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Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos ***** altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Este. pues, triste son intercadente
de la asombrosa turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al suelo persuadía;
antes si, lentamente,
si su obtusa consonancia espaciosa
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;
a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes.
El viento sosegado, el can dormido:
éste yace, aquél quedo,
los átomos no mueve
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco sacrílego ruido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aún la instable mecía
cerúlea cuna donde el sol dormía;
y los dormidos siempre mudos peces,
en los lechos 1amosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces.
Y entre ellos la engañosa encantadora
Almone, a los que antes
en peces transformó simples amantes,
transformada también vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos
cóncavos de peñascos mal formados,
de su esperanza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados,
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aún al cierto
montaraz pie del cazador experto,
depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto,
yacía el vulgo bruto,
a la naturaleza
el de su potestad vagando impuesto,
universal tributo.
Y el rey -que vigilancias afectaba-
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído,
del sosegado ambiente,
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en 1a quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
formó en la más opaca
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
(como el fin reina) por no darse entera
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un sólo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño,
despertador reloj del leve sueño,
porque si necesario fue admitido
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
¡Oh de la majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa quizá que ha hecho misteriosa,
circular denotando la corona
en círculo dorado,
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía:
todo. en fin, el silencio lo ocupaba.
Aun el ladrón dormía:
aun el amante no se desvelaba:
el conticinio casi ya pasando
iba y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
y no sólo oprimidos
del afán ponderosos
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también; que también cansa
objeto continuado a 1os sentidos
aún siendo deleitoso;
que la naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo.
Así pues, del profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tiene ordinario
trabajo, en fin, pero trabajo amado
-si hay amable trabajo-
si privados no, al menos suspendidos.
Y cediendo al retrato del contrario
de la vida que lentamente armado
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna;
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por esemptas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara
hasta la que pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado,
solamente dispensa,
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos,
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el de reloj humano
vital volante que, sino con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro rey y centro vivo
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo yo o ya dilatando
el musculoso, claro, arcaduz blando,
hace que en él resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente
y él venga su expulsión haciendo activo
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que repetido no hay robo pequeño.
Estos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados los sentidos
con no replicar sólo defendidos;
y la lengua, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía;
y aquella del calor más competente
científica oficina
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca v siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y, en ajustado natural cuadrante,
las cuantidades nota
que a cada cual tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor en el manjar que medianero
piadoso entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia,
pagando por entero
la que ya piedad sea o ya arrogancia,
al contrario voraz necio la expuso
merecido castigo, aunque se excuse
al que en pendencia ajena se introduce.
Esta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro enviaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa,
y aquesta por custodia más segura
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
gravó tenaz y guarda cuidadosa
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas y del modo
que en tersa superficie, que de faro
cristalino portento, asilo raro
fue en distancia longísima se veían,
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo,
las que distantes le surcaban naves.
Viéndose claramente,
en su azogada luna,
el número, el tamaño y la fortuna
que en la instable campaña transparente
arriesgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves,
así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores. las figuras,
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son estrellas
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí mañosa las representaba
y al alma las mostraba.
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto ser centella,
que con similitud en sí gozaba.
I juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la esfera,
ya el curso considera
regular con que giran desiguales
los cuerpos celestiales;
culpa si grave, merecida pena,
torcedor del sosiego riguroso
de estudio vanamente juicioso;
puesta a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente,
nunca de aura agitada
consintió ser violada,
aun falda suya ser no merecía,
pues las nubes que opaca son corona
de la más elevada corpulencia
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra,
apenas densa zona
de su altiva eminencia
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que mal ceñido
o el viento lo desata sacudido
o vecino el calor del sol, lo apura
a la región primera de su altura,
ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo,
el rápido no pudo, el veloz vuelo
del águila -que puntas hace al cielo
y el sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido-
llegar; bien que esforzando
mas que nunca el impulso, ya batiendo
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido
tejiendo de los átomos escalas
que su inmunidad rompan sus dos alas.
Las pirámides dos -ostentaciones
de Menfis vano y de la arquitectura
último esmero- si ya no pendones
fijos, no tremolantes, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos,
tumba y bandera fue a los Ptolomeos,
que al viento, que a las nubes publicaba,
si ya también el cielo no decía
de su grande su siempre vencedora
ciudad -ya Cairo ahora-
las que, porque a su copia enmudecía
la fama no contaba
gitanas glorias, menéficas proezas,
aun en el viento, aun en el cielo impresas.
Estas que en nivelada simetría
su estatura crecía
con tal disminución, con arte tanto,
que cuánto más al cielo caminaba
a la vista que lince la miraba,
entre los vientos se desaparecía
sin permitir mirar la sutil *****
que al primer orbe finge que se junta
hasta que fatigada del espanto,
no descendida sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa.
Tarde o mal recobrada
del desvanecimiento,
que pena fue no escasa
del visual alado atrevimiento,
cuyos cuerpos opacos
no al sol opuestos, antes avenidos
con sus luces, si no confederados
con él, como en efecto confiantes,
tan del todo bañados
de un resplandor eran, que lucidos,
nunca de calurosos caminantes
al fatigado aliento, a los pies flacos
ofrecieron alfombra,
aun de pequeña, aun de señal de sombra.
Estas que glorias ya sean de gitanas
o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego
error, según el griego,
ciego también dulcísimo poeta,
si ya por las que escribe
aquileyas proezas
o marciales, de Ulises, sutilezas,
la unión no le recibe
de los historiadores o le acepta
cuando entre su catálogo le cuente,
que gloría más que número le aumente,
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Jonante
el rayo fulminante
quitar o la pescada
a Alcídes clava herrada,
que un hemistiquio solo
-de los que le: dictó propicio Apolo-
según de Homero digo, la sentencia.
Las pirámides fueron materiales
tipos solos, señales exteriores
de las que dimensiones interiores
especies son del alma intencionales
que como sube en piramidal *****
al cielo la ambiciosa llama ardiente,
así la humana mente
su figura trasunta
y a la causa primera siempre aspira,
céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia
que contiene infinita toda esencia.
Estos pues, montes dos artificiales,
bien maravillas, bien milagros sean,
y aun aquella blasfema altiva torre,
de quien hoy dolorosas son señales
no en piedras, sino en lenguas desiguales
porque voraz el tiempo no ]as borre,
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza; .
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada,
donde, sin saber como colocada
el alma se miró, tan atrasados
se hallaran que cualquiera
graduara su cima por esfera,
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en lo más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada que creía
que a otra nueva región de sí salía.
En cuya casi elevación inmensa,
gozosa, mas suspensa,
suspensa, pero ufana
y atónita, aunque ufana la suprema
de lo sublunar reina soberana,
la vista perspicaz libre de antojos
de sus intelectuales y bellos ojos,
sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele,
libre tendió por todo lo criado,
cuyo inmenso agregado
cúmulo incomprehensible
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que entorpecida
con la sobra de objetos y excedida
de la grandeza de ellos su potencia,
retrocedió cobarde,
tanto no del osado presupuesto
revocó la intención arrepentida,
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
contra el sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso,
de fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado antes atrevido
y ya llorado ensayo,
necia experiencia que costosa tanto
fue que Icaro ya su propio llanto
lo anegó enternecido
como el entendimiento aquí vencido,
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies conglobado
esférico compuesto,
que de las cualidades
de cada cual cedió tan asombrado
que, entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo; nada veía,
ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la esfera,
el contrapuesto polo,
las partes ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes
a su ornato no más pertenecientes;
mas ni aun las que ignorantes;
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad de los objetos
visibles los colores
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sombra de luz queda más ciego:
que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre;
y a la tiniebla misma que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo va piadosa medianera
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firme ejerciten.
Recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar inducir pudo
a uno y otro galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades,
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada,
empírica
Nis Jun 2018
Ojalá mi cara fuese jazz.
Ojalá mi cara fuese atardecer de cien días
y se perdiese como música en la marea.
Ojalá mis notas fuesen fuego
que corriese raudo por tus venas.
Ojalá se perfumasen en el aire
y  diesen sentido al amanecer del alba.
Ojalá fluyesen como el agua
suavemente rizando la rojez del cielo.
Ojalá fuesen contundentes como la roca
y cayesen a plomo junto a mi corazón muerto.

Ojalá mi cara fuese jazz.
Siempre cambiante, nunca la misma
subebajando en el horizonte.
Tierna y vibrante, siempre difusa
alzándose hacia el cielo con alas desplegadas.
Dulce y salada, externa e interna,
por ósmosis entrando por cada poro.
Pesada y rígida, sólida y pura
cercenando la realidad con su ser preciso.

Ojalá mi cara fuese jazz
siendo lo que no es,
no siendo lo que es.
En cada instante de su espacio manifestándose
en cada punto de su tiempo existiendo.
Única e indivisible, aunque difícilmente alcanzable.
Verdadera mentira que perdura tras los siglos.
Satírica cual elefante boca arriba
dando a luz a lo que siempre ha sido nuestro.

Ojalá mi cara fuese jazz.
Saliendo hacia la luz verdadera
y tornando hacia la oscuridad traicionera.
Volando hacia arriba y en picado,
oteándose a si misma , eterna y cierta.
Creando un nuevo mundo igual a este,
igual de distinto que este a si mismo.
Imitando la certeza de lo incierto.
Pretendiendo con falsedades llegar al verso.

Ojalá mi cara fuese jazz
y fuese objeto de su ser
y fuese sujeto de su haber
y se realizase siempre que le dieses tiempo
y se realizase siempre en lo que siempre fue
y avanzase inmóvil hacia la verdad
y esperase impasible a la mentira.
Ojalá de cada error saliese un mérito,
una esperanza, una virtud siempre precisa.

Ojalá mi cara fuese jazz
tornando el arte arcana en ente nuevo,
aunque sea falso.
En estúpidas epifanías tornando el acto
cual poeta escribiendo estos versos.
Ojalá repetir versos pasados en lenguas nuevas
y llamarse artista.
Mero comentarista y observador
de lo que precedió en tiempo y espacio.

Ojalá mi cara fuese jazz
existiendo con sólo pensarlo
negando el pensamiento mismo,
lógica implacable mintiendo mi rostro,
contradicciones inapelables mintiendo mi ser.
Con precisión matemática ser mentira,
con la etereidad del arte ser verdad.
Ojalá como estafador maestro ante tu mirar
se hiciese música que disfrutar.

Ojalá mi cara fuese jazz,.
Ojalá mi cara no fuese jazz.
Ojalá no tener cara, ni nada.
Ojalá el solo pensarlo me dejase ciega,
sorda para la música de mi rostro.
Ojalá pasar por debajo de una escalera tirada
para no recibir buena suerte.
Ojalá austera o inexistente,
cual dios mirando tu filosofía vana.

Ojalá mi cara fuese jazz
y unificase tantas corrientes
como puede abarcar con sus brazos.
Ojalá pudiese tornar cierta la realidad
por el mero hecho de pensarla, pero no puedo,
pero mi rostro se muestra impasible
ante desdicha tal y sigue avanzando;
regla dorada entre uñas de marfil,
largos palillos para comer la realidad desvirtuada.

Ojalá mi cara fuese jazz
y revolucionase el mundo con su pensar
y desmontase heregías como ciertas.
Ojalá años más tarde siguiese su lucha
contra el infiel divino hasta su muerte,
y como la de un mono con barba
se tornase contra el padre de la ciencia moderna,
y le enseñase a pensar en sueños,
a soñar en vida, a soñar en muerte.

Ojalá mi cara fuese jazz
y se repitiese eternamente para mi suerte,
nunca cambiando, siempre presente.
Ojalá asesinase al padre de todo
y se adueñase de su lugar.
Ojalá existir antes de ser.
Ojalá rodar por la vida sin mirar a los lados,
destruyendo lo que tantas veces nos ha aplastado
y creando la belleza del arte, que es eterna.

//

I wish my face were jazz.
I wish my night were sunset of one hundred days
and it lost itself like music in the tides.
I wish my notes were fire
which ran swift in your veins.
I wish they would perfume itself in the air
and gave meaning to the morning's sunrise.
I wish they flowed like water
softly curling the sky's redness.
I wish they were sturdy like rock
and they plummeted next to my dead heart.

I wish my face were jazz.
Always changing, never the same.
updowning in the horizon.
Tender and vibrating, always diffuse
rising towards the sky with open wings.
Sweet and salty, extern and intern,
by osmosis entering through each pore.
Heavy and rigid, solid and pure
cutting through reality with its precise being.

I wish my face were jazz
being what it is not,
not being what it is.
In every instant of its space manifesting itself
in every point of its time existing.
One and indivisible, although hardly reachable.
True lie which endures beyond centuries.
Satiric like elefant on its head
giving birth to what always has been ours.

I wish my face were jazz.
Going out to the true light
and turning to the treacherous darkness.
Flying upwards and in a dive,
scanning itself, eternal and true.
Creating a new world equal to this,
equally as distinct as this to itself.
Imitating the certainty of the uncertain.
Trying with falseness to reach the verse.

I wish my face were jazz.
and it were object of its being
and it were subject of its having
and it came true always you gave it time
and it came true always in what it always was
and it moved fordward unmoving towards the truth
and it waited impasible the lie.
I wish of every error a merit would come out,
a hope, a virtue ever precise.

I wish my face were jazz
turning arcane art into a new being,
even if false.
Into stupid epiphanies turning the act
as a poet writing this verses.
I wish to repit old verses in new tongues
and to call myself an artist.
Mere commentator and observer
of what preceded it in time and space.

I wish my face were jazz.
Existing with only thinking of it,
negating thought itself,
implacable logic lying my visage,
unnappealable contradictions lying my being.
With mathematical precision being a lie,
with the ethereality of art being the truth.
I wish that like master con artist before your looking
it turned itself into music to enjoy.

I wish my face were jazz.
I wish my face weren't jazz.
I wish I didn't have a face, nor anything.
I wish only thinking of it made me blind,
deaf to the music of my visage.
I wish passing under a fallen ladder
to not receive good luck.
I wish austere or non-existant,
like god looking at your vane philosophy.

I wish my face were jazz,
and it unified so many streams
like it can embrace with its arms.
I wish I could turn reality true
with the mere act of thinking it, but I can't,
but my visage shows itself impassible
before such misfortune and continues onwards;
golden rule among ivory nails,
long chopsticks to eat the desvirtuated reality.

I wish my face were jazz
and it revolucionised the world with its thinking
and it disassembled heressies as true.
I wish years later its fight would continue
against the divine infidel until his death,
and like a bearded monkey's
it would turn itself against the father of modern science,
and it taught him to think in dreams,
to dream in life, to dream in death.

I wish my face were jazz
and it repited itself enternally to my fortune,
never changing, always present.
I wish it assassinated the father of everything
and took its place.
I wish existing before being.
I wish rolling through life without looking sideways,
destroying that which always has crushed us
and creating the beauty of art, which is timeless.
Ufff this was a long one, took some time to translate it and I think is as accurate as a translation of a poem can be, but any advise regarding it would be appreciated. I know it sounds pretty random, and it is, as it was made mostly through automatic writting; but there is a common point joining the whole poem and giving it order. If you really like it, give it a few reads and see if you can find it ;)).
Te escribo desde un puerto.
        La mar salvaje llora.
Salvaje, y triste, y solo, te escribo abandonado.
Las olas funerales redoblan el vacío.
Los megáfonos llaman a través de la niebla.
La pálida corola de la lluvia me envuelve.
        Te escribo desolado.
        El alma a toda orquesta,
        la pena a todo trapo,
te escribo desde un puerto con un gemido largo.
¡Ay focos encendidos en los muelles sin gente!
¡Ay viento con harapos de música arrastrada,
campanas sumergidas y gargantas de musgo!
        Te escribo derrotado.
        Soy un hombre perdido.
        Soy mortal. Soy cualquiera.
Recuerdo la ceniza de su rostro de nardo,
el peso de tu cuerpo, tus pasos fatigosos,
tu luto acumulado, tu montaña de acedia,
tu carne macilenta colgando en la butaca,
        tus años carcelarios.
        Caliente y sudorosa,
        obscena, y triste, y blanda,
la butaca conserva, femenina, aquel asco.
La pesadumbre bruta, la pena ******, dulce,
las manchas amarillas con su propio olor acre,
esa huella indecente de un hombre que se entrega,
        lo impúdico: tu llanto.
        Viviendo, viendo, oyendo,
        sucediéndote a ciegas,
lamiendo tus heridas, reptabas por un fango
de dulces linfas gordas, de larvas pululantes,
letargos vegetales y muertes que fecundan.
Seguías, te seguías sin vergüenza, viviendo,
        ¡oh blando y desalmado!
        Tú, cínico, remoto,
        dulce, irónico, triste;
tú, solo en tu elemento, distante y desvelado.
No era piedad la anchura difusa en que flotabas
con tu sonrisa ambigua. Fluías torpemente,
pasivo, indiferente, cansado como el mundo,
        sin un yo, desarmado.
        Estaciones, transcursos,
        circunstancias confusas,
oceánicos hastíos, relojes careados,
eléctricos espartos, posos inconfesables,
naufragios musicales, materias espumosas
y noches que tiritan de estrellas imparciales,
        te hicieron más que humano.
        Allí todo se funde.
        Los objetos no objetan.
Liso brilla lo inmenso bajo un azul parado
y en las plumas sedantes la luz del mundo escapa,
sonríe, tú sonríes, remoto, indiferente,
*******, grotesco, triste, cruel, fatal, adorado
        como un ídolo arcaico.
        Sin intención, sin nombre,
        sin voluntad ni orgullo,
promiscuo, sucio, amable, canalla, nivelado,
capaz de darte a todo, común, diseminabas
podrido las semillas amargas que revientan
en la explosión brillante de un día sin memoria.
        No eras ni alto ni bajo.
        La doble ala del fénix:
        furor, melancolía,
el temblor luminoso de la espira absorbente;
la lluvia consentida que duerme en los pianos;
las canciones gangosas lentamente amasadas;
los ojos de paloma sexuales y difuntos;
        cargas opacas; pactos.
        Caricias o perezas,
        extensiones absortas
en donde a veces somos tan tercamente abstractos
y otras veces los pelos fosforecen sexuales,
y fría, dulce, ansiosa, la lisa piel de siempre,
serpiente, silba, sorbe y envuelve en sus anillos
        un triste cuerpo amado.
        No hay clavo último
ardiendo,
        no hay centro diamantino,
no hay dignidad posible cuando uno ha visto tanto
y está triste, está triste, sencillamente triste,
se entrega atribulado y en lo efímero sabe
ser otro con los otros, de los otros, en otros:
        seguir, seguir flotando.
        ¡Oh inmemorial,
oh amigo
        amorfo, indiferente!
Deslizándote denso de plasmas milenarios,
tardío, legamoso de vidas maceradas,
cubierto de amapolas nocturnas, indolente,
por tu anchura sin ojos ni límites, acuosa,
        te creía acabado.
        Mas hoy vuelves, proclamas,
        constructor, la alegría;
te desprendes del caos; determinas tus actos
con voluntad terrena y aliento floral, joven.
Ni más ni menos que hombre, levantas tu estatua,
recorres paso a paso tu más acá, lo afirmas,
        llenas tu propio espacio.
        Los jóvenes obreros,
        los hombres materiales,
la gloria colectiva del mundo del trabajo
resuenan en tu pecho cavado por los siglos.
Los primeros motores, las fuerzas matinales,
la explotación consciente de una nueva esperanza
        ordenan hoy tu canto.
        Contra tu propia pena,
        venciéndote a ti mismo,
apagando, olvidando, tú sabes cuánto y cuánto,
cuánta nostalgia lenta con cola de gran lujo,
cuánta triste sustancia cotidiana amasada
con sudor y costumbres de pelos, lluvias, muertes,
        escuchas un mandato.
        Y animas la confianza
        que en ti quizá no existe;
te callas tus cansancios de liquen resbalado;
te impones la alegría como un deber heroico.
¡Por las madres que esperan, por los hombres que aún ríen,
debemos de ponernos más allá del que somos,
        sirviéndolos, matarnos!
        Con rayos o herramientas,
        con iras prometeicas,
con astucia e insistencia, con crueldad y trabajo,
con la vida en un puño que golpea la hueca
cultura de una Europa que acaricia sus muertos,
con todo corazón que, valiente, aún insiste,
        del polvo nos alzamos.
        Cantemos la promesa,
        quizá tan solo un niño,
unos ojos que miran hacia el mundo asombrados,
mas no interrogan; claros, sin reservas, admiran.
¡Por ellos combatimos y a veces somos duros!
¡Bastaría que un niño cualquiera así aprobara
        para justificarnos!
        Te escribo desde un puerto,
        desde una costa rota,
desde un país sin dientes, ni párpados, ni llanto.
Te escribo con sus muertos, te escribo por los vivos,
por todos los que aguantan y aún luchan duramente.
Poca alegría queda ya en esta España nuestra.
        Mas, ya ves, esperamos.
Una vívida y terrorífica alucinación
me repito, tiritando de miedo
desde el centro de la sala
atravesado por el gélido
arpón de la gravedad.

Vamos flotando, por encima de
los campos de verdes acres
contemplado la geometría perfecta
de la pitagórica ciudad vegetal

Sobre una inmaculada orbe de papel
nos precipitamos hacia el vacío,
las formas y contornos del mundo
quedan grabadas en la difusa
calma oceánica de nuestras retinas

Y una multitud,
de acerbos rostros flemáticos
nos da la bienvenida.

Cual diminutas ánimas secretas,
se agrupan en curiosos adarmes,
la sombra que cruza el Atlántico
ofusca sus vidas entre cenizas

Ahogados bajo las llamas
elevan ampollas de fuego
en cada nota y en cada suspiro,
oímos sirenas cantar
Arbolé, arbolé
seco y verdé.   La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
  Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
  «Vente a Córdoba, muchacha».
La niña no los escucha.
  Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
  «Vente a Sevilla, muchacha».
La niña no los escucha.
  Cuando la tarde se puso
morada, con luz difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
  «Vente a Granada, muchacha».
Y la niña no lo escucha.
  La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.   Arbolé arbolé
seco y verdé.
Serenidad, tú para el muerto,
que yo estoy vivo y pido lucha.
Otros habrá que te deseen:
ésos no saben lo que buscan.
Si se durmieran nuestras almas,
si las tuviéramos maduras
para mirar inconmovibles,
para aceptar sin amargura,
para no ver la vida en torno
apasionadamente nunca,
duros y fríos, como piedra
que sopla el viento y no la muda...

Almas claras. Ojos despiertos.
Oídos llenos de la música
del dolor. Los dedos felices,
aunque los hieran las agudas
espinas. Todo el sabor agrio
de la vida, en la lengua.

                              «Nunca
podrás mojar tu pie en el río
en que ayer lo mojaste. Busca
la eternidad, vive en la alta
contemplación de su figura».

Palabrería de los libros
de la que deja el alma turbia.
Serenidad que se nos vende
por librarnos de la tortura,
por llenarnos de sueño el alma
y rodeárnosla de bruma.
Serenidad, tú para el muerto.
El hombre es hombre, y no le asusta
saber que el viento que hoy le canta
no volverá a cantarle nunca.
Serenidad, no te me entregues
ni te des nunca,
aunque te pida de rodillas
que me libertes de mi angustia.
Será que vivo sin saberlo
o que deserto de la lucha.
Tú no me escuches, no me eleves
hasta tu cumbre de luz única.

Palabrería de los libros
de la que deja el alma turbia.
Yo también me hago un poco libro,
me duermo el alma...
Antología poética

                          Luz difusa.
La madrugada se desgaja
agria y azul, como una fruta.
Cantan los pinos a lo lejos.
Un niño llora. Las desnudas
mujeres y hombres silenciosos
salen despacio de las últimas
sombras. Los pájaros me esperan.
Se alzan las olas. (Me preguntan
por qué). Campanas... (Ayer niebla,
hoy claro sol y luego lluvia...)
¿Por qué? Las hojas se estremecen...

Voy inundándome de música
¿Qué flauta sin flautista canta al día,
desde la cima de su luz difusa?
Aquí, brumosa orquídea de medusa.
Allá albor inicial y melodía.

Junto a mi corazón la dura vía
por donde vas y vuelves. La confusa
ruta y maraña. La doliente, ilusa
presencia de tu ensueño y mediodía

La esmeralda flameante en la mañana,
la rosa casta de reciente grana,
el girasol de flava arquitectura,

la tarde apaga. Pero tú regresas
y en la mano de fiebre que me besas
está, brasa secreta, la ternura.
En mi vega oriental, verde collado,
fiesta siempre de grama a colorines,
suenan flautas y violas y violines,
desde el trino inicial, bien acordado.

Y desta hora matinal, a la de
adormecida fiesta de la tarde,
es la esmeralda, y el rubí que arde
un delirio de púrpura y de jade.

Después la perla de la luz difusa,
el ilustre zafiro de este cielo,
la Cruz del Sur corola de profusa

y rica flor a fuego en el desvelo
y el recuerdo sin bálsamos ni cura,
tormentación de ansiosa criatura.
Su vuelo el Caballero para en la bullidora
espuma, ya vencidos el monstruo y la Medusa;
manando baba y sangre, entre mezcla difusa,
lleva asida a la virgen, rubia como la aurora.

Sobre el corcel divino, que entre la mar sonora
piafa, salta y relincha, y proseguir rehúsa,
a la Amada coloca, que en sus brazos, confusa,
a su vez le sonríe, y se lamenta y llora.

La abraza. El agua inquieta, bajo la luz radiante,
los envuelve. Ella, en tanto, en la grupa guarece
sus bellos pies, que huyendo besa una ola errante.

Más Pegaso, al azote de una onda, irritado,
se alza al oír el grito del Héroe, y estremece,
de un salto, con sus alas, el cielo deslumbrado.
Evan Stephens Jun 2019
Tree, tree,
dry and green.

The girl with the beautiful face
is picking olives.
The wind, rake of towers,
holds her by the waist.

Four riders passed
on Anadalusian ponies,
with blue and green suits,
and long dark coats.

"Come to Cordoba, girl."
The little girl doesn't listen.

Three bullfighters passed,
thin-waisted,
with orange suits
and swords of ancient silver.

"Come to Seville, girl."
The little girl doesn't listen.

When the afternoon wore
dark purple, and was fading,
a young man passed, who was wearing
roses and moonlight myrtles.

"Come to Grenada, girl."
And the little girl doesn't listen.

The girl with the beautiful face
keeps picking olives,
with the gray arm of the wind
tight around her waist.

Tree, tree,
dry and green.

**

Arbolé, arbolé,
seco y verdí.

La niña del bello rostro
está cogiendo aceituna.
El viento, galán de torres,
la prende por la cintura.
Pasaron cuatro jinetes
sobre jacas andaluzas,
con trajes de azul y verde,
con largas capas oscuras.
"Vente a Córdoba, muchacha."
La niña no los escucha.
Pasaron tres torerillos
delgaditos de cintura,
con trajes color naranja
y espadas de plata antigua.
"Vente a Sevilla, muchacha."
La niña no los escucha.
Cuando la tarde se puso
morada, con lux difusa,
pasó un joven que llevaba
rosas y mirtos de luna.
"Vente a Granada, muchacha."
Y la niña no lo escucha.
La niña del bello rostro
sigue cogiendo aceituna,
con el brazo gris del viento
ceñido por la cintura.
Arbolé, arbolé.
Seco y verdé.

-by Federico Garcia Lorca
translated by Evan Stephens
Valeria Chauvel Feb 2020
Calla la muerte
y no el hombre que se ha ido
desdibujado sobre arena;
mas no duerme su silbido,
baila la luna con la marea.

Se escuchará en altamar todavía
en la voz oculta del viento
cuando ante el fino hilo del tiempo
se destejan tu rostro y aliento.

Recitan los antiguos guerreros
sin sangre que una daga derrame
la valentía del esclavo en el reflejo
al verte frente al espejo.

No se fueron aquellos ojos
que despiertan en tus sueños
cuando miras en el cielo
blanca luz o profundo *****.

Es tu corazón derramado
ante el recuerdo de tu perro sentado
esperando en el pórtico a tu regreso
cuando quizá ya no haya pórtico ni perro.

No calla la fría muerte
a la lengua difusa del tiempo
cuando intangible recuerdo
se pose al otro lado del velo.

— The End —