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Dominique Sep 2013
Ele finge que não se importa
Ele finge que está tudo bem
Ele finge que não sente
Ele finge que não sabe
Ele finge que esquece
Ele finge que dorme
Ele finge que não vê
Ele finge que vive
Ele finge que ri
Porém,
Ele apenas
**Finge
Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos ***** altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Este. pues, triste son intercadente
de la asombrosa turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al suelo persuadía;
antes si, lentamente,
si su obtusa consonancia espaciosa
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;
a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes.
El viento sosegado, el can dormido:
éste yace, aquél quedo,
los átomos no mueve
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco sacrílego ruido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aún la instable mecía
cerúlea cuna donde el sol dormía;
y los dormidos siempre mudos peces,
en los lechos 1amosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces.
Y entre ellos la engañosa encantadora
Almone, a los que antes
en peces transformó simples amantes,
transformada también vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos
cóncavos de peñascos mal formados,
de su esperanza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados,
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aún al cierto
montaraz pie del cazador experto,
depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto,
yacía el vulgo bruto,
a la naturaleza
el de su potestad vagando impuesto,
universal tributo.
Y el rey -que vigilancias afectaba-
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído,
del sosegado ambiente,
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en 1a quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
formó en la más opaca
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
(como el fin reina) por no darse entera
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un sólo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño,
despertador reloj del leve sueño,
porque si necesario fue admitido
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
¡Oh de la majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa quizá que ha hecho misteriosa,
circular denotando la corona
en círculo dorado,
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía:
todo. en fin, el silencio lo ocupaba.
Aun el ladrón dormía:
aun el amante no se desvelaba:
el conticinio casi ya pasando
iba y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
y no sólo oprimidos
del afán ponderosos
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también; que también cansa
objeto continuado a 1os sentidos
aún siendo deleitoso;
que la naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo.
Así pues, del profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tiene ordinario
trabajo, en fin, pero trabajo amado
-si hay amable trabajo-
si privados no, al menos suspendidos.
Y cediendo al retrato del contrario
de la vida que lentamente armado
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna;
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por esemptas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara
hasta la que pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado,
solamente dispensa,
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos,
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el de reloj humano
vital volante que, sino con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro rey y centro vivo
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo yo o ya dilatando
el musculoso, claro, arcaduz blando,
hace que en él resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente
y él venga su expulsión haciendo activo
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que repetido no hay robo pequeño.
Estos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados los sentidos
con no replicar sólo defendidos;
y la lengua, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía;
y aquella del calor más competente
científica oficina
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca v siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y, en ajustado natural cuadrante,
las cuantidades nota
que a cada cual tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor en el manjar que medianero
piadoso entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia,
pagando por entero
la que ya piedad sea o ya arrogancia,
al contrario voraz necio la expuso
merecido castigo, aunque se excuse
al que en pendencia ajena se introduce.
Esta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro enviaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa,
y aquesta por custodia más segura
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
gravó tenaz y guarda cuidadosa
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas y del modo
que en tersa superficie, que de faro
cristalino portento, asilo raro
fue en distancia longísima se veían,
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo,
las que distantes le surcaban naves.
Viéndose claramente,
en su azogada luna,
el número, el tamaño y la fortuna
que en la instable campaña transparente
arriesgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves,
así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores. las figuras,
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son estrellas
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí mañosa las representaba
y al alma las mostraba.
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto ser centella,
que con similitud en sí gozaba.
I juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la esfera,
ya el curso considera
regular con que giran desiguales
los cuerpos celestiales;
culpa si grave, merecida pena,
torcedor del sosiego riguroso
de estudio vanamente juicioso;
puesta a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente,
nunca de aura agitada
consintió ser violada,
aun falda suya ser no merecía,
pues las nubes que opaca son corona
de la más elevada corpulencia
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra,
apenas densa zona
de su altiva eminencia
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que mal ceñido
o el viento lo desata sacudido
o vecino el calor del sol, lo apura
a la región primera de su altura,
ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo,
el rápido no pudo, el veloz vuelo
del águila -que puntas hace al cielo
y el sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido-
llegar; bien que esforzando
mas que nunca el impulso, ya batiendo
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido
tejiendo de los átomos escalas
que su inmunidad rompan sus dos alas.
Las pirámides dos -ostentaciones
de Menfis vano y de la arquitectura
último esmero- si ya no pendones
fijos, no tremolantes, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos,
tumba y bandera fue a los Ptolomeos,
que al viento, que a las nubes publicaba,
si ya también el cielo no decía
de su grande su siempre vencedora
ciudad -ya Cairo ahora-
las que, porque a su copia enmudecía
la fama no contaba
gitanas glorias, menéficas proezas,
aun en el viento, aun en el cielo impresas.
Estas que en nivelada simetría
su estatura crecía
con tal disminución, con arte tanto,
que cuánto más al cielo caminaba
a la vista que lince la miraba,
entre los vientos se desaparecía
sin permitir mirar la sutil *****
que al primer orbe finge que se junta
hasta que fatigada del espanto,
no descendida sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa.
Tarde o mal recobrada
del desvanecimiento,
que pena fue no escasa
del visual alado atrevimiento,
cuyos cuerpos opacos
no al sol opuestos, antes avenidos
con sus luces, si no confederados
con él, como en efecto confiantes,
tan del todo bañados
de un resplandor eran, que lucidos,
nunca de calurosos caminantes
al fatigado aliento, a los pies flacos
ofrecieron alfombra,
aun de pequeña, aun de señal de sombra.
Estas que glorias ya sean de gitanas
o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego
error, según el griego,
ciego también dulcísimo poeta,
si ya por las que escribe
aquileyas proezas
o marciales, de Ulises, sutilezas,
la unión no le recibe
de los historiadores o le acepta
cuando entre su catálogo le cuente,
que gloría más que número le aumente,
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Jonante
el rayo fulminante
quitar o la pescada
a Alcídes clava herrada,
que un hemistiquio solo
-de los que le: dictó propicio Apolo-
según de Homero digo, la sentencia.
Las pirámides fueron materiales
tipos solos, señales exteriores
de las que dimensiones interiores
especies son del alma intencionales
que como sube en piramidal *****
al cielo la ambiciosa llama ardiente,
así la humana mente
su figura trasunta
y a la causa primera siempre aspira,
céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia
que contiene infinita toda esencia.
Estos pues, montes dos artificiales,
bien maravillas, bien milagros sean,
y aun aquella blasfema altiva torre,
de quien hoy dolorosas son señales
no en piedras, sino en lenguas desiguales
porque voraz el tiempo no ]as borre,
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza; .
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada,
donde, sin saber como colocada
el alma se miró, tan atrasados
se hallaran que cualquiera
graduara su cima por esfera,
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en lo más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada que creía
que a otra nueva región de sí salía.
En cuya casi elevación inmensa,
gozosa, mas suspensa,
suspensa, pero ufana
y atónita, aunque ufana la suprema
de lo sublunar reina soberana,
la vista perspicaz libre de antojos
de sus intelectuales y bellos ojos,
sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele,
libre tendió por todo lo criado,
cuyo inmenso agregado
cúmulo incomprehensible
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que entorpecida
con la sobra de objetos y excedida
de la grandeza de ellos su potencia,
retrocedió cobarde,
tanto no del osado presupuesto
revocó la intención arrepentida,
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
contra el sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso,
de fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado antes atrevido
y ya llorado ensayo,
necia experiencia que costosa tanto
fue que Icaro ya su propio llanto
lo anegó enternecido
como el entendimiento aquí vencido,
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies conglobado
esférico compuesto,
que de las cualidades
de cada cual cedió tan asombrado
que, entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo; nada veía,
ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la esfera,
el contrapuesto polo,
las partes ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes
a su ornato no más pertenecientes;
mas ni aun las que ignorantes;
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad de los objetos
visibles los colores
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sombra de luz queda más ciego:
que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre;
y a la tiniebla misma que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo va piadosa medianera
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firme ejerciten.
Recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar inducir pudo
a uno y otro galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades,
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada,
empírica
Vuelve otra vez tu día,
oh patria amada, el día de tu gloria.

Vuelve de nuevo a resonar triunfales
los himnos que eternizan tu memoria,
y el espléndido cielo de tu historia,
vuelve el sol de tus días inmortales.

Y otra vez a tu ara sacrosanta
llevan tus hijos fieles
flores que fecundaron tus vergeles;
y músicas marciales
al aire asordan, y doquier se oye,
en valles, montañas y llanuras,
en la extensión del suelo colombiano,
el canto jubiloso de los libres
que sube a las alturas,
de la gloria al alcázar soberano.

Y de nuevo flamea,
no como en días trágicos de horrores,
entre el ronco fragor de la pelea,
sino bajo arcos de laurel y flores,
el pendón de la patria,
la santa enseñanza de los tres colores...
la bandera inmortal que oyó las dianas
de los heroicos triunfos legendarios.

La que fue a despertar  los cóndores
a la cumbre más alta de los Andes
y fue más tarde a despertar la gloria;
la bandera inmortal, la santa egida,
que el camino marcó de la Victoria.

Besada por ondas de tus mares,
bajo el palio infinito de tu cielo,
tachonado de ardientes luminares;
lleno de flores tu fecundo suelo.
Y adormida el rumor de tus palmares,
lloras en silencio, Patria mía,
cansada de esperar luz en tu noche,
en la callada noche de tus penas;
cansada de esperar en tu agonía
el hierro que limara tus cadenas.

No, ya los hijos tuyos,
de las selvas antiguos moradores,
vagan libres, bajo el sol fulgente
que vio la gloria de tus días grandes,
ya desde la cima de los Andes
alumbraba ruinas solamente;
ni llevaban vencidos y humillados
por la invasora gente,
el cintillo de oro en la garganta
y el penacho de plumas en la frente,
ni ya el aire cortaba
las voladoras flechas,
ni en las noches de luna sollozaban
de la indígena raza los endechas.

Donde el templo del sol brilla espléndido
y sus láminas de oro refulgían,
ya los dolientes ojos no veían
sino campo infecundo y desolado.
Y el áureo trono de los reyes indios
en el polvo yacía destrozado.
Todo lo derribó cual hacha impía
del duro vencedor el brazo fuerte,
y al fin, de esa grandeza en los escombros
parecía vivir sólo la muerte...
eres, patria, la esclava envilecida;
eres, patria, el girón abandonado;
eres cual hado de baldón tu hado,
y cual vida de baldón tu vida
mas del mal el reinado no es eterno...
no su imperio perdura;
ni es eterna la noche pavorosa,
ni es eterna la humana desventura.

Que en las grandes catástrofes sombrías,
en las horas de angustia y desconsuelo,
cuando a las almas el dolor avanza,
siempre se ve la escala milagrosa
por donde sube la plegaría al cielo,
baja de los cielos la esperanza...
y llega por fin el día.

En que estallan, rugiendo los dolores
en los esclavos pechos comprimidos,
cuando alzan la cerviz los oprimidos
y bajo la cerviz los opresores,
y que tiemblen entonces los verdugos,
porque de sus dolores y sus lágrimas
pedirán los esclavos cuenta un día;
porque el llanto de un pueblo entre cadenas,
de su agonía en el mortal desmayo,
¡se alzan a los cielos, se condensa en nube,
y baja al suelo convertido en rayo!...

Y de lauro inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente precisión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas mansiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en lid cayeron
y hogar y patria libertad nos dieron.

Y al fin llegó a la libertad la hora;
rompió en brillante aurora
la noche de tus penas,
y trocaste por cánticos de triunfo
los rumores de tus ayes y cadenas,
bajó a ti la victoria,
y sonaron las músicas marciales,
y empezaste el camino de la gloria,
el que lleva a las cumbres inmortales.

Y el combate se traba,
pero combate desigual, los unos
son los heroicos en sangrientas lides,
los que en el brazo llevan
empuje de Pelayos y de Cides;
Los que el paso cerraron
al corso altivo, forjadores de cetros,
y altas hazañas de una nueva aliada,
en Lepanto y Pavía renovaron...
Y los otros... Los parias infelices,
los que aun llevan en la espalda impresas
del tormento cruel las cicatrices
y del esclavo la ominosa marca,
más tenían la fe que salva montes,
la sacra fe que lo imposible abarca;
y busca de los amplios horizontes,
donde el sol de los libres centellea,
a la lid se lanzaron.

De esperanza inmortal henchido el pecho,
porque sabían que jamás sucumbe
quien lucha por una patria y su derecho.
Rota por la metralla
su bandera se vio, tintos en sangre
corrieron a la mar los patrios ríos,
y en la atónita tierra no se oía,
cual ronca marejada,
más que en el estruendo de la lid bravía,
fueron los días de la amarga prueba;
fueron los días de orfandad y  llanto
y de muerte y de horrores,
pero nada importaba los reversos
ni de la adversa suerte los rigores.

Y de inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente procesión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas misiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en la lid cayeron
y  hogar y patria y libertad nos dieron.

Sonríen al ver que siempre grande
Por glorioso camino
la patria sigue a su inmortal destino;
y sonríen al ver que limpio brilla
el pendón colombiano
bajo el brillante cielo americano;
Que con amor guardamos su memoria,
Que somos dignos de sus altos hechos
Y dignos herederos de su gloria.
Y también surgen como blancos lirios,
como estrellas en diáfanas neblinas,
alta la sien, con nimbo esplendoroso,
de la patria las bellas heroínas.

También al resonar de las cadenas
indignas sus almas palpitaron;
también las cumbres del dolor hallaron...

También ellas, heroicas y serenas,
de la patria en las aras se inmolaron.
También los hechos brillan
como los hechos de los grandes hombres;
y también tienen la fama
corona de laureles para sus sienes.
Himnos de admiración tienen sus nombres;
que el corazón de la mujer, santuarios
de los puros y nobles idealismos,
también sube a la cima de la Gloria
y es capaz de los grandes heroísmos
para el amor y la virtud nacida
Ella es cordial de toda desventura;
doquiera su piedad enjuga lágrimas
y en toda sombra de dolor fulgura.
Por eso nunca desoyó el lamento
ni vio imposible el horrido quebranto
de la patria llorosa y desvalida.
¡Cuando llanto pidió, le dio su llanto;
cuando vidas pidió, le dio su vida!
¡Vuelve, oh patria, de nuevo
el día de tu gloria inmarcesible!
y otra vez a tu ara sacrosanto,
sube el himno de un pueblo redimido
de la grandeza de tus héroes canta.

Palpite eternamente en nuestros labios
y en nuestras almas su inmortal recuerdo,
porque ensalzando tus radiantes glorias,
oh patria, oh sol que sin ocaso brillas,
estaremos en pie para la tierra,
más para el cielo estamos de rodillas.
A la luz cenicienta del recuerdo
que quiere redimir lo ya vivido
arde el ayer fantasma. ¿Yo soy ese
que baila al pie del árbol y delira
con nubes que son cuerpos que son olas,
con cuerpos que son nubes que son playas?
¿Soy el que toca el agua y canta el agua,
la nube y vuela, el árbol y echa hojas,
un cuerpo y se despierta y le contesta?
Arde el tiempo fantasma:
arde el ayer, el hoy se quema y el mañana.
Todo lo que soñé dura un minuto
y es un minuto todo lo vivido.
Pero no importan siglos o minutos:
también el tiempo de la estrella es tiempo,
gota de sangre o fuego: parpadeo.
Roza mi frente con sus manos frías
el río del pasado y sus memorias
huyen bajo mis párpados de piedra.
No se detiene nunca su carrera
y yo, desde mí mismo, lo despido.
¿Huye de mí el pasado?
¿Huyo con él y aquel que lo despide
es una sombra que me finge, hueca?
Quizá no es él quien huye: yo me alejo
y él no me sigue, ajeno, consumado.
Aquel que fui se queda en la ribera.
No me recuerda nunca ni me busca,
no me contempla ni despide:
contempla, busca a otro fugitivo.
Pero tampoco el otro lo recuerda.
No hay  antes ni después. ¿Lo que viví
lo estoy viviendo todavía?
¡Lo que viví! ¿Fui acaso? Todo fluye:
lo que viví lo estoy muriendo todavía.
No tiene fin el tiempo: finge labios,
minutos, muerte, cielos, finge infiernos,
puertas que dan a nada y nadie cruza.
No hay fin, ni paraíso, ni domingo.
No nos espera Dios al fin de semana.
Duerme, no lo despiertan nuestros gritos.
Sólo el silencio lo despierta.
Cuando se calle todo y ya no canten
la sangre, los relojes, las estrellas,
Dios abrirá los ojos
y al reino de su nada volveremos.
typhany Aug 2014
there are no words
for the way my ski
n electrifies when y
our smoke wraps ar
ound our bodies and
sends shivers down m
y spine because you a
re trickling your finge
rs down my ribs and s
ometimes i can not hel
p but think about how
blood felt trickling dow
n my wrists and by the
time you came around
i was so far gone that i
'm more than surprised
about how someone wh
ose smile is always six m
iles wide could love some
one who wants to be bur
ied six feet under and if i
lost the chance to tell you
that i love you, then i don
;t know where i would be
and if i make my bed in a
grave before you do i hop
e you never pick up the bo
ttle again and try to find s
olace because we both kno
w that anesthetics are neve
r any different from poison
s and if your nerve endings
remember my touch and y
our breath gets short but h
eavy when you think you j
ust got a text from me but
you remember that the te
xt will never come; i want y
ou to know that i love yo
u and that you can make it
through anything and if yo
u do just one thing in my r
emembrance then i want y
ou to never ******* drink
my taste away because no
matter how strong you se
em i still think that my p
assing will make you a lit
tle uneasy and a little diff
erent maybe and i wonde
r if you'll cry anywhere c
lose to as much as i used t
o cry on a nightly basis a
nd will you sneak out an
d walk down to the stop
sign where we exhaled a
nd inhaled smoke and we
held each other and ****
man when i laid on the as
phalt i still wished a car w
ould come speeding by e
ven though that's so ****
ed up and this isn't even a
poem it's just a ****** up
story but if you ever love
d me at all, you won't pi
ck up the bottle- you wo
n't take a shot even if it m
eans remembering the tr
igger.
Juan y Margot, dos ángeles hermanos
Que embellecen mi hogar con sus cariños
Se entretienen con juegos tan humanos
Que parecen personas desde niños.

Mientras Juan, de tres años, es soldado
Y monta en una caña endeble y hueca,
Besa Margot con labios de granado
Los labios de cartón de su muñeca.

Lucen los dos sus inocentes galas,
Y alegres sueñan en tan dulces lazos;
Él, que cruza sereno entre las balas;
Ella, que arrulla un niño entre sus brazos.

Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
El kepis de papel sobre la frente,
Alienta el niño en su inocencia grata
El orgullo viril de ser valiente.

Quizá piensa, en sus juegos infantiles,
Que en este mundo que su afán recrea,
Son como el suyo todos los fusiles
Con que la torpe humanidad pelea.

Que pesan poco, que sin odios lucen,
Que es igual el más débil el más fuerte,
Y que, si se disparan, no producen
Humo, fragor, consternación y muerte.

¡Oh, misteriosa condición humana!
Siempre lo opuesto buscas en la tierra;
Ya delira Margot por ser anciana,
Y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

Mirándoles jugar me aflijo y callo:
¿Cuál será sobre el mundo su fortuna?
Sueña el niño con armas y caballo,
La niña con velar junto a la cuna.

El uno corre de entusiasmo ciego,
La niña arrulla a su muñeca inerme,
Y mientas grita el uno: Fuego! fuego,
La otra murmura triste: Duerme, duerme.

A mi lado ante juegos tan extraños
Concha, la primogénita, me mira:
¡Es toda una persona de ses años
Que charla, que comenta y que suspira!

¿Por qué inclina su lánguida cabeza
Mientras deshoja inquieta algunas flores?
¿Será la que ha heredado mi tristeza?
¿Será la que comprende mis dolores?

Cuando me rindo del dolor al peso,
Cuando la negra duda me avasalla,
Se me cuelga del cuello, me da un beso,
Se le saltan las lágrimas y calla.

Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
Y oprimiendo mi mano entre sus manos,
Parece que medita en muchas cosas
Al mirar cómo juegan sus hermanos.

Margot, que canta en madre transformada,
Y arrulla a un hijo que jamás se queja,
Ni tiene que llorar desengañada,
Ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.

Y este guerrero audaz de tres abriles
Que ya se finge apuesto caballero,
No logra en sus campañas infantiles
Manchar con sangre y lágrimas su acero.

¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
Amo tus goces, busco tus cariños;
Cómo han de ser los sueños de los hombres,
Más dulces que los sueños de los niños!

¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna
Turbar jamás vuestra inocente calma,
No dejéis esa espada ni esa cuna:
¡Cuando son de verdad, matan el alma!
Hay una noche,
un tiempo hueco, sin testigos,
una noche de uñas y silencio,
páramo sin orillas,
isla de yelo entre los días;
una noche sin nadie
sino su soledad multiplicada.

Se regresa de unos labios
nocturnos, fluviales,
lentas orillas de coral y savia,
de un deseo, erguido
como la flor bajo la lluvia, insomne
collar de fuego al cuello de la noche,
o se regresa de uno mismo a uno mismo,
y entre espejos impávidos un rostro
me repite a mi rostro, un rostro
que enmascara a mi rostro.

Frente a los juegos fatuos del espejo
mi ser es pira y es ceniza,
respira y es ceniza,
y ardo y me quemo y resplandezco y miento
un yo que empuña, muerto,
una daga de humo que le finge
la evidencia de sangre de la herida,
y un yo, mi yo penúltimo,
que sólo pide olvido, sombra, nada,
final mentira que lo enciende y quema.

De una máscara a otra
hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco.
Y te di el olor
De todas mis dalias y nardos en flor.

              Y te di el tesoro,
De las ondas minas de mis sueños de oro.

              Y te di la miel,
Del panal moreno que finge mi piel.

              ¡Y todo te di!
Y como una fuente generosa y viva para tu alma fui.

              Y tú, dios de piedra
Entre cuyas manos ni la yedra medra;

              Y tú, dios de hierro,
Ante cuyas plantas velé como un perro,

Desdeñaste el oro, la miel y el olor.
¡Y ahora retornas, mendigo de amor,

A buscar las dalias, a implorar el oro,
A pedir de nuevo todo aquel tesoro!

              Oye, pordiosero:
Ahora que tú quieres es que yo no quiero.

              Si el rosal florece,
Es ya para otro que en capullos crece.

              Vete, dios de piedra,
Sin fuentes, sin dalias, sin mieles, sin yedra.

              Igual que una estatua,
A quien Dios bajara del plinto, por fatua.

              ¡Vete, dios de hierro,
Que junto a otras plantas se ha tendido el perro!
goldenhair May 2013
não sinto, sou poeta que finge
as mulheres que amo
vieram de copos de uísque
sobre a madeira dos móveis
cegos na madrugada.

não sinto, já sou anestesiado
fui ultrajado pelo amor
e a sorte já não me quer mais.
agora sou amante das palavras
dos versos jogados à mesa de bar

já não mais sinto o doce da vida
o amargo de nicotina, é o que me restou
um uivo perdido à beira da calçada
cinzas num cinzeiro velho na estante da sala

estou coberto por cicatrizes invisíveis
bêbado largado nas entrelinhas de um poema sem rima
Nulla di ciò che accade e non ha volto
e nulla che precipiti puro, immune da traccia,
percettibile solo alla pietà
come te mi significa la morte.
Il vento ricco oscilla corrugato
sui vetri, finge estatiche presenze
e un oriente bianco s'esala
nei quadrivi di febbre lastricati.
Dalla pioggia alle candide schiarite
si levano allo sguardo variopinto
blocchi d'aria in festevoli distanze.
Apparire e sparire è una chimera.
È questa l'ora tua, è l'ora di quei re
sismici il cui trono è il movimento,
insensibili se non al freddo di morte
che lasciano nel sangue all'improvviso.
Loro sede fulminea è qualche specchio
assorto nella sera, ivi s'incontrano,
ivi si riconoscono in un battito.
Sei certa ed ingannevole, è vano ch'io ti cerchi,
ti persegua di là dai fortilizi,
dalle guglie riflesse negli asfalti,
nei luoghi ove l'amore non può giungere
né la dimenticanza di se stessi.
Turbio y callado Magdalena, río
Patrio, de tardes y mañanas bellas,
Y auras que vuelan con  olor de bosque,
            Auras de vida:

¡Cuál fue mi anhelo en la niñez remota,
Cerca de arroyo de mezquinas aguas,
Verte algún día, entre playones, y altos
            Troncos de ceibas!

Mírote ahora, y en tu origen pienso,
Páramo agreste en solitaria cumbre
Donde has nacido, bajo sombra errante
            De alas de buitres.

Frágiles hojas, frailejón y juncos
Sólo tu cuna entre las rocas fueron...
Hoy vas cruzando, en majestad y solo,
            Vírgenes selvas.

iTiempos lejanos, cuando el indio erguía
Pobres bohíos!... Donde fueron chozas,
Se alzan, a empuje de moderno brazo,
            Fábricas y urbes.

Iban entones sobre ti canoas;
Leves bajaban o subían lentas,
Mientras al golpe del remar se unía
            Canto aborigen.

Barcos ahora de penacho *****
Abren tu mole, desatando espumas,
Y altos dominan tu correr silente
            Raudos aviones.

Bellas auroras en tu limpio cielo
Son tu alborozo al despertar el día,
Y óyese al punto, del oído encanto,
            Gárrula orquesta.

Grandes bandadas de pericos gritan,
Céfiros suaves susurrando flotan
Y ágiles, leves, mariposas níveas,
            Trémulas pasan.

¡Brisas inquietas que voláis silbando,
Soplos del bosque, refrescad mis sienes!
¡Cómo os aspiro, cual vital aroma,
            Húmedas auras!

¡Sol! ¡Bello irradias en mitad del día!
Duermen los saurios en la gris arena,
Y albas, muy lejos, en la orilla sola,
            Sueñan las garzas.

¡Tardes del río... Tropical crepúsculo:
Oro, topacio y arreboles rojos!
¡Todo entre palmas y en azul, formando
            Rica paleta!

Bardo que sueñas: ¡a lo alto mira!
¡Copia! ¡Es lo tuyo! ¡Poesía patria!
Vibra en belleza, y lo que ven tus ojos
            Vibre en tu canto!

Clara, en cendales, la apacible luna
Surge de pronto, y ensanchando el cielo
Tiende en el agua, que en remanso duerme,
            Velo de lirios.

Coplas con ritmo de bambuco triste
Cantan los bogas en la abierta playa,
Y ávidos piden que a sus ojos baje
            Sueño tranquilo.

¡Cómo, de noche, en tu dominio aterra
Fiera borrasca! El rimbombar del trueno
Llena de espanto, y por el aire cruzan
            Ígneos fulgores.

Nubes y nubes se amontonan lívidas,
Rayos las rasgan, la tormenta ruge;
Llueve a raudales, y parece entonces
            Que húndese el cielo.

Viene la aurora. Con las aguas ruedan
Árboles rotos; desbordado el río
Cubre las playas, y el Oriente finge
            Campo de rosas.

¿Qué los humanos ante ti? ¿Qué somos?
Polvo no más que aventará la muerte;
Tú... siempre viendo, en sucesión eterna,
            Siglos y siglos.

Hundo la mente en el futuro, y veo
Días de gloria y alborozo, cuando
Quillas que vengan de marinas olas
            Rompan tus aguas.

Rieles tus ribas unirán a valles
Y ásperas sierras y lejanos ríos;
Émulo entonces se verá tu puerto
            De urbes grandiosas.

Tiempos vendrán cuando potentes hachas
Y hombres de audacia arrasarán tus bosques.
Gloria futura ceñirá sus frentes
            De ínclitos lauros.

Cíclopes nuevos, mas de sangre nuestra,
Yermos de ahora trocarán en vida,
Y ellos oirán, en las edades pósteras,
            Dianas de triunfo.

¡Río: entre robles y palmeras rueda!
¡Rueda, y los pueblos en abrazo junta,
Pueblos hermanos en hermosa Patria,
            Próspera y libre!
Variaciones que enseñaban
en la escuela: Egeo, Atlántico,
Indico, Caribe, Mármara,
mar de la Sonda, mar Blanco.
Todos sois uno a mis ojos:
el azul del Contemplado.
En los atlas,
un azul te finge, falso.
Pero a mí no me engañó
ese engaño.
Te busqué el azul verdad;
un ángel, azul celeste,
me llevaba de la mano.
Y allí en tu azul te encontré
jugando con tus azules,
a encenderlos, a apagarlos.
¿Eras como te pensaba?
Más azul. Se queda pálido
el color del pensamiento
frente al que miran los ojos,
en más azul extasiados.
Eres lo que queda, azul;
lo que sirve
de fondo a todos los pasos,
que da lo que pasa, olas,
espumas, vidas y pájaros,
velas que vienen y van.
Pasa lo blanco, mortal.
Y tú estás siempre llenando,
como llena un alma un cuerpo,
las formas de tus espacios.
Cada vez que fui en tu busca,
allí te encontré, en tu gloria,
la que nunca me ha fallado.
Tu azul por azul se explica:
color azul, paraíso;
y mirarte a ti, mirarlo.
Yo no te conocía, tierra;
con los ojos inertes, la mano aleteante,
lloré todo ciego bajo tu verde sonrisa,
aunque, alentar juvenil, sintiera a veces
un tumulto sediento de postrarse,
como huracán henchido aquí en el pecho;
ignorándote, tierra mía,
ignorando tu alentar, huracán o tumulto,
idénticos en esta melancólica burbuja que yo soy
a quien tu voz de acero inspirara un menudo vivir.

Bien sé ahora que tú eres
quien me dicta esta forma y este ansia;
sé al fin que el mar esbelto,
la enamorada luz, los niños sonrientes,
no son sino tú misma;
que los vivos, los muertos,
el placer y la pena,
la soledad, la amistad,
la miseria, el poderoso estúpido,
el hombre enamorado, el canalla,
son tan dignos de mí como de ellos yo lo soy;
mis brazos, tierra, son ya más anchos, ágiles,
para llevar tu afán que nada satisface.

El amor no tiene esta o aquella forma,
no puede detenerse en criatura alguna;
todas son por igual viles y soñadoras.
Placer que nunca muere
beso que nunca muere,
sólo en ti misma encuentro, tierra mía.
Nimbos de juventud, cabellos rubios o sombríos,
rizosos o lánguidos como una primavera,
sobre cuerpos cobrizos, sobre radiantes cuerpos
que tanto he amado inútilmente,
no es en vosotros donde la vida está, sino en la tierra,
en la tierra que aguarda, aguarda siempre
con sus labios tendidos, con sus brazos abiertos.

Dejadme, dejadme abarcar, ver unos instantes
este mundo divino que ahora es mío,
mío como lo soy yo mismo,
como lo fueron otros cuerpos que estrecharon mis brazos,
como la arena, que al besarla los labios
finge otros labios, dúctiles al deseo,
hasta que el viento lleva sus mentirosos átomos.

Como la arena, tierra,
como la arena misma,
la caricia es mentira, el amor es mentira, la amistad es mentira.
Tú sola quedas con el deseo,
con este deseo que aparenta ser mío y ni siquiera es mío,
sino el deseo de todos,
malvados, inocentes,
enamorados o canallas.
Tierra, tierra y deseo.
Una forma perdida.
Se ven desde las barandas,
por el monte, monte, monte,
mulos y sombras de mulos
cargados de girasoles.

Sus ojos en las umbrías
se empañan de inmensa noche.
En los recodos del aire,
cruje la aurora salobre.

Un cielo de mulos blancos
cierra sus ojos de azogue
dando a la quieta penumbra
un final de corazones.
Y el agua se pone fría
para que nadie la toque.
Agua loca y descubierta
por el monte, monte, monte.

San Miguel lleno de encajes
en la alcoba de su torre,
enseña sus bellos muslos,
ceñidos por los faroles.

Arcángel domesticado
en el gesto de las doce,
finge una cólera dulce
de plumas y ruiseñores.
San Miguel canta en los vidrios;
efebo de tres mil noches,
fragante de agua colonia
y lejano de las flores.

El mar baila por la playa,
un poema de balcones.
Las orillas de la luna
pierden juncos, ganan voces.
Vienen manolas comiendo
semillas de girasoles,
los culos grandes y ocultos
como planetas de cobre.
Vienen altos caballeros
y damas de triste porte,
morenas por la nostalgia
de un ayer de ruiseñores.
Y el obispo de Manila,
ciego de azafrán y pobre,
dice misa con dos filos
para mujeres y hombres.

San Miguel se estaba quieto
en la alcoba de su torre,
con las enaguas cuajadas
de espejitos y entredoses.

San Miguel, rey de los globos
y de los números nones,
en el primor berberisco
de gritos y miradores.
A todas partes que me vuelvo, veo
Las amenazas de la llama ardiente,
Y en cualquiera lugar tengo presente
Tormento esquivo y burlador deseo.
La vida es mi prisión, y no lo creo,
Y al son del hierro, que perpetuamente
Pesado arrastro y humedezco ausente,
Dentro en mí propio pruebo a ser Orfeo.
Hay en mi corazón furias y penas;
En él es el Amor fuego y Tirano;
Y yo padezco en mí la culpa mía.
¡Oh dueño sin piedad que tal ordenas,
Pues del castigo de enemiga mano
No es precio ni rescate l'armonía!
Entre un bosque de mástiles,
y con sus muelles empavesados de camisas,
Chioggia
fondea en la laguna,
ensangrentada de crepúsculo
y de velas latinas.

¡Redes tendidas sobre calles musgosas... sin afeitar!
¡Aire que nos calafatea los pulmones, dejándonos un gusto
de alquitrán!

Mientras las mujeres
se gastan las pupilas
tejiendo puntillas de neblina,
desde el lomo de los puentes,
los chicos se zambullen
en la basura del canal.

¡Marineros con cutis de pasa de higo y como garfios los dedos
de los pies!
Marineros que remiendan las velas en los umbrales y se ciñen
con ella la cintura, como con una falda suntuosa y con olor
a mar.

Al atardecer, un olor a frituras agranda los estómagos,
mientras los zuecos comienzan a cantar...

Y de noche, la luna, al disgregarse en el canal, finge un
enjambre de peces plateados alrededor de una carnaza.
¿Adónde fuiste, Amor; adónde fuiste?
Se extinguió del poniente el manso fuego,
y tú que me decías: «hasta luego,
volveré por la noche»... ¡no volviste!
¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?
...Amor, ¡ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso;
y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.
Y está tu corazón
próximo prójimo
hermano a borbotones
ensimismado dócil triste exangüe
con terribles secretos en tu fondo
con tu ebria soledad acompañada

próximo
algunas veces lejanísimo prójimo
cuantos rostros me diste
me estás dando
sobreviviente atroz sobreviviente
de esta herida sin labios
de esta hiedra sin muro

qué maga
qué sin trenzas viniste
ah prójimo-muchacha la primera
a instalarte delante de mis ojos de niño
que no sabía nada
que no sabía nada
mi dialecto era verte y anunciar para siempre
entre diez compañías de soldados de plomo
mi gran amor deslumbre
mi pobre amor a cuerda

vino el amigo absorto
sin percances
y no se habló de muertes
en su cercado limbo
tan sólo se jugaba
al más allá
y el sábado
era una bruma pero sin reloj
sin llave urgente ni contradicciones
amigo nada más
amigo muerto

los padres
claro
como un gran suburbio
amor congénito en mansa barbarie
subordinado e invasor
amor ciego o miope o astigmático
aún puedo abrigarme en sus imágenes
están aquí al alcance
viejo
vieja
un poco sordos para su propia incógnita
pero siempre pendientes
de mi nueva llegada

venga maestro
no lo olvido
usted me abrió los cielos
colonizó mi alma
con el meñique se alisó la barba
y miró el mundo
(yo estaba en el mundo)
con un desprecio cruel
no le perdono
SU vocación de estafa
ni aun ahora
que está bien muertecito
dios mediante

prójimo
hermano literal
quién sabe
dónde quedó el momento en que jugamos
lanzando al aire nuestros ocho años
de diferencia o de encadenamiento
duermes y duermo
el sueño y el espanto
viajan de tu fatiga a mi fatiga
y viceversa vuelven a viajar
hasta que al fin también
ellos se duermen

prójimo mí enemigo
que me conoce y finge no saberme
y en su tedio descubre
ese rencor enorme y tan minúsculo
por cierto no lo envidio
cuando pronuncia vida y piensa muerte
cuando repite cristo y piensa judas
a esta altura tal vez ya esté oxidado
su resentido embuste didascálico
quizá contemporice y diga ciencia
por no decir conciencia

estás en el pupitre
como yo desterrado
en tanto que en el patio
llueve diagonalmente
el alemán rechina y tú divagas
hasta que la trompada
ese viejo argumento
cae sobre tu oreja que es la mía
y tu alarído estalla para siempre
y ahora la lluvia es sólo vertical

mi mujer está aquí
pero antes mucho antes
se acercó por un patio
de baldosas en rombos
y allí empecé a tomar tremendas decisiones
entonces fui a mirarla desde buenos aires
yo era su prójimo sin lugar a dudas
volví y le dije
piénsalo
pero ella dijo
no necesito pensarlo

prójimo el admirable
el cándido
el impuro
te vi una vez pero nunca me viste
no capitularé ni capitularemos
tan importante como julio verne
vas tripulando una nave una isla
un cuerpo extraño inverosímil nuevo
pero en un lustro apenas
será el cuerpo de todos
ojalá y cotidiano

prójimo en que me amparo
tu compacta amistad
tu vida un tanto mustia
tu faro de confianzas
tus vísperas de solo
son para mí el contorno imprescindible
prójimo-muro gris acribillado
prójimo-pasamano en que me apoyo
cuando desciendo la escalera y temo
que algún peldaño pueda estar podrido

rostro herido heridor
ojos que lo supieron
aduana de la dulce simetría
olvidada presencia inolvidable
estás en algún sitio
en algún tríptico de resignaciones
yo pienso en ti cuando la noche clava
para siempre qué suerte para siempre
otra lanza-nostalgia
en mi costado
y está curazón
próximo prójimo
no te avergüences de su llanto.

la cabeza hace trizas el pasado
fríamente coloca sus razones invictas
divide en lotes la melancolía
negocia cautamente tus acciones en alza
desorganiza para siempre tu magia
te despoja del cándido futuro
amuebla los infiernos que te esperan
después del provisorio desamparo
te hace lúcido y hueco
cruel y lúcido
voraz y pobre lúcido

pero también
por suerte
está tu corazón

ese embustero
ese piadoso
ese mesías.
Sobre el camino se ve la venta.
        Risueño el valle,
claveles rojos, olor de menta,
de madreselvas y frondosa calle.

En el corral amplio, vacas y perros
        altos magueyes,
el sol dorado de altos cerros,
carros tirados por lentos bueyes.

Frente a la casa, los barrizales
        bajo madroños;
sobre la vega, rubios maizales,
y junto al plátano, verdes retoños.

Marcando prados en las campiñas
        se ven las zanjas;
junto al vallado se alzan las piñas,
y al gusto encintan ya las naranjas.

Cuelgan los troncos fuertes y erectos
        las níveas barbas,
sobre las hojas vuelan insectos,
bajo las hojas duermen las larvas.

Entre los fondos, ***** al antiguo
        trapiche humea,
y por la cuesta, sendero exiguo
que zigzagueando llevan a la aldea.

Verán tus ojos en la verdura
        y a donde vayas,
los mararayes en la espesura,
sobre las piedras, las pitahayas.

Con sus pinceles la tarde pinta
        vívido cromo;
de plata el río semeja cinta,
y el pozo, lejos manchas de plomo.

Amarillento sobre la falda
        se abre un barranco,
y de los campos en la esmeralda
Se alza, de techos, el humo blanco.

Una flor roja, vivas oscila,
        tiembla su estambre,
y bajo cedros, en doble fila,
sobre el camino, cerca de alambre.

La azada al hombro, tardo el labriego
        vuelve del campo.
y en ella fulge, roca de fuego,
del sol poniente vívido lampo.

Gris una nube, pasando finge
        velera barca;
otra, un castillo, y otra, una esfinge,
y un dragón otra, que el cuello enarca.

El horizonte cortan los techos
        las cumbres calvas,
y en el remanso, por entre helechos,
los pastos tienden sus plumas albas.

Abre sus flores los alhelíes
        cerca del río,
y el café luce, como rubíes,
sus rojos granos bajo el plantío.

En las paredes de la posada
        se ven letreros;
son un recuerdo para la amada,
o vanidades de pasajeros.

Por los bardales se ven las rosas
        sobre el camino;
Pasan volando las mariposas,
y a un canto, lejos responde un trino.

¡para el reposo, feliz quien halle
        tu puerta franca!
¡qué paz más honda la de tu valle!
¡qué paz, la tuya, casita blanca!
La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados,
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿que pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve,
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos:
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen donde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar!
Espacio y tiempo, barrotes
de la jaula
en que el ánima, princesa
encantada,
está hilando, hilando cerca
de las ventanas
de los ojos (las únicas
aberturas por donde
suele asomarse, lánguida).
Espacio y tiempo, barrotes
de la jaula;
ya os romperéis, y acaso
muy pronto, porque cada
mes, hora, instante, os mellan,
¡y el pájaro de oro
acecha una rendija para tender las alas!
La princesa, ladina,
finge hilar; pero aguarda
que se rompa una reja...
En tanto, a las lejanas
estrellas dice: «Amigas
tendedme vuestra escala
de la luz sobre el abismo.»
Y las estrellas pálidas
le responden: «¡Espera,
espera, hermana,
y prevén tus esfuerzos:
ya tendemos la escala!»
Estás hecha, mujer, para evocada
contra el nocturno ébano bruñido:
eres como un jazmín humedecido,
eres como una valva nacarada.

Incitante frescor de agua salada
engólfase en tu nuca, estremecido;
tienes los ojos de un color perdido,
tu boca como el mar es ondulada

y un alga de oro finge tu melena.
Yo soy ése que está sobre la arena,
tú eres así como una mar tendida,

me salpicas de azul de vez en cuando
e indiferente huyes y jugando...
Y así pasan los años y la vida.
Entre el dudoso cortejo
de sombras, peregrinando
voy una sombra buscando.

En el místico reflejo
de la noche constelada
quiero hallar una mirada.

Asir anhela mi oído
una voz que se ha extingido
entre los ecos lejanos.

Al pasar por un jardín
finge el roce de un jazmín
la caricia de sus manos.

¡Oh sombra, mirada, voz,
manos!; el vórtice atroz
de la eternidad callada
os sorbió. ¡Triste de mí,
que no tengo nada, nada;
que ya todo lo perdí!
Ha pasado la siesta
y la hora del Poniente se avecina,
y hay ya frescor en esta
costa que el sol del Trópico calcina.
Hay un suave alentar de aura marina
y el Occidente finge una floresta
que una llama de púrpura ilumina.Sobre la arena dejan los cangrejos
la ilegible escritura de sus huellas.
Conchas color de rosa y de reflejos
áureos, caracolillos y fragmentos de estrellas
de mar forman alfombra
sonante al paso en la armoniosa orilla.
Y cuando Venus brilla,
dulce, imperial amor de la divina tarde,
creo que en la onda suena
o son de lira, o canto de sirena.
Y en mi alma otro lucero, como el de Venus, arde.
Altos muros del agua, torres altas,
aguas de pronto negras contra nada,
impenetrables, verdes, grises aguas,
aguas de pronto blancas, deslumbradas.
Aguas como el principio de las aguas,
como el principio mismo antes del agua,
las aguas inundadas por el agua,
aniquilando lo que finge el agua.
El resonante tigre de las aguas,
las uñas resonantes de cien tigres,
las cien manos del agua, los cien tigres
con una sola mano contra nada.
Desnudo mar, sediento mar de mares,
hondo de estrellas si de espumas alto,
prófugo blanco de prisión marina
que en estelares límites revienta,
¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas,
informe confusión de aguas y nada,
qué mares, encendidos prisioneros,
dentro de ti, bajo tu pecho, cantan?
¿Qué violencias recónditas, qué labios,
conmueven a tu piel de verdes llamas?,
¿qué desoladas aguas, costas solas,
qué mares invisibles, mar, alías?,
¿dónde principias, mar, dónde te viertes?,
¿dónde principias, tiempo, vida mía,
ejército de humo y de mentira,
adónde vas, latido, carne, sueño?
¿Dónde te viertes, avidez de nada?
No soy la piedra que se precipita,
soy su caída, y más, soy el abismo,
el círculo de sombra en que se ahonda.
Tiempo que se congela, mar y témpano,
vampiro de la luna -o se despeña:
madre furiosa, inmensa res hendida,
mar que te comes vivas las entrañas.
Entre la sombra el resplandor del alba
Ya con la estrella matutina asoma,
Y el horizonte lentamente toma
Un vago tinte, sonrosado y malva.

Helado viento de la cumbre calva
Viene; en los huertos al pasar se aroma,
Y el raudal que entre peñas se desploma
Saluda al día con rumor de salva.

Es todo el bosque música de trinos,
Mientras que sube en el confín distante
El humo de los techos campesinos;

Y el gallo, firme y la actitud enhiesta,
Finge que el cielo, con el sol radiante
A su clarín en el azul contesta.
Fatigada ya, su mano
Sobre las teclas vagó,
Y soñolienta arrancó
El último acorde al piano.

Y como aroma que exhala
Una flor, y al viento flota,
Aquella postrera nota
Queda vagando en la sala.

Y va la niña a su alcoba,
Y se alzan visiones puras
De las blancas colgaduras
De su lecho de caoba.

Por el alto mirador
Entran a la tibia estancia
El rumor y la fragancia
De los naranjos en flor.

Se ve al través del boscaje
Un astro que parpadea,
Y la brisa cuchichea
En las cortinas de encaje.

Y de un amor ideal,
Memorias quizá adoradas,
Hay flores secas, regadas
En las mesas de nogal.

Entre esos ramos dispersos,
De festines olvidados,
Muestra sus cortes dorados
Abierto un libro de versos.

Al fulgor azul y escaso
Que la lámpara derrama
Brillan cerca de la cama
Sus zapatillas de raso.

Y finge la luz visiones,
Visiones que sonrientes
Se reclinan indolentes
En los tallados sillones.

Y en la penumbra se ve,
Bañado en tenue fulgor,
Afuera del cobertor
Su breve y rosado pie.

Todo yace en calma. Hermosa
La luna su lumbre riega,
Y a besar el lecho llega
Donde la virgen reposa.

¡Cómo su pecho se ensancha
Ante esa luz de consuelo!
Es la bendición del cielo
Sobre esa frente sin mancha.
Flor de jazmín y toro degollado.
Pavimento infinito. Mapa. Sala. Arpa. Alba.
La niña finge un toro de jazmines
y el toro es un sangriento crepúsculo que brama.
Si el cielo fuera un niño pequeñito,
los jazmines tendrían mitad de noche oscura,
y el toro circo azul sin lidiadores,
y un corazón al pie de una columna.
Pero el cielo es un elefante,
y el jazmín es un agua sin sangre
y la niña es un ramo nocturno
por el inmenso pavimento oscuro.
Entre el jazmín y el toro
o garfios de marfil o gente dormida.
En el jazmín un elefante y nubes
y en el toro el esqueleto de la niña.
Poesía dulce y mística
busca a la blanca cubana
que se asomó a la ventana
como una visión artística.Misteriosa y cabalística,
puede dar celos a Diana,
con su faz de porcelana
de una blancura eucarística.Llena de un prestigio asiático,
roja, en el rostro enigmático,
su boca púrpura finge,Y al sonreírse vi en ella
el resplandor de una estrella
que fuese alma de una esfinge.
Louise Mar 26
Penitencia número uno:
Intentaré no pensar en ti y en mí en la misma cama.
Y tú también, intenta no pensar en el color de mi piel
ni en mi cuerpo.

Penitencia número dos:
No hablaré contigo, esta es una oración
y una promesa.
Y tú también, sigue haciendo lo que haces,
finge que no quieres mis besos.

Penitencia número tres:
Intentaré imaginar que eres el sol quemando mi piel.
Qué dolorosamente bien besas mi cuerpo.
Y tú también, trata de imaginarme
como si fuera la luna de tu marea.
Como si no pudieras estar sin mí por la noche.

Penitencia número cuatro:
No te hablaré, pero me arrodillaría frente a ti como un altar.
Qué fervor te oraría y te adoraría.
Y tú también, intenta orar a Dios por mí cuando
ya me haya ido para siempre.
Como si pudieras vivir sin mí en este mundo loco.

Penitencia número cinco:
Es simple. Iría, saldría de tu vida y te regalaré mi silencio.
Debería ser simple. Déjame ir y regálame el camino de salida
si no puedes darme el cielo.
Una lista muy corta y muy simple. Ora por mí.

"Semana Santa Sadgirl Series": no. 4
En medio de los hombres, amada, dulce y bella
Cruzaba como una alba, como un radioso ensueño;
Después su rojo labio dejó de ser risueño,
Y semejaba, pálida, una enfermiza estrella.

Las puertas de un convento cerráronse tras ella;
Era todo lo humano, para su amor, pequeño;
Y hoy se abre ante sus ojos .el mundo azul del sueño,
Y finge que su planta ya el Paraíso huella.

Lejos del mundo triste, donde el dolor es austro,
Su alma es incensario, y aquella flor del claustro
Derrama en torno suyo de santidad perfume.

Cerrado para siempre su oído a la lisonja,
De rosas y de lirios riega el altar la monja,
Y en éxtasis, orando, su vida se consume.
Después de que hubo al bosque el Domador entrado,
Las formidables huellas entre árboles siguiendo,
Anunció el rudo choque, de un rugido el estruendo.
Hundiese el sol, y entonces todo quedó callado.

Por entre matorrales y zarzas, aterrado,
Un pastor de esos valles, que a Tirinto iba huyendo,
Se vuelve, y ve con ojos de espanto, que el horrendo
Monstruo surge, de frente, sobre áspero collado.

Y un grito lanza. Ha visto al terror de Nemea
Sobre el cielo rojizo, con mirar que chispea,
Con siniestros colmillos y repugnante traza;

Pues la sombra que invade el espacio anchuroso,
Bajo la piel horrible que a Hércules disfraza,
Al mezclar hombre y fiera, finge un Héroe monstruoso.
una mujer de ojos lujosos y otros pactos conmigo
abre sus pechos bajo el sol lo devora con párpados cerrados
inmóvil en la arena
alimenta sus vestias su potencia su gran casualidad
la riñona se tensa
prepara sus dulzuras las furiosas la húmeda tremenda
calla finge humildad alerta de uñas
cerrada en sí perfecta
contra la luz
bajo sus párpados vigila los movimientos de la noche
A veces, en sueños, mi espíritu finge
escenas de vidas lejanas:
                                                     
yo fui
un sátrapa egipcio de rostro de esfinge,
de mitra dorada, y en Menfis viví.

Ya muerto, mi alma siguió el vuelo errático,
ciñendo en Solima, y a Osiris infiel,
la mitra bicorne y el éfod hierático
del gran sacerdote del Dios de Israel.

Después, mis plegarias alcé con el druida
y en bosque sagrado Velleda me amó.
Fui rey merovingio de barba florida;
corona de hierro mi sien rodeó.

Más tarde, trovero de nobles feudales.
canté sus hazañas, sus lances de honor,
yanté a la su mesa, y en mil bacanales
sentime beodo de vino y de amor.
Y ayer, prior esquivo y austero los labios

al Dios eucarístico, temblando acerqué:
por eso conservo piadosos resabios,
y busco el retiro siguiendo a los sabios
y sufro nostalgias inmensas de fe.
Cláudio Costa Feb 2023
Visão cega dum vão cultivar,
Anseio que derrama, ***** e mudo,
Ao longe o vislumbre de ti a passar
Escorre de mim sedento, sem ar,
A drenar lento por um canudo
sob um ser que finge ser,
ser que sabe fugir
mas não sabe desprender;
Ser que não serve para sentir,
mas sente para viver.

Já não sei seguir sem par
a cruzar rotas noutros trilhos
O fulgor do teu olhar,
por mais que o queira cuidar
vai cruzando noutros brilhos.
Indício que vem num tumulto agudo
Pulsar de veia que me assalta,
espreita o clarão pelo canudo
e a luz escorre na tua falta.
Sai de mim, por tudo te peço;
Sai de mim, mas não me leves
e deixa durar os dias breves,
assim que saias verei se os esqueço.
Sai de mim, mas leva a saudade
E deixa-me noutra realidade
Uma na qual não te conheço.

Memória reclusa, cativo tesouro
de fios mognos no sol louro,
Risos soltos em cabelos revoltos,
Imagem tua, miragem de um ser
que em quietude à distância
me dá ânsia de te ver.
Ecoa a afastar e prende-me ao chão,
Semeia desígnios num solo a vagar,
Curva-se e colhe sombras em vão.

Nado no rio que corre sem dor,
que é meu e finda num mar interior
Estou aqui, estou agora
Espreito-me de dentro para fora,
Vejo a eira a cultivar,
Trago grãos p'ra semear,
a visão cega fixa-se perto
E desvanece a clarear
um amanhã sempre incerto,
sempre brumoso a se esboçar.
¯\_(ツ)_/¯
En el áureo esplendor de la mañana,
viendo crecer la enredadera verde,
mi alegría no sabe lo que pierde
y mi dolor no sabe lo que gana.
Yo fui una vez como ese pozo oscuro,
y fui como la forma de esa nube,
como ese gajo verde que ahora sube
mientras su sombra baja por el muro.
La vida entonces era diferente,
y, en mi claro alborozo matutino,
yo era como la rueda de un molino
que finge darle impulso a la corriente.
Pero la vida es una cosa vaga,
y el corazón va desconfiando de ella,
como cuando miramos una estrella,
sin saber si se enciende o si se apaga.
Mi corazón, en tránsito de fuego,
ardió de llama en llama, pero en vano,
porque fue un ciego que extendió la mano
y sólo halló la mano de otro ciego.
Y ahora estoy acodado en la ventana,
y mi dolor no sabe lo que pierde
ni mi alegría sabe lo que gana,
viendo crecer la enredadera verde
en el áureo esplendor de la mañana.
Virginia Eden Feb 2020
Nuestra Señora de la Santa Muerte sonríe
Su dientes se hacen de oro
Y sus labios de rubíes
Lleva un collar de espinas y abalorios de madera
Y una corona de huesos agrietados y los rayos del sol
Ella es una fantasma
creada por el miedo y, posiblemente, la lujuria
de los hombres
Finge que no oye los aullidos de humanidad  
Ha saboreado las estrellas
Y piensa que son como sal y azúcar
Los otros dioses comen y miran,
pero no dicen nada.
Nulla di ciò che accade e non ha volto
e nulla che precipiti puro, immune da traccia,
percettibile solo alla pietà
come te mi significa la morte.
Il vento ricco oscilla corrugato
sui vetri, finge estatiche presenze
e un oriente bianco s'esala
nei quadrivi di febbre lastricati.
Dalla pioggia alle candide schiarite
si levano allo sguardo variopinto
blocchi d'aria in festevoli distanze.
Apparire e sparire è una chimera.
È questa l'ora tua, è l'ora di quei re
sismici il cui trono è il movimento,
insensibili se non al freddo di morte
che lasciano nel sangue all'improvviso.
Loro sede fulminea è qualche specchio
assorto nella sera, ivi s'incontrano,
ivi si riconoscono in un battito.
Sei certa ed ingannevole, è vano ch'io ti cerchi,
ti persegua di là dai fortilizi,
dalle guglie riflesse negli asfalti,
nei luoghi ove l'amore non può giungere
né la dimenticanza di se stessi.
Louise Mar 26
Penitencia número uno:
intenta no pensar en el color de mi piel ni en mi cuerpo.

Penitencia número dos:
sigue haciendo lo que haces, finge que no quieres mis besos.

Penitencia número tres:
trata de imaginarme como si fuera la luna de tu marea.
Como si no pudieras estar sin mí por la noche.

Penitencia número cuatro:
intenta orar a Dios por mí cuando ya me haya ido para siempre.
Como si pudieras vivir sin mí en este mundo loco.

Penitencia número cinco:
Déjame ir y regálame el camino de salida
si no puedes darme el cielo.

Seis, nunca vuelvas a mi país.

Siete, nunca cierres los ojos cuando empiezo a salir con alguien.

Ocho, nunca apagues las luces e imagínate en tu cuarto.

Nueve, no me escuches cuando digo "vuelve".

Diez, ni siquiera pienses más en mí.
Una lista muy corta y fácil. Oraré por ti.

"Semana Santa Sadgirl Series": no. 5
Nulla di ciò che accade e non ha volto
e nulla che precipiti puro, immune da traccia,
percettibile solo alla pietà
come te mi significa la morte.
Il vento ricco oscilla corrugato
sui vetri, finge estatiche presenze
e un oriente bianco s'esala
nei quadrivi di febbre lastricati.
Dalla pioggia alle candide schiarite
si levano allo sguardo variopinto
blocchi d'aria in festevoli distanze.
Apparire e sparire è una chimera.
È questa l'ora tua, è l'ora di quei re
sismici il cui trono è il movimento,
insensibili se non al freddo di morte
che lasciano nel sangue all'improvviso.
Loro sede fulminea è qualche specchio
assorto nella sera, ivi s'incontrano,
ivi si riconoscono in un battito.
Sei certa ed ingannevole, è vano ch'io ti cerchi,
ti persegua di là dai fortilizi,
dalle guglie riflesse negli asfalti,
nei luoghi ove l'amore non può giungere
né la dimenticanza di se stessi.

— The End —