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Tengo una cajita de secretos

Llena de poemas, astillada,

Vieja, desgastada, pero llena de poemas



Caben muchas cosas dentro de ella

Pudiera llenarla de problemas

Mas la tengo repleta de poemas

Repleta de poemas



Quiero regalarte mi cajita

Y que la llenes de poemas

De frases cursis

De citas comunes de filosofía

De literatura sin esquemas

Ah! Y de poemas, si muchos poemas
Noche. Este viento vagabundo lleva
las alas entumidas
y heladas. El gran Andes
yergue al inmenso azul su blanca cima.
La nieve cae en copos,
sus rosas transparentes cristaliza;
en la ciudad, los delicados hombros
y gargantas se abrigan;
ruedan y van los coches,
suenan alegres pianos, el gas brilla;
y si no hay un fogón que le caliente,
el que es pobre tirita.
Yo estoy con mis radiantes ilusiones
y mis nostalgias íntimas,
junto a la chimenea
bien harta de tizones que crepitan.
Y me pongo a pensar: ¡Oh! ¡Si estuviese
ella, la de mis ansias infinitas,
la de mis sueños locos
y mis azules noches pensativas!
¿Cómo? Mirad:
                                  De la apacible estancia
en la extensión tranquila
vertería la lámpara reflejos
de luces opalinas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría;
el golpe de la lluvia en los cristales,
y el vendedor que grita
su monótona y triste melopea
a las glaciales brisas.
Dentro, la ronda de mis mil delirios,
las canciones de notas cristalinas,
unas manos que toquen mis cabellos,
un aliento que roce mis mejillas,
un perfume de amor, mil conmociones,
mil ardientes caricias;
ella y yo: los dos juntos, los dos solos;
la amada y el amado, ¡oh Poesía!
los besos de sus labios,
la música triunfante de mis rimas,
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
¡Oh! ¡Bien haya el brasero
lleno de pedrería!
Topacios y carbunclos ,
rubíes y amatistas
en la ancha copa etrusca
repleta de ceniza.
Los lechos abrigados,
las almohadas mullidas,
las pieles de Astrakán, los besos cálidos
que dan las bocas húmedas y tibias.
¡Oh, viejo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
Sí, estaría a mi lado,
dándome sus sonrisas,
ella, la que hace falta a mis estrofas,
esa que mi cerebro se imagina;
la que, si estoy en sueños,
se acerca y me visita;
ella que, hermosa, tiene
una carne ideal, grandes pupilas,
algo del mármol, blanca luz de estrella;
nerviosa, sensitiva,
muestra el cuello gentil y delicado
de las Hebes antiguas;
bellos gestos de diosa,
tersos brazos de ninfa,
lustrosa cabellera
en la nuca encrespada y recogida
y ojeras que denuncian
ansias profundas y pasiones vivas.
¡Ah, por verla encarnada,
por gozar sus caricias,
por sentir en mis labios
los besos de su amor, diera la vida!
Entre tanto hace frío.
Yo contemplo las llamas que se agitan,
cantando alegres con sus lenguas de oro,
móviles, caprichosas e intranquilas,
en la negra y cercana chimenea
do el tuero brillador estalla en chispas.
Luego pienso en el coro
de las alegres liras.
En la copa labrada, el vino *****,
la copa hirviente en cuyos bordes brillan
con iris temblorosos y cambiantes
como un collar de prismas;
el vino ***** que la sangre enciende,
y pone el corazón con alegría,
y hace escribir a los poetas locos
sonetos áureos y flamantes silvas.
El Invierno es beodo.
Cuando soplan sus brisas,
brotan las viejas cubas
la sangre de las viñas.
Sí, yo pintara su cabeza cana
con corona de pámpanos guarnida.
El Invierno es galeoto,
porque en las noches frías
Paolo besa a Francesca
en la boca encendida,
mientras su sangre como fuego corre
y el corazón ardiendo le palpita.
-¡Oh crudo Invierno, salve!
puesto que traes con las nieves frígidas
el amor embriagante
y el vino del placer en tu mochila.
Ardor adolescente,
miradas y caricias;
cómo estaría trémula en mis brazos
la dulce amada mía,
dándome con sus ojos luz sagrada,
con su aroma de flor, savia divina.
En la alcoba la lámpara
derramando sus luces opalinas;
oyéndose tan sólo
suspiros, ecos, risas;
el ruido de los besos;
la música  triunfante de mis rimas,
y en la negra y cercana chimenea
el tuero brillador que estalla en chispas.
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría.
Lino Althaner Dec 2011
Mi negrura no te engañe
dice la luna nueva
no te engañe mañana mi blancura
no soy yo la hechicera
que te causa delirios y demencias

mi negrura no te engañe
pues soy siempre una hoguera
que ahora mismo está siendo inflamada
por la luz de las luces
que repleta de gracia a mi cara escondida

es verdad que soy doble y soy mudable
pero es mi profesión de mensajera
la que me hace ser así
mañana trayendo una nueva del sol
hoy día contándole tus penas
Caronte, piloto del fúnebre río,
que marcas el rumbo del viaje supremo,
hundiendo en las aguas el remo
tardío…

La cauta corriente desliza su onda
y el remo se cubre de negras espumas...
Y en tanto la proa redonda
taladra las brumas…

El pávido grupo de reos se hacina
y ceden las tablas del lento pontón
y arando su estela sinuosa rechina
el timón…

Caronte se yergue impasible,
flotante y revuelta su barba senil.
La sombra destaca su rostro terrible,
su enérgico y tosco perfil.

La densa tiniebla condensa
sus torres de ébano mate.
La lívida horda indefensa
mantiene su fe en el rescate...

Cual hosca pared de ceniza
se erige la niebla compacta en redor,
y el brillo fosfórico del agua plomiza
bifurca en la estela su efímero ardor.

Un pálido efebo se inclina en la borda,
y mira fatídicamente
la túrbida y sorda
corriente…

Un vasto silencio prestigia
los labios convulsos. La barca repleta
proyecta en la Estigia
su lúgubre y móvil silueta...

De pronto, flamígeras vetas
incendian la opaca quietud del confín,
y entonces se alargan las caras inquietas:
la gris travesía ya toca a su fin...

Hinchando sus músculos rema
con súbitos bríos el torvo piloto.
Y se oye un crujido. Caronte blasfema:
el remo se ha roto.

Caronte contempla el remo inservible
y una áspera mueca le arruga el perfil.
La cólera inflama su rostro terrible
y agita su barba senil.

Unánimemente,
los reos se ponen de pie:
tocando la meta del viaje doliente
parece salvarlos la fe.

La turba, frenética, danza
en torpe tumulto triunfal:
parece cumplirse la loca esperanza:
la barca se aleja del puerto fatal.

Y entonces Caronte
dilata su tórax velludo y potente,
contrae su recia testuz de bisonte
y se hunde en la espesa corriente.

La fétida onda le sube hasta el cuello,
pero él con brutal energía
ritmando su ronco resuello
remolca la barca sombría...

En grietas de viva escarlata
le sangran los bíceps por anchos rasguños:
el bárbaro esfuerzo amorata
sus sólidos puños.

La férrea mandíbula cruje
y emerge del cieno la tensa rodilla:
y sigue el titánico empuje
que acerca la barca a la orilla…

Apáticos, mudos, ceñudos,
reintegran los réprobos su grupo sombrío.
El viento flagela los torsos desnudos
rizando su látigo elástico y frío.

La espalda robusta se enarca
y entonces concluye la ruda faena:
con tardos vaivenes la barca
encalla en la arena…

Y el fiero barquero,
irguiendo sus hombros de atlante,
afinca sus piernas de bronce y de acero
y extiende la diestra sangrante...

Y entonces -nublada la frente,
vidriada la inmóvil pupila-,
resignadamente, trabajosamente,
la trágica horda desfila...
Victor D López Dec 2018
Que tragedia es el hombre,
Pies plantados en el fango,
Con su mente en el cielo,
Anhelando a volar.

Que triste es una vida,
Repleta de recuerdos,
Y una luz se apaga,
Y se borran al final.

Que cruel es la esperanza,
Que como un espejismo,
Desvanece en el alba,
De nuestra realidad.

Que injusta es la vida,
Que honra a deshonrados,
Y otorga a almas puras,
Eterna oscuridad.

What a Tragedy is Man

What a tragedy is man,
With his feet planted in the mud,
His mind in the heavens,
Yearning to fly.

How sad is a life,
Full of memories,
A light goes out,
And all is erased in the end.

How cruel is hope,
That like a mirage,
Dissolves in the dawn,
Of our reality.

How cruel is life,
That honors the dishonorable,
And rewards the purest souls,
With eternal darkness.
(C) 2018 Victor D. Lopez
Sifones  que mantiene el gran charco de las emociones, están sobre el estante.

De lejos veo solo mi pared repleta de repisas.

Contemplo si uno de estos frascos quisiese yo hoy bajar

Hace mucho tiempo que en este cuarto de mi casa no me encontraba la sensación de ser un lucido espectro, pero quizás si lo era porque daba la coincidencia que sólo recordaba ver mis manos en las veces que me acercaba  a tocar un tarro.
No quiero verlos, oye. Llévate esos clisés,
Que copian, según dices, nuestra vida y su historia.
Mis recuerdos, más bellos, están en mi memoria.
Como evocarlos quieres tanto tiempo después,
Habrás de evaporarlos... Llévate esos clisés,
Donde todo se achica, se esfuma, y el pasado,
Si surge, es despojado
De su color y música, de su encanto y su aroma,
Mientras que impertinente detalle vida toma
Con visible importancia de relieve cruel.
Mi memoria es más fiel
Aunque a veces olvida. Tal vez ha confundido
Las líneas, o un contorno no está bien definido;
Pero siempre el recuerdo, que a veces trae llanto,
Le ha dado a mi memoria como imborrable encanto;
Conserva mis placeres, cuanto ha sido mi anhelo,
Y al menor llamamiento, con toda su dulzura,
Ante los ojos míos los tiende, con la altura
De su radiante cielo.
Y las horas felices que vivir ansío
Me las das, si lo quiero, pues todo lo ha guardado:
El acre olor del bosque, de aquel bosque sombrío
De pinos en la playa que nos dejó embriagado
El corazón; el viento que se llevó en la duna
Nuestros besos, al claro de la naciente luna;
La aldeíta, el estrecho recodo del camino
En donde disputamos al fulgor vespertino;
Nuestro largo regreso;
Y como yo con modos fingidos o reales
Te regañaba, el tiempo que empleaste ex profeso
Comprando bagatelas y tarjetas postales;
Después, perdón y llanto, la entrada a la capilla
Con aroma de incienso, nuestra casa sencilla;
En tardes de verano, bajo cielo violeta,
Nuestros largos paseos en veloz bicicleta;
Nuestros cantos y gritos, nuestras horas sombrías;
Y por el campo, aquellas alegres correrías...
Todo eso mi memoria, con imborrable acopio
De recuerdos, me vuelve, recuerdos de otros días...
¿No piensas que ella vale más que tu
estereoscopio?...

¿No piensas qué lo tuyo semeja cosa trunca,
Esos blancos y negros, conjunto deslustrado
De ataúdes en donde vivo quedó el pasado
Y de donde a la vida no ha de salir ya nunca?
Habrás de mostrar esos sarcófagos sombríos
En donde nuestros días se encuentran prisioneros,
Y dirán tus amigos con rostros placenteros:
«¡Qué grande vuestra playa, qué campos y
qué ríos,
Y qué árboles teníais! ¿solos en esta aldea
Vivisteis?». Para luego reír a costa mía
De mi torpe apostura. ¡Que eso tu encanto sea!

Tú diviértete, y hazlos que vivan nuestro viaje;
Mas todos esos sitios y muros y paisaje
Que tan feliz me hicieron y que guardo en la mente,
Cuadros en donde surges con aire indiferente,
Y siempre aire placentero,
Guárdalos sin mostrármelos, porque verlos no quiero.
De otras bellas imágenes mi mente está repleta,
Y me interesan más...
Tus clisés no me importan. El recuerdo es poeta,
Pero ¡por Dios! No lo hagas historiador jamás.
Mariana Seabra Mar 2022
A cigana que me leu a sina,
Mudou imediatamente de profissão.
Viu espelhado nos meus olhos negros
Uma íris cristalina
Repleta de horrores e de paixão.
Tocou-me na mão e quis-me ler
Mas todo o seu corpo estremeceu…
Pobre coitada,
Chorou como se fosse eu,
Nunca havia visto tamanha solidão,
E rezou enquanto implorava ao céu
Que para mim houvesse ainda salvação.



Olhei-a e logo vi
Que não havia por onde escapar.
Sorri para ela e repeti
Que me deixasse só sonhar.
Caiu de joelhos logo ali
Como se a morte estivesse para a vir buscar.
Disse-lhe que não há sepultura ou caixão aqui
Que sejam fundos o suficiente
Para com o meu espírito aguentar.



Limpou as lágrimas e fixou-me,
Com tanta pena e ternura a transbordar.
Disse-me isto a correr,
Antes que eu pudesse sequer hesitar:
Pobre criança ingénua,
A morte não dói a ninguém,
O que dói é ter de cá ficar.
Não há chuva nem há névoa
Que te proteja desse inferno
Que carregas no olhar.
Nunca pára de chover
E o frio corta a esperança que o vento traz.
É um mundo cruel para se viver
E então que seja assim,
Que a última viagem te traga paz.



Enterrou-se no meu corpo,
Como qualquer ser já muito cansado.
Sussurrou-me em agonia
Palavras cor de vinho derramado.
Entendeu que nenhum génio artístico
Se pode deixar ser domado.
E se não nos virmos mais nesta vida
Espero por ti eternamente
Do outro lado.



Será loucura ou consciência?
Não são assim tão distintas.
Confesso-lhe sem muita prudência:
A morte não me assusta,
A vida aterroriza-me.
Mas o que me consome e deixa aflita,
É que seja em qualquer idade,
Valorizo sempre mais a escrita
Do que a minha sanidade.

— The End —