Dirigirse hacia alguien con su propio nombre es la prueba del respecto más grande que lo de usar todos esos títulos formales e innecesarios, como que enfocamos el otro ser como una persona de verdad y de carne, hueso y alma. Aclamamos su identidad, intimidad, que existe tan dolorosamente en realidad con todas las sensaciones como cualquier otra persona. A la vez la desnudamos y saludamos, con un coraje calmo
Sur l’une des significances des noms. Le reste de nous est la poudre d’étoile.