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trestrece May 2014
Soy huellas que no secan
en el vacío interminable de tu pecho
como marca hecha en desiertos
por el cadáver sediento de tu cuerpo

Soy un jugador con sonrisa de plata
que se burla a escondidas,
y se cree ganador de todo lo perdido
aceptando el trofeo en secreto

sabiendo que ha hecho bien
en romper silencios,
cadenas,
el alma,
y ha hecho jirones
la camisa de un amante,
en busca del elixir divino

Soy quien encontró ambrosía
en labios rosas
como almohadas celestiales
que bajan a su encuentro
entre noches perdidas,
secretas,
sedientas

Soy quien ríe al último
con honestidad y el alma limpia
pues no tengo nada que perder
ya que he dado todo
y regresó en migajas
en platos rotos
y en realidades
que no concuerdan con los sueños

y no me arrepiento de nada
la historia me absuelve
como algún matón cubano dijo
alguna vez
en algún lugar
pues todos los asesinos
tienen su razón
justificada.
Ellos son, ellos vienen
cada noche a mi lado.
Por mucho que intentara
ocultarme, enterrarlos,
por mucho que quisiera
creer que está el pasado
para siempre dormido,
ellos, desde sus altos
tronos, ellos, siluetas
contra un cielo apagado,
ellos, amigos, hijos
del mismo tiempo, hermanos
en el mismo dolor,
silenciosos, doblados
por su pesada carga
vendrían a mi lado.
Ellos, son muy temblorosos,
muy lentos y muy pálidos.

Pedro, grave, tranquilo,
enorme, sosegado
como el mar en otoño.
Murió un día de marzo
allá lejos…

                    Fernando:
parecía una tapia
bajo el sol del ocaso.
Enterrado en la niebla
quedó un día.

                      Milagros:
yo no la conocí.
Tenía veinte años.
Dicen que eran sus ojos
transparentes y vagos;
que era alegre y muy linda…

Rodrigo, coronado
de espumas, semidiós
marino. Murió ahogado
frente a la playa un día
de tormenta.

                    ¡Qué
claros
los veo! Ellos son, vienen
cada noche a mi lado,
vestidos de jirones
oscuros del pasado.
Ellos quiebran el vidrio
de mis sueños, extraños
y ausentes, como si
nunca hubieran soñado
conmigo, bajo el mismo
cielo triste.

                    Descalzos
andan. Yo no los siento
descender de sus marcos.
Yo no sé que palabras
traen, que no he descifrado.
Nombres, fechas, lugares…
¡Señor, me está vedado
tu secreto! No puedo
darles mi sangre. Hablo
con ellos y no entienden
mis palabras. Los llamo
a voces y no me oyen.

Ellos, lentos y vagos,
ellos son, ellos vienen
cada noche a mi lado.
Ellos amigos, hijos
del mismo tiempo, hermanos
en el mismo dolor,
silenciosos, doblados,
llenos de pesadumbre,
misteriosos y vagos.
A veces te hundes, caes
en tu agujero de silencio,
en tu abismo de cólera orgullosa,
y apenas puedes
volver, aún con jirones
de lo que hallaste
en la profundidad de tu existencia.
Amor mío, qué encuentras
en tu pozo cerrado?
Algas, ciénagas, rocas?
Qué ves con ojos ciegos,
rencorosa y herida?
Mi vida, no hallarás
en el pozo en que caes
lo que yo guardo para ti en la altura:
un ramo de jazmines con rocío,
un beso más profundo que tu abismo.
No me temas, no caigas
en tu rencor de nuevo.
Sacude la palabra mía que vino a herirte
y déjala que vuele por la ventana abierta.
Ella volverá a herirme
sin que tú la dirijas
puesto que fue cargada con un instante duro
y ese instante será desarmado en mi pecho.
Sonríeme radiosa
si mi boca te hiere.
No soy un pastor dulce
como en los cuentos de hadas,
sino un buen leñador que comparte contigo
tierra, viento y espinas de los montes.
Ámame tú, sonríeme,
ayúdame a ser bueno.
No te hieras en mí, que será inútil,
no me hieras a mí porque te hieres.
Mi padre, apenas
en la mañana pajarina, pone
sus setentiocho años, sus setentiocho
ramos de invierno a solear.
El cementerio de Santiago, untado
en alegre año nuevo, está a la vista.
Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,
y tornaron de algún entierro humilde.
Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale
Una broma de niños se desbanda.
Otras veces le hablaba a mi madre
de impresiones urbanas, de política;
y hoy, apoyado en su bastón ilustre
que sonara mejor en los años de la Gobernación,
mi padre está desconocido, frágil,
mi padre es una víspera.
Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
recuerdos, sugerencias.
La mañana apacible le acompaña
con sus alas blancas de hermana de la caridad.
Día eterno es éste, día ingenuo, infante
coral, oracional;
se corona el tiempo de palomas,
y el futuro se puebla
de caravanas de inmortales rosas.
Padre, aún sigue todo despertando;
es enero que canta, es tu amor
que resonando va en la Eternidad.
Aún reirás de tus pequeñuelos,
y habrá bulla triunfal en los Vacíos.
Aún será año nuevo. Habrá empanadas;
y yo tendré hambre, cuando toque a misa
en el-beato campanario
el buen ciego mélico con quien
departieron mis sílabas escolares y frescas,
mi inocencia rotunda.
Y cuando la mañana llena de gracia,
desde sus senos de tiempo,
que son dos renuncias, dos avances de amor
que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,
cante, y eche a volar Verbos plurales,
jirones de tu ser,
a la borda de sus alas blancas
de hermana de la caridad, ¡oh, padre mío!
Cuando es invierno en el mar del Norte
es verano en Valparaíso.
Los barcos hacen sonar sus sirenas al entrar en el puerto de Bremen
        con jirones de niebla y de hielo en sus cabos,
mientras los balandros soleados arrastran por la superficie del Pacífico
        Sur bellas bañistas.

Eso sucede en el mismo tiempo,
pero jamás en el mismo día.

Porque cuando es de día en el mar del Norte
-brumas y sombras absorbiendo restos
de sucia luz-
es de noche en Valparaíso
-rutilantes estrellas lanzando agudos dardos
a las olas dormidas.

Cómo dudar que nos quisimos,
que me seguía tu pensamiento
y mi voz te buscaba -detrás,
muy cerca, iba mi boca.

Nos quisimos, es cierto, y yo sé cuánto:
primaveras, veranos, soles, lunas.
Pero jamás en el mismo día.
Soñábamos algunos cuando niños, caídos
En una vasta hora de ocio solitario
Bajo la lámpara, ante las estampas de un libro,
Con la revolución. Y vimos su ala fúlgida
Plegar como una mies los cuerpos poderosos.

Jóvenes luego, el sueño quedó lejos
De un mundo donde desorden e injusticia,
Hinchendo oscuramente las ávidas ciudades,
Se alzaban hasta el aire absorto de los campos.
Y en la revolución pensábamos: un mar
Cuya ira azul tragase tanta fría miseria.

El hombre es una nube de la que el sueño es viento.
¿Quién podrá al pensamiento separarlo del
sueño?
Sabedlo bien vosotros, los que envidiéis mañana
En la calma este soplo de muerte que nos lleva
Pisando entre ruinas un fango con rocío de sangre.

Un continente de mercaderes y de histriones,
Al acecho de este loco país, está esperando
Que vencido se hunda, solo ante su destino,
Para arrancar jirones de su esplendor antiguo.
Le alienta únicamente su propia gran historia dolorida.

Si con dolor el alma se ha templado, es invencible;
Pero, como el amor, debe el dolor ser mudo:
No lo digáis, sufridlo en esperanza. Así este pueblo iluso
Agonizará antes, presa ya de la muerte,
Y vedle luego abierto, rosa eterna en los mares.
Están izando mi bandera
con ceremonia y sin pudor
pobre bandera
mi bandera
está alegre como una sábana
pero triste como un adiós
ondea sólo a la derecha
y ya no sé si tiene sol
está nueva como un trofeo
pero vieja como un perdón

están arriando mi bandera
con ceremonia y sin pasión
pobre bandera
mi bandera
los autobuses se detienen
y hay un silencio que es rencor
como son pocos los que miran
por lo menos la miro yo
y hasta el clarín que la saluda
se atraganta de compasión

están llevando mi bandera
con ceremonia y sin honor
pobre bandera
mi bandera
la doblarán en ocho pliegues
la guardarán en un cajón
la cerrarán con un candado
madeinusa de lo mejor

pero si miras hacia arriba
tendrás acaso otra visión
hay un fantasma de bandera
lindo trapo de cielo y sol
y esa alma en pena
esa bandera
bandera en pena
o qué sé yo
está en jirones
tiene sangre
y no se olvida
no.
Apagado el incendio quedó el templo en ruinas...
Hiedra en vez de brocado. Las lívidas arañas
con sus hilos envuelven las santas bizantinas.

De los rotos mosaicos brotan plantas extrañas,
plantas de los abismos... Y la humedad sombría
pone manchas verdosas en muros y peañas.

Tras vidrio de colores, una Virgen María,
como un rayo de luna, lilial y cansada,
en las sombras se yergue de la iglesia vacía

Por las lágrimas muestra la mejilla surcada;
su lividez de tísica da a las almas pavura,
y hay tristezas de ángeles en su dulce mirada.

Siete espadas al rostro dan sello de amargura;
los anillos, sin piedras, guardan sólo el engaste,
y su pálida boca, temblorosa murmura:


-«Oh Jesús! Oh hijo mío! Por qué me abandonaste
en medio de estas ruinas de calma aterradora,
do la luna es fantasma y es el sol un contraste?

»Mi vestido y mi manto son harapos ahora;
mi diadema, sin joyas, ya cual antes no brilla,
y mi boca es un astro que la luz lo colora.

»Ya, contricto, a mis plantas ninguno se arrodilla;
nadie cirios me trae... y tan sólo oraciones
oigo aquí de las almas que el pecado mancilla.

»Nadie viene a pedirle dulces consolaciones,
bálsamo para el alma por el dolor herida ...
Soy ahora, hijo mío, Vírgen de los Ladrones.

»Las lágrimas dejaron ya mis ojos sin vida;
yo que siempre refugio fui de humanos dolores,
hoy aquí de murciélagos soy tan sólo guarida!

»Oh mi altar de otros días con sus luces y flores!...
Oh música del órgano! ... Templo siempre aromado
del incienso y la mirra con los gratos olores!...

»Hizo un búho en mis brazos suave nido abrigado,
y amé el búho (Los búhos son aves
desgraciadas) y crié sus polluelos con materno cuidado.

»Pero un día su vuelo por las ruinas calladas
levantaron... y huyeron... De este abismo de espanto
todos huyen por siempre... menos estas espadas!

»Oh Jesús, hijo mío! No te mueve mi llanto!
Quiero en vez de lluvia, la tristeza y el viento,
incensarios y música, y jazmines y canto!

»De mis penas apiádate, de mi duro tormento!
Por qué sola me dejas, y por qué no me abrigas,
por qué, tú eres suave cual perfumado ungüento?

»Mas si debo, con frío, quedarme aquí entre ortigas,
si tal es el mandato de tus fallos divinos,
dame un manto... Este manto parece de mendigas.

»Dame anillos, rubíes, diamantes peregrinos...
Los ladrones, a veces, tienen hambre, cuidalos!
Tienen hambre, y no pueden robar en los caminos.

»Dame flores... No armiños!... lirios embalsamados;
la flor azul del lino; y miosótis en donde
tiemble el rocío; rosas, y claveles rosados!»

Así habló... mas ninguno a la Virgen responde.
Todo es paz y silencio... La noche es negra y fría.
Y Jesús qué se hizo... ¿Duerme acaso, o se esconde?

Está triste la noche cual tu alma, oh María!...
Los murciélagos vuelan... Melancólicamente
van pasando fantasmas por la obscura arquería.

Más de pronto la luna se destaca en Oriente,
y robando colores a los altos vitrales,
ilumina, en las sombras, a la Virgen doliente.

A sus pies pone flores y fulgentes cendales;
cambia en llamas el cinto y el manto hecho jirones;
le da anillos y joyas de esplendores astrales.

De la Virgen María cantan las Ilusiones
en las dulces pupilas. Y clama entre guirnaldas:
«¡Oh ladrones! ¡Oh amigos! ¡Venid, venid, ladrones!»
¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero
de los senderos busca;
las huellas de unos pies ensangrentados
sobre la roca dura;
los despojos de un alma hecha jirones
en las zarzas agudas,
te dirán el camino
que conduce a mi cuna.
¿Adónde voy? El más sombrío y triste
de los páramos cruza,
valle de eternas nieves y de eternas
melancólicas brumas;
en donde esté una piedra solitaria
sin inscripción alguna,
donde habite el olvido,
allí estará mi tumba.
Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan y, al besarse,
forman una sola llama.

Dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan.

Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho  de plata.

Dos jirones de vapor
que del lago se levantan
y, al juntarse allá en el cielo,
forman una nube blanca.

Dos ideas que al par brotan;
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden;
eso son nuestras dos almas.
Perros contra la luna, lejanísimos,
llevan hasta los ámbitos
más próximos la inquietud de la noche
rumorosa. Claros
sonidos, antes inaudibles,
se perciben ahora. Ecos vagos,
jirones de palabras, goznes
agrios,
desasosiegan el recinto en sombra.

Apenas sin espacio,
el silencio, el inasible
silencio, cercado
por los ruidos, se aprieta
en torno de tus piernas y tus brazos,
asciende levemente a tu cabeza,
y cae por tus cabellos destrenzados.

Es la noche y el sueño: no te inquietes.
El silencio ha crecido como un árbol.

— The End —