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Zara Sky Feb 2012
Alma borracha
Día lluvioso
Mundo borroso
Conciencia escondida
Rodillas temblando
Me acuerdo de ti.
Y en aquel día
Que te perdi.
¿Por que te perdi?

Corazón palpitando
Labios saboreando
Todo confuso
Noches perdidas
Enloquecidos los dias
Me acuerdo de ti.

Alma borracha,
Me acuerdo de ti, de ti de ti
Alma borracha
Me acuerdo de ti, de ti de ti

Pies tropezando
Cuerpo rogando
Mariposas naciendo
Agua cayendo
Mente alucinando
Me acuerdo de ti.

Alma borracha,
Me acuerdo de ti, de ti de ti
Alma borracha
Me acuerdo de ti, de ti de ti
Y en aquel día
Que te perdi.
¿Por que te perdi?
¡Que no quiero verla!

Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.

¡Que no quiero verla!

La luna de par en par.
Caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras.

¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!

¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.

¡Que no quiero verla!

Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.
Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!

No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes
mayorales de pálida niebla.
No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada
ni corazón tan de veras.
Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.
Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.
¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué buen serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.
Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos,
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.
¡Oh blanco muro de España!
¡Oh ***** toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.
¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡¡Yo no quiero verla!!
De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más *****
que mi reputación -y ya es decir-,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colemena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?
Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.
Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
-seguro de gustar- es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.
Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.
A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!
¡Ea! apretad esas cinchas
y apercibid los overos;
y que ya tasquen los potros
el bocado de los frenos.
Preparad las jabalinas,
poned traílla a los perros;
sonad las trompas de caza
y azores llevad dispuestos.
¿Ya estáis listos? Pues aprisa,
vamos al bosque siniestro.-Quien tal dice es un altivo,
noble y alto caballero
que, con sus alrededores,
tiene la comarca en feudo.
Es Don Pedro de Almendares,
el infanzón altanero
a quien, por lo valeroso,
ninguno venció en el duelo.
El que ha astillado sus lanzas
en las justas y torneos,
siempre sereno y triunfante,
sin temores ni recelos.Es Violante una doncella
con unos ojos muy negros,
con unos oscuros rizos
que cuando le caen sueltos
por la garganta blanquísima,
por la espalda y por el seno,
fingen en fondo de mármol
mallas finísimas de ébano.
Don Pedro adora a Violante
y Violante ama a Don Pedro;
y ambos gozan en deliquios
de ardorosos embelesos.Pero Violante, la hermosa,
se enciende en llamas de celos,
sin que nada de sus ansias
pueda aminorar el fuego.
La linda Violante busca
para sus males remedio,
y a un nigromante interroga
contándole sus secretos.
El nigromante medita;
y luego, fruncido el ceño,
busca en yerbas misteriosas
filtros; y ve los luceros;
y en caballísticos signos
quiere hallar el verdadero
modo de que sus retortas
puedan curar aquel pecho.
Por fin, después de lograr
descifrar aquel misterio,
y ya encontrada la clave
del enigma, dijo luego
a Violante: -Que el que os ama
os traiga el ala de un cuervo;
y con el oscuro copo
del suave plumaje *****,
podréis curar la dolencia,
llevándole junto al pecho.Por eso va en su corcel
el valeroso Don Pedro,
y con sus gentes al bosque,
con jaurías y pertrechos.
Ese es el bosque maldito,
ese es el bosque siniestro,
del que mil supersticiones
andan en boca del pueblo.
Con temor van caminando
ojeadores y monteros,
que a ese bosque nunca llegan
porque les ataja el miedo.
-Don Pedro, el bosque es terrible-.
...Don Pedro se ríe de eso;
que no teme ese hijodalgo
ni a los vivos ni a los muertos.
-Ese bosque está maldito.
-No importa-dice Don Pedro.
Y siguen andando, andando;
y ya están del bosque dentro;
y ya los toques de caza
repiten sonoros cuernos,
y van los genios del aire
desparramando los ecos.
Don Pedro no busca fieras
ni sigue la pista a ciervos,
ni a cerdosos jabalíes;
él busca un nido de cuervos.Iba la noche empezando;
el día iba oscureciendo;
cuando en un árbol robusto
medio destroncado y seco,
graznó un cuervo enorme echado
en unos grietosos huecos;
sus ojos fosforescentes,
su corvo pico entreabierto.Don Pedro fuese hacia él
afanoso ya y contento;
puso en comba un arco entonces,
y disparó... cuando el cuervo
como una flecha veloz
voló donde el caballero;
hincó en los hombros robustos
sus largas uñas de acero,
y con picotazos rápidos
le sacó los ojos negros...
Don Pedro dio un hondo grito,
mas mató al pájaro; y luego
le sacaron aterrados
servidores y pecheros
de aquel lugar tenebroso,
de en medio el bosque siniestro.
Fue al castillo de Violante,
con un ala entre sus dedos
del pájaro, y a la hermosa
le dijo: -Mira, estoy ciego;
por ti he perdido mis ojos
ángel de mis dulces sueños...
Yo llegué al bosque maldito
y me castigó el infierno.La niña miróle entonces
y le dijo: -Buen mancebo,
yo ya no puedo quererte:
primero, porque eres ciego;
y después, porque el de Alcántara,
noble señor extranjero,
pidió a mi padre mi mano
y nos casamos hoy mesmo.Dio un grito de horror terrible,
y tornado loco el ciego,
en carrera desatada,
fue tropezando y cayendo
por los bosques; y apretando
contra el dolorido pecho,
entre los puños crispados,
la espantosa ala del cuervo.
Bastian M Pop Dec 2019
Mis labios añoran un sueño
acogieron tu difuso sonreír
mis pupilas desdibujaron tu inevitable bailar
melancólico amante

Difundiste el frío entre mis labios
&
los tuyos

Acogimos el sutil reencontrar de los temblores
sudorosos parpados
enmascarados entre abrazos
húmeda calidez
envolviendo tu fría bañera

Desperdiciaré mis huesos envuelto en ti
entre el amanecer en tu rostro
&
cigarrillos sin forma

Llámame por su nombre
ama agrietados labios
mis caricias envueltas entre el cálido oleaje
permaneceré en el olvido
arropando una ilusión

Embriagados por un recuerdo
descompón
acerca el sonreír del susurro
mi disonante escuchar
mis labios tropezando con un sonreír
frágil será el recuerdo fragmento del olvido

Desperdicia tus caricias entre mis huesos
recordaré tu sonreír
lejano atardecer

— The End —