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Conocí a un millonario.
Era estanciero, rey
de llanuras grises
en donde se perdían
los caballos.

Paseábamos su casa,
sus jardines,
la piscina con una torre blanca
y aguas
como para bañar a una ciudad.
Se sacó los zapatos,
metió los pies
con cierta
severidad sombría
en la piscina verde.

No sé por qué
una a una
fue descartando
todas sus mujeres.
Ellas
bailaban en Europa
o atravesaban rápidas la nieve
en trineo, en Alaska.

S. me contó cómo
cuando niño
vendía diarios
y robaba panes.
Ahora sus periódicos
asaltaban las calles temblorosas,
golpeaban a la gente con noticias
y decían con énfasis
sólo sus opiniones.

Tenía bancos, naves,
pecados y tristezas.

A veces con papel,
pluma, memoria,
se hundía en su dinero,
contaba,
sumando, dividiendo,
multiplicando cosas,
hasta que se dormía.

Me parece
que el hombre nunca
pudo salir de su riqueza
-lo impregnaba,
le daba
aire, color abstracto-,
y él se veía
adentro
como un molusco ciego
rodeado
de un muro impenetrable.

A veces, en sus ojos,
vi un fuego
frío, lejos,
algo desesperado que moría.

Nunca supe si fuimos enemigos.

Murió una noche
cerca de Tucumán.
En la catástrofe
ardió su poderoso Rolls
como cerca del río
el catafalco
de una
religión oscura.

Yo sé
que todos
los muertos son iguales,
pero no sé, no sé,
pienso
que aquel
hombre, a su modo, con la muerte
dejó de ser un pobre prisionero.
ConnectHook Apr 2017
La Kumbia Kalvinista no es ritmo vaticano
se baila todo libre con la biblia en la mano

La Kumbia Kalvinista es la onda reformada
las sectas sí prometen—pero no entregan nada

Esta cumbia trascendente, pero poco conocida
es la cumbre de verdad, y predestina pura vida

La Kumbia Kalvinista es la nueva nueva onda
se la cantan las iglesias y ofrecen otra ronda

La Kumbia Kalvinista no lo bailan los de Roma
si un padre lo intenta terminará caído en coma

es un baile teológico que es absurdo mientras lógico
lo baile cada tribu, cada etnia y antropólogo

el papa mismo, y su esposa
bailan esta cumbia fabulosa
tu estado de animo no es nada
sino gracia predestinada

lo bailan los sajones con cojones
lo bailan las alemanas si le dan la ganas
este baile está basado en un ritmo luterano
apetece a los gringos, a los indios, y a fulano
no bailaban los franceses aunque Calvin era suya
si bailaban los escoceses y gritaban aleluya !
NaPoWriMo #23

¿Haiku?  pues... no sé.
es algo chino, yo creo.
Es un poema.
Dicen: «Este señor
habla tan sólo de sí mismo.
Pasa -dicen- cegado,
sin ver lo que sucede alrededor.
Va por el mundo como un barco viejo…,
ese señor…Bueno para cortar
con un hacha, y quemarlo, y calentarnos
si es capaz de calor…
ese señor que hablaba de su vida
y nada más…Ese señor…», han dicho.
Probablemente era ya viejo
cuando nací, cerca de un río.
Aunque yo no me acuerdo de ese río.
sino del mar bajo el sol de septiembre.
Sería complicado explicar las razones
por las que yo me hallaba allí
entre las olas y los estudiantes,
estrujando el momento
como quien quiere anclarse
a un trozo hermoso de la realidad.
Un sueño de oro entre las dos sirenas
que interrumpían el trabajo.
Era algo así como nostalgia
lo que me hacía estar allí
hasta mi encuentro con la máquina.
Ese señor que pasa por la vida
metido dentro de sí mismo,
entonces
era cilindrador. ¿Sabéis qué es eso,
vosotros que le habláis a este señor
de realidades? Es posible que haya
entre los libros de la biblioteca
de vuestros padres, uno que os aclare
ciertas palabras; apuntad: palero
moldeador, listero en unas obras,
transportista de leña a domicilio,
comisionista para la venta a plazos
de libros, ***** de escritor…Acaso
alguno de los libros que tenéis
en vuestra casa me haya a mí dejado
un porcentaje (un diez por ciento, creo).
No son éstas las únicas palabras.
Hay otras. Por ejemplo: Condenados
por auxilio a la rebelión.
(Creo que ese era el término jurídico).
Auxilio o adhesión: no estoy seguro.
O uno le fue aplicado
a mi padre, y el otro a mí.
No estoy seguro. Ya ha pasado el tiempo
y él ha muerto. Y han muerto muchas gentes
que estuvieron en una situación
semejante o peor. Y los demás
envejecimos. No hemos muerto,
afortunadamente.
Este señor
oyó una vez llorar a un niño
en el momento de la elevación
en una misa. (Necesitaría
demasiadas palabras
para que comprendierais por qué un hecho
tan aparentemente natural
me parecía irreal entonces, y ahora.
¿Cómo hacerlo sentir?…En cuatro años
no había oído voz de niño.
La de mujer, al otro lado,
desgarrada, voz casi masculina
por el esfuerzo para destacarse
del griterío. No podría
explicarlo. No es cosa de palabras
como estas mías. Solo un gran poeta
podría contagiarnos la emoción:
mis palabras no bastan). Lloró el niño.
Por las triples vidrieras entró el sol.
El corazón estaba
a punto de romperse hermosamente.
Después, fue un hombre muerto,
y otro hombre, muchos más…
He perdido la cuenta.
En los balcones los dejaban
por la noche, delante de la fuente
de aquel patio interior. Muertos calzados
con alpargatas nuevas, su sudario.
Amanecía y se les despedía
cantando el Dies irae
(ya no recuerdo si el de Verdi,
o es muy probable que el de Mozart).
Este señor apetecía ser
el Desdichado de la tierra,
el más miserable que nadie,
el más solitario que todos.
No se tenía lástima a sí mismo
y solo así sería libre,
sin nadie a quien compadecer…
Y un día volvió al mar. Fueron las olas
a lamerle las manos. «Aquí estás
-le dijeron-de nuevo-» Desplegaron
sus colores, olores y sonidos.
Pusieron en sus manos pan de amor.
Las gaviotas bajaron a picarlo.
pero las alas eran alpargatas
en los pies de los muertos. Y la música
del mar era el Dies irae…Sólo un día,
un momento, tendido-la cabeza
junto a un tronco rugoso de sabina-,
olvidó. Fue un momento. Eternidad
que le duró un momento. Se creía
tierra de paz. Y el árbol le nacía
de la frente, y las nubes…
(¿Quién no ha visto,
quién no ha vivido nubes, árbol, mar?…
Será mejor cambiar de tema,
dejar de hablar, aunque necesitaba
deciros esto. La palabra
es de piedra, impermeable a la emoción
lo vuelvo a recordar).
Lo del mar duró muy poco.
Todo duraba cada vez más poco.
Era lo mismo que un pantano.
Yo me hundía en el fango.
Y cada vez era mi cuerpo
menos libre. Gritaba, respiraba,
enloquecía, enloquecía, enloquecía.
Convocaba mi muerte
a aquellas gentes que yo vi morir.
Y yo escondía la cabeza
para no verlos, y que me dejaran
vivir, morir a gusto.
Y yo escondía la cabeza
bajo un acordeón. Yo le arrancaba
sonidos-lo recuerdo-, y las mujeres
bailaban , y Madama Leontine,
gorda y espiritual, recomendaba
silencio, por si acaso la multaba
la policía…
Ya ha pasado el tiempo
sobre todos nosotros.
Muchos se han liberado ya del tiempo.
Nuestros pequeños heroísmos
adquirieron su dimensión
verdadera. Aquel verdor de luna
de febrero, con nieve, entre vagones,
no es más que una viñeta. Aquella luna
de agosto, sobre el mar y las montañas,
se ha apagado. Es ******. Y tantas cosas
que fueron mías, nunca vuestras,
y hoy ni siquiera son ya mías.
Recorrí mi camino repicando
las sonoras campanas, encendiendo
las estrellas -creía en las campanas
y en las estrellas-… Todo fue rompiéndome
el corazón. Y me encontré de pronto
Nel mezzo del camin di nostra vita
(hago la cita para que digáis
que en esta historia existe, por lo menos,
un verso bueno: justo el que no es mío).
Ya no me importan nada
Mis versos ni mi vida.
Lo mismo exactamente que a vosotros.
Versos míos y vida mía, muertos
para vosotros y para mí.
Pero en vosotros, por lo menos, queda
vuestra vida, y en mí sólo momentos
inasibles, recuerdos o proyectos,
Alguna imagen descuajada
de mis años pasados o futuros.
Como ésta que me asalta en el instante
En que estoy escribiendo: un hombre esbelto,
con su cadena de oro en el chaleco.
Habla con alguien. Detrás de él, un fondo
de grúas en el puerto. Y hay un niño
que soy yo. Él es mi padre.
«El niño tiene cuatro años»,
acaba de decir.
todas las niñas cantan en Melody Spring
todos los niños bailan en Melody Spring
y las ancianas tejen los ancianos fuman sus pipas de espuma de mar de Melody Spring
menos chester carmichael muerto en el otoño de 1962

previamente se había deshojado como un árbol
plumas vientos pedazos de memoria se le fueron cayendo
lo último fue una mujer o lo que quedaba de una mujer
semirroída masticada seca y aún fosforescente
que iluminó a chester carmichael noches y noches
y no se apagó todavía y brilla donde empieza el camino del sur

él está oscuro:
no tanto por eso de la tierra y la muerte
el tiempo le trabajó la cara como un angelito
y ahora está desnudo de alternativas decadencias furias
entre suaves raíces y demás compañeros de estación

se acabó chester carmichael
se fue con nardo en la mano acompañado por cien mil monos
que cantaban bailaban como las niñas y los niños de Melody Spring
no hubo sollozos gritos flores sobre su corazón
solo un pájaro bello que lo miraba fijo
y ahora vigila su cabeza

¡ah pajarito!
cada tanto se inclina sobre chester carmichael y oye lo que está devolviendo

tranquilo como el sol
Las campanas, los domingos,
Con su alegre repicar,
Eran canto de alborozo
Bajo el cielo matinal.
Hoy las oigo sólo en sueños...
¡Cómo es triste recordar!

Los domingos... ¡cuán lejanos
Esos tiempos están ya!...
Sin escuela, por las calles,
Campo, río, libertad.
Los domingos de la infancia...
¡Cómo es triste recordar!

Los domingos, por el puente
Cuántas veces vi pasar
Para misa a los labriegos:
Las campanas ya no oirán
 Muchos de ellos, bajo tierra...
¡Cómo es triste recordar!

Los domingos, los labriegos
El crepúsculo al llegar
Regresaban a sus campos...
Un cantar aquí y allá,
Y la plaza casi sola...
¡Cómo es triste recordar!

En la venta, junto al puente,
Se escuchaba el rasguear
De los tiples, bajo el oro
De la tarde tropical;
Y bailaban los labriegos...
¡Cómo es triste recordar!

En redor de las fogatas,
En la plaza del lugar,
Los rapaces nos uníamos
Al venir la oscuridad,
Y saltábamos sobre ellas...
¡Cómo es triste recordar!

Los domingos en la noche,
Ya cansados de jugar,
Nos rendíamos al sueño,
En un sueño de honda paz.
Hoy... ¡las noches intranquilas!
¡Cómo es triste recordar!

Los domingos de la infancia...
¡Qué dichoso despertar!
¡El vestido limpio, frutas,
Campo, río, libertad!
¡Ya la tarde... todo lejos!...
¡Cómo es triste recordar!
El grafófono,
A tarde y mañana,
En el puente del barco
Sonaba y sonaba.

Era un barco muy viejo,
Un barco de carga
(Ron, azúcar y negros).
Que todos los meses salía
                              El día 19,
                              De Martinica
                              Para Burdeos.

                  Negros y negras
(Café tinto con gotas de leche)
Bailaban a tarde y mañana
Shimmy, jaba y fox-trot en el puente;
Charleston no se bailaba

Que es mal de San Vito reciente;
Corbatas muy rojas, los hombres,
De rojo y azul las mujeres,
Zarcillos de oro, muy largos,
          De carey, brazaletes,
Y Houbigant y sudor confundidos....
Houbigant en sudor.... ¡qué mal hueles!

                              «Adieu! Fort de France!»
                              Decían riendo.
¡Qué blancos sus dientes lucían
En los labios carnudos y anémicos!

                              Y seguía el grafófono,
Y seguían bailando los martiniqueños.

                              De pronto
El cielo se puso muy *****.
Y estrellóse en el barco una ola,
Una ola muy grande, rugiendo,
Y la ola inundó todo el puente
...Era el mar, que colérico
Acababa con música y baile
Y escupía en la cara a los negros.
Pasamos por el puente de guaduas y bejucos;
Surgía de las frondas un grato olor silvestre,
Y risas animaban, cantares y bambucos,
                          El paseo campestre.

Sombreritos de caña, trajes de abiertas golas,
Las muchachas del pueblo lucían con donaire,
Y al son bailaban todos de tiples y bandolas,
                          Y embalsamaba el aire.

El mozo más garrido, quien siempre mejor danza,
Con la bella entre todas, y a quien feliz corteja,
Sale a bailar, y al corro, grito de pronto lanza:
                          «¡Que viva mi pareja!»

La suelta, y en las frondas ocúltase y se pierde,
Trae, de clavelinas, para ella una guirnalda,
Y al brillo de la tarde luce el campo más verde
                          Su verde de esmeralda.

Al pueblo por el puente de guaduas y bejucos
Volvimos, las parejas por entre calles solas,
Y uníase a las risas el son de los bambucos
                          De tiples y bandolas.
Valeria Chauvel Jun 2018
Al esplendor de la luna,
los lobos aúllan,
y las montañas morenas,
se inclinan con astucia.

Las estrellas tintinean en goce,
con la luz cegadora de la noche,
que ilumina a las aves del bosque,
empezando el cántico de las doce.

Los arboles rugen al redoblar de los tambores,
que tocan aquellos pequeños roedores.
El aire silba y silba con dulzura y firmeza,
cortejando al gran reino de la naturaleza.

Los grillos se unieron al coro,
tarareando un melodioso tono,
mientras las luciérnagas, el aire escarchaban,
de ámbar, rosado y rojo escarlata.

Las hadas y duendes felices danzaban,
llenando las flores de rocío conforme bailaban.
El vals de la luna ya acababa,
pues el amanecer se asomaba.

Esta fiesta nocturna,
dejaba a la arboleda taciturna,
ya que el sol salía del horizonte,
apagando todas las luces del monte.
'A wander' and the streets of San Telmo
Calm excitement and cobblestone strides
One, two, three beats taunt the twilight
And rise as the sun leaves the sky

Frantic echoes and unmarked street corners
The raucous roar of the drums our guide
Ra-tatatat sounds the challenge
Ra-tatatat sounds the night

Sus hombros bailaban; vibraban.
Sonoras maracas alumbrando
los pequeños conciertos
De su alrededor. Tocando
Al abandono de lo incierto;
Sólo para acá,
Sólo para ahora.
Electric
   Laughter
         And
              Explosive
­                  Movement
Sets the crowd ablaze
to the rhythms of the streets.

Burning, these unquenchable winds
Swiftly swell their cells’ sails,
Their coordinated flow
Coalescing in chaotic harmony

Consumed,
     to a simmering cinder,
The collective
     of souls - now embers
Stop, rest, breathe,
     around the new stage as

Two bright shadows enter
entangled in a tango,
and burst into flames.
From their ashes a fiery phoenix rises,
serendipitously reigniting the crowd
in an act of celestial providence

(A horde of) hearts
                       Beat
                       In sync
Under the sanguine stare of the moon,
Fires sprout all over the ground in full bloom,
illuminating the path to the planetarium,
welcoming travelers to this Astral Sanctum.

With the waxing and waning fervor
Circling the ceremonious pits
The pounding steps coordinate the furor
And charge the fires in a wild blazing blitz

Finally the fire has shed the flesh and freed the spirit
Bared it under the night sky for all to see
Loudly setting the silence alit
In a last, mesmerizing musical spree

With the celebration over
The sun joins the fray
The ****** must leave,
To return again - on a new day

— The End —