Submit your work, meet writers and drop the ads. Become a member
D A Do Fleming Nov 2010
O choque congestiona o fluxo sanguíneo.
A cabeça erguida entra em declínio.
As pernas tremem de não aguentar o peso.
O mundo desaba todo e o deixa preso.

Nos olhos já se observa o desatino.
A face rubra paralisa sem destino.
A boca seca torna-o surpreso
e o ombro, de pronto, deixa de ser teso.

Escorre pela cara lágrima salgada
com o gosto do destrato da mulher amada
que desce ríspida à travada glote.

Como um antídoto à honra humilhada,
retorna do estômago feito cusparada
e o faz erguer em busca do que o esgote
Fue Cervantes quien relató con su pluma sabia
la extraña historia de dos amigos florentinos
que por amor forzaron sobre sí la desgracia
al maniobrar con impertinencia y desatino
en el ánima de una recogida muchacha.

El esposo con el amigo la puso a prueba
pidiéndole que a su mujer hiciera la corte
sin prevenir el impertinente a dónde lleva
la duda cuando no cuenta con ningún soporte.

Y el que pretendía sólo simular amor
para satisfacer al esposo empecinado
y comprobar de la mujer lealtad y honor,
termino, al fin, de sus virtudes enamorado.

De tal modo que el marido quiso probar la honra
colocándole acechanzas a la castidad
de aquella desprevenida y sosegada esposa,
las que fatalmente minaron su voluntad.

Lo que comenzaron como una prueba fingida
terminó en calamitoso engaño verdadero
porque quien pone trampas a la luz y la vida
termina transitando por oscuros senderos.
                                        
                                        (Jorge Gómez A.)
Marco Raimondi Jun 2017
Narrador:
O sol, fadando aos seus desmaios,
Em falta de luz aureolava
A face natura com seus distantes raios;
A areia qual aos clarões brilhava,
Neste sol d'agora dorme junto às figueiras
Às terras, aos vales, às distantes matas altaneiras

Gaia, que nas folhas de carvalho
Rompe a escuridão do céu vultuoso
E jorra em seu corpo as águas d'orvalho
Cobre-se, nas horas, d'um véu moroso;
Quando olham ao zênite, estrelas podem ver
Como áureo tesouro a na escuridão se irromper

Por este turvo azul sidéreo,
Entre as florestas tem-se o canto,
E dos troncos retorcidos, um mistério
Cuja noite predomina em seu encanto,
Cobrindo as nuvens do olhar,
Com seu etéreo resplendor lunar

Divagam as almas que dormem
E divagam as que repousam, sob o sentir de fantasia
As mais atormentadas, que de sonhos envolvem,
Veem nos vastos pesadelos dores de uma visão sombria;
Se em prantos, quando dormem, não podem culminar
Vezes quebram, em gritos e desatino, um longo calar

Destes prantos, cujas lágrimas caem nas profundezas
Ressoam em uma perdição do infinito
Entoando pérolas e cânticos desta proeza
Que é constituir, no espírito, o próprio mito;
Tudo não mais cintila, Gaia se cobre,
Os olhos da matéria se fecham após tanto obre

Enfim, fez-se da natureza uma realidade escrava
Na qual os dias, tão somente o tempo envenena
Mas Gaia, quando os serenos campos lava
A realidade, a mudança é ela quem condena,
À miséria dos povos, as glórias, a graça
Tudo é ao tempo, que a natureza trespassa

O lar dos sentires se silencia sob aurora
Todos desprezos, amores e outros enganos
Agrados, estupores, inclemências de outrora
Contiguamente extinguem-se, ao eclipsar dos raios meridianos
O som enleia as serranias noturnas
Sussurrando longínqua a madrugada soturna

É a glória do Destino! Ânsia abissal e dolorida,
Aprisionando a natureza em seu prazer de ilusão
Subitamente, em brumas, um estirpe que é vida
Das lembranças renovadas, canções d'uma visão
Logo o sol nascerá em amplitude
E clarear-se-á o dia em suas virtudes

Idália, a vaguear nos cúmulos imaginários
Vê as estrelas em umedecidos rochedos
A ecoarem devaneios visionários
As névoas quais, do delírio, são divinos segredos,
Empíreo enigma, perpetua-se em infinita imensidade,
Que há de trovejar os pensamentos na obscura eternidade
Victor Marques Oct 2013
A chuva

Chove intensamente esta noite na penedia,
Escuto e interiorizo melodia…
A noite está muito sonolenta e escura,
Eu vagueio em vales de ternura.

Chuva miudinha que nem molhais,
Regas vinhas, oliveiras de meus pais.
Pões escorregadios durienses rochedos,
Chuva de amor e seus segredos.

Chuva de um Verão com toque de Outono,
Cão vadio sem senhor e seu trono.
Chuva torrencial de águas paradas,
Chuva de contos e fadas…

Chuva que esbate em frente na pobre janela,
Cores de um arco-íris feito Cinderela.
Ritmo parecido com o toque do sino,
Chuva que cai ao desatino….

Victor  Marques
Yo no sé nada de la vida,
yo no sé nada del destino,
yo no sé nada de la muerte;
¡pero te amo!

Según la buena lógica, tú eres luz extinguida;
mi devoción es loca, mi culto, desatino,
y hay una insensatez infinita en quererte;
¡pero te amo!
En tanto que el hoyo cavan
a donde la cruz asienten,
en que el Cordero levanten
figurado por la sierpe,
aquella ropa inconsútil
que de Nazareth ausente
labró la hermosa María
después de su parto alegre,
de sus delicadas carnes
quitan con manos aleves
los camareros que tuvo
Cristo al tiempo de su muerte.
No bajan a desnudarle
los espíritus celestes,
sino soldados que luego
sobre su ropa echan suertes.
Quitáronle la corona,
y abriéronse tantas fuentes,
que todo el cuerpo divino
cubre la sangre que vierten.
Al despegarle la ropa
las heridas reverdecen,
pedazos de carne y sangre
salieron entre los pliegues.
Alma pegada en tus vicios,
si no puedes, o no quieres
despegarte tus costumbres,
piensa en esta ropa, y puede.
A la sangrienta cabeza
la dura corona vuelven,
que para mayor dolor
le coronaron dos veces.
Asió la soga un soldado,
tirando a Cristo, de suerte
que donde va por su gusto
quiere que por fuerza llegue.
Dio Cristo en la cruz de ojos,
arrojado de la gente,
que primero que la abrace,
quieren también que la bese.
¡Qué cama os está esperando,
mi Jesús, bien de mis bienes,
para que el cuerpo cansado
siquiera a morir se acueste!
¡Oh, qué almohada de rosas
las espinas os prometen!;
¡qué corredores dorados
los duros clavos crueles!
Dormid en ella, mi amor,
para que el hombre despierte,
aunque más dura se os haga
que en Belén entre la nieve.
Que en fin aquella tendría
abrigo de las paredes,
las tocas de vuestra Madre,
y el heno de aquellos bueyes.
¡Qué vergüenza le daría
al Cordero santo el verse,
siendo tan honesto y casto,
desnudo entre tanta gente!
¡Ay divina Madre suya!,
si agora llegáis a verle
en tan miserable estado,
¿quién ha de haber que os consuele?
Mirad, Reina de los cielos,
si el mismo Señor es éste,
cuyas carnes parecían
de azucenas y claveles.
Mas, ¡ay Madre de piedad!,
que sobre la cruz le tienden,
para tomar la medida
por donde los clavos entren.
¡Oh terrible desatino!,
medir al inmenso quieren,
pero bien cabrá en la cruz
el que cupo en el pesebre.
Ya Jesús está de espaldas,
y tantas penas padece,
que con ser la cruz tan dura,
ya por descanso la tiene.
Alma de pórfido y mármol,
mientras en tus vicios duermes,
dura cama tiene Cristo,
no te despierte la muerte.
Leydis Jun 2017
Si, te deje con frio.
Si, te deje un vacío.
Si, también el corazón partido.
Te lo merecías,
por tu osadía en jugar conmigo
en formarme líos,
en robar mí aliento,
con tan falsos besos,
sin ofrecer oxígeno,
sin darme alivio.

Si, te deje recuerdos,
que te lleguen dentro,
que te vuelvan loco .
Y en el frio de diciembre,
que te desesperen, y que te condenen,
a la amargura de la noche oscura,
y con apatía a no volver amar nunca.

O caso ya te olvidas,
como me dolías,
como te rogaba,
para que me amaras,
para que encendieras esa luz
que con tanto amor yo te brindaba!

Para que desataras mis pasiones malogradas,
con un beso largo,
con un tierno abrazo,
o que permitieras,
que te derrumbara todas esas barreras,
para calentarte ese corazón que quería mío,
Y me lo negaste.
Y te cerraste.
Y mi corazón hasta lo enterraste en tu pudrición,
en tu ambición por ser un Don Juan moderno.

Pero mira lo que es la vida,
En tu desatino, te robe el oxígeno.

Te lo merecías.  

LeydisProse
11/29/16
https://www.facebook.com/LeydisProse/about/
Si gobernar provincias y legiones
ambicioso pretendes, ¡oh Licino!,
procura que el favor y el desatino
aseguren de infames tus acciones.
No merezca ninguno las prisiones
mejor que tú; pues cuanto más vecino
al suplicio te vieres, el destino
más te apresurará las elecciones.
Felices son y ricos los pecados:
ellos dan los palacios suntuosos,
llueven el oro, adquieren los estados.
Alábanse los hombres virtuosos;
mas, para lo que viven alabados,
quien los alaba elige los viciosos.
¡Ay de mí! Cuantas veces, arrobado
en la contemplación de una quimera,
me olvidé de la noble compañera
que Dios puso a mi lado.

-¡Siempre estás distraído! -me decía;
y yo, tras mis fantasmas estelares,
por escrutar lejanos luminares
el íntimo lucero no veía.

Qué insensatos antojos
los de mirar, como en tus versos, Hugo,
las estrellas en vez de ver sus ojos,
desdeñando, en mi triste desatino,
la cordial lucecita que a Dios plugo
encenderme en la sombra del camino...

Hoy que partió por siempre del amor mío,
no me importan los astros, pues sin ella
para mí el universo está vacío.
Antes, era remota cada estrella:
hoy, su alma es la remota, porque en vano
lo buscan mi mirada y mi deseo.

Ella, que iba conmigo de la mano,
es hoy lo más lejano:
los astros están cerca, pues los veo.

— The End —