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La hora se vacía.
Me cansa el libro y lo cierro.
Miro, sin mirar, por la ventana.
Me espían mis pensamientos.
                                                        Pienso que no pienso.
Alguien, al otro lado, abre una puerta.
Tal vez, tras esa puerta,
no hay otro lado.
                                  Pasos en el pasillo.
Pasos de nadie: es sólo el aire
buscando su camino.
                                        Nunca sabemos
si entramos o salimos.
                                          Yo, sin moverme,
también busco -no mi camino:
el rastro de los pasos
que por años diezmados me han traído
a este instante sin nombre, sin cara.
Sin cara, sin nombre.
                                      Hora deshabitada.
La mesa, el libro, la ventana:
cada cosa es irrefutable.
                                              Sí,
la realidad es real.
                                  Y flota
-enorme, sólida, palpable-
sobre este instante hueco.
                                              La realidad
está al borde del hoyo siempre.
Pienso que no pienso.
                                        Me confundo
con el aire que anda en el pasillo.
El aire sin cara, sin nombre.

Sin nombre, sin cara,
sin decir: he llegado,
                                      llega.
Interminablemente está llegando,
inminencia  que se desvanece
en un aquí mismo
     
                          más allá siempre.
Un siempre nunca.
                                  Presencia sin sombra,
disipación de las presencias,
Señora de las reticencias
que dice todo cuando dice nada,
Señora sin nombre, sin cara.

Sin cara, sin nombre:
miro
        -sin mirar;
pienso
                -y me despueblo.
Es obsceno,
dije en una hora como ésta,
morir en su cama.
                                Me arrepiento:
no quiero muerte de fuera,
quiero morir sabiendo que muero.
Este siglo está poseído.
En su frente, signo y clavo,
arde una idea fija:
todos los días nos sirve
el mismo plato de sangre.
En una esquina cualquiera
-justo, onmisciente y armado-
aguarda el dogmático sin cara, sin nombre.

Sin nombre, sin cara:
la muerte que yo quiero
lleva mi nombre,
                                  tiene mi cara.

Es mi espejo y es mi sombra,
la voz sin sonido que dice mi nombre,
la oreja que escucha cuando callo,
la pared impalpable que me cierra el paso,
el piso que de pronto se abre.
Es mi creación y soy su criatura.
Poco a poco, sin saber lo que hago,
la esculpo, escultura de aire.
Pero no la toco, pero no me habla.
Todavía no aprendo a ver,
en la cara del muerto, mi cara.
Con la cabeza lo sabía,
no con saber de sangre:
es un acorde ser y otro acorde no ser.
La misma vibración, el mismo instante
ya sin nombre, sin cara.
                                      El tiempo,
que se come las caras y los nombres,
a sí mismo se come.
El tiempo es una máscara sin cara.

No me enseñó a morir el Buda.
Nos dijo que las caras se disipan
y sonido vacío son los nombres.
Pero al morir tenemos una cara,
morimos con un nombre.
En la frontera cenicienta
¿quién abrirá mis ojos?
Vuelvo a mis escrituras,
al libro del hidalgo mal leído
en una adolescencia soleada,
con brutales violencias compartida:
el llano acuchillado,
las peleas del viento con el polvo,
el pirú, surtidor verde de sombra,
el testuz obstinado de la sierra
contra la nube encinta de quimeras,
la rigurosa luz que parte y distribuye
el cuerpo vivo del espacio:
geometría y sacrificio.

Yo me abismaba en mi lectura
rodeado de prodigios y desastres:
al sur los dos volcanes
hechos de tiempo, nieve y lejanía;
sobre las páginas de piedra
los caracteres bárbaros del fuego;
las terrazas del vértigo;
los cerros casi azules apenas dibujados
con manos impalpables por el aire;
el mediodía imaginero
que todo lo que toca hace escultura
y las distancias donde el ojo aprende
los oficios de pájaro y arquitecto-poeta.

Altiplano, terraza del zodíaco,
circo del sol y sus planetas,
espejo de la luna,
alta marea vuelta piedra,
inmensidad escalonada
que sube apenas luz la madrugada
y desciende la grave anochecida,
jardín de lava, casa de los ecos,
tambor del trueno, caracol del viento,
teatro de la lluvia,
hangar de nubes, palomar de estrellas.

Giran las estaciones y los días,
giran los cielos, rápidos o lentos,
las fábulas errantes de las nubes,
campos de juego y campos de batalla
de inestables naciones de reflejos,
reinos de viento que disipa el viento:
en los días serenos el espacio palpita,
los sonidos son cuerpos transparentes,
los ecos son visibles, se oyen los silencios.
Manantial de presencias,
el día fluye desvanecido en sus ficciones.

En los llanos el polvo está dormido.
Huesos de siglos por el sol molidos,
tiempo hecho sed y luz, polvo fantasma
que se levanta de su lecho pétreo
en pardas y rojizas espirales,
polvo danzante enmascarado
bajo los domos diáfanos del cielo.
Eternidades de un instante,
eternidades suficientes,
vastas pausas sin tiempo:
cada hora es palpable,
las formas piensan, la quietud es danza.

Páginas más vividas que leídas
en las tardes fluviales:
el horizonte fijo y cambiante;
el temporal que se despeña, cárdeno,
desde el Ajusco por los llanos
con un ruido de piedras y pezuñas
resuelto en un pacífico oleaje;
los pies descalzos de la lluvia
sobre aquel patio de ladrillos rojos;
la buganvilla en el jardín decrépito,
morada vehemencia…
Mis sentidos en guerra con el mundo:
fue frágil armisticio la lectura.

Inventa la memoria otro presente.
Así me inventa.
                              Se confunde
el hoy con lo vivido.
Con los ojos cerrados leo el libro:
al regresar del desvarío
el hidalgo a su nombre regresa y se contempla
en el agua estancada de un instante sin tiempo.
Despunta, sol dudoso,
entre la niebla del espejo, un rostro.
Es la cara del muerto.
                                        En tales trances,
dice, no ha de burlar al alma el hombre.
Y se mira a la cara:
                                    deshielo de reflejos.No he sido Don Quijote,
no deshice ningún entuerto
                                                  (aunque a veces
me han apedreado los galeotes)
                                                            pero quiero,
como él, morir con los ojos abiertos.
                                                                    Morir
sabiendo que morir es regresar
adonde no sabemos,
                                        adonde,
sin esperanza, lo esperamos.
                                                      Morir
reconciliado con los tres tiempos
y las cinco direcciones,
                                            el alma
-o lo que así llamamos-
vuelta una transparencia.
                                                Pido
no la iluminación:
                                  abrir los ojos,
mirar, tocar al mundo
con mirada de sol que se retira;
pido ser la quietud del vértigo,
la conciencia del tiempo
apenas lo que dura un parpadeo
del ánima sitiada;
                                  pido
frente a la tos, el vómito, la mueca,
ser día despejado,
                                  luz mojada
sobre tierra recién llovida
y que tu voz, mujer, sobre mi frente sea
el manso soliloquio de algún río;
pido ser breve centelleo,
repentina fijeza de un reflejo
sobre el oleaje de esa hora:
memoria y olvido,
                                    al fin,
una misma claridad instantánea.
la poesía
debe ser hecha por todos
y no por uno, dijo
esas cosas solamente las puede decir un francés
rengo

que nadie sabe que hizo en la comuna de parís
nadie sabe si se murió o no pudo
todos se acuerdan de cuando tocaba el piano
hasta altas horas del almita

molestando a los vecinos que después tenían que ir a trabajar
y se iban de la pensión mal dormidos
pensando en la madre del pianoeta o poenista
hablando pestes de ella cada vez que tropezaban con las piedras
o los fríos de las calles de parís

lo peor es que tenía un acorde en la cabeza
y no se lo podían sacar
se la pasaban fundiendo hierro soplando vidrio
y no se podían sacar el acorde del rengo

el rengo les había hecho un acorde en la cabeza
y por allí pasaban furias, mañanitas, agüeros
una vez a un ferroviario le paso un pajarito por ahí
el pajarito volaba al futuro con un papel que decía futuro en el pico

la cuestión es que los vecinos del rengo
tenían cara de piano en la mitad del atardecer
caían músicas de ellos o teclas de oro
donde empezaba el horizonte

una mujer bellísima cantaba
en la cabeza de los vecinos del rengo
que en realidad no era francés
más bien era uruguayo

solamente a un uruguayo se le puede ocurrir
que la poesía debe ser hecha por todos
      y no por uno
que es como decir que la tierra
es de todos y no solamente de uno

que el sol no es de uno
que el amor es de todos y de nadie
      como el aire
y la muerte es de todos
      y la vida
no tiene dueño conocido

vos no eras rengo
l'autréamont
lo que pasó es que dejaste Uruguay
se te cayó un pedazo que
toca el piano y no deja dormir
Natalia Rivera Apr 2015
El otro día estaba limpiando la vieja casa en donde crecí cuando era pequeña,  mis padres iban a venderla y necesitaban un poco de ayuda así que accedí. Quise limpiar mi habitación, y al decir limpiar hablaba de quitarle el polvo a los estantes y pasar una escoba. Al entrar la luz del sol entraba por la ventana, dejando todo el polvo que había al descubierto, mis estantes tenían una que otra pieza de porcelana, bailarinas y algunas fotos viejas. Le di la vuelta al cuarto hasta llegar al armario el que se suponía que estuviera vacío, se suponía. Habían dos cajas grandes una al lado de la otra, viejas y dañadas por la humedad; las tome y abrí una de ellas, frente a mi estaban cinco años de mi vida, guardadas todo este tiempo. Fotos, cartas, postales, discos, joyería, las sacaba una por una rápidamente preguntándome que hacían allí, quien las había puesto allí, desde cuando estaban allí. Limpie todo de prisa, le avise a mi madre que me iba y tome las cajas, me dirigía a mi apartamento.

Llegando tome un baño, me serví una cerveza y puse una de las cajas encima de la cama. Me tome el tiempo de ver cada una de las fotos; algunas eran mías usando algún traje espantoso, otras de amigos y familia. Reí leyendo las cartas que tenía y escogí la joyería que aun quería conservar. Fui a levantar la otra caja para ver que había dentro y era algo pesada, demasiado para ser ropa o chucherías como lo que contenía la otra. Grandes, pequeños, de todos los colores, carpeta dura y blanda, ahí estaba una colección inmensa de libros que había perdido. Mis libros. Las interrogantes que tuve en la casa volvieron, decidí abrir uno de ellos al azar. Era color verde y tenía algunos garabatos en la portada, “Poemas y Relatos” el mundo se había congelado. Tenía en mi mano uno de mis diarios de hace cinco, casi seis años atrás. Supe que esa noche, tendría de visitante a las lágrimas que hacen varias semanas no aparecían; pasaba las páginas y leí los poemas, las historias, las frases, hasta que en una de las paginas había algo que me llamo la atención. Era un fragmento de algún día.


“5 de junio de 2010

He pasado el verano cuidado a una pequeña, y esta casa es inmensa. Pero me reconforta el saber que en algún momento mi teléfono sonará mi teléfono y será un mensaje de él. Un como estas, que hiciste en el día, estuve esquiando, hace demasiado frio por acá, has comido algo. Me gusta mucho, me ha dicho te amo unas cuantas veces y mi corazón se va elevando con la rapidez que se acaba un suspiro. Blanco como la arena, sus ojos azules como el mar, hermosos, al igual que su sonrisa. Era inevitable no sonreír luego de verlo. Carismático, sarcástico y simpático; inteligente y cariñoso. Es como un ángel, el cual me  trae estúpida e imbécil. Enamorada me trae.


                                                         ­                                                        NARR”


No necesitaba saber el nombre, sabia para quien era aquello. Mucho tiempo había pasado desde que tuve la última conversación con él, pero así era. Como las estrellas fugaces, aparecen cuando quieren y así era él. Los sentimientos me invadían y quise con todas mis fuerzas saber porque se había ido, porque me había abandonado. Así que me asome a la ventana y susurre su nombre, como parte de un hechizo o un ritual.
-Llegue. Me volteé y ahí estaba. Parado frente a mí con sus enormes ojos azules. Me quede paralizada y solo pude decir “llegaste”.
-Oh valla. Demasiado tiempo para solo eso ¿no crees? Repentino silencio, pero luego comenzó a preguntarme que había hecho y como me iba. Hablamos de todo un poco, de las que todos hablan hasta que comenzó
-Hace algunos años atrás tuve un accidente y estuve en coma. Al despertar no recordaba caras, personas, amigos, sucesos. Pero me acorde de ti. No recuerdo exactamente como nos conocimos y porque hemos dejado de hablar, pero me acuerdo de ti.
La sangre la sentía correr fría, el corazón me iba a estallar. El seguía parado junto a mí y yo sentada en la ventana. Cuando finalmente pude hablar le dije
-Siempre me has acordado ese verano. En su mirada que no sabía de qué hablaba así que le mostré lo que había escrito en la libreta.
- Así que, ¿nos gustábamos?
-Al menos yo de ti me enamore, y llegaste a decirme unas cuantas veces un te amo. Perdimos comunicación porque jamás fui suficiente para ti, así que decidí dejar de intentarlo. Poco después supe que tenías pareja, hablamos por última vez y luego desapareciste.
- Lo supuse cuando después de todo me acordaba de tu nombre; eres mi único recuerdo de ese verano. “ángel” susurro casi tan bajo que apenas pude escucharlo. Sonreí y él lo hizo también. Se sentó al lado mío y dejo que descansara mi cabeza en su hombro. Pude sentir su olor, apreciarlo más, ver que aquel rostro de niño había evolucionado. Al lado mío estaba un viejo amor, un viejo amigo, al cual su corazón le pertenecía a alguien más igual que el mío. Pero mi corazón me pedía gritos unas últimas palabras así que le pregunte.
-¿Alguna vez me extrañas?

El me dio un beso en la frente y también recostó su cabeza en la mía, la brisa soplo y yo sonreí.
Para J.M
MÁFV Mar 2019
Esta pretensión de vida deja de hacer sentido
Toda lógica junto a la razón, ha desaparecido
Tanta trivialidad es demasiado a limpiar
Mi palabra es tuya a repetir, toca comenzar

La moral es lo básico para la incongruencia
Etiqueta, protocolo y comportamiento de animales
Tanta profundidad de nada y violencia
Leeremos la palabra de aquel quien aleja los males

Actuando acorde a un guion, ábrete propiamente a la frustración
Actúa acorde sin que te sorprendan, sino encontrarás rechazo
Nunca actúes acorde a morir y encontrar salvación
Encuéntrala en este mundo y mándalo con tu codo en regazo

Meretrices moralistas quienes se engañan en el juego de la sociedad
Tan ridículo como un briago recordando sus ayeres, ahora en sobriedad
La gente cambia pero su historia jamás se habrá de alterar
Son animales, buscando placer en el esnobismo e ilusiones a crear

Viejos corsarios abiertos a la muerte
Pues siempre conscientes han vivido a la suerte
Aquellos que ostentaban falsamente fe y religión
Se consumirán solos al ver que de la nada eran un peón.
Albergo, en el rigor de mi memoria
Flashes que abundan entre nosotros
Cada vez que os recuerdo entera y viva.

Tu estela elevaba el calor, mientras
expuestos ante el encuentro propicio
Aquel caótico y asimétrico suplicio.

Sazón de cuatro copas de vino, marcaron
la noche, cuando la luna bajaba sincera
Y hace de testigo compañera.

Frente al humo, una unión cinética
Entre la música y las danzas artísticas.
Un acorde de guitarra, el sutil indicio
de una bailarina boyante, en su estela
aquella noche marinera.

Entre un tango melancólico
Un opus magnético, la grandiosa sinfonía.

No le pidas al caminante
Que olvide fácilmente
El calor de los labios, la fuerza de tu aura
Esa tántrica melodía.
Aquel prefacio, una fusión de opuestos
Que cuando atraen
El magnetismo sabe hacer clima
Prolongando el éxtasis en el tiempo.

Ese recuerdo que albergo
Me ha servido de sustento
Para continuar trazando la ruta
El camino por recorrer
Que el viajero emprende
En busca de la verdad y la vida
Que encuentro en la poesía
De esta proclama, un pronunciamiento

Cada vez que el recuerdo de un amor
Ha de servir para amar al presente y el mundo.
Ah, pobre Dolores
Mais uma vez está cansada de suas mágoas e constipada com suas dores
Há quem diga que quando olha o céu, sonha com estrelas
Acalme-se Dolores, hoje tenho um presente para entretê-la
Acorde de seu sonho e largue esses afazeres
Olhe para A Casa Abandonada dos Prazeres
Almeja tanto assim?
O seu ignoto fim?
Por quê toma todos esses remédios?
Se o que deseja é pular do mais alto prédio
Para quê todas essas doenças inventadas?
E essas mulheres, para quê invejá-las?
Na casa encontrará a cura
Não mais carregará sua imaginária feiura
Lá será bela como sempre quis
Mas pergunte-se o que é ser feliz
Lá, em todas as paredes, encontrará espelhos
E em todas camas encontrará lençóis vermelhos
Onde finalmente poderá gozar
E a beleza que não é sua, contemplar
Goze, goze Dolores
Mistura seu prazer com suas dores
Goze, goze mais uma vez
Goze toda sua estupidez
Saiba que nem tudo que cintila é ouro
E fora da casa continuará seu agouro
Quando fora estiver, da vida perderá a crença
E a cada vez que entrar e sair, nascerá uma nova doença
Uma daquelas de sua hipocondria
E a cada dia verá a verdadeira agonia
Sentirá dor, e fome
Não se lembrará de seu nome
Não poderá comer, pois a doença te devastará
E para a casa todos os dias irá correr, a sonhar
Lembre-se de novo
Que nem tudo que brilha é ouro
Ganhará a casa e perderá o mundo
E seu eu estará perdido num poço profundo
Um dia dirá:

Será?
Toda aquela estética...
era tão assim... patética?
Nossas escolhas não tem volta
Para o destino não há revolta
Não devo mais chorar
Só me resta, agora, gozar

Goze, goze Dolores
Mistura seu prazer com suas dores
Goze, goze mais uma vez
Goze toda sua estupidez
Contos da Casa Abandonada dos Prazeres
Dolores - O primeiro conto
Oh grandes símbolos misteriosos
Outrora por vós fascinado fui
Mas a dúvida por minhas veias ainda flui
como águas correntes de rios fervorosos

Queria respostas evidentes e claras
Banhem-nos, rogo, em frias águas
Pois as humanas mentes ignaras
São perdidas na ilusão que as afaga

O que somos é pura hipnose
Quero ver com meus próprios olhos a gnose
Daquilo que a ciência não provou
Imploro, então, por saber quem de fato sou!

Provei do doce, o ácido veneno
que meu corpo em febre rejeitou
Meus olhos relutam em ver o que é pleno
E já não sei o que de mim restou

Acorde-me deste pesadelo de ilusão
Quero sentido, e lógica, e verdade
Mas rezo também por libertação
Há um fantasma que nos rouba a sanidade

Não posso crer que diante de todas as possibilidades da matéria
Possa existir algo tão patético quanto o homem
Grandes e sábios são os vermes e bactérias
Que sem questionar, nossas putrefatas entranhas consomem
Não sofrem, não se rendem,
nem se gabam, ou se vendem

De onde nasce nossa vontade?
O despertar da hipnose é não crer,
Não sentir, observe o que se vê
Ações são previsíveis e morta está a liberdade

Somos símbolos, e a tudo simbolizamos
Despersonalizado nos desvendo
Livres de pecados realizamos
O fim da roda de tormentos

Rouba-me um beijo e eu lhe mostrarei
algo que só posso me recordar
Não mais sinto, eu sei
mas me resta saborear
As lembranças do doce-amargo
que do meu corpo já se foi
Na ultima estrela do universo, Meu eu jaz adormecido
grite, grite, será em vão!
Não se pode acordar-me com gritos.
Mas o que fazer quando a distância não permite o tato
e o vácuo abafa os sons?
Peço-lhe que sussurre
sussurre mentalmente
talvez eu lhe acorde de meus sonhos!
Era una noche del mes
de mayo, azul y serena.
Sobre el agudo ciprés
brillaba la luna llena,
iluminando la fuente
en donde el agua surtía
sollozando intermitente.
Sólo la fuente se oía.
Después, se escuchó el acento
de un oculto ruiseñor.
Quebró una racha de viento
la curva del surtidor.
Y una dulce melodía
vagó por todo el jardín:
entre los mirtos tañía
un músico su violín.
Era un acorde lamento
de juventud y de amor
para la luna y el viento,
el agua y el ruiseñor.
«El jardín tiene una fuente
y la fuente una quimera...»
Cantaba una voz doliente,
alma de la primavera.
Calló la voz y el violín
apagó su melodía.
Quedó la melancolía
vagando por el jardín.
Sólo la fuente se oía.
Mito
mito mío
acorde de luna sin piyamas
aunque me hundas tus psíquicas espinas
mujer pescada poco antes de la muerte
aspirosorbo hasta el delirio tus magnolias calefaccionadas
cuanto decoro tu lujosísimo esqueleto
todos los accidentes de tu topografía
mientras declino en cualquier tiempo
tus titilaciones más secretas
al precipitarte
entre relámpagos
en los tubos de ensayo de mis venas.
Isso é um sonho lucido
Acorde, todos esses tempos
andou dormindo
sonhando com amor
cure essas feridas
depois de todos esses anos
viu que o amor, o que é amor?
uma ilusão, ou um sonho interminável.
Áureos buriles en pulido mármol
Graben su nombre; que su busto esplenda
Alto y severo; que su sien decore
Lauro apolíneo.

Musa del bardo que cantó las hondas
Selvas y ríos de la patria... Musa
Libre del Ande, que a su tumba vienes,
¡Pliega las alas!

Ara intocada de su ardiente culto
Fue siempre el Arte; y con unción votiva
Dio, como ofrenda a los eternos Númenes,
Ánforas bellas.

Arcade nuevo, de la selva andina
Hizo, en sus cantos, a los dioses templo;
Y ellos oyeron, de su lira acorde,
Clásicos ritmos

Himnos los suyos armoniosos fueron,
Cantos de hosanna, que cual triunfo vibran
Hoy, cuando extraños ¡Poesía sacra!
Ajan tu veste;

Veste que siempre fulguró distante,
Peplo de diosa en consagrado plinto,
Y hora, arambeles que en el hombro lleva
Vulgo profano.

Frentes se inclinan a su paso. El cielo
Radia en fulgores, y el silencio crece;
Y óyese, lejos, en azul de altura
Vuelo de águilas.

Raudo desfile sobre erial galopa...
¡Potros salvajes que cantó! Las crines
Sueltas al aire... y al tropel de cascos
Tiembla la pampa.

Potros pamperos... ¿Los oís? De polvo
Nubes levantan, y al tocar la cumbre
Rápido el viento, retrasado vuela,
Vuela tras ellos.

Rojas corolas cual la sangre suya,
Ecos de bosques y armonías altas,
Fueron de su alma, segador de ensueños,
Lírica siega.

Frente a sus ojos se extendió anchurosa
Selva de siglos, con inmensas aguas;
Tierra fecunda, y el azul cortando
Fúlgido el Huila.

Toda la tierra tropical; e inmenso
Campo a su vista, con hervir de savia;
Y ávido entonces de laureles, hizo
Suya la selva.

Sueña una garza en su visión de bosque,
Tiende a las ondas el nevado cuello,
Y alza en el pico, destellando en iris,
Vivida escama.

Fue claro río que en radiantes días
Ceibas y palmas contempló en sus ondas,
Y albo de espumas, reflejó de noche
Rubias estrellas.

Diáfano el cielo palpitó en su canto,
Alas de cimas por sus versos se oyen,
Y álzase de ellos, cual de vasos níveos,
Hálito eterno.

Áureos buriles en pulido mármol
Graben su nombre; que su busto esplenda
Alto y severo, y que su sien decore
Lauro apolíneo.
Hoy te he visto amanecer
tan serenamente espejo,
tan liso de bienestar,
tan acorde con tu techo,
como si estuvieses ya
en tu sumo, en lo perfecto.
A tal azul alcanzaste
que te llenan de aleteos
ángeles equivocados.
Y el cielo,
el que te han puesto los siglos
desde el día que naciste
por cotidiano maestro,
y te da lección de auroras,
de primaveras, de inviernos,
de pájaros -con las sombras
que te presta de sus vuelos-,
al verte tan celestial
es feliz: otra vez sois
inseparables iguales,
como erais a lo primero.

Pero tú nunca te quedas
arrobado en lo que has hecho;
apenas lo hiciste y ya
te vuelves a lo hacedero.
¿No es esta mañana, henchida
de su hermosura, el extremo
de ti mismo, la plenaria
realización de tu sueño?

No. Subido en esta cima
ves otro primor, más lejos:
te llama una mejoría
desde tu posible inmenso.
El más que en el alma tienes
nunca te deja estar quieto,
y te mueves
como la tabla del pecho
hay algo que te lo pide
desde adentro.
Por la piel azul te corren
undosos presentimientos,
las finas plumas del aire
ya te cubren de diseños,
en las puntas de las olas
se te alumbran los intentos.
Ocurrencias son fugaces
las chispas, los cabrilleos.
Curvas, más curvas, se inician,
dibujantes de tu anhelo.
La luz, unidad del alba,
se multiplica en destellos,
lo que fue calma es fervor
de innúmeros espejeos
que sobre la faz del agua
anuncian tu encendimiento.
Una agitación creciente,
un festivo clamoreo
de relumbres, de fulgores
proclaman que estás queriendo;
no era aquella paz la última,
en su regazo algo nuevo
has pensado, más hermoso
y ante la orilla del hombre
ya te preparas a hacerlo.
De una perfección te escapas
alegremente a un proyecto
de más perfección. Las olas
-más, más, más, más,- van diciendo
en la arena, monosílabas,
tu propósito al silencio.

Ya te pones a la obra,
convocas a tus obreros:
acuden desde tu hondura,
descienden del firmamento
-los horizontes los mandan-
a servirte los deseos.
Luces, sombras, son; celajes,
brisas, vientos;
el cristal es, es la espuma
surtidora
por el aire de arabescos,
son fugitivas centellas
rebotando en sus reflejos.
Todo lo que mundo tiene
el día lo va trayendo
y te acarrean las horas
materiales sin estreno.
De las hojas de la orilla
vienen verdes abrileños
y en el seno de las olas
todavía son más tiernos.
Llegan tibias por los ríos
las nieves de los roquedos.
Y hasta detrás de la luz,
voladamente secretos
aguardan, por si los quieres,
escuadrones de luceros.
En el gran taller del gozo
a los espacios abierto,
feliz, de idea en idea,
de cresta en cresta corriendo,
tan blanco como la espuma
trabaja tu pensamiento.
Con estrías de luz haces
maravillosos bosquejos,
deslumbradores rutilan
por el agua tus inventos.
Cada vez tu obra se acerca
ola a ola,
más y más a sus modelos.
¡Qué gozoso es tu quehacer,
qué apariencias de festejo!
Resplandeciente el afán,
alegrísimo el esfuerzo,
la lucha no se te nota.
Velando está en puro juego
ese ardoroso buscar
la plenitud del acierto.
¡El acierto! ¿Vendrá? ¡Sí!
La fe te lo está trayendo
con que tú lo buscas. Sí.
Vendrá cuando al universo
se le aclare la razón
final de tu movimiento:
no moverse, mediodía
sin tarde, la luz en paz,
renuncia del tiempo al tiempo.
La plena consumación
-al amor, igual, igual-
de tanto ardor en sosiego.
Con acorde concento, o con rüidos
músicos, ensordeces al gusano,
para que los enojos del verano
no atienda, ni del cielo los bramidos.
No es piedad confundirle los sentidos;
codicia sí, guardándole, tirano,
para que su mortaja con su mano
hile y, en su mortaja, tus vestidos.
Nació paloma, y, en tu seno, el vuelo
perdió; gusano, arrastra despreciado,
y osas llamar tu vil cautela celo.
Tal fin tendrá cualquiera desdichado
a quien estorba oír la voz del cielo,
con músico alboroto, su pecado.
Mientras la sombra pasa de un santo amor, hoy quiero
poner un dulce salmo sobre mi viejo atril.
Acordaré las notas del órgano severo
al suspirar fragante del pífano de abril.Madurarán su aroma las pomas otoñales,
la mirra y el incienso salmodiarán su olor;
exhalarán su fresco perfume los rosales,
bajo la paz en sombra del tibio huerto en flor.Al grave acorde lento de música y aroma,
la sola y vieja y noble razón de mi rezar
levantará su vuelo suave de paloma,
y la palabra blanca se elevará al altar.
Ante el acorde vuelo epistolar que orquesta
la Stradivarius Lila
el balbuciente arpegio tras la barbasordina
sobre las niñaslámparas
que tan celestemente alucinan tu sala
con su silencioaraña
sus sorbos de crepúsculo
y ese caballo muerto en el espejo
por tu arcángelrelámpago.

Noche tras noche y tardes
presencié el desdibujo prolijamente exacto de sus nublados
gestos musicales
y sus yacentes diálogos ante lacios retratos en siemprevela
ardida
y parpadeantes copas de fiebre alcohol latido
y una vez más
sin máscara de exasperante grillo conyugal Aristarco
quiero darte las gracias por la capota en llanto
los guantes esponsales
y el diáfano misterio que estremece tus hojas
de angelcustodio mío.
Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Y he vuelto. Quiebro con mis piernas
tu serena cristalería.
Es como ahondar en los principios,
como embriagarse con la vida,
como sentir crecer muy hondo
un árbol de hojas amarillas
y enloquecer con el sabor
de sus frutas más encendidas.
Como sentirse con las manos
en flor, palpando la alegría.
Como escuchar el grave acorde
de la resaca y de la brisa.

Cuando salí de ti, a mí mismo
me prometí que volvería.
Era en otoño, y en otoño
llego, otra vez, a tus orillas.
(De entre tus ondas el otoño
nace más bello cada día).

Y ahora que yo pensaba en ti
constantemente, que creía...

(Las montañas que te rodean
tienen hogueras encendidas).
Y ahora que yo quería hablarte,
saturarme de tu alegría...

(Eres un pájaro de niebla
que picotea mis mejillas).
Y ahora que yo quería darte
toda mi sangre, que quería...

(Qué bello, mar, morir en ti
cuando no pueda con mi vida).
No tengo miedo nombraros
ya con vuestros nombres,
cosas vivas, transitorias.
(Unidas sois un acorde
de la eternidad; dispersas
-nota a nota, nombre a nombre,
fecha a fecha-, vais muriendo
al son del tiempo que corre).

No tengo miedo nombraros.
Qué importa que no le importen
al que viva, cuando yo
haya muerto, vuestros nombres.
Qué importa que rían cuando
escuchen mis sinrazones.

Vosotras sois lo que sois
para mí: mágico bosque
perecedero, campanas
que regaláis vuestros sones
sólo al que os golpea. Cómo
darlos al que no os oye,
fundir para sus oídos
metal que el instante rompe,
metal que funde el instante
para un instante del hombre.

No tengo miedo nombraros
ya con vuestros nombres.
Sé que podría fingiros
eternidad. Vero adonde
elevaros, arrojaros,
hundiros en qué horizonte.
Por qué arrancaros los pétalos
que la lluvia descompone.

Mías sois, cosas fugaces,
bajo marchitables nombres
Actos, instantes que el viento
curva, azota, araña, rompe;
suma ardiente de relámpagos,
rueda de locos colores.
Otoños de pensamientos
sucesivos, liman, roen
vuestra realidad, la esfuman
como el sueño en el insomne.

Pero sois yo, soy vosotras,
astro viejo en vuestro orbe
perecedero, almas, alma.
Orquesta de ruiseñores,
soñáis al alba el recuerdo
de vuestro canto de anoche.

Nombraros ¿no es poseeros
para siempre, cosas, nombres?
Fatigada ya, su mano
Sobre las teclas vagó,
Y soñolienta arrancó
El último acorde al piano.

Y como aroma que exhala
Una flor, y al viento flota,
Aquella postrera nota
Queda vagando en la sala.

Y va la niña a su alcoba,
Y se alzan visiones puras
De las blancas colgaduras
De su lecho de caoba.

Por el alto mirador
Entran a la tibia estancia
El rumor y la fragancia
De los naranjos en flor.

Se ve al través del boscaje
Un astro que parpadea,
Y la brisa cuchichea
En las cortinas de encaje.

Y de un amor ideal,
Memorias quizá adoradas,
Hay flores secas, regadas
En las mesas de nogal.

Entre esos ramos dispersos,
De festines olvidados,
Muestra sus cortes dorados
Abierto un libro de versos.

Al fulgor azul y escaso
Que la lámpara derrama
Brillan cerca de la cama
Sus zapatillas de raso.

Y finge la luz visiones,
Visiones que sonrientes
Se reclinan indolentes
En los tallados sillones.

Y en la penumbra se ve,
Bañado en tenue fulgor,
Afuera del cobertor
Su breve y rosado pie.

Todo yace en calma. Hermosa
La luna su lumbre riega,
Y a besar el lecho llega
Donde la virgen reposa.

¡Cómo su pecho se ensancha
Ante esa luz de consuelo!
Es la bendición del cielo
Sobre esa frente sin mancha.
- JP DeVille May 2023
No te culpo por lo que pasó entre nosotros.
Nuestro amor náufrago se había quedado varado en momentos vacíos.
Como páginas rasgadas en libros que compramos y nunca leímos,
los colocamos tan alto en libreros ahora cubiertos de polvo.
Las mismas canciones tristes suenan una y otra vez en el fondo de mis pensamientos,
pero no hay un acorde secreto que levante y encienda el fuego que una vez ardió tan brillantemente.
Llegó el invierno y con el se llevó el calor de tu cuerpo,
la luz de mis ojos,
el sabor de tus labios,
el mismo aliento de mis pulmones,
y hasta el sonido que produce tu boca cuando me dices
"Te amo."
Las estaciones cambiaron,
y la primavera llegó sin sus flores de cerezo.
Los barcos que contenían nuestras esperanzas zarparon,
mientras todavía estábamos a kilómetros de darnos cuenta de lo lejos que estábamos.
No queda nada,
mas que el silencio ensordecedor de nosotros,
cara a cara,
sin nada que decir,
Solo el recuerdo de nuestro amor caído,
lo que una vez fue, lo que pudo haber sido.
Tú y yo, no más.
dead0phelia Jul 2023
23:23 eu dou play na musica
e finjo que sou você ouvindo pela primeira vez
cada palavra
cada acorde
é novo
fecho os olhos e finjo nao saber
o próximo verso que vem
vou no sacolão e escolho a dedo
as frutas que você odeia
ignoro intuitivamente as uvas thompson
mesmo sendo as minhas preferidas
pendurei uma samambaia dificil de cuidar
mesmo sabendo que ia matá-la de sede
acho que eu quero mesmo
ver ela morrer
folheio uma revista e penso em como seria cada figura em suas mãos
ligo a tv e adormeço nos canais
cai em 5 sonhos diferentes
trazidos pela lua em gêmeos
acordo acelerada buscando uma roupa que possa me disfarçar o corpo cansado de tanta projeção astral
atravesso a rua
pisando nos seus passos
e a cada passo
me abandono
sem nunca chegar em lugar nenhum

— The End —