Desde la curva orilla de la luna
me alcanza el sueño leve y descansado.
Duérmese el bosque, duérmese el venado,
la desdicha, el gemido y la fortuna.
Muere la tierna irrealidad de luna,
Llégame el mundo absurdo y trastocado,
corzo de bruma, ruiseñor dorado,
lucero azul en árbol de aceituna.
Y llegas tú, furtivo y silencioso
con tu ángel de miel, en el sinuoso
camino de ese sueño sin medida
en el tiempo que cuentan los relojes,
y se llenan mis silos y mis trojes
de una nueva riqueza de la vida.