Ten piedad de mí,
amor...
si los días eternos
la separan de mis brazos,
y me desampara el confort
de oír su voz tenue.
Ten piedad de mí,
amor...
si soberbios mis besos
terminan bajo su ombligo,
y lo que suceda después
me emborracha de su piel.
Ten piedad de mí,
amor...
si no encuentro motivos
para dejar de pensarla,
y la busque en mi mente
desnuda como la verdad.