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Nicole Mar 2015
Mujer, pisoteada por la sociedad,
denegada ante la realidad.

Sometida por los ideales creados
y eventualmente evolucionados.

Mujer, tú que haz parido,
tú que haz criado y mantenido,
eres nada ante los demás.

Culturalmente degradada,
religiosamente alabada.

Mujer, dando frutos y alegrías
en la vida de alguien que luego te va a dejar.

Tu color, tu tamaño, tu estilo, tu manera de expresar,
nada importará, todo ya definido está,
los estereotipos podrán más que tu bondad.

Mujer, tan trabajadora como siempre,
pero preocupada de lo que dirá la gente.

Las salidas, el ****, los viajes, los lujos, la comida, los placeres,
todo aquello de lo que quisieras disfrutar,
jamás podrás hacerlo con tranquilidad.

Siempre habrá alguien que manejará tu vida,
siempre habrá ese miedo que contigo acabará.

Mujer, es hora de que te des tu lugar,
eres bella, eres importante,
ignora si aquel no piensa igual.

Demuéstrale al mundo que no eres un objeto ******,
que no importa si eres de color o gruesa,
siempre va haber alguien que te va a amar.

Mujer, valórate y quiérete tal y como eres,
eres símbolo de pureza y calidad.

Pisoteada por la sociedad,
denegada ante la realidad,
es momento de gritar:
"¡YA NO MÁS!"
Escrito de última hora
Marco Raimondi Jun 2017
Tenho me permitido às mágoas, os sonhos perdidos,
Quando, na garganta, sinto vaga embriaguez aflita,
Cuja glória extinta de um moribundo imita
Em insurreições e alternos sentidos já lidos

Como fere-me este desespero parido!
Explicito nesta consciência insistentemente maldita
A expressão, trêmula, ébria e inaudita
De meu materializado relato interrompido

Ah! Indefinida sombra que se enfeita
Por que teu escuro movimento me espreita,
Se minha aguça voz abate-se em calabouços?

Interrogo-me à esta paixão imperfeita:
Para onde vai minha alma tão desfeita?
E primitivamente, apenas o silêncio ouço
Marco Raimondi Jun 2017
Narrador:
Por estes escuros campos, adejam agora dois irmãos,
No gorjeio do corvo, que sela da noite um recanto
Esvoaçam as folhas no vento da mais fria escuridão
A engolfar nestas negruras seus lúgubres cantos
Filhos sem mãe! Íncolas das infindas caligens!
São Érebo e Nix, que logram do Caos suas origens

Nix:
Canto às corujas, ao escuro sepulcro das mágoas!
Ao vazio dos sonhos cuja saudade finda a viver,
À frialdade dos atascais e suas obscuras águas,
À toda graça e ser que sozinho há de morrer!
Canto às sombras quais de noite encontram harmonia!
Que há de entoar tu, irmão, em notívaga poesia?

Érebo:
Se negamos da noite o brilho das rosas,
Pois então direi que há serena beleza
No obscurecer destas clarezas revoltosas!
Canto o orgulho de meu triunfo, nossa grandeza
Que da criança rompe o chorar
E, a todos, os horrores deixa de revelar!

Nix:
Cantas estas nossas glórias, irmão
Quais apenas neste, ao despertar comovido,
Há de findar, em dia de claro loução
E deste mesmo dia, de clareza parido,
Enterramos as luzes quentes e agitadas
No interno sereno d'um'alma fechada

Érebo:
Deixa te lamentar pois do destino tens a certeza?
Este sangrar fadado já me enfastia!
Levarei a revolta da noite em eterna proeza,
Pois tenho laços caóticos, índole da agonia;
Bastam-me as graças, natureza inteira,
Vinde, se te cansas o exílio de tal maneira!

Nix:
Se permites acompanhar-te neste egresso,
Destinaremo-nos às auroras! E realço
Que, pelas bençãos, não haverá regresso,
Pois crepúsculos não hão de tornar-se percalço!
Dá-me as mãos! Guiaremos este breu acrópeto
Mesmo vulneráveis, precipitados ao sol e seu ímpeto!

Narrador:
Pelos rasgos ofuscados que avançaram,
Suspendia-se o sol dos montes além
Errando as aves que os reluzires iniciavam
Diante dos breus, dos inóspitos suspiros do aquém;
De súbito, os místicos sussurros murmurantes
Tornavam o pálido destino cada vez mais distante

A ira do viajante e seu corcel, tornava-se incerteza
Consolava-se a ventura em tão visão inominada,
E tudo amparava-se pelo desejo e tristeza,
À campesina, a ventania expressava-se gelada
E um ancião desesperava: ''Ó natureza fria e austera!
Donde estão vossos deleites que dai-nos em primavera!''

Do dia, as horas obscuras eram feridas a sangrar
Os cânticos de luz cumpriam-se alucinados
E o Caos, de Gaia, pai, ardia-se a reinar
Por seus filhos, que d'uma fonte anárquica haviam tomado;
Apenas uma delirante e insípida ilusão luzia,
Enquanto a natureza, em aflição, lamentosamente gemia
Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
madre?

Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
si su fondo titánico da principio a mi carne?
abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡nadie!

Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huesos caídos se levantan:
madre.

Decir madre es decir tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.

La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tú eres la madre entera con todo su infinito,
madre.

Tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes, volverás a parirme,
madre.

Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡madre!

Hermanos: defendamos su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
aires.

Echad a las orillas de vuestro corazón
el sentimiento en límites, los efectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.

Una fotografía y un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
madre.

Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
madre.

España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
madre.

Además de morir por ti, pido una cosa:
que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
madre.
No saben.
¡Perdonadlos!
No saben lo que han hecho,
lo que hacen,
por qué matan,
por qué hieren las piedras,
masacran los paisajes...
No saben.
No lo saben...
No saben por qué mueren.

Se nutren,
se han nutrido
de hediondas imposturas,
de cancerosos miasmas,
de vocablos sin pulpa,
sin carozo,
sin jugo,
de negras reses de humo,
de canciones en pasta,
de pasionales sombras con voces de ventrílocuo.

Viven
entre lo fétido,
una inquietud de orzuelo,
de vejiga pletórica,
de urticaria florida que cultiva el ayuno,
el sudor estancado,
la iniquidad encinta.

No creen.
No creen en nada
más que en el moco hervido.
en el ideal,
chirriante,
de las aplanadoras,
en las agrias arcadas
que atormentan al éter,
en todas las mentiras
que engendran las matrices de plomo derretido
el papel embobado
y en bobina.

Son blandos,
son de sebo,
de corrompido sebo triturado
por engranajes sádicos,
por ruidos asesinos,
por cuanto escupitajo se esconde en el anónimo,
para hundirles sus uñas de raíces cuadradas
y dotarlos de un alma de trapo de cocina.

Sólo piensan en cifras, en fórmulas, en pesos,
en sacarle provecho hasta a sus excrementos.
Escupen las veredas,
escupen los tranvías,
para eludir las horas
y demostrar que existen.

No pueden rebelarse.
Los empuja la inercia,
el terror,
el engaño,
las plumas sobornadas,
los consorcios sin **** que ha parido la usura
y que nunca se sacian de fabricar cadáveres.

Se niegan al coloquio del agua con las piedras.
Ignoran el misterio del gusano,
del aire.
Ven las nubes,
la arena,
y no caen de rodillas.
No quedan deslumbrados por vivir entre venas.
Sólo buscan la dicha en las suelas de goma.
Si se acercan a un árbol no es más que para mearlo.
Son capaces de todo con tal de no escucharse,
con tal de no estar solos.

¿Cómo,
cómo sabrían
lo que han hecho,
lo que hacen?

¿Algo tiene de extraño
que deserten del asco,
de la hiel,
del cansancio?

Sólo puede esperarse
que defiendan el plomo,
que mueran por el guano,
que cumplan la proeza
de arrasar lo que encuentren y exterminarlo todo,
para que el hambre extienda sus tapices de esparto
y desate su bolsa ahíta de calambres.

Son ferozmente crueles.
Son ferozmente estúpidos...
pero son inocentes.

¡Hay que compadecerlos!
¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!
¡Qué créditos con bruma, en una esquina!
¡Qué diamante sintético, el del casco!
¡Cuánta más dulcedumbre
a lo largo, más honda superficie:
¡cuánto catorce ha habido en tan poco uno!

¡Qué deber,
qué cortar y qué tajo,
de memoria a memoria, en la pestaña!
¡Cuanto más amarillo, más granate!
¡Cuánto catorce en un solo catorce!

Acordeón de la tarde, en esa esquina,
piano de la mañana, aquella tarde;
clarín de carne,
tambor de un solo palo,
guitarra sin cuarta ¡cuánta quinta,
y cuánta reunión de amigos tontos
y qué nido de tigres el tabaco!
¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!

¿Qué te diré ahora,
quince feliz, ajeno, quince de otros?
Nada más que no crece ya el cabello,
que han venido por las cartas,
que me brillan los seres que he parido,
que no hay nadie en mi tumba
y que me han confundido con mi llanto.

¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!

— The End —