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Prolóngase tu doncellez
como una vacua intriga de ajedrez.
Torneada como una reina
de cedro, ningún jaque te despeina.
Mis peones tantálicos
al rondarte a deshora,
fracasan en sus ímpetus vandálicos.
La lámpara sonroja tu balcón;
despilfarras el tiempo y la emoción.
Yo despilfarro, en una absurda espera,
fantasía y hoguera.
En la velada incompatible,
frústrase el yacimiento espiritual
y de nuestras arterias el caudal.
Los pródigos al uso
que vengan a nosotros a aprender
cómo se dilapida todo el ser.
Tu destino y el mío, contrapuestos,
vuelcan el apogeo de la vida
febril e insomne que se va, en la ida
de un cofre que rebosa
y se malgasta en una fecha ociosa.
Las monedas excomulgadas
de nuestro adulto corazón
caen al vacío, con
lúgubre opacidad, cual si cayera
una irreparable sordera.
Y frente al ínclito derroche
de los tesoros que atesora
el yacimiento de las almas, algo
muy hondo en mí, se escandaliza y llora.
Vosotras, piedras
violentamente deformadas,
rotas
por el golpe preciso del cincel,
exhibiréis aún durante siglos
el último perfil que os dejaron:
senos inconmovibles a un suspiro,
firmes
piernas que desconocen la fatiga,
músculos
tensos
en su esfuerzo inútil,
cabelleras que el viento
no despeina,
ojos abiertos que la luz rechazan.
Pero
vuestra arrogancia
inmóvil, vuestra fría
belleza,
la desdeñosa fe del inmutable
gesto, acabarán
un día.
El tiempo es más tenaz.
La tierra espera
por vosotras también.
En ella caeréis por vuestro peso,
seréis,
si no cenizas,
ruinas,
polvo, y vuestra
soñada eternidad será la nada.
Hacia la piedra regresaréis piedra,
indiferente mineral, hundido
escombro,
después de haber vivido el duro, ilustre,
solemne, victorioso, ecuestre sueño
de una gloria erigida a la memoria
de algo también disperso en el olvido.
Yorlan Jan 20
Como duele que seas ajena.
Ajena de mis brazos
y mi cariño.

Saber que entregas tu boca,
como si fuera  el manantial
del cual todos pueden beber
su agua cristalina.

Me amargan
estos celos que no deberían
ser míos.

Sé que no somos nada,
porque eres
ajena a mí.

Ajena de esos besos
que podrían cubrir
tu cuerpo.

Ajena porque no sabes
la vida que podría
prometerte,
los desvelos libidinosos
para que nuestro placer conmute.

Pero prefieres vivir
libre como el aire
que te despeina,
probar todos los sabores
que la vida te sirva.

Por eso
malgido el haberte conocido
aquel diciembre inolvidable.

Porque ahora
mi mente solo sabe
de tí. De tus olores,
de tus labios de algodón
y tu piel café.

De tus gustos,
de esa risa que me atonta,
sabiendo que tú
eres ajena.
Yorlan 6d
Estrellas en el horizonte,
el viento me despeina.
Resucita mi sed de tí.

— The End —