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A estos peñascos rudos,
mudos testigos del dolor que siento
-que sólo siendo mudos
pudiera yo fiarles mi tormento,
si acaso de mis penas lo terrible
no infunde lengua y voz en lo insensible-,

quiero contar mis males,
si es que yo sé los males de que muero;
pues son mis penas tales,
que si contarlas por alivio quiero,
le son, una con otra atropellada,
dogal a la garganta, al pecho espada.

No envidio dicha ajena:
que el mal eterno que en mi pecho lidia,
hace incapaz mi pena
de que pueda tener tan alta envidia;
es tan mísero estado en el que peno,
que como dicha envidio el mal ajeno.

No pienso yo si hay glorias;
porque estoy de pensarlo tan distante,
que aun las dulces memorias
de mi pasado bien, tan ignorante
las mira de mi mal el desengaño,
que ignoro si fue bien, y sé que es daño.

Esténse allá en su esfera
los dichosos: que es cosa en mi sentido
tan remota, tan fuera
de mi imaginación, que sólo mido,
entre lo que padecen los mortales,
lo que distan sus males de mis males.

¡Quién tan dichosa fuera,
que de un agravio indigno se quejara!
¡Quién de un desdén llorara!
¡Quién un alto imposible pretendiera!
¡Quién negara, de ausencia o de mudanza,
casi a perder de vista la esperanza!

¡Quién en ajenos brazos
viera a su dueño, y con dolor rabioso
se arrancara a pedazos
del pecho ardiente el corazón celoso!
Pues fuera menor mal que mis desvelos,
el infierno insufrible de los celos.

Pues todos estos males
tienen consuelo o tienen esperanza,
y los más sin iguales
solicitan o animan la venganza;
y sólo de mi fiero mal se aleja
la esperanza, venganza, alivio y queja.

Porque ¿a quién sino al cielo,
que me robó mi dulce prenda amada,
podrá mi desconsuelo
dar sacrílega queja destemplada?
Y él, con sordas, rectísimas orejas,
a cuenta de blasfemias pondrá quejas.

Ni Fabio fue grosero
ni ingrato, ni traidor; antes, amante
con pecho verdadero,
nadie fue más leal ni más constante:
nadie más fino supo, en sus acciones,
finezas añadir a obligaciones.

Sólo el cielo, envidioso,
mi esposo me quitó; la Parca dura,
con ceño riguroso,
fue sólo autor de tanta desventura.
¡Oh Cielo riguroso, oh triste suerte,
que tantas muertes das con una muerte!

¡Ay dulce esposo amado!
¿Para qué te vi yo? ¿Por qué te quise,
y por qué tu cuidado
me hizo, con las venturas, infelice?
¡Oh dicha, fementida y lisonjera,
quién tus amargos fines conociera!

¿Qué vida es esta mía,
que rebelde resiste a dolor tanto?
¿Por qué, necia, porfía,
y en las amargas fuentes de mi llanto
atenuada, no acaba de extinguirse,
si no puede en mi fuego consumirse?
Más gallarda que el nenúfar
Que sobre las verdes ondas,
Al soplo del manso viento
Se mece al rayar la aurora,
Es una linda doncella
Que tiene por nombre Rosa,
Y a fe que no hay en los campos
Igual a sus gracias otra.
Vive en Pátzcuaro, en la Villa
De hermoso lago señora,
Lago que retrata un cielo
Limpio y azul, donde flotan
Blancas nubes que semejan
Grupos de errantes gaviotas.

Está en la flor de la vida,
No empaña ninguna sombra
Las primeras ilusiones
Con que el amor ia corona
Ama Rosa y es amada
Con un amor que no estorban
Sus padres, porque comprenden
Que ei joven que para esposa
La pretende, nobies prendas
Y honrado nombre atesora.
Cuentan ios que io conocen
Que tal mérito le abona,
Que no hay otro que le iguale
Cien leguas a la redonda.

Y aunque alabanza de amigo
Pueda tacnarse de impropia,
Nadie niega que remando
Tiene ei alma generosa;
Que sus riquezas divide
Con ios que sufren y lloran,
Que es tan bravo, que el peligro
Desdeña y jamas provoca,
Pero io humilla y io vence
Cuando en su camino asoma.

No hay jinete más garboso
Ni más diestro, porque asombra
Cuando de potro rebelde
Los fieros ímpetus doma,
Y es tan amable en su trato,
Tan cumplido en su persona,
Tan generoso en sus hechos
Y tan resuelto en sus obras,
Que la envidia no se atreve
Con su lengua ponzoñosa
A manchar su justa fama
Cuando cualquiera lo nombra.

Ya se prepara la fiesta,
Cercanas están las bodas.
Los padres cuentan los días,
Los prometidos las horas;
Los amigos se disponen
Para obsequiar a la novia
Dando brillo con sus galas
A la nupcial ceremonia.
Y aunque es tiesta de familia
Por suya el pueblo la toma.
Y en llevarla bien al cabo
Se empeña la Villa toda.
¡Con qué profunda tristeza
Vive Rosa en su retiro!
Está pálida su frente
Y están sus ojos sin brillo;
De la noche a la mañana
Corre de su llanto el hilo,
Sus padres sufren con ella
Y están tristes y abatidos.

No le da el sueño descanso
Ni el sol le procura alivio,
Que son la luz y las sombras
Para el que sufre lo mismo.
Está muy lejos Fernando,
Muy lejos y en gran peligro
Por que al llegar de la boda
El instante apetecido,
Invadió como un torrente
La ciudad el enemigo.

El pabellón del imperio
Halla en Patzcuaro un asilo,
Los franceses se apoderan
Del sosegado recinto,
Su ley imponen a todos,
Subyugan al pueblo altivo,
Y Fernando en su caballo,
De pocos hombres seguido,
Sale a buscar la bandera
Que veneró desde niño,
Y que agita en las montañas
El viento del patriotismo.

Ni el amor ni la esperanza
Le cerraron el camino,
Que ciego a todo embeleso
Y sordo a todo atractivo,
La Patria, sólo la Patria
En tales horas ha visto,
Y por ella deja todo
A salvarla decidido.

Rosa se queda llorando
Y como agostado lirio,
No hay fuerza que la levante
Ni sol que le infunda brío;
De su amoroso Fernando
Sólo sabe lo que han dicho;
Fue a la guerra y lo conoce,
Firme, noble y decidido;
Lo sueña entre los primeros
Que acometen los peligros;
Sabe que en todos los casos,
Entre muerte y servilismo
Ha de preferir la muerte
Que es vida para los dignos
Y con profunda tristeza
Vive Rosa en su retiro
Sin consuelo ni descanso,
Sin esperanza ni alivio,
Que son la luz y las sombras
Para el que sufre lo mismo.
A la habitación de Rosa,
Al rayar de la mañana
Llega un indígena humilde
Que viene de la montaña,
Y sin despertar sospechas
Cruzó por las avanzadas
Trayendo un papel oculto
En su sombrero de palma.
En hablar con Rosa insiste
Cuando de oponerse tratan
Sus padres que en todo miran
Espionajes y asechanzas.
Oye la joven las voces
Y con interés indaga,
Porque el corazón le dice
Que la nueva será grata,
Y lo confirma mirando
Que al borde de su ventana
Un «salta-pared» ligero
Tres veces alegre canta,
Nuncio de buena fortuna
Del pueblo entre las muchachas.

Llama al indio presurosa,
Este con faz animada
La saluda, y del sombrero
Descose la tosca falda,
Y de allí con mano firme
Saca y le entrega una carta
Que vino tan escondida,
Que a ser otro no la hallara.

Rosa trémula no acierta
En su gozo a desplegarla
Y ya febril e impaciente
Tanta torpeza le enfada;
Abre al fin y reconoce
Que Fernando se la manda
Y en cortas frases le dice,
Esto que en su pecho guarda:

«Mi único amor, vida mía,
Mi pasión, alma del alma,
No puedo vivir sin verte,
Que sin ti todo me falta;
Y aunque tu amor me da aliento
Y tu recuerdo me salva,
Tengo sed de tu presencia,
Tengo sed de tus palabras.

»Hoy por fortuna muy cerca
Me encuentro de tu morada,
Y he de verte aunque se oponga
Todo el poder de la Francia.

»Esta noche, a media noche
Antes de rayar el alba,
Para verme y para hablarme
Asómate a la ventana.

»Adiós vida de mi vida
No tengas miedo, y aguarda
Al que adora tu recuerdo
Luchando entre las montañas».
Es pasada media noche,
Reina profundo silencio
Que sólo interrumpe a veces
El ladrido de los perros,
O el grito del centinela
Que lleva perdido el viento.

En su ventana está Rosa,
Entre las sombras queriendo
Penetrar con la mirada
De sus grandes ojos negros,
Las tinieblas que sepultan
Los callejones estrechos.

Para no inspirar sospechas
Oscuro está su aposento,
Y ni a suspirar se atreve
Por no vender su secreto.

De súbito, escucha pasos
Cautelosos a lo lejos,
Y al oírlos no le cabe
El corazón en el pecho.

Entre las sombras divisa
Algo que tomando cuerpo
A la ventana se llega
Y casi con el aliento,
Le dice: -Prenda del alma.
Aquí estoy-.
                    ¡Bendito el cielo!-
Contesta Rosa y las manos
En la oscuridad tendiendo
Halla el rostro de su amante
Que las cubre con sus besos.
-¿Dudabas de que viniera?
-¿Como dudar, si yo creo
Cuanto me dices lo mismo
Que si fuera el Evangelio?
-¡Tantas semanas sin verte!
-¡Tanto tiempo!
                        -¡Tanto tiempo!

-Pero temo por tu vida...
-No temas, Dios es muy bueno.
Ahora dime que me amas,
A que me lo digas vengo
Y a decirte que te adoro...
-¿Más que yo a ti, cuando siento
Hasta de la misma patria
El aguijón de los celos?
No te culpo, mi Fernando,
No te culpo, bien has hecho
Pero dudo y me atormenta
Pensar que esconde tu seno
Amor más grande que el mío
Y otro vínculo más tierno.

Escúchame: si algún día
Merced a tu noble esfuerzo,
Victoriosa tu bandera,
Por héroe te aclama el pueblo,
Yo disputaré a tu frente
Ese laurel, porque tengo
Ante la patria que gime,
Para adquirirlo derecho;
Tú, sacrificas tu vida,
Yo, débil mujer, le ofrezco,
Alentando tu constancia,
Todo el amor que te tengo.
¡Ay Fernando! ¿tú no mides
Este sacrificio inmenso?
Y al decir así, la mano
Atrajo del guerrillero
Y con su llanto al bañarla
La oprimió contra su pecho.
Limpia despunta la aurora
Y en la ventana Fernando
No se atreve a despedirse
Sin hacer del tiempo caso.

Mas de pronto, por la esquina,
Sobre fogoso caballo,
De la brida conduciendo
Un potro alazán tostado,
Un guerrillero aparece
Con el mosquete en la mano.

Acércase a la pareja,
Aquel coloquio turbando,
Y dirigiéndose al joven
Le dice: «Mi Jefe, vamos,
Monte, que nos han sentido
Y somos dos contra tantos».

-iVete, por Dios!-grita Rosa.
Salta a su corcel Fernando,
Toma su pistola, besa
A la doncella en los labios,
Y a tiempo que se despide,
Por un callejón cercano
Desembocan en desorden
Argelinos y zuavos.
-iAlto!-gritan los que vienen.
-¡Primero muerto que dado!-
Contesta el otro y se lanza
Para abrir en ellos paso...
Suenan discordantes gritos,
Y se escuchan los disparos
Y álzanse nubes de polvo
De los pies de los soldados;
Y al punto que Rosa enjuga
Sus ojos que anubla el llanto,
Ya mira como se alejan
A galope por el campo,
Libres de sus enemigos,
Ei asistente y Fernando.
Algunos años más tarde,
Y cuando pagó a su patria
La deuda de sus servicios
Y la vió libre y sin mancha,
Volvió Fernando a sus lares;
Colgó en el hogar su espada,
Y no quiso ser soldado
Después de triunfar su causa;
Que fue guerrero del pueblo,
Luchador en la montaña,
De los que sólo combaten
Si está en peligro la Patria.

Entonces cumplióle a Rosa
Sus ofertas más sagradas,
Y fue la boda una fiesta
Popular, risueña y franca.

Al verlos salir del templo,
Según refiere la fama,
Recordando aquellas frases
De la inolvidable carta,
Formando vistoso grupo
A las puertas de su casa,
Las más bonitas del pueblo,
Las más festivas muchachas,
Con melancólicas notas
(Que a nuestros tiempos alcanzan
En canción que «Los Capiros»
En Michoacán se la llama),
Al compás de las vihuelas,
De esta manera cantaban:

«Esta noche a media noche,
Y antes que llegue mañana
Si oyes que al pasar te silbo
Asómate a tu ventana».
Paul d'Aubin Dec 2016


d' Enrique Díez-Canedo

"El desterrado"

Todo lo llevas contigo,
tú, que nada tienes.
Lo que no te han de quitar
los reveses
porque es tuyo y sólo tuyo,
porque es íntimo y perenne,
y es raíz, es tallo, es hoja,
flor y fruto, aroma y jugo,
todo a la vez, para siempre.
No es recuerdo que subsiste
ni anhelo que permanece;
no es imagen que perdura,
ni ficción, ni sombra. En este
sentir tuyo y sólo tuyo,
nada se pierde:
lo pasado y lo abolido,
se halla, vivo y presente,
se hace materia en tu cuerpo,
carne en tu carne se vuelve,
carne de la carne tuya,
ser del ser que eres,
uno y todos entre tantos
que fueron, y son, y vienen,
hecho de patria y de ausencia,
tiempo eterno y hora breve,
de nativa desnudez
y adquiridos bienes.
De aquellos imperturbables
amaneceres
en que la luz de tu estancia
se adueñaba tenue
pintando vidrios y cuadros,
libros y muebles;
de aquellos días de afanes
o placeres,
de vacilación o estudio,
de tenso querer, de inerte
voluntad; de cuantos hilos
tu vida tejen,
no hay una urdimbre quebrada
ni un matiz más débil. ..
Nadie podrá desterrarte
de estos continentes
que son carne y tierra tuya:
don sin trueque,
conquista sin despojo,
prenda de vida sin muerte.
Nadie podrá desterrarte;
tierra fuiste, tierra fértil,
y serás tierra, y más tierra
cuando te entierren.
No desterrado, enterrado
serás tierra, polvo y germen.

El desterrado. 1940

                                                           ­              *
Traduction de "L'exilé"

Tu portes tout avec toi,
Toi que n’as plus rien.
Qui n'existe que pour ce que tu laisses derrière toi.
Les revers, parce ils sont tiens et seulement tiens,
Parce que cette défaite est intime et définitive,
qu'elle est à la fois ta racine, ta tige, et aussi ta feuille,
mais aussi cette fleur et ce fruit, son parfum et son suc.
Tout à la fois et pour toujours.
Il n'y a pas de souvenir qui subsiste
ni de désir ardent qui reste.
Il n’y a pas d'image qui dure
ni même de fiction, ni d'ombre. Dans cette manière de ressentir,
Il n'y a que toi et seulement toi
rien ne se perds :
le passé est aboli.
Lui et elle se retrouvent vivants et présents,
la matière prend forme dans ton corps
une chair dans ta chair se retrouve
chair de ta propre chair,
être de l'être dont tu es.
Un et multiple entre tant
Qui furent, sont et furent
façonnés par leur patrie et aussi par son absence
de temps éternel et d’heure brève,
de nudité native
et de biens amassés
par ces aubes imperturbables,
dans lesquelles
la lumière de ton séjour
s'emparait de manière ténue
en peignant des verres, des tableaux,
des livres et des meubles ;
Lors de ces jours de labeurs
ou de plaisirs,
de vacillements ou d’études,
De tension propulsive, ou de volonté inerte.
Par combien de fils, de ta vie sont tissés.
Il n'y a pas de chaîne rompue
ni de nuances infimes ...
Personne ne pourra t'exiler de ces continents
Qui sont ta chair et ta Terre :
Toi l'Homme sans compromission
Sans conquête ni dépouille
Part de la vie sans mort.
D’une terre où tu es née, de cette Terre fertile.
Et tu trouveras prive de Terre
Quand ils t'enterreront,
Comme une poussière de grains et en germe.

"L’exilé."
1940
Pardonnez- moi cher(e)s Lectrices et Lecteurs, pour mon audace insensée et ma traduction maladroite et précaire du non Hispanophone que je suis. Mais je n'ai pu résister ayant été très ému presque bouleversé par ce texte écrit en 1940, soit en plein Exil Espagnol et au cœur de l'exil de la raison et de la bonté dans le ** me siècle qui pourrait encore avoir tant à nous signifier sur tant d'actuels exilés dont notre Planète regorge; notre Terre d'avidité et d'égoïsme aux naissances si peu contrôlées et aux ressources si mal réparties d' êtres humains, trop souvent en désespérance, d'une simple libre expression, de conditions de vie décentes et meilleures, trop souvent aussi hélas d'illusions d'un  mieux fallacieux en Europe et toujours d'une main tendue qui leur est trop souvent refusée. )
Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.

Ese que el pecho esquiva al niño ciego
y blasfemó del fuego de la vida,
de una brasa pensada, y no encendida,
quiere ceniza que le guarde el fuego.

Y ceniza hallará, no de su llama,
cuando descubra el torpe desvarío
que pedía, sin flor, fruto en la rama.

Con negra llave el aposento frío
de su tiempo abrirá. ¡Desierta cama,
y turbio espejo y corazón vacío!
La Señora Silenciosa,
La Veterana Infalible.
La Muerte, cosa terrible,
La Muerte... ¡tremenda cosa!
Qué fuerza tan misteriosa,
implacable, traicionera:
Llegas al que no te espera,
huyes del que te reclama,
ríes del pobre que clama:
¡Muerte, si otra muerte hubiera...!
Quisiera librar al mundo
de tu macabra misión.
Quisiera darte prisión
en un abismo profundo.
Quisiera, por un segundo,
contemplarte cara a cara
y que el Cosmos me dotara
de indestructible poder
conjugando un verbo Ser
que de ti me libertara.
Muerte, yo te desafío,
tu presencia no me extraña,
me burlo de tu guadaña
y de tus huesos me río.
Muerte, no le temo al frío
Que los corazones para.
Muerte, si otra te matara,
al saberte ya destruida,
con la prenda más querida
a esa Muerte pagara.
Muerte que todo lo callas
estás en todo lugar,
en las nubes, en el mar,
en los campos de batalla.
Cada bala de metralla
es tu palabra certera...
Si de otra muerte muriera,
si otra muerte me llevase
a esa Muerte pagase
porque a ti, muerte te diera.
Como la historia del amor me aparta
De las sombras que empañan mi fortuna,
Yo de esa historia recogí esta carta
Que he leído a los rayos de la luna:

Yo soy una mujer muy caprichosa
Y que me juzgue a tu conciencia dejo,
Para poder saber si estoy hermosa
Recurro a la franqueza de mi espejo

Hoy, después que te vi por la mañana,
Al consultar mi espejo alegremente,
Como un hilo de plata vi una cana
Perdida entre los rizos de mi frente.

Abrí para arrancarla mis cabellos
Sintiendo en mi alma dolorosas luchas,
¡Y cuál fue mi sorpresa, al ver en ellos
Esa cana crecer con otras muchas!

¿Por qué se pone mi cabello cano?
¿Por qué está mi cabeza envejecida?
¿Por qué cubro mis flores tan temprano
Con las primeras nieves de la vida?

¡No lo sé! Yo soy tuya, yo te adoro
Con fe sagrada, con el alma entera;
Pero sin esperanza sufro y lloro...
¿Tiene también el llanto primavera?

Cada noche soñando un nuevo encanto
Vuelvo a la realidad desesperada;
Soy joven, es verdad, mas sufro tanto
Que está mi triste juventud cansada.

Cuando pienso en lo mucho que te quiero,
Y llego a imaginar que no me quieres,
Tiemblo de celos y de orgullo muero;
(Perdóname: así somos las mujeres).

He cortado con mano cuidadosa
Esos cabellos blancos que te envío:
Son las primeras nieves de una rosa
Que imaginabas llena de rocío.

Tú me has dicho: "De todos tus hechizos,
Lo que más me cautiva y enajena,
Es la negra cascada de tus rizos
Cayendo en torno a tu faz morena".

Y yo, que aprendo todo lo que dices,
Puesto que me haces tan feliz con ello,
He pasado mis horas tan felices
Mirando cuan rizado es mi cabello.

Mas hoy no elevo dolorosa queja,
Porque de ti no temo desengaños;
¡Mis canas te dirán que ya está vieja
Una mujer que cuenta veintiún años!

¿Serán, para tu amor, mis canas nieve?
Ni a imaginarlo en mis delirios llego.
¿Quién a negarme sin piedad se atreve
Que es una nieve que brotó del fuego?

¿Lo niegan los principios de la ciencia
Y una antítesis loca se parece?
Pues es una verdad de la experiencia:
Cabeza que se quema se emblanquece.

Amar con fuego y existir sin calma;
Soñar sin esperanza de ventura,
Dar todo el corazón, dar toda el alma
En un amor que es germen de amargura;

Soñar la dicha lleno de tristeza,
Sin dejar que sea tuya el hado impío,
Llena de blancas hebras mi cabeza,
Y trae una vejez: la del hastío.

Enemiga de necias presunciones
Cada cana que brota me la arranco,
Y aunque empañe tus gratas ilusiones
Te mando, ya lo ves, un rizo blanco.

¿Lo guardarás? Es prenda de alta estima,
Y es volcán este amor a que me entrego:
Tiene el volcán sus nieves en la cima,
Pero circula en sus entrañas fuego.
L Aug 2018
Ayer fui a verte
después de las diez
tu novio portaba su chamarra de universidad.

Somos colegas
mas yo no compré la chaqueta
y de haberme quedado por unos segundos más
le hubiera visto abrazarte
con esa prenda roja del amor que te tengo.
Perdí tu presencia,
pero la hallaré;
pues oculta ciencia
dice a mi conciencia
que en otra existencia
te recobraré.

Tú fuiste en mi senda
la única prenda
que nunca busqué;
llegaste a mi tienda
con tu noble ofrenda,
¡quén sabe por qué!

¡Ay!, por cuánta y cuánta
quimera he anhelado
que jamás logré...,
y en cambio, a ti, santa,
dulce bien amado,
te encontré a mi lado,
¡quién sabe por qué!

Viniste, me amaste;
diez años me amaste;
diez años llenaste
mi vida de fe,
de luz y de aroma;
en mi alma arrullaste
como una paloma,
¡quién sabe por qué!

Y un día te fuiste:
¡Ay triste!, ¡ay triste!;
pero te hallaré;
pues oculta ciencia
dice a mi conciencia
que en otra existencia
te recobraré.
LKenzo Dec 2020
Todavía recuerdo el día en el que te marchaste
dejándome tirada en ese
viejo aparcamiento para camiones.
Se que no soy ningún deshecho para ti.
Yo soy la que jode, el penar
el dolor
el tormento
La única que te habla con sinceridad
en esa gasolinera del condado de Queens.
He entregado toda mi alma
tanto mi amor como mi rabia
y si no es así, no importa ya
Súbete
monta y conduce
Convéncete
necesitas esto
esa cruz que se balancea
la pistola en tu guantera
El camino es oscuro, pon las luces largas
Y si la carretera es complicada
siempre me tendrás de copiloto a tu lado.

Te entregué mi alma al completo
dime tu si hice bien
confundiste una parte con un todo otra vez
Tu puedes ser mi amante, que yo también seré,
yo también seré tu tormento.
Si puedes seguirme el ritmo
persígueme
dulcemente
en la luz o en la oscuridad
todas las cosas que has confesado odiar
Latente la herida
como un corazón purpura.

Entregué mi alma a tus business
nadando en el lago, entre los cisnes
aunque intente huir
ya sabes como hundirme,
confundiste el valor con el precio
estrellé mis sueños contra tu parachoques
volví de entre los muertos para buscarte
lloré y supliqué que me escuchases
Allá en el callejón
esta húmedo el ambiente
seamos jóvenes y ridículos por una noche
Solo necesito un mechero que prenda esta droga
pequeño milagro sin tatuar
dámelo en tus besos.

¿Que le voy a hacer?
si la noche se torna mejor que el día
Diviértete tu
siempre haces que esté más fría
Tómalo con suavidad
pequeño cachorro de lobo
Yo pinté una sonrisa
sobre mis delicados labios tristes
Y ¿que le voy a hacer?
si pierdo cada vez que intento ganar
si la tormenta lentamente se acerca
Oh salgamos de fiesta
solo que esta vez no me hagas llorar
impetuoso hombre
Todavía recuerdo el día que te marchaste
dejándome tirada en ese
motel con sucios colchones
tengo tantas cosas que decir.
Voy a dormir y espero verte allí.
¿Existirá? ¡Quién sabe!
Mi instinto la presiente;
dejad que yo la alabe
previamente.
Alerta el violín
del querubín
y susceptible al
manzano terrenal,
será a la vez risueña
y gemebunda,
como el agua profunda.
Su índice y su pulgar,
con una esbelta cruz,
esbelto persignar.
Diagonal de su busto,
cadena alternativa
de mirtos y nardos,
mientras viva.
Si en el nardo canónico
o en el mirto me ofusco,
Ella adivinará
la flor que busco;
y, convicta e invicta,
esforzará su celo
en serme, llanamente,
barro para mi barro
y azul para mi cielo.
Próvida cual ciruela,
del profano compás
siempre ha de pedir más.
Retozará en el césped,
cual las fieras del Baco
de Rubens;
y luego... la paloma
que baja de las nubes.
Riéndose, solemne;
y quebrándose, indemne.
Que me sea total
y parcial,
periférica y central;
y que al soltar mi mano
la antorcha de la vida,
con la antorcha caída
prenda fuego a mis lacios
cabellos, que han sido antes
ludibrio de las uñas
de las bacantes.
Que me rece con rezos abundantes
y con lágrimas pocas;
más negra de su alma
que de sus tocas.
Quien fuera no me vio, me vio su sombra que vino justa, cálida a asomarse por mi vida entreabierta; esencia gris sin más olor; ola en donde dos ojos hechos uno se inmensaban.

(Sombras que ven del todo, y no reciben mirada. Nos alarman, mas son invulnerablemente tranquilas como aceite.

Con su espiralidad de escorzo exacto inventan todo acto imposible de espionaje, de introducción, de envolvimiento.

Sobrecojen sin miedo, muerden sin labio, se van sin compromiso.

A veces nos dejaron una rosa, esencia gris sin más olor, prenda sensual de fe sin nombre).

Una rosa de sombras y de sombra, alargada a mi mano esbeltamente, con música sin son, con corrida sonrisa, por cuerpo que no vio,
guardo en mi mano abierta.

— The End —