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Vuelve otra vez tu día,
oh patria amada, el día de tu gloria.

Vuelve de nuevo a resonar triunfales
los himnos que eternizan tu memoria,
y el espléndido cielo de tu historia,
vuelve el sol de tus días inmortales.

Y otra vez a tu ara sacrosanta
llevan tus hijos fieles
flores que fecundaron tus vergeles;
y músicas marciales
al aire asordan, y doquier se oye,
en valles, montañas y llanuras,
en la extensión del suelo colombiano,
el canto jubiloso de los libres
que sube a las alturas,
de la gloria al alcázar soberano.

Y de nuevo flamea,
no como en días trágicos de horrores,
entre el ronco fragor de la pelea,
sino bajo arcos de laurel y flores,
el pendón de la patria,
la santa enseñanza de los tres colores...
la bandera inmortal que oyó las dianas
de los heroicos triunfos legendarios.

La que fue a despertar  los cóndores
a la cumbre más alta de los Andes
y fue más tarde a despertar la gloria;
la bandera inmortal, la santa egida,
que el camino marcó de la Victoria.

Besada por ondas de tus mares,
bajo el palio infinito de tu cielo,
tachonado de ardientes luminares;
lleno de flores tu fecundo suelo.
Y adormida el rumor de tus palmares,
lloras en silencio, Patria mía,
cansada de esperar luz en tu noche,
en la callada noche de tus penas;
cansada de esperar en tu agonía
el hierro que limara tus cadenas.

No, ya los hijos tuyos,
de las selvas antiguos moradores,
vagan libres, bajo el sol fulgente
que vio la gloria de tus días grandes,
ya desde la cima de los Andes
alumbraba ruinas solamente;
ni llevaban vencidos y humillados
por la invasora gente,
el cintillo de oro en la garganta
y el penacho de plumas en la frente,
ni ya el aire cortaba
las voladoras flechas,
ni en las noches de luna sollozaban
de la indígena raza los endechas.

Donde el templo del sol brilla espléndido
y sus láminas de oro refulgían,
ya los dolientes ojos no veían
sino campo infecundo y desolado.
Y el áureo trono de los reyes indios
en el polvo yacía destrozado.
Todo lo derribó cual hacha impía
del duro vencedor el brazo fuerte,
y al fin, de esa grandeza en los escombros
parecía vivir sólo la muerte...
eres, patria, la esclava envilecida;
eres, patria, el girón abandonado;
eres cual hado de baldón tu hado,
y cual vida de baldón tu vida
mas del mal el reinado no es eterno...
no su imperio perdura;
ni es eterna la noche pavorosa,
ni es eterna la humana desventura.

Que en las grandes catástrofes sombrías,
en las horas de angustia y desconsuelo,
cuando a las almas el dolor avanza,
siempre se ve la escala milagrosa
por donde sube la plegaría al cielo,
baja de los cielos la esperanza...
y llega por fin el día.

En que estallan, rugiendo los dolores
en los esclavos pechos comprimidos,
cuando alzan la cerviz los oprimidos
y bajo la cerviz los opresores,
y que tiemblen entonces los verdugos,
porque de sus dolores y sus lágrimas
pedirán los esclavos cuenta un día;
porque el llanto de un pueblo entre cadenas,
de su agonía en el mortal desmayo,
¡se alzan a los cielos, se condensa en nube,
y baja al suelo convertido en rayo!...

Y de lauro inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente precisión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas mansiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en lid cayeron
y hogar y patria libertad nos dieron.

Y al fin llegó a la libertad la hora;
rompió en brillante aurora
la noche de tus penas,
y trocaste por cánticos de triunfo
los rumores de tus ayes y cadenas,
bajó a ti la victoria,
y sonaron las músicas marciales,
y empezaste el camino de la gloria,
el que lleva a las cumbres inmortales.

Y el combate se traba,
pero combate desigual, los unos
son los heroicos en sangrientas lides,
los que en el brazo llevan
empuje de Pelayos y de Cides;
Los que el paso cerraron
al corso altivo, forjadores de cetros,
y altas hazañas de una nueva aliada,
en Lepanto y Pavía renovaron...
Y los otros... Los parias infelices,
los que aun llevan en la espalda impresas
del tormento cruel las cicatrices
y del esclavo la ominosa marca,
más tenían la fe que salva montes,
la sacra fe que lo imposible abarca;
y busca de los amplios horizontes,
donde el sol de los libres centellea,
a la lid se lanzaron.

De esperanza inmortal henchido el pecho,
porque sabían que jamás sucumbe
quien lucha por una patria y su derecho.
Rota por la metralla
su bandera se vio, tintos en sangre
corrieron a la mar los patrios ríos,
y en la atónita tierra no se oía,
cual ronca marejada,
más que en el estruendo de la lid bravía,
fueron los días de la amarga prueba;
fueron los días de orfandad y  llanto
y de muerte y de horrores,
pero nada importaba los reversos
ni de la adversa suerte los rigores.

Y de inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente procesión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas misiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en la lid cayeron
y  hogar y patria y libertad nos dieron.

Sonríen al ver que siempre grande
Por glorioso camino
la patria sigue a su inmortal destino;
y sonríen al ver que limpio brilla
el pendón colombiano
bajo el brillante cielo americano;
Que con amor guardamos su memoria,
Que somos dignos de sus altos hechos
Y dignos herederos de su gloria.
Y también surgen como blancos lirios,
como estrellas en diáfanas neblinas,
alta la sien, con nimbo esplendoroso,
de la patria las bellas heroínas.

También al resonar de las cadenas
indignas sus almas palpitaron;
también las cumbres del dolor hallaron...

También ellas, heroicas y serenas,
de la patria en las aras se inmolaron.
También los hechos brillan
como los hechos de los grandes hombres;
y también tienen la fama
corona de laureles para sus sienes.
Himnos de admiración tienen sus nombres;
que el corazón de la mujer, santuarios
de los puros y nobles idealismos,
también sube a la cima de la Gloria
y es capaz de los grandes heroísmos
para el amor y la virtud nacida
Ella es cordial de toda desventura;
doquiera su piedad enjuga lágrimas
y en toda sombra de dolor fulgura.
Por eso nunca desoyó el lamento
ni vio imposible el horrido quebranto
de la patria llorosa y desvalida.
¡Cuando llanto pidió, le dio su llanto;
cuando vidas pidió, le dio su vida!
¡Vuelve, oh patria, de nuevo
el día de tu gloria inmarcesible!
y otra vez a tu ara sacrosanto,
sube el himno de un pueblo redimido
de la grandeza de tus héroes canta.

Palpite eternamente en nuestros labios
y en nuestras almas su inmortal recuerdo,
porque ensalzando tus radiantes glorias,
oh patria, oh sol que sin ocaso brillas,
estaremos en pie para la tierra,
más para el cielo estamos de rodillas.
¡Oh, Señor! yo en tu Cristo busqué un esposo que me quisiera;
le ofrendé mis quince años, mi **** núbil;
violó mi boca,
y por Él ha quedado mi faz de nácar como la cera,
mostrando palideces de viejo cirio bajo mi toca.

¡Mas Satán me persigue y es muy hermoso! Viene de fuera
y ofreciéndome el cáliz de la ignominia, me vuelve loca...
¡Oh, Señor!, no permitas que bese impío mi faz de cera,
que muestra palideces de viejo cirio bajo mi toca...

Ya en las sombras del coro cantar no puede mi voz austera
los litúrgicos salmos, mi alma está estéril como una roca;
mi virtud agoniza, mi fe sucumbe, Satán espera...
¡Oh, Señor!, no permitas que bese impío mi faz de cera,
que muestra palidez de viejo cirio bajo mi toca!
Leydis Sep 2017
No hablen de lo que no entienden,
Él y yo somos agua fría y caliente.
Un peregrinaje de emociones vacilantes.

Él es mi rosa predilecta,
yo soy, el dominante aroma de su café *****.
Yo de él soy sus pétalos,
él es, el estolón que inspira mis más tiernos versos,
a veces tan solo las espinas
queriendo aniquilar nuestro afecto.

Somos la primera y última nota de una bella canción,
Somos los primeros versos que se inventaron de amor.
Somos la distancia y la proximidad.
La primera chispa de fuego.
El incendio en pasión.

Él mi humedad, yo, el forraje donde él se irriga.
Yo de su huevo soy la yema,
yerma nuestro amor a veces en partes desconocidas,
allí, donde se va Dios
a meditar sobre el universo y sus ingratos hijos.

No hablen de lo que no entienden,
el amor de nosotros no tiene demarcaciones,
no tiene firmamento,
a veces habita en un solo verso,
a veces se inmortaliza en un “te quiero”
en otras sucumbe como lo hace el ateo
cuando por fin entiende, que existe una fuerza divina.  

No hablen de lo que no entienden,
nuestro amor se obstina,
se repite sin claudicar,
desiste cuando ya no puede más,
abandona y vuelve a buscar su paz,
es perpetuo y efímero como el azar,
resiste e insiste de juntos..por siempre estar.

No somos Romeo y Julieta,
tampoco somos Adam y Eva,
no somos el papel y la tijera,
solo dos amantes incorregibles que;
se aman,
se odian,
que roncean y se miman,
que se entregan a un amor que nadie entiende,
pero el cual ellos han esperado toda la vida.

A nosotros nadie nos entiende,
y, ya que más da,
yo soy de él soy su café *****,
y él es mi amor eterno.  

LeydisProse
9/26/2017
https://www.facebook.com/LeydisProse/
¡La muerte! Allí se agota todo esfuerzo,
allí sucumbe toda voluntad.

¡La Muerte! ¡Lo que ayer fue nuestro Todo
hoy sólo es nuestra Nada!... ¡Eternidad!
¡Silencio!... El máximo silencio
que es posible encontrar.
¡Silencio!... ¡Ultrasilencio,
y no más! ¡Oh, no más!
¡Ni una voz en la noche
que nos pueda guiar!

Ana, razón suprema de mi vida,
¿dónde estás, dónde estás,
dónde estás?

Se abisma en el abismo el pensamiento,
se enlobreguece, ¡al fin!, todo mirar
en esta lobreguez inexorable,
y desespera, a fuerza de esperar,
la más potente de las esperenzas.
            ¡Eternidad, eternidad!
Oh mano larga y fina, mano que entre la bruna
Noche parece un lirio besado por la luna;

Oh mano transparente y exangüe, que armoniza
De pálidas perlas con la luz enfermiza;

Labios que no supieron nunca reír, en donde
Una vaga sonrisa cual capullo se esconde;

Pudorosas pupilas; ojeras azuladas,
Anunciadoras de insomnios en las noches calladas,

Cuando voz del pasado, que un bien perdido nombra,
Llega a nuestros oídos al través de la sombra;

Palidez de la frente, cual palidez de cielos
Invernales, que dice de callados anhelos,

De sacrificio y luchas de una alma siempre sola,
Que vencida sucumbe sin amor ni aureola ...

(¡Oh atracciones secretas ... misteriosa armonía!)
¡Cómo habláis sin palabras a mi melancolía!
Cuando traspasa el águila cumbres de eterno hielo,
Quiere para sus alas región desconocida;
Y luz de un sol cercano, en hondo azul perdida,
Para sus ojos mustios busca su audaz anhelo.

Sube, aspira fulgores en infinito cielo;
A lo ignoto, por fuerza potente va impelida,
Y asciende a las tormentas por trombas atraída;
Pero de pronto el rayo corta su raudo vuelo.

Lanza un siniestro grito; gira y gira, llevada
Por huracán rugiente, se crispa, y embriagada
En luz esplendorosa rueda hacia abismo aleve.

¡Feliz quien por la ansiada Libertad y la Gloria,
Sucumbe así, de muerte deslumbradora y breve,
En el radiante ensueño de su final victoria!
Damian May 2
Escucho la maquina piar
Y en mi camino encuentro tú risa y andar
Escucho la máquina piar
Y recuerdo nuestro día y noche entrelazar
Escucho la máquina piar
Mi mente sucumbe y me pide verte más
La escucho y deseo puentes poder crear
Lo onirico poder moldear y conectar
A little smth in spanish
Igual que la de bécquer
el arpa de la araña
en un ángulo oscuro
espera o desespera

el aire de la siesta
mueve sin destruirla
la seda de cordaje

hay una breve escala
de silencios
                          por fin
una mosca inocente
o quizá alucinada
sucumbe ante el hechizo
y paga con su vida
el haber profanado
el hermetismo
                              de la sencillez

— The End —