Miraba por su ventana
y allí afuera encontraba
las sombras de su cuarto,
el color a asfalto,
y las nubes sin lluvia,
injustificadas.
Viviendo su vida
injustificada,
gritaron:
—¡Hacé algo!
Rápidamente volvió la mirada,
rápidamente negó
lo que le era negado.
Para no morir, olvidaba.
Detrás ve lo mismo que adelante.
No recuerdo mi último sueño...
¿Por qué parezco desvanecerme
con tan poca gracia?
¿Por qué se desprende de mí
todo lo que alguna vez creí odiar,
dejándome la cicatriz
de una quebrada melodía,
de una caída que nunca concluyó
pero, aun así,
me dejó sin vida?