que el estiércol;
si no es ahora, ¿cuándo,
cuándo se pierde el juicio?
Respondedme, loqueros,
¿cuándo se quiebra y salta roto en mil pedazos
el mecanismo del cerebro?
Ya no hay locos, amigos, ya no hay locos.
Se murió aquel manchego,
aquel estrafalario
fantasma del desierto,
y ..., ¡ni en España hay locos!
Todo el mundo está cuerdo,
terrible,
monstruosamente cuerdo.
¡Que bien marcha el reloj;
qué bien marcha el cerebro
este reloj, este cerebro -tic,tac... tic,tac, tic,tac...-
es un reloj perfecto..., perfecto... ¡perfecto!
Aquí,
en esta orilla blanca
del lecho donde duermes,
estoy al borde mismo
de tu sueño. Si diera
un paso más, caería
en sus ondas, rompiéndolo
como un cristal. Me sube
el calor de tu sueño
hasta el rostro. Tu hálito
te mide la andadura
del soñar: va despacio.
Un soplo alterno, leve,
me entrega ese tesoro
exactamente: el ritmo
de tu vivir soñando.
Miro. Veo la estofa
de que está hecho tu sueño.
La tienes sobre el cuerpo
como coraza ingrávida.
Te cerca de respeto.
A tu virgen te vuelves
toda entera, desnuda,
cuando te vas al sueño.
En la orilla se paran
las ansias y los besos:
esperan, ya sin prisa,
a que abriendo los ojos
renuncies a tu ser
invulnerable. Busco
tu sueño. Con mi alma
doblada sobre ti
las miradas recorren,
traslúcida, tu carne
y apartan dulcemente
las señas corporales
por ver si hallan detrás
las formas de tu sueño.
No lo encuentran. Y entonces
pienso en tu sueño. Quiero
descifrarlo. Las cifras
no sirven, no es secreto.
Es sueño y no misterio.
Y de pronto, en el alto
silencio de la noche,
un soñar mío empieza
al borde de tu cuerpo;
en él el tuyo siento.
Tú dormida, yo en vela,
hacíamos lo mismo.
No había que buscar:
tu sueño era mi sueño.
La noche es fría. El cielo más y más se ennegrece.
Llovizna. El viento airado la floresta estremece.

Del cazador furtivo la casa está cerrada.
El padre, sus dos hijos y un perro, a la hondonada
Han ido a cacería, y están allá en acecho.
Duerme el niño en la cuna junto al humilde lecho
Donde tranquilamente duerme también la abuela,
Y, nívea lana hilando, la hermosa niña vela.

Lamparilla de aceite, de fulgor vacilante,
Hace en el claro-oscuro resaltar su semblante
Sonrosado, que el brillo de los ojos alegra,
Y el oro del cabello que ata una cinta negra.

De hilar deja de pronto... ¿Qué sensación la agita?
¿Será  temor acaso? ¿Será acaso una cita?...

La puerta que da al campo se abre pausadamente,
Y, apuesto y rubio, un joven penetra de repente
Le tiende ella los brazos y le dice al oído:
«Podría la abuelita despertar... No hagas ruido».

En silencio se sientan, y parece el murmullo
Vago de sus palabras, como si fuera arrullo.

«¡Amor!», ella le dice, mientras le enjuga amante
Las gotas de la lluvia que cúbrenle el semblante.
-«¡Te amaré siempre!» Y ella responde conmovida:
-«Para amarte es mi alma, para amarte es mi vida».
 Luego exclama:
                                  «Qué triste que seas tú, bien mío,
 Hijo del guarda-bosque. ¿Por qué muro sombrío
Separa nuestras almas y nuestra dicha trunca?
¡Te amaré mientras viva, mas ser tu esposa, nunca!
Si esta pasión mi padre sospechara algún día,
Si mi amor descubriera, de dolor moriría».
El la interrumpe:
                        «¡Calla, calla, no digas eso!»
Y los azules ojos le cierra con un beso.

Las horas raudas vuelan en la tranquila estancia...

De pronto se oye el canto de un gallo a la distancia;
Otro gallo contesta, y el cielo se colora
Con los albores trémulos de la naciente aurora.

Parte el enamorado y al bosque se encamina.
El campo está cubierto por húmeda neblina;
Y al hogar, fatigados y ateridos de frío,
Los cazadores vuelven con el morral vacío.
Ven moverse las hojas del matorral. Se paran,
Y al matorral apuntan, y todos tres disparan...
«No perdimos la noche», dicen con alegría,
Y todos tres exclaman: «¡Qué buena cacería!»

Salta el perro; entre arbustos al matorral se lanza,
Y cuando llega, aúlla. Rápido el padre avanza
Seguido de sus hijos... y sobre el suelo mira
Al pobre hijo del guarda que entre su sangre expira.

— The End —