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Anyelo Montero Jun 2014
Tener mente de escritor es probablemente una de las más grandes maldiciones que se le puede concebir a una persona.

    Primero; comienzas a cuestionar todo a tu alrededor, no pierdes ni un detalle. Ya no es buscar a tu novia, que vive pasando la esquina. Es despertar; ver que el día está algo nublado. Pensar que las nubes grises te gustan y te causan paz y eso te causa cierta bohemia y te da ganas de escribir algo. Ya no es caminar; es andar. Andar viendo el suelo y pensar: "Mis pasos son lentos... a mi alrededor todo es taciturno. Las nubes, oh, dulces nubes. Dulces pero amargas formas que luego destruirán el cielo y mojaran la arena con su transparente sangre".

   Segundo; no es ver a tu novia esperando en su puerta; es: "Y ahí estaba ella... tan hermosa... tan delicada. Tan irreal que me causaba gozo sólo existir para poder verla a la vuelta de la esquina...".

   Ahora, imaginemos aplicar éste principio mórbido e involuntario a cada aspecto de la vida.
   Tener mente de escritor es probablemente una de las más grandes maldiciones que se le puede concebir a una persona.
Valeria Chauvel May 2020
Podría quedarme días, horas,
eternidades que contienen eternidades
tratando de entenderte.

Podría estudiarte hasta el alba
y nunca dejar de ver tus ojos,
caótico río que tus aguas corren.

Tú que contienes a humanos
y les das de beber de tu seno,
embriagándolos con tu costumbre,
que ya toman sin pensar, sin cuestionar.

Yo que me inclino en tus aguas
y veo mi reflejo en tu cuerpo,
un ser vivo como cualquier otro,
dejo de tomar y observo.

¿Será acaso temporal
la barca que flota en tu cauce?
¿Si alguien agarra mi mano
o si solo beben tu leche?

Allá abajo está el océano.
Él nos dirá si flotará.

— The End —