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Victor Marques Oct 2010
Amor meu que só tu sentiste,
Infância rude e atribulada.
Arca de Noé naufragada,
Ambições dum menino triste.


Viagens que se perdem num labirinto,
maltratado pelas ocas canseiras.
Aventuras passageiras,
Coisas que eu sinto.



Trago na alma uma acesa chama,
Areias que o sol não queimou,
Mares que sua brancura o vento lavou,
Sinónimo de quem ama.


Victor Marques
Gil Mar 2018
Na rua faz frio e sol de inverno.

Gelam-me os pés e o coração, secam-me os lábios e os olhos.

De visão turva, ano para onde o vento forte me levar, esperando que lá faça sol.

De cabeça baixa, olho o céu nas poças de água na estrada.

Não me atrevo a chorar, que as lágrimas congelam-me as maçãs do rosto.

De mente atribulada, forço a tosse para fazer silêncio e sussurro:

Partida. Largada. Fugida.

E correm-me os pensamentos de uma ponta a outra.

Correm para ver quem chega primeiro, quem merece a minha atenção.

Mais rápidos que a própria sombra. Nem os vejo.

Zangados, gritam-me. Gritam-me todos ao mesmo tempo e não percebo uma palavra.

Fartos, cansam-se de gritar, mas agora também eu sinto cansaço.

Cansam-me os olhos, cansam-me as pernas, cansam-me os pulmões e o coração.

Espero que eles estejam felizes
Un Cónsul muerto; el otro fugitivo. El deshielo
Hincha el río, y cadáveres arrastra la corriente.
Sobre el Capitolino baja rayo furente;
El bronce suda, y rojo relampaguea el cielo.

En vano el Gran Pontífice, dos veces en su duelo
Consultó a la Sibila con súplica ferviente,
Y con largos sollozos la atribulada gente
Consterna a Roma, llena de horror y desconsuelo.

Hacia los altos muros la multitud corría,
Plebe, esclavos, mujeres, niños, cuanto surgía
De Suburra y la ergástula, con lloroso semblante,

Temiendo que surgiera sobre el monte desierto,
Donde el sol era un ojo de sangre, el jefe tuerto
Erguido sobre el lomo del Gétulo elefante.
El tiempo trae a mis sienes
imágenes de mi huerto
y de aquel blanco desierto
ungido de parabienes.

Se vistió la pobre arcilla
de sueño, rosa y armiño,
de luna y rayo fecundo,
y al volar por este mundo
crujiendo cándida gloria
me vienen a la memoria
aquellos años de niño.

Una voz atribulada viene
y va por mi recuerdo
preguntando si me acuerdo
de aquella infancia pasada,
de aquella suerte cebada
en una planta tan leve
de aquella infancia tan breve
que por tan breve y tan fría más
que infancia parecía vejez
de luto y de nieve.

¿Que si me acuerdo?
Podría olvidar el tiempo aquel,
aquel tiempo todo hiel
todo hiel y luna fría,
aquella niñez sombría,
aquel tiempo de candor
y aquella madre de amor
arrodillada en el suelo
mientras nevaba en su pelo
con una nieve de dios.

Nieve de mi primavera
arcángel anunciador
de todo cuanto era flor
y cuanto inocencia era.

Madre de rosa y de cera,
madre de sol y de canto,
con que amargo desencanto
vivió muriendo en la cueva.

Su pecho lleno de pena
sus ojos, sus ojos llenos de llanto.
Flecha de falso cupido
que hirió su noble cintura,
toro de mala ventura
con dos pitones de olvido.

Toro de negra suerte,
dos pitones sin honor,
tronchaste una rosa en flor
y en la plaza de la muerte
ante torero celeste.
Cuando el amor volvió, todo era rosa
El rosal, en la huerta adormecida;
Y en el patio las auras rumorosas
Eran como canción de bienvenida.

En la noche, de luna iluminada,
Cuando el amor volvió, yo estaba triste;
Y a tu reja llegué, la vi cerrada,
Y dijo mi dolor: «¿Por qué volviste?»

Tu ausencia fue de solitarios días,
Y de noches sin sueño... vida trunca;
Y triste, al preguntar si volverías,
El corazón me respondía: «¡Nunca!»

Volviste, y tu ventana está cerrada,
Y sigue el corazón de angustia opreso;
Y como adiós del alma atribulada
Mi amor te deja, en una rosa, un beso.

— The End —