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Wörziech May 2014
e com a falta dos ventos vindos do sul,
deixa conscientemente de sentir a liberdade de rodar estradas a fora.

Somente paira nele o interesse por presenciar ares históricos
e as tonalidades azuis entardecidas de trilhas já traçadas pelas correntes em Istambul.

Há de se dizer que peculiarmente nesse instante,
percebe, nele próprio, pontuações apanhadas
que sua adorável gaita não tardaria a memorar:

Não é como o desconhecimento prévio
de uma viagem antiquada;

Tampouco uma imitação da intermitente angústia
pela eclosão de sentimentos vendidos em cápsulas;
Menos ainda assemelha-se com as incertezas graduais
que ocasionalmente acercam uma mente amada;

Incomparável é àquela perda do título real
concedido pelos grifos dos selos já borrados,
jogados sobre a mesa e observados em companhia
de aspirações psíquicas,
sentida em uma insana tarde corroída pelo vício.

É, em verdade,
o ruído, abafado e sintetizado,
dos restos talhados em um porão sempre a oeste,
através dos trompetes, de fumaça e metal,
regidos em orquestra pelo grupo
Camaradas do Estado Mundial.

Uma sequência sonora que perdura a narrar uma bela ficção.
A trajetória dum velho chamado Cristóvão a desbravar,
com pensamentos amenos,
terras sem dono e de corpos sem coração.
A bela construção ideológica de utilizar a dor de seus pés
para tornar esquecida aquela no peito,
provocada pelos seus negros palpitantes pulmões.

Enredo a cantarolar sua bravura por abandonar o grande cavalo
não mais selvagem autônomo e colocar-se frente ao sol túrgido no
horizonte;
desdobrando uma desregrada peregrinação atormentada pela poeira em sua narina e uma ocasional perca de controle promovida
por uma tosse ora doce, ora amarga.

Sempre em sintonia com as batidas de uma nota perdida,
adentrando o território de brasões a cores e a gesticular com gentis ramos de um mato esquecido,
vira caminharem ao seu lado alguns dos seus mais queridos juízos.

Precisamente com seu conjunto de novos e velhos amigos, o calor do espaço ele agora prioriza sentir;

De pés descalços, somente se concentra em seu ininterrupto primeiro passo,
deixando de lado o frenético, deliberado e contínuo deslocar de aço
através das regulares e vagas pontes asfálticas pelas quais todos os dias ele fatalmente necessitava deixar suas despersonalizadas pegadas;
pontes que continuam a apontar o caminho plástico e pomposo
para o estável mundo das mais belas famílias a venderem, amontoadas,
suas próprias almas à beira da estrada rígida e sem graça.

*"Viajará fora das estradas!"
¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
    ¡Hurra! ¡a caballo, hijos de la niebla!
Suelta la rienda, a combatir volad:
¿veis esas tierras fértiles?, las puebla
gente opulenta, afeminada ya.     Casas, palacios, campos y jardines,
todo es hermoso y refulgente allí:
son sus hembras celestes serafines,
su sol alumbra un cielo de zafir.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Nuestros sean su oro y sus placeres,
gocemos de ese campo y ese sol;
son sus soldados menos que mujeres,
sus reyes viles mercaderes son.
    Vedlos huir para esconder su oro,
vedlos cobardes lágrimas verter...
¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro
huellen nuestros caballos con sus pies.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Dictará allí nuestro capricho leyes,
nuestras casas alcázares serán,
los cetros y coronas de los reyes
cual juguetes de niños rodarán.
    ¡Hurra! ¡volad! a hartar nuestros deseos:
las más hermosas nos darán su amor,
y no hallarán nuestros semblantes feos,
que siempre brilla hermoso el vencedor.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Desgarraremos la vencida Europa
cual tigres que devoran su ración;
en sangre empaparemos nuestra ropa
cual rojo manto de imperial señor.
    Nuestros nobles caballos relinchando
regias habitaciones morarán;
cien esclavos, sus frentes inclinando,
al mover nuestros ojos temblarán.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Venid, volad, guerreros del desierto,
como nubes en negra confusión,
todos suelto el bridón, el ojo incierto,
todos atropellándose en montón.
    Id en la espesa niebla confundidos,
cual tromba que arrebata el huracán,
cual témpanos de hielo endurecidos
por entre rocas despeñados van.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Nuestros padres un tiempo caminaron
hasta llegar a una imperial ciudad;
un sol más puro es fama que encontraron,
y palacios de oro y de cristal.
    Vadearon el Tibre sus bridones,
yerta a sus pies la tierra enmudeció;
su sueño con fantásticas canciones
la fada de los triunfos arrulló.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     ¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse,
hambrienta en vuestras manos de matar?
¿No veis entre la niebla aparecerse
visiones mil que el parabién nos dan?
    Escudo de esas míseras naciones
era ese muro que abatido fue;
la gloria de Polonia y sus blasones
en humo y sangre convertidos ved.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     ¿Quién en dolor trocó sus alegrías?
¿Quién sus hijos triunfante encadenó?
¿Quién puso fin a sus gloriosos días?
¿Quién en su propia sangre los ahogó?
    ¡Hurra, cosacos! ¡gloria al más valiente!
Esos hombres de Europa nos verán:
¡Hurra! nuestros caballos en su frente
hondas sus herraduras marcarán.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     A cada bote de la lanza ruda,
a cada escape en la abrasada lid,
la sangrienta ración de carne cruda
bajo la silla sentiréis hervir.
    Y allá después en templos suntüosos,
sirviéndonos de mesa algún altar,
nuestra sed calmarán vinos sabrosos,
hartará nuestra hambre blanco pan.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.     Y nuestras madres nos verán triunfantes,
y a esa caduca Europa a nuestros pies,
y acudirán de gozo palpitantes
en cada hijo a contemplar un rey.
    Nuestros hijos sabrán nuestras acciones,
las coronas de Europa heredarán,
y a conquistar también otras regiones
el caballo y la lanza aprestarán.
    ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra!
La Europa os brinda espléndido botín:
sangrienta charca sus campiñas sean,
de los grajos su ejército festín.
Un instante vacío
de acción puede poblarse solamente
de nostalgia o de vino.
Hay quien lo llena de palabras vivas,
de poesía (acción
de espectros, vino con remordimiento).

Cuando la vida se detiene,
se escribe lo pasado o lo imposible
para que los demás vivan aquello
que ya vivió (o que no vivió) el poeta.
El no puede dar vino,
nostalgia a los demás: sólo palabras.
Si les pudiese dar acción...

La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar.
Hace vibrar árboles, ropas,
abrasa espigas, hojas secas,
acuna en su oleaje los objetos
que duermen en la playa.
La poesía es como el viento,
o como el fuego, o como el mar:
da apariencia de vida
a lo inmóvil, a lo paralizado.
Y el leño que arde,
las conchas que las olas traen o llevan,
el papel que arrebata el viento,
destellan una vida momentánea
entre dos inmovilidades.

Pero los que están vivos,
los henchidos de acción,
los palpitantes de nostalgia o vino,
esos... felices, bienaventurados,
porque no necesitan las palabras,
como el caballo corre, aunque no sople el viento,
y vuela la gaviota, aunque esté seco el mar,
y el hombre llora, y canta,
proyecta y edifica, aun sin el fuego.
Me acuerdo de los árboles de Dublín.
(Imaginar y recordar
se superponen y confunden;
pueblan, entrelazados, un instante vacío
con idéntica emoción.
Imaginar y recordar...)
Me acuerdo de los árboles de Dublín...
Alguien los vive y los recuerdo yo.
De los árboles caen hojas doradas
sobre el asfalto de Madrid.
Crujen bajo mis pies, sobre mis hombros,
acarician mis manos,
quisieran exprimirme el corazón.
No sé si lo consiguen...
Imaginar y recordar...
Hay un momento que no es mío,
no sé si en el pasado, en el futuro,
si en lo imposible... Y lo acaricio, lo hago
presente, ardiente, con la poesía.
No sé si lo recuerdo o lo imagino.
(Imaginar y recordar me llenan
el instante vacío).
Me asomo a la ventana.
Fuera no es Dublín lo que veo,
sino Madrid. Y, dentro, un hombre
sin nostalgia, sin vino, sin acción,
golpeando la puerta.
Es un espectro
que persigue a otro espectro del pasado:
el espectro del viento, de la mar,
del fuego -ya sabéis de qué hablo-, espectro
que pueda hacer que cante, hacer que vibre
su corazón, para sentirse vivo.
Los jóvenes homosexuales y las muchachas amorosas,
y las largas viudas que sufren el delirante insomnio,
y las jóvenes señoras preñadas hace treinta horas,
y los roncos gatos que cruzan mi jardín en tinieblas,
como un collar de palpitantes ostras sexuales
rodean mi residencia solitaria,
como enemigos establecidos contra mi alma,
como conspiradores en traje de dormitorio
que cambiaran largos besos espesos por consigna.

El radiante verano conduce a los enamorados
en uniformes regimientos melancólicos,
hechos de gordas y flacas y alegres y tristes parejas:
bajo los elegantes cocoteros, junto al océano y la luna
hay una continua vida de pantalones y polleras,
un rumor de medias de seda acariciadas,
y senos femeninos que brillan como ojos.

El pequeño empleado, después de mucho,
después del tedio semanal, y las novelas leídas de noche, en cama,
ha definitivamente seducido a su vecina,
y la lleva a los miserables cinematógrafos
donde los héroes son potros o príncipes apasionados,
y acaricia sus piernas llenas de dulce vello
con sus ardientes y húmedas manos que huelen a cigarrillo.

Los atardeceres del seductor y las noches de los esposos
se unen como dos sábanas sepultándome,
y las horas después del almuerzo en que los jóvenes estudiantes,
y las jóvenes estudiantes, y los sacerdotes se masturban,
y los animales fornican directamente,
y las abejas huelen a sangre, y las moscas zumban coléricas,
y los primos juegan extrañamente con sus primas,
y los médicos miran con furia al marido de la joven paciente,
y las horas de la mañana en que el profesor, como por descuido,
cumple con su deber conyugal, y desayuna,
y, más aún, los adúlteros, que se aman con verdadero amor
sobre lechos altos y largos como embarcaciones:
seguramente, eternamente me rodea
este gran bosque respiratorio y enredado
con grandes flores como bocas y dentaduras
y negras raíces en forma de uñas y zapatos.
Marco Raimondi Feb 2018
Quando, aos calados tocares, caminha silenciosa,
Volvem os ventos, os ardores palpitantes;
Tens a noite a contemplar teu semblante,
Agora que nas sombras dissipa-te imperiosa,

Não te adentras ante tal selva pavorosa;
Se é o negrume pelo qual apaixona-te exitante,
Cega teus claros olhares dos dias crepitantes,
Verás, é certo, a revelação de tuas cerradas pálpebras nebulosas;

Por que te insiste a perseverar loucura,
Se sabes que nas sombras não encontrarás amplidão?
Vinde aos dias, às luzes opalinas da fartura

E apenas a voz ressurge:

"Tenho em alvas lágrimas, dos dias, a punição
Portanto estendo meu destino à errante ventura
Pois a luz, tudo ruirá, em lábios amargos de maldição"
Llueve... Espera, no duermas,
estáte atento a lo que dice el viento
y a lo que dice el agua que golpea
con sus dedos menudos en los vidrios.

Todo mi corazón se vuelve oídos
para escuchar a la hechizada hermana,
que ha dormido en el cielo,
que ha visto el sol de cerca,
y baja ahora elástica y alegre
de la mano del viento,
igual que una viajera
que torna a un país de maravilla.

¡Cómo estará de alegre el trigo ondeante!
¡Con qué avidez se esponjará la hierba!
¡Cuántos diamantes colgarán ahora
del ramaje profundo de los pinos!

Espera, no te duermas. Escuchemos
            el ritmo de la lluvia.
            Apoya entre mis senos
            tu frente taciturna.
Yo sentiré el latir de tus dos sienes
            palpitantes y tibias,
como si fueran dos martillos vivos
            que golpearan mi carne.

Espera, no te duermas. Esta noche
somos los dos un mundo,
aislado por el viento y por la lluvia
entre la cuenca tibia de una alcoba.

Espera, no te duermas. Esta noche
somos acaso la raíz suprema
de donde debe germinar mañana
el tronco bello de una raza nueva
Si todos los ríos son dulces
de dónde saca sal el mar?

Cómo saben las estaciones
que deben cambiar de camisa?

Por qué tan lentas en invierno
y tan palpitantes después?

Y cómo saben las raíces
que deben subir a la luz?

Y luego saludar al aire
con tantas flores y colores?

Siempre es la misma primavera
la que repite su papel?
Velay! Velay! Melusina,
velay! Melusina de oro
-en el cabello y en el vello leve 1
que el labio te sombrea y las mejillas-. 2

Velay! Melusina de aciano
-palpitantes, azúreos, lientos ojos-.

Velay! Melusina la blonda
-los sonrosados labios, el cuello sonrosado,
sonrosados tesoros escondidos...-

Velay! Velay! Melusina,
velay! Melusina de oro:
¿cuándo reventarán los azahares?
¿cuándo el sabor caliente de tus llenos
labios golosos gustará mi gula?
¿cuándo aquellos tesoros escondidos
que -apenas- vislumbrará el ojo hambriento
(bastión bicupulado -diminutas
cúpulas desafiantes- que decora
sangriento par de diminutas fresas;
nemorosos retiros bajo los tibios brazos;
nemoros retiros...?)
¿cuándo aquéllos tesoros recatados
golosamente gustará mi gula?
¿cuándo reventarán los azahares?

Velay! Velay! Melusina,
velay! Melusina de oro
-en el cabello y en el vello leve... 3

Velay! Melusina de aciano,
velay! Melusina la blonda,
velay! velay! Melusina...
Y fue a esa edad... Llegó la poesía
a buscarme. No sé, no sé de dónde
salió, de invierno o río.
No sé cómo ni cuándo,
no, no eran voces, no eran
palabras, ni silencio,
pero desde una calle me llamaba,
desde las ramas de la noche,
de pronto entre los otros,
entre fuegos violentos
o regresando solo,
allí estaba sin rostro
y me tocaba.

Yo no sabía qué decir, mi boca
no sabía
nombrar,
mis ojos eran ciegos,
y algo golpeaba en mi alma,
fiebre o alas perdidas,
y me fui haciendo solo,
descifrando
aquella quemadura,
y escribí la primera línea vaga,
vaga, sin cuerpo, pura
tontería,
pura sabiduría
del que no sabe nada,
y vi de pronto
el cielo
desgranado
y abierto,
planetas,
plantaciones palpitantes,
la sombra perforada,
acribillada
por flechas, fuego y flores,
la noche arrolladora, el universo.

Y yo, mínimo ser,
ebrio del gran vacío
constelado,
a semejanza, a imagen
del misterio,
me sentí parte pura
del abismo,
rodé con las estrellas,
mi corazón se desató en el viento.
Avec ses nerfs rompus, une main écorchée,
Qui marche sans le corps dont elle est arrachée,
Crispe ses doigts crochus armés d'ongles de fer
Pour me saisir ; des feux pareils aux feux d'enfer
Se croisent devant moi ; dans l'ombre, des yeux fauves
Rayonnent ; des vautours, à cous rouges et chauves,
Battent mon front de l'aile en poussant des cris sourds ;
En vain pour me sauver je lève mes pieds lourds,
Des flots de plomb fondu subitement les baignent,
À des pointes d'acier ils se heurtent et saignent,
Meurtris et disloqués ; et mon dos cependant,
Ruisselant de sueur, frissonne au souffle ardent
De naseaux enflammés, de gueules haletantes :
Les voilà, les voilà ! dans mes chairs palpitantes
Je sens des becs d'oiseaux avides se plonger,
Fouiller profondément, jusqu'aux os me ronger,
Et puis des dents de loups et de serpents qui mordent
Comme une scie aiguë, et des pinces qui tordent ;
Ensuite le sol manque à mes pas chancelants :
Un gouffre me reçoit ; sur des rochers brûlants,
Sur des pics anguleux que la lune reflète,
Tremblant, je roule, roule, et j'arrive squelette.
Dans un marais de sang ; bientôt, spectres hideux,
Des morts au teint bleuâtre en sortent deux à deux,
Et, se penchant vers moi, m'apprennent les mystères
Que le trépas révèle aux pâles feudataires
De son empire ; alors, étrange enchantement,
Ce qui fut moi s'envole, et passe lentement
À travers un brouillard couvrant les flèches grêles
D'une église gothique aux moresques dentelles.
Déchirant une proie enlevée au tombeau,
En me voyant venir, tout joyeux, un corbeau
Croasse, et, s'envolant aux steppes de l'Ukraine,
Par un pouvoir magique à sa suite m'entraîne,
Et j'aperçois bientôt, non **** d'un vieux manoir,
À l'angle d'un taillis, surgir un gibet noir
Soutenant un pendu ; d'effroyables sorcières
Dansent autour, et moi, de fureurs carnassières
Agité, je ressens un immense désir
De broyer sous mes dents sa chair, et de saisir,
Avec quelque lambeau de sa peau bleue et verte,
Son cœur demi-pourri dans sa poitrine ouverte.
L'écartement des bras m'est cher, presque plus cher

Que l'écartement autre :

Mer puissante et que belle et que bonne de chair,

Quel appât est la vôtre !


Ô seins, mon grand orgueil, mon immense bonheur,

Purs, blancs, joie et caresse,

Volupté pour mes yeux et mes mains et mon cœur

Qui bat de votre ivresse,


Aisselles, fins cheveux courts qu'ondoie un parfum

Capiteux où je plonge,

Cou gras comme le miel, ambré comme lui, qu'un

Dieu fit bien mieux qu'en songe.


Fraîcheur enfin des bras endormis et rêveurs

Autour de mes épaules,

Palpitantes et si doux d'étreinte à mes ferveurs

Toutes à leurs grands rôles,


Que je ne sais quoi pleure en moi, peine et plaisir.

Plaisir fou, chaste peine,

Et que je ne puis mieux assouvir le désir

De quoi mon âme est pleine


Qu'en des baisers plus langoureux et plus ardents

Sur le glorieux buste

Non sans un sentiment comme un peu triste dans

L'extase comme auguste !


Et maintenant vers l'ombre blanche - et noire un peu,

L'amour il peut détendre

Plus par en bas et plus intime son fier jeu

Dès lors naïf et tendre !
Bastian M Pop Sep 2019
difuso brutalismo de pálido gris
tu imagen
tenue atardecer

en tus pupilas perdí
el sentir de mis palpitantes labios
sutil
cercana
creo conocer el tacto del susurro
que acaricia tu frágil cabello

sonríes
&
muere mi melancólico olvidar

sonríes
&
muere un amante
Recordarás aquella quebrada caprichosa
a donde los aromas palpitantes treparon,
de cuando en cuando un pájaro vestido
con agua y lentitud: traje de invierno.

Recordarás los dones de la tierra:
irascible fragancia, barro de oro,
hierbas del matorral, locas raíces,
sortílegas espinas como espadas.

Recordarás el ramo que trajiste,
ramo de sombra y agua con silencio,
ramo como una piedra con espuma.

Y aquella vez fue como nunca y siempre:
vamos allí donde no espera nada
y hallamos todo lo que está esperando.
Le meurtre aux mille bras comme un géant se lève ;
Les palais embrasés se changent en tombeaux ;
Prêtres, femmes, époux, tout tombe sous le glaive ;
Autour de la cité s'appellent les corbeaux.

Les mères ont frémi : les vierges palpitantes,
Ô calife ! ont pleuré leurs jeunes ans flétris,
Et les coursiers fougueux ont traîné hors des tentes
Leurs corps vivants, de coups et de baisers meurtris.

Vois d'un vaste linceul la ville enveloppée ;
Vois ! quand ton bras puissant passe, il faut tout plier,
Les prêtres qui priaient ont péri par l'épée,
Jetant leur livre saint comme un vain bouclier.

Les tout petits enfants, écrasés sous les dalles,
Ont vécu ; de leur sang le fer s'abreuve encor... -
Ton peuple baise, ô Roi, la poudre des sandales
Qu'à ton pied glorieux attache un cercle d'or !

Blois, le 30 avril 1825.

— The End —